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09 ━━━ Legacy.

━━━ ❛ FIMBULVETR IX ❜ ━━━

⠀⠀⠀⠀⠀⠀El agua aplaca el fuego que ha comenzado a consumir los bordes de las calles de Oquaheim. Conforme mis manos se mueven  en el aire y moldean la forma del agua a voluntad, las calientes y brillantes llamaradas empiezan a disminuir hasta desaparecer en su totalidad. Thor ha detenido la lluvia, y en su lugar sólo ha quedado la mezcla del aire viciado con el flujo de una brisa ligeramente fresca. 

Han transcurrido minutos desde que salí del lago, y mi cuerpo continúa ya pasó la fase de paralización y sorpresa. Hacía un montón de tiempo no tenía mi tiara, mucho había pasado desde la última vez que la fuerza había inundado mi sistema hacía acto de presencia, y sorprendente no me sentí agobiada. Estoy maravillada con lo que estoy haciendo y con lo que estoy viendo. Aprecio todo de una manera diferente, siento como si las corrientes de agua me hubieran regresado a la vida. Ya no siento un vacío en el pecho, ni la necesidad absurda de cruzar los brazos para tratar de cuidarme; tampoco siento el pánico rebullendo en mi garganta o las ganas de salir corriendo. No hay ansiedad, aturdimiento o desorientación. Lo único que soy capaz de sentir es una descarga de frescura y tranquilidad en todo el cuerpo. Una nueva manera de respirar y de vivir.

Por primera vez en mucho tiempo, me siento bien de nuevo.

—Esa es la última llamarada, sirena. Puedes descansar.

Thor me sujeta la mano libre y me da un apretón con dulzura. Esta vez, su tacto es incluso más apremiante en las otras ocasiones, pero sigue teniendo el mismo efecto de un latigazo de calor en mi estómago. Un temblor floreció y sentí la calidez.

—¿Todos están a salvo? —le pregunto tras bajar la mano que movía el agua. El fuego se extinguió al fin. Me vuelvo a mirarlo y se me escapa una bocanada de aire.

—Sí —asiente con una media sonrisa—. El pueblo está a salvo, el fuego sólo afectó hasta aquí.

Le devuelvo la sonrisa, un poco menos entusiasta. Detrás de mi pecho mi corazón da un vuelco de puro regocijo.

Pero entonces recuerdo algo más.

—¿Dónde está Ezio? —le pregunto con un tono de voz bajo, aunque la preocupación tiñe su nombre de tensión.

La expresión en el rostro de Thor cambia radicalmente. Su sonrisa se desvanece y su mirada se clava detrás de mí, así que inmediatamente yo dirijo mis ojos hacia el mismo lugar. Allá, cerca de los arbustos y materos llenos de flores, Ezio está recostado con los ojos cerrados mientras se toma el estómago con gesto de dolor. Está vivo, lo sé porque incluso en la distancia soy capaz de atisbar la pesadez de su respiración y el lento latido de su corazón.

De inmediato echo a correr en su dirección, y me inclino sobre el suelo mojado al llegar. Él no abre los ojos, demasiado adolorido como para moverse, pero una tenue sonrisa se abre paso por su rostro en cuanto yo me acerco a él.

—Ezio —lo llamo, tomándolo del rostro con mis manos. Mi corazón late con furia y tengo la respiración entrecortada, así que la voz termina saliendo como un jadeo roto. Le doy un par de palmadas en la mejilla—: ¿Puedes oírme?

El interpelado carraspea.

—Crystal... —tose—. Está bien... No tienes nada de qué preocuparte...

—Aún podemos encontrar una manera de ayudarte. Vamos, sólo tienes que resistir un poco más —murmuro, aún dándole palmadas sobre el rostro a ver si abre los ojos.

Por alguna razón, se ríe. Una risa corta sale de sus labios pero ni siquiera ese gesto es capaz de eclipsar la evidente nota de dolor y sufrimiento que hay en sus facciones. Es muy evidente lo mucho que le está doliendo el estar muriendo. Siento el palpitar de mi sangre ir mucho más deprisa detrás de mis orejas cuando Ezio empieza a buscar mi mano a ciegas. Cuando la encuentra, le da un leve apretón.

—Está bien, Crystal. No me duele. Estoy bien.

Soy testigo del momento exacto en el que una lágrima se desliza por su mejilla derecha. Trago saliva con dificultad y uso mi mano libre para secarla con cuidado. Apreto los labios cuando una sensación de llanto me quema el pecho y siento un nudo en la garganta.

Aspiro profundamente.

—Vamos, bestia. Abre los ojos, aún podemos ayudarte —balbuceo entre dientes.

Ezio niega con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Aún no —contesta cortamente. Guarda silencio por unos segundos, y entonces agrega—: Sólo quiero... sólo quiero pedirte perdón una última vez. Perdóname por todos mis errores, y por la horrible vida que mi madre te dio... ojalá hubiera podido ser mejor para ti.

—No, vamos, no te despidas. Vamos, bestia...

Es allí cuando abre sus ojos. Los ojos azules han regresado y ahora me están mirando con la mayor tristeza de todas sobre ellos. Aprieta de nuevo sus dedos de forma débil contra mi mano, saca el brazo que tiene sobre su estómago y estira la palma hasta mi rostro, donde presiona con cuidado.

—Quería ver tu rostro una última vez —susurra—. Gracias por ayudarme a encontrar paz... —su voz se desvanece, los movimientos se detienen y la expresión de su rostro se neutraliza por completo. Los ojos se vuelven vacíos, y dejan de mirarme, porque ahora se ha ido de lado.

Mi respiración cobra velocidad, se acelera tanto como si me estuviera quemando, y es cuando se me detiene el corazón. Ezio ha muerto, sobre mis brazos. Cierro los ojos en silencio y me limito a soltarlo con cuidado de no moverlo demasiado. Me da la sensación de que hubieran metido un metal hirviendo sobre mi garganta, pues el nudo que ahora siento en ella es insoportable. No lloro; no sale ni una lágrima de mis ojos pero eso no significa que no me duela el pecho. No sabía cuánto sufría, tampoco que su madre había jugado con su propio hijo de esa manera. En el pasado sólo lo culpé a él de todos mis pesares. Lo odié con todo mi corazón, juré demasiadas veces que me pagaría todo lo que me hacía... y ahora que finalmente estaba muerto, no sentía satisfacción, no había tranquilidad. Lo único que me ha dejado su partida es un amargo sabor de boca y un retortijón de puro dolor en el estómago.

Me alejo con cuidado del cuerpo sin vida de Ezio y doy un vistazo al cielo. Ojalá encuentres la paz que estabas esperando. Me refriego el rostro con las manos y suelto un alarido. Qué día de mierda. Qué vida de mierda, en realidad. Suelto el aire con frustración y me muerdo el interior de la mejilla para no echarme a llorar.

Giro sobre mis talones al ponerme de pie y me encuentro con Thor. Él me está esperando con apariencia precavida, pero está bastante cerca también. Abre los brazos, para que yo vaya con él... y es justo ahí donde destrabo los dientes y pierdo el autocontrol que me estaba esforzando en mantener. Me lanzo a sus brazos y lo dejo abrazarme con fuerza mientras un jadeo agudo sale de mis labios.

—Ya se terminó —murmura contra mi pelo, depositando un beso sobre el mismo—. No voy a dejar que nadie te haga daño de nuevo. Te lo juro; ya no nos van a separar.

Sollozo, pero es una combinación de sentimientos muy extraña. Siento dolor y tristeza porque Ezio se ha sacrificado por todo lo que hizo su madre, y también experimento sensaciones de alivio y felicidad al estar entre los brazos de Thor.

El miedo se ha ido, y no porque tenga ese par de enormes brazos rodeándome entera... sino porque ya me siento yo misma de nuevo. Me siento completa otra vez, y con él, por algún motivo, me siento en casa.

—Él fue tan víctima como yo —murmuro, sorbiendo por la nariz. Thor me acaricia la espalda con delicadeza y exhala con innecesaria fuerza.

—Lo sé... No le creí, pero lo acabo de ver sacrificarse por ti y por su gente. Le debo tu libertad, para toda la vida.

Aprieto los labios y me separo para verle el rostro al rubio. Él me mira también, pero lo hace de una manera completamente diferente a cómo lo hacía antes. Ya no hay una nota de confusión en sus ojos, menos de extrañes. Esta vez me mira con anhelo. Sus ojos me están mirando como si acaso yo fuera un preciado premio, como si estuviera viendo dentro de mi alma y en serio le gustara eso que veía.

Hago un mohín y le acaricio la mejilla.

—Esta vez no estás tan torpe como pensé —le digo, con una media sonrisa—. Sabes más que yo.

El rubio se ríe en voz baja y profunda. Sin embargo, no es el quién me responde. La voz cantarina y aterciopelada de Althea me inunda los oídos en ese momento.

—¿Qué quieren que haga con esto? —pregunta, lanzando el cuerpo de Layland a nuestros pies. Abro los ojos de golpe y la miro horrorizada, a lo que ella mueve las manos con ademán de fastidio—: No está muerta, nos sirve mejor viva. Después de todo lo que hizo no se va a salvar tan fácil.

Nos volvimos para mirarla pero Thor no me despegó de su cuerpo.

—¿Qué tienes planeado hacer con ella? —le pregunta el rubio. Althea se encoge de hombros, imperturbable.

—No lo sé, hace muchos siglos no lanzo una buena maldición. Bueno, ya se me ocurrirá algo interesante... ¿Qué dices tú, Crystal?

Lo pienso durante una milésima de segundo y me encojo de hombros.

—Toda tuya.

La diosa rubia me sonríe satisfecha y se le escapa una risita que suena a campanillas de viento.

—Casi se me olvida —alza una mano, y tras un pequeño remolino de color blanco, una brillante espada plateada y de destellos dorados aparece sobre su palma—. Ella te quitó algo... y yo te lo voy a devolver, Crystal. Y les aseguro, a ambos, que mientras yo viva... ustedes tienen mi protección.

Y entonces, tras el destello de luz de un rayo, la escena cambia.

👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰

La última vez que estuve en Olympia era apenas una niña. El mismo día que me habían dado el bonito brazalete con dije de serpiente que cuelga de mi muñeca derecha. Han pasado muchos años desde ese momento, pero la sensación de regocijo de ese día se mantiene intacta hasta hoy que piso de nuevo en esa tierra llena de magia y maravilla.

E incluso el sentimiento es mucho más grande... porque no es lo único que ahora recuerdo. Mientras estoy sentada sobre el borde de la ventana en la habitación que Althea me ha dado, me da la sensación de estar atrapada en un remolino. Una poderosa tormenta en la que llueven las memorias, trozos de mi pasado de los que nunca imaginé. Ni en mis sueños más locos hubiera sido capaz de advertir unos recuerdos de este tamaño. Jamás hubiera tenido una imaginación tan vívida y creativa como para idear situaciones así de gigantes e importantes. Aunque sólo ha habido una parte que ha regresado, la única que quitaron. Los recuerdos de mi madre, de mi vida en Oquaheim, mis momentos con Loki... todos permanecen en el mismo lugar. Siguen intactos sobre los tejidos de mi cerebro, pero sobre ellos, hay unos que brillan con más fuerza e intensidad. Los de Thor, esos que había perdido y que apenas acabo de recuperar.

Mi mente gira, regresando en una espiral cerrada a todos esos recuerdos. Ahora que los tenía, toda mi vida en Oquaheim parecía ya tenue, como si lo viera a través de la lluvia. Porque se siente como si acaso hubiera estado ciega y ahora hubiera recuperado la vista. Ante esos recuerdos, lo demás se siente y se ve tan borroso... tan lejano... Recuerdo la primera vez que Thor fue a verme cuando dejé Asgard; me llevó una jarra llena de agua asgardiana para que no olvidara mi hogar. Recuerdo cuando fue con Loki... y yo terminé recibiendo una puñalada que era para Ezio por parte del Dios del Engaño. Y eso fue hace siglos. Recuerdo que en un principio Ezio no era una bestia. Era amable, era atento y despejado. Cuando Thor me visitaba, él se alejaba.

Recuerdo las quejas de Loki. Recuerdo el inicio de la soberbia y la arrogancia desmedida de Thor, junto con las innumerables peleas y discusiones que nos trajo eso a ambos. Ese fue el tiempo en el que nos alejamos más, porque yo me negaba a entablar una conversación con alguien que ansiara tanto la guerra. Recuerdo el primer beso, la primera vez... Thor era mi primer todo. Absolutamente todo.

Estaba tan apegada a él que cuando se volvió un arrogante que buscaba la guerra prohibí las visitas de Asgard a Oquaheim, sólo accedía a ver a Loki. Y después de eso venía el incidente con los Gigantes de Hielo. Recuerdo haberme fugado de Oquaheim para ver a Loki en Asgard y darle un puñetazo en la nariz por negarse a traer a Thor de Midgard. Veía con suma claridad el rostro de Frigga cuando se enteró que Loki había estado detrás del ataque de los Gigantes. Me queman las venas las memorias de la bajada a Midgard que me eché con Sif y los Guerreros, así como también el problema en el que me metí al volver a Oquaheim después de eso.

Llorando la supuesta muerte de Loki. La destrucción del Bifrost y mi separación más dura con Thor, porque yo debía volver a Oquaheim y ya no había nada que lo llevara a verme. Ese es el último recuerdo que tengo de él, esa es la última vez que estuvimos juntos y también la última vez que lo había besado. Después de eso... no hay nada. Ya no hay nada más que mis recuerdos de Loki.

Se me escapa un suspiro apesadumbrado, y como tengo las rodillas levantadas, me abrazo a ellas.

Si estás leyendo esto, entonces significa que ya me encuentro muerta —la puerta de la habitación se abre, y un Thor sin camisa y con un papel en la mano entra. Está leyendo en voz alta, así que me giro a verlo—: Te dije, desde el principio, que no necesitaba salvación alguna, que yo sola podía con todo... Cometí un error. Nunca es malo tener a alguien que se preocupe por ti y que esté dispuesto a sacarte de los apuros. Ojalá yo hubiera sido capaz de valorar todo lo que estuviste dispuesto a hacer por mí. Oh, mi querido Thor, siempre tuviste razón. Nuestros corazones están ligados... ahora, y hasta el fin de los tiempos.

Dejo caer los brazos y doy un salto para arrancarle el papel de las manos, pero no se deja.

—¿De dónde sacaste esto, exactamente?

—De tus cosas —contesta obvio, y una sonrisota se abre paso por su rostro divino. Mueve el papel en el aire y estira el cuello hacia adelante—. Admites que tenía razón, incluso cuando no recordaba nada. Lo único que no me gusta es que hubieras hecho una carta de despedida.

Observo la gracia de su expresión y me es imposible no sonreír mientras meneo la cabeza.

—No sabía quién te había succionado, ni a dónde te habían llevado. Estaba sola, y sin muchas esperanzas a decir verdad. En el transcurso de la noche hice eso, pero ahora que acabó no esperé que tuvieras que verla —admito, un poco avergonzada por ese hecho.

Su sonrisa se ensancha y pasa los brazos detrás de mi espalda y me apega a él. Roza su nariz con la mía, y deja un casto beso sobre mis labios.

—Nunca te he dejado sola. Ni siquiera cuando me gritabas que era un engreído que merecía quemarse en el fondo del Hel con toda la guerra que deseaba —murmura sobre mis labios—. Incluso aunque no te recordaba, sabía en mi corazón que estábamos ligados el uno al otro. Eso es más fuerte que cualquier recuerdo.

Pero para mí todo eso es muy mínimo en este momento. Lo que de verdad me estaba atrapando todos los sentidos era lo que tenía en frente. Nunca lo había visto así antes. Y no me refiero al torso desnudo o a los brazo que me envuelven con vehemencia, ni siquiera a la fascinación con la que sus ojos me miran.

Me refiero a la forma en la que yo lo estoy mirando.

¿Cómo es que acaso se me pudo olvidar cada detalle de lo precioso que yo lo veía? ¿Cómo, en todo el universo, yo fui capaz de olvidar este sentimiento tan poderoso que ahora está en mi pecho? Es como si nunca lo hubiera visto en realidad. Cuando no lo recordaba no lo veía, no hay manera en la que mis ojos hubieran podido apreciarlo de la manera en la que lo hago ahora. Jamás en mi vida seré capaz de mirar a otra persona así, jamás podrá haber otro sentimiento que pueda igualar a este. Y es ahora cuando me doy cuenta de lo insoportable que fue la ausencia, lo espantosa que fue la distancia y lo horroroso que fue el olvido.

Había sido una forma horrible de vivir en el vacío de las memorias.

—Te extrañé tanto, pero tanto —susurro, dándole otro beso corto. Alzo mis manos y lo tomo del rostro, tocándolo suavemente.

—Ya no tienes por qué extrañarme... no me voy a ningún lado, y tú tampoco. Te lo prometo.

Deja caer el papel al suelo y me abraza mucho más que antes. Vuelva a sonreírme y empieza a dejar un rastro de besos por toda mi cara. Besa mi frente, mis mejillas, mi barbilla y también mi nariz.

—Perdimos bastante tiempo, ¿lo sabes, verdad? —paso mis brazos alrededor de su cuello y le sonrío de vuelta, alzando una ceja—. Tienes que ponerme muy al día. Qué estuviste haciendo en Midgard, porque sé que pasaste mucho rato por ahí. Oh, y mira que no se me ha olvidado la historia de la doncella.

Thor se echa a reír y me alza de una manera tan delicada que parece que estuviera flotando sobre el aire. Me deposita sobre la cama y me quita un mechón de pelo del rostro, para luego dulcemente la mejilla.

La doncella, como le dices tú, sólo llamó mi atención porque te habían sacado de mi cabeza —dice, y me da un beso en la nariz—. No hay manera en la que ahora que sé que te tuve, te tengo y te tendré, pueda mirar a otro lado —completa en voz bajita.

—Aún así debes tener historias para contarme —respondo.

Él asiente una sola vez.

—Te diré todo lo que tú quieras... pero no esta noche. Quiero que hagamos otra cosa.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo qué?

Thor se estremece ligeramente y su boca busca la mía con más precisión y duración que antes.

Durante un rato se hace el silencio. Lo único capaz de romper eso es el sonido de nuestras respiraciones agitadas, los leves gruñidos que salen del pecho de Thor de vez en cuando y el murmuro de nuestros labios cuando chocan entre sí. Las manos del rubio van desde mi rostro, hasta mis brazos, donde acarician con delicadeza. Trazan todo el camino hasta mis piernas, tocando suavemente por encima de la tela del vestido. En algún punto lo siento tocar por debajo de mis piernas, lo que me hace dar un respingo de simple gusto. Siento los duros músculos de sus brazos flexionarse alrededor de mí cuando sus labios dejan mi boca y empiezan a besar delicadamente la abertura de mi cuello, siguiendo todo el camino hasta el valle de mis pechos. Dejo que mis manos recorran con deliberada lentitud todo su abdomen y sus brazos, y soy capaz de experimentar con suma precisión la manera en la que su piel quema bajo mi tacto.

Una ola de calor y un relámpago de fuego me cruzan la piel cuando, en lugar de soltar los cordones del vestido, decide rasgarlo a la mitad.

—¿¡En serio era necesario romperlo!? —gruño, inclinándome sobre mis codos.

—Sí, estorba.

Me sonríe seductoramente y me guiña un ojo cuando vuelve a besarme nuevamente y sus manos me toman del trasero para dejarme encima de él. Continúo con las manos puestas sobre su pecho mientras él sigue besándome, ésta vez un poco más tranquilo que antes. Se toma el tiempo de hacerme temblar bajo su toque sin dejar de besarme. Un par de gruñidos salen de sus labios cuando sus dedos llegan al borde mi ropa interior, pero no la baja. Continúa jugando con el elástico un rato, alternando los besos. Va desde mi cuello, hasta mi pecho, donde ha soltado el sujetador y lo ha mandado a volar a algún sitio lejos en la habitación.

Me inclino más sobre él, y bajo mis manos hasta su pantalón, dónde empiezo a jalarlo para sacarlo de ahí también. Se me escapa un gemido más o menos ruidoso cuando una de sus manos se mete debajo de la tela de la ropa interior y comienza a tocar de un lado a otro. No soy consciente del momento en el que sucede, pero pronto me veo debajo de Thor de nuevo y con las piernas abiertas y colgadas alrededor de su cintura. Su pantalón también se ha ido, sin embargo, no hace nada más que recorrer el camino desde mi estómago hasta mis pechos y mi rostro con besos húmedos. Tiemblo y me estremezco bajo sus labios, cerrando los ojos al sentir la explosión de sensaciones en la parte baja de mi vientre. Hay un latigazo de calor entre mis muslos, y con el choque caliente de la piel de Thor contra la mía siento que estoy a punto de delirar.

No es sino hasta su boca de encuentra de nuevo con la mía que abro los ojos, y me encuentro con los suyos también abiertos, mirándome fijamente. Nuestras miradas se entrelazan durante un momento; el sonido y el aliento de nuestras respiraciones chocan entre sí y eso me da escalofrío. Subo las manos hasta su rostro y lo acaricio al dedicarle una bonita sonrisa.

—Te amo tanto, Crystal —bisbisea en voz muy bajita, rozando su nariz con la mía.

—Esta vez quiero hacer las cosas  bien —se me escapa un suspiro—. Te amo tanto yo a ti...

Thor me da un beso dulce que no se prolonga demasiado.

—Siempre vas a ser mi Crystal. Mi Crystal, la que nunca me deja sólo...

Con esas palabras, con un beso empezando de nuevo, el calor aumentando hasta lo inverosímil y mi respiración cada vez más agitada, escucho el gruñido profundo que emana desde el pecho de Thor contra mi oído y termino por sentirlo adentrarse en mí de un movimiento rápido.

👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰

Un nuevo día empieza y junto con él viene adherido un atractivo destino. Esa mañana hemos desayunado con Althea, y la Diosa de las Almas tenía bastante para contar... y Thor mucho más para preguntar.

—¿La gema de la mente está con Visión ahora? —inquiere la rubia, dando un sorbo a su taza de té.

Thor asiente.

—Está a salvo con él, después de todo, ha sido digno de levantar el Mjolnir —se encoge de hombros. Yo muerdo un trozo de pan, muy ajena a su conversación—. ¿Qué sabes de las demás gemas?

Althea hace un mohín.

—La del Espacio está con el Tesseracto, en Asgard. La de la Realidad está en el Aether, con El Coleccionista. La gema del Tiempo está a salvo con los hechiceros, en la tierra, la del Poder está en Xandar siendo cuidada por los Nova Corps, y en cuanto a la gema del Alma... dudo que alguien tenga la fuerza y valor de ir por ella. Me llevó milenios enteros ponerla en un lugar seguro.

—¿Entonces dices que es mejor no intervenir? —vuelve a preguntar Thor, a lo que ella niega suavemente con la cabeza.

—Yo mantengo un ojo en todas, pero están bastante seguras por ahora. El universo aún tiene protectores, cuando estos caigan entonces hay que temer, antes no. Creo que aún podemos tener un tiempo de paz antes de la tormenta, pero no hay que confiar.

No sé mucho acerca de las Gemas del Infinito, pero sí lo suficiente como para saber que un cartel de «peligro, no tocar» debería venir incluido con esas piedras preciosas. Eso me hace pensar que estamos rodeados de un montón de temas complicados y que al principio parecen sinsentido, pero mientras más los analizas, más perturbadores te parecen.

A Thor se le escapa un suspiro súper pesado.

—Me da la impresión de que alguien ha estado jugando con nosotros desde que los Chitauri invadieron Nueva York.

—Todo es posible —replica la rubia—. Tú deberías saber eso mejor que nadie. Por ahora no puedo hacer nada más que esperar y confiar. Esperar que ustedes, mis hijas y mis nietos estén a salvo... y confiar en que aún no es momento de armar las defensas.

Resollo y sacudo la cabeza, interviniendo por primera vez en la conversación desde que estamos desayunando.

—¿Tus hijas no estaban muertas?

—No, ella trataba de ponerlas a salvo —me contesta Thor, y de pronto sonríe orgulloso—: Yo soy el único que conoce la historia. Toda la historia.

Althea se ríe cortamente y asiente, tomando otro sorbo de té.

—A veces tenemos que sacrificar nuestros sentimientos en orden de mantener a salvo a los que amamos —repone con la voz tranquila, pero hay una nota oculta detrás de sus palabras que las baña de un tono tristón—: Especialmente cuando pueden pagar por tus errores del pasado.

—Eso te ganas por andar soltando maldiciones a diestra y siniestra —murmura Thor, bostezando. ¿Y este todavía tiene sueño?

La diosa rubia tuerce los ojos y niega con la cabeza, pero al final nos sonríe.

—Por otro lado, Egan no estaba al tanto de todo lo que la loca de Layland hacía —nos cuenta, dejando caer los brazos a su lado—. Está devastado por la muerte de su hijo, pero aún tiene dos hijas por las que salir adelante. Si alguna vez intenta hacer algo lo sabremos.

—¿Qué hay de Layland? —cuestiono, súbitamente más interesada en el tema.

Althea exhala un suspiro.

—No me siento cómoda teniéndola aquí en Olympia; siento que está perturbando mi paz. He decidido llamar a una vieja amiga, es la Diosa de la Tortura y su hija mayor es la Diosa de la Guerra... harán un buen trabajo poniendo a Layland en custodia.

—¿A quién? —pregunta Thor, lanzándose medio racimo de uvas a la boca. Yo niego con la cabeza tratando de no reírme.

—No quieres saber más, confía en mí —responde Althea.

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