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16 ━━━ Flashback.

━━━ ❛ RAGNAROK XVI ❜ ━━━

—La tiara atravesó el portal más grande, el que daba con Olympia —dice Daven, sin dejar de avanzar en medio del agua—. Hubo una buena sacudida, como si algo hubiera explotado en mil pedazos en la superficie, y entonces cayó justo en el suelo. El portal más pequeño ha estado inestable desde entonces.

Mis ojos recorren de forma lenta el sitio en el que nos encontramos.

A nuestro alrededor hay muchos portales, refulgentes y de brillantes colores, que se mueven a la par de las corrientes de agua y cuya luz es capaz de reflejarse en todos al mismo tiempo, de manera igual y sin detenerse. Son tantos que no se me ocurre ponerme a contarlos, simplemente los observo, medianamente fascinada por la belleza que hay en el medio del agua. Porque cerca de los portales se desplazan libremente criaturas marinas, todas pequeñas, sin prestar atención a las grandes aberturas que hay junto a ellas. Sin embargo, el portal más grande no es de un color brillante. Es negro, opaco, como si no tuviera vida alguna. Permanece en la cima de todos, pero el fulgor del resto no se refleja en él. Se ve siniestro, inhabitable y también... muerto.

Vuelvo el rostro hacia Daven con la interrogante escrita en mis facciones.

—Ese era el portal de Olympia. Después de la sacudida quedó así, sin vida —me cuenta, señalando con la cabeza el oscuro portal.

—Hay muchos —murmuro, intercalando mi mirada de uno a otro—. ¿Cuántos hay?

Daven me hace una señal con la cabeza para que nademos hacia más arriba, hasta quedar encima de todos.

—Todos los portales del universo empiezan aquí. Es como... como si Azariel estuviera en todos lados y a la vez en ninguno. Como si fuera el centro de todo lo que está arriba, más sin embargo nadie pudiera verla. Aunque el portal a Olympia siempre ha sido el más grande, el de Asgard, Aetas y Midgard también tienen un tamaño considerable.

—¿Cómo es que nadie usa estos portales? —inquiero. Daven niega con la cabeza.

—¿Quién podría respirar o salir ileso de estas aguas? —me responde de forma retórica—. Tampoco es como si pudieran verlos, y ni siquiera Althea podía atravesar las corrientes. Incluso nosotros, Crystal, si intentáramos pasar uno de esos portales acabaríamos hechos pedazos. Nos destrozaría en segundos.

Mi ceño se frunce levemente y no puedo evitar morderme el interior de la mejilla. Me alejo un poco de Daven y nado en dirección al portal de Olympia, que sigue apagado. Las orillas del portal se mantienen quietas, mientras que en los demás se mueven de forma feroz y grandes e irrefrenables remolinos azotan en su interior.

Estiro un poco la mano hacia dentro, pero no me atrevo a tocarlo.

—¿Entonces cómo es que la tiara de Victoria pasó por aquí?

—Entonces debes tener una prima bastante fuerte si ha conseguido sobrevivir a los remolinos de los portales —admite el moreno.

Me giro de nuevo hacia él.

—La tiara ha pasado sola —le recuerdo.

—Si la primogénita de Althea sigue viva y atravesó uno de esos portales entonces debe estar en alguna superficie —repone de manera cautelosa—. No aquí en el agua. Arriba.

—¿Qué hay de la menor? ¿Nada de Zafiro?

El entrecejo de Daven se cierra con confusión. Estudio su rostro con detenimiento, pues me da la impresión de que la pregunta le hubiera recordado algo y estuviera buscando la respuesta en su hueca cabeza.

Lo contemplo durante un instante.

—¿Qué pasa? —le insto con impaciencia.

El moreno levanta la vista hacia mí bruscamente.

—¿Cuál es el nombre de la princesa menor?

—Zafiro.

—Ajá —coincide él con la mente sumida en sus pensamientos.

Me exaspero con el paso de los segundos, pues no le estoy entendiendo nada. Un peculiar destello ilumina los ojos del moreno, al tiempo que una pequeña sonrisa traviesa se asoma en la comisura de sus labios.

Le pongo mala cara, y él acaba rodando los ojos.

—Tengo esta amiga arriba en Sakaar —repone, nadando hasta quedar frente a mí—, su nombre es Eisa. Tú eres la Señora del Agua, y ella lo es de los sueños. Hace unos días nombró a «Zafiro», pero no le entendí. Ahora que dijiste el nombre lo he relacionado con tu prima —Le doy un golpe en el brazo derecho, a lo que él suelta un alarido—: ¡Auuu! ¿¡Y eso por qué fue!?

—¿¡No te sabías el nombre siquiera!?

—¡Nadie me dijo y yo tampoco iba a preguntar!

Le dedico la expresión más exasperada que puedo improvisar.

—Eres inútil, Daven —mascullo—. ¿Podemos ir a ver a tu amiga?

El aludido negó con la cabeza.

—Yo podría, pero tú no. Tu madre jamás te va a dejar acercarte de nuevo a Sakaar, ya viste un poco de ese planeta lleno de esclavos. Azariel está bastante pegado a el, así que tenemos un acuerdo con el Gran Maestro, y si algún recolector te atrapa entonces no te vamos a poder sacar de ahí. Y nadie escapa de Sakaar por su cuenta.

—¿Qué hay de ti? —alzo una ceja—. ¿Qué si te atrapan a ti?

Daven entrecierra los ojos y me sonríe paulatinamente.

—¿Te parece que me pueden atrapar, princesa?

Inevitablemente pongo los ojos en blanco ante el tonito de su respuesta.

Dejo caer los brazos a cada lado de mi cuerpo mientras analizo detenidamente su alegato. Sé que si de algún lado he sacado la personalidad necia, es de mi madre, y que si ella se opone a dejarme poner un pie en Sakaar entonces nada la hará cambiar de opinión. También recuerdo que es ahí dónde dejé a Loki la noche que caímos en el basurero, y me es imposible no preguntarme a mí misma si se encuentra bien. Era sorprendente cómo podía seguir preocupándome por su bienestar incluso a estas alturas. La firmeza no me duraba nada con el pelinegro. Es bastante imposible que ya pueda sacarme ese pensamiento de encima ahora que lo he despertado. Y también es muy remoto que me quede aguardando a que sea Daven el que vaya y regrese.

Quiero ser práctica, tratar de buscar aunque sea un atisbo de solución en ese océano de problemas en el que estamos sumergidos. Me lo debo a mí misma, a mi conciencia. Se lo debo a Althea, a Thor, e irremediablemente también se lo debo a Eyra. Sé que debo hacerlo, que no puedo cruzar los brazos mientras todo se desmorona. No quiero hacerlo, y las motivaciones acaban siendo más fuertes que mi voluntad en ese momento. Siento la imparable responsabilidad de encontrar una respuesta a todo sobre mis hombros, porque siento en mi interior que todo el mundo se está preguntando qué ha pasado.

Me da la sensación de que el agua susurrara en mi oído, como si la corriente me dijera de forma lenta y apacible que hiciera algo. Porque ya había pasado una vida sin hacer nada, aguardando, y eso iba en contra de todo lo que creía. Nunca quise ser una damisela en apuros, y me dolía el corazón de sólo pensar que de una u otra forma, acabé siéndolo. Y esa no era yo.

—Yo voy —decido. Daven ladea la cabeza.

—Si te vas a escapar de la vista de tu madre, que sigue buscando el mapa al Mar Prohibido, entonces vamos a tener que hacer una salida forzosa y te recuerdo, princesa, que estás encinta. Pondrías en riesgo la integridad de tu primogénita cuando detecten tu salida, las armas se activen y los soldados se pongan alerta con tan sólo una palabra de Cyrene.

Siento un extraño retortijón en mi estómago.

—¿Eso significa que no me vas a ayudar?

Daven hace un mohín, vuelve a rodar los ojos y me pone una mano en el hombro al tiempo que suspira.

—Significa que te cubro con mi cuerpo para que no te toquen la panza, princesa. Vayamos a pasear a Sakaar.

Le sonrío ampliamente.


👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰


Un brillante destello de color dorado me pasa por toda la cara cuando Daven golpea uno de los cañones que bloquean la salida de Azariel. Tan pronto como hace eso, un grupo de soldados se arremolina alrededor del mismo y apuntan sus armas en dirección a nosotros, pidiéndonos en voz alta que desistamos de nuestra salida en nombre de Cyrene. Evidentemente, no me quieren dejar pasar, pero Daven es bastante bueno para derrumbar cosas. El grupo de soldados que se ha aglomerado me mira directamente a mí, mientras que detrás de ellos se ven pequeñas explosiones en el agua. No quiero hacerle daño a nadie, solamente quiero salir un momento, pero ellos no parecen colaborar. Así que doy una vuelta sobre mí misma y propino un par de patadas en el agua para con los soldados, lo suficiente para atravesar la barrera que está frente a mí. Daven me sigue de cerca un segundo después.

—Tu madre se va a poner de muy mal humor —comenta cuando nos hallamos en tierra firme. Yo respiro la densidad del aire con fuerza y me vuelvo a mirarlo con seriedad.

—Vámonos.

El aludido se echa a reír roncamente mientras se sacude el pelo mojado con fuerza. Las gotas acaban salpicándome un poco, así que me muevo para evitar que lo haga más.

A diferencia de la noche en el que caí en el basurero, ahora en Sakaar es de día y el sol brilla con mucha intensidad sobre este colorido planeta. Daven me conduce de forma ágil por caminos zigzagueantes que acaban llevándonos al centro de todo. Allí todo es incluso más vibrante, con vastas cantidades de personas a nuestro alrededor y ruidosa música extendiéndose por todos los rincones. Hay banderas blandiéndose en lo alto haciendo coro al gran festejo que se lleva acabo. Algunos habitantes usan máscaras, otros bailan efusivamente y otros solamente comen en distintos puestos. Me da la impresión de que Daven conoce esto muy bien, porque incluso llega a saludar a una que otra persona. Yo lo observo detenidamente mientras se mueve entre el gentío y nos lleva hasta una enorme instalación de brillantes colores.

Cuando la atravesamos, lo primero que veo es la burlona sonrisa de un pelinegro rastrero y mentiroso. Loki está sentado cómodamente sobre un sillón mientras sostiene una copa de algo sobre su mano derecha. Se ha cambiado la ropa, ahora se ve más limpio y mucho más tranquilo de lo que lo había visto en mucho tiempo. En esa sala hay un reducido grupo de personas que charlan y ríen amenamente entre ellas, mientras que de fondo resuena música. Sin embargo, él no está riendo en dirección al grupo de personas, sino que su atención está centrada en alguien más. Y me resulta mucho más familiar de lo que debería.

Detengo la caminata de Daven tomándolo del pelo, mientras él suelta un alarido ante el jalón.

—¿¡Pero qué pasa contigo!? —me recrimina.

—Cuando dijiste que tenías una amiga llamada Eisa debiste haber especificado y haberme aclarado de que se trataba de la sobrina del Rey Egan de Oquaheim —lo acuso entre dientes. Daven alza las cejas y acaba mirándome de forma graciosa—: ¿Te parece divertido?

Él asiente sin pudor alguno.

—Me resulta muy divertido ver que no te agrada Eisa, Doña del Agua.

—Yo no dije que no me agradara —frunzo el ceño.

—¿Entonces por qué tienes cara de que algo te huele mal? Y seguro no soy yo, me bañé antes de venir.

Me pregunto qué será capaz de ver en mi rostro para que le se tantas ganas de reírse.

Daven continúa mirándome de forma inquisidora así que me veo obligada a mover los ojos en otra dirección. Para mi desgracia, acabo topándome de frente con Loki, que ya se encontraba mirándome. Su ceño también se frunce y se levanta de forma grácil del sillón, empezando a avanzar en mi dirección.

—¿Vienes a ahogarme con mi bebida? —masculla en voz baja hacia mí y sin reparar para nada en Daven—. ¿Qué se supone que haces aquí?

—Vine a asegurarme que no estuvieras muerto, embustero. Por supuesto que contigo nunca se sabe.

—¡Qué adorable gesto! ¿Se te ocurrió antes o después de decirme que me muriera?

—Eso no te lo dije.

—Pero lo pensaste.

Resoplo. Apenas han pasado dos segundos y ya consiguió ponerme los nervios de punta.

Muy a mi pesar, por encima de la chispa de enojo que ha desatado en el fondo de mis entrañas resplandece una insoportable sensación de alivio. Me siento tranquila de solamente ver que se encuentra bien, que no la está pasando mal. Siento en mi corazón que está a salvo y aunque no me guste, eso es más grande que la molestia que me genera su irritante personalidad.

Siento otro retortijón en mi panza, pero algo me dice que esta vez no se trata de un sentimiento apremiante. Y cuando los ojos verdosos de Loki pasan de mi rostro a mi abdomen me doy cuenta que hay una notable diferencia en comparación a la última vez que me vio. Entonces recuerdo las palabras de la muchacha que me revisó cuando llegué a Azariel, y como el tiempo transcurría de forma mucho más rápida en esos lugares.

Siento un nudo en la garganta al recordar eso.

—Ella está aquí porque yo le pedí a Daven que la trajera —repone Eisa, hija de Eir, llegando a nuestro encuentro. Con su suave y armónica voz aguda, sus gráciles movimientos y su impecable sonrisa—: Tenemos que hablar de la profecía.


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