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34 ━━━ Before and after.

━━━ ❛ VALHALLA XXXIV ❜ ━━━

Lo primero que hago al poner un pie en la cabaña de Thor es tratar de llenarme la cabeza con suficientes trivialidades para ocultar la expresión lívida que seguramente poseé mi rostro. Así que, mientras camino por el estrecho pasillo repleto de abrigos, me esfuerzo por no rememorar nada de lo que sucedió en Aetas ni mucho menos la conversación con Amethyst. De momento no puedo dejar que alguien se dé cuenta de lo que está pasando, al menos no hasta que yo misma no me sienta lo suficientemente valiente como para afrontarlo.

Pero por más que evito pensar en ello, los niveles de ansiedad en mi sistema no se disipan.

Mientras todo sucedía no sentí nada, pero ahora que ha bajado la adrenalina y estoy de vuelta, me siento muy mal. Mi corazón palpita con tal virulencia que el sonido que hace es muy similar al de un vidrio rompiéndose en pedazos, veo claramente cómo mis manos están temblando de manera imperceptible, aún cuando yo no soy consciente de ello, estas se mueven tanto que parecen un borrón. Cuando mi respiración empieza a quebrarse es cuando me doy cuenta de lo que va a suceder y no voy a poder evitarlo. Siento muchas ganas de llorar y detengo mi paso cuando me da la impresión de que el pasillo se está cerrando encima de mí y el techo va a caerme en la cabeza hasta aplastarme.

Sé que, quizás, no debería ponerme así. Quizás debería sentirme esperanzada y tranquila ahora que Amethyst nos ha contado el significado detrás de tres versos la profecía, ahora que sé que Eyra no corre un peligro sustancial... Pero no es lo que sucede. Pasa que esto, de pronto, se ha vuelto mucho más grande. Ahora no solo se trata de una profecía, ahora Amethyst quiere regresar en el tiempo, quiere revivir a Harper, quiere traer las gemas, entrar al Monte Alma y, también, destruir el collar. Pero realmente no lo hace ella, tenemos que hacerlo nosotros.

Y quiere que yo empuñe el collar de Autem. Yo.

Ni siquiera estoy segura de tener la fuerza física y mental para lograrlo, pero me dicen que tengo que hacerlo. Que, dolorosamente, tengo que canalizar todo lo que era Cyrano para poder hacerlo. Que tengo que aferrarme a ese sentimiento tan horrible del que he tratado de deshacerme hace muchísimo tiempo por el bien común. Sucumbir al instinto de violencia cegador que me guía en batalla, y volverlo uno conmigo misma... pero no puedo hacer eso. No puedo porque, además de insoportable, no puedo asegurar que al hacerlo pueda regresar a mí misma. Cuando peleo y estoy en grave peligro, esa ansía de sangre me quema el pecho y me salva la vida, y después de hacerlo me resulta extremadamente difícil deshacerme de esa sensación. No creo ser capaz de invocarla y dejarla ir. Si le permito entrar voluntariamente en mi cuerpo... ahí se va a quedar. Para siempre. Yo lo sé, lo siento en mi corazón y eso me dice que no lo haga.

Pero realmente no tengo una opción, ¿verdad? Incluso si me resulta imposible y doloroso, es mi deber, es lo correcto. Es la única manera que tengo de asegurar que mi hija tenga un mundo que no esté manchado como este... de que todos estén de vuelta. No quiero fallarle a Eyra, que piense que su madre no luchó. No quiero decepcionar a Victoria, que con ojos esperanzados se ilusionó con que Vera puede regresar.

Pero, más importante que todo eso, es que no puedo dejar que nadie más se sacrifique por mí. Ya no más. Ezio, mi madre, Daven, Eisa. Sus muertes no han sido en vano; todos se sacrificaron para que yo viviera, no puedo ser una cobarde. Tengo que hacer esto.

Ya no puedo permitir que alguien más dé su vida por mí. Ya no...

Me aferro con todas mis fuerzas a la pared para sostenerme y no dejarme caer. Solo tienes que respirar, me recuerdo con calma. Todo se reduce a una simple inhalación profunda.

—¿Mami?

Me muevo muy despacio, intentando simular que no está pasando nada, pero mi pecho continúa subiendo y bajando de manera irregular. Tomo una bocanada de aire y esbozo una sonrisa para que Eyra no se fije en lo terrible que es mi estado ahora mismo.

—Hola, princesita —la saludo, pero no soy capaz de evitar que la voz se me rompa al final de la oración. La pequeña rubia me mira con un poco de miedo escrito en sus facciones.

—¿Estás bien, mami?

—Sí, princesa. Mamá está bien.

La niña vacila en el último escalón, pero finalmente decide echar a correr hacia mí. Da un salto y tengo que atraparla en el aire porque va a resbalarse.

Mi corazón agradece el contacto de su piel con la mía y la manera en la que pone su mano en mi cuello, recostando su cabeza de mi hombro.

—¿Qué pasa, Eyra? —pregunto en voz baja con curiosidad. Este no es un comportamiento habitual—. ¿Estás bien? ¿Dónde está papá?

La niña guarda silencio por largo segundo, y eso hace que una alarma de advertencia suene en mi cabeza. Eyra nunca deja de hablar, es una niña demasiado parlanchina. Y además, nunca está encima de mí así, ni siquiera de Thor. Lo que hace es molestar al rubio o sentarse a su lado, pero no es de subirse a nosotros. Más sin embargo aquí está, aferrada a mi cuello con toda la fuerza que sus debiluchos brazos puedan proporcionarle, y callada en su totalidad.

—Eyra —la llamo de nuevo, con el pánico colándose en mis palabras.

—Está dormido —contesta en voz extremadamente baja, casi ininteligible.

Con cuidado retrocedo para salir de la cabaña. El día está inusualmente soleado en Nuevo Asgard, por lo que los rayos del sol hacen que el cabello de la niña brille como si fuera oro.

—¿Qué pasa, Eyra? —vuelvo a preguntar.

Hay un montón de rocas apiladas y lisas a un metro de la cabaña, así que me apresuro a llegar hasta ahí para sentar a la niña sobre ellas y poder verla de frente.

Cuando lo hago me doy cuenta de que está cabizbaja y se encuentra haciendo un puchero, pues el labio inferior le está temblando, como si quisiera echarse a llorar. Paso mi mano por su frente, sacándole el cabello del rostro, y la miro completamente desconcertada.

—Por favor habla conmigo —le pido ansiosamente.

Eyra niega con la cabeza.

—Te fuiste —repone con la voz chillona. Está llorando—. Me desperté y no estabas, no me gusta que me dejes sola. No lo hagas otra vez —lloriquea—. No quiero estar lejos de ti, tenemos que estar juntas, mamá.

La tomo de las mejillas.

—Perdón por haberme ido, princesa, pero tenía que hacer unas cosas —le explico con la voz suave—. Pero te quedaste con papá, a ti te encanta estar con papá, ¿te pasó algo?

Eyra niega rotundamente con la cabeza sin dejar de llorar.

—Lo hice mal. Lo hice muy mal. Pensé que tenía que cuidar siempre a papá, pero también tengo que cuidarte a ti.

—No te estoy entendiendo, princesa —admito en un murmuro.

Allí es cuando la veo hipar y me desespero por saber qué le está sucediendo. Eyra no es una niña llorona, y tener estos episodios tan seguidos hace que mi histeria se dispare como loca. No sé qué está sucediendo y eso me perturba.

Lucho por calmarme y tragar saliva, pero me siento muy angustiada.

—Siento que algo muy malo va a pasar —dice, mirándome a los ojos por primera vez en todo ese rato. Como si de una reacción automática se tratase, mi corazón se queda inmóvil en mi pecho, dando la impresión de que alguien lo está sujetando y le impide hacer algo.

Y no se trata solo de la preposición que sale de su boca, sino del aspecto agrisado y tormentoso que adoptan sus ojos al hacerlo. Eyra está temblando de miedo y me parece que también es muy consciente de ese hecho. Hay algo en la manera en la que su voz se resquebraja y sus ojos me observan que me gritan que no se trata de ningún tipo de pánico insignificante o efímero que puede desaparecer en un rato; es más bien una certeza absoluta la que la hace temer, como si en verdad supiera de qué va el conflicto e, incluso, cómo terminará. Esto mismo me aterroriza y hace que toda mi ansiedad regrese.
No, digo para mis adentros con aspereza, la ansiedad no puede regresar porque nunca se fue.

Pero no puedo, por ningún motivo, permitir que Eyra se dé que cuenta que yo también estoy asustada.

—Oye, ven acá —me apresuro a tomarla del rostro para limpiar sus lágrimas con el dorso de mi mano—. Todo va a estar bien, te lo prometo. No tienes que tener miedo, mamá siempre te va a proteger.

Eyra negó.

—Yo sé que puedes protegerme, sé que papá también puede hacerlo, ¿pero quién te protege a ti? —volvió a lloriquear.

—No importa —susurro con una sacudida de cabeza—. Tú no tienes que preocuparte por esto porque todo va a estar bien. Nosotras siempre vamos a estar juntas —le aseguro. Dejo de acariciarle el rostro y pongo mi mano derecha en su pecho, justo encima de su corazón que ahora late violentamente—: Aquí. El universo puede llegar a su fin pero, aquí, nada va a cambiar. ¿Confías en mí?

La niña se limita a sacudir la cabeza también para abrazarme de nuevo con mucha fuerza, como si no quisiera soltarme.

Es horrible no tener respuesta alguna.


👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰


No pude dejar la cabaña después del incidente de Eyra, ella no me lo permitió en absoluto. No quería alejarse de Thor pero tampoco quería que yo me fuera, y hay que admitir que es muy improbable que Thor sea el que salga, así que, soy yo la que debe quedarse. Aunque recoger el chiquero ayuda a mantener mi cabeza alejada de los pensamientos de índole agónico que no han dejado de atormentarme.

"El reloj empezó a caer", había dicho Amethyst en nuestro camino de regreso a la tierra, dando a entender que acabamos de entrar en la recta final de una carrera posiblemente mortal. En este momento Victoria debe de estar develando todo lo que sabemos, informando a Beverly y a Halley lo que se debe hacer. Amethyst también había hablado de Scott Lang y Silena Vassos, y los denominó como una pieza fundamental de la ecuación.

El problema con Amethyst es que, aunque sea la representación del tiempo, ella no puede profanar sus propios principios —tales como no alterar los hechos que ya sucedieron o revelar el final de la disparidad. Al menos no personalmente, por eso necesita peones que muevan sus piezas mientras ella supervisa. Amethyst dijo que Scott Lang tiene la clave para descifrar el misterio de viajar en el tiempo, pero que sin embargo no está en sus manos resolverlo. Alguien más está encargado de esa tarea, pero, ¿quién?

Es bastante complicado porque, así como Scott Lang es una pieza importante en este rompecabezas que apenas empezamos a armar, Silena Vassos representa una grieta. Se trata de la primera víctima de la prepotencia de Althea, la primera maldición que ejecutó. Aún recuerdo muy bien cuando Loki y Eisa me hablaron de la segunda, de Calypso Auberon, pero tengo entendido que ambos casos son ligeramente distintos. La disidencia que genera todo esto es que no estoy muy segura de cuál será la reacción de Silena ante la presencia de las hijas de la mujer que la maldijo eternamente, pero Halley la conoce, así que eso puede ser ventajoso, ¿no? O desventajoso.

Empiezo a preguntarme si acaso Halley conoce a todo el mundo, porque es como un centro de comunicaciones universal.

La cosa no pinta muy bonita: Scott Lang es la clave, pero la mujer que está con él probablemente aborrezca nuestra descendencia. ¿Y si eso lo orilla a no ayudarnos? Porque yo, definitivamente, no haría nada por la familia de la mujer que me condenó. Y la posibilidad de que Silena actúe de esa manera son muchísimas, quizás hasta se trate de una persona llena de resentimiento por el montón de milenios que ha tenido que vagar sola por el mundo.

Althea de verdad que solo complica las cosas...

El cielo del atardecer es deprimente, casi oscuro en su totalidad por el ocaso, cosa que no ayuda en absoluto a mis nervios. ¿Y qué tampoco ayuda a mis nervios? ¡Las decenas de latas de cerveza escondidas bajo el sofá!

Fue un arduo trabajo conseguir que Eyra tomara la siesta después del incidente del mediodía, pero finalmente lo conseguí. Thor ni siquiera se ha levantado desde que llegué, por eso todo está tan callado.

—¿Estás hablando de mí?

Doy un salto hacia atrás del susto y se me caen las latas de nuevo sobre el sofá. No estaba hablando de él, estaba pensando en él. ¿Y este desde cuándo podía leer mentes? Me estremezco.

—No, no lo estaba —entrecierro los al verlo rascarse la panza y bostezar—. ¿Tuviste una buena siesta?

El rubio hace una mueca.

—¿Es Eyra la que está durmiendo en la otra habitación?

—No, es un fantasma.

Thor se mofa de mí en voz baja y pasa de largo hasta la cocina. Yo me inclino de nuevo para tomar las latas del sofá, pero entonces recuerdo algo que no puedes dejar.

—Oye, fortachón —pura costumbre llamarlo así—. Nunca me dijiste que te metiste a Aetas con Victoria y se robaron a Vera.

Escucho cómo se cae un vaso de metal.

—Uy, se me olvidó —se excusa con torpeza.

—Ah, pero es un detalle insignificante, ¿no? Y le ganaste a Urian, ¿verdad?

—Totalmente. Yo fui el que lo derrotó.

—¿Y sabías que todo fue un plan de Amethyst? ¿Que ella los dejó ganar a ambos?

Alzo las cejas con expresión taimada al verlo asomar la cabeza hacia donde yo estoy.

—Estás bromeando —dice con una sonrisa divertida.

—Para nada.

Allí empieza a quejarse.

—¡Fue una de mis mejores batallas! ¡Es mentira! ¡Yo le gané! ¡Y la... ¿Y tú cómo sabes eso, sirena? ¿Dónde estabas? —el gesto quejoso se transforma rápidamente en un ceño fruncido—. No fuiste a Aetas, ¿verdad? Porque ese es un lugar peligroso y Amethyst no es de fiar, Victoria lo sabe. No te pusiste en riesgo, ¿verdad, Crystal?

—Define riesgo —arrugo la nariz.

—Hace tres días me gritaste porque me subí al techo e invoqué unos rayitos, ¡y tú te fuiste a Aetas!

—Son dos cosas completamente distintas —lo señalo, pero al mismo tiempo se me ocurre algo—: ¿Y por qué te importa, siquiera?

Thor ve mi reacción y suelta una buena cantidad de aire por la boca, pero acaba apretando los labios, pensativo.

—Todavía te importo un poquito, ¿verdad? —insisto. No soy capaz de detener la creciente sonrisa que ilumina mi rostro y tampoco el palpitar desbocado con el que empieza a moverse mi corazón, haciendo que mis pies también vayan hacia adelante, buscando al rubio que está bajo el umbral de la puerta con el ceño fruncido.

Thor ladea la cabeza.

—Eres absurda.

—El absurdo eres tú. Todavía me amas, eh.

—Yo tengo hambre —se gira apresuradamente, pero alcanzo a pasar debajo de sus brazos abiertos y me le paro en frente, ya dentro de la cocina. Lo observo a la espera—: ¿Q-Qué pasa? —titubea.

—¿Por qué tienes que ser así?

—¿Así cómo?

Resoplo y le pongo muy mala cara. De pronto me da un ataque de histeria y frustración que me deja con la cabeza vencida hacia atrás.

—¡Así! —lo señalo entre jadeos—. Por cinco años completos lo único que has hecho es apartarte de mí con todas tus fuerzas, incluso aunque yo sé que todavía me amas. Nunca dejaste de hacerlo. De verdad crees que no me mereces pero es todo lo contrario, y no es justo, porque todo lo que yo hago es pasármela llorando detrás de ti y... ¡Agh! Te amo, Thor. Siempre lo hice y siempre lo voy a hacer, pero necesito que me dejes entrar. Lo necesito. No estás solo, tienes algo que perder y lo tienes frente a ti. Por favor déjame ayudarte por una vez, porque tú siempre estuviste ahí para ayudarme a mí, en todo. Eres todo lo que me queda y Eyra sería muchísimo más feliz si no se la pasara viendo cómo sus padres se arrastran alrededor del otro.

» Esto —tomo su mano y la pongo en mi pecho— ha estado latiendo por ti por un milenio completo y no va a dejar de hacerlo solamente porque me eches afuera. Estoy dispuesta a seguir esperando, pero si tengo que plantarme aquí y no dejarte más opción que cooperar también lo voy a hacer. Vivimos bastante, es cierto, pero no lo suficiente para pasarnos el resto de nuestros días separados por un abismo que nosotros mismos pusimos ahí.

Thor menea la cabeza.

—Crystal...

—No —exclamo con la voz ahogada y llevando mis manos hasta su rostro. Acaricio la línea de la cicatriz de su ojo izquierdo, viendo cómo el orbe azul y el de color avellana me enfocan con algo muy parecido al anhelo—. Por favor no te apartes de mí. Te lo pido.

Solo tengo oportunidad de registrar la turbada expresión de su rostro antes de que sus labios se aplasten contra los míos. Espero el momento en el que ocurra lo mismo de siempre: Thor se retracta, se separa, pide una disculpa y se va corriendo para encerrarse y luego no le veo la cara en días... pero no sucede. Él permanece allí, besándome sin detenerse ni mucho menos vacilar.

No soy capaz de recordar exactamente cuándo fue la última vez que estuvimos así; ha pasado mucho tiempo. Por eso me sorprende como, durante un largo rato, lo único que resuena levemente en toda la habitación es el sonido que hacen nuestros labios al moverse y las respiraciones profundas que suelta Thor cada tanto, como si fueran rugidos aplacados por la presión de mi boca sobre la suya y el rítmico golpeteo de mi corazón. Cuidadosamente, para no estropear el poco avance, dejo que la punta de mi lengua toque su labio, haciendo que él suspire, más no me aparta. Siento sus gruesas manos bajar hasta tomarme de la cintura, pero acaba dejando una sola allí. Cuando me percato de que su mano derecha está revoloteando encima de mi trasero, haciendo que la tela del vestido floreado se levante más, frunzo el ceño. Me está tocando el trasero de una manera bastante particular, de la misma manera en la que lo hacía antes cuando quería... ¡Oh!

¡Oh por Dios!

Abro los ojos y me aparto de su boca para mirarlo bien. Me encuentro con sus ojos mirándome con algo bastante inusual escrito en ellos.

—¿De verdad? —le pregunto con la respiración agitada, juntando su frente con la mía.

—Sí —asiente con la voz muy ronca y tremulosa, únicamente para acercar más su rostro al mío. Ahora es él quien me toma de las mejillas—. Mis... Mis palabras no... —respira hondo—. Mis palabras no son suficientes, nunca lo serán. No sé qué hacer, Crystal —admite con dolor—. Te quiero conmigo, pero no te...

Lo beso.

—Sí me mereces, sí mereces todas las cosas buenas del mundo. Te lo juro que es así. Si no fuera cierto, ¿crees que te dejaría besarme así después de todo? —vuelvo a besarlo brevemente—. Mi corazón es tuyo y yo también.

Sujeto sus hombros y me abrazo a él con fuerza, solo para sentirlo corresponderme de la misma manera.

—¿Te sientes bien? —le pregunto en voz bajita. Él asiente contra mí.

—En este momento sí...

Y allí siento su mano otra vez encima de mi trasero. Doy un cabezazo y, antes de que el ambiente cambie, lo tomo de la mano y empiezo a dirigirlo escaleras arriba.

Esta vez se trata de él quien profundiza el beso cuando yo cierro silenciosamente la puerta de la habitación, para después empujarlo poco a poco hacia la gigantesca cama que está a sus espaldas. Thor cae sentado mientras que yo no dejo de besarlo, así que me subo a horcajadas sobre él y paso mis brazos alrededor de su cuello. Cuando me separo para retirar por encima de mi cabeza toda la suave tela que cubre mi cuerpo y vuelvo a caer encima de él, siento algo duro presionar en medio de mis piernas. No debería sentirme tan eufórica por algo que hice mil veces en el pasado, pero así me siento, y me parece que a él también le sucede.

Durante un buen lapso de tiempo todo lo que hago es sentir mi piel quemar bajo el mayor de los ardores, producto de la cantidad de sensaciones que explotan en mis venas conforme las manos de Thor me sostienen. Todo sigue exactamente igual, mi cuerpo aún reacciona de esta manera ante su toque, nada ha cambiado. Un escalofrío recorre toda mi columna cuando sus dedos sueltan el broche del sujetador y el frío de la habitación me azota la piel, contrarrestando contra el súbito calor de mi sistema. Empiezo a sentirme más ansiosa —en el buen sentido—, así que me afinco más sobre él.

—Yo era el brusco —lo oigo decir entre dientes, como si estuviera sofocando una risa.

—Cállate.

Los dedos de mi mano derecha se enredan en su nuca, al tiempo que la mano izquierda hace el trabajo de empujarlo más hacia arriba para alejarnos de la orilla de la cama. A ciegas ayudo a que se deshaga de cualquier prenda de ropa que se interponga en el medio y, de un tirón, saco todo lo que pueda tener yo encima también.

Y es en ese momento, en el que no hay nada de por medio, que su piel se encuentra con la mía sin restricción alguna, que el ramalazo de calor se intensifica hasta lo imposible. Aprieto mis piernas alrededor de él cuando su cabeza choca contra dos almohadas apiladas sobre sí y suelto un gritito inarticulado cuando sus manos dejan mis caderas para tomar mis pechos, empezando a acariciarlos con una lentitud que me hace estar al borde de perder la razón. Instintivamente hago un movimiento de caderas que lo hace gruñir en voz baja, pues todo lo que ambos somos capaces de sentir es la tensa manera en la que nuestros centros se rozan a la vez. Mi cuerpo empieza a palpitar en respuesta, así que me inclino más hacia adelante y vuelvo a unir su frente con la mía. Entonces, con un premeditado movimiento lacónico, busco sus labios de nuevo y me deslizo hacia abajo, ocasionando que Thor se ahonde en mí de un tirón.

Suelto un jadeo ahogado y me aferro con fuerzas a cada lado de él, dejando que pase al menos un segundo completo en el que mi cuerpo tenga la oportunidad de amoldarse adecuadamente a la proporción que ahora lo habita. Mientras tanto, Thor comienza a besarme nuevamente pero de manera más delicada. Una vez me siento lista en su totalidad, la delicadeza del beso se transforma en un frenético compás sincronizado que es acompañado por mis movimientos de cadera, primero con suma lentitud y después se vuelven tan desesperados como el beso.

Las profundas estocadas hacen que una progresión de escalofríos helados me recorran la piel a la vez que se encuentran con la calidez en mi sangre. Poco a poco dejo de tomar consciencia, pues la situación se vuelve demasiado borrosa ante mis ojos. Solo consigo escuchar los vastos rugidos que suelta Thor cada tanto, que es lo que me permite quedarme un poco atenta, pues mi cabeza está volando. Aprieto la mandíbula cuando me enderezo, separándome de él, y siento sus manos presionar con fuerza a cada lado de mi cintura.

Pasa un caluroso rato hasta que escucho al rubio balbucear un par de cosas que no entiendo, y es ahí cuando me doy cuenta de lo que va a suceder. Un gruñido de satisfacción escapa de sus labios seguidamente, así que, después de esperar que pase, me dejo caer a su lado, poniendo mi cabeza sobre su hombro.

Lo siento acariciar mi espalda desnuda cuando murmura:

—Te amo, sirena. Siempre lo voy a hacer.

La sonrisa no me permite responderle, solo puedo abrazarme más a él.


👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰


Una maravillosa tarde y una fantástica noche se ven eclipsadas por una de las frustraciones más grandes de mi día. El progreso de Thor se fue por el drenaje una vez Korg y Miek pusieron un pie dentro de la cabaña y le dieron un barril de cerveza entero. Literal: todo se fue por el caño.

Si accidentalmente la tubería de la cocina se revienta y una ráfaga de agua de punta filosa sale disparada y los empala a los tres (y también al maldito juego ese), ¿alguien podría sospechar de mí? ¿O lo tomarían como un trágico accidente doméstico? Tony dice que esos juegos matan, es un buen punto, ¿no?

Ni siquiera tengo que quedarme aquí, mascullo para mis adentros, saliendo de la habitación a grandes zancadas. Como Eyra se encuentra en clases desde temprano con Lady Asta, no tengo mucho más qué hacer que molestarme por el hedor nauseabundo que ha vuelto a envolver la cabaña en un transcurso de cuatro horas. Agh, y yo había limpiado todo ayer.

—¿Por qué la cara larga, lady? —me pregunta Korg cuando aparezco al pie de las escaleras.

Le dedico una mirada furibunda.

—Estoy a punto de volverme homicida.

Miek vuelve su atención a mí y juro que lo veo esbozar una expresión de horror.

—Thor... —alarga Korg en tono temeroso, a lo que yo cruzo los brazos.

—Bonito de tu parte asumir que Thor puede hacer algo para detenerme.

El de piedras está a punto de responderme algo, pero unos golpes en la puerta llaman mi atención. Golpean tres veces seguidas antes de empujar la madera y revelar a quién está detrás de ella.

—¡Uf, aquí hay algo muerto! —repone la sarcástica voz de Rocket. Flanqueando detrás de él me encuentro con Bruce.

Se me escapa un suspiro involuntario.

—Gracias —ruedo los ojos—. Eso he estado diciendo toda la mañana. Toda mi limpieza se fue a la basura en horas.

El mapache me sonríe.

—Hola, sangrona, ¿dónde está tu descendencia?

—En clases.

—¡Oh, Crystal! —exclama Bruce, atravesando el estrecho pasillo con los brazos abiertos esperando un abrazo. Doy un salto fuera de las escaleras y lo recibo gentilmente—. Siempre es un gusto verte, roja. ¿Pero dónde está Thor? ¡Thor!

Me separo del gigantesco hombre verde al escuchar pasos arrastrados.

—Sirena, ¿ya vinieron por el cable? Nos cortaron CineMax hace dos semanas y los canales de deporte no se ven, me aburro.

Vuelvo a cruzar los brazos cuando veo la silueta del rubio atravesar la sala dando tumbos, con la voz fatigada y expresión desinteresada. Se tan diferente al día anterior que hace que me duela el pecho. Es como si nada ha cambiado, como si el abismo siga exactamente igual y todo continúe ese curso maldito.

Trago saliva y tanto Rocket como Bruce se vuelven para examinar mi semblante descompuesto. Esta es la primera vez que ellos ven a Thor así después de lo sucedido con el chasquido. Sus rostros relampaguean con una chispa de sorpresa y confusión, que finalmente se transforma en estupefacción.

—¿Thor? —murmura imperiosamente Bruce, sin creer lo que ve.

Rocket me mira con ojos reflexivos.

—No bromeaste cuando dijiste que estaba mal, ¿verdad?

Niego una sola vez y este bufa, frustrado.

Thor se está inclinando sobre la taza llena de hielo y cervezas cuando repara en que dijeron su nombre, así que lentamente gira sobre sus talones para ver de qué se trata. Primero parece desconcertado, pero esta mueca se vuelve una gran sonrisa al tiempo que abre sus brazos y un grito agudo estalla desde sus labios:

—¡Miren! ¡Son mis amigos! ¿Cómo están? Oigan, los extrañé —suelta una carcajada ronca y se abalanza para darle un abrazo a Bruce, y cuando se gira finalmente le da atención a la presencia de Rocket—: ¡Ah, ven acá, pequeño travieso!

Doy un instintivo paso hacia atrás cuando veo a Thor tomar la cabeza de Rocket y empezar a refregarla contra su estómago a la vez que el mapache explota en quejas:

—¡Ay, no, estoy bien, estoy bien! ¡Suéltame! ¿¡Qué necesidad tienes de hacerme esto!?

El rubio lo suelta, no sin antes revolverle la cabeza con las manos. Entonces se vuelve hacia Bruce:

—¡Hulk! Tú conoces a mis amigos, ¿verdad? ¡Miek y Korg!

—Plagas —musito bajo mi aliento y entre dientes. Bruce me escucha y alza la mano a modo de saludo desganado.

—Hey, cuántos años sin vernos.

—¿Cómo están? —les saluda Korg—. Tenemos cerveza y pueden conectarse al WiFi. No hay contraseña, obvi —el de piedras parece escuchar algo en los auriculares que tiene pegados a las orejas, porque hace una mueca de extrañeza y entonces se dirige a Thor—; Thor, está de vuelta. El niño de la tele me llamó idiota otra vez.

El rubio ruge.

—Noobmaster —masculla con ira, dando una larga zancada hacia el sillón.

—Sí, Noobmaster69, me dijo idiota —conviene Korg.

Pongo los ojos en blanco y me recuesto de la pared. Solo atino a encogerme de hombros cuando Rocket y Bruce me miran simultáneamente, buscando una respuesta. No tengo una para ellos porque yo tampoco la sé.

—Noobmaster, hola, soy Thor otro vez, el dios del trueno —específica al ponerse el aparato contra la oreja—. ¡O te desconectas del juego ahora mismo o voy a volar a tu casa, bajaré al sótano en el que te escondes, te arrancaré los brazos y los meteré por tu trasero! Eso, corre, llorale a tu papito, ¡pequeña rata! —le entrega el aparato a Korg.

—Gracias, Thor.

—Si te vuelve a molestar avísame.

—Muy amable, lo haré.

Miro fijamente a Bruce con desesperación, esperando que él comprenda lo que está pasando. El de piel verdosa frunce los labios y me mira con muchísima lástima, lamentando esto profundamente, pero eso no me hace sentir mejor.

Thor exhala.

—¿Quieren beber algo? ¿Qué se les antoja? Tenemos cerveza, tequila, de todo —ofrece, empinándose la botella contra los labios.

Con mucha precaución, Bruce se aleja de nosotros y se acerca hasta Thor, poniendo la mano en su hombro.

—Amigo, ¿estás bien? —cuestiona con voz apacible.

Él asiente, con una ligera sonrisa alzándole una de las comisuras de la boca.

—Claro que sí, ¿no se nota?

—Hasta pena das —interviene Rocket con una mueca.

Deliberadamente los ignora.

—¿Van a querer un trago?

—Te necesitamos —dice Bruce, y vira el rostro para buscarme con la mirada—. Hay una oportunidad de reparar lo que pasó con todos,
Crystal lo sabe. Y también de romper la pr...

—La problemática —intervengo de repente, dándole una mirada a Bruce de que no lo diga.

Aún no he podido recordarle al rubio acerca de la profecía, pero más que todo es porque no quiero hacerlo sola. Necesito refuerzo y un ambiente tranquilo para eso, y aquí no podrá ser.

—¿Van a reparar el cable? —pregunta Thor de manera entusiasta—. Porque ya lleva semanas desquiciándome.

—No, Thanos.

La fatigada mueca vuelta sonrisa que acapara el semblante de Thor se desvanece en seco ante la mención del nombre. Sus facciones se turban, su ceño se frunce y su cuerpo empieza a temblar. Cierro los ojos, porque soy capaz de sentir el dolor lacerante que lo golpea a él, y este me deja más exhausta que de costumbre.

Respiro profundamente porque, aunque yo he evitado por todos los medios decir ese nombre, su reacción no me toma por sorpresa.

Empuña la camisa de Bruce con fuerza.

—¡No digas ese nombre! —pronuncia de forma quedada, separando las sílabas una por una y con los labios torcidos.

Korg se levanta.

—Aquí nunca decimos ese nombre.

—Por favor, quítame la mano de encima —murmura Bruce con calma—. Thor, entiendo que él pueda asustarte.

El rubio reniega.

—¿Por qué me asustaría ese loco? ¡Yo fui el que lo asesinó! ¿Ya se les olvidó? ¿Alguien más de aquí lo asesinó? ¿No, verdad? Eso creí —echo a andar de nuevo—. Korg, dile a todos quién le cortó la cabeza a Thanos.

—¿Rompetormentas?

—¿Y quién empuñó a Rompetormentas?

Bruce inspira.

—Entiendo, amigo, yo también he pasado por eso. ¿Pero sabes quién me ayudó a reponerme?

—No lo sé —Thor resopla—. ¿Natasha?

—No, fuiste tú. Tú me apoyaste.

Thor empieza a graznar en dirección a la ventana.

—¿Por qué no le preguntas a los Asgardianos de ahí de cuánto les sirvió mi ayuda? —pregunta retóricamente y se deja caer en el sofá pequeño, haciendo otro desastre—. O a los que quedan todavía.

—Tal vez los podamos recuperar —ofrece Bruce.

Pero el aludido sigue renegando.

—Ya cállate. Ya sé que crees que me estoy ahogando en mi auto-compasión, esperando que me rescaten y me salven, pero estoy bien. ¿Verdad, Crysty? Así que lo que nos ofrezcan no nos interesa, da igual. Ciao, bye.

Tenso la mandíbula con mucha fuerza.

—Yo sí voy, Thor. Y me llevo a Eyra conmigo.

—Te necesitamos, amigo —repite Bruce—. Piensa en tu hija, en la oportunidad que puede tener de crecer en un mundo con todos de nuevo.

—Bueno, pero es que ya casi la mata una vez e ignora a la sangrona, eso no va a funcionar, hay que ofrecerle algo mejor —se queja Rocket. Cruza los brazos y lo mira con detenimiento—: Hay cervecita en la nave, ¿qué dices?

—¿De cuál tienes?

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N/A: ¡Bienvenidos sean a Endgame caracoles míos! ❤️⚡🌊

Este capítulo debía ser subido ayer pero gRACIAS PATRIA empezó a llover y se fue la luZ🙄

Pero en fin uwu

No podía dar este paso tan trascendental sin darles aunque sea un momento bonito Thrystal y que plot twist que haya sido smut😂 culpo al grupo de las Desperate Fans que se la pasaron pidiéndolo JAJAJA

Tuvimos un sneak peak de mi Silena Vassos, la protagonista de Salvatore mi historia de Scott 💘🌸

Also pronto comprenderán qué pasa con Eyra i promise 🥺 porque en realidad tampoco queda mucho más kakskskss

Pero en fin, este capítulo fue un sube y baja (blink blink) así que ya no jodo más por hoy 👀

Nos leemos prontito uwu

Thors virtuales para todas 🖤


Ashly se despide xx

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