IV- La iniciación.
El eco del grito de la última saltadora resonó en la habitación y con eso, la primera parte de la iniciación estaba terminaba. La multitud se iba dispersando, dejando que solo los instructores e iniciados permanecieran allí, Cait sintió a Diana respirando fuertemente a su lado, seguía algo agitada por el salto, pero sonreía abiertamente. Cuando todo quedó en silencio, la chica de cabellos rosados e hipnótica mirada se paró delante de todos ellos, atrayendo toda la atención.
— Iniciados, bienvenidos a Osadía— habló con firmeza, su voz ocupando todo el espacio del lugar— Aquellos nacidos en Osadía, vayan con Mylo, los trasladados se quedan conmigo— indicó, sus ojos desplazándose por los novatos con desinterés.
— Vengan, ustedes seguro que no necesitan un recorrido guiado— comentó Mylo con una sonrisa divertida y por unos instantes se escuchó solo el murmullo de los osados y su caminar alejándose, hasta que todos se habían ido.
— Para los que no lo hayan entendido aún, yo seré vuestra instructora, normalmente trabajo en la sala de control, pero durante esta época vosotros sois mi problema— explicó la pelirrosa, su cuerpo permanecía rígido e imponente delante de todos ellos, Caitlyn pensó que ella encajaba perfectamente en Osadía dado su color de pelo, las cicatrices en su rostro y el piercing en la nariz, parecía sacada de un folleto— Mi nombre es Vi.
— ¿Vi? ¿Similar a la pronunciación del número romano en tu cara?— preguntó Diana con una risa queda, Cait tragó en seco cuando vio la forma en que los ojos grises acusaban con la mirada hacia la peliblanca.
— Sí, ¿algún problema con eso?— preguntó Vi, un reto implícito en sus palabras, Diana entendió eso, por lo que solo negó con la cabeza— Si dejáis de tontear, os llevaré para que conozcáis el Pozo— continuó Vi, intentando dejar atrás la anterior interrupción, pero Caitlyn se mordió el interior de la mejilla con nerviosismo cuando Diana volvió a hablar.
— ¿El Pozo? Qué nombre más audaz— comentó la chica con soltura, causando una risa queda entre la multitud que se acalló inmediatamente que vieron a Vi acercarse a paso lento hacia Diana.
— ¿Cuál es tu nombre, iniciada?— preguntó Vi con la voz baja, su rostro tan cerca de la veraz que su aliento la golpeaba de forma amenazadora.
— Diana— respondió ella en tono agudo, finalmente notando su equivocación.
— Bien, Diana, si quisiera soportar a los bocazas de Verdad me hubiese unido a su facción— afirmó Vi, sus palabras parecían un gruñido lento y peligroso— Lo primero que aprenderás aquí es a mantener la boca cerrada— Diana no dijo nada, se limitó a asentir con la cabeza y mantener la mirada baja, Cait sentía el aliento estancado en su garganta ante la escena— Seguidme.
Nadie hizo ruido alguno, todos empezaron a caminar de forma casi mecánica detrás de Vi, avanzando por los pasillos escasamente iluminados hasta que llegaron al final de una plataforma que mostraba el Pozo. En efecto, no había manera mejor de nombrar el lugar.
Era una sede subterránea que se recorría a través de los caminos sin baranda que estaban en las paredes, dando a los diferentes pasillos que llevaban a otras localizaciones del complejo. El fondo era una zona libre donde varios osados peleaban unos con otros entre risas y el techo estaba cubierto de paneles de vidrio que permitían que entrasen los rayos del sol de forma distorsionada.
— ¡Qué tipa más desagradable!— exclamó Diana por lo bajo, asegurándose de que solo Cait la escuchara.
— Capaz solo no le gusta que se rían de ella— rebatió Cait, mordiéndose la lengua al notar que sonaba demasiado como que la estaba defendiendo. Ella admitía que encontraba a Vi intimidante, pero no le atribuiría el adjetivo de desagradable y ella no había sentido miedo, pero quizás eso venía con su jodido cerebro divergente.
— Esto es el centro de la vida en Osadía, pasarán aquí gran parte del tiempo si superan la iniciación— explicó Vi con firmeza— Síganme, les mostraré el Abismo.
El Abismo, como lo había llamado Vi, era una zona a la que llegabas entrando por uno de los pasajes del tercer nivel de plataformas. Se trataba de una plataforma amplía que daba a una baranda, habían dos puentes para cruzar hacia el otro edificio, la luz del sol no llegaba porque esta parte del techo no era de vidrio y un río subterráneo golpeaba con fuerza las rocas, haciendo que las barandas y el suelo estuvieran todo el tiempo mojadas.
— El Abismo existe para recordarnos que la línea entre la valentía y la estupidez es muy delgada— expuso, su mano cerrándose alrededor de la baranda húmeda e inclinando su cuerpo sobre esta— Siempre hay alguien que se cae y siempre lo habrá, intenten no ser ustedes y acostúmbrense cuando sean otros— añadió, su voz tomando una nota oscura que puso la piel de Caitlyn de gallina. ¿Cuántas veces ella habría visto a alguien morir allí?— Por aquí— ordenó Vi, reiniciando la caminata.
Cait se obligó a sí misma a avanzar, sus ojos fijos en el agua que golpeaba las rocas, el olor húmedo del aire llenando sus sentidos, la sensación de peligro cubriendo su cuerpo. Los pasillos se mostraron interminables para ellos, bajaron las escaleras siguiendo el ritmo acelerado de Vi y de repente se vieron cruzando las puertas hacia un comedor donde se mostraban largas mesas con bancos para sentarse y decenas de osados ya allí sentados. En el centro de las mesas se hallaban platos con diferentes tipos de comidas y el olor impregnaba el aire, haciendo que su apetito apareciera.
Todos tomaron asiento acorde a los espacios disponibles, cargando con un plato y algún cubierto de su elección que obtuvieron de las mesas dispuestas en la entrada. Habiendo poco espacio, Diana le indicó a Cait que se sentara al lado de Vi, la peliblanca quería mantener tanta distancia como fuera posible entre ella y la pelirosa después de su encuentros anteriores.
Cait se sentó donde Diana le dijo, una parte de ella se decía que era por ayudar a quien parecía ser una amiga, pero la otra, mucho más realista y sincera, le decía que era porque sentía una intriga extraña por Vi.
— Adelante, come— le exhortó Diana, atacando rápidamente a las bolas de carne aplastadas que estaban delante de ella. Cait pinchó una con su tenedor, pasándola a su plato y observándola tentativamente unos instantes, viendo la grasa salir de ella.
— Es ternera— dijo Vi, sirviéndose a sí misma dos hamburguesas y tomando un pan para meterlas dentro— la puedes comer sola si prefieres— no la miraba, pero aun así la estaba ayudando, de cierta forma.
¿Por qué? Porque Vi sabía lo que era llegar a Osadía sin entender nada de lo que allí había, sintiéndote tímida y sola, ella se había adaptado rápido con ayuda, y por algún motivo, quería brindarle a la chica la misma amabilidad.
— ¿Nunca has visto una hamburguesa?— preguntó Diana confundida.
— En Erudición se lleva una dieta balanceada de verduras y alimentos nutricionales, usando solo las cantidades exactas y sin excederse en ningún momento— explicó Leona, acercándose a la mesa y sentándose en frente de ellas.
— ¿Por qué?— insistió Diana, más confundida que antes.
— Porque negamos de todo lo que no sea una decisión inteligente, comer cosas que no son beneficiosas o exceder las cantidades exactas es improductivo y aumenta el tiempo de digestión, lo cual disminuye el tiempo a dedicar para el aprendizaje— explicó Caitlyn rápidamente, recordando la explicación que cientos de veces sus maestros le dieron en su infancia.
— Ahora entiendo por qué te fuiste— comentó Diana con una expresión de espanto y Cait se rio por primera vez en mucho tiempo.
— Sí, seguro fue por la comida— aseguró ella, llevando un bocado de la hamburguesa a su boca y tragándose el gemido que casi escapaba de su garganta al sentir el explosivo sabor llenar sus sentidos. De reojo pudo ver como el borde del labio de Vi se crispaba en un intento de sonrisa.
— Vi— llamó Finn, acercándose y sentándose al lado de ella con confianza, Cait podía percibir que Vi no se sentía igual de cómoda con la presencia el hombre— Escuché que Medarda te estaba buscando— comentó en un tono curioso, inclinándose sobre el plato de Vi mientras ella se limita a evadir cualquier contacto visual.
— Si eres su mandadero, puedes decirle que estoy cómoda en el trabajo que tengo— respondió Vi, bebiendo parte de aquel refresco amargo que les habían servido.
— ¿Ofreciéndote un trabajo mejor?— preguntó Finn, se podía sentir el tono venenoso en sus palabras y Cait pudo identificarlo, era miedo. Finn se sentía amenazado por Vi.
— Lleva dos años sin interesarme— reafirmó la pelirosa, mirando fijamente al hombre con una expresión férrea.
— Esperemos que finalmente lo entienda— dijo él, una sonrisa ladina mascando los tatuajes de su rostro, luego se levantó y dio una mirada despectiva hacia Cait, que apenas notaba que no había comido nada por atender al encuentro que se desarrollaba a su lado— Estuvo bien esa valentía en el salto, primera saltadora, pero te ves débil y pequeña, veremos cuánto duras.
Cait tuvo el impulso de contestar firmemente, asegurar que duraría la iniciación completa y que podría ser parte de Osadía, pero tragó sus palabras. De alguna forma sabía que no quería la atención de Finn sobre ella sin importar nada, sentía que tenía la palabra Divergente tatuada en su frente y si alguien miraba muy de cerca era posible que lo viera, lo cual era especialmente peligroso si ese alguien era Finn. Sin esperar respuesta, el pelinegro se alejó a paso rápido, dejando una sensación de alivio ante su ausencia.
— ¿Quién se cree que es?— preguntó Cait, su voz saliendo normal por encima de sus nervios, manteniendo la calma de alguna forma, pero asegurándose de que sus palabras detonaran en enojo.
— Finn es uno de los líderes de Osadía— respondió Vi, la forma en la que hablaba dejaba claro la advertencia debajo de sus palabras. Debía de ser cautelosa con Finn— Proviene de Erudición— añadió, marcando el nombre de la facción con firmeza, como si Caitlyn no supiera que su antigua facción era un peligro.
— ¿Tú también eres una trasladada o naciste en Osadía?— la pregunta dejó su boca cuando el filtro cerebro lengua se rompió, pues esos ojos grises se habían enfocado en ella y fue como si todo lo que Cait pudiera pensar fuera en saber más de Vi.
— Pensé que solo iba a tener problemas con las preguntas de los veraces. ¿Qué te hace pensar que puedes hablarme?— espetó Vi, su tono mostraba arrogancia, sus ojos fijos en los de Caitlyn.
— Debe ser porque eres tan accesible, ya sabes, como un colchón de clavos— contestó sin titubeos.
Caitlyn sintió su pulso acelerarse y el rojo cubrir sus mejillas, pero no apartó la mirada. Era como con el perro de la simulación, bajar la vista era sumisión, sostenerla era enfrentarle. Ella decidía. Vi podía verlo, el brillo latente bajo ese mar de sus ojos, el desafío implícito, la valentía innata.
Ese tipo de cosas eran el objetivo de destrucción de la Osadía actual, de esa facción corrupta que había caído en decadencia. Quería advertirle, cualquier cosa que la ayudara a sobrevivir, porque Vi quería que Cait sobreviviera, así que intentó que sus siguientes palabras salieran de la forma más sutil posible, que transmitieran el mensaje.
— Ten cuidado, Cait— la peliazul apartó la vista.
Vi terminó su plato en segundos, levantándose y alejándose a paso firme, yendo hacia donde un muchacho alto y robusto, con gafas de elástico en la cabeza, la llamaba efusivamente, con Mylo a su lado. Cait respiró profundamente y devolvió la atención a su hamburguesa, tomando otro pedazo y notando la mirada de Diana, Leona y el muchacho de Erudición que era flaco y desgarbado fijas en ella.
— ¿Qué?— preguntó ella sin entender.
— Estamos formulando una teoría— respondió Leona con una sonrisa divertida.
— ¿Qué cosa?— insistió Cait, sintiendo que estaban divirtiéndose a su costa.
— Que tienes un deseo suicida— respondió Diana, riéndose abiertamente. Cait los observó a los tres reírse de ella durante unos instantes antes de que la risa la contagiara también, intentando ineficazmente disimularla. Se sentía bien volver a reír.
Vi no regresó después de la comida y los iniciados fueron llamados por Finn, quien lideró el camino por los pasillos nuevamente, todo en penumbras en comparación con el Pozo o el comedor. Cait se preguntaba por qué un líder se tomaría el trabajo de guiar a los iniciados, pero para ese punto era obvio que en Osadía no hacían las cosas como se esperaría.
Mientras cruzaban por una de las plataformas, cinco niños corriendo pasaron al lado de ellos, Cait reprimió el impulso de gritarles para que fueran cuidadosos por el borde sin baranda, recordando que así se hacían las cosas allí. El pensamiento de que no había visto a ningún osado mayor pasó por su mente, era como si los desterrasen en el momento en que ya no podían saltar de un tren en movimiento, pero entonces Finn abrió las puertas del dormitorio y Cait se concentró solo en eso.
— Estos son los dormitorios para todos, aquí pasaréis las próximas cuatro semanas de iniciación— explicó Finn, parándose frente a ellos— Veréis que hay diez camas aunque solo sois nueve, disponéis de ellas como queráis.
— Pero éramos once trasladados al principio— comentó el joven de Erudición.
— ¿Tu nombre?— preguntó Finn, su mirada divertida y relajada mientras hablaba.
— Viktor— respondió suavemente. Cait tuvo un ligero recuerdo de haber escuchado ese nombre en el pase de lisa matutino en la escuela, pero no podía ponerle cara.
— Viktor, aprende esto, por si pasas la iniciación, nunca llegan todos a la sede, siempre hay alguien que se queda— aseguró Finn con una sonrisa sádica, disfrutando de esa realidad— Durante este tiempo seréis evaluados por Vi y por mí, cada prueba marcará una puntuación para vosotros. Aunque sean entrenados separados, seréis calificados junto con los nacidos en Osadía, y ellos ya llevan ventaja, así que…
— ¿Calificados?— intervino una chica de piel morena y cabello trenzado con rastas, su traje negro ceñido al cuerpo y ajustado con un cinturón blanco decía que había sido de Verdad; estaba al lado de Marcus y otro muchacho de piel acaramelada y barba tupida que parecía mayor de lo que debía ser — ¿Para qué nos califican?
— Para así saber a qué trabajos pueden pertenecer una vez que la iniciación ha terminado— explicó Finn tranquilamente, pero Cait pudo percibirlo, el brillo en sus ojos, la sonrisa torcida, esa forma de mirar que enviaba una corriente por su cuerpo. Algo malo se avecinaba— Además, porque así sabremos quienes quedan fuera del corte.
— ¿El corte?— preguntó Diana, su mano aferrándose a la de Cait en el segundo en que Finn puso sus ojos en ella.
— Solo diez de ustedes llegaran a graduarse, hay once nacidos en Osadía y diez trasladados, todos competirán en las pruebas y serán puntuados, al final de la primera etapa de la iniciación cuatro de ustedes nos abandonaran y los restantes se irán después de la prueba final. Se quedarán sin facción— su voz se arrastraba lenta entre jadeos, penetrando con terror dentro de la mente de todos ellos.
— ¿Por qué nadie nos dijo esto?— repuso la chica de las rastas con enojo— De haberlo sabido…
— ¿Qué?— interrumpió Finn— ¿Hubieses escogido diferente por miedo? Entonces no perteneces a Osadía, niña— espetó él, acercándose amenazadoramente hacia ellos— Ustedes nos escogieron, ahora nosotros os escogemos a ustedes. Os esperamos mañana en el Pozo a las ocho en punto.
Cuando Finn se fue, nadie encontraba la fuerza para hablar. Con esa nueva realidad era como si les acabasen de tirar el mundo encima de un solo golpe. No importa cuánto se esforzaran o lo que hicieran, no todos completarían la iniciación y eso parecía tan lógico y sádico a la vez dentro de la mente de Caitlyn que era casi aterrador.
La noche no había llegado, pero el estrés y el cansancio hizo que todos fueran a las literas. Caitlyn tomó la de abajo, Diana posicionándose en la de encima de ella, Leona se colocó en la litera de al lado y Viktor tomó la de arriba, siendo que no tenía más nadie con quien juntarse.
Muchos se dieron un baño y cambiaron de ropa por aquellas mudas oscuras que habían sido dejadas en los compartimentos correspondientes a cada cama en el armario, pero Cait decidió quedarse con su vestido de Erudición un poco más, aferrarse a ese recuerdo de casa unas horas tan siquiera.
No, su madre era un mal recuerdo, pero su padre y Jayce eran buenas personas y la hacían sentir segura, era imposible no extrañarlos. Cuando sintió el calor detrás de sus ojos, la seguridad de que iba a llorar, se mordió el labio. No podía permitirse ese desliz allí, rodeada de esa gente.
Un sollozo ahogado de forma ineficaz perturbó el oscuro silencio, Cait pudo distinguir que venía de Viktor, lo comprendía, pero a la vez se sentía ofendida por su debilidad. Había escogido Osadía, ¿por qué no podía simplemente llorar en silencio como todos? Cait no entendía qué parte de su ella había dado positivo para Abnegación, ella no era altruista.
Sus pensamientos llenaron su mente, intentando obviar los sollozos de Viktor y de alguna forma se quedó dormida sin siquiera saberlo, despertándose antes de que el sol saliera, con la pesadilla de que descubrían que era divergente y la mataban todavía quemando su cerebro, las lágrimas mojando sus mejillas.
Aprovechando que los demás dormían, Cait se adelantó a darse un baño, vistiendo los pantalones y camiseta negra que le habían dejado, abrochando las botas pesadas y recogiendo su cabello en una cola alta. Ella estaba lista cuando los demás despertaron y se prepararon, pero igualmente decidió esperar a sus compañeros para el desayuno, el cual fue rápido y una nueva experiencia total para Cait, quien pudo comer pastelitos y magdalenas tranquilamente.
En Erudición estaban prohibidos porque su nivel de azúcar es alto y no dan nutrientes al cuerpo, pero Cait se encontró devorándolos con ansias, haciendo reír a sus tres nuevos amigos.
A las ocho en punto el grupo entero llegó al Pozo, donde Vi ya los esperaba. Cait tragó saliva al ver a la muchacha vestida con unos pantalones oscuros y una blusa desmangada, parecía como si hubiera arrancado las mangas, la capucha colgaba detrás de ella casualmente y todo lo que Cait podía mirar era la tinta que se extendía por los brazos musculosos, desapareciendo entre las vendas que tapaban sus antebrazos y nudillos.
Vi no dijo nada, sus ojos se encontraron con los de Caitlyn unos instantes antes de que ella empezara a andar, dirigiéndolos hacia la sala de entrenamiento, donde se mostraba un círculo central, varios sacos negros de arena que colgaban en la pared del fondo y paneles con forma humana en la pared contraria, con dianas de tres círculos en el centro.
— Esta es la sala de entrenamiento— dijo Vi, avanzando dentro sin mirarles— Estaréis aquí a las ocho cada mañana, aquí practicaréis toda la parte física de la primera etapa de la iniciación. Después de eso pasaremos a la etapa mental, donde seréis expuestos al límite igualmente. Por hoy solo aprenderéis lo básico, empezaremos disparando y en la tarde entrenaréis combate cuerpo a cuerpo, mañana lucharéis. Todo lo que hagáis será calificado, así que dad el máximo en todo momento— explicó firmemente, avanzando hacia la tabla verde del fondo.
Un pizarrón, Caitlyn no había visto uno desde sus primeras enseñanzas, pero pensó que por la misma naturaleza de Osadía, la prioridad serían las armas y los equipamientos y no la tecnología.
— Tomad un arma, os enseñaré cómo se hace una vez y luego es vuestro turno— ordenó Vi.
Cait se apresuró hacia la mesa donde las pistolas estaban dispuestas, tomando la que parecía más cercana, siendo que todas eran iguales. Sintió su peso en sus manos, probó la posición y la maneja de agarre. Era una pistola semiautomática, Cait había investigado sobre ellas, pero a mano solo había tenido el rifle con el que practicaba a escondidas, aunque suponía que no debía de ser tan difícil apuntar con estas, un rifle era más pesado para manejarlo.
— ¿Qué tiene que ver la parte mental y las armas con la valentía?— preguntó Marcus, sus palabras saliendo entrecortadas por un bostezo.
Vi se movió rápidamente, sus pasos la llevaron en un segundo a estar delante de Marcus, sus manos colocando el cargador lleno en el arma en un movimiento fluido, el cañón de su arma pegado a la frente de Marcus. Cait pudo ver el sudor frío deslizarse por la pálida piel, la manera en que el terror se apoderaba el joven mientras sus ojos se mantenían muy abiertos, alerta.
— Tienes un arma cargada en la mano, imbécil. ¡Despierta ya!— bramó Vi con rabia, respirando profundamente y luego alejando el arma— Y respondiendo a tu pregunta, porque será menos probable que os caguéis en los pantalones y llaméis a vuestras mamás si tenéis con qué defenderos y sabéis cómo usarlo.
Marcus no dijo nada, pero Cait pudo ver como su expresión se endurecía y su rostro se ponía rojo de la vergüenza. No supo bien por qué, pero Cait se sintió satisfecha con eso.
Vi no dijo más nada, se acercó a los paneles y se colocó a la distancia marcada, sus pies abriéndose al ancho de sus hombros, su brazo firme al sostener el arma, ambos ojos abiertos y fijos en el objetivo, sus dedos tirando del gatillo. Cait absorbió lo que veía, intentando lo mínimo distraerse con Vi y prestando más atención a la técnica, en definitiva, era cierto que no era tan diferente.
— Ahora ustedes— ordenó Vi, apartándose del medio y dejándolos pasar, posicionándose relativamente cerca de Cait cuando todos estuvieron frente a los objetivos.
Cait imitó la postura que había visto a Vi, alzó ambas manos para sostener el arma y se preparó para el retroceso ante el disparo. Sus ojos se centraron en el objetivo central, el anillo más pequeño y su respiración se ralentizó antes de que sus dedos tiraron del gatillo. La bala atravesó el centro sin problemas, volvió a disparar, esta pasó por el mismo agujero y Caitlyn sintió como el fuego corría por sus venas.
Aquí no tenía que esconder lo que le gustaba, aquí podía ser apreciada por eso. Disparó de nuevo acertando al centro una vez más, y repitió los disparos, enajenándose del mundo, hasta que el cargador estuvo vacío. Sus brazos bajaron, resintiendo la postura a la que habían sido sometidos y Cait pudo percibir todas las miradas sobre ella.
— Bien hecho— concedió Vi, sus ojos fijos en ella y Cait sintió como si un nudo se formara en su garganta nuevamente— Carguen de nuevo, sigan disparando hasta que consigan acertar aunque sea una vez, no les pediré tanto como para que sean tan buenos como ella.
Debía de sentirse avergonzada por la repentina atención, pero no era así. Caitlyn se sentía orgullosa, por primera vez la reconocían por algo que ella hacía, que le gustaba, que había aprendido y no estaba vinculado a las necesidades de su madre, y eso la hacía sentir poderosa.
Para el final de la mañana, Caitlyn había tenido que cambiar su objetivo tres veces, quemando por las balas los centros, pues siempre pasaba por el mismo agujero con cada disparo. Todos habían acertado una vez aunque fuera en ese punto, y finalmente se les permitía un descanso.
— Estadísticamente hablando, deberías de haber fallado aunque sea una vez si era la primera vez que disparabas— comentó Viktor, caminando a su lado mientras Leona y Diana se les unían.
— Pues las estadísticas están mal— rebatió Caitlyn, agradeciendo con una sonrisa a Diana la palmada de felicitaciones que le dio.
— Eras de Erudición, sabes más que eso, las estadísticas no se equivocan— repuso Viktor, pero no insistió más.
Mientras avanzaban hacia el comedor, todo lo que Cait podía pensar era que finalmente había encontrado su lugar. Podía hacer esto, podía superar la prueba de Osadía. Sería una osada.
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Hola por aquí, ¿qué les parece la iniciación? Particularmente Caitlyn empoderándose y abrazando sus habilidades me da mil años de vida.
En fin, comentarios, sugerencias o lo que quieran, por favor déjenlos aquí y sin más, SIGUIENTE🔜🔜🔜
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