Capítulo 52
Estamos nosotros dos dentro de la cama, él tumbado boca arriba con los brazos por detrás de la cabeza y yo a su lado en la posición que me han dicho en la que debo dormir para no hacerme daño. Cuando me viene a la mente nuestro momento íntimo del cuarto de baño. Ahora no habrá interrupciones, por lo que me levanto y me siento sobre la cintura de Rick que me observa curioso desde su posición.
Llevo un pijama de camisa y con la mano derecha empiezo a desabrocharme los botones.
—Puede que el comentario de Hugo te enfade. Pero no deja de ser cierto.
—No sueles sacar a relucir tu ego muy a menudo, pero ahí está —sonríe y no deja de subir sus caderas hacia arriba para arremeter contra mi sexo—. Y yo no puedo tener más suerte en el mundo, por tener una novia tan perfecta en todos los sentidos.
—Tengo el ego que tengo, gracias a que tú no dejas de subírmelo —acompaño sus movimientos mientras él no deja de mirarme y relamerse los labios.
Se levanta con cuidado de no hacerme daño y me deja de pie en el suelo. Se desnuda dejando al descubierto su cuerpo, que mucho habla del mío, pero poco del suyo que es como para admirarlo por días enteros.
Sus dedos se abren paso por mi ropa interior y me desnuda de cintura para abajo, en la parte de arriba la camisa solo la termina de desabrochar para no hacerme daño en el hombro y para él es suficiente, ya que está abierta mostrando todo lo que necesita.
Despacio, se sienta sobre el borde de la cama y me atrae hacia él. Se acerca y besa mi estómago, pasea su lengua por todo mi cuerpo y cuando sus ojos se encuentran con los míos me lanza una sonrisa traviesa antes de sentarme sobre él y presionar sus caderas entre mis piernas encajando su erección contra mi sexo de una sola estocada.
Entro tan profundo en él que un gemido grave de satisfacción escapa de sus labios.
Él hace todo el trabajo mientras yo me contoneo sobre su pelvis sin rebotar para no hacerme daño.
Mantiene la mirada fija en la mía, vigilando todas mis expresiones mientras sus manos acarician todo mi cuerpo.
—Me estaba volviendo loco sin ti —gruñe y el tono áspero de su voz hace que mi cuerpo vibre—. Te amo demasiado, Aria.
Escondo la cara entre el hueco de su cuello y aspiro su olor, ese que tanto he echado de menos.
—De no ser por tí, jamás habría logrado salir con vida de ese sitio —es él, quién me saca de mi escondite favorito para que lo mire a la cara—. Aguanté por tí. Una vez que te escuché, sentí que podía derrumbarme porque ya nada malo podría pasarme.
Hunde su boca en la mía y cierro los ojos sumergiéndome en el beso. Despacio y sin separar su cuerpo del mío se levanta para tumbarme sobre la cama. Apoya flexionando uno de sus brazos a un lado de mi cabeza y vuelve a besarme. Aumenta el ritmo y siento la humedad resbalar por mis muslos, nuestros cuerpos están perlados en sudor y me sorprende la manera tan rápida en la que mi orgasmo empieza a construirse, siento mis paredes tensarse mientras el jadea en mi cuello al notar como éstas aprietan su miembro y aumenta más las embestidas. Mis piernas empiezan a temblar y gritando su nombre una y otra vez el cosquilleo de mi orgasmo me envuelve por completo, pero él no se detiene, solo le hacen falta un par de entradas más para venirse también.
Jadeamos por aire durante unos segundos, él no para de acariciarme el contorno de la cara mientras no puede dejar de mirarme con amor.
—Hola linda —me muestra su sonrisa de anuncio y me derrito—. ¿Estás bien? ¿Te duele?
—Hola amor, estoy perfectamente —le doy mi sonrisa de hoyuelos que tanto adora. Sale de mi cuerpo y se acomoda para que yo haga lo mismo entre sus brazos—. No te acurruques mucho, que la noche acaba de empezar.
Suelta una pequeña risa que no dura mucho tiempo, porque no deja de observarme embobado. Alarga la mano hasta el cajón de la mesita de noche y saca una caja de color azul que me entrega. Lo miro sin saber que decir, sorprendida. Él me sujeta la caja con una mano y yo con mi mano buena la abro. Dentro hay un collar de plata con un colgante en forma de corona de cinco puntas, le doy la vuelta y en la parte de atrás hay grabado:
«Eres la princesa de mi vida. Erick».
—¿Y esto? —susurro, todavía emocionada—. ¿Por qué?
—Porque te quiero, amor. Y es lo que eres para mí —besa mis labios los cuales están mudos mientras miro con adoración el colgante y su mensaje—. Bueno, ¿Te gusta? ¿Dime algo?
—Es precioso, no podría haber sido más acertado —se me humedecen los ojos y un par de lágrimas se resbalan por mis mejillas—. Vamos pónmelo.
Lo hace y una vez que está sobre mi cuello me separo de él para ponerme delante suyo.
—¿Cómo me queda?
—Perfecto.
—Gracias. Te amo mucho muchísimo —beso cada parte de él hasta cansarme.
***
Estamos a mediados del mes de marzo.
Febrero a volado con las citas del médico, las citas para ir a comisaría, la vuelta a clase y ponerme al día con todo.
Es el último mes y el más importante para mí. Me ha costado volver a la rutina de los estudios y ahora tenemos los últimos exámenes.
Volver a clase no ha sido nada sencillo.
Como era de esperar todo el mundo se ha enterado de mi caso y ahora soy primicia en ese blog inventado de la reina cotilla. De mi historia también podrían hacer una serie que dé para varias temporadas.
Paso el día entero encerrada en casa estudiando y solo acudiendo al instituto a hacer los exámenes, que ahora que faltan solo dos semanas para acabar, tengo casi todos los días.
Por otro lado, la situación que tiene Rick con los hombres de negro es muy diferente a la que me había contado él. Porque la última vez que estuvo con ellos llegó casi con una costilla rota y la cara reventada.
Me había estado ocultando que esa gente no le permite salir del negocio ni del barrio.
No os voy a mentir al deciros que mi mundo se vino abajo por saber que voy a tener que sobrevivir al barrio cada día. Porque no puedo, ni quiero irme sin ellos. Otra de las cosas que hemos hecho mucho últimamente ha sido discutir esta situación, como nunca lo habíamos hecho. Y esto es algo que se acumula a mi estrés diario.
Sigo pensando que todavía hay alguna posibilidad de hacer algo, aunque nos lleve más tiempo del esperado. Y una vez me haya graduado podemos buscar una solución mejor para todos. Puede que no podamos huir de esta ciudad, pero si del barrio y eso es algo que no puede discutirme.
Lo bueno de todas estas discusiones es que siempre acaban de la misma manera: nosotros en la cama frente al espejo.
Hoy es sábado y estamos en el centro comercial de los primeros distritos. Hemos venido aquí para buscar un vestido de graduación para mí. Ya tenía uno desde hace tiempo, pero es demasiado para la chica que soy ahora, además del hecho de que ya no entro en él porque mi novio me ceba con comida, por eso está junto a un montón de vestidos de fiesta en una maleta esperando para ser vendido.
Entro al probador con seis vestidos, cada uno de un color, aunque de modelos parecidos. Después de dos horas eligiendo cual voy a quedarme pagamos y vamos a comer porque ya es hora y nuestros estómagos rugen, sobre todo el mío, que desde nuestros días oscuros (así llamamos al tiempo que estuvimos separados) no había comido nada en condiciones y al salir del hospital su propósito fue engordarme y yo encantada porque cocina tan delicioso que es imposible dejar de comer. Por eso ahora estoy en dos kilos más que antes de que pasara todo.
Que salvo en las caderas, culo y pecho no se me nota en ningún otro lado, justo los lugares donde la ropa no me viene y por eso también he tenido que comprar más prendas de vestir de diario.
—¿Príncipe podemos ir a ver a los perritos?
—Podemos, pero ya sabéis la condición —las dos asienten y vamos a la tienda de animales.
Después de estar un rato jugando con ellos, vamos a la tienda de chuches antes de volver a casa.
Bajamos del autobús los cuatro juntos y con mi novio de la mano cruzamos toda la calle hasta llegar al portal. Atrás quedaron los túneles y el entrar por separado. Ahora todo aquel que nos cruzamos por la calle parece pensarse dos veces si decirme algo o no.
Muchos no se callan y les da igual que tenga a mi super novio intimidante de la mano, porque se lo toman como un juego y otros directamente pasan de problemas.
Rosana tampoco ha vuelto acercase a él, solo nos mira desde la puerta de su tienda con cara de amargada y refunfuñando cosas que no nos importan cada vez que pasamos por delante para ir a casa.
Estoy en la última semana de exámenes y donde me lo juego todo. Donde más histérica estoy y donde más necesito desfogar toda la tensión que se me acumula. Tengo a mi novio exprimido y a mis niñas enloquecidas con tanto dulce que no puedo dejar de hacer y todos comemos.
—No sabes las ganas que tengo de que acabes el instituto —comenta Rick mientras desayunamos en mi último día.
—¡Dios! estoy que me subo por las paredes —no puedo dejar de hablar y comer a la vez—. Yo también espero que acabe pronto o engordaré tres kilos más este mes —niego con la cabeza.
—¡Qué dices, eso sería genial! —se ríe mientras bebe de su café.
—¡Y una mierda genial! —lo fulmino con la mirada—. Me siento pesada y horrible y también hinchada y fea y estoy estresada y gruñona y encima tú me lo aguantas todo —gruño.
Rodea la encimera para ponerse a mi lado con su desayuno.
—Lo aguanto porque te quiero —bebe otro trago de café y continúa—. Y porque también sé que es temporal —lo miro con los ojos entrecerrados y él suelta una carcajada que me hace reír también. Me da un fuerte abrazo y me desea la mejor de las suertes en estos últimos exámenes.
Cuando estoy a punto de salir por la puerta las niñas salen corriendo de su habitación con un montón de besos y un super amuleto de la suerte que me han hecho para hoy. Colocan mi nueva pulsera donde pone «creemos en ti» junto a la mía de la familia.
Llego al instituto con mi guardaespaldas provisional a mi lado, cosa que ya a todo el mundo le da igual, y dejan de mirarnos como dos raros. Entro al baño corriendo antes de hacer mi primer examen, estoy tan nerviosa que vomito todo el desayuno, me siento mareada y tengo que echarme agua fría por la cara y contar hasta quince para relajarme. Ya no es suficiente con llegar a diez como hace dos semanas. Este día es muy importante para mi vida y no puedo fallar.
Tras hacer los dos primeros con muy buenas sensaciones solo me queda uno.
Me siento en la silla y cuando el profesor nos entrega la hoja siento el mayor de los alivios cuando empiezo a escribir sin parar, volviendo a sentir la sensación de los dos anteriores. No tardo en recoger mis cosas y salir de ese centro donde mi último año escolar se volvió una pesadilla. Ahora sí, para siempre.
***
Dos semanas después.
Después de todo el sacrificio ha llegado el gran día.
Llevo soñando con esto durante todo el último año. He imaginado tantas veces como sería, que vestido llevaría y quién iba a ser mi pareja para el día de hoy. Que si me lo preguntan hace tan solo un año antes hubiera llorado de la risa por ver que ni el vestido ni el lugar y mucho menos el acompañante son como lo había imaginado.
Las niñas y yo estamos en la peluquería, es sábado por la mañana y en las horas de la tarde tendrá lugar la ceremonia de graduación.
He querido que estén conmigo en todos estos momentos, porque para que nos vamos a engañar, son las únicas personas con las que quiero compartir todo esto, aunque tengan siete años. Son mis mejores amigas, mis cuñadas y las dos niñas que más amo en el mundo, todo esto no sería tan divertido si lo hubiese hecho sola.
Nos pasamos la mañana haciéndonos masajes faciales, pintándonos las uñas y peinándonos el pelo para lucir espectaculares esta tarde.
Su hermano viene a recogernos con el coche cuando es la hora, nos espera en el aparcamiento y cuando estamos cerca de él las niñas se lanzan a sus brazos.
—Pero bueno. Si parece que tengáis diez años por lo menos.
—¿Estamos guapas? —le pregunta su hermana.
—Super guapas —les contesta él mientras les abrocha el cinturón y después me ayuda a ponerme el mío. Todavía es algo que me cuesta hacer. Besa mis labios cuando ya me ha asegurado y se sube a su asiento.
Mientras estábamos poniéndonos bellas Rick ha hecho la comida: linguini con setas y gambas. Y me jode que los nervios no me dejan probar bocado, he intentado comer, pero siento que voy a vomitar en cuando lo haga y prefiero dejarlo para la cena, cuando ya haya pasado todo el día de hoy.
Ha llegado la hora y después de estar preparándome durante toda la tarde salgo de mi habitación al salón, donde mi familia no deja de mirarme con la boca abierta.
Llevo un vestido de color rojo, me llega a la altura de las rodillas y tiene vuelo, se ajusta a mi cintura y tiene escote en forma de corazón con dos tirantes anchos y la espalda descubierta hasta las caderas. Llevo el colgante de mi novio y zapatos de tacón negros. También me he recogido el pelo en un moño desordenado dejando mechones de cabello sueltos.
—¿Qué tal estoy? —pregunto dando una vuelta y siento mis mejillas arder de lo nerviosa que estoy.
—Estás guapísima, Ariel —dice Nora.
—Ahora sí pareces una princesa —habla Lucy.
—Yo... no tengo palabras...estás tan impresionante... —balbucea Rick.
—Vamos a hacerte una foto Ariel.
Me pongo como ellas quieren en todos los lugares de la casa donde más les gusta.
Me sacan fotos a mi sola, de las tres juntas y con mi novio, también de los cuatro, les da tiempo de hacer decenas de fotos antes de que Hugo llame al timbre.
Tengo que estar una hora antes de que lleguen las familias, para que los que organizan la ceremonia nos den instrucciones de cómo va a transcurrir la tarde, sobre todo a mí, que no tengo ni idea de nada y no sé qué tengo que hacer, ni donde ponerme.
Él será el que me acompañe ahora porque las niñas quieren llegar los tres juntos, por mí no hay problema, porque una vez llegue, me perderé en el salón de actos y no saldré hasta que la ceremonia empiece.
—Deja de mirarme —le digo a mi amigo que no mira a la carretera por andar entretenido.
—En dos meses estaré en tu situación, solo quiero ver que aspecto voy a tener a los ojos de los demás, como tú que pareces un flan ahora mismo —suelta una risa alegre y me guiña un ojo antes de volver la vista al frente.
—¿Ya invitaste a tu conquista al baile? —le pregunto porque pocas veces la nombra y por lo preocupado que estaba cuando me lo contó el día que encargamos la tarta de las niñas se veía importante para él.
No contesta enseguida. Pasan casi diez minutos en los que no ha parado de resoplar y echarme miradas de reojo. No lo presiono a hablar y cuando estamos cerca del instituto me lo cuenta.
—Estamos bien. Pero solo hasta que nos graduemos. Ella se marchará a estudiar de intercambio a otro país.
—Oh. Y... ¿Cómo te hace sentir eso?
Se encoge de hombros y se para en el último semáforo que hay antes de llegar.
—Como alguien que no vale la pena. Solo un entretenimiento con fecha de caducidad.
—Peor para ella. No sabe que nunca encontrará a nadie tan especial como tú.
Me muestra su sonrisa más sincera y hago lo mismo. Pocos minutos después llegamos al Dinastía.
Me despido de él que me acompaña hasta dentro, le doy un fuerte abrazo y él me da un beso en la cabeza. Y se va a esperar a que lleguen los demás. Me hizo mucha ilusión cuando todos querían acompañarme en este día tan importante para mí y como una loca conseguí dos entradas más porque solo daban cuatro por alumno.
Quedan quince minutos para que todo esto comience, nos avisan para ir saliendo al patio para ir sentándonos ya en nuestros sitios. No paro de mirar el teléfono porque mi familia todavía no me ha avisado de que han llegado. Impaciente, los busco con la mirada desde lejos ya que estoy un nivel más alto que todos los invitados y tengo mejor visión periférica.
Justo en ese momento veo cruzar las puertas grandes a Hugo con mis niñas de las manos y detrás de ellos Andy y Mara. No veo a Rick por ninguna parte y por esa razón estoy como loca mirando todo el lugar. Es cuando centro la vista en el muro de piedra que está junto a las puertas que lo veo. Está hablando con un hombre de manera muy seria y hasta diría que hay un ambiente tenso entre ellos dos.
Esto no me lo esperaba en absoluto. Esa persona le enseña el teléfono a mi novio que con mala cara asiente forzosamente y entonces es él quien apunta algo en su móvil el cual guarda de muy malas formas en su bolsillo.
Puedo ver la confianza que esa persona tiene con Rick cuando le palmea la cara antes de salir por la puerta. Mi chico, durante todo ese tiempo ha sido el Rick del barrio, con su pose intimidante y seria, esa que da miedo y que solo usa para los negocios ilegales, no soy estúpida y ahora me doy cuenta de que ese hombre es su jefe.
Y yo conozco de sobra a esa persona. Tanto que he pasado casi más tiempo en su casa que en la mía.
Leone, el mafioso y jefe de Rick. Al que tiene esclavizado de por vida para él.
Veo como se pasa las manos por la cara y respira hondo varias veces antes de volver a sacar el teléfono y llevárselo a la oreja, cuando el mío suena justo en ese momento.
—Hola linda, ya hemos llegado —sonríe. Y si no lo hubiera visto hablar con esa persona segundos antes nunca habría sabido todo lo mal que esto lo tiene. Porque, aunque hemos discutido sobre esto varias veces, disimula bastante bien como le afecta realmente.
—Hola guapo —contesto en un tono de voz muy animado como si no supiera nada—. ¿Dónde estáis? Quiero veros antes de sentarme.
—Pues... —dice mientras busca a los demás, se acerca a ellos cuando los ve—. Cuarta fila en el lado izquierdo.
—Estoy llegando. Un beso amor —cuelgo.
Cruzo el patio y arraso con todas las personas que me encuentro para llegar hasta ellos. Están todos guapísimos. Y ni hablar de mis niñas que llevan un vestido igual que el mío en tamaño mini, menos por la parte de la espalda que ellas si la llevan cubierta hasta arriba. Yo llevo ya la toga y el gorro puesto y por esa razón no se me ve el vestido.
—¡Hola, gracias por venir! —digo para todos.
—¿Estás nerviosa? —pregunta Andy.
—Un poco —me sonrojo—. Espero no tropezar al subir esas escaleras eso sería espantoso.
—Bueno, por si acaso pasa tengo el móvil preparado para grabar —se ríe mi amigo y le doy un golpe en el estómago que lo hace inclinarse hacia delante.
—Joder Ariel, desde cuando tienes tanta fuerza —dice tosiendo.
Me encojo de hombros y me agacho para estar junto a mis niñas que me estiran de la toga para que me ponga a su altura.
—Estamos muy orgullosas de ti, Ariel.
—¡Ay! no me hagáis llorar o seré un mapache horrible —las dos me dan un fuerte beso en la mejilla.
—Yo también estoy muy orgulloso de ti, Aria. No tenía ninguna duda de que lo conseguirías. Eres tan increíble...
Beso a mi novio rápido porque ya anuncian que la ceremonia está a punto de comenzar y voy hasta mi sitio.
Después de tres largos y pesados discursos llega la hora de la recogida de diplomas por cursos. Miro hacia donde están ellos que no me quitan la mirada de encima en ningún momento y respiro hondo antes de levantarme de la silla y seguir la fila detrás de las personas que van delante de mí.
Solo quedan por subir cuatro alumnos antes de que suba yo y cuando llego al lado del hombre que tiene la lista con los nombres que va diciendo en el micrófono, le susurro un cambio de última hora. Soy la siguiente y el corazón me martillea en el pecho cuando me nombran.
—Aria Evans.
Siento un orgullo enorme al oír ese nombre, que, aunque es simbólico, representa mucho más que eso para mí. No puedo evitar mirar hacia mi familia y ver a las niñas chillar y llorar emocionadas, todos están aplaudiendo eufóricos y sonríen al verme recoger mi diploma y posar para la foto haciendo la tontería esa de cambiar la borla para el otro lado. Los tengo tan cerca que puedo ver como sus ojos brillan al verme. Hugo no deja de grabar desde que estaba en la fila y le mando un beso a la cámara. Cuando llaman al siguiente estudiante, bajo por las otras escaleras y voy de nuevo hasta mi silla.
Hora y media después cuando todos los alumnos hemos recibido el diploma y todos los discursos han terminado. Finaliza el acto.
Voy corriendo a saludarlos y a hacerme todas las fotos oficiales que se hacen en estos casos con la familia. La fiesta que han organizado los alumnos se hace en el gimnasio, pero yo tengo una mucho mejor.
Los chicos han alquilado un reservado en un local para celebrar mi graduación, donde incluso las niñas pueden entrar. Lo han decorado con globos y banderines en negro y dorado y un montón de comida y bebida apta para todas las edades.
Terminamos de cenar y Rick desaparece con las niñas por unos minutos mientras los demás seguimos en la mesa hablando y riendo.
Las luces de nuestro reservado bajan de intensidad de golpe y es cuando Rick cruza las cortinas que nos separan del resto de las personas con una tarta en forma de birrete y bengalas de color rojo, no puedo evitar emocionarme y todos me vitorean y alaban hasta que se apagan.
Las luces vuelven a iluminar el lugar y es entonces cuando Nora me entrega un ramo de rosas azules y Lucy una caja negra cuadrada.
—Al final lo habéis conseguido y seré un mapache —digo sollozando mientras beso a las niñas y ellas mismas me limpian las lágrimas de las mejillas.
—¡Abre la caja, Ariel! —exclaman a la vez.
Quito la tapa y dentro hay una taza personalizada con el dibujo de una chica con su toga y birrete puesto, tiene el pelo rojo suelto que le cae por la espalda como el mío y el nombre de Ariel grabado abajo. También una foto de los cuatro en un marco precioso. Es una de las fotos que nos hemos hecho hoy, antes de que me trajera Hugo.
—Oh... es todo tan bonito —suspiro para no llorar como una magdalena.
Me levanto y uno por uno voy dándoles besos para agradecerles todo. El último al que agradezco es a mi super novio, por todo lo que ha hecho por mí, incluidos mis cambios de humor que ha tenido que aguantar durante estas semanas.
—Muchas gracias amor, por todo —lo beso y me acurruco encima de su cuerpo por un buen rato.
Ha sido una noche espectacular, tan inolvidable que la recordaré por siempre.
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Espero que os haya gustado.
Nos acercamos al final y estoy muy triste de dejar a mi bebé abriéndose camino y abriendo los corazones de la gente para hacerse un hueco en ellos.
Gracias por leer!!!
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