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20 ━━━ Our reckoning.

━━━ ❛ RAGNAROK XX ❜ ━━━

Thor.


—Heimdall, sé que tú logras verme. Necesito que me ayudes a ver. Te suplico ayuda.

Cierro mis ojos y apreto los puños con fuerza. Me siento atrapado, no consigo una salida y las ideas se me están agotando. Sé que si Heimdall me escucha obtendré respuestas a todo lo que está pasando, porque aún no soy capaz de comprenderlo en su totalidad. Sé que estoy solo en la sala. Hulk se ha ido a entrenar y Crystal ha sacado a Eyra de aquí hace mucho rato. No me gustó verlas irse, ¿pero qué opción tenía? Este no es lugar para ninguna de las dos, no mientras yo siga estancado y sin salida. Eisa también desapareció mucho antes que Crystal. No dio ninguna explicación al respecto pero se quedó pasmada por algo y después salió corriendo, dejándonos completamente confundidos.

Mis músculos se tensan. Por favor, Heimdall, pienso. Necesito muchas respuestas, especialmente ahora que Crystal me ha contado de la profecía y de lo que Eisa sabe de Victoria y Beverly. Necesito ver.

La única advertencia son los sonidos que inundan mis oídos. Escucho algo muy similar a un bosque, a personas corriendo y un par de rugidos bajos. También escucho espadas siendo blandidas y quejidos sordos. Entonces, cuando abro los ojos es que me doy cuenta de que Heimdall me ha visto.

—Sí te veo, pero estás muy lejos —repone.

Observo detenidamente el sitio en el que nos encontramos y luego a él. Todo se ve extraño, diferente, incluso Heimdall mismo luce fatal.

Trago saliva.

—¿Qué sucede aquí?

—Tú mismo ven a verlo —me dice, haciendo un ademán con la cabeza para que lo siga.

Asiento una sola vez. Heimdall nos dirige en medio de lo que vagamente reconozco como el viejo palacio, y mientras más nos movemos más me doy cuenta que no estamos solos. Una cantidad considerable de familias asgardianas se encuentran escondidas detrás de esos muros, con los rostros asustados y en estado de alerta de lo que sea que está pasando.

Cuando llegamos a uno de los lugares más escuetos, de esos que tienen vista a la ciudad entera, se me baja la presión del cuerpo. Todo está en llamas.

—Proporciono refugio en una fortaleza construida por nuestros ancestros, pero si la guarnición cae, nuestro único escape es el Bifrost —informa Heimdall.

—¿Estás hablando de evacuar Asgard? —inquiero, con el aire atorado en la garganta.

Veo a Heimdall respirar pesadamente, pero el sonido de gruñidos vastos nos interrumpe. Rápidamente pegamos la espalda de los muros, tratando de resguardarnos, al igual que las familias que nos rodean.

—No duraremos mucho si nos quedamos aquí —responde al final—. Ella obtiene su poder de Asgard y cada día crece en fuerza —le hace una seña rápida al grupo de personas que trata de refugiar y todos echan a correr detrás de él—. Hela es insaciable, si dejo que se vaya consumirá los Nueve Mundos y todo el cosmos. Te necesito, y también necesitamos toda la ayuda posible. ¿Has encontrado ya a la Princesa Victoria y a su hermana? No están lejos de ti, ninguna de las dos.

Niego.

—Trabajo en ello, pero no sé dónde estoy ahora y...

—Estás encima de Azariel, en un planeta rodeado de portales —frunce los labios—. Estás con Crystal y están cerca del agua. Que ella busque a Victoria, a Zafiro la puedes encontrar justo al lado de ti. Despiértala antes de que sea tarde. Entra por uno de los portales para salir.

Frunzo el ceño.

—¿Por cuál?

—El más grande —responde, para luego atravesar algo con la espada.

Me despierto de la visión exaltado y con la respiración agitada. Carajo, ¿y ahora qué hago?



👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰



Cuando Hulk arroja un enorme arma filosa a mi cabeza, es cuando me doy cuenta de que quizás debí haberme pensado eso mejor de llamarlo «el vengador estúpido».

Pero estoy molesto, estoy enojado. Más que eso, frustrado. Sin mi padre, mi martillo, y ahora sin mi hija. Porque aunque sé que está por aquí, no puedo tenerla conmigo. ¿Y dónde demonios está Crystal? No tengo ni idea, no apareció más y eso solo consigue ponerme más los nervios de punta. ¿Por qué tiene que perderse de esa manera con todo lo que está pasando? ¡Por Odín, ella o Eyra podrían estar en peligro y yo ni siquiera puedo salir del alojamiento! Aunado a eso está la situación catastrófica de Asgard. No puedo permitir que Hela siga ganando fuerza, y nadie parece dispuesto a ayudarme a salir de aquí. Demonios. Todos van y vienen como les plazca y yo sigo encerrado. ¿Es eso justo? Por supuesto que no.

Suelto el aire por la boca.

—¿¡Enloqueciste!? —le grito al monstruo verde. Ahora ha tomado una vara llena de púas y parece listo para lanzármela encima—. ¿Sabes qué? ¡La tierra sí te odia! —acabo por escupir de mala gana, pero tan pronto como lo hago me arrepiento.

Eso lo hace fruncir el entrecejo. Baja el arma, la deja caer al suelo y entonces él también baja la cabeza, empezando a caminar en dirección a los escalones. Tomo aire, siguiéndolo con la mirada y no puedo evitar preguntarme si acaso no he sido demasiado duro con él. Hace un mohín, gruñe y sube y baja los brazos para luego dar un salto a la orilla de su cama.

Odín, dame fuerzas, recito en mi interior. Cierro los ojos un momento y trato de tranquilizarme, bajar los humos de mi mal humor y me esfuerzo en concentrarme. Vacilo por un largo segundo, pero acabo decidiendo acercarme a él. En cuanto me ve cerca, Hulk niega con la cabeza y repite «no» varias veces.

—Lo siento —mascullo, dándole un par de palmadas en la pierna verdosa—. No quise decir eso. No eres el vengador estúpido y nadie te llama así.

Hulk respira sonoramente.

—No interesa.

—... Pero no está bien arrojar escudos a las personas, pudiste matarme. —le sigo diciendo.

—¡Lo sé, lo sé! —farfulla—. Lo siento. Es que me enojo todo el tiempo. Hulk siempre, siempre enojado.

Un atisbo de sonrisa tironea en mis labios.

—Lo sé, somos un poco iguales. Un par de tontos obstinados.

—Sí, iguales. Porque Hulk es fuego y Thor es agua.

Cruzo los brazos.

—Los dos somos como el fuego —repongo, meneando la cabeza.

—Pero Hulk es fuego real. Hulk es fuego ardiente y Thor es brasa...

Me echo a reír cortamente. Pero ahora que finalmente se ha calmado Hulk, supongo que es el momento para poner en marcha la idea que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde que hablé con Heimdall.

Me vuelvo hacia él.

—Necesito que hagas algo por mí, Hulk.

Él pestañea, pero antes de que pueda contestarme algo nos interrumpen.

Escucho que alguien viene corriendo en nuestra dirección, así que me giro para ver de qué se trata. Es Crystal, que viene totalmente mojada y agitada hacia donde nos encontramos. Inmediatamente doy un salto fuera de la cama y echo a andar hasta ella. Su respiración es entrecortada, como si viniera corriendo desde muy lejos, y cuando me ve suelta un suspiro.

—¡Por las Nornas, tuve que correr kilómetros enteros! —jadea. Se inclina hacia adelante, me toma de las mejillas con sus manos empapadas y deposita un beso corto sobre mis labios—. Perdón por no venir antes. Daven y yo tuvimos que pelear con un monstruo submarino para que nos dejara atravesar las corrientes del norte, pero entonces el idiota de Daven despertó a la novia y ya no fue un monstruo, fueron dos. También le dio miedo la novia del monstruo así que me dejó todo el trabajo a mí sola. Lo odio. En fin, finalmente pudimos atravesar las corrientes y...

La tomo de los hombros y le doy una leve sacudida para que baje la velocidad. Está muy, pero muy agitada y no comprendo nada de lo que está diciendo. Ella me dedica una pequeña sonrisa avergonzada y eso me pone un poco nostálgico. Ha pasado tiempo desde que la sentí tan libre y extasiada por algo, que me duele no haber estado con ella cuando sucedió. También noto un moretón en su mejilla izquierda, así como un rasguño sangriento un poco más arriba del valle de sus pechos. Que si puedo agregar, esa armadura de escamas y color verde favorecen demasiado.

—Tómatelo con calma —le pido. Beso su frente cortamente y me dirijo hacia ella de nuevo—. ¿Qué estás diciendo, sirena? ¿Dónde dejaste a Eyra?

—Eyra está con mi madre.

Me ahogo con mi propia saliva.

—¿¡Tu madre está viva!?

—Ah, ¿no te había dicho? —Crystal alza las cejas más avergonzada que antes—. Larga historia, luego te pongo al día. ¡Concéntrate en lo importante!

No estoy entendiendo nada de lo que sale de sus labios. Y nunca me he quejado de tener una Crystal extasiada, habladora y muy mojada delante de mí, pero en este momento me tiene perdido por completo. No la sigo. Por un instante me siento idiota por no comprender la situación.

—Crystal, cariño, vas a tener que ser más específica.

Ella toma aire profundamente.

—Las encontramos —es todo lo que dice.

En primera instancia sigo sin entenderle, pero ella me sonríe con muchísimas ganas, satisfecha por lo que acaba de decir. Me toma de los hombros y me sacude, entonces mis ojos van a parar detrás de ella.

Por el mismo camino en el que hace un segundo ella atravesó corriendo, vienen varias figuras conocidas para mí. Mientras mi corazón se detiene al verlas, consigo distinguirlas una a una. La primera que se viene acercando es inolvidable para mí. Es Victoria. Incluso en la distancia me doy cuenta de lo terrible que se ve; su cabello está largo, alborotado, y tiene un par de ojeras malvas bajo sus ojos de color avellana. Lleva una vestimenta natal de Olympia: un largo vestido del color de la arena, con detalles dorados y el hombro descubierto, pero este también luce deshecho y desgastado. En cierto modo, me recuerda a Althea al verla de esa manera, pero hay una diferencia muy perceptible que la separa de su madre. Es su rostro, dónde atestiguo una cálida sonrisa tan pronto repara en mí. Me sonríe cómo siempre lo ha hecho, con la misma nota de cariño y alegría de verme que siempre expresó. Se ve cansada, y aún así se las apaña para hacerme sentir cálido.

Y por un momento pienso que está sosteniendo a Eyra entre sus brazos... pero esa no es mi hija. Ese es un niño. Un niño también rubio.

Entonces, caminando muy cerca de ella, viene Daven. Y realmente no me importa Daven, me importa lo que él está sosteniendo entre sus brazos. A Beverly, inconsciente. Tan pronto me percato de eso, doy una zancada hacia el moreno de cabello rizado.

—Suéltala —le digo, apretando los dientes—. Dámela, yo la tomo.

No le doy oportunidad de recobrarse o de oponerse, se la saco de los brazos de un tirón y me apresuro a llevarla al centro del alojamiento. De lejos escucho a Hulk balbucear algo en dirección a Victoria, e intuyo que la recuerda. Por supuesto que la recuerda, porque ella también da un grito al verlo.

—¿Qué está pasando? —pregunto, alzando la cabeza para encontrarme con Crystal y Daven—. ¿Por qué está Beverly inconsciente? ¿Victoria de dónde sacó ese bebé? ¿De dónde las sacaste a ellas, Crystal?

Daven me sonríe.

—¿Quieres saber cómo se hace un bebé? Pues verás, ella se pone abajo y...

Crystal le da un porrazo en la cabeza y Daven se queja, adolorido.

Lo ignoro y la miro a ella únicamente por un segundo, porque luego mi atención recae en la inconsciente pelinegra que sostengo contra mi pecho. Por Odín, Beverly se ve diez veces peor que Victoria. Tiene los nudillos llenos de sangre, sus manos están hechas añicos, como si hubiera golpeado algo con mucha fuerza por demasiado tiempo. Justo como la vi en mi sueño. Apenas lleva una camisa de tirantes negra, así que vislumbro a la perfección la cantidad insana de hematomas que se extienden desde su clavícula hasta su cuello, volviendo a traer las marcas del envenenamiento de hace tanto tiempo. Incluso da la impresión de que se estuviera recuperando de una rotura de nariz, y se ve mucho más delgada de lo que realmente es.

Contengo el aliento. Mis ojos van a Bevs, a Victoria y por último a Crystal. Las tres tienen moretones. ¿Qué demonios pasó con ellas?

—Sé que todo esto es un desastre y es un lío tremendo —comienza Victoria, aclarándose la garganta. Detrás de ella, Daven y Hulk empiezan a pelear por una fruta.

—¿Desastre? —repito, alzando las cejas—. ¡Esto es caos! No entiendo nada de lo que está pasando, así que más les vale ponerme al día rápido.

Crystal me pone una mano en el hombro.

—La razón por la que Eisa salió corriendo ayer fue porque atisbó la ubicación de Victoria —me cuenta. Se agacha y clava los ojos en Beverly—. Daven y yo fuimos hacia los portales de Azariel, justo como lo indicó, y los atravesamos. Se suponía que debían partirnos a la mitad, nos llevamos un buen golpe y acabamos peleando con los novios marinos... pero llegamos a Victoria. Estaba atrapada en un pequeño portal que se conecta con una isla. La explosión de Olympia la mandó a volar allí, y no encontró una salida hasta que nosotros llegamos.

No suelto a la pelinegra, pero alzo los ojos hasta Victoria. Ella tiene la apariencia de alguien que está a punto de echarse a llorar.

—Crystal me salvó la vida —murmura. El bebé rubio que está entre sus brazos se encuentra dormido, por lo que ella posa brevemente la mirada en él y luego la regresa a mí—. Nos salvó la vida. No creo que yo sola hubiera podido salir de ahí sin ella. Contuvo la explosión de los portales, se enfrentó a los guardianes de las corrientes y nos arrastró ella sola hasta aquí. Thor, sabes que no es ninguna coincidencia que todo haya comenzado a desmoronarse al mismo tiempo.

Crystal sacude la cabeza.

—Le conté de la profecía —bisbisea.

La simple mención de la dichosa profecía me llena de amargura. Tengo que recordarme a mí mismo que no puedo perder la concentración, que debo mantenerme enfocado y debo comprender todo lo que está sucediendo. Regreso mi atención a la castaña.

—¿Estabas sola, Vi? —le pregunto. Ella asiente y yo no puedo creerlo. Vuelvo a mirar al bebé de sus brazos y una presión se cierne sobre mi pecho. ¿Ella también? ¿Ella también tuvo que pasar por todo sola? Trago saliva con dificultad—. Victoria...

—Estoy bien —me interrumpe con una tenue sonrisa, una expresión cansada—. Te prometo que estoy bien ahora. Él también está bien, y vamos a estar mejor. Ahora, por favor, ¿podemos despertar a la vaga? Me parece que ha dormido lo suficiente. Yo fui la que cargó la parte fea de la pelea en Olympia y estoy despierta.

—A ti no te atravesaron el pecho con una espada mágica —canturrea Daven desde el otro lado de la habitación.

—Ella tiene que levantarse.

Le doy una dura mirada a Victoria.

Sé que no está bien. Está cansada, agotada, y probablemente también esté perturbada. No sé con exactitud qué fue lo que pasó mientras que estuvo encerrada, pero sé que sobrevivió. Que luchó hasta el final. Se aferró con uñas y dientes para no dejarse vencer. Ahora mismo, me siento orgulloso de ella. Y no solo de ella, también de Crystal. Me infla el pecho de orgullo la manera en la que lidió con todo mientras yo estaba aquí, encerrado. En realidad, Crystal no me necesitaba para nada. Había tenido a Eyra sola, había rescatado a sus primas sola y las había traído de vuelta sola.

Esa es mi Crystal. Esa es mi sirena.

—Está dormida —me informa la pelirroja, agachada junto a mí—. Eisa dice que tienemos que hablarle, dejar que escuche nuestra voz. Victoria lo intentó, pero no funcionó. Si no te responde a ti... no sé qué vamos a hacer. Está bastante débil, la encontré flotando en medio del portal muerto de Olympia, y Daven dice que eso consume mucha energía. ¿Puedes hacerlo, Thor?

Asiento.

—Sí, puedo hacerlo.

—Sácudela —indica Victoria—. Tiene que despertar. La voy a matar si no lo hace. ¿Quién demonios se cree que es, la bella durmiente? ¡Ya levántate, Beverly Anne, suficiente vago estás haciendo!

Victoria está tratando de mantener la calma... pero su voz está quebrada. Y yo también me he asustado. Si esta mujer no despierta, Stark nos va a matar a todos. No va a quedar ninguno vivo.

Las observo a ambas por un largo segundo. Luego, me aseguro de estar sosteniendo bien a Beverly, y cuando lo confirmo me inclino hacia su oreja. Respiro hondo.

—Preciosa —la llamo, sacudiéndola un poco—. Sé que puedes oírme. ¿Nos harías el favor a todos de despertar? Mira, Victoria se está alterando y sabes el miedo que le tengo a tu hermana cuando se altera. Además, piensa en Stark. ¿Recuerdas lo que se enojó cuando me comí su desayuno? Imagínate si le digo que no te desperté. Se va a poner como loco, y sé que tú no quieres eso, ¿verdad? —murmuro la última parte, pasando los dedos por su rostro—. Por favor... Despierta. No lo hagas por mí, aunque todos sabemos que soy tu favorito y soy el que te carga a todos lados... Hazlo por Edward. Él te necesita, no puedes dejarlo solo.

» Además, ¿sabías que ahora yo también tengo mi propia cría? Se llama Eyra, y es rubia como yo. Crystal dice que tiene algo de rojo en el pelo, pero estoy seguro de que fue ella de envidiosa que se lo tiñó solo para que tuviera algo parecido a ella. Están pasando muchas cosas y te has perdido de mucho más. Me parece que tu hermana tiene otra cría, también rubia, ¿me estás escuchando? Ya van cuatro crías si contamos a Vera. Si le conseguimos uno a Nat y contamos los de Barton, tenemos un nuevo equipo de mini Vengadores. ¿En serio te quieres perder eso?

Soy consciente de que todos me están mirando, pero yo no consigo apartar la mirada de Beverly. Crystal la está sacudiendo un poco, a ver si reacciona, pero no sucede nada. Está completamente inmóvil y con los ojos cerrados. Llevo una mano hasta su pecho, buscando su corazón, y lo siento latir con furia.

—Te está latiendo el corazón —continúo diciendo—. ¿Es esta tu venganza a mi entrada triunfal el día que te encontré llorando? Porque si es así ya estamos a mano. No lo haré de nuevo. Solo... despierta... por favor.

Nada sucede.

Cierro mis ojos y niego con la cabeza. Cuando los abro de nuevo me encuentro con los de Crystal, que me mira expectante. Ni siquiera quiero volverme a mirar a Victoria. Esto apesta, en todos los sentidos. ¿En serio no va a despertar? Frunzo el ceño con la mente embotada.

—Ay, carajo. No vuelvo a hacerle caso a Victoria nunca más en mi vida —masculla una voz pastosa, quejosa.

¿Beverly? ¡Beverly!

Me invade un alivio descomunal tan grande que me incorporo con tanta fuerza que la hago respingar. No la suelto, más bien la atraigo más hacia mí.

—Hola, fortachón —me saluda en voz bajita. Está completamente débil, pero quiere parecer graciosa—. Aún no entiendo cómo te las arreglas para aparecer cada vez que te necesito —dice, ladeando la cabeza.

Eso me hace reír quedamente.

—Es un don al que no planeo renunciar.

Los ojos color zafiro de Beverly se encuentran con los esmeralda de Crystal, y ambas se sonríen mutuamente. Entonces, la pelinegra alza la cabeza hasta encarar la mirada avellana de su hermana, y acaba apuntándola con el dedo.

—Esto fue tu culpa —le dice.

Victoria se ríe, pero en realidad está llorando. Se aferra a su bebé con ganas y asiente.

—Lo sé —sorbé por la nariz—, debimos habernos quedado en casa.

Por un segundo, Beverly también se ríe, pero rápidamente la risa se transforma en  llanto. Comienza a sollozar dolorosamente y lo único que puedo hacer es abrazarla.

—Está bien, preciosa, está bien —le digo—. Ya estás bien, ya estás a salvo. Ambas lo están.

—Es hora de que regresen a casa —añade Crystal en un susurro.

Victoria sacude la cabeza.

—Pero pensé que ustedes estaban en problemas y...

Yo asiento.

—Se van a casa —resuelvo, depositando un beso sobre el pelo de Bevs—. Ustedes dos ya han peleado lo suficiente. Es hora de que descansen. Lo que está pasando con Hela...

Crystal me interrumpe.

—Eso lo solucionamos nosotros.

Yo estoy de acuerdo. Al menos por ahora, de todos, ellas dos merecen un descanso. Necesitan estar de vuelta con su familia. Y espero que, al final, cuando todo termine, yo pueda hacer lo mismo. Probar un poco de esa vida que ellas tienen, estar con Eyra, estar con Crystal, lejos del peligro. Yo espero.


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