26 ━━━ Bring me Thanos.
━━━ ❛ VALHALLA XXVI ❜ ━━━
Mi relación con Victoria no es tan estrecha. Salvé su vida en el pasado y ella siempre se comportó excepcionalmente amable conmigo, incluso antes de eso, así que asumo que eso nos extiende una cortesía parcial entre nosotras. Lo mismo me pasa con su hermana, pero con esta última es un poco más difícil tratar de establecer algo sabiendo lo que se suscitó entre ella y Thor con anterioridad. Así que, básicamente, siempre he apostado por la hermana mayor en cuanto a relacionarse se refiere.
Sin embargo, en esta situación tan particular, se me está haciendo mucho más complicado entablar algo con ella. Después de nuestra conversación en los aposentos de Thor y de que decidiéramos tomar otro rumbo en busca de la súbita salvación de Visión, ella se ha mantenido estática.
Ahora mismo está detenida en un lado de la nave, con los brazos sostenidos firmemente contra su pecho y la mirada perdida, como si estuviera sopesando algo con demasiada concentración. No soy precisamente la persona más social del universo, pero en serio quiero hablar con ella y... de un modo u otro me hace sentir cohibida.
Pero vamos, ¿quién no se sentiría cohibido junto a la primogénita hija dorada de la reina de Olympia?
—¿Estás segura de que no hay nada que nos sea de ayuda? Ya peleaste con todos estos cosos extraños antes —pregunta Halley, mirando a Victoria.
La esbelta mujer de ojos avellana no le dirige la mirada cuando responde:
—Y debido a ese hecho acabé varada en un planeta desolado por dos años.
La nave guarda silencio de nuevo. Ahora mismo, particularmente, Victoria se muestra hostil.
—Tory, sé que estás enojada...
—Mi nombre es Victoria —interrumpe a la rubia con la voz dolorosamente apática—. ¿Qué quieres, Halley? No puedo darte el cien de mi atención sabiendo que mi hija está en el espacio y que probablemente se va a encontrar con el mismo que me sacó de combate a mí, a mi madre y a mi hermana hace dos años.
Bueno, esencialmente sí tiene motivos para mostrarse hostil.
—Si tenemos suerte la pelea llegará primero a nosotros —murmura Steve Rogers en orden de tratar de apaciguar el humor de su pareja.
Natasha Romanoff alza una ceja en su dirección.
—¿A eso lo llamas suerte? ¿En serio?
—Si eso mantiene a Vera fuera de esto, entonces sí, es suerte —responde el rubio de la barba con sencillez.
—Muy bien, sé que el tema de los hijos es uno muy delicado ahora mismo, pero —interviene James Rhodes, que está sentado en uno de los asientos con Edward Stark sobre su regazo—, ¿qué vamos a hacer con estos tres?
Steve suspira cuando responde:
—Sage Hirose nos aseguró la seguridad de Grant, Eyra y Edward aquí en Wakanda. Tienen un lugar seguro para ellos, no podíamos dejarlos en el complejo.
—Sí, pero originalmente Beverly había dejado a Edward con la madre de Harper, ¿no se enojará cuando se entere? —inquiere Bruce, con el ceño fruncido.
Victoria niega.
—Edward es mi responsabilidad en la ausencia de mi hermana. Eso no cambia.
—Crystal —me llama Natasha Romanoff, con la voz suave. Yo alzo los ojos para encontrarme con su mirada—, estás bastante silenciosa. ¿Te encuentras bien? Si te preocupa tu hija, este es un lugar muy seguro.
—Por supuesto, además Sage sabe brindar seguridad —conviene Halley, con una pequeña sonrisa.
Le dedico una sonrisa bastante tensa en respuesta al par de rubias; y justo comienzo a sentir cómo se me congela la expresión en el rostro. Le echo un vistazo a Eyra, que se encuentra dormida junto a Grant, el hijo de Victoria, en una improvisada colcha sobre los asientos y se me atrofian los nervios de nuevo. Realmente espero que tengan razón con eso de que saben cómo brindar seguridad aquí.
Sin embargo, ese no es el único rumbo que están tomando mis pensamientos desde hace rato.
—De hecho, no solo estoy pensando en eso —admito, y mi voz sale más rasposa de lo esperado—. Estaba considerando el hecho de que el Doctor Strange está en el espacio y él tiene la Gema del Tiempo en su posesión, y Thanos ya nos había quitado a nosotros la del Espacio, y diezmó Xandar para obtener la del Poder. Si mi memoria no me falla, escuché a Thor y a tu madre —dirijo mi vista hacia Victoria antes de seguir—, sostener una conversación con respecto a esto hace un tiempo. La de la Realidad estaba en Knowhere, y ella le aseguró a Thor que la Gema del Alma estaba a salvo. Que ella misma la había puesto a salvo, pero nadie sabe realmente dónde está.
Los ojos de Victoria se mueven hacia los de Halley, que está sentada junto a Natasha, y aprecio perfectamente la manera en la que la rubia de cabello largo altera sus facciones usualmente joviales. Adopta una postura tensa y se lleva una mano a la quijada.
—La Gema del Alma está muy lejos y se necesita un mapa para llegar a ella... además de otra cosa —acaba murmurando.
Frunzo el ceño.
Todas las personas en la nave han virado su atención a ella, pero Halley aún continúa tomándose la barbilla denotando concentración. Visión, Wanda y Navah la están observando detenidamente y Bruce también parece interesado en la conversación, mientras que Victoria y Natasha parecen conocer lo que está sucediendo.
—¿Y tú cómo sabes eso? —cuestiono, desconcertada.
Steve la miró con curiosidad.
—¿Hals?
La rubia deja escapar una bocanada de aire muy pesada.
—Porque yo fui la que hizo ese mapa y se lo dio a la bru... a Althea. Pero, en primer lugar, fue ella la que puso la gema en ese sitio, así que lo único que yo quería era que destruyeran ese camino. Me dijo que lo había destruido pero la maldita era una embustera, así que, ¿quién sabe?
Me quedo mirando a Halley, con las cejas fruncidas debido a la confusión. ¿Ella? ¿El mapa a la Gema del Alma? ¿Ella?
—Pero solo eres una humana —dejo escapar en un hilo de voz, incapaz de contener mi asombro—. ¿Cómo es que...
—Jamás puse mis manos en la piedra, fresa. Solo la bruja podía tocarla a voluntad —me interrumpe con una sonrisa pretenciosa—. Hace unos años quedé atrapada en un lugar muy feo por culpa de tu novio, y debido a eso empecé a tener ciertos... problemas, que acabaron mostrándome cosas que definitivamente no debía ver. Fueron cosas tan turbias que me tuve que retirar, pero estaban ahí. Ese mapa fue uno de mis problemas.
Me toma varios segundos organizar su respuesta en mi cabeza, pero la verdad es que no termino de comprenderlo. Aunque supongo que este no es momento para tantas preguntas, así que decido guardar la compostura para más tarde.
Le doy un leve asentimiento a la rubia y me recargo más del espaldar del asiento.
Entonces, Steve Rogers atraviesa la nave dando pasos largos para dirigirse a Sam Wilson, que se encuentra al mando de los controles.
—Muy bien, estamos llegando. Necesito que desciendas a dos mil seiscientos, pon rumbo cero tres cero —le indica con voz tensa.
El moreno deja escapar una sonrisa ladeada, pero obedece lo que su compañero le pide.
—Espero que tengas razón con respecto a esto, o aterrizaremos mucho más rápido de lo que quieres.
Cuando las palabras dejan sus labios, la nave empieza a descender y yo aprovecho para echar un vistazo a través de los cristales. Al principio lo único que veo es una maleza de árboles muy extensa y verdosa, pero conforme la nave se acerca a ellos y empiezo a tener la sensación de que nos vamos a estrellar, atravesamos en medio de ellos de la misma manera en la que se atraviesa un portal. De repente, lo que hay detrás de esa fina e invisible capa protectora es mucho más impresionante que los largos y extensos metros de flora.
Pero no se compara a la impresión que genera verlo fuera de la nave.
Sam Wilson aterriza frente a lo que me parece es un enorme palacio, y antes de que la compuerta se abra veo a Victoria avanzar para tomar a su hijo dormido en brazos. Me acerco para hacer lo mismo con Eyra, mientras que el explosivo Edward Stark ha pasado de estar con James Rhodes a preguntarle cosas de manera muy animada a Halley, que lo lleva de la mano, dejando que Steve y Natasha sean los primeros en bajar. Lo que distingo de inmediato, mientras avanzo en medio de Victoria y Halley, es que en efecto se trata de un palacio. Y yo soy capaz de reconocer una guardia real en cualquier lado, así que no me sorprende ver la pequeña multitud que rodea a dos personas en particulares. Asumo que ellos son los reyes, por la manera en la que los custodian.
Él es un hombre moreno bastante alto, cuyo cuerpo está recubierto por un atuendo de color morado bastante oscuro, mientras que tomada de su mano se encuentra una mujer solo un poco más baja que él, con la piel de alabastro blanco y un largo vestido también purpúreo que se mueve gracias a la brisa que genera la nave. Él tiene expresión seria, pero en el rostro de ella está el atisbo de una sonrisa socarrona.
—¿Deberíamos inclinarnos? —escucho preguntar a Bruce detrás de mí.
—Sí, son reyes —murmura Rhodes en respuesta.
Me lo pienso un segundo. Nunca me gustó que la gente se inclinara ante mí, lo que significa que tampoco disfruto inclinarme ante otros. Eso me pone en una extraña situación.
—Muy bien, pero, ¿cuál título vale más? —inquiere Halley con voz seria—. ¿El de ustedes dos o el de los reyes de Wakanda?
Victoria suspira.
—Crystal tiene títulos de Asgard, Oquaheim y Azariel.
—Y aún así Olympia era un reino más grande que esos tres —le recuerdo a la castaña con una pequeña sonrisa.
Halley se ríe.
—Y aún así no te gusta que te digamos reina Victoria...
La castaña rueda los ojos con fastidio e ignora el comentario de Halley, pues delante de nosotros Steve Rogers ha comenzado a hablar. .
—Parece que siempre estoy agradeciéndote por algo —dice al rey de Wakanda a modo de saludo, extendiendo su mano hacia él.
El moreno le sonríe sin mostrar los dientes, pero antes de que pueda responderle algo se ve interrumpido por Bruce, que se ha aclarado la garganta y se ha inclinado haciendo una reverencia hacia los reyes.
—Aquí no hacemos eso —le explica el rey, alzando las manos en un ademán tranquilizador.
—Sí, porque nos encanta pretender que somos personas normales —añade la reina en un bisbiseo bajo pero divertido.
Su rey le da una mirada apacible, le da un apretón a la mano que no le suelta y entonces suspira, comenzando a caminar y haciendo que todos los sigamos en consecuencia.
—¿Qué tan grande es el ataque que vamos a esperar?
—Señor, debemos esperar uno muy grande —se apresura a responderle Bruce.
—¿Cómo vamos? —inquiere Natasha a su vez.
—Contarán con mi Guardia Real —contesta el moreno—, la Tribu Fronteriza, las Dora Milaje, lo que quedó del Ejército Real de Hiron y...
—Un hombre semiestable de cien años y su paciente terapeuta.
El rey alza levemente su mano derecha y señala hacia adelante, mostrando la integración de dos nuevas personas a todo esto. El primero es un hombre de cabello castaño largo y traje azul, cuyo atributo más llamativo es su peculiar brazo izquierdo que está hecho de metal. Caminando un poco detrás de él, viene una desgarbada muchacha de cabello cobrizo y grandes cejas que sonríe amenamente a Steve Rogers.
—¡Buck, Clara! —exclama el rubio de la barba, acercándose para darle un abrazo a ambos—. ¿Cómo han estado?
—Nada mal —repone el hombre con gesto burlón—, tratándose del fin del mundo.
La reina da un breve palmazo a sus manos.
—Perfecto, ahora todos los que tengan un bebé vengan conmigo —indica.
Da un paso hacia adelante siendo escoltada por dos guardias y nosotras la seguimos de cerca.
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Sage Hirose parece muy llena de energía mientras nos dirige por los largos pasillos del palacio real de Wakanda. Ella lidera la caminata y junto a ella se encuentra Clara Caillat, la muchacha de pelo cobrizo que acabábamos de ver, pero Victoria, Halley y yo les seguimos el paso.
Sé que la rubia y la castaña junto a mí están conversando algo, pero solo las escucho a medias, ya que mis pensamientos están acelerados alrededor de algo más. Eyra lleva rato dormida así que probablemente se va a levantar en cualquier momento y seguro que cuando lo haga yo no estaré por aquí para verla; eso es algo que me pone ansiosa. Aunado a eso está la creciente tensión del establecimiento y todos sus inquilinos: el ataque que esperamos puede suceder en cualquier momento y es uno tan grande que tenemos ejércitos a nuestra disposición para pelear.
Porque tengo que pelear, otra vez. De nuevo.
Mi corazón late apresuradamente y se siente resignado. Tengo la adrenalina a flor de piel y es eso lo que me mantiene en movimiento, pues me rehuso a detenerme y dejar enfriar mis nervios; si llego a hacer eso toda la concentración que he reunido se va a destruir y acabaré sufriendo un ataque. No quiero experimentar de nuevo aquella horrible sensación de ansiedad que sentí tras la pelea con Cyrano, no quiero sufrir ese temblor, sentir como si me faltara el oxígeno y el techo me estuviera cayendo encima. No puedo sentir eso porque se supone que yo he sido criada para actuar en situaciones así, por ende, dejar que el pánico me gane no es aceptable.
Yo, de todas las personas, no puedo sufrir un ataque de pánico porque no está en mi naturaleza. Me comando a mí misma a no sufrir un ataque de pánico porque eso no puede ser compatible con mi sistema de ninguna manera. Eso fue cosa de una vez y ya.
Por estar tan sumida en mis ideas no noto el momento en el que llegamos a la habitación hasta que Sage habla en voz alta:
—Guardias reales y dos brujos se quedarán con ellos todo el tiempo mientras que estemos allá —nos avisa con el rostro calmado—. Van a estar bien, no tienen que preocuparse por nada.
Clara Caillat asiente de acuerdo con la de cabello negro.
—De hecho es la habitación más segura del palacio, sus bebés van a estar muy bien —concuerda en tono amable.
Sage inspira.
—Pueden recostarlos y entonces podemos regresar a reunirnos con los demás.
Nosotras nos movemos hacia el interior de la blindada habitación, pero es Halley quien se las ve más difícil pues Edward tiene muchas preguntas que la rubia no sabe responder. Además de mucha más energía.
—Gracias, Sage —comenta Victoria con tono sincero—. No hubiéramos sabido qué hacer de no ser por esto. Nos estás salvando la vida aquí.
Halley le da un empujoncito al pequeño pelinegro, para que termine de asentarse sobre la cama, y fija la atención en Sage.
—Sí, niña bonita, ¿quién diría que fueras tan maternal?
La aludida le lanza una mirada socarrona a la rubia, pero eso me hace fruncir el ceño.
—Oh, ¿no tienes hijos? —le pregunto, interesada. Ella se estremece ante mi pregunta.
—No, no, no. Nada más estar tan cerca de los suyos cubre mi cuota de maternidad por unos tres años, al menos.
—¿Si sabes lo que dicen de la negación, verdad? —Clara cruza los brazos y alza una ceja—. Mientras más digas que no...
—Ugh, no —la reina rueda los ojos—. Me voy a adelantar, nos vemos allá arriba —acaba diciendo, mientras atraviesa la puerta sin mirar atrás.
Me río por lo bajo. ¿Acaso yo no me repetí eso mismo hasta el cansancio en el pasado? Bueno, no debo hacer esa observación en voz alta de todas formas.
Me concentro en depositar a mi preciosa bebé rubia sobre la cama, con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco para no despertarla. Ella hace una mueca, sintiendo el cambio de sitio, pero no abre sus ojos. Le sonrío quedamente y deposito un beso sobre su frente con delicadeza, para después pasar los dedos por sus rosadas mejillas. Deseo fervientemente ser lo bastante buena y fuerte como para librar esta batalla y volver a ella, para esperar el regreso de Thor. Siento como si nunca en mi vida hubiera deseado algo con esta intensidad: volver a ella cuando esto pase.
Pero no puedo dejarme cegar por ese tipo de pensamientos ahora, pues lo que se aproxima requiere el cien por ciento de mi concentración. No puedo confiar en mis sentidos alterados, y las emociones así tienden a desestabilizarme con muchísima frecuencia, así que debo tomar mis precauciones.
Dejo a Eyra allí y me vuelvo para ver a Victoria explicarle algo en voz muy baja a Edward. Hasta este momento no he detallado que ella aún está usando su armadura, pero es así, al igual que Halley y al igual que yo. Todos, en realidad. Esperando lo inevitable, supongo.
Y hubiera podido seguir detallando eso, hasta que la voz de Clara nos exalta a las tres.
—Debemos subir —avisa con la voz repentinamente tensa—, algo está atravesando la atmósfera.
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Atravesamos todo el trayecto desde la ciudad a la linde con el bosque en un santiamén. Solo bastó un llamado por parte del rey para que toda su guardia y su ejército real estuviera sobre una buena cantidad de transportes listos para llevarnos a todos el sitio de concentración. Y cuando llegamos allí, más de su gente estaba aguardando. Lo recibieron con cantos de guerra y los ánimos alzados, lo que me hizo preguntarme en ese momento si acaso eso sería suficiente para lidiar con lo que está avecinándose.
Espero que sí.
Las formaciones se hicieron de manera regular, se dividieron en grupos detrás de la línea que era marcada por el rey, Steve Rogers, Natasha Romanoff, Halley y Victoria. Entre mis dedos muevo ansiosamente el pequeño auricular que me han proporcionado para mantener comunicación durante el suceso, pero me hago a la idea de que debo usarlo, así que me lo llevo a la oreja y con cuidado lo coloco en mi canal auditivo. Mantengo mi lugar junto a la castaña a su petición, y me esforcé por respirar hondo bajo aquél sol abrasador que brilla intensamente sobre nuestras cabezas.
O al menos eso hice, hasta que mis agudos sentidos captaron algo en el borde del domo.
Incluso a esta distancia, los ojos de la mujer de cabello azul me perforan como un par de dagas llameantes. Y ese resulta ser el detonante inesperado para que cierta espiral de violencia vuelva a despertar en mi interior; empiezo a sentir como mi sangre va a mucho más deprisa detrás de mis orejas y mi cuerpo empieza a calentarse de tal manera que me siento hirviendo, como si un ramalazo de electricidad estuviera colisionando contra mi columna vertebral y a su vez estuviera haciendo estragos en mi mi vientre bajo. De pronto, mis ganas de ver a esa mujer retorcerse y sufrir una muerte dolorosa se disparan hasta llegar a niveles insospechados.
Y Victoria lo nota.
—Te recomiendo mantenerte a raya ahora mismo —me ordena en voz solemne, pero sus ojos están puestos en el borde del domo que recubre la ciudad—. A mi señal dejas salir toda tu frustración, pero ahora... —ni siquiera se molesta en terminar la frase.
La miro con ojos entrecerrados.
—Clare —la llama Steve, haciendo un asentimiento hacia ella—, vamos.
Observo como ellos dos, Natasha y el rey empiezan a avanzar hasta el borde del domo para encontrarse con la mujer de cabello azulado y su corpulento y escamoso compañero.
No puedo evitar observarlos y empezar a rememorar el ataque a la Statesman. El primer impacto, los gritos de ayuda, el pánico, la muerte apresurada del cincuenta por ciento de los asgardianos, las llamaradas... Me estremezco. Todo está tan reciente que mi estómago no lo tolera, es más, me cae tan pesado que solo me hace sentir mucho más enojada. Muy enojada. Y aunque es ese mismo sentimiento de violencia el que me ha hecho sobrevivir en estas últimas instancias, me aterra pensar que es como si un pedazo de Cyrano hubiera quedado en mi interior. Él tenía un apetito violento incontrolable, y aunque por ahora mis instintos homicidas han aparecido solo en momentos en los que mi vida peligra, me es inevitable no compararme con él. No quiero ser como mi padre, pero no estoy muy segura de sobrevivir sin ser guiada por la ira en una pelea.
Entonces se produce un cambio sustancial.
Trago saliva sonoramente. Todas las naves que han aterrizado fuera del domo se han abierto y el sonido que emana de ellas me dice que lo malo está por comenzar.
—¿Se rindieron? —le pregunta el hombre de cabello largo a Steve, una vez todos están de vuelta a la formación.
—No exactamente.
Y cuando de los compartimientos empiezan a salir una cantidad inverosímil de criaturas de aspecto espantoso, es cuando el rey de Wakanda vocifera un grito de guerra que pone alerta a todos sus compatriotas.
—¡Yibambe! ¡Yibambe! ¡Yibambe!
—¿Qué mierda? —escucho mascullar a Halley.
—La hicimos enojar —refunfuña Natasha en respuesta.
Cuando estos empiezan a chocar contra el domo y consigo verlos mejor los detallo. Estoy segura de haber leído acerca de estas criaturas en algún lado, pero no puedo recordar su nombre...
—Se están sacrificando —jadea la guardia del rey, sorprendida.
—Tienen suficiente para hacerlo —responde Victoria con voz ahogada.
Las criaturas empiezan a atravesar el domo, así que el rey da una señal y su guardia empieza a atacarlos antes de que se aproximen a nuestra formación.
Entrecierro los ojos.
—Están rodeando —murmuro
A través del auricular en mi oído, Bruce responde:
—Cap, si estas cosas rodean todo el perímetro y entran por detrás no habrá nada entre ellas y Visión.
—Entonces los mantenemos adelante —musita el rubio.
—¿Y cómo lo hacemos?
Sigo con los ojos los movimientos de las personas a mi alrededor. Victoria está muy al frente, sola, y unos pasos detrás de ella se encuentra Steve. El rey, Sage y su guardia están más adelante, siendo los que encabezan la formación. Yo estoy a unos centímetros de Steve, junto a Natasha y a Halley, pero no tan atrás para estar con el resto de la guardia, mientras que Clara permanece del otro lado con el castaño de cabello largo y brazo de metal. Lo que respecta a Wanda y Navah, ambas están en el laboratorio con Visión.
Victoria le dedica una mirada tensa al rey de Wakanda cuando él la busca, y me da la impresión de que mantienen una conversación silenciosa.
—Abrimos la barrera —decide el moreno—. A mi señal, abran el sector noroeste diecisiete. A mi señal —repite.
—Este será el fin de Wakanda —dice alguien detrás de mí.
La guardia principal del rey responde:
—Y será el final más noble de toda la historia.
El rey de Wakanda da una señal en su idioma natal que hace que toda la guardia posicionada adelante rompa formación y se deshaga de los escudos de energía que protegían la línea. Avanza en medio de ellos hasta llegar al frente principal, y entonces grita:
—¡Wakanda por siempre!
Una sucesión de gritos de guerra estalla a nuestro alrededor y lo único que hago es seguirle el paso a todos. Echamos a correr con todas nuestras fuerzas hacia adelante, al mismo tiempo que se abre la barrera y las repulsivas criaturas atraviesan todo el campo para llegar hasta nosotros.
Más pronto que tarde, todo el campo se ha convertido en una zona de guerra atestada de un número incontable de criaturas que nos atacan. Y aunque en un principio me parece que estaré fuera de mi elemento por lo seco que se ve el lugar desde lejos, me llevo una buena sorpresa al ver que, a diferencia de la línea donde estábamos detenidos, la llegada al borde de la barrera se encuentra inundada de pozos de agua que evidentemente me resultan vitales y muy convenientes en una situación de estas. De esta manera no solo tengo que apoyarme en mis destrezas físicas, sino que puedo usar en su totalidad todas esas habilidades que el agua me otorga.
No me muevo del pozo de agua en el que estoy detenida. Muevo mis brazos de forma veloz alrededor de mí y las descargas punzantes de agua salen en todas las direcciones derrumbando tantas criaturas como puedo, pero son demasiadas.
Una me atesta un golpe demoledor en la espalda y me hace volar fuera del pozo. Me estrello contra la tierra rasposa y tengo que incorporarme con demasiada rapidez antes de que me caiga una truya encima, y sin embargo no puedo evitar que unos cuantos me zarandeen y me rasguñen a voluntad. Un brillante lazo dorado pasa por encima de mi cabeza y me los arranca de un tirón, dejándome ver el rostro de su dueña. Victoria también parece ajetreada y con las manos llenas.
—Aquí es cuando dejas ir tu frustración —me recrimina con una ceja alzada.
Me pongo de pie y ladeo la cabeza.
—Me pediste que la mantuviera a raya.
—Y ahora te pido que la dejes ir.
Ambas nos vemos emboscadas por una cantidad de atacantes más grande que la anterior, y aunque estamos a punto de quedar sepultadas debajo de ellos, algo nos los quita de encima.
Y es allí también cuando un brillante destello de colores cae aplomo desde el cielo.
Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho y mis niveles de adrenalina vuelven a dispararse. Ese destello brillante proviene del Bifrost, y ha traído a Thor consigo... ¡Y tiene ambos ojos!
Lo primero que mi cabeza procesa es el grito extasiado de Bruce.
—¡Están tan acabados ahora! —exclama con profundo entusiasmo de solo ver al rubio.
A mi lado, Victoria sonríe, pero yo solo puedo musitar:
—Está aquí —gimoteo, anonadada.
El campo entero se ha detenido a ver su llegada, y realmente no ha llegado solo, pero apenas y puedo sacar mis ojos de encima de él cuando echa a correr y al gritar:
—¡Traigánme a Thanos!
Me hubiera encantado quedarme viéndolo todo el día hacer lo suyo, pero el equipo contrario no parece interesado en dejarme hacerlo.
Siento un golpazo en mi costado izquierdo que me manda a volar muy lejos de donde estaba detenida, así que acabo soltando un alarido. El gigante de piel escamosa ha arremetido contra mí de la misma manera en la que lo hizo en la nave.
Me pongo de pie y se me escapa un aullido inarticulado. No necesito agua para darle un puñetazo, así que eso es lo que hago. Estampo mi puño cerrado con tanta fuerza contra su pecho que este se tambalea sobre su eje y gruñe vastamente en protesta. Pero no lo dejo seguir quejándose, porque abro los brazos y empiezo a sentir un jalón en las entrañas. Siento como todas mis terminaciones nerviosas se calientan en el momento justo que las corrientes de agua empiezan a desplazarse alrededor de mi cuello y acaban saliendo disparadas como dagas filosas hasta el gigante, mandándolo a volar a otro lado.
Repito el proceso varias veces más con las criaturas espaciales que se me intentan acercar, e incluso lanzo uno a larga distancia para quitárselo de la espalda a Thor.
El rubio repara en mí en ese instante.
—Y pensé que yo venía a salvarte —me dice con una sonrisa ladina.
—Llegas tarde, como siempre, y tu hija no ha dejado de llorar. ¿Dónde se supone que estabas? ¿Comprando un nuevo ojo? —repongo sin dejar de mover mis manos—. ¿Dónde está Loki? ¿Dónde está Eisa?
Las facciones de Thor se turban.
—Sirena...
—¿Dónde están? —exijo de nuevo.
—¡Cuidado!
El rubio se me lanza encima justo a tiempo para evitar que una manada de criaturas me atrape para usarme como juguete. Me toma en brazos con demasiada facilidad y me saca volando de la escena, para después dejarme caer en un lugar más despejado.
—No nos distraemos en batalla —me recuerda—, ¿se te olvidó?
—Vamos a tener esta conversación después —lo apunto.
El rubio asiente y lo veo blandir la gigantesca hacha que está en su mano.
—¿Cambiamos el martillo pequeño por esa hacha gigante?
—Necesitaba algo que representara mejor todo lo que tengo —me sonríe de forma galante.
Alzo las cejas, captando el sentido oculto detrás de sus palabras y niego con la cabeza.
—Sí, claro —lo empujo—. Fuera de aquí, ve a hacer lo tuyo por allá.
Ignoro el retortijón que queda en mi estómago tras preguntarle por Loki y Eisa y decido canalizar esa frustración hacia lo que me rodea. Me muerdo el interior de la mejilla porque no soy estúpida, sé que no quiso responderme por una razón y sé que esa razón me va a generar un ataque cuando empiece a sopesarlo. Pero ahora mismo no puedo permitir resquebrajarme de esa manera; no puedo tener a Thor cuidando de mí como si fuera una niña, porque ahora mismo mi vida no es lo más importante. Todas mis penas van a tener que esperar, porque el destino del universo está en juego.
Y yo tengo que seguir luchando, aunque no pueda hacerlo.
Dejo ir mi frustración contra las criaturas espaciales y no solamente me recargo en el agua, también hago uso de mis manos y mi cuerpo. A lo lejos veo a Halley destrozarlos como si estuviera bailando alrededor de ellos, con unas lanzas blancas en cada mano, mientras que Victoria parece una espiral casi irreconocible. Se mueve tan rápido que sus movimientos resultan prácticamente imperceptibles, todo sin soltar la filosa espada de bronce de entre sus dedos.
Pero entonces el panorama se complica más cuando tres inmensas maquinas en forma de anillos con grandes engranes emergen desde el fondo de la tierra y obligan a todos a retroceder.
—Chicos, tenemos un problema con Visión —informa Sam Wilson.
—¡Alguien vaya con Visio...
Steve no pudo terminar su frase y yo tampoco pude terminar de escucharla. Todo lo que capto es el aullido de dolor que sale de los labios de Victoria en ese momento, así que me vuelvo con demasiada rapidez para buscarla.
Una nueva criatura, con la misma forma y características que las primeras pero diez veces más grande y con más dientes, ha aterrizado en el campo y le ha dado una sacudida feroz a la castaña. Yo trago saliva.
—Ah, mierda.
—¿Tienes ganas de lidiar con el más grande? —me pregunta Victoria, jadeando pero con una mueca divertida.
Tomo aire.
—Claro —me encojo de hombros, atareada—. Va a ser divertido.
La castaña insufla sus pulmones dando una única respiración profunda, se mantiene erguida con los ojos puestos en la gigantesca criatura –que fácilmente puede alcanzar unos siete metros de altura–, y echa los hombros hacia atrás. Se saca la espada de la espalda y entonces murmura:
—A mi señal.
¿Son ideas mías o Victoria es un poco mandona? De cualquier forma.
La castaña me da un asentimiento de cabeza mientras que la gigantesca criatura brama con todas sus fuerzas, haciendo que hasta nuestros rostros llegue su desagradable aliento caliente. Ella es la primera en dar la zancada; se impulsa hacia adelante con tanto ímpetu que acaba estrellándose contra el cuerpo del extraterrestre hasta hacerlo retroceder momentáneamente, dando paso a que yo use una corriente de agua vehemente para arremeter contra su costado. No dejo de atacarlo con descargas de agua, así como Victoria no cesa sus ataques bruscos. Ella es más una luchadora cuerpo a cuerpo, por lo que está en constante contacto con la criatura mientras que yo me mantengo un poco más distante pero no lo dejo recobrarse de las dagas cristalinas que muevo a voluntad.
Sin embargo, la bestia le da un manotazo con uno de sus cuatro brazos casi mortales y a mí me me atesta un otro golpazo con uno de los restantes, haciéndome caer sobre mi espalda. Todo empieza a suceder demasiado rápido, por la cantidad de bestias que se arremolinan a nuestro alrededor y por la fuerza con la que la más grande de todas ellas arremete contra nosotras.
Ruedo sobre mí misma y alzo un la mano derecha para sacarme todas las criaturas de encima con una ráfaga de agua punzante. Me pongo de pie de un tirón y resoplo.
—Genial, ahora sí me hicieron enojar —mascullo entre dientes.
Echo los hombros hacia abajo y levanto la cabeza. Siento como la sangre empieza a calentarse en mis venas, atizando los rescoldos de mi ira y avivando las llamaradas de la violencia en mi sistema. Abro los ojos lentamente mientras agudizo mis sentidos, porque en la lejanía soy capaz de atisbar una corriente de agua muy fuerte. Sin embargo, esta se encuentra lejos. Trago saliva, pues nunca he invocado con tanta distancia el agua, y no estoy segura de poder hacerlo, pero debo intentarlo. Retraigo la colorida bruma azul que empieza serpentear por mis brazos y abro la boca para tomar mucho aire, en un esfuerzo porque esta se estire y pueda canalizar la dirección en la que se mueve el agua a lo lejos. Esto es como crear el agua yo misma para encasillar una ya existente, cosa que nunca he hecho, y de una puedo prever que me resultará doloroso. Pero no me importa.
Mientras mis ansias avivan el fuego de mi sistema, el agua que estoy creando parece predispuesta a cooperar. Aumento su intensidad y los hilos azules se estiran hasta lo inverosímil. Es entonces cuando lo siento.
Bajo mis pies, el suelo comienza a temblar como si algo lo estuviera azotando con fuerza, lo que hace que todos también lo noten y detengan sus movimientos para ver de dónde proviene el estrepitoso temblor. Cuando su frecuencia se incrementa, el chisporroteo luminoso de mis manos se extendió hasta lo más alto, y la tierra detrás de mí se abre como un cráter dejando que una descomunal corriente de agua reviente los bordes.
—¡A un lado, ahora! —grita Victoria hacia las personas de nuestro lado, justo a tiempo antes de que la descarga filosa de agua arrase con la mitad de las criaturas que llenan el campo.
Poco a poco voy bajando los brazos, empapada por el agua que ha corrido a través de mí y con la respiración agitada.
Halley Nova blande su lanza blanca y me mira con una enorme sonrisa.
—¿No pudiste hacer eso hace como media hora?
Voy a responderle algo, pero entonces veo a Victoria dar un salto precipitado hacia arriba para arremeter con su espada contra la cabeza de la bestia colosal, acabando con él de una vez y para siempre.
—¡Esas son mis chicas! —oigo exclamar a Thor, que pasa volando por encima de nuestras cabezas antes de estrellarse contra los compartimientos puntiagudos que resguardan a las criaturas, destrozándolos.
Resoplo. Bueno, no salió tan mal después de todo.
—Todos a mi posición. Algo se acerca.
Victoria se mueve tan rápido al llamado de su pareja que ese movimiento prácticamente no existe. Un segundo estaba detenida frente a mí, y al otro dio una zancada hacia adelante con tanta fuerza que prácticamente salió volando hacia el bosque, con Halley siguiéndole el paso.
De pronto me invade una molestia repentina cuando comprendo que algo más se acerca. Algo que no está aquí.
Una oleada de ira lacerante se estrella contra mi sangre y acabo alzando los ojos. Para buscar a Thor, pero no soy capaz de hallarlo. Estudio el panorama con ansiedad, e insportablemente rememoro sus palabras. Él no quiso responderme dónde estaba Loki, o dónde estaba Eisa. Yo no soy estúpida como para no comprender el motivo por el que no quiso decírmelo al momento, ya sé la razón, solo que no quería admitirlo en voz alta.
Soy capaz de sopesar correctamente que solo hay una persona a la que puedo culpar. Solo hay un responsable por la muerte de Daven, la de Loki, la de Eisa, por la muerte de la mitad de mi gente. Un único responsable por la muerte de Althea, por la destrucción de Olympia y la desaparición de Victoria y Zafiro. Una persona está detrás de toda esta masacre en la que un pueblo inocente debe sacrificarse por el bien común, está detrás de un derramamiento de sangre espantoso y jamás antes visto. Solo una persona es la responsable por poner a mi hija en riesgo, por quitarme a la mitad de mi hogar.
Y cuando mi cerebro procesa todo eso, toda mi ira es redirigida hacia un lugar específico y empiezo a ver todo rojo. Me invade una espiral de violencia tan poderosa que, por primera vez, no soy bastante estable como para apaciguarla o hacerla retroceder. Al contrario, empujo hacia ella para hacerla permanecer en mi interior mientras me dirijo hacia el bosque dando pasos apresurados.
El viento sopla ardorosamente cuando veo una explosión dorada tener lugar sobre la cima de una arboleda. Pero tan solo medio segundo después, la explosión se retrae, como si hubiera vuelto a su lugar, al tiempo que un grito ensordecedor recubre el campo.
Y cuando llego al origen del sitio, lo primero que veo es una hilera de cuerpos casi inconscientes en el piso, incluido el cadáver grisáceo y sin vida de Visión. Pero en la punta de todos ellos está el responsable de cada una de estas desgracias. Thanos está detenido, con todas las seis gemas brillando fervientemente sobre su guantelete.
—Fuiste tú el que asesinó a mi familia —siseo con la voz repentinamente quebrada.
El gigante de rostro purpúreo me mira sin expresión alguna cuando responde.
—Mi niña, no eres la única que ha perdido familia.
Noto una punzada de dolor en mi estómago.
Thanos debe morir. Por Loki, por Eisa, por Daven, por todos y cada uno de los habitantes de este universo que no tienen el poder de defenderse ellos mismos. Él debe morir.
La espiral de violencia revienta en mi pecho cuando siento de nuevo la tierra temblar bajo mis pies. Thanos abre los ojos atentamente cuando una nueva e inesperada ráfaga azul sale de mis manos y se abalanza en su dirección, envolviendo su cuerpo, incluido el guantelete. La gema púrpura se acciona y retrae mi ataque, pero en cuestión de un segundo son todas las que se iluminan y se preparan para soltar una descarga hacia mí.
No.
Me planto al suelo todas las fuerzas que nunca esperé tener y retengo mi ráfaga azul alzada cuando todas las gemas se accionan. Su fulgor colorido choca directamente con mi escudo y experimento una oleada de dolor lacerante gracias al poder descomunal que poseen esas piedras. Pero me ordeno a no soltar. Empujo y empujo mi escudo hacia adelante con todo lo que mi cuerpo puede dar, aunque mi nariz esté sangrando, aunque mi pecho arda y sienta que mi cabeza está a punto de explotar, no lo dejo ir. Mi escudo se ilumina y comienza a chisporrotear irregularmente cuando la fuerza de impacto de las gemas se asienta más y más, y sin embargo alcanzo a ver cómo la gema roja brilla con más intensidad que las otras cinco...
... Y de pronto dejo de verlo.
En mi cabeza solo reina una oscuridad aterradora y lúcidamente reconozco el llanto de Eyra. Toda mi concentración se va al traste en ese momento, y es allí cuando siento un golpe descomunal y demoledor contra mi pecho que me hace caer contra un montón de piedras, sacándome de combate dolorosamente.
Gimo, y medio abro los párpados para ver qué sucedió, pero todo lo que alcanzo a ver es una centella familiar estrellarse contra el cuerpo de Thanos sin piedad alguna, barriendo la tierra del suelo con él.
Thor viene cayendo desde el cielo, a buena hora.
Sin embargo, Thanos se incorpora y vuelve a accionar las seis gemas hacia el Dios del Trueno, pero su nueva y gigantesca hacha es lo suficientemente poderosa como para contrarrestar el ataque de seis gemas del infinito sin esfuerzo alguno.
Y tras el destello de luz de un rayo, el hacha acaba incrustada en el pecho del Titán, con el rubio cayendo enfrente de él.
—Te dije —se regodea Thor con semblante inexpresivo, afianzando el hacha en el pecho de Thanos y haciéndolo gritar de dolor—, que morirías por eso.
Yo apenas puedo moverme. El esfuerzo me dejó desconcertada y el golpe me ha inmovilizado, sumando que estoy sangrando de forma alarmante por sitios que no se supone deben sangrar. Es por eso que no opongo resistencia alguna cuando siento un par de brazos ayudarme a sentar sobre las rocas. Se trata de Victoria, pero ella no luce en mejor condición que yo. Una enorme cortada atraviesa la punta de su hombro derecho y le recubre toda la parte de su pecho que está al descubierto.
Adolorida, aún puedo escuchar el intercambio de palabras que se suscita entre el dios y el Titán.
El de rostro morado está jadeando, agonizante, pero repone de manera fuerte y clara:
—Debiste... Tú... Debiste haber ido por la cabeza.
—¡No! —y entonces chasquea los dedos.
Un destello de luz cegador cubre el campo entero y cuando pasa, el guantelete de la mano de Thanos empieza a echar humo aterradoramente.
—¿¡Qué hiciste!? —exije Thor, con la voz denotando la más pura desesperación—. ¿¡Qué hiciste!?
Thanos no contesta. Todo lo que hace es abrir un portal a sus espaldas y atravesarlo como una bala sin reparar en nada más.
Thor se queda petrificado en su lugar por un largo segundo, así que yo trato de levantarme con la ayuda de Victoria, que también se tambalea. Steve Rogers aparece totalmente golpeado también.
—¿Adónde se fue? Thor, ¿adónde se fue?
Las respiraciones de todos empiezan a acelerarse hasta lo imposible. Mi corazón late con tanta prisa detrás de mi pecho que temo me salga disparado hacia afuera y destroce mis costillas.
Todos viramos el rostro hacia muchos lugares, buscando algo, pero la respuesta se acerca a nosotros en la forma de Bucky Barnes medio segundo después.
—¿Steve? —llama al rubio, con voz cavernosa...
... Y entonces se hace polvo.
Todos nos quedamos atónitos ante lo que empieza a suceder.
Una serie de gritos se desatan en el campo, al igual que severas explosiones, mientras que la mitad de todo se está desvaneciendo. Los vemos ir uno a uno: ambos reyes de Wakanda, Navah Larsen, Wanda Maximoff, Sam Wilson, y al que Thor llama Groot. Pronto, los que quedamos de nosotros nos vemos reunidos irregularmente en medio de toda la flora, con el cuerpo sin vida de Visión en el suelo.
Halley Nova atraviesa corriendo el prado y deja escapar un suspiro pesado cuando repara en que Natasha Romanoff sigue allí.
Es entonces cuando mi cerebro hace click, y Victoria también se da cuenta de lo mismo.
Eyra.
Nunca me había movido tan rápido en tierra a como lo hago en este instante. Recorro todo el campo, viendo como naves caen y personas desaparecen, pero mi atención está fija en otro lado. Tengo que moverme sin vacilar porque mi hija no puede desvanecerse. No puede.
Y cuando Victoria y yo llegamos a la habitación segura, una sensación de sombrío regocijo nos quema las venas y una un sabor agridulce explota en nuestra boca. Eyra, Edward y Grant están bien... pero el resto del universo no.
Perdimos.
***
N/A: La Crysty y los bebés están bien, hasta aquí mi reporte. Besos.
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