UNA VEZ MENTÍ POR ESO...
IV
El eco que producía las gotas al caer en el asfalto era lo único que seguía en los oídos de Roman.
Todo había ocurrido tan rápido que ni siquiera comprendía la razón por la cual su sangre se escurría y mezclaba con aquel líquido transparente.
Cerró sus ojos en un intento de aclarar sus ideas y poco a poco fue recordando.
Había perdido el conocimiento unos minutos después de chocar su auto contra otro en el mismo puente donde ocurrió la tragedia con su hermano; donde por un momento la vida le regalo una segunda oportunidad para cambiar aunque al comienzo utilizo un engaño para eso. Todas esas ideas se desvanecieron cuando escucho el sonido de algo metálico cayendo al suelo recordando lo que hacía allí, estaba alejando de su familia a aquel demonio sediento de venganza, una venganza que ni siquiera le pertenecía.
Observo la pesadumbre de aquella noche y a las personas curioseando alrededor de ellos. Escuchaba los murmullos de ellos y a la vez sus pasos inseguros. Entonces un nuevo sonido atrajo su atención.
¿Eso era un vidrio rompiéndose?
El golpe que este recibió quebró aquel cristal esparciéndolo sobre el asfalto y entonces un cuerpo delgado y alto emergió del interior del vehículo; o lo que quedaba de él.
Roman abrió sus ojos cuando supo que el infierno había llegado para llevárselo.
William lo había divisado en medio del tumulto y había sonreído con locura, extendiendo su mano al frente dejando ver la razón de su alegría demente. Tenía un arma y no dudo en apuntarla para usarla. Lo hizo un segundo después; el sonido seco tomo desprevenido a las personas que allí estaban dejando un silencio ensordecedor para dar paso al ruido incomodo, todos los curiosos huían con miedo en dirección contraria a la de ellos, los grito agobiaban su oído y la niebla no le facilitaba su visión pero supo que debía correr al contrario de esas personas, mientras menos hubieran a su alrededor, menos saldrían heridos.
Sus pasos inestables le devolvieron a su mente lo que sucedió antes de todo eso, recordó que Casey estaba atrás de él tomándolo del brazo, pidiéndole que se fuera, William estaba al frente caminando hacia ellos con un cuchillo en mano, recordó la duda en su mente, su descuido al ver el miedo en la rubia, el chillido desesperante de la tetera en la estufa, la furia de aquel hombre que se lanzo propinando un grito de victoria, la sangre salir de la herida.
Roman al fin recordó que hacia allí.
-¿Q-Qué has hecho? -Dijo desesperado socorriendo a la mujer que se desvaneció hacia el piso, aquel cuchillo parecía ser lo suficientemente grande como para herir algún órgano importante, le acaricio el rostro mientras la posaba sobre sus pies llenándose de su sangre- ¡Casey! ¡No cierre los ojos...! -Le pidió analizando las posibilidades de llevarla a un hospital cercano, quizás solo así la podrían salvar- Todo estará bien...
-¡Ve...te... a-ahora! -Ella temblaba como un pequeño cachorro con frío en sus manos.
-No hables... Solo quédate aquí conmigo -Roman estaba nervioso, aun no procesaba lo que había ocurrido.
William permanecía de pies a su lado inconforme con lo que sucedió, temblaba y no parecía poder articular ninguna palabra, en cambio Casey lloraba e intentaba conversar, quería verlo bien pero su fuerza disminuía, tal vez moría. Roman se levanto con ella en brazos, camino lentamente por la cocina para salir al pasillo y dirigirse a la salida, veía la sangre de la chica caer a borbotones al piso y aquello le preocupaba. Logro llegar al auto y la coloco en el lado del copiloto, los ojos azules de ella perdían el brillo y parecía que la vida se escapaba a través de ellos. Cuando se dirigió al copiloto escucho un horroroso grito en el interior de aquella casa, al parecer los demonios internos que poseía aquel hombre comenzaban a cobrarle intereses, pero no podía perder tiempo en ver que había hecho su demente amigo, así que simplemente lo ignoro y arranco el vehículo a todas prisa.
Debía llegar al hospital, debía salvar a su amiga.
También debía llamar a su mujer y avisarle lo ocurrido, debía hacer tantas cosas que cuando se percato estaba en dirección al gran puente rojo. Cruzo unas cuadras antes de llegar a él, ese no era su destino, debía llegar al hospital a tiempo. Y así hizo pero antes de llegar al estacionamiento una camioneta azul los impacto con brutalidad provocando que el vehículo diera varias vueltas.
¡Lo que les faltaba!
Simplemente sentía el corazón salirse de su pecho, Casey con sus ojos cerrados se golpeo sin conciencia de ello con el vidrio de la puerta y su pequeño hijo por suerte estaba protegido con el cinturón de seguridad. Roman abrió lentamente sus ojos, sintiendo la sangre escurrirse por su rostro, el llanto del pequeño infante lo tenía al borde de la locura, entonces vio a William llevándose a la rubia.
-No, ella... -Aun se sentía descoordinado, no podía ver con claridad suficiente, sentía espacios llenos de vacíos en su memoria y por eso no se dio cuenta de cuando Willian había decidido ir a su lado, tomándolo por el rostro para que lo observara a él directamente.
Su sonrisa era tan malvada que ni el propio Roman concedía aquella idea.
-Me arrebataste mi mundo maldito asesino, ahora yo te arrebatare el tuyo.
Los ojos de Roman se cerraron, volviendo a la oscuridad donde a veces los sueños lo acompañaban o lo perseguían. Cuando los volvió a abrir un personal médico lo atendía, maldijo internamente aquello ya que su amiga quizás moriría en manos de aquel psicópata o peor aun su familia. Busco su móvil consiguiéndose con cinco llamadas perdidas de Jess, aquello podía ser normal o tal vez algo mas ocurría, no lo sabía muy bien pero tampoco le importaba; ya estaba lo suficientemente paranoico para pensar en miles de posibilidades. Con insistencia, fuerza y escusas salió del hospital caminando hasta su vehículo. Al parecer William también se había llevado a su hijo.
-Ese maldito... -Recordó lo que él le había dicho antes de desmayarse- ¡Jess! ¡Rina! -No podía imaginarse ni siquiera el peligro que corrían.
Llego a su casa y sin siquiera apagar el motor de su vehículo se bajo corriendo del hacia el interior de la misma y como lo esperaba, la casa estaba sola. Grito el nombre de su mujer y el de su hija por varios minutos. Corrió escaleras arriba y abajo, reviso cada espacio y cuando se dirigió al pequeño taller consiguió el cadáver de aquella mascota que por mucho tiempo estuvo en su familia. Un dolor punzante lo atravesó, se arrodillo frente al Golden y lo abrazo con pesar empapándose de más sangre.
¿Cuándo se terminaría aquella locura?
Las lagrimas se escurrieron de sus ojos sin saber siquiera lo que haría, se levanto cargando al enorme canino y camino hasta el taller consiguiéndose con una nota, dejo sobre la mesa el cuerpo inerte de aquel hermoso ejemplar y tomo el papel para leerlo.
Era un mensaje de él. Era su maldita letra aunque la notaba forzada y agresiva.
"Jess estará bien si haces lo que te pido. No te aseguro nada de tu pequeña hija; es muy llorona y me molesta mucho. Espero soportarla lo suficiente por el bien de las dos.
Te espero en el puente. Allí donde me arrebataste todo.
Cuando llegues llámame al número de Jess, de seguro te lo sabes de memoria.
R."
No tenía sentido, al parecer aquel hombre no tenía nada en mente, solo actuaba por hacerlo, confundido quizás.
¿Pero porque en aquel puente? ¿Y qué fue lo que le arrebato?
Mientras Roman intentaba comprender el significado real de aquella nota y la razón por la cual William había firmado con la letra R, en otro lugar los médicos corrían de un lado a otro intentando mantener latiendo un corazón debilitado por el tiempo, un corazón que podía sentir todo aquello que ocurría a su alrededor y que quería salvarlos a todos de la persecución.
-No comprendo Doctor, estaba bien hacia unos minutos y luego todo comenzó a sonar como loco y... -El doctor se movía de un lado a otro dando órdenes y verificando cada máquina.
-¡Deja de hablar y ayúdame con esto! -Le pidió mientras intentaba pasar algo por las vías venosa, la chica asintió y se acerco a él para hacer lo pedido pero una mano áspera y temblorosa detuvo su intención.
Un grito fue lo último que se escucho en aquella alocada habitación, el grito de alguien que hacía mucho no usaba aquella voz.
-¡Jess!
En ese mismo momento el estruendoso impacto profetizo lo que sería el escenario de la batalla final.
-¿Abran muerto?
Minuto a minuto que transcurrían en silencio mientras los que por allí pasaban se aterraban con la escena.
-¡Llamen una ambulancia!
Las personas intentaban comunicarse con alguna autoridad, temían por la vida de los que estaban en aquellos vehículos.
-Fue terrible, Dios mío...
Roman abrió sus ojos, se levanto adolorido, aturdido y algo vacio. Cerro sus ojos pensando en lo sucedió y lo recordó. Como una herida abierta en su corazón sintió ganas de llorar, siempre abusado por su padre, siempre discriminado por la sociedad e incluso golpeado por la vida.
Un vidrio fue roto con violencia trayéndolo de nuevo a aquel lugar, oscuro, borroso. Sus ojos luchaban por observar y entonces encontró el arma que sostenía William en sus manos.
¿Sería ese su fin?
El disparo alerto a las personas corrieron por todos lados. Observo su cuerpo, no había otra herida que contar, su cuerpo estaba tan maltratado que era imposible encontrarse otro golpe.
No había sido él, pero si un inocente. Corrió lejos de aquellas personas y William lanzo el objeto al piso buscando otra cosa para perseguirlo.
¿Qué podía ser peor?
El mundo estaba cubierto de oscuridad.
-No me dañaras otra vez Roman. No esta vez hermano -Fue allí donde Roman comprendió lo que sucedia, o al menos una idea atravesó su mente.
William pensaba que era su hermano, por eso había firmado con la R; realmente creía que era Ryan. ¿Pero porque? Sería posible que su hermano estuviera en ese cuerpo. No, el había jugado a eso hace algunos años atrás, no era posible que el alma de alguien entrara a un cuerpo ajeno. Pero entonces porque clamaba una venganza que no era suya. Podría ser... Podría ser...
En la noche las luces del Puente Golden Gate hacían un enorme esfuerzo por disipar la niebla que obstaculizaban su visión, confundido y obsesionado, temiendo la muerte que se filtraba por sus heridas, hasta golpear en forma de gotas el oscuro asfalto, sangre que pintaban el negro del suelo en carmesí, sangre que fluía a borbotones sin intenciones de sucumbir a sus deseos. Por los pilares de acero y metal rojizo se sostenía a causa de su debilitado cuerpo, temblando de frio, sangrando sin fin.
Y la sangre, es lo que menos le importaba.
Un fantasma de su pasado lo perseguía.
Fuerte, veloz, un espíritu atormentado por la locura, absorbiendo las historias que escuchaba, con el tiempo, ese ser perteneciente del mismo infierno tomo forma y cuerpo, imagen y nombre, adjudicándose un papel a sí mismo, convirtiéndose en lo que ahora era, su hermano. Teniendo diversas identidades, pero ningunas de ellas propias. Estaba decidido a matar, de hecho ya lo había hecho y lo haría de nuevo, a menos que Roman lo atacara primero. Aun así era imposible para él, estaba débil, de su cráneo no dejaba de fluir líquido escarlata y su visión estaba nublada, aquel pasado lo perseguía, un pasado que había extinguido muchas vidas a su paso, más puras e importantes que la suya.
Casey... Su pequeño hijo... ¿Su esposa e hija correría el mismo destino?
La niebla cegaba los ojos zafiros de Roman, la sangre se escurría y era absorbida por su camisa de leñador, salpicando también sus zapatos. Tenía la frente cortada, las mejillas raspadas, la nariz destrozada y el labio inferior roto. Tanto las magas de su camisa como sus jeans desgastados estaban empapados y sucios de sangre, ceniza y carbón.
Y agua.
A causa de la tormenta que había cesado dejando la calma que prometía mas demencia.
Caminaba cojeando, con angustiante dolor, posiblemente con alguna costilla rota lo cual le obligaba a permanecer con su mano izquierda en el tórax, y la derecha sobre el borde del puente. Se apoyaba sobre él, con esperanza de alejarse lo más posible de su verdugo. Su pecho subía y bajaba con rapidez debido a lo agitado que se encontraba. Aquel lugar perdido entre la oscuridad y la niebla podría ser su mejor arma para destruirlo o su peor enemigo para ser extinguido.
Podía oír el eco de sus zapatos por el asfalto, mas no podía ver de dónde provenía aquel sonido infernal que taladraba sus oídos con desesperanza y miedo. A donde sea que posaba sus ojos veía sombras imperfectas, cualquiera de ellas podría ser el protagonista de todas sus pesadillas. Niebla sobre niebla sobre más niebla, era lo único que lo separa del terror. Por segunda vez estaba sobre aquel puente rojo debatiéndose entre la vida y la muerte.
Ironías de su destino maldito.
Una vez mentí por eso se quién eres. Nada es lo que parece.
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