Entramos en puntillas de pies como bailarinas saliendo del escenario al terminar el acto, solo que no había música e intentábamos con todas nuestras fuerzas no hacer ni el más mínimo ruido.

  Habías dicho que tu hermano mayor estaba durmiendo, y puede que haya sido cierto, pero cuando entramos no vi a nadie sobre ninguna de las camas cuando entramos a tu habitación. Supongo que se debía a que entramos agachadas, casi gateando, para evitar ser vistas, y a esa altura no alcanzaba a ver lo que había sobre las camas.

  Abriste las puertas del placar con delicadeza y nos estremecimos ante el chirrido que produjo, por ese instante nuestros corazones se detuvieron por temor a ser escuchados.

  Intercambiamos miradas de ojos abiertos y bocas cerradas, tomándonos una pausa para recuperar el aliento y volver a nuestra misión. Era muy temprano y tu madre se enojaría si nos encontraba despiertas.

  Entre los abrigos que parecían dormir colgados de las perchas, había una caja hasta el tope de muñecas. Para nosotros era como el cofre del tesoro de un pirata. Nuestros ojos se iluminaron y de pronto descubrimos que todo riesgo habría valido la pena. El miedo a ser descubiertas hurtando aquel tesoro prohibido había sido reemplazado por la satisfacción de haberlo encontrado.

  Sacamos todas las muñecas que podríamos cargar en brazos y regresamos al salón principal bajando las escaleras con el mismo cuidado con el que habíamos subido, aunque a una velocidad mayor impulsadas por la emoción de comenzar a jugar.

  Estábamos por adentrarnos a mundos de risas, sueños y magia.

Fin.

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Nota de Autor

"Hay que escribir siempre desde uno mismo hasta encontrarse en la escritura".

El reto consiste en narrar la primera memoria que tengamos desde un punto de vista infantil.

-Dalila Garramuño.