Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18 ━━━ Arena fight.

━━━ ❛ RAGNAROK XVIII ❜ ━━━

Tiempo después


⠀⠀⠀⠀⠀⠀Una vez el dolor pasa, mis pulmones se llenan de aire de nuevo y consigo abrir los ojos... el potente llanto de una bebé inunda mis oídos. Lo primero que siento es un pinchazo de éxtasis en mi pecho, seguido del lúcido sentimiento de emoción explotando en mis venas de manera catastrófica. Entonces, escucho la voz cantarina y alegre de Cyrene en algún lugar de la habitación.

—¡Está aquí! —dice, incapaz de contener el temblor encantado de su voz—. ¡Eyra está aquí!

Quiero decir algo, pero mi garganta se cierra. Por un instante vuelve a faltarme el aire y me estremezco; siento como todos los vellos de mi piel se erizan ante la potente sensación de regocijo que relampaguea fervientemente sobre mi cuerpo. Quiero llorar, quiero gritar y también moverme, pero en esta ocasión, quiero hacerlo llena de alegría. Llena de felicidad. Ahora no quiero llorar de tristeza, no quiero gritar de dolor, solamente quiero encontrar una manera de expresar este sentimiento inverosímil que ahora bailotea sobre mi pecho.

Y cuando siento que la felicidad me está consumiendo entera, es justo cuando la alzan hacia mí, cuando me la entregan. Es entonces cuando la sujeto en mis brazos, la acerco a mi pecho y soy incapaz de contener el llanto. Yo lloro de la misma manera en la que lo está haciendo ella.

—Qué bolita más bonita —oigo decir a Daven. Ni siquiera sabía que estuviera en la habitación, pero su comentario me hace reír en medio del llanto.

—La más bonita —concuerda Cyrene.

Sin embargo, no puedo alzar la cabeza para mirarlos a ellos o a cualquiera de las demás personas que también están aquí. No soy capaz de despegar los ojos de la dueña de tan sonoro llanto. Empiezo a preguntarme si puede dolerme el rostro por sonreír tanto. Nunca antes había sonreído con tanta intensidad y me asusta que pueda tener un efecto secundario.

Escuchando el extraño sonido que emite mi garganta, ese que vacila entre la risa y el llanto, deslizo mis dedos suavemente por su rostro, memorizando sus facciones de inmediato. Sus ojos aún están cerrados pero sus lloriqueos están disminuyendo conforme pasan los segundos, como si acaso mi tacto pudiera calmarla un poco en medio de toda la conmoción. Toco su pequeña nariz, tan diminuta, sus pequeños labios fruncidos y sus rosadas mejillas. Tan rosadas como está toda ella. Cuando llego a su frente, una sonrisa dolorosa se extiende sobre mi rostro. Hay hebras de cabello sobre su cabecita, y no se parecen en nada al mío. Es cabello rubio. Es una bebé rubia.

Oh, Eyra, ¿en serio te vas a parecer a tu padre? La idea me hace temblar e inevitablemente una oleada de dolor lacerante me barre entera. Una bebé que se parece a un padre que nunca va a conocer, un padre que nunca supo de su existencia. ¿Era una especie de chiste macabro, una jugarreta llena de ironía?

Contra todo pronóstico, el dolor desaparece tan rápido que me deja aturdida. Por un momento me parece que no encuentro lugar disponible para el, porque justo allí dónde se supone que está mi corazón y dónde siempre me ha dolido, hay algo más. Está mi bebé junto a mi corazón; mi hija está haciéndome sentir cálida y sin darse cuenta está borrando la brecha espectral de dolor que había estado en mí desde hacía tanto tiempo. Me aferro a ella con todas mis fuerzas y la veo abrir los ojos. Bate sus pestañas de manera lenta y perezosa, mostrando que tras ellas hay unos grandes ojos grises que probablemente no me están mirando, pero mi alma siente que es así. Cuando miro ese par de orbes preciosos me vuelve a faltar el aire: y es que no hay nada en este mundo tan bonito como ella.

No hay un antes y tampoco soy capaz de imaginar un después, sólo es ella. Porque realmente, en mil quinientos años de vida, nunca me había sentido tan viva como me siento ahora... como si mi vida empezara y terminara con ella.

Pero incluso la dicha más grande del mundo puede ser eclipsada por la tristeza, y es justamente lo que me sucede a mí.

—¿Crystal? —me llama mi madre, con voz preocupada—. ¿Qué sucede?

—No quiero que le pase nada —lloriqueo entre dientes—. No quiero que sea parte de esa profecía. ¡Regresala, devuelvela dentro de mí, Madre, por favor! ¡Regresela! Si está dentro de mí nadie puede tocarla —sollozo de nuevo, aferrándome a su pequeño cuerpo mientras un latigazo de dolor se estrella contra mi cuerpo.

Mis ojos están completamente nublados por los lagrimones que se arremolinan en ellos, pero aún así vuelvo la cabeza frenéticamente buscando la mirada de Cyrene. En su rostro soy capaz de ver la pena y el dolor que le genera mi petición.

—Por favor...

—Princesa —me llama Daven. Muevo los ojos hacia él y las lágrimas caen nuevamente por mis mejillas, ocasionando que su rostro se contraiga—: No tienes que pensar en eso ahora.

Niego otra vez.

—No quiero que le hagan daño. Por favor, Madre, por favor. Me duele, por favor, regresala. No dejes que la separen de mí.

—Crystal...

—Yo puedo sufrir por ella, yo puedo soportar el dolor, pero ella no —me estremezco—. Es muy pequeña, no sabe nada. ¡No es su culpa! ¡No es justo, no es justo!

Estoy segura de que me estoy adelantando a los hechos, y de que estoy siendo aprisionada por una crisis imparable que no me deja pensar con claridad... pero tampoco puedo detenerlo. Es como si la felicidad que estaba sintiendo haya sido cubierta por una enorme gasa y ya no pueda verla lúcidamente. Ahora sólo soy capaz de sentir un nivel de miedo tan devastador que no entiendo cómo no me ha partido a la mitad todavía.

Siento que han apagado todas las luces y ahora estoy en medio de una oscuridad tan aterradora que no parece real. Allí solamente puedo ver su rostro mientras el pánico me consume por completo.

—Crystal —vuelve a llamarme Cyrene, y esta vez su voz es mucho más cuidadosa que antes—. Ven, dame a Eyra, hija. Necesitas descansar.

—¡No!

—Crystal, por favor...

—No la separen de mí —respondo en un susurro quebrado—. Ella me necesita.

Siento una ligera presión en mis brazos, cuando Cyrene pasa sus manos para sacarme a Eyra. Débilmente opongo resistencia.

—Y tú la necesitas a ella, Crystal, pero tienes que ser más fuerte que nunca. Tienes que ser fuerte hasta que ella aprenda a vivir sin ti, e incluso después.

Cierro los ojos, porque aunque sé que cuando me calme volverán dármela, no quiero ver cómo se la llevan.



*



—¡Esperé por esto toda la semana! —la estruendosa risa de Daven llega a mis oídos y no puedo evitar ponerle mala cara.

—Hasta Sakaar se escuchó tu escándalo, Daven.

Él se encoge de hombros restándole importancia.

Observo en silencio el tosco andar de Daven por la sala. Se saca el ostentoso traje de gala y queda como habitualmente anda, sin camisa; se apoltrona sobre uno de los enormes sillones y se estira con la vista fija en los hologramas que yacen frente a él.

—¿Qué es eso que te tiene tan emocionado, bestia?

—Es la Contienda de Campeones de Sakaar —me sonríe—. Un amigo me dijo que el Gran Maestro tiene a un nuevo peleador hoy. Se enfrentará con su campeón. Tengo un montón de unidades apostadas a favor del monstruo verde, más le vale ganar. Estuve tratando de comunicarme con Eisa, ella siempre sabe quién gana las apuestas, pero no la encontré. Quién sabe dónde se habrá metido la odiosa.

—Pintoresco —es todo lo que digo.

Eyra empieza a llorar en ese momento así que tengo que moverme en su dirección. Parece que está enojada por algo.

Cuidadosamente la saco de la cuna y la recuesto de mi pecho, empezando a moverla. Aún tiene ese vestido blanco llamativo que le puso Cyrene solamente para presentarla con el pueblo de Azariel hace un rato, motivo por el que Daven también va vestido de gala e incluso yo uso un largo y medianamente incómodo vestido. La buena noticia es que todos nos veíamos bien, ¿así que a quién le importaba la comodidad? Incluso mi cabello está recogido, cosa que es muy inusual porque siempre lo llevo suelto. Pero sin duda alguna, mi Eyra es quien más bonita se ve. Tan bonita que tuvo a una población entera babeando por ella.

Ella se remueve enfadada contra mi pecho y no deja de llorar. Hace una mueca que resulta graciosa y me hace sonreír cuando la meneo suavemente. Y mientras lo hago, mis ojos van a parar a través del ventanal, fijando mi atención en el agua que ahora mismo se encuentra tan mansa y pacífica.

Dejo un beso sobre la frente de la bebé rubia.

—Yo te voy a cuidar, bebita —susurro muy bajito—. Mi bebé. Mi luchadora.

Por un segundo experimento una sensación extracorporal, como si fuera una espectadora fuera de mi propio cuerpo. Pronto me doy cuenta que solamente estoy recordando.

Después de que Eisa nos hablara de la profecía, el tiempo se me escurrió entre los dedos como la arena. No pude detenerlo. Avanzaba de una manera tan veloz en Azariel que casi no te dejaba oportunidad a recuperarte cuando más tiempo había pasado, era casi desconcertante. En Sakaar apenas habían pasado semanas, pero aquí los meses volaron.

Daven se había acercado muchas veces a los portales de Azariel en busca de alguna señal que nos indicara el paradero de las hijas de Althea, pero nada había sucedido. Ningún cambio perceptible del que nos pudiéramos dar cuenta. Cyrene tampoco había encontrado ningún camino hacia el Mar Prohibido, y eso aún me tenía los nervios de punta. Las cosas habían estado sumamente calmadas puesto que no hallamos ninguna respuesta al montón de interrogantes que tenemos, y es precisamente la súbita paz que se extiende a nuestro alrededor la que me deja con el amargo sabor de boca de que muy pronto todo se puede torcer.

No sería la primera vez en la que la paz se vuelve guerra.

Tampoco he visto a Loki nuevamente, pero procuro no pensar mucho en eso. Sé que está a salvo, y da la impresión de estar disfrutando muchísimo su estadía en Sakaar. ¿Acaso es posible que el Dios del Engaño haya encontrado su lugar en el universo? La simple pregunta me causaba una gracia macabra.

En el tiempo que pasó, sólo tuve que concentrarme en una cosa, misma que ahora sostenía contra mí. Y ahora me doy cuenta que en realidad no estuve equivocada en mi suposición final: Eyra terminó llegando y abriéndose camino antes que todo lo demás, y aunque su presencia es lo mejor de todo, también es capaz de llenarme de una cantidad inverosímil de pánico. Y yo nunca había sentido un nivel de miedo de ese tamaño, ni siquiera estoy segura de que sea algo normal sentirse así.

Temo que acabe atrapada en el fuego cruzado de todo este desastre. Temo por la profecía, por lo que sea que Hela pueda estar haciendo en Asgard, por lo que haya pasado con Olympia, por el paradero de las desaparecidas. Temo por todo.

Lo único que mi mente procesa correctamente es la velocidad a la que late mi corazón cuando la veo a ella. Es como la sombra del dolor que me dejó la muerte de Thor empieza a calmarse, como deja de quemarme con saña para volverse algo soportable. Es también la realización de que hay un montón de factores que se escapan de mis manos y de mi control, pero debo encontrar la manera de mantener bien una cosa. De mantenerla bien a ella.

¿Era este el final del camino de mi desdichada historia? Esa que empezó en Oquaheim, que Thor se encargó de alterar con su presencia, que Loki presenció a su manera. La misma que me separó de mi madre, que me impidió saber algo de mi padre. La que me volvió la propiedad de alguien más en cada instancia. ¿Todos esos sucesos nos traían aquí, a este momento? ¿Tenía que pasar por todo eso para darme cuenta que, en realidad, mi vida siempre había sido de lo más insignificante? Porque habían muchísimas cosas más importantes que, por algún motivo, siempre acababan ligadas a mí. Sólo era el punto medio de ellas, la clave de acceso, el puente de regreso. Incluso ahora mi vida me importa menos que antes. Ahora sólo me importa eso a lo que yo le he dado vida. ¿Es aquí dónde termina? En el auge de un futuro incierto y un pasado a cuestas.

¿Quién es Crystal en realidad?

Ha pasado tanto tiempo y he perdido tanto.... con ella no puede pasar eso.

—Los investigadores no encontraron nada en las corrientes del norte —suspira Cyrene. Eyra deja de llorar y yo giro el torso hacia ella, que viene entrando a la sala. Instintivamente estira los brazos para sacarme a la bebé rubia de encima y empezar a acunarla ella—. No consigo el mapa que nos lleva a tu padre, Crystal. Esto cada vez se complica más. ¿Estás segura de que Eisa no ha visto nada en sus sueños?

Tomo aire.

—Ella dice que no, pero...

—Sí, sí, sí. Es Eisa, ¿cómo creemos? —tuerce los ojos—. Y ahora que tenemos esta cosita... ¡Esto es típico de tu padre! Se va al final del infierno y no deja una nota como alguien normal. Deja un insoportable e indescifrable acertijo imposible de encontrar.

Cyrene comienza a parlotear a toda velocidad, pero yo sólo puedo ver cómo Eyra tiene los ojos bien abiertos y pegados al techo. Tiene la mano derecha echa un puño y metida en su boca mientras mi madre la menea de manera grácil.

No sé qué expresión habrá denotado mi rostro, pero hace que la atención de Cyrene vuelva a mí.

—Está aquí, Crystal. No la mires así —murmura, inspirando—. ¿Tienes miedo, hija?

—Lo tengo.

Por algún motivo, ella me sonríe. Se aferra un poco más a la bebé y me dedica una expresión llena de anhelo.

—Eso está bien —musita.

Frunzo el ceño.

—¿Lo está? —meneo la cabeza—. Nunca había sentido miedo de esta manera.

—El miedo es lo que nos recuerda que estamos vivos, Crystal. Si tenemos miedo es porque tenemos algo por lo que vivir, por lo que no queremos irnos.

Pestañeo en su dirección, repentinamente muda. Ella me sonríe dulcemente. No soy capaz de responderle algo coherente porque el grito de Daven me saca del asombro.

—¡Mierda, por todos los dioses y en memoria de Cyrano! —masculla echándose para atrás—. ¡Mira esto, princesa!

Me vuelvo bruscamente en su dirección y lo encuentro señalando efusivamente los hologramas en los que estaba viendo la lucha de Sakaar. Y cuando lo hago, siento que el estómago me llega al suelo.

El público enloquece cuando el primer peleador sale a la arena. Y yo conozco a ese peleador.

Es Thor.

Definitivamente es él, sólo que su ropaje es diferente y lleva la cara marcada por dos líneas vericales rojas. Está en medio de la arena mientras observa a su alrededor con expresión fiera.

—¿Es es...

—Sí.

Por un momento me quedo paralizada y lo único que puedo hacer es mirar la vívida imagen del hombre que creía muerto. Está vivo, está completamente vivo. No hay manera en todo el universo en la que yo pudiera confundirlo con alguien más, no es posible.

—Uy —Daven menea la cabeza—. Le toca pelear con el ganador invicto.

Esa es la señal que necesito para salir del trance e impulsarme hacia adelante, hacia las aguas, con más fuerza de la necesaria. Me saco el sujetador del pelo y empiezo a soltarme las partes del vestido mientras me dirijo hacia la salida que conduce hasta Sakaar. Soy vagamente consciente de que alguien viene detrás de mí, pero no me detengo a asegurarme de que sea así.

Thor está vivo.












Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro