33 ━━━ Everyday ghosts.
━━━ ❛ VALHALLA XXXIII ❜ ━━━
—Esto es extorsión —mascullo bajo mi aliento.
Echo un vistazo hacia arriba y me encuentro con el túnel rocoso que se cierne sobre nosotras dos, como si estuviera a punto de comernos vivas. Es espeluznante.
La llamada de Victoria nos trajo directamente hasta un estrafalario sitio en un lugar de Amsterdam, y aunque las cosas estuvieron pausadas al principio mientras esperábamos que Halley y Beverly se adentraran en la reluciente fachada en busca de una señal de Amethyst, después nos cayó el balde de agua fría. Halley era quién había dirigido el camino hasta aquí, pues es la única de todos nosotros que conoce a una persona tan particular como Damon Asher —este es el hombre que nos ha ayudado a dar con el paradero de Amethyst. Es una especie de omnipresente que, de manera deliberada, ha permanecido por siglos completos en Midgard y ha utilizado su tiempo aquí para ayudar a personas de su naturaleza y la nuestra. Conoce un poco —mucho— de todo lo que sucede en el cosmos y, gracias a la mera presencia de Beverly frente a él, ha accedido de buena gana a proporcionarnos una vía en la que podamos llegar hasta la Diosa del Tiempo.
Ellas tres tienen la teoría de que Amethyst es el segundo verso de la profecía: «bajo el azote de la diosa olvidada la esperanza devolverá», conectando directamente el primero con la muerte de Althea y el triunfo de Thanos sobre las Gemas del Infinito. Y si nos guiamos estrictamente por lo que la profecía dictamina, nuestro único conato de esperanza viene siendo Amethyst. Es nuestra fuente de respuestas a preguntas existenciales, y por eso debemos hallarla de inmediato. Juntando la información que me proporcionó Lady Asta junto con la que consiguió Beverly, todo nos lleva hacia la olvidada hermana de mi padre.
Pero para llegar a ella primero hay que atravesar la caótica Aetas, que después del chasquido se ha vuelto el punto de reunión favorito para criaturas que fueron liberadas por la desaparición de las gemas.
Solo dos personas pueden pasar el portal hacia Aetas, y por supuesto que las otras dos habían pasado de inmediato tan pronto lo supieron.
—Esto —recalca Victoria entre dientes, acomodando su posición a mi lado—, es lo que pasa cuando dejas que Halley y Beverly entren primero.
Victoria y yo le ponemos mala cara a las aludidas, que se dedican a esbozar una sonrisa inocente cada una.
—Ustedes dos son mejores que nosotras por mucho —contesta Halley en tono despreocupado. Detrás de ella, Natasha Romanoff sonríe a medias.
—No seas tan quejosa, Victoria, tú eres la que siempre hace los trabajos pesados.
Los brillantes ojos azules de Beverly llamean cuando, aferrada al pecho de Tony que la sostiene de la cintura, nos sonríe a modo tranquilizador.
—Aún podemos cambiar de lugar —me ofrece con gesto condescendiente—. ¿No quieres un viaje de hermanas, Vi?
Yo sacudo la cabeza.
—No, no. Está bien. Además, cada vez que ustedes dos se van a hacer un viaje juntas un planeta explota —me estremezco de solo recordar lo que acaeció en Olympia con ellas dos y todo el tiempo que estuvieron perdidas—. ¿Pero puedes telefonear a Thor más tarde? Asegúrate de que haya bañado a Eyra... Y él también.
La ojiazul asiente.
—Por supuesto.
Steve Rogers no altera ni un ápice su acostumbrada postura rígida cuando busca con los ojos la mirada de su amada.
—Clare, ¿armamento? —inquiere con la voz tensa.
Arrugo la nariz. Victoria y Steve a veces son tan... helados, cuando se trata de este tipo de situaciones. No es que haya tenido la oportunidad de presenciar muchas cosas de este calibre desde que estamos en la tierra, pero aún recuerdo muy bien la apresurada misión en busca de Thanos a la que fuimos con Carol Danvers y Shannon Stryder. Aún me sorprende mucho la manera en la que, cuando llega el momento de trabajar, se refieren el uno al otro con la más grande las formalidades. ¿Serán achaques del oficio? Porque Natasha y Halley son tan naturales alrededor de la otra, incluso en situaciones de tensión, igual que Tony y Beverly parecen tan relajados. Aunque supongo que Steve Rogers y Victoria Clare son un caso opuesto, porque también los he visto dar saltitos cerca de sí, así como endulzados. Su relación se tuerce como lo pida el momento, supongo, y este momento amerita seriedad.
—Listo —contesta la castaña con un leve asentimiento de cabeza.
El rubio gira la atención hacia mí.
—¿Armamento, Crystal? —me pregunta interesadamente.
Yo me encojo de hombros y le muestro las manos.
—Todo lo que necesito es agua.
—¿Acaso no es una buena Ariel? —Tony ladea la cabeza—. Todo lo que le falta es un Sebastian.
Yo lo miro mal.
—Creo que eso es todo —repone Steve sin reparar en las palabras del pelinegro. Conque aún están evitándose...—. Realmente espero que todas estén listas para dar explicaciones cuando Victoria y Crystal regresen con Amethyst —increpa mientras nos mira a todas con el ceño fruncido, pero después devuelve su concentración hacia la castaña—. Clare, ya sabes qué hacer. Encuéntrala y regresa.
Victoria resopla.
—Creéme, no tenía planeado quedarme.
—Todo saldrá bien —asevera Halley—. Las esperaremos en Nueva York.
Miro el túnel.
Detrás del excéntrico establecimiento en el que se encuentra Damon Asher, hay una hilera empinada de plantas que se doblan a tu alrededor al caminar —aunque no es literal, sino más bien una sensación conexa que viene con ello. Recorrimos todo el camino mientras escuchábamos el relato de Halley, en el que explicaba detalladamente las indicaciones de Asher para atravesar este inestable portal. Después de la convergencia y la pelea de Thor contra los Elfos Oscuros hace mucho tiempo, una serie de veleidosos portales desmenuzables aún permanecieron en estas áreas de Midgard, pero estos mismos son tan quebradizos que no soportan ni lidian apropiadamente con la energía necesaria para proporcionar un buen viaje.
Así que, básicamente, hay que tener una concentración resistente de energía en uno mismo para equilibrar la débil balanza. Creemos que Victoria y yo podemos tolerarlo... creemos.
Pero incluso si solo se trata de una blanda creencia, no tenemos más opciones además de aferrarnos con todo lo que tenemos a esta tenue posibilidad. Tengo que creer que encontrar a Amethyst nos llevará al collar que debemos destruir, y así, la profecía finalmente llegará a su final. Que así mi niñita rubia estará a salvo de todo peligro.
Y sé que ellas también sienten lo mismo que yo.
—¿Estás lista? —me pregunta Victoria, volviéndose a mí con un nivel de tensión en la voz tan palpable que no me hace sentir mejor.
Trago saliva y me enderezo, echando los hombros hacia atrás.
—Lista.
—Entonces es hora de irnos.
Le echamos un último vistazo a los presentes antes de tocar, a la vez, la gran piedra rasposa que está a punto de enviarnos a Aetas.
*
Un rugido grave y atronador resuena cuando el inestable portal nos hace aterrizar sobre nuestros pies de manera precipitada, haciendo vibrar todo el suelo como si un rayo estremeciera la tierra bajo nosotras. Se trata de un aullo impetuoso y atemorizante que viene desde la distancia, acompañado de un estruendo devastador. Uno tras otro.
He caído sin ningún tipo de agilidad, especialmente si lo comparo con el salto grácil de la castaña de armadura dorada y roja que se ha detenido a mi lado.
—El flagelo de Aetas —anuncia Victoria con voz monocorde y fría.
Sacudo la cabeza con desaliento. Cuando me imaginé Aetas, mis pensamientos la conectaron directamente con Olympia y Azariel, dos entidades preciosas y utópicas, donde predominaba el brillo y la vitalidad. Pero esto es... aterrador. Es horrible. Ahora comprendo por qué Victoria lo llama "flagelo", y es que este sitio tiene un efecto negativo inmediato en nosotras.
Una progresión de edificaciones a la merced de un derrumbe se extienden delante de nosotras, dando una apariencia apocalíptica a una tierra de por sí baldía y desesperanzada. Todo está envuelto en una gruesa capa de humo gris que apesta a sangre, mientras que el cielo se encuentra recubierto por una serie de imponentes nubarrones que no dejan mostrar ni un atisbo de sol o luna. Es como si el tiempo entero hubiera sido detenido en este lugar, como si no pasara para nada. Todo es tan... frío. Carece de la calidez propia de Olympia, o del sentimientos apacible que emanaban las aguas de Azariel. En comparación a sus tierras hermanas, Aetas está marchita y sin vida.
Siento un tirón en las entrañas que me hace gemir.
—Hay agua debajo de nosotras —murmuro con el ceño fruncido—. Pero está extraña. Es inclemente y turbia.
Victoria alza la barbilla con precaución, mientras con los ojos recorre atentamente la desolación de Aetas.
—Cuando Amethyst cometió traición y tu padre fue exiliado, Althea usó sus poderes para prevenir fatalidades. Usaban el agua como un oráculo —explica. No sé si es el ambiente de Aetas o es la expresión y el tono de voz de Victoria, pero un escalofrío helado me recorre la columna—. Olympia y Azariel fueron destruidos, lo que significa que sus energías debieron haber regresado a Aetas. Por eso llama tanto las presencias perniciosas.
Desvío la vista hacia el frente, pues hay muchísimo viento y no me permite enfocar bien.
—Andando —digo después de tragar saliva.
La castaña se endereza y me lanza una expresión feroz.
—Detrás de mí.
No me deja oportunidad alguna de responderle cuando ya ha echado hacia adelante, dirigiéndose por las tétricas calles. Si antes pensaba que Victoria era mandona, ahora tenía pruebas irrefutables que respaldaban esa idea. Aunque es mucho más que solo ser mandona; Victoria está muy acostumbrada a tomar el liderazgo de una batalla. De hecho, solo la he visto seguir las órdenes de una sola persona en todo este tiempo, las de Steve Rogers. Cuando no es él quien da las indicaciones, ella está a cargo de todo. Incluso Thor tiende a responderle y a seguirla.
Una ráfaga repentina nos hace retroceder cuando hemos cruzado gran parte del campo, y es que la ventisca es tan potente que debemos llevarnos las manos a la cara cuando resulta prácticamente imposible ver qué está sucediendo a nuestro alrededor. ¿De dónde viene tanta brisa? Acompañado por el viento que bate todo a su alrededor con vehemencia, el rugido que escuchamos al llegar vuelve a resonar con mayor intensidad, y ahora se escucha muy cercano, tanto que consigue hacernos tambalear.
—¡No puedo ver nada! —me quejo en voz muy alta, pues dudo que con el sonido que hacen los árboles al moverse de esa manera consiga comprender lo que digo.
Apenas distingo la silueta de Victoria cuando oigo el sonido del metal siendo desenfundando. Ha clavado la espada en el suelo. Un segundo después, el remolino de viento se detiene hasta que consigo ver de nuevo.
No fue la espada lo que clavó en la tierra.
—No sabía que te iban las serpientes —repongo mientras me saco el pelo de la cara. Ha quedado vuelto un desastre.
Victoria esboza una sonrisa socarrona.
—Ni siquiera se fijó que se lo saqué del brazo. Me va a insultar cuando vuelva, pero algo me decía que lo necesitaríamos. Aetas está recubierta de corrientes naturales demasiado volátiles.
Niego con la cabeza. Definitivamente Beverly se va a enojar cuando no consiga su fiel serpiente, pero ni Victoria ni yo tenemos oportunidad alguna contra las corrientes de no ser por ese metal filoso que canaliza la energía de la pelinegra.
Entonces lo distingo. Un olor ácido y repulsivo que se está contorsionando por encima de nosotras hasta volverse cada vez más perceptible, y cuando vuelvo la vista para aguzar algo, todo lo que veo es un manchón sanguinolento que se extiende desde donde estamos detenidas hasta una gran puerta de concreto repleta de inscripciones antiguas que casi se cae a pedazos.
—Crystal —Victoria habló rápido—. Esa puerta es del santuario en el que Amethyst permanece encadenada necesito que la des...
Su voz se desvanece en el aire cuando la tierra debajo de nosotras se abre, generando una explosión catastrófica.
Algo salió de allí, porque mientras que yo di un salto hacia atrás para no caer en la grieta, ella intentó atraparlo saltando en el aire, pero no lo consiguió. La figura se tuerce y la estrella contra las antiguas murallas que están adyacentes al santuario, así que me enderezo rápidamente y me apresuro para hacer algo. Aún soy capaz de percibir la dirección en la que se mueve el agua debajo de mis pies, y aprovechando la gran abertura que hay a unos pasos más adelante, invoco la ráfaga de un refulgente color azul y la uso para barrer con eso que trata de deshacerse de la castaña.
El viento regresa cuando se escucha el rugido de la figura que se retuerce, y en medio de la nevasca adopta una forma muy similar a la de un animal.
Victoria se incorpora de un tirón y ahora sí desenfunda su espada.
—¡Destruye la puerta! —me grita entre dientes mientras se prepara para el ataque.
Yo pestañeo.
—¿Qué?
—Amethyst está detrás de esa puerta, si la destruyes esto se va. La está resguardando, se acciona por inercia.
—¿Cómo sabes tanto de Amethyst, eh? —inquiero con palpable curiosidad.
Me arrepiento tan pronto entono la pregunta, pues Victoria me lanza una mirada furiosa y estoy segura de que va a enseñarme los dientes para acrecentar su apariencia amenazante.
—¡Solo hazlo! —se limita a mascullar.
Me digo a mí misma que es mejor hacer lo que me pide antes de que no solo le dé una buena refriega al animal sino también a mí, así que me muevo.
Escucho el gruñido que suelta cuando empieza a enzarzarse en una pelea con la criatura, por lo que comienzo a idear rápidamente todos los escenarios que necesitaría para derrumbar la edificación. Totalmente no puedo hacerlo con los puños, y dudo que los mismos escombros sirvan para algo. Debo usar agua, pero tiene que ser una gran cantidad y tengo que redireccionarla a una velocidad letal para que pueda comprometer los cimientos.
Me agacho y cierro los ojos, afincando una rodilla en la tierra, para poner ambas manos en el suelo y así tantear la potencia del agua. Necesito de un minuto completo para concentrarme bien, porque el estruendo de la pelea a mis espaldas no me permite captar el origen de la corriente de agua. Hay demasiado movimiento.
Una vez lo hallo, me levanto poco a poco y sin abrir los ojos o alterar mi postura, doy una vuelta cuando un espasmo me recorre el cuerpo. Siento un gélido ramalazo de adrenalina colisionar en mi sangre y la punta de mis dedos comienzan a llamear. Cuando levanto las pestañas y me he hallado completamente girada, todo lo veo azul y en borrón. Aprieto con todas mis fuerzas mi mandíbula. Empujo con furia la resplandeciente bruma azul, echando la cabeza hacia atrás cuando siento la descarga helada quemarme la sangre en las venas. Entonces, la tierra también empieza a tambalear con fuerza y solo soy capaz de aullar entre dientes por la velocidad en la que estoy moviendo la ráfaga que posteriormente choca contra la edificación y empieza a derrumbarla.
Estoy empapada para cuando la presión cesa y los escombros empiezan a caer. La labor de Victoria también se detiene en ese momento.
Tomo una gran bocanada de aire, pues me he quedado sin aliento después del esfuerzo, y Victoria me ayuda a sostenerme cuando me mareo brevemente. Esto solo dura un segundo, pues después de una sacudida de cabeza puedo recuperarme lo suficiente para mirar lo que tenemos delante de nosotras.
—Por las Nornas... —exclamo en voz baja y ahogada.
—Allí —informa Victoria, también sin aliento—. Esa es Amethyst.
Trago saliva.
Detrás de la puerta derrumbada hay una sala deshabitada pero pulcra. Es toda de un intenso color blanco, adornada por grandes estatuas y artilugios de apariencia extraña, aunque no es eso lo más llamativo de todo. Lo más impresionante de ese santuario es el gran cáliz plateado del que surge una sorprendente llamarada blanca que ondea como lazo al viento y se retuerce como si estuviera viva.
Y al pie de ese gigante cáliz hay una mujer. Está sentada en el borde de los escalones de mármol también blanco y unas etéreas cadenas doradas sostienen sus manos. Sus ojos están cerrados y sus facciones se encuentran apacibles y reflejadas, mientras que su cuerpo está cubierto de un largo traje beige igual de ondeante que la fría llamarada. Es preciosa, y sin embargo, muy familiar. Su cabello es de un desconcertante tono naranja y su piel de alabastro blanco casi traslúcido. No es rubia como Althea, o de pelo muy oscuro como Victoria y Bevs. Tampoco es pelirroja cereza como Cryano y como soy yo. Su cabello es como el fuego y su piel como la nieve, con la nariz respingona y los labios rosados le dan un aire tan extraño que me siento atrapada en un déjà vu, como si acaso en algún momento de mi vida hubiera visto ese rostro, y estaba completamente de que no era así. Yo nunca la había visto, entonces, ¿por qué la... Oh. Allí lo comprendo.
Es Vera. Es la viva imagen del rostro fino y delicado de Vera, el mismo cabello flameante y la piel como la cal. Son exactamente iguales, una copia de la otra. Esa realización me deja un sabor amargo en la punta de la lengua.
Necesito de un segundo completo para procesar eso. Si son tan iguales, si Amethyst es la Diosa del Tiempo y Vera era capaz de prever posibilidades futuras... Vuelvo lentamente los ojos hasta ver a Victoria, y me siento muy cohibida al hacerlo. Su rostro parece cincelado en hielo.
—Victoria... —susurro.
—Sí —contesta secamente.
Frunzo los labios, y como la veo demasiado tensa, soy la que comienza a caminar hacia el cuerpo de Amethyst. Lo primero es quitarle las cadenas, así que eso hago. Una chispa de corriente me hace respingar tan pronto pongo las manos en ellas.
—Sostén sus manos —murmura Victoria sin ningún tipo de emoción en la voz—. Althea fue quien la encadenó, necesitamos...
—... Tu espada y el palo. Entiendo.
La aludida asiente sin mirarme y vuelve a sacar su espada en conjunto con el palo, apresurándose tocar las cadenas con ambos metales al mismo tiempo. Estos hacen un pequeño click efímero y el fulgor de las cadenas se desvanece, dejando la piel marfileña vacía.
Los ojos verdes de la pelirroja se abren lentamente mientras la llamarada da una impetuosa ondeada sonora, similar a la de algo explotando, y nos enfoca con una expresión llena de paz. A juzgar por eso, no está sorprendida ni por un instante de que estemos frente a ella. Tampoco parece que le pese el sueño o la posición en la que está, porque ladea la cabeza y me observa fijamente, haciendo que sus labios se tuerzan en un atisbo de sonrisa. Sin embargo, esta sonrisa se vuelve desdeñosa cuando repara en la castaña que está de pie detrás de mí, pues yo estoy agachada. Sus ojos verdes relampaguean de manera insondable.
—Finalmente —deja caer en voz ronca y maravillada, hasta un poco divertida, mientras comienza a incorporarse—: Las primogénitas de mi queridos hermanos.
—Amethyst —la voz de Victoria suena muy calmada, pero algo me dice que solo se trata de una máscara.
Me aventuro y me pongo de pie, tratando de mantener una postura solemne.
—Lamentamos despertarte —alargo en tono conciliador—, pero necesitamos tu ayuda.
Amethyst se pone de pie con tan facilidad que sus movimientos me recuerdan muchísimo a los Althea. La misma esencia vivaz.
Sin embargo, su acción delicada pronto se ve eclipsada por la forma en la que llamean sus ojos y cómo altera su postura. Estoy segura de que no quiere pelear, pero por como sus facciones se turban, me da la leve impresión de que nosotras no la necesitamos a ella tanto como ella a nosotras.
—Lo sé, muchacha. Lo sé —articula en voz muy baja—. No solo hay que destruir el collar, hay que traer a mi hija de vuelta.
¿Su hija?
***
N/A: de aquí empieza Endgame mis queridos amigos, lo que significa que ya pisamos la recta final de esta historia 😔
Hay que darle la bienvenida a Amethyst con un fuerte aplauso👏🏻👀 porque llegó para quedarse (probablemente)
Pensé que este capítulo me había quedado más largo, i swear que me engañé a mí misma😂 pero en fin, aquí estamos igual
Hoy seguimos con el #10DayChallenge (después de mi merecido break de fin de semana, que luego me quedo sin dedos) y la continuación de este capítulo la verán en Sapphire 🤘🏻
Sin nada más que agregar, les doy las gracias por estar aquí y les mando un súper beso a todos🥰
Thors virtuales para todas 🖤
Ashly se despide xx
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro