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25 - Final


“Will you stay by my side? If I let go of your hand, you might fly away and break, I’m scared... ”









Seúl - El presente








La residencia se encontraba en completo silencio. No había ningún perro jugando, ni ningún petauro saltando de aquí para allá. Desde que Jjangu y los demás animalitos murieron, Seokjin no se había sentido listo para adoptar otras mascotas. De hecho, seguía sin sentirse listo para deshacerse de sus juguetitos y otros objetos de una vez.

Pero había comenzado por algo. Quitó de su vista la antigua camita del canino y lo llevó al cuarto donde solían estar Eomuk y Odeng, que ahora permanecía cerrado todo el tiempo.

Tampoco habían sonidos de personas limpiando o aspirando, pues Sooyoung había renunciado muy repentinamente. Ni siquiera se había presentado a la hora de renunciar, sólo le dejó un mensaje al castaño diciéndole que ya no podía prestarle sus servicios. Seokjin anunció en el periódico y redes sociales que estaba buscando una nueva ama de llaves, y hasta ahora, habían muchas solicitudes, pero ninguno lo convencía.

Sooyoung había trabajado con él los últimos cuatro años, y siempre había sido fiel. Era difícil encontrar a alguien confiable en estos días, por lo que Seokjin decidió investigar detenidamente a todas las personas que se habían ofrecido para el trabajo. Más todavía ahora que casi nunca estaba en casa.

Se la pasaba trabajando, desde temprano hasta casi el anochecer, incluso tomando responsabilidades que no le correspondían, con tal de no quedarse en su casa. Salía a cenar, iba al gym, visitaba a sus amigos... Trataba de hacer todo lo posible por permanecer distraído.

Para no pensar en Taehyung.

Habían pasado veintinueve días desde la ruptura de su relación, y diecisiete días, nueve horas, y cuarenta y dos minutos desde la última vez que supo algo de él, cuando fue a verlo al hospital. El día que había decidido a sacar a Taehyung para siempre de su corazón.

Tal vez el proceso era más lento de lo que pensaba. Quizá era porque se negaba a hablar del tema, y hacía como que nunca sucedió. El sólo siguió adelante, con su característica amabilidad y actitud positiva de siempre.

Al menos eso era lo que veían sus amigos y familiares. Incluso él mismo. Se había convencido de que no le afectaba tanto. Era sólo una despedida más.

Seokjin era perfectamente capaz de engañarse a sí mismo y a los demás, pero no podía engañar a su terapeuta. El hombre, sabía lo mucho que le estaba costando al castaño aceptar que todo se había acabado. Sabía cuánto le costaba dejar el apego hacia alguien a quien él apreciaba. Le había sucedido con Sandeul, cuando era más joven, también con Hyunah, cuando se divorció, y ahora con el que verdaderamente creyó que era el amor de su vida.

Él era de los que se aferraban y daban múltiples oportunidades, porque creía en las personas. Pensaba que todos eran como él, bien intencionados. Creía que todos merecían la empatía, la confianza y el perdón. Pero cuando alguien lo hería de verdad —cosa que era muy, muy difícil— ya no había vuelta atrás.

Y él, lamentablemente, había caído en todas las manipulaciones del atractivo neurocirujano. Él creía desde el fondo de su corazón, que Taehyung lo había utilizado y que le había mentido.

Su terapeuta le recomendó plasmar sus sentimientos en una carta, pero casa vez que iba a hacerlo, terminaba empapando las hojas con sus lágrimas y se le hacía imposible escribir.

Afortunadamente, contaba con el apoyo de sus fieles amigos, quienes nunca lo presionaron a hablar del tema, y amoldaron sus temas de conversación y sus actividades de acuerdo a los deseos del castaño.

Sin embargo, de alguna forma la actitud condescendiente que a veces manifestaban, en especial Sandeul, lo irritaban bastante. No necesitaba que le recordaran lo patán que había sido Taehyung. Sólo necesitaba superarlo y sanar de una jodida vez.

A veces le daba algo de lástima ver el empeño con el que el pelinaranja trataba de quedar bien con él. No era ningún tonto, y sabía con qué intenciones Sandeul le hacía tantos favores. Pero tampoco estaba mal, éste había sido claro respecto a sus sentimientos, y sólo estaba actuando en consecuencia.

A pesar de conocer muy bien lo que Seokjin seguía sintiendo por el azabache.

No obstante, el pelinaranja había prometido no rendirse. No había nada de malo en ir por lo que uno quiere. Y él quería a Seokjin, de verdad. Y sabía con certeza que aquel moreno de ojos azules y rizos negros no le convenía. Por eso, cuando cierto trato le fue ofrecido, aceptó sin dudarlo.

Sólo debía hacer una cosa muy pequeña. Minúscula. Que no tendría consecuencias para Seokjin ni para sus allegados; de hecho, podría decirse que le había hecho un favor. Tal vez esté siendo doloroso para el castaño en estos momentos, pero si tan solo se concentrara en los beneficios que obtendría a largo plazo, tendría la tranquilidad de saber que en el futuro todo habrá valido la pena.

En fin... Tras haber pasado un par de semanas desde que el camino fue despejado, Sandeul, Hoseok y Seokjin estaban pasando el rato en la residencia de este último. Eran las 19:30 pm, la temperatura era bastante agradable, y habían tomado un par de copas de vino.

Sonaba una agradable melodía de fondo, mientras los tres cenaban. El pelinaranja había estado cambiando todas las canciones que no le gustaban. En especial las que no estaban en coreano o en japonés. Él les había dicho al par de amigos:

—No puedo disfrutar de una canción si no entiendo lo que está diciendo.

Seokjin no dijo nada, y de hecho agradeció cuando el modelo cambió cierta canción que le traía un recuerdo que ahora le resultaba amargo. La canción que había bailado con Taehyung en aquel restaurante, donde se habían dicho que se amaban por primera vez, donde se habían hecho tantas promesas...

El pelirrojo notó que el humor de su amigo había cambiado, por lo que le preguntó si todo estaba bien. Éste sólo respondió que estaba muy cansado, por el trabajo. Hoseok anunció que se iba a retirar cuando terminaron de cenar, y Seokjin lo acompañó hasta la salida.

Sandeul se había quedado recostado en el sofá, cuando escuchó sonar un teléfono que no era suyo. Buscó con la mirada y vio el celular de Seokjin en el otro sofá. Tentado por la curiosidad, se levantó y miró el identificador.

Era un número desconocido.

El pelinaranja se encogió de hombros y se asomó para ver si el castaño ya estaba volviendo. Seokjin se encontraba hablando de forma amena con el pelirrojo de sonrisa brillante en la puerta principal, por lo que decidió contestar.

—Jin, escúchame, no cuelgues por favor —dijo de forma atropellada una voz ronca.

Sandeul chasqueó su lengua con fastidio, al reconocer al dueño de esa voz.

—¿Qué carajo quieres? Déjalo en paz de una vez por todas. Ya le has hecho suficiente daño, pedazo de mierda.

—Mira, grandísimo hijo de puta —se oyó al otro lado de la línea —no tengo tiempo para tus estupideces, sólo llévate a Seokjin de allí, no es seguro —ordenó agitado.

—¿Y por qué debería creerte, eh? Te lo digo por última vez, deja de molestar a Seokjin. Ahora está conmigo, así que piérdete —mintió descaradamente y acto seguido, colgó la llamada al oír que se acercaban unos pasos. Colocó el celular en su sitio y saltó de vuelta al lugar donde había estado recostado.

Seokjin regresó bostezando y estirándose, sin tener idea de lo que acababa de ocurrir.

—¿Vemos una película? —sugirió el modelo de forma casual.

—Seguro —respondió Seokjin tratando de disfrazar su indiferencia —uh, iré al baño primero, tú elige lo que quieras ver —comentó a la vez que subía a su habitación.

Se cepilló los dientes de forma distraída hasta que escuchó a su teléfono fijo sonar. Se preguntó quién podría ser a esa hora. Sonó con insistencia mientras terminaba de cepillarse y se quedó inmóvil cuando oyó la voz que dejaba un mensaje.

—Jinnie, sé que estás ahí. Por favor, contesta, es urgente —decía la suplicante voz.

Sus pasos se movieron solos hacia el mueble donde se encontraba el teléfono. Un revoltijo de emociones se formaron en su estómago y pareció olvidarse del mundo por un segundo.

Dirigió su mano derecha hacia el aparato, con el corazón latiéndole con fuerza, mientras el interlocutor seguía hablando.

—Por favor, contesta. Es un asunto de vida o muerte —dijo la voz, hasta que Seokjin levantó el auricular, para luego azotarla en su mismo lugar, colgando la llamada.

Por cierto que fuera que lo seguía amando, ya no caería en las mentiras de Kim Taehyung nunca más.

Se dirigió escaleras abajo, dispuesto a disfrutar de su noche de peliculas con Sandeul, completamente ajeno a lo que ocurría a un par de kilómetros de su residencia.




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Treinta y cuatro minutos antes





Después de haber cenado unos platos muy elaborados y bebido un delicioso vino a la luz de las velas, Sungjae sugirió que vean una película en la sala de estar. Al principio todo marchó relativamente bien, el pelinegro no sintió ningún tipo de incomodidad cuando Sungjae se acurrucó a su lado y posó su cabeza en su hombro derecho.

Pero cuando las cosas se estaban volviendo interesantes en la pantalla, específicamente en una escena erótica, Taehyung sintió una mano acariciar su muslo. Miró de reojo a su amigo, pero no dijo nada. Estaba comenzando a sentirse extraño, pero no quería malinterpretar al médico.

Ya había causado suficientes problemas con sus “preguntas y quejas tontas”, según le había dicho el médico.

Su inquietud crecía cada vez más a medida que las caricias en su pierna, iban subiendo poco a poco. Se sobresaltó cuando sintió que la mano intrusa se posó en su entrepierna. Tomó la mano del médico cuando éste iba a comenzar a masajearlo.

—¿Qué haces?

El médico lo miró con los ojos brillando en lujuria —Masturbarte, ¿qué más parece que estoy haciendo?

Taehyung arrugó el ceño y sintió su corazón acelerarse cuando Sungjae lamió sus labios y se acercó a él, con evidentes intenciones de besarlo.

Contuvo la respiración cuando sus narices se rozaron levemente, y desvío su rostro cuando el contrario estuvo por cumplir su objetivo. 

—¿Qué pasa? —preguntó el médico, algo decepcionado.

—Sólo veamos la película ¿sí? —dijo acomodándose en el sofá, alejándose sutilmente.

—Está bien, tú ve la película, y déjame el resto a mí —ronroneó de forma seductora y se volvió a acercar, metiendo en un rápido movimiento su diestra dentro del pantalón de pijama del pelinegro.

—Jae —jadeó al sentir una fricción en su miembro, sobre sus bóxers —no hagas esto. No lo volvamos incómodo, por favor.

—Oh vamos, no será nada que no hayamos hecho antes —insistió con una sonrisa pícara, acelerando sus movimientos y acercándose para besar el largo cuello del más bajo.

—Jae, detente —pidió con firmeza, empujándolo y quitando la mano ajena de su pantalón. El médico soltó una risa de incredulidad.

—¿Es este un juego de rol donde te haces el difícil? —levantó una ceja.

La confusión se hizo presente en la expresión del pelinegro —¿Qué? No —negó rotundamente —Esto no está bien.

—¿De qué hablas? Tú estás soltero, yo también y además me has dado señales —lo acusó.

—¿Señales?

El médico rodó los ojos —Oh, no te hagas. Después de todo lo que hemos hecho en el pasado, vienes a mi casa, aceptas mis regalos, dejas que te toque... Naturalmente íbamos a terminar... así —señaló haciendo un gesto con ambas manos.

El azabache quiso soltar una risa por lo absurdo que sonaba tal razonamiento —Te estás confundiendo —dijo levantándose del sofá —yo nunca te pedí que hicieras nada de esto.

—Y aún así lo hice, porque nunca me has dejado de gustar —declaró levantándose también y apagando el televisor —y tú lo aceptaste todo. Sólo te estoy pidiendo un poco de reciprocidad.

—¿Reciprocidad? ¿Quieres que corresponda tus sentimientos? —preguntó atónito, retrocediendo lentamente —De ser así, lamento decepcionarte. Pero no siento lo mismo.

El médico suspiró, sonrió cabizbajo y avanzó a medida que el contrario retrocedía —Lo sé. Pero soy una persona paciente, y sé que puedo volver a gustarte con el tiempo. Por ahora —dijo acorralando a Taehyung contra la pared, susurrando en su oído —sólo déjame hacerte sentir bien.

Al instante siguiente, el azabache se encontraba pegado a la pared, siendo fuertemente tomado por la cintura por el médico mientras le dejaba besos húmedos en el cuello, al mismo tiempo que se frotaba contra él.

Las náuseas inundaron el estómago del más bajo, sintiendo un asco inmenso. Se quedó inmóvil, pues estaba consciente de que si se resistía, habría graves consecuencias para él. Tragó saliva, sintiendo repulsión cuando unas manos recorrieron por la suave piel de su vientre; una de ellas subió hasta su pecho, mientras la otra bajó y tomó su pene.

Nada se sentía bien. No le gustaba.

Ya nada había sido igual desde la cachetada que había recibido de parte de Sungjae el otro día, cuando lo pilló bajando al garaje. Sabía exactamente por qué el médico se había enojado tanto, pero no dijo nada en el momento. La cantidad de palabras, gritos y lágrimas lo habían mareado demasiado. No quería más peleas.

Y ahora se encontraba en esta situación, intentando ser complaciente, que era la única forma en la que el médico no se pusiera de mal humor y despotricara contra él o cualquier otro objeto que encontrara a su alrededor.

Podia sentir la dura erección del más alto pulsar contra él, pero por más que Taehyung estuviera siendo estimulado por todas partes, era incapaz de sentir placer alguno. Y eso se reflejaba notoriamente en la flacidez de su miembro.

Después de todo, el médico también mintió sobre eso: a él no le interesaba en lo más mínimo el placer ni el bienestar de Taehyung, sólo el de él mismo. Como en todos y cada uno de los aspectos de su vida.

Sin embargo, una pequeña chispa que se encontraba en su interior, y que se negaba a apagarse, volvió a cobrar vida en el momento en el que Sungjae metió su lengua en la cálida cavidad bucal del azabache.

Él no podía seguir con eso. No cuando su corazón seguía perteneciendo a otra persona.

Por más que lo hayan amenazado, drogado, golpeado, humillado y tomado como rehén, en su cabeza seguía sonando un nombre que era como su cable a tierra: Kim Seokjin.

Ese hombre de ojos marrones, llenos de sinceridad, con el corazón más noble que pudiera existir, dueño de unos brazos que lo sostuvieron cuando tuvo numerosas pesadillas, de unas manos que secaron sus lágrimas cuando le abrió su corazón, de unos pies que siempre acudieron cuando más lo necesitó.

El hombre que siempre había creído en él, cuando ni siquiera él creía en sí mismo. El hombre que le había devuelto la autoestima, el hombre que le había ayudado a conocer la felicidad... El hombre que le enseñó a amar.

Ninguna persona había tenido tanto impacto en su vida hasta ahora, como Seokjin.

Una lágrima se deslizó por su mejilla. Lo extrañaba tanto.

Lo amaba. Nunca había dejado de amarlo. Y por eso, no podía hacerle esto a él, por más que su situación actual no fuera la mejor. Con una renovada determinación, y aún temiendo la reacción de Sungjae, deslizó su mano hasta el bolsillo del pantalón de éste, tomando algo, y luego lo empujó por los hombros.

—No puedo hacerlo —dijo con la respiración agitada, acomodándose la ropa ante el ceño fruncido que ahora adornaba el rostro del médico.

—¿Por qué? —cuestionó enfadado, alzando la voz.

—Porque yo aún amo a Seokjin.

—¡Pero él a ti no! —explotó disgustado —¡Ya olvídate de él, supéralo! ¿Acaso no recuerdas que él te odia por todas las barbaridades que le dijiste? ¿Que le repugnas, por haber terminado con él de una forma tan pobre y evasiva?

Una epifanía golpeó de lleno a Taehyung en ese preciso instante, comenzando a hilar los puntos: él nunca le había dicho a Sungjae que había terminado con Seokjin, sólo le dijo que habían discutido. Tampoco había tenido su celular en su poder cuando tuvo el accidente.

Su respiración se agitó.

Los días que siguieron al percance habían sido tan borrosos y él se encontraba tan abrumado y literalmente aturdido por todo lo que había atravesado, que no había pensado en todos los detalles del oportunismo que ahora veía en Sungjae.

—¿Cómo lo supiste? —cuestionó con recelo —¿cómo supiste que había terminado con Seokjin?

—Tú me lo dijiste, tontito —respondió sin rechistar.

—No es cierto. Tampoco tenía mi celular cuando subí a mi automóvil antes de tener el accidente ¿cómo llegó hasta ti? —interrogó, alejándose lentamente.

—¿Te estás escuchando? —soltó una risa perezosa —Tae, no digas disparates, en serio, estas sonando como un chiflado —se mofó.

—Responde —exigió Taehyung, ignorando la burla del más alto.

—No estoy de humor para tus jodidas ocurrencias ahora, Taehyung. Me has dejado con una maldita erección. Encárgate, y luego hablaremos —le ordenó en un tono ligeramente amenazante.

—No lo haré —replicó —Tengo que salir de aquí —murmuró y salió de la sala a buscar un abrigo.

—¿Qué crees que haces? —preguntó siguiéndolo.

—Ya no puedo estar aquí. Ya no aguanto —explicó alterado —No te daré lo que me estás pidiendo, pero encontraré otra forma de pagarte, lo prometo.

—Eres un maldito desagradecido —masculló en voz baja, con tono oscuro.

El azabache no pudo evitar responder, pues estaba harto de que lo hiciera sentir como el malo de la historia —No, tú estás siendo injusto. ¡Me reclamas por favores que yo jamás te pedí! Me has insultado y ofendido, y me has hecho sentir como una mierda durante todo este tiempo. Me has mentido no una, sino varias veces y... —su voz tembló —me has pegado. Ya tuve suficiente.

El rostro del médico se ensombreció. Su expresión hizo al azabache encogerse en su lugar —Sigues sin entender... ¿Qué no ves que si te vas, estarás solo? No puedes ir con tu amigo, no puedes ir con el imbécil de Seokjin, no tienes a nadie más que a mí —dijo con una sonrisa tétrica, causándole escalofríos a Taehyung —¿Por qué no te das cuenta de una vez de que yo soy el que te conviene?

Sungjae hizo sonar los huesos de su cuello con un par de movimientos de la cabeza y luego sus ojos adquirieron un brillo macabro.

—He comprado esta casa por ti. La he adecuado a tus necesidades y deseos. Te he dado todo lo que querías. ¡Sólo mírame! —dijo agarrando la mandíbula de Taehyung y presionándola con fuerza —Soy atractivo y joven, y tengo una carrera prometedora. Las personas me besan los pies buscando mi atención. Hombres y mujeres me han rogado arrodillados que les dé una oportunidad —presumió abriendo mucho sus enormes ojos, que irradiaban locura —En un año me convertiré en el mejor neurocirujano de toda Corea. Seré aún más rico y famoso. Y tú lo serás también. Serás la envidia de gente influyente e importante por tenerme como tu pareja. ¿Lo ves? Yo puedo hacerte el hombre más feliz del mundo. Sólo debes olvidarte de los demás, y darme una oportunidad.

El cuerpo de Taehyung tiritaba de miedo, cuando notó que no podía deshacerse del agarre en su mandíbula. Se maldijo por tener una de sus manos aún sin sanar y por lo tanto, ser incapaz de defenderse. Estaba en manos de este hombre, que cautivaba a todos con su atractivo y encanto, pero que escondía una personalidad retorcida y malvada.

—No —se atrevió a musitar —sólo seré feliz cuando recupere mi vida, y a Seokjin.

Un rencoroso gruñido salió de la garganta del médico, cuyo rostro enrojeció tanto que parecía que iba a explotar, y azotó a Taehyung contra un mueble, en un arranque de ira. Uno de los costosos jarrones cayó al suelo por la fuerza del impacto a la vez que Taehyung soltaba un quejido por el golpe en la cabeza, y el dolor en su mandíbula. Por un momento creyó que se le quebraría y sus dientes saldrían volando.

Un puñetazo en la boca del estómago que no vio venir lo dejó sin aliento y cayó sobre la peluda alfombra, mientras luchaba por respirar.

—Seokjin, Seokjin, Seokjin... —repitió la siniestra voz del médico —así que sigue representando un problema para nosotros.

Taehyung tosía en el suelo, tratando de aguantar el ardor en sus pulmones. El terror comenzaba a filtrarse a través de sus venas. Soltó un grito cuando su melena fue agarrada con violencia y el dolor lo obligó a levantarse del suelo.

Sungjae lo tomó del brazo y del cabello y lo arrastró escaleras arriba. Taehyung, como medida desesperada, usó su pie y haciéndo tropezar al más alto, ambos terminaron rodando hasta el suelo.

“Mala idea” gritaron sus costillas que apenas habían comenzado a sanar.

El médico tomó del tobillo al azabache, quien había intentado arrastrarse lejos. Lo volteó y hundió su codo con saña justo donde Taehyung había sufrido las fracturas, haciendo que este se retorciera y aullara por el insoportable dolor. Vio las lágrimas que se deslizaban sin parar por su enrojecido rostro y eso lo hizo sonreír con malicia. La fragilidad del cuerpo humano era algo que lo fascinó desde siempre.

—Eso es, llora —se burló —es lo que te mereces por tu mal comportamiento. ¿Sabías que utilizar el dolor es la herramienta más efectiva para el condicionamiento? Eso de las recompensas siempre me ha parecido una patraña —comentó casualmente.

—¡No! ¡No! ¡¿Qué vas a hacer?! —balbuceó Taehyung cuando fue levantado sobre uno de los hombros del médico, y volvía a subir las escaleras.

—Dije que mi paciencia es grande, no que es infinita —respondió despreocupado el médico, quien cayó al suelo cuando Taehyung comenzó a patalear, tras ver que se dirigían a la habitación donde dormía desde que llegó a la casa.

—¡Déjame, maldito enfermo! —gritó Taehyung sacudiéndose pese las punzadas que sentía en las costillas.

Harto de los golpes y de la patética lucha del más bajo, Sungjae decidió que lo mejor era que permaneciera noqueado. Así que tomó la cabeza de Taehyung y la estampó con fuerza al piso, causando que este cesara de moverse inmediatamente.

—Lo siento cariño —murmuró haciendo un puchero —pero no me dejaste más opción.

Cargó el cuerpo de Taehyung hasta su cama y luego depositó un suave beso en su frente.

—Algún día entenderás que todo lo que hice fue para que estuviéramos juntos al fin —dijo acariciando sus rizos —de verdad creí que con meterme en tu cabeza y jugar un poco, y con hacer que Jeon agreda a tu amigo sería suficiente —soltó una risita cual niño confesando una travesura —pero de verdad, eres un cabezota. No tienes ni idea, de las veces que estuve así de cerca de que me descubrieran —murmuró molesto —tanto dinero invertido en un idiota como Jeon, tanto tiempo perdido con una retardada como Sooyoung, y la súplica y las ganas de vivir que habían en los ojos de tu hermano antes de empujarlo desde aquel edificio... Al final no valen la pena, si Seokjin sigue vivo —concluyó.

Suspiró y salió del cuarto por unos minutos, y luego regresó con una pistola en la mano. Deslizó el arma por la mejilla izquierda de Taehyung y luego le separó los labios, metiendo el cañón en su boca.

—Ahora ya no tendrás que preocuparte por ese idiota, nunca más. Sólo seremos tú y yo —dijo y sacó el arma de la boca del azabache. Le dio un casto beso en los labios y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.

Taehyung soltó un tembloroso sollozo y abrió sus ojos. Casi se orinó encima cuando Sungjae anunció los turbios planes que tenía para Seokjin y confesó que había asesinado a su hermano, y cuando le metió una jodida arma en la boca. Aunque el golpe en su cabeza lo había aturdido, decidió fingir que se había desmayado, buscando algún tipo de ventaja, y la había encontrado.

Se incorporó en la cama lentamente y metió su mano en su ropa interior, sacando el celular de Sungjae. Había aprovechado el momento de distracción cuando se encontraba besándolo, para despojarlo de su móvil, y grabar toda la conversación.

Presionó su cabeza, que le palpitaba dolorosamente, intentando recordar el número de algún conocido al que pudiera enviar la grabación. Le vino a la mente el número de Jimin, a quien envió el archivo, y luego una docena de mensajes, que indicaban su identidad y la urgencia del asunto.

Rezó para que Sungjae no se diera cuenta de que no tenía el celular encima y regresara, porque ya no se sentía capaz de enfrentar otra lucha cuerpo a cuerpo. Esperó junto a la ventana que el vehículo del médico saliera de la residencia y cuando lo hizo, se apresuró a abrir la puerta.

Soltó un chillido de desesperación cuando la encontró llaveada. La única otra salida era la ventana. Y él se encontraba en la planta alta.

Pero estaba en juego la vida de Seokjin. Y su propio futuro. No pensaría sus opciones dos veces.

Por favor, que no se me perfore un pulmón” rezó envolviéndose con unas mantas alrededor de su amoratado torso y colocándose a la orilla de la ventana. Tomó una gran bocanada de aire y saltó.

Su cuerpo impactó contra el suelo, pero si le dolió, él no podía decirlo claramente. La adrenalina se había apoderado de su cuerpo. Entró de vuelta a a la casa y buscó las llaves de su auto y su viejo celular, soltando un grito de emoción cuando los encontró.

Se subió a su auto —que había encontrado en días anteriores cuando Sungjae le propinó una bofetada— y condujo a toda velocidad por la solitaria carretera con rumbo a la dirección de su ex pareja. Del hombre que había dejado una profunda huella en su interior. No permitiría que le hicieran daño, nunca más.

Al ir conduciendo se fijó por primera vez en lo alejada que estaba del centro de Seúl la casa donde había estado recluido las últimas semanas. Ni siquiera tenía vecinos cerca, y la carretera que lo llevaba hasta ahí era muy poco transitada.

Tomó primero su viejo celular y se dio cuenta que no tenía crédito. Soltó un gruñido de impaciencia y tomó el celular de Sungjae con su mano sana y marcó el número del móvil de Seokjin. Frunció el ceño cuando oyó la voz del interlocutor. Se moría de ganas de decirle mil cosas, pero no había tiempo. Llamó al teléfono fijo de Seokjin, y la última pizca de esperanza que tenía fue aplastada cuando su llamada fue colgada.

Entonces supo que Seokjin ya no le creía. El pensamiento le dolió más que todos esos golpes que había recibido en los últimos meses. Se sintió como una flecha abriéndole el corazón. Su vista se volvió borrosa por las lágrimas y sorbió por su nariz, completamente desconsolado.

Todo era tan injusto. Estaba cansado. Sólo deseaba matar a Sungjae, por todo el daño que le había hecho, y de paso morir con él. Le había arrebatado todo.

Pisó el acelerador y no le importó rebasar el límite de velocidad, y con más razón cuando pudo divisar el automóvil del médico. Detrás de él pudo escuchar el sonido lejano de unas sirenas de policía.

Sólo esperaba poder llegar a cumplir con su objetivo antes de que la policía lo interrumpiera.

Poseído por la ira, aceleró todo lo que pudo y embistió por detrás al vehículo de Sungjae, causando que éste perdiera el control y se saliera de la carretera, tumbándose con estruendo y dando varias vueltas, hasta que por fin se detuvo.

Taehyung frenó en seco y se devolvió, hasta alcanzar lo que quedaba del automóvil del médico. Esperaba de todo corazón, que se haya roto el cuello o algo así. Hubo un completo silencio por unos tensos minutos mientras Taehyung esperaba dentro de su auto.

Finalmente decidió bajar y se dirigió caminando hacia el destrozado automóvil, respirando de forma agitada y haciendo muecas, a medida que avanzaba. La superficie del suelo era bastante irregular y la luz del alumbrado público ya no alcanzaba a cierta distancia de la carretera, por lo que cada vez que pisaba un desnivel, enviaba corrientes de un dolor insoportable directo a sus costillas rotas y a su golpeada cabeza.

Se detuvo al ver que la puerta del conductor estaba siendo abierta. Sungjae salió y cayó al suelo, entre lamentos y quejidos. Levantó la cabeza y vio a Taehyung, quien lo miraba con una expresión indescifrable.

Soltó una risa perturbadora, de la cual se arrepintió instantáneamente, y dijo haciendo una mueca de dolor —Mira qué tenemos aquí.

Taehyung avanzó a paso lento, con el rostro completamente inexpresivo.

—¿Qué pasa, primor? ¿Has venido a matarme? —preguntó con ironía, agarrándose de la puerta, buscando levantarse.

—Tú... asesinaste a Seungmin —afirmó entre dientes.

—No quise hacerlo, lo juro —dijo, ya de pie, tomando su arma a escondidas.

—Tú lo mataste —repitió. No había ni una pizca de emoción en su voz. El médico pudo ver, cuando estuvo más cerca, que las mejillas de Taehyung estaban empapadas en lágrimas. Lo único que reflejaban sus hermosos y vacíos ojos zafiro, era odio. Un profundo odio.

—No me dejaste opción... Igual que ahora.

Tan pronto pronunció esas palabras apuntó con su arma a Taehyung, sin embargo éste último fue más rápido, y con una piedra que había agarrado previamente, lo golpeó en la mano, haciendo que el arma cayera al suelo.

Taehyung se apoderó de la pistola rápidamente y con su mano buena, apuntó al médico. Las sirenas comenzaban a escucharse más cerca, no obstante, Taehyung permanecía imperturbable.

—Suéltala. No quieres hacer esto —rió el médico, buscando disuadurlo.

—Quiero que te mueras —replicó impávido.

—Tú no eres un asesino —insistió acercándose con lentitud —Si me matas, irás a la cárcel, y te pudrirás ahí. Terminarás probando que eres todo lo que los demás ya piensan de ti ¿No quieres eso, verdad?

El azabache no dijo nada. Sólo siguió mirando fijamente al más alto. Las sirenas comenzaban a sonar peligrosamente cerca, y Sungjae comenzaba a inquietarse.

—Si nos atrapan así, estamos fritos. Aún tenemos tiempo de escapar —murmuró, tomando la mano que sostenía la pistola, justo a la altura de su pecho —Olvidemos que todo esto pasó y volvamos a casa. Lo solucionaremos —ronroneó persuasivo.

Taehyung sacudió la cabeza —Ya te acusé con la policía. Ellos vienen por ti —esbozó una sonrisa rota.

El médico palideció y soltó un jadeo —Pequeña escoria, será mejor que me deshaga de ti de una buena vez —maldijo comenzando forcejeando brevemente con el pelinegro y cayendo al suelo. Sonrió al notar la terquedad de éste, que a pesar de estar tan débil y no poder ni siquiera respirar sin sentir dolor, seguía sosteniendo la pistola con firmeza —Ni siquiera sabes usar un arma —se mofó desafiante.

Un característico sonido retumbó e hizo eco en el lugar. Un desgarrador grito, le siguió al instante. Taehyung le había disparado en el brazo. Tal vez era cierto que no sabía usar un arma, pues el objetivo del azabache era el pecho. Aún así, con eso tal vez bastaba.

El médico cayó al suelo, a su lado y soltó un gutural gruñido doloroso. Su mano izquierda se presionaba sobre el brazo herido, intentando detener la hemorragia.

Entre gemidos, el médico logró levantarse y comenzó a caminar sin rumbo. Sólo se podía concentrar en la palpitante herida que no dejaba de emanar sangre, y en que no debía ser atrapado por la policía, por ningún motivo.

Volvió a caer al suelo, cuando sintió otro dolor aún más intenso, paralizante, en la parte baja de la espalda. Taehyung le había vuelto a disparar. Tal vez hablaba en serio cuando le dijo que lo quería ver muerto.

Sungjae se sintió más desesperado y humillado que nunca. Nunca se había imaginado que llegarían a ese escenario. Nunca pensó que terminaría muriendo a manos del objeto de su obsesión. Tendría una muerte  tan poco digna, después de fracasar miserablemente.

¿Podía ser más humillante?

El azabache, que había estado siguiéndolo a paso lento, tambaleante, durante todo ese tiempo, llegó hasta el cuerpo inmóvil de Sungjae, quien ya apenas podía mantener los ojos abiertos. Con esfuerzo, lo volteó hasta que quedara boca arriba, y le dio una cachetada para que no se quedara dormido.

Quería verlo a los ojos cuando le quitara su último aliento de vida. Taehyung no pensaba en nada más. No pensó en su pasado, en su futuro, ni en lo que estaba sucediendo ahora mismo a su alrededor.

Se puso de pie y apuntó directo a la cabeza del médico a quien alguna vez había deseado y cuando estuvo a punto de jalar del gatillo...











Despertó. Todo había sido un sueño.

















Fin.





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(perdonen a doña comedia por favor 😭 sigan con la lectura 😓)

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Se enderezó y apuntó directo a la cabeza del médico a quien alguna vez había deseado y cuando estuvo a punto de jalar del gatillo...

—¡Alto ahí! ¡Policía de Seúl, baje el arma!

Taehyung pareció despertar de un trance en ese momento. Dudó un poco antes de mirar a la oficial que lo había encontrado. Era una mujer de aproximadamente cuarenta y cinco años. Era muy bonita y sus ojos le recordaron mucho a alguien.

Oh, se parecía a su madre.

¿Tal vez esa era una señal?

—Vamos hijo, suelta el arma. No vale la pena.

Taehyung seguía sin estar muy convencido. Pero su voluntad se quebraba cada vez más, y su máscara impasible, también. Comenzó a temblar violentamente y a sollozar.

—Está bien —dijo la oficial, con voz suave, acercándose lentamente —se acabó. Ya no podrá hacerte daño nunca más.

Tan pronto dijo eso, Taehyung soltó el arma, y la oficial se acercó rápidamente, sosteniéndolo antes de que cayera desmayado. Los demás oficiales habían rodeado el lugar, y procedieron a recoger el agonizante cuerpo de Sungjae y a llevarlo rápidamente a una ambulancia.

Finalmente, toda esa pesadilla, había llegado a su fin.






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Ahora sí. Bueno, hemos llegado al final.

¿Qué les pareció? Cuéntenme sus opiniones, porfi. A mí me gustó, como dice Marge, es un final y basta.

El destino del Taejin y el del resto, incluyendo al nuevo implicado, lo sabrán en el epílogo. Dependiendo de las reacciones, también puede que suba un extra :3

Gracias a todos los que me acompañaron hasta acá, en mi primera historia. Lxs amo y aprecio muchísimo ❤️😍







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