Capítulo 55
Estamos en el avión que nos lleva posiblemente a nuestro futuro.
Cada uno de nosotros está sentado con una de las niñas que están un poco inquitas.
—No pasará nada, veréis como el tiempo se pasa volando —dice Aria y ella misma se parte de risa por su chiste con doble sentido, pero las niñas no se lo toman con humor y están bastante angustiadas.
Espero que una vez que sepan cómo funciona esto le dejen de tener miedo a volar. De lo contrario no vamos a poder hacerlo con frecuencia para ver a los hermanos ya que hacerlo en coche supondría dos días solo de camino.
Los motores del avión empiezan a sonar con fuerza a la vez que avanza hacia delante, he de admitir que el temblor que está haciendo provoca que me agarre con fuerza al reposabrazos porque yo tampoco he volado nunca y aunque trato de calmar a mis hermanas con palabras suaves lo interiorizo para mí también.
El vuelo está siendo muy tranquilo y una vez el avión a cogido altura todo ha sido relajado.
—¿Estás bien? —le pregunto a Aria.
—Estoy feliz.
—Yo también lo estoy —me enseña su sonrisa más bonita y pocos minutos después el piloto anuncia el destino.
Hemos alquilado un coche para estos tres días, por eso cuando hemos cogido las maletas nos dirigimos a buscarlo porque está al cruzar la calle del aeropuerto. Meto la dirección del hotel en el GPS y mientras llegamos a él observamos como es la cuidad.
Anoche, cuando dejamos a las niñas en la cama, tuve que preguntarle un millón de cosas. Cómo se sentía, que pensaba de todo esto. Si se encuentra bien, que le dijeron los médicos y cómo fue que se enteró. Me contó todo con pelos y señales y también me confesó que gracias al bebé Antoni se rindió ante ella y me dió la libertad.
No voy a poder estar más agradecido a mi hijo o hija de que existiera en ese momento.
Es casi la hora de cenar, el vuelo no salía hasta pasadas las siete de la tarde. No queríamos que las niñas perdieran colegio y este es el único vuelo que salía hoy. Porque por la mañana a las diez tenemos la cita con la dueña de la casa.
No voy a negar que no esté nervioso. Porque esto tiene que salir bien, ellas tres tienen puesta toda su esperanza en esta casa y lo cierto es que yo también.
Aria me ha contado que también ha visto universidades en esta ciudad y que le gustaría estudiar psicología porque nos va a hacer mucha falta en nuestra vida, y no le falta razón, ya lo hemos hablado antes y los cuatro vamos a empezar a ir a terapia, la familia entera se ha visto envuelta en demasiados conflictos que son difíciles de olvidar y muchos de ellos no nos dejan avanzar, también hemos pensado que las niñas deberían ir y ellas estuvieron de acuerdo y si todo sale bien, cuando nos mudemos a esta cuidad lo haremos.
Apoyo a Aria incondicionalmente y ahora se ha visto con un bebé que no esperábamos, pero eso no va a impedir que ella vaya a la universidad como tanto a querido. Es tan inteligente que apostaría mi vida a que se saca la carrera sin problemas.
Llegamos al hotel, nos registramos y subimos las cosas a la habitación. Estamos muertos de hambre y la recepcionista nos ha aconsejado varios restaurantes cercanos.
Vamos a un local de hamburguesas que tiene buenas reseñas y nos sentamos en una mesa. Es un sitio muy acogedor, con luces tenues y un ambiente relajado, muchos posters de películas adornan las paredes y las mesas son cada una de una forma distinta, al igual que las sillas, no hay dos iguales, y me gusta, tiene personalidad.
La camarera nos toma nota y como algo novedoso desde ayer, Aria quiere una ración de aros de cebolla con su menú.
—No entiendo lo de los aros de cebolla, antes vomitabas cada vez que los olías —comento divertido.
—No sabría decirte —se encoge de hombros—. Es como una necesidad comerlos ahora. He estado leyendo y según parece esto puede cambiar de un momento a otro. Puede que cuando los dejen sobre la mesa el antojo se me pase y vuelva a odiarlos.
—¿Ariel te duele la barriga por llevar al bebé dentro? —le pregunta Nora.
—Ahora mismo no. La verdad es como si no lo tuviera, salvo por las mañanas que es cuando más ganas de vomitar tengo, aunque no ha pasado mucho, las veces que sí, aún no lo sabía cuál era la razón de eso.
—¿Ya se mueve? —mi hermana que está sentada a su lado corriendo le pone la mano en la barriga esperando algo que no llegará todavía.
—No cariño, para eso aún faltan algunas semanas más.
Mi hermana hace morritos y retira la mano de ella.
—No os preocupéis, cuando eso suceda seréis las primeras en saberlo —las dos asienten mucho—. Pero sí que podéis ir hablándole para que cuando nazca reconozca vuestras voces, estoy segura de que seréis sus personas favoritas en el mundo.
—¡Sí! —chillan las dos a la vez—. Seremos sus tías más fantabulosas.
Los cuatros nos echamos a reír y terminamos de comer.
«Nos encanta, a los tres»
No se me olvidará el día que admití por primera vez aquello y a día de hoy, no puedo reafirmarlo más. Porque es maravillosa con ellas y no me extraña que la vean como una mamá para ellas porque se comporta como tal, y eso hace que mi corazón aun después de todos estos meses se derrita por ella como lo sigue haciendo.
***
Estamos listos para ir a visitar la casa. Las niñas se han puesto super guapas con un vestido azul claro y para sorpresa de todos van igual vestidas, dicen que eso siempre ablanda corazones y hay que jugar muy bien para ganar la casa.
Lo han planeado todo, hasta el último detalle y con el bebé sorpresa esperando por salir lo tenemos todo a nuestro favor. Rezo porque así sea.
Llegamos a la puerta y los cuatro suspiramos antes de llamar al timbre.
Una mujer de poco más de setenta años nos abre la puerta. Tiene el pelo blanco, gafas grandes, los labios pintados de rosa claro y un collar de perlas alrededor del cuello. Su ropa es de colores alegres, lleva pantalón y una blusa, no sé por qué en mi mente me había imaginado a una típica abuelita con bastón y arrugas por todos lados. Pero aparenta ser más joven de la edad que nos dijo que tenía.
—Que alegría conoceros —dice la señora con una sonrisa sincera.
—Créenos el placer es nuestro —habla mi chica—. Soy Aria, él es... —se gira para mirarme congelada por no saber cómo presentarme.
—Soy Erick, un gusto señora —le estrecho la mano y la cara de Aria se ilumina tanto que parece que va a llorar. Pero parpadea muy rápido para disipar las lágrimas y se recompone.
—Yo soy Nora.
—Y yo soy Lucy —se presentan ellas mismas ofreciéndole cada una la mano a la mujer que las mira con amor de abuela y sin dudarlo se las estrecha—. Nos gusta mucho tu casa, hemos visto el video un millón de veces —continúa mi hermana.
—Oh, pero que bonitas sois dulzuras —dice mientras se hace a un lado del marco de la puerta—. Pasar, pasar por favor.
Nos hace entrar a la casa y los cuatro debemos de sonar muy tontos cuando varios «es preciosa» «que bonita» «nos encanta» (eso último por parte de las niñas) no para de sonar por cada una de las estancias que nos enseña.
Es impresionante todavía más si cabe verla en persona. Es la casa soñada de mis hermanas desde que empezamos con la idea de mudarnos algún día. No tiene ningún desperfecto, está muy limpia y pintada, los baños son como ya hemos visto en el video solo que más relucientes, al igual que la cocina. Nos enseña el jardín trasero y las niñas se mueren del todo al verlo.
—Mira príncipe ¡los columpios!
—¡Y una casa de madera para jugar! príncipe ven miraaa —se entusiasman tanto que no puedo hacer otra cosa más que seguirlas.
Miro hacia la puerta de cristal que da al salón cuando la mujer hace pasar a Aria y la sienta en el sofá.
—Enanas portaros bien. Tenemos que ganar la casa ¿cierto? —ambas asienten entusiasmadas—. Voy dentro hablar con la señora, si queréis algo estamos allí —señalo el salón y las dos sonríen y vuelven a jugar.
Después de hablar con los dueños, porque el marido llegó poco tiempo después, nos invitan a comer, gesto que nos hizo sentir bien y las niñas no duraron en aceptar.
El precio es ridículo para lo que vale la casa realmente, pero nos dicen que no les importa porque para lo que les queda con lo poco que ganen pueden terminar de vivir cómodamente. Que lo único que quieren es que la casa acoja a una buena familia y la llenen de amor y vida. Todo está incluido, hasta los muebles, porque donde van no necesitan nada. Nos hablan un poco de cómo es el barrio y de primeras ya nos encanta. Hemos visto un par de parques de camino y la mujer nos habla de los colegios cercanos.
Se interesa por nuestros trabajos y al vernos jóvenes por nuestros estudios también. Se sorprende cuando le contamos muy por encima nuestra vida, y eso parece que ha ablandado su corazón como bien han dicho las niñas antes.
La comida ha ido mejor de lo que esperábamos, las niñas están encantadas con estas personas y ellos parecen muy agradecidos de que ellas los traten tan bien. Sé que en el fondo no están fingiendo y que les gustan, pero ellas por ganar un juego son capaces de todo.
Ya nos estamos despidiendo en la puerta después de la gran merienda, que, por supuesto nos han ofrecido, cuando las niñas hablan.
—Nos encanta mucho tu casa, Grace —llaman a la mujer como lo han hecho durante todo el día porque así ella se lo pidió—. Si al final nos elige para que vivamos aquí —continúa ella y yo no puedo abrir más los ojos por cómo puede acabar esto—. Iremos a visitarla a su nuevo hogar.
—Oh, pero que bonitas, pero no es necesario niñas.
—No nos importa ¿A qué no príncipe?
—Desde luego que no. Cuente con eso —digo con sinceridad.
—¿Ves? Nuestro hermano nos llevará, ha dicho que no tenía familia en este país y nosotros tampoco conocemos a nadie aquí.
—¡Eso! Será como visitar a los abuelos —le sigue la corriente ahora la otra gemela.
—Entonces estoy segura de que nos veremos mucho —le dice la mujer y las dos se abalanzan sobre ella dándole un fuerte abrazo. Su marido, que observa todo desde atrás asiente feliz.
***
Estamos en la cita con el médico para la revisión del bebé. La primera a la que yo asisto y estoy más que emocionado. No sabría cómo explicar con palabras lo que este momento previo a saber de él le está haciendo a mi estómago.
Tumban a Aria en una camilla, la sala está casi a oscuras y la matrona pone un gel transparente sobre su barriga, ella se sobresalta al notarlo porque dice que está muy frío.
Sin esperármelo, empiezo a escuchar los latidos del corazón latir a toda velocidad y como consecuencia de eso el mío lo sigue al mismo ritmo. Tomo la mano de Aria sin quitar la mirada de la pantalla donde la matrona mira muy concentrada. Las revisiones anteriores fueron por precaución por todo lo que había pasado y porque los análisis salieron alterados de varias cosas. Esta es la primera revisión oficial que le hacen. Una vez ha terminado de examinarlo nos explica que todo está bien, tanto los órganos como las extremidades, que está dentro del peso estimado y la medida también está dentro del percentil.
Veo como Aria se limpia una lágrima que le recorre por el rabillo del ojo hasta que cae a su oreja y sonríe feliz. No puedo evitarlo y cuando la matrona limpia su barriga me acerco a darle un beso en ella. Es lo único que he hecho desde que lo sé y ya estoy deseando verla grande y redonda.
Nos despedimos porque ya no van hacerle más revisiones aquí. Hemos buscado un buen hospital en la nueva ciudad donde oficialmente vamos a mudarnos para continuar con el seguimiento del embarazo allí.
Por qué sí, cuando llegamos al hotel unas horas más tarde después de despedirnos de los señores Bradford, nos llamaron cuando estábamos en el centro comercial para darnos la noticia de que la casa es nuestra. No nos lo podíamos creer y en agradecimiento al día siguiente antes de volver a casa nos pasamos a dejarles un ramo de flores que las niñas se empeñaron en llevarles.
El mes de junio ha entrado con bastante calor.
Aria a estado organizando cada detalle para la mudanza y como no, hoy es un día triste para ambos. Ha llegado la hora de vender el maserati y comprar un coche más familiar.
Joder, aún no puedo creer que vaya a tener un bebé, que tenga una buena casa y vaya a comprarme un coche familiar, una mujer preciosa conmigo de por vida y a mis repetidas y lo mejor de todo, muy muy lejos de aquí.
Vendemos el coche entre lágrimas porque me ha jodido realmente decirle adiós. A pesar de haberlo disfrutado por muy poco tiempo, lo vamos a echar de menos por todos los sitios a los que nos ha llevado. Aunque bueno, sabiendo que con el dinero que nos han dado vamos a poder pagar de sobra la casa, se me pasa el disgusto. Y con todo el dinero que he ido ahorrando durante estos últimos cinco años podemos comprar un coche de segunda mano.
Y esa es nuestra siguiente parada. Volvemos a casa con un Toyota rav4 por menos de la mitad de su valor, en perfecto estado, de color rojo y negro. Y con lo más importante, espacio para una silla porta bebés, más dos elevadores y un gran maletero para un montón de equipaje y un carro.
Hacemos el último recado del día. Estamos en al banco, Aria ya tiene una cuenta allí que no puede tocar hasta que cumpla los veintiún años. Por eso hemos abierto una a nombre de los dos, porque todo el dinero vamos a tener que traspasarlo a otro banco cuando lleguemos a la nueva ciudad.
Tenemos todos los asuntos casi resueltos, aunque todavía queda uno muy importante para mí.
—¿Qué hora es ya? —le pregunto a mi chica preciosa que cada vez se encuentra más cansada.
—Faltan quince minutos para las doce —contesta—. ¿Estarás bien viéndolo?
—Sí, no he ido desde el año pasado y todavía no sabe todas las buenas noticias —comento mientras beso su frente—. ¿Estás segura de que no quieres venir?
Niega con la cabeza y lo comprendo, ir al mismo sitio donde su padre se encuentra es muy duro para ella. Todavía no está preparada para enfrentar algo así. Pero es la última oportunidad que tengo de visitar a mi padre antes de mudarnos.
—Qué vas hacer ahora entonces ¿te llevo a casa?
—No, déjame en casa de Hugo, la semana que viene tiene los últimos exámenes y ayer estaba muy nervioso —se ríe y yo con ella—. ¿Vas a ir a por las niñas o voy yo? —pregunta mientras nos dirigimos a la calle de los hermanos.
—No creo que me retrase, pero por favor, si no te he escrito antes de la una, ves a por ellas.
Asiente y la acompaño hasta arriba.
Hace un par de semanas les contamos a los hermanos nuestra nueva situación y casi se mueren de la alegría por la noticia. Hugo no paraba de abrazar a Aria y llamar a mi bebé sobrino preferido, mientras Andy me daba abrazos tan fuertes que casi me asfixia por la emoción.
—Hola, señora Reynolds —saludo a la madre de mis amigos y a la que tengo muy pocas ocasiones de ver.
—Oh, Rick querido, me da mucha alegría saber que vas a formar tu propia familia, esta niña es un encanto —dice abrazando a Aria con la que tiene ya bastante confianza por todas las tardes que ha estado aquí ayudando a Hugo a estudiar para estas últimas semanas, yo por el contrario llevaba semanas sin verla, nunca coincidíamos cuando venía a buscarla.
—Gracias, espero que se tome unas vacaciones este verano y venga a vernos.
—Desde luego, para entonces esta barriga ya tendrá un buen tamaño.
Todos nos echamos a reír por el comentario, hablamos pocos minutos más y los dejo para ir a ver a mi padre.
El trabajo de la obra también lo he dejado terminado. Me he despedido de todos, pero sobre todo de mi jefe, que me ha comprendido y ayudado durante todos estos años. Me ha dado varias cartas de recomendación por si me hicieran falta, aunque no creo que por ahora trabaje de nuevo en la construcción.
Los asuntos del barrio se han quedado zanjados y mi nuevo sucesor tiene un gran entusiasmo por la oportunidad. Espero no volver a saber nada más de todo esto cuando me vaya de aquí, algo que también he dejado claro a Andy.
Estoy en la sala de visitas de la cárcel esperando a que mi padre cruce las puertas. Llevo meses sin verlo y apenas hemos hablado estas últimas semanas. Estoy nervioso por ver cómo se va a tomar todo lo que tengo que contarle.
—Hola papá —lo saludo cuando llega hasta a mí, nos estrechamos las manos porque no podemos abrazarnos y se sienta enfrente de mi silla.
—Hola hijo, me alegra ver qué estás bien —asiento—. Cuéntame, cómo están tus hermanas, háblame de ellas.
Es lo primero que me pregunta siempre, antes de empezar hablar de nosotros.
—Están bien. Muy felices de hecho, ya les quedan dos semanas para terminar el colegio y contentas por las vacaciones de verano. Muy emocionadas por la nueva vida que nos espera —tanteo suave el asunto, porque, aunque mi padre siempre nos ha apoyado en salir del barrio no esperaba que fuese a ser tan, tan, pronto.
—¿Cómo es eso? —inquiere y más que molesto parece interesado.
—Bueno, te soltaré las bombas de golpe y tú preguntas lo que quieras saber.
—Está bien ¡dispara! —sonríe y su actitud cambia a una más relajada, lo que hace que yo también consiga relajarme.
—Nos mudamos a Springbrook el mes que viene. Ya no trabajo con la droga en el barrio. Y voy a ser padre.
Varios minutos bien largos pasan con nosotros dos en silencio, solo el murmullo de las otras personas en la sala invade el ambiente. No quita su mirada de mi en ningún momento y eso hace que trague saliva varias veces y es entonces cuando esa sonrisa característica suya que hace que se le marquen las arrugas de los ojos sale a relucir.
—Vaya... es decir, guau... yo... ¡mierda! estoy sin palabras —hace una pausa breve—. ¿Serás padre? —me da un golpe en el hombro y me sorprendo por eso—. Y... sabía que querías mudarte, pero no tan pronto ¿Cómo ha pasado tan rápido? ¿Cómo...?
—Bueno, en realidad todo lo anterior va hilado, lo que quiere decir que la responsable de todo, absolutamente todo lo que te he dicho es Aria.
—¿Y Aria es...? —pregunta aun cuando ya sabe la respuesta.
—Mi novia —digo con orgullo—. Ella es la que ha hecho posible todo. Sin ella, aun seguiría perdido en la vida. Atrapado y solo.
Mi padre no dice nada, vuelve a hacerse el silencio y habla casi en susurros.
—Estoy tan orgulloso por todo lo que me estás diciendo. Pero cuéntamelo todo, quiero saber de ella.
Y eso hago, por primera vez le hablo a mi padre de la chica que me ha robado hasta el alma. Y cuando digo todo, es todo. Hasta que su padre está aquí y la razón de eso. No es casualidad ya que tenía en mente hacer sufrir a ese hijo de puta así no lo tenga delante, y sé que mi padre se encargará de eso. No hace otra cosa desde que lo encerraron, así que supongo que un escarmiento de vez en cuando al progenitor de la persona que nos ha salvado la vida, le sentará bien.
Me pide ver fotos de todos. De mis hermanas, que no puede evitar emocionarse al verlas tan grandes y preciosas y al verla a ella, no puede dejar de sonreír y de decirme lo afortunado que soy de tener a una chica tan bonita e inteligente como ella.
Springbrook. Mes de Julio.
Después de estar meses y años ansiando esto. Por fin ha llegado el momento. Acabamos de mudarnos a nuestra nueva casa.
Es muy poco lo que nos hemos traído del distrito 24. Pero algunas cosas si queríamos tenerlas. Las niñas han traído todos sus juguetes, incluyendo la gran casa de muñecas que tuve que volver a desmontar y ahora volver a montar, por supuesto el espejo de cuerpo entero y mi scalextric, con sus tres coches. Los cuadros que he pintado y el proyector. Nos hemos traído todo lo que podemos vender que cogimos de la mansión de Aria, menos la ropa, que ya lo hicimos antes de venir.
Hemos llegado en las horas de la tarde. Llevo conduciendo desde bien temprano y después de dejar todas nuestras cosas en casa, se han quedado las tres en ella organizando como tanto le gusta hacer a Aria y ahora también a mis hermanas, que no dejan de seguirla y ayudarla para que no lo haga todo sola.
Tengo una cita dentro de un rato y ya estoy contento por ver la cara de las niñas cuando les lleve la sorpresa.
Después de una hora firmando papeles y de hablar con el personal. Vuelvo a casa con el regalo que tanto han querido mis hermanas desde hace años.
Llevo dos cajas más o menos grandes, las dejo en el suelo delante de la puerta y llamo al timbre, en cuanto la abren se las entrego.
—Niñas, solo quiero deciros que os amo y que igual he tardado un poco en daros todo lo que habéis estado necesitando, como una buena casa y una gran familia —miro a mi chica que esta junto a ellas y me acaricia la espalda—. Y también deciros que muchas gracias porque sin vosotras no habría sido capaz de ser la persona que hoy en día soy y...
—¡Príncipe! ¿Eso ha sido un ladrido?
Otro y otro más suena dentro de la caja y las niñas abren las tapas corriendo y sacan a dos cachorritos, uno de color marrón chocolate y otro blanco, no sé qué raza son, pero estaban en el refugio y eran los únicos hermanos juntos que había, no pude resistirme y traje los dos, no podía separar a dos hermanos. Y aquí los tenemos.
—Bueno, ¡que os quiero y eso! —les grito mientras ellas van corriendo cada una detrás de un cachorro por la casa. Aria se ríe y cierra la puerta. Y así nos quedamos los dos mirando lo que a partir de ahora será nuestra vida.
Es la primera noche de nuestra nueva vida. Y si hace tan solo un año atrás, alguien me hubiera dicho que a día de hoy esta sería mi suerte, me habría reído en su cara tan fuerte que habría tenido agujetas por días enteros.
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Bueno solo queda un capitulo para el final de esta increíble historia.
Espero que os haya gustado.
Gracias por leer!!!!!!!
AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH estoy muy nerviosa!!!!
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