XIX- La aceptación.
Cait se giró lentamente, apreciando la figura de Vi debajo del aro de luz que le dejaba a oscuras las cuencas de los ojos y proyectaba una sombra bajo sus ojos, dándole un aspecto espeluznante. Por un instante pensó en gritarle, en pedirle que se fuera o en simplemente quedarse en silencio, pero era Vi y, de alguna forma, Cait no podía simplemente ignorarla. Sin embargo, sus emociones estaban demasiado sensibles y la rabia se acrecentaba en ella.
—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar presentando tus respetos? —espetó, escupiendo las palabras como si supieran mal.
—¿Y tú? —preguntó Vi, dando un paso hacia la luz y haciendo que Cait pudiera verle los ojos nuevamente, que se mostraban más oscuros de lo que en verdad eran.
—No puedo presentar mis respetos cuando no los tengo —contestó rápidamente, negando con la cabeza cuando el sentimiento de culpa la golpeó por dentro—. No quería decir eso.
—Ah —dijo Vi, mirando a Cait de una forma condescendiente que dejaba claro que no le creía. Cait no la culpaba, ella tampoco se lo creía.
—Esto es ridículo —exclamó Cait, sintiendo el calor en sus mejillas y la furia creciente dentro—. Se tira por un precipicio, ¿y Finn dice que es un valiente? ¿Finn, el que intentó que lanzaras cuchillos a la cabeza de Viktor? —preguntó acusativamente, notando el sabor amargo en su boca, su mente plagándose de las sonrisas falsas de Finn y sus palabras endulzadas con matices venenosos—. ¡No era un valiente! ¡Estaba deprimido, era un cobarde y casi me mata! ¿Esas son las cosas que se respetan aquí?
—¿Y qué quieres qué hagan? —preguntó Vi, manteniendo un tono firme e impasible ante el ataque de Cait—. ¿Qué lo condenen? Viktor ya está muerto, no puede oírlo y es demasiado tarde.
Apenas las palabras salieron de su boca, Vi se sintió culpable por la expresión dolida de Cait, pero tenía que presionarla, tenía que exigirle más, porque Osadía estaba corrupta y rota, y no dudarían en matarla si podían. Sabía que nadie podría protegerla, esa tarde, antes de que Viktor saltara, Vi había ido a hablar con Finn sobre los iniciados golpeando a otra iniciada, no había dado nombres y lo había planteado como una situación meramente hipotética, pero la respuesta sardónica de Finn, acusándola de que tal vez era indicio de que ella no sabía controlar a los trasladados si algo como eso pasaba, le dejó claro que Cait estaba en peligro si hablaba, no quedaba mucho por hacer.
—Esto no es por Viktor —soltó Cait, llevando sus manos a su cabello y revolviéndolo por un instante en un gesto frustrado—, ¡es por todos los que están mirando! Por todos los que ahora creen que tirarse al Abismo en una opción viable. Quiero decir, ¿por qué no hacerlo si después todos dicen que eres un héroe? ¿Por qué no hacerlo si así todo el mundo recordará tu nombre? Es que… No puedo…
Cait sacudió la cabeza, sintiendo su rostro arder y como su corazón se aceleró, intentaba mantener el control, pero estaba perdiéndolo y no lograba recuperarlo. Vi lo entendía, por más que Cait quisiera negarlo, y que sus palabras fueran ciertas, su dolor sí era por Viktor y el sentimiento de culpa que crecía en ella. Vi también lo sentía, desde que había escuchado la noticia del muchacho en el Abismo no dejaba de pensar en que, tal vez, si ella hubiera hecho más, si los hubiera entrenado más, si hubiera tenido charlas con todos como las tenía con Cait, esto no hubiera pasado; pero ya era demasiado tarde, no podía hacer más.
—¡Esto jamás hubiera pasado en otra facción! —exclamó Cait, Casi a gritos, haciendo que Vi se tensara de inmediato —Él era un chico noble y bueno, probablemente hubiera encajado bien en Abnegación, y ellos jamás hubieran permitido que eso pasara. Este sitio absorbió a Viktor y lo destruyó, y no me importa que decirlo me convierta en una traidora a la facción. No me importa. ¡No me importa!
Lo primero que Vi pensó fue que estaban perdidas, solo tomaba que alguien hubiera decidido mirar en la dirección de las cámaras en ese momento, escuchando la conversación por la simple curiosidad de verla a ella parada junto con una trasladada en ese pasillo en penumbras, y que hubieran escuchado lo que Cait acababa de decir. El miedo corrió por ella de forma veloz, terror líquido avanzando por sus venas y tensando sus músculos, sus ojos se desviaron al punto encima de la fuente, donde estaba la cámara de ese lugar. Durante algunos segundos esperó que los oficiales osados llegaran para llevárselas a ambas, acusándolas de traición a la facción y desterrándolas, o peor aún, matándolas; cuando fue evidente que eso no iba a pasar, habló.
—Ten cuidado, Cait —advirtió, mirando todavía el muro.
—¿No tienes nada más que decir? —insistió Cait, frunciendo el ceño con frustración—. ¿Qué tenga cuidado? ¿Ya está?
—Eres insoportable como los de Verdad, ¿lo sabías? —espetó Vi, acercándose a Cait y tomándola del brazo, tirando de ella para alejarla de la fuente, quedando ambas tan cerca que Cait pudo vislumbrar las pecas que recorrían la nariz y pómulos de Vi—. No voy a repetirlo, así que escucha con atención —dijo Vi, poniendo ambas manos en los hombros de Cait y presionando, haciéndola sentir pequeña—. Están observando. Te están observando a ti, en concreto.
—Suéltame —exigió Cait, sintiendo como el peso en su pecho desapareció cuando Vi la soltó de golpe, como si se diera cuenta en ese momento de lo que había hecho. Cait nunca lo admitiría para nadie, pero le daban miedo los cambios de humor de Vi, significaban que había algo inestable en su interior, y la inestabilidad era peligrosa—. ¿Te observan a ti también? —preguntó, en voz tan baja que Vi no podría oírla si no fuera porque todavía estaban tan cerca una de la otra.
—He intentado protegerte —dijo Vi, ignorando la pregunta de Cait y la obvia respuesta que apareció en su mente: «Nunca han dejado de hacerlo»—, pero tú te niegas a que te ayude.
—Ah, vale, me ayudas. Tus cambios de humor constante y la forma en que me exiges más que a nadie me ayuda un montón —espetó Cait de forma burlesca.
—¿Exigirte? ¿Te refieres a todas las veces en que te he gritado o puesto contra las cuerdas, como cuando los cuchillos? —preguntó Vi, desconcertada por un instante—. No me estaba burlando ni te estaba exigiendo más, intentaba sacar esa parte de ti que obviamente pertenece a Abnegación, tu lado desinteresado y altruista que ni tus aires de Erudición han podido disfrazar.
Cait se llevó una mano a la nuca, recordando vagamente cada momento en que Vi la había atormentado. Cuando los cuchillos, le recordaba que había alguien que sufriría si ella se rendía, en la noria más bien parecía tomarla por una loca salvaje, pero no dudó de ella en ningún momento, cuando se alejó en la paliza que Marcus le dio, fue porque no quería verla sufrir, pero exigió más de ella en los entrenamientos, mostrándole cómo luchar apropiadamente aun si tenía que pasar el doble de horas golpeando los sacos de arena. Nunca la había menospreciado, siempre había sido lo contrario.
—¿Por qué? —preguntó Cait, confundida.
—Porque eres divergente, y una parte de ti es más valiente cuando actúas de manera desinteresada, sacando dos de las facciones que hay en ti —respondió Vi con seriedad, entendiendo que Cait no leía mentes, que no podía llegar a comprender sus cambios de humor repentinos, ni lo que se ocultaba detrás de sus acciones—. Te aconsejo que intentes fingir un poco mejor tus impulsos eruditos y altruistas, porque si lo descubre la gente equivocada…, bueno, no te conviene.
—¿Por qué? ¿Por qué les iban a importar mis intenciones? —indagó Cait, sintiendo que, por primera vez, podría estar cerca de las respuestas.
—Las intenciones son lo único que les importa. Intentan hacerte pensar que les interesa lo que haces, pero n, no quieren que actúes de cierta manera. Lo que quieren es que pienses de cierta manera, así les resulta fácil entenderte y no les supones una amenaza —explicó Vi en tono bajo, colocando una mano en la pared detrás de Cait, al lado de su cabeza.
Por un instante, Cait dejó que su mente vagara en la imagen de Vi acorralándola, su camiseta negra estaba tan tirante contra su cuerpo que Cait podía verle la clavícula, y la suave depresión entre el músculo del hombro y los bíceps. Vi la miraba de una forma que Cait no sabía descifrar, pero la inseguridad subyacente la atacó con fuerza, sintiendo que Vi la veía más como una hermana a la que proteger; ella realmente no quería que Vi la viera de esa forma.
—No entiendo por qué les importa lo que piense —dijo, retomando el tema y dejando de lado su decepción ante la poca interacción entre ellas—, siempre que actúe como ellos quieren.
—Ahora estás actuando como ellos quieren, pero ¿qué pasaría si tu cerebro de Erudición o de Abnegación te dice que hagas otra cosa, algo que ellos no quieren? —planteó Vi, haciendo que Cait notara el motivo oculto detrás de la cacería despiadada de los líderes hacia los divergentes, de su madre.
Cait no encontró respuesta en su mente, aun cuando ni siquiera estaba segura si Vi tenía razón sobre ella. «¿Mi cerebro es de Erudición, Abnegación u Osadía?» por un momento, Cait logró llegar a eso que había negado siempre, su cerebro no era de ninguna de las tres facciones, era divergente, tenía una parte de cada una, y eso era lo que los líderes querían erradicar.
—Quizá no necesite tu ayuda, ¿se te ha ocurrido? —preguntó Cait, sintiéndose repentinamente a la defensiva ante la frustración de tener a Vi cuidándola como si fuera su hermana mayor—. No soy débil, ¿sabes? Puedo hacerlo yo sola.
—¿Crees que mi instinto me impulsa a protegerte porque eres una chica delgada, refinada o una erudita? —preguntó Vi, una burla obvia en sus palabras—. Te equivocas.
Vi se acercó más a Cait, llevando su otra mano a sostenerle la barbilla con los dedos en un toque suave que envió una corriente eléctrica por todo el cuerpo de la peliazul. La mano le olía a metal, y Cait se preguntó cuándo había sido la última vez que Vi había sostenido un arma o un cuchillo. La piel le cosquilleaba ante su cercanía, el calor de Vi vistiendo su propio cuerpo, como si le transmitiera corriente desde un solo punto de contacto, pero sus ojos grises fijos en los de Cait la habían hecho perder la capacidad de hablar, respirar o siquiera existir en nada más allá de ese momento.
—Mi instinto me impulsa a presionaste hasta que estalles, solo por ver lo que aguantas —añadió Vi en un susurro ronco, apretando los dedos cuando la palabra «estalles» salió de su boca como un gruñido bajo; su tono hizo que Cait se pusiera tensa, encogiéndose como un muelle antes de saltar y congelando el aire en sus pulmones—. Pero resisto el impulso.
—¿Por qué…? —empezó Cait, deteniéndose para tragar saliva y lograr que su voz fuera más que un graznido bajo apenas audible— ¿Por qué te pide eso tu instinto?
—A ti el miedo no te paraliza, sino que te despierta. Lo he visto. Es fascinante —respondió, soltando la barbilla de Cait, pero no apartándose, haciéndola erizarse cuando sus dedos recorrieron en un suave roce su mandíbula, su cuello…—. A veces… solo quiero verlo, verte despertar.
Cait no recordaba haberlo pensado o decidido, pero se encontró a sí misma poniendo las manos en la cintura de Vi, acercándose a su pecho y rodeándola con los brazos para acariciar los músculos firmes de su espalda sobre el pulóver negro, percibiendo la tensión que recorrió el cuerpo de la pelirrosa ante su tacto.
Al cabo de un momento, Vi tomó una respiración profunda que fue audible para Cait, sintiendo como Vi le tocaba la parte inferior de la espalda, acercándola más a ella, y acariciándole el pelo con la mano que antes estaba contra la pared. Cait volvió a sentirse pequeña, pero esta vez no le daba miedo, sino que se sentía protegida. Cerró los ojos con fuerza, respirando el olor de Vi que la embriagaba, con toda la verdad expuesta, Vi ya no le daba miedo.
—¿Debería llorar? —preguntó, escuchando como su voz sonaba ahogada a través de su boca, que estaba pegada a la parte alta de la camiseta de Vi—. ¿Es que hay algo malo conmigo?
Las simulaciones habían destrozado tanto a Viktor que no pudo superarlo.
Cait no lograba comprender por qué a ella no, porque no era como él o los demás… sobre todo, por qué esa idea la hacía sentir tan incómoda, como si ella también estuviera al borde del Abismo. Quizás eso era ser divergente, vivir siempre con la sensación de muerte inminente respirándote en la nuca.
—¿Y qué se yo de lágrimas? —preguntó Vi en voz baja. Cait cerró los ojos; no esperaba que Vi la consolara y Vi no intentaba hacerlo, pero Cait se sentía mejor allí, con sus brazos alrededor de su cuerpo, que entre sus amigos, los de su facción, quienes debían ser su familia. Apretó la frente contra el hombro de Vi, inspirando profundamente su olor.
—Si lo hubiera perdonado, ¿crees que seguiría vivo? —cuestionó Cait, la culpa abriéndose paso.
—No lo sé —contestó Vi, colocando la mano, que antes estaba enredada en el cabello azul, en la mejilla de Cait, viendo como escondía la cabeza dentro, entre sus dedos, aun con los ojos cerrados.
—Me siento como si fuese por mi culpa —admitió Cait en un susurro, como si ese fuese su mayor pecado.
—No es culpa tuya —respondió Vi con firmeza, apoyando su frente en la de Cait y respirando ambas el aliento de la otra.
—Pero debería haberlo hecho, debería haberlo perdonado —se recriminó, mostrando todos sus miedos y torturas mentales ante Vi, quien ya había visto lo más oscuro de su mente antes.
—Quizás, quizás todos deberíamos haber hecho algo más, pero tenemos que permitir que la culpa nos recuerde hacerlo mejor la próxima vez —dijo Vi, notando el desliz de su lengua en el momento en que sintió a Cait fruncir el ceño y apartarse.
Cait la miró intrigada y confundida, recordando que esa frase era una de las enseñanzas de Abnegación, lo había aprendido en las lecciones intensas de su madre sobre las facciones. En la facción altruista te enseñaban a usar la culpabilidad como instrumento, en vez de como arma contra uno mismo. se suponía que no pensaras tanto en ti mismo como para torturarte, pero que recordaras ese sentimiento para la próxima vez que pudieras ayudar a alguien, era algo sacado directamente de las lecturas semanales de los abnegados.
—¿De qué facción vienes, Vi? —peguntó Cait en un murmullo bajo, viendo la confusión en esos ojos grises.
—Da igual —respondió Vi finalmente. «Pensé que ya lo habían adivinado»—. Ahora estoy en esta, y a ti te vendría bien recordar lo mismo.
Vi miró a Cait con expresión turbada, inclinándose hacia adelante y dándole un ligero beso en la frente, entre las cejas. Cait cerró los ojos; no entendía eso, fuera lo que fuera, pero no quería fastidiarlo cuando la paz gobernaba en esa pequeña burbuja que habían establecido a su alrededor, así que no dijo nada. Vi no se movió, quedándose donde estaba, con sus labios sobre la piel de Cait, y la peliazul también se quedó dónde estaba, con las manos alrededor de la cintura de Vi; permaneciendo así durante un buen rato.
♠️
Cait estaba con Diana y Leona en la barandilla que daba al Abismo, era la última hora de la noche y todos los demás se habían ido a dormir. Todavía sentía el escozor en los hombros debido a la aguja de tatuar, las tres habían ido a tatuarse nuevamente hacia media hora. Grayson había sido la única en el estudio cuando llegaron, por lo que, cuando Cait entró, no tuvo miedo en pedirle que le tatuara el símbolo de Erudición en el centro de la espalda alta: un ojo mirando hacia el frente, encerrado en una esfera negra, alineado al de Osadía que yacía en su hombro derecho, y el de Abnegación en el hombro izquierdo: un par de manos con las palmas hacia arriba, como si ayudaran a alguien a levantarse, rodeadas por el círculo negro.
Sabía que era arriesgado, una locura incluso, especialmente después de lo que había sucedido, pero esos símbolos formaban parte de su identidad, de quién ella era, y si iba a aceptarse como tal, parecía correcto llevarlo sobre la piel.
Cait se subió a un de las barras cruzadas de la barrera, apoyando sus caderas en la barandilla para mantener el equilibrio. Allí se había puesto Viktor antes de saltar. Miró hacia abajo, al Abismo, el agua negra y las rocas afiladas la miraban de regreso. Sintió el agua salpicar su rostro cuando chocó contra el muro, bañando su cuerpo «¿Tuvo miedo cuando se subió aquí? ¿O estaba tan decidido a saltar que le resultó fácil?»
Diana le pasó una pila de papeles, interrumpiendo su diatriba mental. Habían sacado una copia de cada informe publicado por Erudición contra Abnegación en los últimos seis meses que ellos llevaban de iniciación, Cait era consciente que tirarlos al Abismo no haría la diferencia, pero Viktor se había tirado durante la noche anterior y simplemente parecía correcto enterrar todo con ese gesto, en ese lugar. Cait se quedó mirando el primero de los artículos, observando la fotografía de su madre, sus ojos cortantes, aunque atractivos, parecían estarla mirando con el reproche que siempre habían tenido hacia ella mientras crecían.
—¿La conoces? —le preguntó a Leona, viendo a Diana hacer una pelta con el primer informe y tirarlo al Abismo.
—¿A Cassandra Kiramman? La vi una vez, estaba contigo ese día —contestó Leona, agarrando el siguiente informe y haciéndolo trizar, tirándolo al rio. Lo hace sin el rencor de Diana, dándole la impresión a Cait de que solo participa en eso para apoyarlas a ellas dos y dejar en claro que no está de acuerdo con las tácticas de su antigua facción. Cait quisiera decir lo mismo, pero ella verdaderamente siente rencor, así que prefiere no indagar en lo que siente Leona.
—¿Qué hacíamos ese día? —preguntó Cait, intentando recordar haberla visto fuera del horario de clases.
—Era una tarde de reuniones, yo había ido a acompañar a mi madre, se reuniría con Cassandra para hablar sobre cómo lograr un suero que durara más durante las simulaciones —respondió Leona—. Tu madre es tan lista que se le nota antes de que abra la boca. Como… como si fuera un ordenar que camina y habla.
—¿Qué…? —Cait tragó saliva un momento, pensando que su madre no sol parecía un ordenador, se comportaba como uno— ¿Qué piensas de lo que dice?
—No lo sé —respondió Leona, encogiéndose de hombros—. Quizá sea bueno tener a más de una facción en el Gobierno, y quizá estaría bien que hubiera más coches, más… fruta fresca y más…
—Te das cuenta de que no existe ningún almacén secreto en el que guarden esas cosas, ¿no? —interrumpió Cait, recordando su día en Abnegación, la hospitalidad con la que la trataron, el recorrido por sus casas grises, la precaria condición de sus hogares en comparación con los de Erudición, su escasa comida.
—Sí, claro, solo creo que la comodidad y la prosperidad no son prioridades de Abnegación, y quizás si lo serían si otras facciones se involucraran en nuestra toma de decisiones —respondió Leona, intentando explicarse.
—Porque darle a un erudito un coche es más importante que dar comida a los abandonados —soltó Cait, enojada de que Leona compartiera el pensamiento que cientos de veces había escuchado a su madre, pero que ella jamás había pensado, teniendo en claro la importancia de la labor de los abnegados.
—Chicas, chicas —intervino Diana, rozando el hombro de Leona con la punta de los dedos—. Se supone que esto es una alegre sesión de destrucción simbólica de documentos, no un debate político.
Cait tragó las palabras que todavía le quedaba, mirando a la pila de papeles en su mano. Pensó en como Diana y Leona compartían muchos roces casuales últimamente, sabiendo que ellas no lo habían notado, pero que si Viktor estuviese vivo, ellos dos se mirarían en complicidad por eso. Cait prefirió no pensarlo más.
—Pero todo eso que dijo sobre Abnegación hace que la odie —añadió Leona, mirando seriamente a Cait—. No sé de qué puede servir decir cosas tan espantosas.
Cait sí lo sabía: si su madre conseguía que creyeran que los demás líderes de Abnegación estaban corruptos, obtendría el apoyo que necesitaba para la revolución que estaba planeando, de ser esa su verdadera intención. Sin embargo, Cait no quería seguir discutiendo, así que solo asintió con la cabeza y tiró las hojas restantes al abismo. Las vio flotar adelante y atrás, adelante y atrás, hasta llegar al agua, sabiendo que se quedarían en el filtro del muro del Abismo y las tirarían.
—Hora de irse a dormir —dijo Diana, sonriendo—. ¿Listos para volver? Creo que voy a meter la mano de Marcus en un cuenco de agua tibia para que se mee en la cama.
Cait escuchó a Leona reír con la idea de Diana mientras ella se giraba, dándole la espalda al Abismo, pero su mente se desconectó de lo que ellas decían cuando vio un movimiento en la zona de la derecha del Pozo. Una figura subía hacia el techo de cristal y, a juzgar por la fluida forma de caminar, como si los pies apenas tocaran el suelo, Cait sabía que era Vi.
—Suena genial, pero tengo que hablar con momento con Vi —respondió Cait, señalando a la sombra que ascendía por el camino; los ojos de Diana siguieron la dirección que indicó con la mano.
—¿Seguro que quieres estar tú sola aquí de noche? —preguntó Diana, preocupada ante el recuerdo de lo que había pasado hacia dos noches atrás.
—No estaré sola, estaré con Vi —aseguró Cait, mordiéndose el labio inferior y notando que Diana y Leona se miraban mutuamente, ignorándola de cierta forma.
—Vale —dijo Diana, distraída—. Bueno, nos vemos luego.
Las dos caminaron hacia el dormitorio, con Diana alborotando el cabello rojizo de Leona, y Leona dándole codazos en las costillas de forma suave. Cait se quedó mirándolas unos instantes, sintiendo que era testigo de algo, pero que no sabía adecuadamente de qué. Cuando ambas chicas desaparecieron, Cait corrió por el camino del lado derecho del Pozo, intentando subir haciendo el menor ruido posible. A diferencia de Diana, a Cait no le costaba mentir: ella no pretendía hablar con Vi, no hasta que averiguase por qué iba a esas horas al edificio de cristal que tenían encima.
Corrió en silencio, quedándose sin aliento al llegar a las escaleras, pensando que tenía que aumentar su entrenamiento de cardio si iba a estar correteando por el complejo de Osadía todo el tiempo. Se quedó en un extremo de la sala de cristal mientras veía a Vi permanecer en el otro. A través de las ventanas Cait podía ver las luces de la ciudad encendidas, aunque ya empezaban a apagarse; se supone que todos debían de apagarlas cuando llegaba la medianoche. Al otro de la habitación, Vi se detuvo delante de la puerta del paisaje del miedo, llevaba una caja negra en una mano y una jeringa en la otra que Cait se quedó mirando confundida.
—Ya que estás aquí —dijo Vi, sin volver la vista atrás-, podrías entrar conmigo.
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Estas dos coqueteando son mi fantasía de vida 🥰😍 me matan. Espero que todos disfruten tanto como yo estos capítulos ❤.
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