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03 ━━━ Vortex.

━━━ ❛ FIMBULVETR III ❜ ━━━

⠀⠀⠀⠀⠀⠀Me voy a arrepentir de esto más tarde, estoy segura de que será así. Pero la confusión y la curiosidad que siento con respecto a Thor es tan grande que no soy capaz de ponerle pausa a mis impulsos y acepto bailar con él.

La que se me armará luego va a ser terrible, eso lo sé, pero por algún motivo, no me importa.

—Tengo curiosidad —dice el rubio, tomándome por la cintura en el momento que la música empieza a sonar y las personas a nuestro alrededor también comienzan a bailar—. Estabas diciendo algo de nosotros de niños, ¿alguna vez te vi?

—¿No tuviste amigos, al crecer? —le pregunto.

Él pestañea.

Por un segundo me quedo pegada viéndole las facciones de su rostro divino, pero no continuo por mucho tiempo. Definitivamente ya no es el mismo niño mocoso que corría conmigo en las traicioneras escaleras del palacio. Es un hombre ahora, un hombre por completo.

—Por supuesto, aunque en su mayoría anduve con mi hermano, Loki. Si alguna vez hubiera tenido una amiga con el color de tu cabello, lo recordaría sin dudar. Tienes una apariencia que concibo difícil de pasar por alto —contesta, y termina el alegato con una sonrisa en el rostro.

—Claro —murmuro, desviando la mirada detrás de él—. Probablemente esté confundida.

No lo estaba en absoluto, y era lo único que tenía muy claro. Tomo una larga respiración mientras continuamos moviéndonos, y decido clavar los ojos en las hebras de su cabello. Eso es mucho mejor que mirarlo fijamente, pues por alguna razón, su rostro me turba.

Él se aclara la garganta.

—Entonces, Lady Crystal, ¿estás emocionada por tu boda?

—Tanto como se pueda estarlo —respondo entre dientes, sin ánimo de profundizar más en el tema.

—No suenas emocionada —hace un mohín.

No tengo ningún motivo para estar emocionada, pero a él no debe interesarle eso. Tengo que trabajar más en mi máscara exterior, porque no está bueno eso de que todo el mundo me lea las expresiones con facilidad.

Esto me resulta increíblemente frustrante, por muchas razones. Primero, estoy segura de que Ezio me está clavando la vista en este preciso momento y que no está contento de que yo esté balanceándome con el Dios del Trueno. Eso, solamente, me va a meter en un lío tremendo más tarde, ni siquiera tengo que dudarlo. Segundo, el problema de memoria de Thor me está perturbando muchísimo. Si yo recuerdo todo, e incluso Loki también lo hace, ¿por qué él no? ¿Acaso me volví tan insignificante con el paso de los años que cualquier vago recuerdo que pudiera tener de mí terminó por desvanecerse en su memoria? No lo entiendo, y me trato de convencer a mí misma que no debería interesarme como lo hace, que si llego a descubrir el motivo, no va a valer todo el esfuerzo que le estoy poniendo.

Pero no puedo evitarlo. No quiero evitarlo.

—¿Qué tan emocionada puede estar una con una boda obligada y un futuro marido tan... —refunfuño quejosa; y luego me doy cuenta de lo que acabo de decir. Las palabras salieron solas de mis labios, ni siquiera pensé en la respuesta, y ahora acabo de hacerle una gran confesión al heredero al trono de Asgard.

Thor me mira sin dar crédito a lo que acabo de decir, y su expresión viaja de la sorpresa a la cautela en un segundo que pasa volando.

—¿Qué acabas de decir?

El aliento se me atasca en la garganta y no soy capaz de procesar el momento de forma adecuada. Qué lengua tan larga me gasto en ese momento, y qué problema en el que me acabo de meter.

—Suficiente baile por hoy —me apresuro a contestar, soltando las manos Thor y dando un paso hacia atrás—. Un placer, hijo de Odín.

Y entonces me alejo a toda velocidad de la pista, dejándolo varado en el medio de todos los que bailan.

Trato de escabullirme en medio del gentío, pero me da por echar una ojeada a mis espaldas, y me encuentro con que Thor está avanzando en mi dirección mientras intenta alcanzarme. Acelero el paso, comenzando a bajar por las escaleras que dan hacia el jardín cuando me doy cuenta que la noche ha terminado de caer en su totalidad. En el fondo de los jardines, observo la gran cascada caer aplomo hasta las aguas cristalinas, e inmediatamente quiero zambullirme.

Para mi mala suerte, Thor me toma del brazo antes de que pueda dar una zancada en dirección a las rocas en las que suelo sentarme con Loki.

—¡Espera! Me debes una explicación —farfulla.

Me zafo de su agarre y lo miro con una ceja alzada, pues lo que me ha dicho no me cae en gracia.

—¿Explicación? —levanto la barbilla, cruzo los brazos sobre mi pecho y me enderezo—. Porque eres el primogénito de Odín, por supuesto. Legítimo heredero al trono de Asgard.

—No —repone, entrecerrando los hojos—. Porque hasta donde mi padre me ha dicho, el acuerdo con Oquaheim acabó en matrimonio porque así lo decidiste tú, hija de Cyrene.

Sin poder evitarlo, una sensación de amargura me invade por completo y de pronto siento un sabor ácido en la punta de la lengua. Una imparable sonrisa sarcástica se abre paso por mi rostro y meneo la cabeza.

—Entonces supongo que el Padre de Todo no es muy comunicativo con el futuro Rey.

—Dijiste que me conocías —insiste de nuevo, ignorando lo que acabo de decirle. Tomo aire y muevo los ojos para evitar mirarlo a la cara. Si en un principio hubiera sabido que él no me recordaba en absoluto, entonces no habría hecho ningún comentario con respecto a nuestra niñez. Ahora será muchísimo más difícil dejar ir el tema con su creciente curiosidad.

—Y me probaste que estaba equivocada —digo, al final—. ¿Por qué insistes?

—Muy buena pregunta —mascullla.

Siento un retortijón en el estómago. Vuelvo los ojos hacia él, escrutándolo con detenimiento por un instante. Su ceño se frunce al ver que reparo en él, y se ve genuinamente exasperado. Bueno, si alguien se apareciera ante mí diciendo que me conoce y luego huye cuando se lo vuelvo a preguntar, yo también me exasperaría.

Inhalo profundamente.

—No deberías estar aquí afuera.

—Eres cruel, y ruda —me señala con el dedo—. Nada que ver con ese rostro angelical.

Oh, claro. Si tan sólo supieras, Thor. Qué chiste tan malo que no tengo idea de cómo usar esa actitud con el cerdo que se la merece.

—No me toques los nervios, hijo de Odín. No tenemos nada de que hablar.

—Eso no lo pensaste hace un rato —se mofa.

Ruedo los ojos.

—Tú en serio no te rindes, ¿verdad?

—En absoluto. Acabo de regresar de Midgard, estuve peleando con unos robots, no planeo volver a Asgard por un tiempo, así que... tengo bastante paciencia para descubrir qué está pasando contigo y toda esa historia de nosotros de niños.

Me llevo ambas manos hacia la cara y me refrego, para después sacarme el cabello que me estaba cayendo sobre los lados.

—¿Qué es eso que tienes ahí? —Thor resolla. Dejo caer los brazos y lo miró con el ceño fruncido, confundida.

—¿En dónde?

—Allí, en tu muñeca derecha.

Oh, ¿cómo se me pudo haber olvidado eso? Inmediatamente, mis ojos se dirigen al sitio y luego viajan hasta su muñeca derecha, encontrando la similitud.

—Ese pequeño dije dorado —murmura él, señalando el delgado brazalete de oro que adorna mi muñeca, casi idéntico al suyo y al de Loki—. Padre nos llevó a Loki y a mí a Olympia por primera vez cuando teníamos seis años. Althea, la diosa de las almas, nos dio a mí y a mi hermano un dije con la bendición de sus hermanos. Ella dijo que cada uno tenía el del otro, y sé que Loki tenía el de un rayo, por mí, y lo más sensato sería que yo tuviera algo relacionado con él... Pero lo que tengo es una sirena. El mío es el de una sirena. Y el tuyo, ese que tienes ahí, es el de una serpiente. Por Loki.

El pánico comienza a rebullir en mi interior, y no consigo nada coherente para responderle. Mi mente se queda en blanco, se nubla, y mi respiración comienza a flaquear.

—¿Por qué no puedo recordarte, Crystal? —jadea.

—No lo sé —admito, con la voz estrangulada.

—¡Crystal! ¿Qué demonios se supone que ha... ¿Thor?

Cierro los ojos y trato de contener la mayor cantidad de aire posible en mis pulmones. Ezio viene caminando en dirección hacia nosotros, y a juzgar por el matiz rojizo que capto en sus ojos, sé que se encuentra bastante tomado. Rezo silenciosamente para que no se le ocurra hacer algún tipo de espectáculo ahora que Thor está aquí. En sus cinco sentidos seguro habría reprimido los instintos animales que desata conmigo, pero ahora su estabilidad está nublada por el licor. Sé que cuando está así es peor que todo. Sé que en este estado no tiene ningún tipo de filtro o consideración.

Y temo porque ese hecho pueda desatar algún tipo de conflicto, porque no estoy muy segura acerca de cómo reaccionaría Thor Odinson si ve a Ezio atestarme algún golpazo por mero gusto.

Allí empiezo a desear poder golpearlo de vuelta. Soy mucho más fuerte que él, muchísimo más, pero la situación no me permite sacar eso a relucir. No me permite esquivar los golpes y no me permite cuidarme a mí misma. Si tan sólo Ezio no tuviera control sobre...

—¿Qué se supone que haces aquí afuera con Thor? —escupe las palabras de forma precipitada, deteniéndose a mi lado y tomándome del brazo. Aprieta con bastante fuerza y medio me zarandea.

—Ella no está haciendo nada malo, así que no hay necesidad de que la tomes con tanta fuerza, Ezio —interviene Thor, dando un paso adelante y lanzándole una mirada de advertencia al ojiazul—. Suéltala.

Un gruñido brota desde el pecho de Ezio.

—Disculpa, ¿y tú quién demonios te crees que eres para decirme cómo debo tratar a mi mujer?

El rubio da un paso más y alza las cejas.

—Es mi problema mucho más que el tuyo. Es asgardiana, y aunque no lo fuera, no me voy a quedar viendo como maltratas a una mujer. No voy a pedirlo de nuevo. Ezio, suelta a Crystal ahora mismo... ¿O quieres a Asgard en contra de Oquaheim?

Detesto el maldito sentimiento de ser una mujer que necesita ser salvada. Lo detesto. Detesto quedar a la merced de que un hombre le de la gana de salvarme o no. Ezio me ha arruinado absolutamente todo y me arde la vista de sólo desear el momento en el que me pueda pagar por todo lo que me ha quitado.

Sin embargo, que Thor esté dando un paso al frente en pro de sacarme del aprieto, es algo bueno. Me hubiera gustado ayudarme a mí misma, pero dada la situación, no hay mucho que pueda hacer.

—Tú no eres Rey —masculla Ezio, afinando más el agarre—. No te respondo a ti, sino a tu padre. No te metas en lo que no te concierne, Dios del Trueno. Esto podría no acabar bien para ti... o Asgard.

—Ya fue suficiente —intervengo, mirándolos a ambos—. Ezio y yo nos vamos. Thor, por favor, da un paso atrás.

Las palabras me queman la garganta como si fueran vitriolo mismo. Lo que menos quiero es irme con Ezio, si fuera por mí me quedaba con Thor, pero hay cosas que deben hacerse. No puedo quedarme mirando como se inicia una guerra innecesaria, no puedo traicionar lo que mi madre prometió a Odín, y tampoco puedo poner en riesgo toda la paz y estabilidad que se ha esparcido por todos los Nueve Mundos.

Hago un esfuerzo por ignorar la mirada fija que me manda el rubio, y me obligo a caminar junto a Ezio mientras este continúa zarandeándome en dirección a la parte del palacio en la que se encuentran nuestros aposentos.

—Ya sabes lo que te va a costar esto, ¿no es así? —Ezio murmura en mi oído, de forma asquerosa, y entonces yo tuerzo los ojos.

Me vuelvo a mirarlo y le sonrio.

—Sorpréndeme, querido, siempre haces lo mismo. 





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