Capítulo 43
Ahora mismo soy como las niñas, estoy tan entusiasmada por la gran sorpresa que tenemos para ellas, que lo vivo como si fuese para mí, aunque bueno yo pujé por ganar esta estancia de cuatro días en este paraíso y mi dinero me costó porque no era la única que levantaba la paleta ya que competía con otros cinco interesados.
No puedo creer que me olvidara por completo de lo del bosque de hadas, me habría ido de la mansión sin haberme acordado siquiera. Gracias a que mi chico no pudo evitar cotillear mis cosas que lo vi.
Rick ha ido esta mañana a hablar con las profesoras de las niñas, para avisarles de que faltaran a clase el jueves y el viernes porque nos vamos de viaje. Me ha mandado un mensaje y me ha dicho que no ha tenido ningún problema con ninguna de ellas, pero si le han dado los deberes que tienen que llevar para el lunes.
Yo tampoco tengo problemas en faltar esos dos días. El centro sabe todos los problemas que estoy teniendo y no me ponen las cosas difíciles, sobre todo porque llevo las notas impecables y los trabajos los entrego a tiempo.
El único que se opone a que falte tanto es Robert. Parece no entrarle en la cabeza que no voy a irme de este barrio sin la que considero ahora mi familia y nunca quiere que vuelva a aquí, porque sabe todo lo que ha pasado hasta ahora. Y desde que le conté que vivo con mi novio (más que nada para que deje de preocuparse por mi cada vez que vuelvo aquí) está todavía más intenso que de costumbre. Me dijo textualmente: no lo apruebo. Como si tuviera algo que objetar sobre mi vida. Se enfadó y se marchó del instituto.
Estoy en el autobús que me lleva a casa, tenemos muchas cosas que preparar hoy porque ya mañana nos vamos. Estoy tan emocionada que mientras espero el bus porque he llegado antes de tiempo, vuelvo a entrar a la tienda de juguetes de la otra vez, ahora voy a comprar algo muy especial para las niñas.
Cuando estoy ya sentada en el autobús me suena el teléfono con una llamada de Rick.
—Hola guapo.
—Hola linda, me ha llamado Hugo, para ver cuando vas ir a encargar la tarta.
—Le dije que iría esta tarde. ¿Por qué lo pregunta?
—Me ha dicho que no sabe dónde es, y como la tiene que recoger él el sábado antes de que lleguen por si podía ir contigo hoy.
—¿No sabe usar Google Maps? —río y él se ríe al otro lado de la línea.
—Claro que sabe, pero el muy idiota quiere acompañarte —gruñe.
—¿Y por qué te lo pregunta a ti y no a mí directamente? —pregunto, confusa.
—Cumple órdenes.
—Eres muy tonto ¿lo sabias? —vuelvo a reír y el murmura algo que no entiendo—. Pues tenía intención de ir pronto, hay muchas cosas que preparar, más las cuatro maletas y el coche. Dile que venga a casa sobre las cinco y vamos.
—Vale, ahora lo llamo ¿por dónde vas?
—Estoy llegando al metro voy a bajar ya, asique se va a cortar la llamada, media hora y llego, te aviso cuando baje del bus.
—Sí. Te quiero.
—Te súper quiero. ¡Adiós!
***
Son las cinco y Hugo llama al timbre, Rick abre mientras voy a ponerme el abrigo y lo esperamos arriba. Las niñas ya están ansiosas por verlo como siempre y están en la puerta esperando a que suba.
Como todas y cada una de las veces él las acoge en sus brazos y las llena de besos por todos lados. Una vez que se separan y las niñas vuelven a su habitación viene hasta la cocina que es donde estamos nosotros.
—Príncipe —se abraza con mi novio como saludo.
—¿Cómo estás hermano? —Hugo se encoge de hombros.
—Bien, aunque ansioso por el fin de semana.
Andy es el único que sabe dónde es y tanto su novia como Hugo solo saben que hay que ir en coche un largo rato y que pasarán la noche fuera. Mara se ha cogido el sábado y el domingo libre para poder estar con nosotros, aunque para eso ha tenido que trabajar casi todas las tardes de la semana. Espero y le guste el sitio, me sentiría muy mal si después del esfuerzo que ha hecho en el trabajo no se lo pasa bien.
—Bueno vámonos, quiero estar aquí pronto para terminar de organizar las cosas.
Voy de camino hacia la puerta mientras Hugo y Rick están hablando muy confidencialmente, segundos después los dos llegan a mí, me despido de él y nos vamos.
Llevo mi gorro de lana sobre la cabeza y el abrigo largo que me llega hasta más abajo de las rodillas, con el pelo metido por dentro para que no se vea tanto.
Siempre intento pasar tan desapercibida como puedo. Salimos por los túneles y vamos directos al coche de Andy que llevará Hugo hoy para ir a la pastelería.
Obviamente para el primer cumpleaños de mis niñas que paso yo con ellas no iba a darles una tarta de cumpleaños cualquiera, está será memorable y para ello tengo que ir a la mejor pastelería de la ciudad, está en el distrito 6 por eso tardamos poco más de media hora en llegar.
—¿Qué te ha dicho? —pregunto a Hugo mientras conduce. Ya sabe a qué me refiero y una sonrisa malvada asoma en su boca.
—Que me cortará las pelotas si dejo que algo malo te ocurra —se encoge de hombros—. Y que no te deje comprar un pastel muy exagerado.
Hago una mueca, porque me conoce tan bien, qué, aunque no sabe que voy a encargar lo intuye, pero me da igual, voy a darles el mejor pastel que han tenido nunca.
—Bueno, suerte que yo hago lo que quiero y no vas a poder impedir que compre el pastel más fantabuloso del mundo.
Hugo suelta una carcajada muy ruidosa. Llegamos cuando está empezando a llover y salimos corriendo dentro de la tienda para no mojarnos.
El olor a chocolate nos inunda en cuanto cruzamos la puerta. La pastelería cuenta con varias sillas y mesas para poder tomar algo aquí. Hugo me pide que nos sentemos antes de ordenar la tarta y como veo que llueve muy fuerte acepto, así hacemos tiempo a que afloje un poco antes de irnos.
—¿Puedo hablarte de algo? —pregunta, lo noto nervioso y eso me está poniendo nerviosa a mí.
—Claro, puedes hablarme de lo que quieras, somos amigos.
Asiente, pero no habla enseguida, en realidad tarda más minutos de lo que creía, pero espero paciente, mientras nos traen dos chocolates calientes y una tortita a cada uno para tomar aquí.
—Cuando conociste al príncipe... tu... ¿sabías a lo que se dedicaba?
—Supongo que te refieres al negocio del barrio —asiente—. ¿Por qué lo preguntas?
Me mira con ojos de cachorrito y de pronto lo entiendo, no hace falta que me diga nada más, porque se le ve en la cara.
—Una chica, has conocido a una chica que no sabe esa parte de tu vida —afirmo y él asiente.
No dice nada, solo devora la tortita en cuestión de segundos mientras yo tengo la mía casi entera.
—No lo sabía, pero al ver con mis propios ojos la realidad del barrio y vivirla también, cuando me lo contó no me sorprendió. De haberlo conocido en otras circunstancias, puede que la historia no fuese la que es hoy.
—¿Y si desconocieras todo lo que implica el barrio y te contara algo así?
—Bueno, no te puedo dar una respuesta porque no me he visto en la situación que me planteas. Pero igual sirve a tu favor, que resaltes todas tus cualidades para eclipsar esa parte de tu vida, no digo que se la escondas, solo... que es posible que no le dé la importancia que si le estás dando tú.
—Explícate —me pide.
—Lo que intento decir, es que seas tú mismo con ella, que te conozca de verdad, que no te vea como un delincuente y ya. Eres mucho más que eso y lo sabes, además, no es la meta de tu vida ser el mafioso más grande de la historia ¿o sí?
—Sabes que no —me fulmina con la mirada y yo río a carcajadas—. Es provisional, y de todos modos yo no estoy tan implicado en esto como tu príncipe, solo soy el intermediario entre los que compran y los que venden.
—Entonces no tienes por qué preocuparte tanto —termino la tortita y el chocolate—. Sólo... sé cómo eres. Y estoy segura de que no podrá dejar pasar la oportunidad de conocerte solo por eso que haces. Si es la indicada será para ti.
Asiente sin decir nada más sobre el tema. Encargamos la tarta para las niñas tal como yo la quiero y me la imagino. Y con todas las imágenes de internet que hay, ya se hacen una idea de cómo tienen que hacerla.
Me deja en casa y ya se queda hasta la cena porque las niñas han insistido tanto que no ha podido decirles que no. Nos despedimos de él y termino de guardar lo poco que queda en las maletas.
—Sabes que solo son cuatro días y tres noches ¿no? —habla Rick desde el sofá mientras yo me muevo de un lado para otro con cosas en la mano.
Las niñas ya están en la cama y aprovecho para guardar lo que compré en la juguetería para ellas porque voy a dárselo allí.
—Bueno, nunca está de más echar ropa extra —el asiente y sigue mirándome—. ¿Qué? —pregunto enarcando una ceja.
—Que estás sexy cuando sacas tu lado controlador.
Lo miro acordándome de algo.
—Hablando de eso... tú también sacas el tuyo a relucir mucho ¿no? —me mira sin entender a que me refiero y se lo aclaro—. Hugo. Le has dicho antes de irnos que no deje que nada me ocurra, sabes que puedo cuidarme yo solita, no soy de porcelana.
—No pienso disculparme por eso. No cuando tienes amenazas reales en tu vida. Amor, lo siento.
Aflojo un poco el tema, es cierto que me creo más fuerte y valiente de lo que soy porque él no para de decírmelo constantemente. Pero también es cierto que siento miedo cada vez que salgo sola a la calle por mucho que finja que no.
Estoy siempre paranoica mirando constantemente para atrás. Me fijo en cada una de las personas que me cruzo por la calle por si pudiera reconocerlos de algo. Hasta he llegado a salir corriendo cuando me he sentido abrumada al salir del metro, por todas esas personas que pasan aceleradas a mi alrededor haciendo su propia vida mientras pienso que solo quieren herirme a mí. Tanto es la obsesión, que me siento a salvo cuando estoy en la entrada del barrio, quién me lo iba a decir.
Pero no por eso pienso dejar de hacer mi vida, también siento que todo lo que he vivido hasta ahora me ha preparado de algún modo a lo que vendrá. Puedo decir que casi hasta lo estoy esperando.
—Lo siento —digo yo ahora porque sé que lleva razón y puede costarme un disgusto hacerme la valiente cuando no lo soy en realidad.
—Ven aquí —ordena serio. Voy hasta el sofá y me siento en sus rodillas de medio lado para poder mirarlo—. Solo me preocupo por ti. Me muero si algo te pasa y hasta que la amenaza no haya sido eliminada no voy a dejar de velar por ti, aun así, yo no esté cerca —me acomoda mejor en su cuerpo y me abraza—. Aunque no lo demuestre, no sabes el alivio que me dio cuando me dijo que quería ir contigo. Pero no por eso iba a dejar pasar la oportunidad de fastidiarlo —sonríe con malicia—. Yo sé que él ha cuidado de ti, no porque yo se lo haya pedido, sino porque él es así. Te aprecia, le caes bien y sois amigos, solo por eso, lo habría hecho, aunque no hubiera amenazas de por medio. Porque así es él. Cuida a los que son importantes para él —me levanta el mentón con los dedos para que lo mire a los ojos—. Y tú lo eres.
—Me gusta saber eso —me da un gran beso en la mejilla.
—Me alegra oírlo.
Seguimos en el sofá por un rato más, le cuento lo que hemos hablado en la pastelería y los miedos que tanto le preocupan a su amigo. Me ha contado que a él nunca le ha preocupado eso hasta que tuvo que contármelo a mí, por miedo a mi reacción porque nuestra relación ya estaba en un punto en el que él sentía demasiado por mí, aunque se negaba a darle la cara a sus sentimientos por miedo a un rechazo por mi parte «que idiota», le contesto lo mismo que le dije a Hugo horas antes. Porque nuestra situación no fue normal. Y para ser sinceros lo que menos me preocupa es que sea un traficante y cuando lo conoces de verdad esa parte de su vida queda aislada, por lo menos para mí.
***
—¿Preparadas? —pregunto a las niñas que están en la puerta con los abrigos puesto al igual que nosotros y nos miran impacientes por saber que sucede.
—¿Qué pasa Ariel? —Nora frunce el ceño, molesta por todo el misterio.
—Estamos llegando tarde al cole —comenta Lucy.
—Bueno enana, no vamos al cole ni hoy ni mañana —les explica su hermano—. Vamos a ir a un sitio por unos días, unas vacaciones y va a estar todo lleno de sorpresas, empezando por la primera.
Él les entrega un antifaz a cada una para que se lo pongan en los ojos y lo hacen entre risas nerviosas y preguntas que no respondemos, les encantan los misterios y los juegos.
Una vez que hemos llegado hasta el coche que ya está cargado con las maletas y listo para irnos. Les destapamos los ojos a las chicas.
—¿Y la sorpresa? —preguntan.
Su hermano se acerca al coche y abre la puerta trasera, donde previamente había puesto dos sillas elevadoras para que se sienten las niñas. Son rosas con la cara de todas las princesas de Disney por todos lados.
—Alaaaa ¡que genial! —chilla Nora.
—¿Son para nosotras, príncipe? —pregunta Lucy. Su hermano asiente y a la niña se le ilumina la cara de la emoción—. ¿Ahora tenemos un coche?
—Si —dice mi novio con demasiada emoción en la voz. Yo lo miro embobada.
Montamos a las niñas cada una en una silla y nos subimos nosotros también a la parte delantera. Ponemos el GPS en marcha y emprendemos el camino a lo que serán sin duda los mejores cuatro días para nosotros desde que nos conocemos.
Tan solo llevamos media hora de camino real, (porque se nos ha ido más de media hora solo para atravesar la ciudad y salir a la carretera que nos lleva a nuestro destino) cuando las niñas se han quedado dormidas en sus sillas.
—Si te cansas puedo conducir yo —comento, distraída mirando la carretera pasar de largo a toda velocidad. Se gira lo justo para que le vea la sonrisa socarrona que me enseña antes de volver la vista a la carretera.
Y esa es toda la contestación que me da. Debo que quedarme dormida también porque me despierta cuando estamos delante de una valla de color negro muy elegante.
Llamo al telefonillo que se encuentra a un lado y nos abren. En cuanto la puerta nos deja pasar los dos nos maravillamos por las increíbles vistas que esto nos ofrece, las niñas siguen dormidas y aprovechamos para ir a registrarnos, nos dan las llaves y la casa por la que yo había pujado y un mapa para indicarnos donde está todo lo que podemos hacer mientras estamos aquí. Salimos de allí, no sin antes avisar que el fin de semana vendrán tres personas más a nuestra casa.
Los senderos están asfaltados hasta la entrada del terreno privado que nos pertenece. Una vez hemos dejado el coche guardado en una especie de cochera rural, tenemos que hacer el resto del camino a pie hasta la casa.
Despertamos a las niñas para ir a conocer donde pasaremos los siguientes días, en cuanto bajan del coche se sorprenden tanto por lo que están viendo que Nora se frota hasta los ojos porque no se cree que todo esto sea real.
—¿Dónde estamos? —preguntan demasiado emocionadas, no dejan de mirar para todos lados.
—¡En el bosque de Hadas! —les contesto con la misma emoción—. Vamos a conocer el terreno porque todo esto es nuestro hasta el domingo.
Todos asienten y comenzamos a andar.
Mires donde mires solo hay árboles grandes con muchas hojas, a pesar de que ya estamos casi en invierno, pero no parece que eso afecte a esta vegetación que no ha perdido ni una sola hoja, son todas verdes y amarillas. Huele a limpio, a campo y el aire frío se te mete en los pulmones dándote un chute de energía increíble. Sin duda se siente mágico el estar aquí.
Hay muchas setas de color rojo alrededor de casi todos los troncos de los árboles. Muchas hadas diminutas paradas en los árboles y el suelo.
Las niñas no paran de saltar y correr, van y vienen de acá para allá. Están felices y yo también lo estoy y por la cara que tiene su hermano intuyo que también lo está.
—Chicas venir —las llamo y ellas llegan hasta nosotros corriendo y por suerte sin darse cuenta de la siguiente sorpresa—. Ojos cerrados —les pido y ellas lo hacen entre risas y con la cara colorada por la mezcla de frío y sudor por estar corriendo—. Tú también —le digo a mí novio y los cierra sin replicar, ya sabe que no gana nada con eso y al final acaba haciéndolo igualmente solo que tardamos más tiempo en llegar al punto.
Pongo a las niñas justo delante con la cabeza inclinada un poco hacia arriba y después coloco a mi novio justo detrás de ellas, yo me pongo a un lado de él y detrás de otra de las niñas.
—Ya podéis abrirlos —Sonrío al ver las caras de alucinación total por ver la casa frente a nosotros.
—Amor, esto... ¿esto es una casa en un árbol? —pregunta sin quitar la vista de la impresionante casa.
Tiene ventanales por casi todas las paredes, esta hecha de madera oscura, tiene un porche que rodea toda la casa con varias sillas y mesas, hasta hay uno de esos columpios balancín donde cabemos los cuatro sin problemas. La casa tiene dos plantas, con unas escaleras exteriores que están formadas por tablones de madera como suelen ser para estos casos y que llegan hasta arriba. Todo esto rodeado por diferentes tipos de árboles y un gran árbol central que hace de pilar de toda la vivienda.
—Siiiiiii ¡no es genial! —chillo y como no dicen nada vuelvo hablar—. ¿Bueno que os parece? —pregunto situándome delante de ellos tres que siguen admirando todo el lugar—. Es obvio que no os iba a traer a la típica casa de campo, esto es único.
—Tú eres única —dice mi novio y me levanta como tiene la costumbre de hacer para ponerme a su altura, me llena la cara de besos y yo no puedo dejar de reír.
—Vamos dentro —dicen las chicas que nos cogen de la mano a cada uno y las ayudamos a subir por las escaleras exteriores. Cada uno detrás de una de ellas.
—¡Ariel mira! —me estiran de la mano y me llevan hasta el salón y la cocina.
Es un espacio bastante grande ya que la casa tiene capacidad para ocho personas. Todas las pareces están recubiertas por madera oscura y los muebles son de madera clara. La casa cuenta con dos chimeneas muy bien preparadas para que no haya problema de incendiar nada ya que no están hechas para usar con troncos. La cocina tiene todos los electrodomésticos y hay un gran horno de piedra para hacer pizza casera. Y por último un baño completo al final del pasillo justo al lado de las escaleras.
Nos arrastran hasta la planta de arriba que ahora subimos por las escaleras interiores, estas son de caracol, también de madera. Llegamos hasta las seis habitaciones con las que cuenta la casa, todas ellas con grandes ventanales, camas grandes, y tres de estas habitaciones con su propio cuarto de baño completo con bañera de hidromasaje y sauna, vamos no le falta de nada.
Nos quedamos instalados. Y terminamos de recorrer todo el lugar.
Hay tres restaurantes dentro del bosque de hadas donde podemos comer y cenar, además de hacer la comida en casa porque también hay supermercado para comprar lo que necesitemos para pasar los días.
El primer día ha pasado rapidísimo y no hemos parado de hacer cosas. La primera noche las niñas estaban tan emocionadas que no se podían dormir y acabaron con nosotros en la cama.
El viernes lo dedicamos a hacer todas las actividades que nos ofrecían, incluido el curso para aprender hacer pizza casera (de ahí el horno que tenemos en casa) nos apuntamos la receta y todos los ingredientes para hacerlo el sábado para comer, el día que los invitados sorpresa llegan. Acabamos de harina hasta el pelo, pero todo valió la pena por ver a las niñas pasar este rato tan divertido.
++++++++++++++++++++++++++++++
Espero que os haya gustado!!!
Comentarme lo que queráis, votar y compartir para que seamos más personas fantabulosas amando esta historia!!!
Gracias por leer!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro