05 ━━━ Lokasenna.
━━━ ❛ FIMBULVETR V ❜ ━━━
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—¿Que no me case? —repito, con los ojos a punto de salirse de mis órbitas por la sorpresa—. ¿Y qué demonios se supone que haga después?
Thor me sonríe de forma imperceptible.
—Te vas a Asgard, conmigo, bajo mi protección. No tengo que ser un genio para darme cuenta la renuencia que tienes con tu matrimonio, que por cierto es en dos días.
—Si se te ha olvidado, el único motivo por el que hay paz entre Asgard y Oquaheim es por mí. Si cancelamos la boda dos días antes, ¿adivina qué viene después? ¡Guerra!
—Hay maneras de evitar una guerra — porfía el rubio, haciendo un ademán de obviedad con su cabeza.
La mueca que hace me resulta casi graciosa. Tiene el pelo tan largo que se le ha empezado a caer sobre el rostro así que se lo saca con bastante brusquedad, y sus ojos azules me miran curiosos durante un largo rato.
Mi corazón late desbocado por un segundo.
—¿Qué maneras, exactamente? —le apremio, tajante—. ¿Me vas a casar con otro rey que pueda esconderme en algún planeta? Seré acusada de traición, y ejecutada por eso.
—Podrías casarte conmigo si eso te saca del apuro —propone, en tono relajado.
Sin poder evitarlo, una estruendosa carcajada se abre paso por mis cuerdas vocales. La risa es tan poderosa que me voy hacia atrás de inmediato, incapaz de contener los espasmos que me causa.
—¿Qué te resulta tan gracioso? —masculla Thor, medio ofendido. Detengo mis risotadas por un medio segundo para volverme a mirarlo con una ceja alzada, pero la seriedad me dura menos que una ventisca pues sin poderlo evitar me echó a reír de nuevo—. ¿Por qué te ríes tanto, Crystal?
Niego con la cabeza sin dejar de reír.
—¿Un matrimonio? ¿En serio? ¿La solución va a ser la misma que me metió en este lío? ¡Por favor! Lo último que quiero en mi vida es un jodido matrimonio. Me asquea pensar en uno.
Thor rueda los ojos.
—Estás siendo cruda.
—Estoy siendo honesta, que es diferente —repongo, cruzándome de brazos—. ¿Adivina qué, hijo de Odín? Asgard me metió en este lío, y no me va a sacar de él. Tengo que cargar con una responsabilidad que no me corresponde y no hay mucho que pueda hacer para evitarlo. Si total, ya perdí todo lo que me quedaba...
El rostro de Thor me resulta impenetrable cuando se levanta de la roca y se saca de forma brusca la tela negra que le envuelve el torso.
—Y dices haberlo perdido todo pero aún así te niegas a aceptar una ayuda cuando se te ofrece —murmura, con una expresión helada en sus facciones—. La única razón por la que no la aceptas es por tu orgullo, porque crees poder salvarte a ti misma. Permíteme que te diga esto, Lady Crystal: no es malo aceptar que otros te ayuden, dejar que se preocupen por ti.
Algo similar a las lágrimas empieza a quemarme los ojos. Por alguna razón, sus palabras se me clavan como estocadas en el corazón. Al principio no soy capaz de entender el motivo, y mucho rato más tarde me doy cuenta de que es por la combinación de palabras que ha usado. Porque no es la primera vez que me dice eso.
Más pronto de lo que puedo advertir, las memorias de mi niñez me nublan la mente y me corrompen el juicio. Era apenas una niña cuando el desgraciado de Loki me empujó por uno de los barrancos que estaban alrededor del palacio. Thor había saltado a ayudarme y yo me había gritado que me dejara en paz, que yo podía hacerlo sola. Y entonces él había dicho eso mismo «no es malo aceptar ayuda, Crystal, tampoco dejar que se preocupen por ti».
Pero ese recuerdo no es lo suficientemente poderoso como para cambiar la perspectiva que me he armado desde que estoy en Oquaheim.
—No soy una damisela en apuros. Tampoco estoy dispuesta a sanar tu corazón roto.
—No he dicho que lo seas, y tampoco te he pedido lo segundo —dice él, con la voz más ronca de lo normal.
Me aclaro la garganta.
—Entonces creo que todo está claro...
Él desvía la vista hacia otro lado.
De repente siento una opresión en el pecho que me quema mucho. Su presencia me quema los sistemas, hace que mi sangre vaya muy deprisa detrás de mis orejas y que mi corazón bailotee inquieto detrás de mi pecho. No entiendo el motivo, pero soy capaz de recordar a la perfección ese efecto particular que tenía conmigo cuando éramos niños. Me encantaba pasar tiempo con él, jugar con él, y hacer cualquier cosa en la que él estuviera involucrado. Por alguna razón, siempre me sentía agusto con Thor. E incluso ahora, este montón de años después, sigo sintiéndome cómoda a su lado.
Incluso aunque él no me recuerda.
—Perdón por ser tan mezquina, cielo—me disculpo después de un rato, haciendo una inhalación profunda.
Alzo la cabeza de nuevo y me encuentro con su mirada, pero en esta ocasión, la expresión helada desaparece y es reemplazada por una más cálida.
—Siempre me dices cielo —sonríe, satisfecho—. Me gusta cómo tratas a las personas así. Te la vives diciendo "cielo, querido, querida, cariño". Es muy bonito, si me lo preguntas.
—¿Cómo es que has notado eso?
—Me fijo en los detalles alrededor de ti.
Me río suavemente.
—Eres fastidioso.
—Romanoff me lo decía todo el tiempo —se ríe de vuelta.
—¿Quién es Romanoff? —le pregunto, curiosa.
De repente se muestra muy emocionado. Esboza una gran sonrisa cuando comienza a contarme:
—Es una amiga del trabajo. Parte del equipo, de los Vengadores, los héroes más poderosos de la tierra. Te había dicho que luché contra unos robots en Midgard recientemente, pues ellos luchan conmigo, son mis amigos. Está Romanoff, Rogers, Stark, Barton, Banner, mi hermana Victoria... aunque ahora hay más en el equipo, incluida la doncella de mi fotografía. Hay una chica que creo es una bruja, y ella tenía un hermano, que murió a manos de un robot, y también hay otro robot que yo ayudé a crear, se llama Visión.
Reprimo otra sonrisa y cruzo los brazos divertida.
—Es una historia muy interesante, Thor. Midgard debe ser muy bonito.
—¡Lo es! —sonríe—. Cuando resolvamos esto, ambos —enfatiza, señalándome a mí y después a él—, te llevaré a conocer la tierra. Seguro que te fascina, hay océanos y agua como te gusta. Mi hermana Victoria nos dará un buen recorrido.
—Victoria no es realmente tu hermana, Thor...
Cuando me doy cuenta de lo que he empezado a decir, me callo de pronto. Nuevamente, el sentimiento y las memorias del pasado me juegan una mala pasada y acabo hablando más de lo que debería. Mentalmente me abofeteo, y cierro los ojos un segundo.
Ya lo he jodido de nuevo.
—Memorias del pasado —murmura él, como si estuviera haciendo un recuento mental, tratando de unir los puntos que no comprende—. Odio no recordar nada... Dime, Crystal, ¿conoces a mi hermana Victoria?
Me causa mucha ternura la manera en la que se expresa y la llama "su hermana", cuando la historia es un poco más complicada. Intuyo que será mejor no discrepar ese hecho, pues no parece gustarle que le digan que no es su hermana.
—Algo así —admito, encogiéndome de hombros—. En esencia, no. Ella apenas era una bebé cuando nosotros éramos niños, tú te la pasabas encima de ella todo el día y Loki peleaba contigo porque no lo dejabas tocarla.
Thor suelta una carcajada.
—Una vez Loki lanzó a alguien que quiso acercarse a Victoria por las escaleras del palacio, pero no consigo recordar...
—Fue a mí.
Era verdad. La primera vez que habían llevado a la pequeña Victoria a Asgard, yo había querido acercarme a conocerla, pero el par de hermanos se la vivían peleando por quien cuidaba a la bebé. Intenté ver a la niña y sólo terminé siendo lanzada por las escaleras por Loki.
El rubio vuelve a reírse incluso con más ganas que antes. Yo lo hago también, un poco distraída. Pero luego, lo único que soy capaz de sentir es como el ha alcanzado su mano derecha hacia mi mejilla y ahora está acariciando con suavidad el sitio. Me hace levantar el rostro, y entonces murmura:
—Voy a hacer lo que sea necesario para recordarte.
👩🏻🦰 👩🏻🦰 👩🏻🦰
Cuando sale el sol de nuevo, me encuentro sola en mis aposentos. Martes, me digo a mí misma. La boda es mañana.
Espero por un largo segundo el sentimiento de pánico y devastación. Espero el llanto lleno de frustración e incluso me planteo por un segundo tirar todo lo del cuarto... pero no sucede nada de eso. No me siento menos o más desdichada que antes, todo permanece igual. Es la resignación, pienso, pero no creo que sea así. Es algo peor que eso. Es la desesperanza que me quema en el pecho y me imposibilita atisbar cualquier otra sensación. Durante más tiempo del que soy capaz de considerar me quedo quieta, estática, de pie en el balcón de la habitación con la vista fija en el horizonte. Veo el agua de la cascada caer y escucho con suma precisión el sonido que hacen las aves al volar alrededor del palacio.
Esto es, ¿verdad? Es el final del camino en el que Odín me puso. Es la última carta del extenso juego en el que lo han apostado todo, y el trofeo soy yo. Cuando este día pase, todo habrá llegado a su fin. No habrá nada más que los rescoldos que quedan tras el desastre, tras la tempestad. No seré capaz de recuperar todo lo que perdí y tampoco es muy halagüeña la probabilidad de que la situación pueda mejorar un poco.
Por un momento considero realmente lo que dijo Thor acerca de casarse conmigo si eso me sacaba del apuro.
¡Por Odín!, farfullo para mí misma. Eso es meterse en un lío incluso más grande que este. El Padre de Todo tiene toda su fe puesta en este acuerdo con Oquaheim, y es él quien tiene la última palabra. Jamás va a permitir que su primogénito arruine sus planes de una manera tan estrepitosa. Es claro que otro matrimonio no es la solución, además, yo soy mucho más que sólo una "futura esposa". ¿Por qué, en primer lugar, tengo que estar casada? ¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser libre por mí misma, valerme por mí misma sin tener que depender de la presencia de un hombre a mi lado? Ezio me lo ha jodido todo, no hay nada de mí que no haya destrozado. Más allá de lo físico, me refiero a lo emocional y mental. Carajo. Detesto con toda mi alma esto y sobretodo el quedar a la merced de que alguien tenga que auxiliarme.
No sería tan inútil si tan sólo...
—Crystal —Ezio abre la puerta de mis aposentos y me muestra su despreciable rostro sonriente—. Esta noche tenemos...
Abro los ojos como platos y me llevo ambas manos al rostro cuando veo que a Ezio le golpean la cabeza y cae de bruces hasta el suelo, inconsciente.
—Irritante —masculla Loki, tocándose la mano con la que acaba de golpear a Ezio. Mueve el cuerpo con su pie, como si estuviera moviendo un bicho muerto (con cara de asco incluida) y luego cierra la puerta tras de sí, y se vuelve a mirarme sonriente—. Hola, hermana. ¿Cómo te encuentras hoy?
Me saco ambas manos del rostro y le dedico la expresión más sarcástica que puedo improvisar.
—Bueno, pero miren quién ha decidido traer su mentiroso trasero de vuelta —cuchicheo entre dientes, alzando una ceja. Él me sonríe con más ganas que antes.
—Yo también te he extrañado, detestable. Pero estaba trabajando por ambos, haciendo una investigación.
—¿En serio? —cruzo los brazos y le lanzo una mirada inquisidora—. ¿Investigabas las tendencias suicidas que te llevan a fingir tu muerte cada vez que tienes oportunidad?
La sonrisa de Loki se vuelve sarcástica y pestañea dos veces seguidas.
—Siempre tan encantadora, sirena.
Ruedo los ojos y alzo una mano, haciendo un ademán para restarle importancia. Le echo un rápido vistazo al cuerpo inconsciente de Ezio y aquello me hace sentirme dichosa, así que me doy media vuelta y empiezo a caminar en dirección al balcón de nuevo, con Loki pisándome los talones.
—Te estaba buscando —le digo, sin dejar de caminar—. Tenemos mucho que discutir, querido.
Loki exhala.
—Estuviste entretenida en mi ausencia. Por supuesto, mi hermano no será tan buena compañía como yo, pero se las apaña. Hace un trabajo decente, al menos.
Sacudo la cabeza. Loki es incorregible.
—¿Qué hiciste y por qué Thor no me recuerda, condenado Dios del Engaño? —le pregunto sin rodeo alguno, sin siquiera vacilarlo.
—Primero, estoy ofendido y halagado al mismo tiempo —contesta Loki con voz serena—. Es una lástima que tremenda obra maestra no haya sido mi idea, honestamente. No, Crystal, yo no le saqué las memorias a Thor. Estaba tan sorprendido como tú cuando los envié aquí.
Lo observo, curiosa y confundida, y mi ceño se frunce en el proceso.
—¿Cómo que "los enviaste"? ¿Ya sabe que estás vivo?
El pelinegro abre la boca para decir algo, pero la cierra de manera casi inmediata. Vacila por un largo segundo, sus ojos se ponen a mirar el cielo por más tiempo del que debería y al final termina chasqueando la lengua.
—Bueno... —comienza, dubitativo—. Puede que exista la posibilidad de que yo haya mandado a Odín a Midgard después de la lucha contra los Elfos Oscuros y ahora yo me esté haciendo pasar por él mientras ocupo el trono de Asgard... Puede que exista esa posibilidad...
Jadeo, horrorizada. Me toma un minuto procesar sus palabras, y cuando lo hago, le doy un manotazo en el brazo izquierdo.
—¡No puedo creerlo, Loki! ¡No puedo creerlo! —chillo muy indignada—. ¡Te estás haciendo pasar por Odín y no me has sacado de aquí, maldito infeliz!
—¡Oye! —se queja, sobándose la zona afectada—. Te envié a Thor... ¡Y a los guerreros y a Sif! No puedo sacarte así como así, tú lo sabes. Para eso era mi investigación. Lo que me trae a ti...
Frunzo el ceño por el modo en que pronuncia la última parte, dirigiendo su atención a mí de nuevo. La mueca de superioridad aparece otra vez en su rostro, como si hubiera hecho algún descubrimiento importante que lo hace sentir orgulloso de su hazaña.
Y eso me aterra.
—¿A mí por qué?
—Sabes, de hecho estoy orgulloso de ti. Mantener la mentira, y más aún, resistir lo que venía con ella... digna diosa, sirena —asiente, y se lleva las manos detrás de su espalda.
Miro como un destello de color dorado aparece en su mano derecha. La tiara de color plateado brillante que hace mucho no veía aparece sobre él, y Loki vuelve a sonreír de manera engreída.
Entonces, trago con dificultad el aire y me armo de valor para mirarlo. Para hacerme la desentendida.
—¿De dónde sacaste eso? —me aclaro la garganta, cruzando los brazos de nuevo. Me empieza a picar el cuello así que me pongo a rascarme con más fuerza de la necesaria.
—Es tu tiara, no hagas preguntas estúpidas. Lo que en verdad debería preguntar yo... ¿Dónde estará la tiara real, Lady Crystal? ¿O debería decirte Lady Mentirosa? —entrecierra los ojos hasta convertirlos en un par de rendijas y mueve la corona entre sus manos—. ¡Oh, aguarda! Ya conozco la respuesta: Ezio te quitó la tiara, y la usó para drenar tus poderes, ¿verdad? Por eso eres débil. Por eso no te defiendes. No porque no quieras, sino porque no puedes. ¿¡Qué demonios estabas esperando para decirme que te habían quitado la tiara, Crystal Cyrenesdottir!?
—Loki...
—Justo como cuando Padre desterró a Thor, le quitó el martillo y a su vez sus poderes —conjeturó en un hilo de voz—. Ezio te la quitó. Te dejó completamente indefensa, ¿no es así?
Ha pasado un tiempo ya desde que eso sucedió. Mucho, a decir verdad. Estoy segura de que aún era una niña cuando eso. Supongo que con el paso del tiempo me acostumbré a la falta de fuerza, y por eso ahora me resulta tan lejana. Él no está equivocado, mucho menos está errado en alterarse. Yo lo he mantenido en secreto. Yo he decidido por voluntad propia callarme, por el expreso motivo de que no creí que alguien pudiera sacarme del apuro. Porque no tenía a nadie, o al menos eso pensaba.
Me estremezco ante los recuerdos, pero no digo nada, pues Loki continúa vociferando.
—... Y el único motivo por el que no has dicho ni una palabra es porque eres una orgullosa que es incapaz de ver más allá de su nariz y aceptar ayuda —escupe, de mala gana—. ¿Adivina qué, Crystal? No siempre puedes salvarte sola. No eres tan increíble como yo.
Guardo silencio más tiempo del que es recomendable. El par de hermanos me han dicho la misma cosa en un corto lapso de doce horas. Y en verdad podía tener un poco de razón cuando decía que yo era orgullosa, porque sí lo era, mucho.
Al parecer Loki no está dispuesto a dejarme conciliar mis pensamientos, porque sigue hablando.
—Cuando envié a Thor aquí ya sabía que no tenías tu tiara ni tus poderes —suspira—. Pero se ha tardado mucho en deshacerse de Ezio... pensé que su intelecto era mucho más extenso, pero no.
—Yo lo he estado alejando —susurro, poniendo los codos contra la baranda del balcón. Frunzo el ceño—. Si alguien pasa por aquí me van a ver hablando sola, ¿verdad?
—Te lo mereces por mentirosa.
—¿Con qué moral me hablas, maldito animal?
Eso lo hace reír por un momento.
—Sirena... ¿Te duele, no es así? —me pregunta en voz baja. Su voz adopta un tono más cauteloso que antes, y a su vez parece dudar.
Atisbo perfectamente a dónde se dirige su pregunta, pero decido actuar como una ignorante al principio.
—¿Mmhmm?
—Que Thor no te recuerde.
Sin poder evitarlo, esbozo una sonrisa triste.
—Me conoces lo suficiente como para saber cuál es la respuesta —bisbiseo—. ¿Por qué no mejor me dices qué sabes de eso? Y qué podemos hacer al respecto, también.
Loki resopla y se une a mi lado en la baranda. Clava los ojos en la distancia y hace un mohín de disgusto.
—Menos de lo que me gustaría, de hecho. Es bastante un trabajo bien hecho, pero no creo que haya sido hecho en Asgard... No, mejor dicho: no creo que lo haya hecho Odín. O tu madre. A quien, si me preguntas, no he visto hace un tiempo ya. ¿Te ha venido a ver, siquiera?
—No, hace mucho que no la veo. Responde mis cartas pero se rehúsa a venir —le soy sincera, sintiendo más consternación que antes.
El aludido sacude la cabeza.
—Quienquiera que le haya sacado las memorias a Thor lo hizo con el único propósito de evitar que se acerque a ti —explica—. No puedo acercarme mucho, eso lo sabes, pero a la distancia no me parece que sea algo conocido. No es como mi magia, o la de Madre. No es de Asgard...
Ambos hicimos una momentánea pausa en la tensión del momento, sopesando lo que él había comentado de manera ausente. A decir verdad, confiaba a plenitud en las palabras de Loki. Si él estaba tan seguro de que lo que sea que causara el problema de memoria de Thor no venía de Asgard, entonces le creía. Pero eso me pone a pensar en otra cosa.
Bastaron un par de segundos para que algunas piezas encajaran súbitamente en ese instante que lo único que hacía era estirarse.
—Si no es de Asgard es de aquí —resollé, alzando los ojos para mirarlo. Ambos nos enderezamos frente al otro.
Loki asintió.
—Tu boda es mañana, tenemos que retrasarla.
—Tenemos que cancelarla, más bien —bufo y ruedo los ojos.
—No puedo hacer una aparición pública como Odín, eso lo sabes. Thor se daría cuenta —tuerce los ojos de vuelta—. Si se cancela, Egan pediría ver a Odín, y dudo que mi hermano se haga a un lado si eso sucede. Tenemos que retrasarla, por ahora, al menos. Pero tú tienes que hacer algo.
No entiendo sus palabras, y él lo nota al ver mi cara de confusión, así que continúa:
—Tal vez haya alguien que nos pueda ayudar con la amnesia de mi hermano, pero tú vas a tener que poner la idea en su cabeza.
—¿Quién? —pido saber, con cautela.
—La mano derecha de Odín, por supuesto —me responde obvio—. Althea adora a Thor, lo va a recibir cuando le plazca. Ella tiene el poder y los medios para devolverle las memorias si es el caso, o siquiera para descubrir quién se las sacó.
Contemplo horrorizada el rostro de Loki. Me está pidiendo que deje Oquaheim y convenza Thor de hacer el viaje hasta Olympia, aún cuando no sé si pueda lograr una cosa así. Más aún: cuando no sé si el acceda o esté dispuesto a tanto, además, retrasar la boda va a ser más difícil que nada. ¿Cómo se supone que haga eso?
Trago saliva sonoramente y tomo una buena cantidad de aire cuando le digo:
—Aunque Thor recupere sus memorias, ¿qué va a pasar con la boda después?
—Él no la dejaría pasar, ambos estamos de acuerdo en eso. Destrozaría Oquaheim completo de ser el caso, y recuperaría tu tiara de donde sea que esté —contesta, en tono calmo.
Sus palabras son tentadoras, es cierto, y no puedo negarlo. Pero aunque eso suena estupendo y como un sueño hecho realidad, hay una parte de mí que se niega a abrirse por completo a esa perspectiva. Hay una parte de mí que aún debe mantenerse firme ante la creencia que no todo es tan bueno, y que definitivamente, si existe la esperanza de que pase algo mejor... eso significa que todo se va a joder más después.
Sorbo por la nariz.
—¿Y si ese no es el escenario y aún debo casarme después de eso?
Los ojos de Loki se ven duros como el hielo cuando contesta:
—Entonces yo me encargo de convertirte en una viuda.
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