Caitlyn iba camino al restaurante del edificio central de Erudición, su madre la había convocado para una cena por la celebración de la prueba, aunque ella sabía más que eso. Podía percibir la frialdad en la nota de su madre, alguien debía de haberla advertido de que Caitlyn se había ido a casa temprano de la prueba, lo que significaba que le esperaba un regaño, pero a ella realmente no le importaba. Sabía que tendría que enfrentarse a eso, pero su mente seguía repitiendo las palabras de Grayson como una premonición del desastre.
Llegó a la recepción, donde un muchacho atento le pidió su abrigo para colocarlo en el vestidor y luego la guió a través de las mesas hacia la mesa principal, aquella que quedaba al lado de la pared de cristal que dejaba una vista preciosa de la facción, la que su madre siempre reservaba. Pudo ver a Cassandra hablando animadamente con Jayce, y una punzada de celos corrió su cuerpo. ¿Cuántas veces Caitlyn se había esforzado al máximo esperando que su madre la mirase con el orgullo con el que miraba a Jayce? Caitlyn había perdido la cuenta.
No es que odiara a Jayce, el chico era cuatro años mayor que ella y había estado vinculado a los Kiramman desde que había completado la iniciación. Era un trasladado de Verdad, Heimerdinger, el líder de la facción de blanco y negro, había hablado con Cassandra aquella mañana antes de la Ceremonia de Elección, contándole sobre el chico y su hambre por el conocimiento y el avance.
Cuando Jayce escogió Erudición, su madre estaba escéptica ante su talento, pero en cada prueba de la iniciación Jayce había demostrado una capacidad inigualable, haciendo que Cassandra se aferrara a él desde el inicio, llamándolo un hombre de progreso. Llevaban trabajando juntos desde entonces y Caitlyn había aprendido a verlo como un hermano mayor.
Aun así, era imposible para ella no sentir celos de él y envidia, Jayce lo tenía fácil, le salía natural pertenecer a Erudición, ella no. Sin importar el día que fuera, Caitlyn siempre sentía que tenía que esforzarse el tiple para poder mantener los estándares de la facción, no decepcionar a su madre y sostener esa imagen impoluta que le vendían al público, pero en su interior una bestia rugía fuego, buscando liberarse.
— Me alegra que llegaras, pensé que nos dejarían plantados— la saludó Jayce, incorporándose para darle un abrazo rápido y dos besos en las mejillas.
— Jayce, madre— saludó Caitlyn, manteniendo la sonrisa durante tantos años practicada.
— Llegas tarde— reclamó Cassandra, haciendo a Caitlyn bajar la mirada hacia sus manos mientras Jayce le acercaba la silla como todo un caballero.
— Vamos, Cassandra, debe de estar todavía algo aturdida por su prueba, todos pasamos por eso— la defendió Jayce, llamando al mesero con un gesto para que trajera los platos.
Claramente, Cassandra ya había ordenado para todos, aun cuando Caitlyn no solía gustarle ninguna de las comidas que su madre consideraba apropiadas. Todas eran ridículamente pequeñas, con un ligero sabor a especias y apenas comían todo lo que fuera sano y le diera lo necesario al cuerpo, sin excederse en ningún momento.
— Hablando de la prueba— inició Cassandra, callando un instante mientras le servían el entrante— Escuché que te retiraste temprano, ni siquiera viniste en el autobús designado. Sabes que todo lo que haces afecta a la imagen de la facción, a mi imagen.
— Lo sé, madre, no fue intencional. El suero me afectó y me sentí mal, la señora que me hizo la prueba tuvo que ayudarme a llegar afuera por el pasillo del fondo para evitar que nadie me viera en esas precarias condiciones— excusó Caitlyn, manteniendo un tono modoso ante su madre, asegurándose de verse avergonzada y no mirarla mucho tiempo a los ojos. Lo bueno de sus escapadas nocturnas y deseos no acordes a la facción, era que Caitlyn había aprendido a mentir rápidamente en su vida, hasta hacerlo algo natural y creíble.
— Esperemos que no nos marque mucho— fue lo único que dijo Cassandra al respecto— ¿Hubo algún problema con tu prueba? Me comunicaron que tus resultados fueron ingresados manualmente— continuó indagando, preocupada solo por lo que los otros funcionarios y líderes podrían decir de ella.
— Como dije, madre, me sentí mal. Mi estómago se descompuso en medio de la prueba, no recuerdo muy bien qué sucedió, mi mente iba y venía entre la simulación y la realidad. Me fue incapaz de distinguir si vomité dentro o fuera de la simulación, supongo que habrá afectado al grabado de la prueba— explicó Caitlyn, suspirando suavemente en alivio al ver a su padre acercarse a la mesa.
— Lamento la tardanza, tuve un paciente complicado el día de hoy— comentó él, dándole un beso en la frente a Caitlyn, aunque eso significaba ganarse una mirada de regaño por parte de Cassandra, y sentándose al lado de su esposa, quien iba a la cabeza de la mesa— ¿Cómo te sientes, Caitlyn? Me informaron de tu malestar ante el suero.
— Estoy mejor ahora, padre— contestó Caitlyn, haciendo consciencia de que su madre le tenía prohibido decir papá o cualquier otra forma cariñosa en público.
— A mi equipo le fue solicitada la revisión del suero, aparentemente no fuiste la única afectada, quizás hubo algo que salió mal en la producción de este año o será alguna condición propia de los estudiantes. Siempre fuiste delicada del estómago, podría ser algo así— comunicó el hombre con una sonrisa calmada que transmitía comodidad a su hija, viendo como sus rasgados ojos se achicaban aún más, algo que ella adoraba de verlo sonreír. ¿Cómo podía ella dejar atrás algo así?
— No hablaremos de esos temas en público— regañó Cassandra, quien se hizo cargo de redirigir la conversación hacia los futuros avances que se aproximaban con los resultados de las investigaciones de Jayce.
Caitlyn pasó el resto de la cena en silencio, dándole miradas cómplices a su padre, que contenía la risa ante la forma en que Cassandra y Jayce lideraban una conversación que los excluía a ellos en todo momento. Cuando hubieron terminado, los cuatro montaron el auto dispuesto para Cassandra, quien hizo a Jayce manejar hasta la mansión Kiramman, uno de los lujos de que ella fuera la líder de la facción. Cassandra no esperó un segundo, apenas estuvieron dentro de la mansión anunció que era hora de que Caitlyn se retirase a su cuarto, el día siguiente era muy importante.
Sin nada que decir, Caitlyn asintió con la cabeza, retirándose a su habitación prontamente, buscando que una noche de sueño le trajera la paz a su mente, pero no podía dejar de pensar en que esa mujer que era su madre era una de las que no dudaría un segundo en pegarle un tiro si se enteraba que era divergente. La mera palabra sonaba a peligro, si alguien lo descubría estaba muerta. A un paso de entrar a su habitación, la voz de su padre subiendo las escaleras la detuvo.
— Cait— llamó el hombre dulcemente, Caitlyn giró hacia él y esperó a que llegase a donde ella estaba— Quería desearte buenas noches.
— Gracias, papá— dijo ella suavemente, aceptando el abrazo fuerte que su padre le daba, acompañado de un beso en la frente. Cuando se apartaron su padre la miró con adoración, sosteniendo el rostro de Cait entre sus manos.
— Quiero que sepas que eres mi hija y te amo, sin importar nada. Mañana es un día importante y sé que quieres complacer a tu madre, enorgullecer a la familia delante de la facción, pero a veces es más importante enorgullecernos a nosotros— habló su padre, transmitiéndole tanto amor con esas palabras que apenas podía concebir que alguien realmente se lo estuviera dando— Pensar en la familia es importante, pero somos nosotros quienes tendremos que vivir para siempre con la elección que hagamos.
Caitlyn no dijo nada, sentía las lágrimas en sus ojos y el nudo en su garganta deteniendo cualquier tipo de palabra. Su padre le dio un último abrazo y luego se alejó, dejando que ella se adentrara en su habitación, permitiendo que en su privacidad las lágrimas corrieran y su cuerpo se deslizara por la puerta hacia el suelo, el miedo y el dolor cubriendo su mente. Para cuando la mañana llegó, Caitlyn no había podido dormir nada, en la madrugada las lágrimas habían parado, pero su mente repetía la advertencia de muerte como si fuera un tatuaje en su consciencia.
El baño de la mañana fue rápido, la ducha caliente no parecía hacer nada para ayudar a su mente. Se vistió con calma, usando el vestido azul oscuro, de mangas largas, cuya falda larga le llegaba hasta mediados de las piernas, que había tapado totalmente con unas pantimedias negras, y unos zapatos negros de tacón bajo.
Debajo de este debía de usar un vestido más sencillo de un color lavanda, que se abotonaba al frente y tenía un cuello, al cual tuvo que prestar especial atención para doblar apropiadamente, pues sobresalía por el escote serio y nada marcado del vestido azul. Todo había sido escogido por su madre desde hacía dos meses, por lo que la alimentación de Caitlyn para que su talla no variase se había visto restringida en ese tiempo.
Se observó por última vez en el espejo, el maquillaje serio y natural tapando sus imperfecciones, el cabello largo hasta por sus codos perfectamente alisado, su vestido sin arrugas. La imagen perfecta de la hija de la líder de Erudición y ante eso, Caitlyn quiso llorar. Mientras bajaba las escaleras para sentarse a desayunar apropiadamente con sus padres, Caitlyn no podía dejar de repetir la conversación con su padre la noche anterior. ¿Qué tanto sabía él de los temores de Caitlyn? ¿Había descubierto sus escapadas nocturnas? ¿Entendía que ella se sentía fuera de lugar en Erudición?
Cassandra inspeccionó el aspecto de su hija apenas la vio, asintiendo positivamente ante la imagen que veía e indicándole que desayunara de inmediato, tenían que ser de los primeros en llegar. Abnegación daría el discurso ese año y considerando que siempre era los últimos en subir y lo hacían por las escaleras, mientras más pronto todos estuvieran presentes, más temprano iniciarían, ajustándose al horario perfectamente planificado de Cassandra. Caitlyn asintió, sentándose y comiendo su desayuno integral mientras le daba miradas de soslayo a su padre, quien le sonreía abiertamente, apoyándola.
Salieron juntos de la casa, encontrándose con Jayce, quien se había ofrecido a conducir ese día y así acompañaba a la familia. El viaje en auto fue silencioso, la tensión en Cassandra y los nervios de Caitlyn impregnaban el pequeño ambiente y nadie se atrevió a perturbar la fingida paz. Cuando el edificio del Centro se mostró delante de ellos, Caitlyn sintió que no lo había visto nunca en la vida. Por primera vez subiría hasta el tercer nivel donde se hacía la Ceremonia de Elección.
El sonido del tren llegando por las vías que se alzaban con columnas por encima de las carreteras atrajo su atención, viendo como los de Osadía saltaban del tren en movimiento hacia las rampas dispuestas para ellos. Todo era gritos, algarabía y colores en esa facción.
Caitlyn escuchó a su madre farfullar por lo bajo algo similar a animales salvajes antes de liderar el paso hacia el edificio, disponiendo que subieran en los ascensores. Solo Osadía y Abnegación usaba las escaleras, los primeros por la adrenalina de competir para ver quién era el mejor, los últimos para permitir que los demás usaran la comodidad y no perturbar a nadie. Ambas causas Caitlyn las encontraba atrayentes.
La sala de la elección era un anfiteatro inmenso, en el centro se encontraba la plataforma donde se desarrollaba el momento importante, los cinco cuencos conteniendo el elemento que representaba a cada facción, todo iluminado en blanco. Los asientos eran filas descendientes, entrabas por el nivel alto y las escaleras que iban mostrando las gradas donde todos se sentarían, divididos en las cinco facciones, dejando un espacio de asientos que se mantenía a un nivel por debajo de la plataforma de elección, que era donde se sentarían los novatos, ya sea que fueran trasladados o no.
Mientras Cassandra los guiaba hacia sus asientos, Mel Medarda, la líder de Cordialidad, se les acercó. Caitlyn pudo percibir la tensión en Cassandra ante la presencia de Mel, pero ella solo pudo pensar en cómo Jayce tartamudeaba cuando se encontraba con la mujer, destellante en vestidos suaves de color amarillo que acentuaban su oscura piel.
Caitlyn tenía que admitir que Mel era una mujer hermosa, por lo que no le extrañaba el enamoramiento de Jayce por ella, aun con la poca interacción que habían tenido, porque si Osadía y Abnegación eran las dos facciones más contrarias, Erudición y Cordialidad eran las que le seguían como opuestos. Había sido una pena que Jayce no tuviera permitido entrar, solo estudiantes y familiares podían pasar ese día.
— Cassandra, veo que le corresponde a tu hija la Ceremonia de Elección— saludó Mel con elegancia y fluidez, manteniendo su serenidad en todo momento.
— Es un momento importante, en efecto, Mel— respondió Cassandra, intentando mantener la compostura.
— Cuando todo termine tenemos que hablar de cómo el suero ha estado enfermando a ciertos estudiantes. Eso no es apropiado, como entenderás— comunicó Mel, sus palabras calando hondo dentro de la líder de Erudición.
— El equipo ya fue designado para esa investigación, por el momento se puede sostener la elección a base de los resultados de la prueba— respondió Cassandra, creyendo su respuesta infalible.
— Pero se puede escoger lo que sea, independientemente del resultado— todos se quedaron en silencio, Caitlyn sintió un frio correr por su cuerpo al darse cuenta que no solo había pensado esas palabras, sino que las había dicho en voz alta.
— En efecto, la prueba te dice que aptitudes resaltan más en tu personalidad, pero la elección es enteramente tuya— confirmó Mel, su mirada oscura fija en Caitlyn.
— Aunque eso no es lo que se quiere— continuó ella, sin ser capaz de contener las palabras de su boca. ¿Desde cuándo era tan descontrolada?
— Lo que se quiere, Caitlyn, es que los estudiantes escojan aquello a lo que pertenecer, lo que verdaderamente son, no lo que creen que son o lo que quieren ser, pero no son— intervino Cassandra con dureza en su voz, Caitlyn sabía que era un regaño directo.
— La ceremonia va a comenzar, me temo que me retiro— anunció Mel, dándole una última mirada a Caitlyn mientras se retiraba hacia las gradas de Cordialidad.
Caitlyn podía sentir como su madre quería reprenderla allí mismo, pero su padre sostuvo su mano, entrelazándola y calmando la furia dentro de ella, recordándole que no era el momento ni el lugar apropiado, por lo que Cassandra simplemente continuó caminando hacia el frente de las gradas de Erudición, sentándose ella, su esposo y al lado Caitlyn. Las luces de las gradas bajaron hasta que solo se iluminaba la plataforma de elección, donde apareció el líder de Abnegación, listo para su discurso.
— Buenos días a todos— saludó pasivamente— Aunque creo que todos me conocen, mi nombre es Vander, soy el líder de Abnegación y este año me correspondió el honor de ser quien dirija la Ceremonia de Elección. Como todos sabéis, las facciones surgieron hace dos siglos, cuando la guerra devastó a la humanidad y los sobrevivientes decidieron buscar una forma de sostener la paz. Las facciones son lo que nos mantiene vivos aun hoy día, doscientos años después. Hoy ustedes escogen su futuro, sabiendo que lo que elijan ha de ser permanente, vivirán con esa elección el resto de sus vidas, porque la facción siempre va antes que la sangre. Así que espero que escojan dignamente, con la sabiduría de un erudito, la valentía de un osado, la verdad de un honesto, la amabilidad de un cordial y el altruismo de un abnegado. Que empiece la Ceremonia de Elección.
Caitlyn podía ver que Vander iba diciendo nombres y como, uno por uno, se iban levantando adolescentes de dieciséis años, iguales a ella, sin importar su facción. Todos se acercaban a la plataforma, recibían un cuchillo de mano de Vander, hacían un corte certero en la palma de su mano y caminaban hacia el cuenco de su elección, dejando que la gota de agua tocase el elemento representante. Sin embargo, Caitlyn solo pensaba en las palabras de Vander, ese discurso que parecía exhortarlos a escoger usando los mejores rasgos de cada facción, como un divergente.
«No, ser divergente es malo, si lo descubren estoy muerta»
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la mezcla de vítores y abucheos, a sus oídos llegaba el llanto sollozante de una señora que era abrazada por su esposo, un chico de Cordialidad se acercaba a las gradas de Verdad, convirtiéndose en el primer trasladado. Ese año la ceremonia se efectuaba en el orden inverso, la lista de nombres había empezado por la Z, por lo que su apellido iba siendo uno de los últimos, alargando su agonía. A lo largo de las horas el proceso se repetía, a veces solo había vítores, otras volvía a mezclarse con abucheos y llantos. Todo mostrándose como una tortura para Caitlyn, hasta que todo quedó en silencio en sus oídos.
— Caitlyn Kiramman— llamó Vander con firmeza.
Caitlyn sintió el apretón sincero de su padre en su mano, pero ella no le miró, sus ojos fijos en la mesa que sostenía los cuencos blancos esperando por ella. Sentía un sonido peculiar en sus oídos, tardó unos pasos en darse cuenta de que no provenía de la sala, que eran los nervios haciendo mella en sus sentidos. Sus pies se mantenían firmes, aunque ella los sentía de gelatina. Como cada vez que un joven se acercaba a la plataforma, todos permanecían en silencio, podía escuchar el eco de cada una de sus pisadas, hasta que se vio delante de Vander, quien le ofrecía un cuchillo y le sonreía suavemente, confortándola ante su obvio nerviosismo.
Su mano temblorosa agarró el cuchillo, acercándose hacia la mesa con los cuencos, que se doblaba en herradura y la dejaba a ella en el centro. Su mente le recordó que debía de hacer una cosa a la vez, por lo que primero se concentró en apoyar el filo del cuchillo en su piel, presionar y deslizar firmemente, haciendo un corte de dos centímetros en su palma izquierda. Su mano se dobló para que la sangre se acumulara dentro, y sus ojos se fijaron en los cuencos delante de ella.
La tierra de Cordialidad y los vidrios de Verdad quedaban a su derecha, el cuenco con agua de Erudición estaba al frente y los carbones encendidos de Osadía, junto con las piedras grises de Abnegación, quedaban a su izquierda. Sabía por descarte que no iría Verdad y se conocía lo suficiente para saber que su egoísmo no funcionaría en Cordialidad. Sus únicas opciones eran las que se mostraban de frente y a su izquierda.
«Ve a la facción que te pueda mantener a salvo, si te descubren estás muerta.»
Las palabras de Grayson se repetían en su mente, era divergente, tenía que actuar en consecuencia. En Erudición estaban Jayce y su padre, quienes podían protegerla, pero si su madre se enteraba la decepción sería mayúscula, no la perdonaría, eso afectaría su imagen ante el Concejo de facciones. Su madre no detendría su asesinato.
Abnegación, esa era la opción lógica, esa era la facción más segura, los abnegados jamás la matarían, no lo permitirían, pero eso sería condenarse de por vida. Ella no era altruista, sí valoraba a los demás y los defendía si hacía falta, aun cuando eso conllevaba a un regaño en casa, pero de allí a olvidarse de sí misma por siempre para servir a otros, era diferente.
Caitlyn llevaba toda la vida olvidándose de sí misma, aceptando lo que su madre consideraba que era lo mejor, lo que beneficiaba a la familia y su imagen, a la facción. No, no podía escoger Abnegación, despojarse de todo pensamiento egoísta cuando precisamente eso era lo que la forzaba a alejarse de su familia sería un suicidio, uno lento y tortuoso.
La sangre se acumulaba en su mano, podía sentir como había llegado a sus dedos y la gota caería al suelo sino se apuraba. Dio una inspiración brusca y profunda, que en el silencio del salón se escuchó por todas partes, casi podía escuchar a su madre regañándola por no mantener la entereza en ese momento, por demorarse demasiado en la elección, por afectar su imagen.
La exclamación que recorrió el salón llenó sus oídos, todos se mostraron atónitos, nadie podía creer lo que acababan de ver y Caitlyn tampoco. Había sido instintivo, ni siquiera se había dado cuenta de lo que había pasado, pero antes de poder procesarlo su brazo se había estirado, su mano se había cerrado en un puño y la sangre había goteado, precipitándose sobre el cuenco y quemándose contra las brasas.
«Qué se jodan todos, yo voy a sobrevivir»
Fue el último pensamiento de Caitlyn mientras entregaba el cuchillo a un funcionario de Abnegación que le entregaba una toalla para limpiar la herida y una curita. Se negó a mirar hacia su madre, hacia su antigua facción, sus pasos firmes llevándola hacia las gradas de Osadía, donde varias manos le palmearon la espalda o los brazos, felicitándola por unirse a ellos, contentos de tenerla allí, vitoreando su elección, recibiéndola con los brazos abiertos en su nueva facción, su nueva familia.
La ceremonia continuó después de ese momento, pero Caitlyn solo se concentró en limpiar la sangre de su mano y tapar su herida con la curita, hasta que otro integrante se unió a Osadía, pues entonces fue su turno de vitorear y felicitar con los demás, de sentir lo que era estar acompañada. Otra hora más pasó, en la cual Caitlyn se mantuvo con la mirada en la plataforma, aunque podía sentir con claridad los ojos de su madre perforándole el cuerpo, y entonces el último joven eligió, siendo un trasladado hacia Cordialidad, la ceremonia había acabado.
Caitlyn sintió como toda Osadía se levantaba, ellos siempre eran los primeros en salir, bajando las escaleras con esa algarabía que los caracterizaba. Ella se puso de pie, intentando mantener el equilibrio entre el mar de personas que se empujaban por ser los primeros en salir. Cuando llegó al nivel más alto del anfiteatro, a un metro de las puertas por las que todos salían, decidió que no podía solo irse así.
Su cuerpo se movió como atraído por algo más, sus ojos encontrando la mirada pétrea de su madre, que la enjuiciaba con odio, su pecho se apretó ante eso, pero entonces vio los ojos amables de su padre, la sonrisa clara aun cuando su rostro estaba decorado con lágrimas, un te amo articulado que este le dedicó y ella supo que había escogido bien, que eso era lo que él había querido la noche anterior. Caitlyn le sonrió a su padre y después se dejó arrastrar por los osados, alejándose de todo lo demás, rumbo a su nueva facción.
**************
Hacer que el papá de Caitlyn sea un amor is my passion. 🤣🤣🤣🤣.
Entonces díganme qué opinan, yo siento que ha quedado bastante bien, pero igual me gustaría saber vuestro punto de vista. Creo también que si no has leído divergente de igual manera la escritura se explica, o sea, que no es necesario haberlo leído, digo yo.
En fin, queda otro capítulo más para despedirnos por el momento, así que sin más, SIGUIENTE🔜🔜🔜.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro