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XVI- La traición.

Sin saber cómo, Cait terminó sentada en el mismo pasillo en el que estuvo cuando Yasuo fue atacado. No se perdía la ironía en ello, ella era la nueva Yasuo, el nuevo objetivo de Marcus, podía ser que no volviera a sentarse en ese pasillo, sino que pasara directo a la enfermería y de allí siguiera hacia los sin facción o a un crematorio. La idea la atormentaba, no quería estar sola, pero parecía no tener alternativa. Apoyó su cabeza entre sus rodillas, rodeándolas con los brazos mientras respiraba profundamente el mohoso aire subterráneo que ahora le traía paz, cuando antaño se le hacía pesado.

—¡Cait! —el grito de su nombre la sacó de su solitario refugio mental, haciéndola alzar la vista para ver a un sonriente Ekko corriendo hacia ella, seguido de Lux y Riven, quien parecía acababa de comer un limón —. Supuse que estabas aquí —comentó, agachándose delante de ella —. Escuché que vas la primera.

—¿Y querías felicitarme? —preguntó Cait con una sonrisa —. Vaya, gracias.

—Alguien debía de hacerlo, y supuse que tus amigos no estarían demasiado contentos, teniendo en cuenta que sus puestos no son tan buenos —explicó Ekko tranquilamente —. Ahora deja de suspirar y ven con nosotros. Voy a disparar a una magdalena que Lux se va a colocar en la cabeza.

Lo ridículo de aquella idea caló profundo en Caitlyn, soltando una carcajada mientras le daba la mano a Ekko, que la ayudó a ponerse de pie. Los cuatro avanzaron por el pasillo, con Ekko explicando que irían al salón de entrenamiento, aun cuando se suponía que ellos no podían utilizarlo fuera de hora, no era normal que alguien más los usara y era difícil que los atraparan. Cait se tragó las palabras cuando el recuerdo de Vi encontrándola golpeando los sacos golpeó su mente, prefirió centrarse en el momento, sobre todo, en la mirada insidiosa de Riven que contrastaba con la divertida sonrisa de Lux.

—¿Por qué no estás celebrándolo? —preguntó Lux, acercándose a Cait —. Tienes prácticamente garantizado estar entre los diez primeros.

—Es demasiado osada para los demás trasladados —explicó Ekko, cortando la respuesta de Cait.

—Y demasiado remilgada como cerebrito para celebrarlo —añadió Riven, pero Cait decidió que no se dejaría amargar más.

—¿Por qué quieres que Lux se ponga una magdalena en la cabeza? —preguntó directo a Ekko, cambiando de tema totalmente.

—Apostó a que mi puntería no era lo bastante buena como para darle a un objeto pequeño a treinta metros de distancia —respondió Ekko con una sonrisa altanera —. Yo aposté a que ella no tenía las agallas suficientes como para quedarse debajo cuando lo intentara. Así que es una gran idea.

Cait negó con la cabeza mientras Ekko abría las puertas de la sala de entrenamiento, encendiendo una luz que ella no sabía que se encontraba allí, la noche que se que había escabullido ella había encendido las linternas pequeñas que estaban encima de cada circulo de golpe, alrededor de los sacos. Sus ojos se encontraron con las armas de fuego que ellos habían usado en la primera etapa de la iniciación, notando que no estaban cargadas, simplemente puestas allí de adorno. Ekko se subió su camiseta, sacándose un arma de alas de plástico de la cintura del pantalón, justo donde tenía un tatuaje; Cait se quedó mirando para averiguar qué era, pero la camiseta regresó a su lugar sin darle el tiempo necesario.

—Vamos a ponernos delante de una diana —exhortó Ekko y Lux avanzó dando saltitos con una magdalena en la mano, colocándose en posición y acomodando el pastelito en su cabeza.

—¡Espera! —gritó de momento, tomándolo y dándole una mordida que hizo que la magdalena se quedara en la mitad de lo que era, algo que hizo sonreír a Riven con orgullo, gesto que no pasó desapercibido para Cait, quien se detenía a su lado —. ¡Ya! —gritó nuevamente, con parte del dulce en su boca, y levantando el pulgar.

—Supongo que estaréis bien calificados —comentó Cait, sabiendo que Riven le prestaba total atención.

—Ekko es el segundo, Lux es la cuarta y yo soy la primera —contestó ella mientras Ekko apuntaba. Él apretó el gatillo, el sonido salió más bajo que el de un disparo real y la magdalena cayó de la cabeza de Lux mientras esta se mantuvo inmutable.

—¡Ganamos los dos! —exclamó emocionada.

—¿Echas de menos tú antigua facción? —preguntó Riven, mirando directamente a Lux como si no estuviera hablando con Cait.

—A veces, era menos desgastante físicamente, pero más exigente de otras formas —respondió Cait con sinceridad, no encontrando motivos para mentir. Una sonrisa se extendió por su rostro cuando Lux dio una vuelta sobre sí misma y luego se agachó para recoger la magdalena disparada, comiéndosela.

—¡Qué asco! —espetó Ekko con una mueca.

—Se opone que la iniciación tiene que desgastarnos lo suficiente como para saber quiénes somos realmente. Bueno, es lo que dice Finn —contó Riven, mirando a Cait por fin.

—Vi dice que es para prepararnos —comentó Cait, girando hacia Riven.

—En fin, no están de acuerdo en casi nada —añadió Riven con una sonrisa ladina, haciendo que Cait soltara una risa queda.

El sonido de la puerta siendo abierta abruptamente llegó hasta ellos, haciéndolos respingar a todos en el lugar. Cait miró hacia la entrada, viendo a Rell, Mylo, Claggnor y Vi entrar en la sala de entrenamiento, justo cuando Ekko estaba disparando hacia otra diana. De alguna manera la bala de plástico dio en el blanco, rebotando y cayendo al suelo, algo que Lux aplaudió por lo bajo, haciendo que Riven y Cait tuvieran que contener una risa.

—Me había parecido escuchar algo —dijo Vi, avanzando dentro de la sala.

—Resulta que no es más que mi fastidioso hermano —continuó Claggnor —. Se supone que no podéis estar aquí fuera de las horas de clase. Tened cuidado, a ver si Vi se lo cuenta a Finn para que os arranque el cuero cabelludo —ante esas palabras, Ekko hizo una mueca extraña, guardándose la pistola nuevamente mientras Lux cruzaba la sala dándole mordidas a lo que quedaba de la magdalena.

—No se lo contarás a Finn, ¿verdad? —preguntó Riven, mirando a Vi con aire suspicaz.

—No, claro —respondió ella con firmeza.

Cait sintió la mano que se apoyaba en la parte alta de su espalda, empujándola un poco y asentándose justo entre los omóplatos, ella se estremeció. Acaba de pasar justo por al lado de Vi, pero esta la había detenido y Cait solo rezó que no se diera cuenta de la forma en que su piel se había erizado mientras veía a los demás salir por el pasillo, con Claggnor y Ekko dándose empujones, Lux entregándole a Rell lo sobró de la magdalena y Riven avanzando delante, ignorándolos a todos. Se habían quedado solas.

—Espera un momento —pidió Vi suavemente, haciendo que Cait se volviera para verla cautelosa, sin saber si se encontraría con la Vi que la regañaba o la que se subía a la noria y le decía que estaba ardiente. Dejó escapar un suspiro aliviado cuando Vi le sonrió, aun cuando podía percibir la tensión en el gris de sus ojos —. Este es tu sitio, espero que lo sepas. Tú perteneces con nosotros. Todo terminará pronto, así que aguanta, ¿vale?

Observó a Vi rascarse la nuca y acomodarse los mechones rosados que caían por un lado de su cabeza, un gesto nervioso visible mientras su mejillas se teñían de rosado y apartaba la mano de la espalda de Cait. La peliazul, en cambio, podía sentir los latidos de su corazón acelerarse al máximo mientras repercutían por todo su cuerpo, incluso en sus pies. El aire parecía haberse vuelto denso y respirar ya no era una necesidad. Sabía que podía hacer lo que quisiera, la elección ahora era suya totalmente, pero quería hacer algo. No supo por qué lo hizo, quizás solo por provocar, o había sido un impulso, pero no se arrepentía.

Sus manos avanzaron hasta sostener las mejillas de Vi, haciendo que ella la mirara fijamente, el gris fundiéndose en el azul mientras Cait se acercaba. Sus alientos se mezclaron por unos instantes y luego Cait dejó un beso en su rostro, justo rozando la comisura de su labio, echándose hacia atrás lentamente, permitiéndole sentir su respiración caliente unos instantes antes de retirarse a paso firme fuera de la sala, corriendo una vez que estuvo de regreso en el pasillo, con una sonrisa radiante que competía con aquella que Vi mostraba, emanando felicidad ante un pensamiento simple que para la pelirrosa significaba tanto. « Es la primera vez que es ella quien me toca a mí. »

Cait volvió al dormitorio, intentando al máximo disimular lo feliz que se sentía, aprovechando que no había nadie todavía para darse un baño rápido y colocarse unos pantalones gris oscuro holgados y una camiseta de tirantes negra, metiéndose en la cama y simulando estar dormida apenas sintió a los demás entrando. Cait estaba dolida, no podía entender que ellos, siendo sus amigos, se enojaran por una vez que lograba hacer algo bien. ¿Iba a ser así siempre? En ese caso, no los necesitaba, pero ¿los quería? Los recuerdos buenos de ese sitio se los debía a ellos y ocasionalmente a Vi; realmente no podía odiarlos y no quería perderlos, pero se sentía como si ya lo hubiese hecho.

Después de una hora de pensamientos profundos, Cait decidió abrir los ojos, notando como todos se habían ido a dormir y habían apagado las luces. « Seguramente estar enojados conmigo los agotó. » pensó, esbozando una sonrisa irónica. Sabiendo que no dormiría, salió de la cama para beber algo de agua, dirigiéndose fuera del dormitorio, hacia la fuente que se encontraba cerca; sus pasos silenciosos gracias a la suela suave de las alpargatas negras que Diana le había comprado para los horarios nocturnos.

Se echó el cabello por encima del hombro y se inclinó para beber, pero apenas el agua hubo tocado sus labios, escuchó ruidos provenientes del final del pasillo. Sabía que no debía, pero su instinto la superó y Cait siguió los ruidos, escondida entre la oscuridad, hasta llegar a uno de los corredores más lejanos, escuchando a las dos personas hablar cerca de ella.

—Por ahora no ha habido ningún indicio —dijo el hombre y Cait reconoció que era Finn.

—Bueno, todavía es pronto —contestó una voz femenina que le resultó fría y familiar, aunque Cait no supo determinar de dónde —El entrenamiento de combate no revela nada. Sin embargo, las simulaciones dejan al descubierto quiénes son los rebeldes divergentes, si los hay, así que tendremos que examinar varias veces las grabaciones para estar seguros.

La palabra divergente la dejó helada en su sitio. La realización de que Grayson había tenido razón todo el tiempo la golpeó de lleno, sacándole el aire unos instantes. Ella era divergente, ella estaba en peligro.

—No olvides por qué te eligió Ambessa —dijo la mujer con firmeza —Tu objetivo debe ser encontrarlos. Siempre.

« Tu objetivo debe ser enorgullecerme. Siempre.» el recuerdo llegó a Cait, quien logró ahogar un sollozo a tiempo. Ya sabía de dónde reconocía esa fría voz, era su madre. Respiró profundamente por la nariz, sabiendo que no podía descubrir su posición en ese momento, no cuando lograba escuchar los pasos alejándose. Su mayor enemigo era su propia madre, esa idea resonó en su mente con fuerza, recalcando una realidad aun peor. Ni siendo su madre Cassandra la perdonaría, su muerte estaba asegurada sin importar nada. Cait notó que ya no escuchaba ningún sonido, por lo que estiró el cuello con cuidado por el borde de la pared, observando si era seguro retirarse, pero no le dio tiempo.

Alguien la agarró por detrás, Cait dejó escapar un grito desgarrador y luego una mano tapó su boca. Olía a jabón y quien fuera la persona, era lo suficientemente ágil para presionar los puntos correctos que doblegaban a Cait, pese a que ella era obviamente mayor en estatura. Cait se removió entre los brazos, pero más manos la sujetaron firmemente, por lo que ella mordió los dedos de la mano que le tapaba la boca.

—¡Ay! —gritó una voz grave que se le hizo familiar.

—Cállate y tápale la boca —ordenó el otro en ese tono imperativo que Cait no podía confundir. Era Marcus.

Una tira de tela oscura tapó los ojos de Cait, siendo amarrada atrás por un tercer participante. Dos manos la agarraron por los brazos y tiraron hacia adelante, otras dos la sujetaron por las muñecas en la espalda y empujaron en la misma dirección, mientras una más mantuvo su boca tapada y Cait solo se concentró en intentar respirar, sabiendo que no podía enfrentar sola a tres contrincantes en esas condiciones.

—Me pregunto a que sonará una cerebrito cuando suplica por su vida —dijo Marcus burlesco, una risa sardónica surgiendo de su garganta.

Cait ignoró las bromas de Marcus, concentrándose en la mano que tapaba su boca, no porque fuera de vital importancia, sino porque necesitaba enfocarse en un problema que pudiera resolver para poder seguir adelante. Podía sentir que era huesuda y larga, estaba sudorosa y tenía un característico olor a limón y salvia. El mismo olor que rodeaba la litera de Viktor. Cait sintió un dolor sordo asentarse en su estómago. No podía creer que él realmente hiciera eso. El ruido del agua chocando las rocas llegó hasta ella, acompañado del olor a humedad y Cait supo que estaban justo encima del Abismo. La iban a tirar.

—Levántala, vamos —ordenó Marcus.

Ella forcejeó, retorciéndose entre las manos que la sujetaban y alzaban por encima de la baranda, dejándola en el aire, sus pies sin sentir el suelo, su columna presionada de forma dolorosa contra la barra metálica, solo sus brazos permanecían del lado seguro. El aire se congeló en sus pulmones, no quería morir, debía luchar, pero en esas condiciones no había nada que pudiera hacer ya. Un jadeo escapó de su garganta cuando una mano pesada tocó su pecho.

—¿Seguro tienes dieciséis años, cerebrito? Pareciera que tuvieras cuarenta —comentó Marcus mientras su mano apretaba con fuerza el seno de Cait.

—Para ya —exigió Viktor, retirando su mano de la boca de Cait y alejando la de Marcus de un manotazo.

Cait vio su oportunidad en ese pequeño instante, retorciéndose lo suficiente para darse la vuelta sobre la barandilla, usando su peso a su favor, haciendo que sus pies se pararan firmes en el borde del suelo, alcanzable por entre los barrotes. Una de sus manos retiró la venda en un gesto brusco mientras sus dientes se cerraron con fuerza en el antebrazo de Gangplank, a quien ahora reconocía, cuando este intentó agarrarla por el hombro.

Apretó los dientes duro, hasta que sintió la sangre inundar su boca, pero lo soltó cuando un golpe sordo le llegó en el rostro, haciendo que un calor blanco se extendiera por su piel. Si la adrenalina no la estuviera llenando, Cait se hubiera atrevido a decir que era dolor. Hizo el intento de lanzar un golpe, asestando en algo blando que recibió con fuerza su puño, pero una mano se cerró en su pelo y bajó su cabeza hasta hacerla golpear la frente contra la barandilla, dejándola mareada y haciendo que se le escapara un grito de dolor.

Cait abrió los ojos, su visión precariamente mostrándole la escena. Gangplank estaba casi en la salida, planeando huir, Viktor observaba todo con expresión de terror y Marcus parecía salido de sí. Ella pudo apreciar como su cabello rubio, siempre brillante y peinado, estaba enredado y se pagaba a su frente sudorosa, sus ojos estaban fijos en ella y su rostro era la imagen de la desesperación. La mano de Marcus se cerró en su cuello, alzándola en todo su peso, ahorcándola a la vez que la alejaba del borde, haciendo que Cait no pudiera ni sostenerse por sus manos de la barandilla.

Su visión se volvía borrosa, puntos blancos en forma de granitos que se movían aparecían por la periferia y le iban cercando su campo visual. El aire escaseaba, Cait boqueó por este, pero nada entró, y pudo sentir como su mente empezaba a embutirse en una nebulosa abrumadora mientras sus piernas intentaban llegar a tocar el borde siquiera, pero no lo conseguía. Cait logró escuchar vagamente el grito desgarrador, que por primera vez en la noche no pertenecía a ella, y luego sintió como Marcus la soltó, haciendo que su cuerpo se fuera hacia adelante por un impulso que ella no supo definir. La barandilla la golpeó debajo de los brazos y en el pecho, pero Cait no registró ese dolor, sino que se aferró con todas sus fuerzas a esta mientras la bruma se disipaba lentamente.

Cait gruñó, su cabeza dolía, el mundo daba vueltas a su alrededor y alguien estaba gritando cerca de ella. Escuchó golpes, patadas, gruñidos, pero no lograba definir nada. Parpadeó un par de veces, intentando enfocarse en algo, lo que fuera. Cuando sus ojos notaron el brillante cabello rosado, Cait se aferró a eso, observándolo entre el dolor hasta que pudo distinguir su rostro, deformado por la ira, su mirada gris perdida y ajena a lo que hacía, no más que una máquina para herir apoderándose de un cuerpo humano.

—Vi —graznó Cait.

Unas manos le envolvieron los brazos justo por donde se unen con los hombros mientras Cait cerraba los ojos. La levantó por encima de la barandilla y la apretó contra su pecho, cargándola en sus brazos, pasando uno por debajo de sus rodillas. Cait escondió la cara en su hombro, respirando de alivio, sintiéndose a salvo y, de repente, se hizo un silencio hueco.

                           ♦️

Vi había subido para pasar un rato entre los ordenadores, no tenía nada que revisar exactamente, pero tampoco hacía nada en su habitación y, por extraño que fuera, no tenía deseos de descargar pegándole a los sacos. Había observado a través de sus cámaras hackeadas como Cassandra entraba en Osadía con un cargamento nuevo, ver eso no había estado en sus planes, pero al menos le dejaba claro que todo el movimiento que ellos estaban esperando se desataría el día de la prueba final.

Desafortunadamente, su supervisor había pasado, por lo que tuvo que cerrar esas imágenes y volver a las aburridas del Pozo y el área de construcción de armas, donde Claggnor estaba pasando trabajo, a juzgar por la forma en que su cuerpo estaba cubierto de un tizne negro y él parecía estar despotricando hacia el aire. Pronto todo eso se volvió irrelevante y el cansancio rompió la coraza de Vi, haciendo que se quedara dormida en el asiento.

—Vi —la voz que la llamaba la hizo respingar en el lugar, despertándose bruscamente —Esta no es sala de descanso, vete a tu apartamento, venga —indicó su supervisor con suavidad. La verdad era que ella no tenía nada que reclamarle, él era adorable, solo que exigente y respetuoso de una ley que se había corrompido hacia mucho, pero eso no era su culpa.

—Claro, perdona —respondió Vi, restregándose los ojos y saliendo de la sala de vigilancia.

Bajaba por las escaleras en espiral de los pasillos oscuros, rutas que casi nadie tomaba, por algún motivo. Un grito desgarrador le heló la sangre cuando resonó en el eco contra las paredes del Abismo, Vi miró por una de las superficies lisas que mostraban el espacio abierto, observando al grupo de tres que sometía a un objetivo más pequeño por el borde de la barandilla.

Corrió, su memoria muscular apoderándose de sus acciones y haciéndola acelerar por encima de las escaleras, saltando de una plataforma a la otra, ignorando activamente la altura a la que se encontraba o lo que un fallo podría significar. Cuando sus pies aterrizaron en el suelo de la plataforma encima del Abismo, sus ojos dieron de inmediato con el grupo de abusadores, encontrando a Marcus sosteniendo a otra persona en el aire.

Su mente hizo mutis en el segundo en que distinguió el cabello azul oscuro, Vi vio rojo y no fue capaz de controlarse. Arremetió contra Marcus, usando su peso para empujarlo lejos mientras le asestaba un golpe en la mandíbula que lo hacía golpear la cabeza contra la pared. Se giró hacia Gangplank, dando un salto para que su rodilla golpeara directo en el rostro de este y luego sujetándolo por la nuca, golpeando dos veces su cabeza contra la piedra del suelo.

Se giró hacia Marcus, que nuevamente se incorporaba. Vi no lo pensó, no le importaba, corrió hacia él agachando su propio cuerpo, subiéndolo con impulso cuando estuvo justo enfrente, haciendo que su puño le diera un gancho a Marcus que lo hizo caer de espaldas, su cabeza golpeando el suelo; luego sus dedos se enredador en los sudados mechones rubios y Vi le empotró la cabeza contra la rasposa pared de rocas, tirándolo lejos como una muñeca de trapo viejo.

Giró su cuerpo, buscando a la tercera persona, pero la ira se convirtió en una rabia enfermiza cuando reconoció a Viktor. « Se suponía que eras su amigo» su puño lo golpeó en el rostro, haciéndolo caer al suelo. « Debías protegerla, no lastimarla» su pie hizo un péndulo antes de hundirse de lleno en el estómago de Vitkor, haciéndolo vomitar y luego sollozar de dolor. « Tú escogiste perder a propósito» alzó la pierna, acercándola a su propio abdomen antes de dejarla caer sobre el rostro de Viktor, su bota golpeando la nariz que crujió cuando se rompió. « Tú eres quien no puede superar sus miedos» lo cargó en peso, tomándolo por los hombros y encajándolo contra la pared, arrastrándolo unos metros para que la roca lacerara su piel y tirándolo al suelo. « Tú no eres más que un cobarde» volvió a alzar su pierna, esta vez dejando que todo su peso se fuera abajo junto con su pie, deleitándose en los gritos que inundaron el aire cuando el hueso de la pierna crepitó, fracturándose.

—Vi —graznó una voz familiar, traspasando la bruma iracunda de Vi, haciéndola notar su alrededor. Cait estaba colgaba de la barandilla.

Corrió hacia ella, envolviendo sus brazos con los suyos propios y tirando de Cait hacia arriba, apretándola contra su pecho, pasando uno de sus brazos por debajo de sus rodillas y cargándola en volandas. Sintió como Cait hundía su cabeza en su hombro, respirando profundamente y luego perdía la consciencia, solo entonces Vi notó la forma en que su propio cuerpo temblaba, la manera en que el miedo se había apoderado de su pensamiento y su actuar, y el alivio que sentía allí, sosteniendo a Cait entre sus manos.

Avanzó por los pasillos hasta subir el edificio de los apartamentos, llegando al suyo y forcejeando unos instantes con las llaves y el cuerpo inconsciente de Cait, hasta que entró y cerró la puerta detrás suyo, caminando apresuradamente hacia la cama y depositando a Cait encima con delicadeza. Corrió hacia el baño, tomando una toalla de manos y mojándola, regresando donde Cait para limpiarle las heridas  con suavidad, retirando la sangre que había manchado su rostro. Un suspiró dejó sus labios al notar que, además de los hematomas que se iban formando, solo tenía un corte en la frente, encima de la ceja derecha, había sido más sangre que herida y ella no podía estar más feliz por eso.

Luego de limpiar todo su rostro y revisar sus heridas, Vi fue hasta la nevera y sacó las hieleras, extrayendo los hielos hacia envases antes de volver a llenarlas con agua y ponerlas a congelar. Ella las necesitaría para todos esos golpes. Fue hasta el baño, quitándose su chaqueta y dejándola en un sillón mientras avanzaba hacia este, entrando y abriendo la llave del lavamanos, echándose agua en el rostro para aplacar la tensión; observó su imagen en el espejo, todavía podía ver la marca de la venganza detrás de sus ojos.

No se sentía satisfecha, los había vencido y dejado en malas condiciones y aun así su instinto pedía sangre, pedía muerte, porque habían estado a punto de matar a Cait, porque si ella no llega a estar cerca, en la mañana estarían subiendo del Abismo el cuerpo de la chica. Ese pensamiento, eso que casi se volvía realidad, finalmente la rompió y Vi lloró, incapaz de discernir si era de culpa o de alivio.

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Este es uno de los capítulos más difíciles que he tenido que adaptar, personalmente me siento satisfecha con el resultado.

¿Ustedes qué opinan, pequepinkypitufibolas?

Recuerden dejar un comentario aunque sea, ya votan si creen que el capítulo lo merece. Espero les haya gustado y nos leemos el fin de semana que viene. Besitos.

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