Capítulo 33
Son las once de la mañana y estoy en casa de los hermanos Reynolds, espero que esta vez sí tenga algo que valga la pena para mandar al infierno al ex novio de Aria.
Hugo está en la cocina preparando café mientras lo espero en el salón. Su casa sí que tiene las dos estancias separadas una de la otra por ese motivo no lo veo y no sé porque tarda tanto.
—¿Qué hacías tanto rato en la cocina? casi me duermo esperándote —gruño.
—¡Oh! Cállate, si tuviste sexo con tu novia y no te dejó dormir, no lo pagues conmigo.
—¡Idiota!
—¡Idiota con suerte! —contesta y yo me echo a reír.
Me bebo casi todo el café de un trago, cuando él saca algo de pastas para acompañar.
—¡Ay! ¿no me digas que también te gusta la hora del té como a mis enanas?
—De quién te crees que lo aprendieron —dice y estallo en carcajadas.
Charlamos sobre tonterías mientras desayunamos y ahora sí vamos al tema principal.
—¡Va suéltalo! Dime que tienes algo con lo que poder joderlo —le ruego.
—Pues mira sí, y te aviso que tuve que arriesgarme mucho para conseguir la información así que espero que puedas usarla en tu beneficio.
Asiento y él empieza a contarme.
—Al igual que la fiesta anterior el tío se puso hasta el culo de coca, y por suerte para mí, más hablador que el viernes —empieza—. Éste les decía a las chicas que estaban con él la otra noche que todo acabaría pronto, que Nikolay solo tiene que esperar a que pasen unos meses más y entonces los dejaría en paz cuando por fin se marchen del distrito 1. No sé de quién hablan en ese momento ni quién es el tal Nikolay ese —me aclara—. Una de las chicas les decía a ellos dos que como eran tan hijos de puta de dejar que algo así le hicieran. Tampoco sé a quién o a qué se referían, luego la música empezó a sonar fuerte y no pude escucharlos más.
—Explícate mejor porque no te sigo —le pido.
Hugo hace una pausa algo más larga de lo que esperaba supongo que buscando en su mente la mejor manera de decirme lo que escuchó.
—Lo que yo creo es que algo está pasando con esos tres y el tipo que lo amenazó ayer, que me juego los huevos a que es el Nikolay este del que hablan. Y todos estos están compinchados jugándosela a otra persona, que no es por joder, pero me da que esa persona es tu chica, príncipe, porque el siendo su ex y ellas siendo sus amigas está claro. Es un suponer, no soy adivino, pero creo que deberías de investigar más, o preguntarle a ella, porque igual hay algo que no te está contando.
No puede ser.
No puedo creer que este hablando en serio.
Vi el odio en sus ojos cuando la miró en el parking y le dijo todas esas cosas horribles y si es cierto lo que Hugo supone que está pasando y Aria está teniendo problemas en el instituto, no sé porque mierda no me lo cuenta.
Nikolay... el nombre de por sí me da mala espina, tengo que averiguar quién es ese y qué relación tiene con todos ellos.
Hugo se recuesta en la silla y cruza los brazos y su cara me dice que algo más tiene.
—Por si acaso todo esto no nos llevaba a nada hice algo durante toda la noche que igual sí.
—¿Qué hiciste? —me impaciento.
—Ah, qué crees —chasquea la lengua—. Tengo pruebas, hermano.
—Pruebas —repito despacio—. ¿Quieres decir que el innombrable se pone de coca hasta el culo y tú tienes pruebas de eso?
—Como lo oyes, fotos y videos y algunos con muy buen audio, aunque lo que dice no nos interesa, pero bueno la imagen por si sola vale más que nada.
—Quiero verlos, enséñamelos —ordeno.
Y efectivamente, hay varias fotos de buena calidad donde se ve cómo el gilipollas se mete rayas de coca, y no una vez, las fotos tienen la hora marcada y hay varias de estas de toda la noche, también fotos suyas bebiendo y besuqueando a la chica que dice Hugo que casi se folla el día anterior delante de todos. Y videos de todo esto también, claro.
—¿Qué dices? —pregunta Hugo—. Es lo mejor que te he podido conseguir. El tipo del día anterior también estuvo por la fiesta, pero ni se hablaron, no sé qué fue lo que le dijo la noche antes, pero ni se rozaron, de hecho, estuvo muy poco tiempo y enseguida se largó.
—Gracias, esto está genial, no sé qué haré con estas pruebas todavía, ya que antes quiero investigar un poco o a ver si Aria me cuenta algo —resoplo—. Te debo una —le palmeo el hombro—. ¿Has pensado ya el animal que quieres?
—En realidad, yo quería pedirte otro favor —parece nervioso y eso me extraña porque no sé qué podría pedirme que lo tiene tan inquieto.
—No voy a acostarme contigo —aviso.
—No eres mi tipo, no te lo creas tanto, príncipe —suspira y me mira serio—. A ver esto es vergonzoso para mí, y si me dices que no, lo entenderé.
—¡Va! Habla de una jodida vez, me estás poniendo nervioso.
—¿Te importa si le pido ayuda a tu chica cuando se gradúe para que pueda hacerlo yo? —niega con la cabeza y apoya los codos sobre sus rodillas escondiendo la cara—. No puedo volver a suspender, es mi última oportunidad de graduarme, y si ella acaba antes que yo y después no va a seguir estudiando por ahora, tiene tiempo de libre —se destapa la cara y me mira.
—¿A dónde quieres llegar a parar con todo este discurso?
—A dos cosas: una es que si puedes pedirle a tu chica que me ayude y la otra es que si no te importa que lo haga.
—Hugo, yo no tengo problema en que lo haga siempre que ella quiera hacerlo. ¿Pero porqué no se lo pides tú? —pregunto—. Os lleváis bien, sois amigos, estoy seguro de que no te dirá que no.
—Pues porque es humillante, príncipe —niega con la cabeza—. Si se lo preguntas tú y dice que no, bueno al menos no la veré en un tiempo, pero si me rechaza a mi directamente me jodería.
—Hablaré con ella —accedo.
—Gracias.
***
Estoy en la calle, justo a la entrada del barrio sentado en unos de los bancos medio rotos que hay por aquí. Espero a los hombres de negro que vienen a pagarme por lo del mes pasado.
Siempre son dos los que vienen, pero solo uno de ellos es el que da las órdenes.
—Chico, siempre es bueno verte —me palmea la mejilla más fuerte de lo normal como siempre hace y yo solo aguanto en silencio—. Toma, lo tuyo.
Agarro el sobre y lo abro para mirarlo por encima sin saber muy bien cuanto hay, ya que este mes pasado ha sido excepcional por Halloween, después me lo guardo dentro del bolsillo del abrigo.
—Pronto se acercan las fiestas de navidad, espero que nos hagas ganar tanto dinero como ahora.
—Estoy seguro de que así será —hablo con voz firme y grave.
—Cuídate chico, en este barrio y en este negocio nunca se sabe cuánto tiempo más vas a respirar —suelta una carcajada grotesca.
Un escalofrío me recorre todo el cuerpo, es espeluznante esto que me dice, parece como si me estuviera amenazando por algo, pero sé que para él ha sido como un chiste gracioso y de mal gusto para mí.
—Bueno, no tengo pensado hacer esto toda mi vida, y cuando salga de este barrio todo quedará atrás.
Me atrevo a decir esto porque es algo que en algún momento diré en serio y prefiero tantearlo ahora que todavía no es seguro cuando sucederá para ver que me espera.
—Escúchame, chico —y ahora sí, me aprieta el hombro y clava sus dedos de más en mi piel—. Siento decirte que no vas a dejarme, eres mi gallina de los huevos de oro y antes te los corto, a que dejes mi negocio.
Solo asiento sin decir una palabra, pues no tengo más nada que hablar, ya lo ha dejado él todo bien claro. Y ahora si ha sido una amenaza real, de esas que te pone los pelos de punta y casi puedes mearte en los pantalones.
Veo como se marchan quedándome más jodido que la puta mierda, porque toda esperanza de salir de este puto distrito se me cae al suelo. Ya puedo irme lejos y rezar para que no me encuentren por el resto de mi vida o fingir mi muerte y salir de aquí con los pies por delante.
Necesito tranquilizarme, no puedo volver a casa así de inquieto porque no quiero que Aria se preocupe, no sé cómo lo hace, pero capta mis estados de ánimo al vuelo y no puedo decirle esto porque sé que la hundiría y hasta que no tenga un plan o alguna idea o los cojones suficientes para decirle que lo dejo y punto no voy a amargarla.
Ha pasado más o menos una hora en la que he estado andando, pensando y aclarando ideas. Dando vueltas a lo que he hablado con Hugo y lo de ahora. Es casi la hora de cenar y vuelvo a casa.
Cuando entro en el salón veo a Aria en la cocina preparando la cena, a mis hermanas las oigo en su habitación y aprovecho que mi chica está sola para besarla, necesito mimos por lo que esos tipos han dicho y le han hecho a mi estado de ánimo.
La sorprendo desde atrás, apartándole el pelo del hombro y dejando un suave beso en él. Al instante su piel del cuello se eriza y se gira para estar frente a mí.
—Hola, guapo —dice con voz dulce y me muestra su sonrisa de hoyuelos que tan loco me vuelve.
—Hola, linda —contesto y la abrazo por la cintura escondiendo la cara entre su cuello y su hombro.
La necesito tanto, siempre. Que no sé cómo he sido capaz de vivir durante todo este tiempo sin ella antes.
Su olor me envuelve y tengo que sacar la cara de su cuerpo y mirarla a los ojos para no llevármela a la habitación justo ahora.
—¡Ah...! Estamos cariñosos —dice con voz tímida.
—Ajá —es lo único que digo antes de poner mis manos sobre su culo y alzarla para besarla, me encanta hacer esto porque así la tengo a mi altura, porque no pesa nada, porque le manoseo el culo y porque la tengo tan pegada a mí cuerpo que puedo notar el calor que desprende el suyo aún con la ropa de por medio.
Y me pierdo en ella, como tantas veces he hecho ya desde que estamos juntos.
Estoy besando su cuello cuando ella suelta un gemido algo fuerte y de inmediato se sonroja por ello. Reparto besos por toda su cara y su cuello porque es algo que me encanta hacer y por esa razón ella suelta risitas, porque sé que en algunas zonas le hago cosquillas.
—¿Estáis haciendo una escena +18? —pregunta una vocecilla. Separo mi cara de la de mi novia sin bajarla todavía mientras veo a mis hermanas a unos metros de distancia con los ojos tapados por sus manos y riéndose.
—¡Chicas! —exclama Aria—. Ni siquiera yo tengo los dieciocho todavía —se echa a reír—. Solo hacemos escenas +14 o puede que alguna +16 —me guiña un ojo con picardía a mí. Obviamente porque si hacemos escenas de adultos, aunque todavía no hayamos hecho el amor como tal.
Pero de todo esto hay algo que no entiendo.
—Y decirme enanas... ¿Cómo es que conocéis el termino +18 en cuanto a Aria y a mí se refiere?
—Hugo —contestan sin más.
Hugo, claro. Niego con la cabeza, ya tendré unas cuantas palabras con él en cuanto lo vuelva a ver.
Vuelvo a dejar a mi novia sobre el suelo porque mis hermanas ya se quedan aquí y seguimos preparando la cena mientras ellas se sientan en los taburetes junto a nosotros.
—¿Ariel, cuando es tu cumpleaños?
—El 1 de febrero ¿y el vuestro? —nos pregunta a los tres—. No me puedo creer que no sepa cuándo es vuestro cumpleaños —se lleva la mano a la boca y abre mucho los ojos.
—Tampoco sabíamos el tuyo —le digo para que no se sienta tan mal, pero es que con todo lo que nos hemos contado y hablado, tanto bueno, como malo, es increíble que algo tan básico como esto no lo sepamos.
—Pues ya es hora de saberlos —sentencia ella.
—El nuestro es el mes que viene —le dice mi hermana y Aria pega un grito.
—¿Ya? Tan pronto y yo sin saberlo... —niega con la cabeza—. ¿Qué día?
—Dieciocho —contestan a la vez sonrientes.
Asiente conforme. Y ahora me mira directamente a mi, avergonzada.
—Veinte de Agosto —digo.
—Oh cielos... soy la peor novia del mundo por no saber esto, pero... ¿Cuántos años tienes?
—¿No sabes mi edad? —me hago el ofendido. Pero su cara se vuelve tan roja como su pelo y me empiezo a reír.
—Bueno, tampoco me la has dicho —se cruza de brazos y arruga la nariz—. Va, dímela —ahora se impacienta.
—Tengo veintiuno.
Me mira de arriba abajo y frunce el ceño.
—¿Solo tienes veintiuno? —se sorprende y no entiendo por qué.
—¿Algún problema con mi edad?
—Ninguno en absoluto. Es solo que creí que tendrías más.
—¿Estás segura? ¿no soy muy mayor para ti? —pregunto burlón.
—Eres perfecto para mí —y sin dejarme hablar más se cuelga de mi como un koala y empieza a darme besos por toda la cara haciéndome reír a mí y a mis hermanas que miran desde sus sillas la escena.
Terminamos de cenar y mis hermanas sacan un juego de mesa, de esos que tienes que ponerte una tarjeta en la frente y adivinar qué cosa, persona o animal eres. Nos dan casi las once jugando y cuando ya les entra sueño las llevamos a dormir.
Cuando estamos en nuestra habitación nos acomodados como siempre lo hacemos, ella se coloca sentada entre mis piernas y entonces habla.
—Tu cumpleaños, fue el mismo día que yo llegué aquí —comenta lentamente. Seguramente recordando ese día.
—Así es —le acaricio los brazos con la yema de mis dedos.
Nos quedamos en silencio por un breve momento.
—¿Tuviste un buen cumpleaños?
—No te imaginas cuánto —suspiro.
—Y eso ¿Qué hiciste? —pregunta con efusividad y me hace reír.
—Pues... pasamos el día en el parque de atracciones los tres, comimos comida basura todo el día, nos reímos y disfrutamos, y al llegar a casa... —hago una pausa—. Tú me hiciste el mejor regalo de cumpleaños —sonrío travieso.
—¿Yo? No te entiendo ¿Qué hice? —se da la vuelta y se sienta de rodillas frente a mí y espera impaciente la respuesta.
—Imagina mi sorpresa cuando entro a mi habitación después de acostar a mis hermanas preparado para irme a dormir, cuando me da por mirar por la ventana y sin querer, veo a una chica preciosa que se está desnudando delante de mis ojos.
—Me espiaste —frunce el ceño.
—Solo acepté el regalo de cumpleaños que el universo me envió —digo.
—Y... ¿Disfrutaste del show? —inquiere.
—Como un enano —mi sonrisa se agranda al recordar ese rato tan bueno que me hizo pasar.
—Entiendo... —hace una pausa y se pega mucho más a mí—. Y si tuvieras ese mismo show, justo ahora... ¿Lo disfrutarías? —susurra cerca de mis labios.
—Como un adulto —mi voz sale más ronca de lo esperado.
Toda la expresión de mi cara cambia cuando se baja de la cama y comienza a desnudarse.
Empieza a moverse de manera sensual para mí, a la vez que se va quitando el pijama, primero los pantalones, dejándose los calcetines altos que le llegan hasta casi las rodillas y después sigue con la parte de arriba, se desabrocha los botones uno a uno hasta llegar al último, donde se deja la camisa de pijama abierta.
Yo no puedo hacer otra cosa que tragar saliva y colocarme la polla constantemente porque lucha por salir de los pantalones.
Se queda en ropa interior, esa que tanto me gusta verle puesta, porque admitámoslo, la ropa interior cara es sexy de cojones y verla puesta sobre ella es una delicia de contemplar.
Me levanto despacio y ella se queda quieta en el sitio mientras como un depredador la rodeo y la admiro desde todos los ángulos porque es imposible no hacerlo.
Cuando estoy en su espalda reparto besos por todo su cuello y con las manos voy bajando la camisa deslizándola lentamente por sus hombros y sus brazos hasta que cae a mis pies.
Sigo mi recorrido y ahora me quedo quieto frente a ella, hinco una rodilla en el suelo y luego la otra, con mis ojos la contemplo desde abajo y veo el deseo en los suyos que no me quitan la vista desde arriba, beso su abdomen plano, suave y caliente, desde el inicio de sus bragas pasando por su ombligo, y llegando a su cadera derecha, ahí donde tiene la cicatriz.
—Tan perfecta... —le susurro mientras beso con adoración esa herida en la parte de su cuerpo que nunca debió de estar en ella.
Vuelvo a besar su ombligo de nuevo y esta vez voy subiendo lentamente pasando mi lengua entre medias de sus pechos.
—Me estás matando... —su voz suena entrecortada por la excitación.
Le dedico mucho más tiempo a esa zona de su cuerpo que tan loco me vuelve a la vez que le acaricio la espala hasta encontrar el broche del sujetador que tanto me estorba ahora mismo y en menos de un segundo está expuesta para mí.
Un jadeo escapa de su boca y empieza a desnudarme a mí. Pero ella lo hace rápido, salvaje, desesperada...
La alzo como tanto me gusta hacerlo y la tumbo sobre la cama donde por horas me pierdo en su aroma, en sus besos, en sus pechos y en toda ella.
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Espero que os haya gustado!
Gracias por leer!!
Se vienen capítulos emocionantes!!
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