Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 36

La vuelta al instituto ha sido toda una tortura, no he conseguido que Robert me perdone y después de todos los días que he faltado no me extraña que me haya dejado completamente sola, justo como debería de haber sido si él no se hubiese acercado a mi aquel día.

Pero no voy a rendirme, él nunca dejó de hablarme aún cuando yo era una gilipollas con él en todo momento.

Es la hora del almuerzo y lo encuentro solo en la mesa donde siempre nos sentamos, con precaución me siento a su lado y le ofrezco uno de esos donuts que siempre está comiendo.

—Gracias —dice, pero sin coger el bollo, lo deja en el plato tal cual yo lo he traído.

—Lo siento —suspiro—. Sé que he sido una amiga de mierda y entiendo que no quieras hablarme, solo quería que supieras qué, a pesar de todo, me caes bien y no quiero que estemos peleados. Te compensaré por todo.

Suelto todo mi sermón esperando a que diga algo, pero los minutos pasan y el silencio se apodera de nosotros. El timbre suena y viendo que no va a cambiar de idea me levanto, cojo mis cosas y salgo por la puerta.

No es hasta que estoy a punto de entrar a mi próxima clase (la misma que comparto con él) que me sujetan por el hombro y me detienen. Me sobresalto por el agarre que no me esperaba y me giro de golpe chocándome así con el pecho de Robert.

Una sonrisa arrogante se dibuja en su rostro.

—Sáltate esta clase y ven conmigo.

Frunzo el ceño ante su petición.

—He faltado demasiados días estas últimas semanas, no puedo perder más clases —aclaro.

—Entonces no te importo tanto cómo quieres hacerme creer.

—No es eso, es solo que... ¡Argh! Está bien —concedo—. Vamos a la cafetería y nos ponemos al día.

Su sonrisa crece y los dos volvemos por donde hemos venido.

—Espera que voy a la taquilla a dejar esto.

El asiente y me acompaña ¿si ya no voy a necesitar los libros para que voy a pasearlos por todo el instituto? Abro la taquilla y una nota cae a mis pies.

Un papel amarillo, intento tragar saliva, pero el nudo que tengo en la garganta es tanto que ni la saliva me pasa, veo como es Robert quien lo recoge del suelo y me lo da.

—Toma —me dice.

Agarro con fuerza el papelito. La expresión de mi cara debe de estar desencajada por como habla Robert ahora.

—¿Qué pasa? Parece como si hubieras visto un fantasma.

—Nada... es solo que... no me esperaba que volviera a suceder —digo esto en un tono de voz tan bajo que daba por hecho que solo lo oiría yo, pero parece ser que también lo ha escuchado mi amigo.

—¿La nota? ¿Tienes un admirador secreto? —habla con voz cantarina.

—Más bien un acosador —explico.

Y por primera vez le cuento a alguien sobre las notas anónimas. Regresamos a la cafetería y una vez sentados uno enfrente del otro procedo a abrir el trozo de papel. El mismo papel amarillo con letras en tinta roja y escrito todo en mayúsculas.

NO TE OLVIDES DE MI, ARIA. SOLO ME ASEGURO DE QUE SIGUES ACORDANDOTE DE QUE ERES MIA Y MUY PRONTO LLEGARÁ EL DIA EN QUE TU Y YO NOS VAYAMOS LEJOS.

Y NO, NO SOY EL DROGADICTO DE TU EX. EL NO TUVO LOS COJONES SUFICIENTES DE HACERTE FELIZ COMO SI LO HARÉ YO.

—Joder, da escalofríos —hace una pausa y me devuelve la nota—. ¿Y no sabes quién es? —pregunta.

—No —niego con la cabeza—. Es decir, creía que era Sean, lo enfrenté hace varias semanas y no volví a recibir más notas. Yo creía que ya había terminado, hasta ahora —resoplo, frustrada.

—¿Y desde cuando llevas recibiéndolas?

—Desde el primer día que llegué al instituto.

—¿Y no lo has denunciado al director o algún profesor?

—No, eso no haría más que atraer más comentarios a mi vida y suficientes tengo ya. Solo tengo que aguantar hasta la graduación, además, sigo pensando que es Sean, el muy gilipollas no cambia y estoy segura que le molestó tanto lo que pasó en el pasillo cuando lo enfrenté que sigue con el juego para desquiciarme. A ver ¿Quién más podría ser si no? no tengo problemas con nadie más que con él.

—Bueno, puedes contar conmigo. Si así te sientes mejor —dice.

—Entonces... ¿esto quiere decir que ya volvemos a ser amigos?

—Sí, no voy a dejarte sola frente a tu acosador, lo tendría muy fácil si algo quisiera hacerte.

Me muestra la sonrisa más arrogante que tiene.

—Idiota, no va a pasarme nada, ese estúpido no tiene la capacidad cognitiva de volver a intentar a hacerme algo, las drogas lo han dejado sin neuronas.

Los dos nos echamos a reír fuerte.

—Así me gusta muñeca, que no hagas caso. Seguramente es alguien que solo quiere jugar contigo. Siento decirte esto. Pero aquí eres el pasatiempo preferido.

—Lo sé —mascullo.

El tiempo pasa cuando el timbre vuelve a sonar, hemos pasado toda la hora hablando de todo. Le he contado los problemas del barrio y por lo que no pude venir al instituto la semana pasada, se ha sorprendido tanto que casi no deja que salga del instituto para volver a casa.

En parte lo entiendo ya que se piensa que vivo con mi padre, no he hablado a nadie de mi relación con Rick y que vivo en su casa, no tienen por qué saberlo, ya que eso forma parte de mi vida privada, y aquí eso no lo respetan, no al menos en cuanto a mí se refiere.

***

Estoy en el salón de casa dando vueltas sin parar, queda una hora para que sean las ocho y tenga que ir a casa de mi padre a cenar. Rick está desesperado conmigo por no dejarle que me acompañe. Pero es algo que tengo que hacer por mí misma, sé que soy una imprudente y una cabezota, pero necesito hacer esto sola. No sé por cuánto tiempo vamos a estar viviendo aquí. Y cuanto antes enfrente a los monstruos antes puedo despertar de la pesadilla.

No soy tan idiota de buscar una situación así después de todo lo que ha pasado, pero ya que se ha dado de esta manera la aprovecharé para seguir superándome.

—Ven —me pide Rick.

Me acerco hasta donde está que es en la cocina. Abre el cajón y saca de él una navaja mucho más grande de la que suelo llevar siempre.

—Escóndela bien, pero tenla a mano en todo momento —me ruega.

—Sí amor, no te preocupes.

Él ríe con ironía por mi comentario.

—Si algo te pasara yo... me volvería loco —rodea la encimera y se acerca a mí—. Te necesito tanto... —aspira el olor de mi pelo cuando me abraza como siempre hace—. Te quiero demasiado Aria.

No me deja responder porque enseguida se aferra a mi boca como si fuera de vital necesidad hacerlo. Me abraza fuerte mientras reparte besos por toda mi cara y mi cuello, yo solo me dejo mimar por él disfrutando este momento a solas antes de irme.

La hora se acerca y mi decisión es cada vez más firme. Me he vestido con unos pantalones vaqueros negros y con un jersey gordito ya que encima llevo una sudadera negra de Rick. Me viene enorme, pero eso es lo que quiero, que no sepan que una chica está dentro de ella y mucho menos que soy yo. Junto con la gorra de beisbol que siempre suelo llevar puesta. La sudadera tiene un único bolsillo central donde llevaré todo el tiempo la navaja.

Me despido de las niñas que están en su habitación jugando y cuando estoy en la puerta de casa vuelvo a él.

—Te quiero. Te quiero. Te quiero —repito una y otra vez mientras lo beso—. Nunca lo olvides, volveré antes de que te des cuenta, además no me dejarás sola estaremos hablando todo el tiempo durante el camino de ida y vuelta.

—No tendré paz hasta verte de nuevo en casa, sobre la cama, protegida y a salvo. —Suspira profundamente antes de besarme lentamente deleitándose con mi boca, su sabor y mi calidez que envuelve a la suya—. Te quiero mi vida —susurra en mis labios—. Puedes hacerlo superwoman, ya has demostrado de lo que eres capaz antes. Más te vale que vuelvas entera porque adoro con locura cada parte de ti.

—Prometido.

Él asiente y muy a su pesar cierra la puerta cuando he desaparecido por las escaleras.

No tarda en llamarme cuando apenas estoy en la calle, me coloco los auriculares y guardo el teléfono en el bolsillo junto con la navaja y las llaves.

La casa de mi padre no está muy lejos de la mía, el problema es que tengo que adentrarme mucho al otro barrio y no conozco las calles. Tengo una idea aproximada de donde está y la ubicación en el móvil, además de a mi pepito grillo al que llevo al teléfono y que me va indicando conforme voy andando.

—¿Cómo vas, amor? —pregunta desde el otro lado de la línea.

—Bien, no hay mucha gente, solo algunas personas andando por la calle y además todavía es de día.

Voy aumentando el ritmo cada vez más rápido conforme voy adentrándome más. Veo como muchos de los edificios están destrozados, parecen estar en ruinas y abandonados, otros muchos están en muy malas condiciones, apenas hay comercios o tiendas para comprar, no hay farmacias, aunque eso no me extraña.

Cuatro chicos que estaban sentados en un banco cerca de un parque se levantan y empiezan a seguirme, los veo de reojo y no tardan en ponerse a mi lado.

Mis nervios aumentan, y los escalofríos de los primeros días invaden mi cuerpo de nuevo y ahora más que nunca acelero el paso dejándolos atrás.

Hay un olor fuerte a marihuana, sé percibe mucho más aquí, que en la zona en la que yo vivo, deben de ser de esas cosechas propias de las que Rick me ha hablado alguna vez, siento que puedo colocarme con solo pasar por aquí. ¡Qué asco!

También me voy dando cuenta de la cantidad de basura acumulada que hay por las calles y cuando digo basura incluyo también las botellas de alcohol y las colillas de los porros que abundan por el suelo. Hay muchas, demasiadas en realidad, al igual que un montón de envoltorios de jeringuillas y otras cosas que no sé muy bien que serán. ¡Por dios! Cualquier niño podría tocar eso e intoxicarse, incluso llegar a morir.

—Madre mía amor, no sabes la cantidad de cosas horribles que estoy viendo. Nadie debería de vivir en estas condiciones, esto es inhumano —le digo a mi novio que sigue hablando conmigo.

—Te crees que no lo sé —contesta con pesar.

Siento los pasos de esos chicos cada vez más cerca de mí. Cuando de pronto una voz que ya se me hace conocida habla.

—Puede que engañes a muchos vistiéndote así, pero no a mí, princesita —el chico que habla ahora lo tengo mucho más cerca de mí, mientras los otros tres se quedan un paso por detrás de nosotros dos—. Por fin te dignas a visitar el barrio, solo nos honras con tu presencia cuando sales de él, lástima que hoy no lleves ese uniforme que tanto me gusta verte puesto.

No le contesto al chico, pero si tengo que hacerlo cuando Rick me pregunta o es capaz de bajar a ver qué pasa. Ya he tratado con ellos antes, puedo hacerlo ahora.

—Amor ¿Qué pasa? ¿Quién son? ¿Por dónde vas? —habla rápido y dispara preguntas que no me deja tiempo para contestar.

—No pasa nada, estoy bien —contesto lo más calmada que puedo, aunque en el fondo me estoy muriendo por salir corriendo y dejarlos atrás—. Son cuatro chicos que he visto alguna vez a la salida del barrio, el que habla es un chico de pelo negro, es más alto que yo y viste con ropa bastante bien arreglada, lleva un tatuaje de un lagarto en el cuello que le sube hasta por detrás de la oreja —susurro a Rick lo más bajo que puedo e intento darle todos los detalles posibles de esta persona por si acaso, nunca se sabe—. Los otros tres son como sombras, van dos pasos por detrás de nosotros. Estoy muy cerca amor, creo que solo faltan dos calles más y llego al portal, las vías del tren ya las veo desde aquí.

—Aria, no me gusta que el lagarto te ronde —dice con rabia en la voz.

—¿Así se llama? —pregunto bajito.

—Sí, has dicho que lleva un tatuaje de ese animal en el cuello ¿no?

—Sí.

—Pues entonces es él —hace una pausa corta y suspira—. Dentro de todos con los que te podrías a ver cruzado lo prefiero a él mil veces, pero es un abusón que no respeta nada —habla con desprecio en la voz—. No dejes que se te acerque o le cortaré esas manos que tanto le gusta usar.

Sigo mi camino hablando bajito con mi chico y llegando casi a la casa de mi padre, tengo tan cerca al lagarto este que me va rozando con su brazo el mío. Y las palabras de Rick aparecen en mi mente de nuevo. Me separo de él lo justo para que corra el aire entre nosotros y no darle pie a que se piense nada que no es. O a que se aproveche de la situación.

—Te he escuchado, princesita. ¿Con quién hablas tanto de mí? ¿Acaso te intereso? —habla con descaro y mostrando una sonrisa arrogante.

—Con mi padre —respondo seca—. Quiere una descripción exacta de los tipos que están a mi alrededor por si algo me pasa de camino a su casa saber a quién tiene que ir a buscar —hablo con fluidez a pesar de los nervios que recorren mi cuerpo—. Te aseguro que en cuanto al tema chicos se refiere, él no tiene escrúpulos a la hora de hacerlos desaparecer si me molestan, y, ¿sabes qué? —hablo directamente con él ya que los otros tres parecen pintados—. Me molestas, eres como una mosca siempre a mi alrededor, ya tiendes a ser pesado.

Acelero el paso a uno mucho más rápido para dejarlo atrás todo lo posible, mientras llevo la mano dentro del bolsillo todo este tiempo empuñando la navaja tan fuerte como puedo, preparada por si tuviera que sacarla. El lagarto este en dos zancadas se pone a mi altura de nuevo.

—Oh... tan mentirosa princesita —menea la cabeza—. Ya te dije que me gustan peleonas y difíciles, ahora déjame que lo salude, algún día tendré que conocer a mi suegro.

El hace el amago de coger el móvil, pero por nada del mundo se lo permito.

—Vuelve a intentar quitarme el teléfono y volverás a tener mi rodilla en tus pelotas —digo sin titubear y tan convincente que la expresión de juego que tenía en su cara cambia a una menos divertida—. Por cierto, ya veo que andas mucho mejor que la última vez que te cruzaste en mi camino —sonrío con suficiencia.

—Si. Admito que tienes cojones y espero que la próxima vez que me los toques sea de una forma más placentera para mí.

Entro corriendo al portal de mi padre, por suerte no me siguen más y se quedan ahí en la calle. Yo estoy sudando la gota gorda por los nervios, y como puedo subo las escaleras hasta el cuarto piso. Una vez arriba me tomo un momento para regular mi respiración y apuntar mentalmente que tengo que hacer ejercicio «Dios estoy muerta» mientras tanto Rick no deja de hablarme por el móvil, no me ha dejado sola ni un segundo durante todo el camino haciéndome saber que sigue conmigo.

—Aria ¿Qué puta mierda ha sido todo eso? —dice alterado, lo conozco tan bien que sin verlo puedo saber cómo se está pasando la mano por el pelo a la vez que se lo estira.

—Cálmate, te lo contaré cuando llegue. Ya estoy arriba, voy a llamar a la puerta. Cuando acabe la cena te llamo.

—Está bien —suspira—. Por nada del mundo dejes que te hieran. Tú puedes con esto —me alienta.

—Hasta dentro de un rato, y cena tranquilo, cualquier cosa te lo haré saber.

Nos despedimos y me tomo un minuto antes de llamar para recorrer con la mirada el portal, ya que no he tenido la oportunidad de hacerlo porque he entrado como si tuviera un cocodrilo persiguiéndome.

Me sorprende ver lo bien que se ve en comparación con el que mi padre alquilo para nosotros, para mi asombro no hay humedad, ni la pared se cae a pedazos, no hay nada raro, ni siquiera tienen túneles.

Un poco más animada llamo a la puerta y segundos después mi padre la abre.

Me llama mucho la atención todo lo que su aspecto ha cambiado, ahora está mucho más delgado que meses atrás, se ha dejado una de esas barbas largas, pero no la lleva arreglada y parece un vagabundo.

No viste como solía hacerlo antes:con traje y corbata. Siempre lo he visto de ese modo, incluso cuando estaba por casa, por eso ahora me choca verlo con trapos.

No sé por qué todo esto me hace estar en alerta.

—Hola papá —saludo cuando me deja pasar a su nueva casa.

Siento las malas vibraciones en cuanto cruzo la puerta.

Percibo una mezcla rara de olores en cuanto entro al salón. Es entre comida y productos de limpieza, con algo más... que no logro saber que es.

Me invita a sentarme en el sofá, pero no me veo capaz de hacerlo dado a que está demasiado sucio. De manera que me siento en la silla que esta justo al lado de la mesa donde supongo que vamos a cenar.

—¿Cómo estas, Aria? —pregunta bebiendo de su cerveza y por la forma en la que intenta enfocar sus ojos deduzco que no es la primera que se está tomando.

«¡Joder empezamos bien!»

—Estoy muy bien —oigo ruidos en lo que entiendo que es la cocina y una maldición por parte de alguien en ella—. ¿Tú... estás bien? Te veo cambiado.

—¿Es que no lo ves? —levanta las manos y derrama un poco de su cerveza sobre su camiseta—. Tengo varios proyectos listos para presentar a los inversores, tengo una mujer que me quiere y una casa mejor que esa en la que vives tú —alardea.

—¿Eso es lo que querías, no? Volver a ser el de antes, con la ventaja de que ahora ya no estoy gastando tu dinero, como era eso que me llamabas... —hago una pausa—. Así, parasito chupa sangre.

En ese momento aparece la mujer con la que vive, el ambiente cambia a uno más sombrío, si antes estaba pesado ahora se ha vuelto mucho más denso. Puedo percibirlo por la mirada de esa mujer hacia a mí.

—De modo que tú eres su hija... —habla la mujer con desprecio en la voz y me recorre con la vista de pies a cabeza. Sus muecas de disgusto hacia mi persona no las disimula.

Hago lo mismo que ella y repaso a la mujer también.

Lleva el pelo sucio, razón por la que no sabría adivinar de qué color lo tiene. La ropa que usa es como dos tallas más pequeñas que la suya mostrando así partes de su cuerpo que no quiero ver. Tiene un pendiente en la nariz. Los labios pintados de un rosa fucsia horrible. Además de que es una mujer grande en todos los sentidos y su presencia sin duda asusta.

—Y tu su novia... —le contesto de la misma forma—. Me llamo Aria —me presento ya que mi padre no habla en todo el rato para hacerlo.

—La cena está lista, sentaros en la mesa que enseguida la traigo.

Habla, pero ni se molesta en presentarse. Mi padre se levanta del sofá y se sienta en la silla que está justo enfrente de la mía al otro lado de la mesa.

Hay un silencio incomodo entre nosotros por todo lo que ha pasado en las semanas anteriores.

Llevamos muchos días sin vernos y apenas me llama, no sé cómo puede vivir sin saber si su hija sigue viva o alguno de los depravados de este barrio se ha hecho con ella... asique todo esto me lleva a pensar que estoy aquí por una razón en particular.

La mujer aparece con una olla llena de algún tipo de guiso que ya de primeras me da un asco que flipas con solo mirarlo. No sé cómo he podido creer que esto podría ser una buena idea.

Sirve un plato para cada uno y devuelve la olla a la cocina trayendo al venir una fuente con varios trozos de carne. Ellos empiezan a comer en silencio y viendo que no le hacen ascos a esta sopa rara, la pruebo.

Unas pocas cucharadas son suficientes para mí. Y decido que comeré solo la carne, al menos puedo distinguir que piezas son y comerme las que me gustan.

La señora ante eso me mira mal, y no disimula su disgusto ante mi rechazo a su sopa o lo que sea el caldo negro, pero me importa un pimiento, total, esto no puede ir a peor...

¿O sí?

Continuará...

+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

Gracias por leer!!!!

Espero que les haya gustado!

Que tengáis un día fantabulosooo!!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro