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XXXI- El sacrificio imposible.

Cait respiró hondo, sintiendo como si el tiempo se detuviera cuando vio la bala impactar contra la ventana del fondo del pasillo en lugar de en el guardia; había cometido un error. Disparó de nuevo, agachándose cuando las balas empiezaron a golpear el suelo a su alrededor, agradeciendo que el cristal del edificio era blindado, de otra forma, sabía que se hubiese roto y ella hubiese muerto del impacto de la caída.

Su siguiente disparo acertó en el guardia, y Cait pudo respirar de alivio. Sacó la mano por encima del techo, observando a través del cristal para apuntar. No era igual de efectiva, pero funcionó lo suficiente como para darle al guardia en su brazo dominante, viendo como este soltaba su pistola. Con el cuerpo temblándole, Cait se lanzó por el agujero del techo y tomó el arma del suelo antes de que el guardia pudiera hacerlo.

Una bala pasó junto a su cabeza, tan cerca que movió su cabello, y Cait tragó grueso del nerviosismo. Sin pensarlo, movió su brazo derecho y disparó tres veces por detrás de ella, sintiendo el dolor agudo en todo su cuerpo. No supo cómo, pero una de las balas alcanzó al guardia; el dolor en su hombro llenó sus ojos de lágrimas, y era consciente del calor de la sangre resbalando por su espalda: se había abierto los puntos.

Sus ojos captaron con otro guardia delante de ella. Cait se tumbó boca abajo y apuntó hacia él con ambas pistolas, apoyando los brazos en el suelo. Se quedó mirando el punto negro del cañón de la pistola del guardia, hasta que, para su sorpresa, lo vio agitando la barbilla e indicándole que no disparara. Estaba despierto, era igual que ella, intentando sobrevivir a toda costa, era divergente.

—¡Vía libre! —gritó Cait, viendo al guardia entrar a la sala del paisaje del miedo y desaparecer.

Cait se incorporó lento, llevando su brazo derecho hacia su pecho para aminorar el dolor. Su mente tenía un solo pensamiento, su objetivo único, ni siquiera lograba ver nada más allá de eso, lo que pasara después no le importaba, ya no podía detenerse. Cuando Jayce llegó a su lado, Cait le pasó una de las pistolas y metió la otra en su cinturón.

—Creo que Maura y tú deberías quedaros aquí con él —dijo Cait, señalando con la cabeza hacia Marcus, que estaba apoyado en una pared respirando con dificultad—. Nos frenaría. Asegúrate de que nadie nos siga.

Cait esperó, rezó incluso, para que Jayce no fuera lo suficientemente inteligente como para notar sus verdaderas intenciones. Quería dejarlo atrás para protegerlo del peligro, mantenerlo con vida. Si ella subía, era poco probable que volviera a bajar. Su objetivo era apagar la simulación antes de que la mataran, si tenía suerte. Se cuestionó en qué momento había decidido lanzarse a esta misión suicida, pensó que debería costarle más, que tendría que temer su muerte, pero no era el caso.

—No puedo quedarme aquí mientras tú arriesgas tu vida —rebatió Jayce, frunciendo el ceño como cuando ella era más pequeña y él intentaba explicarle algo.

—Necesito que lo hagas —insistió Cait con firmeza.

El sonido de Marcus cayendo al suelo de rodillas atrajo la atención de todos. Por un breve segundo, Cait casi sintió pena por él, pero entonces recordó a Yasuo con un cuchillo en su ojo, la tela que tapaba los ojos de Cait cuando Marcus y sus amigos la atacaron y la seguridad de este cuando fue a dispararle hacía unos minutos atrás, y todo rastro de compasión fue eliminado, sustituido por odio. Al final, Jayce asintió renuente, y Cait sintió un alivio interno. Se acercó a uno de los guardias caídos y le quitó el arma, apartando la mirada de la herida que lo había matado, herida creada por ella.

La cabeza de Cait dolía, palpitaba con fuerza, producto del estrés de las circunstancias. No había dormido, no había comido, no había llorado ni gritado, ni tan siquiera se había detenido un momento. Su cuerpo empezaba a quejarse con fuerza. Se mordió el labio hasta sentir la sangre en su lengua, haciéndola reaccionar, y se obligó a caminar hacia los ascensores que estaban a la derecha. Octava planta. Cuando las puertas se cerraron, Cait se apoyó, casi desplomándose, contra el lateral de la cabeza de cristal y se quedó escuchando los pitidos en sus oídos. Sus ojos se desviaron hacia Vander.

—No pensé que algún día te vería a ti en… estas circunstancias —comentó Vander, mirándola con calma, como si la comprendiera. Fue entonces que Cait notó algo en lo que no había reparado antes: Vander era demasiado fuerte para ser alguien de Abnegación. Su cuerpo prácticamente gritaba lucha y guerra, y tenía una cicatriz en el antebrazo que difícilmente podía haber sido de una caída—. No comparto la forma, pero lo entiendo. Lo has hecho bien, Caitlyn.

El ascensor llegó a la octava planta y las puertas se abrieron antes de que Cait pudiera decir nada. Dos soldados los esperaban con las armas preparadas y sin expresión alguna en el rostro. Cait alcanzó a verlos a tiempo como para tirarse en el suelo antes de que los disparos la alcanzaran. Escuchaba las balas impactando contra el cristal y sabía que no estaba en la posición ventajosa.

Uno de los guardias cayó al suelo, por la forma en que escupía sangre, Cait sabía que estaba a punto de morir; el otro se desplomó a su lado, gruñendo por el dolor de su herida no mortal. Cait vio a Vander de pie, frente a ellos con la pistola todavía en alto. Ella no se había equivocado, este hombre no era un verdadero abnegado.

Cait se puso de pie trabajosamente. Escuchó los pasos acelerados de guardias corriendo por el pasillo a la izquierda y, juzgando por la sincronización, estaban controlados por la simulación. Cait despejó su mente, forzándose a pensar un plan, tenía que hacerlo. Podrían correr por el pasillo hacia la derecha, pero si los guardias venían de la izquierda significaba que allí era donde estaban los ordenadores, por ende, ese era su destino real. Una ola de dolor se extendió desde su hombro sangrante y Cait sintió el empujón de Vander, haciéndola caer al lado de los guardias a los que él les disparó.

Ella pudo verlo en su mirada, la despedida obvia, la manera en que articuló “sálvalos” y luego él se fue corriendo hacia el pasillo de la derecha, llamando la atención de los guardias. Cait se quedó lo más quieta posible, quería gritarle que ese pasillo se acabaría, que podían hallar otra manera, pero no había tiempo y no había otra forma. Intentó bajar la cabeza para no verlo, no lo consiguió.

Sus ojos observaron como en cámara lenta a Vander girando para dispararles a los guardias que lo perseguían, logró derribar a tres, pero ya era muy tarde. Los tiros de los guardias restantes lo alcanzaron; uno en el estómago, otro en un hombro, otro en la pierna.

Vander se agarró el vientre, desplomándose contra una pared y todavía disparándoles sin cesar. Los guardias estaban dentro de la simulación, así que siguieron avanzando a pesar de los tiros que recibían, solo cayendo si estos los incapacitaban totalmente. Siguieron avanzando hasta que se les paró el corazón, uno a uno, cayendo al suelo sin vida.

Cait vio el charco de sangre que empezaba a formarse alrededor de Vander, la forma en que su rostro perdía el color, pero no había arrepentimiento en su expresión. Un disparo más, cayó el último guardia. Cait miró fijamente a los ojos de Vander, viendo el brillo en su mirada apagarse lentamente hasta que no fueron más que dos esferas sin reacción ni vida.

Le ardían los ojos, y se sentía demasiado débil para levantarse; el olor a sudor y sangre le causó nauseas. Cait quería apoyar la cabeza en el suelo y dejar que todo se acabara, dormir y no despertar jamás. No podía, lo que le había dicho a Vander era cierto: cada segundo que perdían suponía la muerte de otro miembro de Abnegación. Cait consiguió levantarse, determinada por la única cosa que le quedaba por hacer en el mundo: detener la simulación. Después de eso, todo acabaría para ella, podría descansar en paz.

Corrió por el pasillo de la izquierda y giró a la derecha, al final. Solo había una puerta delante, así que Cait respiró profundo y la abrió con cautela. La pared frente a ella estaba cubierta de pantallas de treinta centímetros de alto por treinta de ancho, había docenas de ellas y cada una mostraba una zona distinta de la ciudad: la valla; el Centro; las calles del sector de Abnegación, rebosantes de soldados de Osadía; la planta baja del edificio en el que se encontraban ellos en ese instante, donde Jayce, Maura y Marcus esperaban por su regreso.

En una pared aparecía todo lo que ella había visto y sabido en su vida, todo lo que Piltover era. Observó atentamente las imágenes, hasta que sus ojos dieron con una pantalla que no mostraba nada, solo una línea que pasaba tan deprisa que Cait fue incapaz de leerla. Era la simulación, el código compilado, una complicada lista de órdenes que se anticipan a miles de resultados posibles y los solucionan. Frente a la pantalla había una silla y un escritorio, y sentada en la silla Cait vio a una soldado de Osadía de brillante cabello rosado, y quiso llorar.

—Violeta —susurró Cait. Vi volvió la mirada hacia ella, mirándola con sus ojos oscurecidos, frunció el ceño, poniéndose de pie y pareciendo desconcertada; Cait sintió un nudo en la garganta cuando la vio levantar la pistola.

—Suelta el arma —ordenó Vi con voz monótona.

—Violeta, estás en una simulación —intentó hacerla razonar.

—Suelta el arma o disparo —insistió Vi, sus ojos mirándola sin emoción.

Cassandra le había dicho que no la reconocía y que la simulación convertía amigos de Vi en enemigos. Cait sabía que Vi le dispararía si tenía que hacerlo. El sonido sordo del arma cayendo al suelo interrumpió el silencio marcado por su propia respiración.

—¡Suelta el arma! —gritó Vi, todavía apuntándole.

—Ya lo he hecho.

Cait escuchó una vocecita en su cabeza, la de su madre, que le explicaba que Vi no la oía, que no la veía, que no la conocía. Las llamas de calor ardieron en sus ojos, no podía quedarse allí y dejar que le disparara, tenía que salvar a los demás. Corrió hacia Vi y la agarró de la muñeca, notando el primer movimiento de sus músculos al apretar el gatillo, suspirando aliviada cuando se vio en el suelo; se había agachado a tiempo.

Entre jadeos, Cait le dio una patada en las costillas a Vi y le retorció la mueca con todas sus fuerzas, haciéndola soltar la pistola. Lo sabía, era imposible que venciera a Vi en una pelea, pero debía destruir el ordenador. Se lanzó a por la pistola y, antes de llegar a ella, sintió como Vi la agarraba y empujaba a un lado.

Se quedó mirando esos ajos, anteriormente grises y brillantes al mirarla, ahora eran oscuros y turbados. Sintió el puñetazo en la mandíbula, su cabeza se torció hacia el lado y Cait intentó apartarse de ella a la vez que levantó las manos para protegerse la cara. No podía permitirse caer, si caía, Vi la patearía y sería peor, mucho peor.

Sin hacer caso del dolor en la mandíbula, Cait le dio a Vi con el talón de la pistola y le pegó una patada en el estómago. Vi la agarró del pie y tiró, de modo que Cait cayó sobre su hombro. El dolor le oscureció la visión y destellos brillantes llenaron el extremo de su campo visual.

Miró a Vi, que levantaba el pie como si fuera a darle una patada, así que Cait rodó hasta ponerse de rodillas y alargó la mano para alcanzar la pistola. No tenía claro que haría con ella, no podía dispararle, no a Violeta, no podía. Sabía que Violeta, la verdadera, estaba allí en alguna parte. Vi la agarró del pelo y tiró de ella; Cait echó la mano hacia atrás y se aferró a su muñeca, pero Vi era demasiado fuerte y Cait no pudo detener el impacto de su frente contra la pared.

«Violeta está allí, en alguna parte».

—Violeta —gruñó Cait en tono lastimero.

Por un instante le pareció ver una vacilación en la mano de Vi. Se retorció en su agarre para darle una patada y logró acertar en su pierna. Cuando el cabello azul oscuro se escurrió de entre los dedos de Vi, Cait se tiró a por la pistola y agarró el frío metal con la punta de los dedos. Se puso boca arriba y apuntó a Vi con el arma.

—Violeta, sé que estás allí —dijo Cait, intentando evitar la fractura en su voz. Quería creer que Vi seguía dentro de ese ser que se acercaba hacia ella como si de verdad quisiera matarla esta vez, pero era difícil. Cait se levantó entre temblores, todavía apuntándole—. Violeta, por favor —suplicó, sintiéndose lamentable, las lágrimas calentando su rostro—. Por favor, mírame —dijo, pero Vi siguió avanzando hacia ella con movimientos peligrosos, rápidos y poderosos; la pistola tembló entre sus dedos—. Por favor, mírame, ¡Violeta, por favor!

Incluso cuando Vi frunció el ceño, su expresión era pensativa, y Cait recordó la curva que formaban sus labios cuando reía, tirando de la cicatriz de su labio superior. No era capaz de matarla. No sabía si lo que sentía era amor, ¿cómo saberlo cuando toda su vida le habían negado esa posibilidad?, no sabía si era por eso, pero estaba segura de lo que Vi haría si estuviera en su lugar y ella en el suyo. Sabía qué no había nada en el mundo que fuera más importante para Violeta que su vida.

Había estado en esa situación antes, en su paisaje del miedo, con la pistola en la mano y una voz gritándole que disparase a la gente que quería. Aquella vez Cait había preferido morir antes que hacerlo, aunque no sabía si eso iba a servirle de algo ahora. Sin embargo, sabía lo que era correcto, lo sabía sin lugar a dudas. El mundo podía podrirse y ella sería eternamente egoísta por ello, pero no podía dispararle a Vi. Su padre solía decir que el sacrificio tenía poder, y que había que ser muy valiente para hacerlo.

Cait le dio la vuelta a la pistola y puso el mango en la palma de Vi, sintiendo como ella le ponía el cañón en la frente. Ya no estaba llorando, y el aire que golpeaba sus mejillas se sentía frío. Le puso la mano en el pecho para poder sentir el latido de su corazón; al menos, su latido seguía siendo el de la Vi que ella conocía. Escuchó la bala entrando en la recámara.

Pensó que, a lo mejor, le resultaba tan fácil como en el paisaje del miedo, como en sus sueños. A lo mejor no sería más que un ruido fuerte que apagaría todas las luces y la llevaría a otro mundo. Cait se quedó quieta y esperó. ¿Le perdonarían todo lo que había hecho para llegar hasta allí? ¿Solo para tirarlo por la borda por no poder matar a la mujer que era el centro de su vida? No lo sabía.

«No lo sé».

«Por favor…»

El disparo no llegó. Cait observó la forma en que Vi se le quedó mirando, con la misma ferocidad que desde que entró, pero no se movía. No lo entendía, ¿por qué no le disparaba? Sentía el corazón latiendo con fuerza contra la palma de su mano, y su propio corazón se aligeró ante el cambio en Vi. Violeta era divergente, podía luchar contra esta simulación, contra cualquier simulación.

—Violeta, soy yo —murmuró Cait, dando un paso adelante y abrazándola, sin miedo.

Su cuerpo permanecía rígido entre los brazos de Cait, pero su corazón latía más deprisa, Cait podía sentirlo contra su mejilla. Un golpe más fuerte entre cada latido cuando su rostro se hundió en su pecho, un golpe más fuerte cuando el arma resonó contra el suelo al caer de los dedos de Vi. Vi la agarró por los hombros con demasiada fuerza, sus dedos clavándose en el sitio en que le habían sacado la bala, y Cait gritó de dolor mientras Vi la echaba un poco hacia atrás, pensando en su agonía que tal vez Vi solo quisiera matarla de forma más cruel.

—Cait —gruñó Vi, y de repente, volvía a ser ella.

Su boca cubrió la de Cait con fuerza, con fiereza y hambre. La rodeó con un brazo y la levantó del suelo, apretándola con ella y clavando sus manos en su espalda. Tenía la cara y la nuca cubiertas de sudor, le temblaba el cuerpo y a Cait le ardía el hombro, pero no le importaba. «No me importa, no me importa».

Vi la dejó en el suelo y miró directamente a sus ojos mientras le acariciaba con los dedos la frente, las cejas, las mejillas y los labios, con una delicadeza de la que Cait no la consideraba capaz. Escuchó el sollozo que escapó de los labios de Vi, seguido de un suspiro, un gemido, y sus labios volvieron a unirse a los de Cait.

Las lágrimas hacían que le brillaran los ojos, nuevamente de ese gris que Cait adoraba. Nunca había imaginado que vería a Violeta llorar, y le dolía. Cait se apretó contra su pecho y lloró sobre su camiseta; entonces, el dolor volvió, arremetiendo con fuerza desde su hombro, su cabeza palpitando, y Cait no pudo más que apoyarse en Vi, que dejarse sostener por ella, mientras sentía su cuerpo pesar el doble.

—¿Cómo lo has hecho? —preguntó Cait, su voz apenas un susurro ahogado.

—No lo sé —respondió Vi, besando su frente—. Oí tu voz.

Un rastro de felicidad se abrió paso entre la mente de Cait, antes de que la realidad rompiera el cristal de su burbuja, recordándole el verdadero motivo por el que estaban allí. Cait se apartó, limpiándose las mejillas con el dorso de la mano y volviéndose de nuevo hacia las pantallas.

Una de las pantallas mostraba una vista de la fuente de Osadía, y Cait recordó la reacción dura y paranoica de Vi cuando Cait empezó a despotricar contra Osadía en ese sitio. Ahora entendía por qué. Se quedaron quietas unos segundos, sumidas en sus pensamientos; Cait no podía saber qué pasaba por la mente de Vi, pero ella solo podía pensar en cómo algo tan pequeño podía controlar a tantas personas.

—¿Era yo quien hacía funcionar la simulación? —preguntó Vi finalmente, su voz apenas un susurro ahogado.

—Creo que más bien la supervisabas —rectificó Caitlyn, acercándose a las mesas con los monitores—. Ya casi está completa. No sé cómo, pero Cassandra ha conseguido que funcione sola.

—Es… increíble —respondió Vi, sacudiendo la cabeza—. Terrible, malvado…, pero increíble.

El movimiento en una de las pantallas captó la atención de Cait, quien se vio observando a un grupo de osados, vestidos de negro, con movimientos sincrónicos y armas listas, apuntándoles a Jayce, Maura y Marcus. Jayce se veía aterrado, con la pistola alejada de su cuerpo, como si estuviera dispuesto a usarla.

—¡Violeta, ahora! —indicó Cait rápidamente, notando la creciente desesperación.

Vi corrió hacia la pantalla del ordenador principal y le dio unas cuantas veces con el dedo. Cait no alcanzaba a ver lo que hacía, y aunque pudiera verla, no lo entendería; sus ojos, en cambio, se mantenían fijos en Jayce, que sostenía el arma entre sus manos temblorosas, viviendo una batalla entre el deseo de no matar y el instinto de sobrevivir. Cait mordió su labio inferior, pensando: «No dispares».

Vi pulsó en la pantalla unas cuantas letras que Cait no entendía y que activaron una lluvia de números verdes sobre el fondo negro del monitor. «No dispares. No te conviertas en un asesino de gente inocente. Ellos no saben lo que hacen. No seas como yo».

Un relámpago de luz brilló en la pantalla, la chispa de una de las pistolas, y Cait ahogó un grito a medias. Jayce, Maura y Marcus se tiraron al suelo con los brazos sobre las cabezas, al cabo de un momento se movieron, y Cait se alivió de saber a Jayce vivo, los otros dos no eran de su importancia. Los soldados avanzaron y un anillo negro rodeó a Jayce.

—Violeta —insistió Cait, desesperada.

Vi siguió tocando botones en la pantalla y tecleando códigos. Todo se quedó en silencio, y Cait vio a los soldados que dejaban caer sus brazos a los lados, entonces, los osados despertaron, moviendo las cabezas de un lado a otro, soltando las armas y viéndose desconcertados. Cait apreció el movimiento de labios, parecían estar gritando; después se empujaron unos a otros, y algunos cayeron de rodillas con la cabeza entre las manos y se pusieron a mecerse de atrás hacia adelante, adelante y hacia atrás.

El reconocimiento de lo que habían hecho los golpeó con fuerza, el pánico y la desesperanza apoderándose de ellos.
Toda la tensión que se había acumulado en el pecho de Cait desapareció, y por primera vez desde que aquella locura comenzó, Cait se permitió sentarse, suspirando de alivio. Vi se agachó al lado del ordenador y levantó el lateral de la carcasa. Cait la miró con curiosidad, sin comprender qué hacía.

—Tengo que sacar los datos para que no vuelvan a iniciar la simulación —explicó, notando la mirada confundida de Cait.

Cait no dijo nada, se limitó a asentir mientras examinaba las pantallas. El mismo caos que se observaba en la planta baja del edificio de cristal reinaba por todas partes; ella buscó uno a uno en los monitores, hasta que encontró el único que mostraba una imagen del sector de Abnegación. Allí, los soldados se disparaban unos a otros entre gritos de pánico, empujándose para escapar… Es el caos. Hombres y mujeres de negro cayendo al suelo. La gente corriendo en todas direcciones.

—Lo tengo —anunció Vi, enseñándole a Cait el disco duro del ordenador; es un trozo de metal del tamaño de la palma de su mano. Se acercó a Cait, entregándoselo, y ella lo guardó dentro del bolsillo trasero de su pantalón.

—Tenemos que irnos —dijo, aceptando su ayuda para ponerse de pie y señalando a la pantalla a la derecha.

—Sí —concordó Vi, pasándole un brazo sobre los hombros—. Vamos.

Caminaron juntas por el pasillo y doblaron la esquina. Cait trastabilló cuando vio el ascensor, el recuerdo de Vander sacrificándose por ella muy reciente en su mente, haciendo que sus ojos se desviaran hacia su cadáver. Estaba en el suelo, al lado del ascensor, rodeado de los cadáveres de varios guardias. Escuchó el grito apenas ahogado de Vi, la forma en que sus músculos se tensaron, el temblor que recorrió su cuerpo, y fue cuando se dio cuenta: Vi venía de Abnegación y era la hija de una de las líderes, Vi conocía a Vander, esta muerte afectaba a Vi.

Durante un segundo, fue como si todo el interior de Cait se derrumbara al ver a Vi apartarse de ella y caer de rodillas al lado del cuerpo de Vander, sus manos temblorosas acunando el rostro sin vida, las lágrimas precipitándose de sus ojos hacia el cadáver, su boca entreabierta para respirar sin oler la sangre. Le había hecho daño a Vi, la última persona a la que quería herir, y con esa idea, Cait deseó que Vi la hubiera matado dentro de la sala de control.

Cait le permitió a Vi su tiempo, y Vi se dijo a sí misma que no podía quedarse allí, así que se convenció de tomarse cinco segundos más. Cinco segundos de debilidad para llorar por el hombre al que no había visto en años, pero que fue su lugar seguro entre las torturas de Maura, y después se levantaría. Uno, dos. Tres, cuatro. Cinco.

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Vi, mi niña, ven, yo te cargo y te apapacho 😭😭😭.

¿Qué les ha parecido el capítulo? Nos acercamos al final verdadero de Divergente y ya escribí el extra de Vi que dividirá Divergente de Insurgente, así que vienen actualizaciones fuertes. Besitos 😃😉.

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