CAMBIAR ES UNA OPCIÓN
"Estuve buscando fuera de mí para encontrar la fuerza y la confianza pero éstas provienen de adentro. Siempre han estado allí."
- Anna Freud.
EL PRESENTE
El mundo está cubierto de oscuridad.
En la noche las luces del Puente Golden Gate hacían un enorme esfuerzo por disipar la niebla que obstaculizaban su visión, confundido y obsesionado, temiendo la muerte que se filtraba por sus heridas, hasta golpear en forma de gotas el oscuro asfalto, sangre que pintaban el negro del suelo en carmesí, sangre que fluía a borbotones sin intenciones de sucumbir a sus deseos. Por los pilares de acero y metal rojizo se sostenía a causa de su debilitado cuerpo, temblando de frio, sangrando sin fin.
Y la sangre, es lo que menos le importaba.
Un fantasma de su pasado lo perseguía. Fuerte, veloz, un espíritu atormentado por la locura, absorbiendo las historias que escuchaba, con el tiempo, ese ser perteneciente del mismo infierno tomo forma y cuerpo, imagen y nombre, adjudicándose un papel a sí mismo, convirtiéndose en lo que ahora era, su hermano. Teniendo diversas identidades, pero ningunas de ellas propias. Estaba decidido a matar, de hecho ya lo había hecho y lo haría de nuevo, a menos que Roman lo atacara primero. Aun así era imposible para él, estaba débil, de su cráneo no dejaba de fluir líquido escarlata y su visión estaba nublada, aquel pasado lo perseguía, un pasado que había extinguido muchas vidas a su paso, más puras e importante que la suya.
La niebla cegaba los ojos zafiro de Roman, la sangre se escurría y era absorbida por su camisa de leñador, salpicando también sus zapatos. Tenía la frente cortada, las mejillas raspadas, la nariz destrozada y el labio inferior roto. Tanto las magas de su camisa como sus jeans desgastados estaban empapados y sucios de sangre, ceniza y carbón.
Y agua.
A causa de la tormenta que había cesado dejando la calma que prometía mas demencia.
Caminaba cojeando, con angustiante dolor, posiblemente con alguna costilla rota lo cual le obligaba a permanecer con su mano izquierda en el tórax, y la derecha sobre el borde del puente. Se apoyaba sobre él, con esperanza de alejarse lo más posible de su verdugo. Su pecho subía y bajaba con rapidez debido a lo agitado que se encontraba. Aquel lugar perdido entre la oscuridad y la niebla podría ser su mejor arma para destruirlo o su peor enemigo para ser extinguido.
Podía oír el eco de sus zapatos por el asfalto, mas no podía ver de dónde provenía aquel sonido infernal que taladraba sus oídos con desesperanza y miedo. A donde sea que posaba sus ojos veía sombras imperfectas, cualquiera de ellas podría ser el protagonista de todas sus pesadillas. Niebla sobre niebla sobre más niebla, era lo único que lo separa del terror. Por segunda vez estaba sobre aquel puente rojo debatiéndose entre la vida y la muerte. Ironías de su destino maldito.
Una vez mentí por eso se quién eres. Nada es lo que parece.
Si tan solo se hubiera dado cuenta antes, si tan solo se hubiera alejado. Las advertencias eran claras, el mejor que nadie debió descifrar las pistas. Ignoro la verdad, y ahora se encontraba pagando un precio definitivo.
Pero no había tiempo para eso, no podía pensar en lo que era o dejo de ser, en la felicidad que había vivido y la cual trataba de salvar en esos momentos. Detrás de la espesa tiniebla, de la niebla nocturna observo el movimiento de los pies que le seguían. Se quedo inmóvil, esperando lo peor, observando con malestar todo su alrededor, no podía seguir huyendo de su pasado. Era la hora de enfrentarlo, o morir por él. Sus manos estaban frías y húmedas, le dolían hasta los huesos, jamás en su vida se sintió de esa forma tan agonizante, ni siquiera cuando despertó de aquel aparatoso accidente. La cabeza le punzaba a horrores, y el estomago se contraía en un va y viene de sensaciones, estaba seguro que pronto expulsaría lo último que pudo comer con paz.
Retrocedió, el sonido de aquellos zapatos parecía moverse ahora en círculo, buscando la forma de confundirlo aun más, buscando la manera de aparecer donde menos lo imaginaba para darle fin, con su mirada lo buscaba mientras respiraba con dificultad. Entonces su corazón se detuvo, no de forma biológica pero si sentimental, vio el miedo reflejado en aquella silueta borrosa que tenia al frente, sus pasos pausados y tranquilos, su cuerpo igual de húmedo que el suyo e incluso bañado en sangre propia y ajena.
La hoja oxidada pero no por eso menos afilada, sus manos llenas de sangre, la manera en que movía el arma. Esa era su sentencia de muerte. El fantasma había vuelto.
Entonces recordó cómo fue que todo aquello sucedió. Como Roman Bryson había terminado enfrentándose a su hermano.
Felicidad, Soledad y Disociación.
¿Qué pasaría si la persona que amas se convierte en otra?
HACE TRES AÑOS, SAN FRANCISCO, CALIFORNIA.
PRIMER ENCUENTRO LUEGO DE CASI CUATRO AÑOS.
La sonrisa invadió el rostro de Roman, hacia tres años de aquel suceso y aun seguía recordándolo de tan maravilloso modo, tuvo miedo de que la realidad lo asechara por siempre pero Jess consiguió el modo de romper aquel hechizo maligno que lo perseguía por las noches, ella lo guio por el buen camino.
Ahora su hija era más enérgica y necesitaba de todas sus energías para seguirle el paso.
La niña se encontraba jugando en el parque con su madre, la cual se veía realmente hermosa con aquel abrigo caoba y un jeans oscuro, en cambio la niña usaba uno rosa destacando su preciosos ojos azules con un pantalón fucsia con flores amarillas y blancas imitando la manzanilla.
Sonrió cuando escucho a la niña llamarlo, acaricio con suavidad la tela de su pantalón negro antes de elevar su mano y saludar, la pequeña soltó una carcajada la cual derretía su corazón y le hacía meditar en lo afortunado que era estando con ellas, acomodo el cierre de su chaqueta de cuero sintético marrón y antes de ponerse de pies alguien atrajo su atención.
-¿Roman? –Volteo para ubicar a la persona que había hablado y sus labios se curvaron en una sonrisa al descubrir a su dueño- ¿Eres tú?
-¿Casey? –La rubia se limito a asentir con timidez y Roman no pudo evitar observarla con atención notando algo distinto- Que alegría verte –Su tono parecía falso pero realmente sintió una alegría extraña- Has... Has cambiado -Ella pareció incomoda al notar que él se percato de su embarazo.
-Cambiar es una opción Roman, tú decides lograrlo o no –Le dijo mientras volteaba a un lado para recibir a un hombre alto, Roman sonrió, hacía años que no escuchaba eso, algo que ella misma invento.
-¿Qué sucede amor? –El hombre de cabello algo rojizo y enrulado se coloco a su lado, la rodeo con sus manos de manera sobre protectora aunque en su rostro mostrara una sonrisa amable, le miro con sus ojos igual de azules como los de ella y volvió a hablar de forma suave y calmada- ¿Interrumpo algo?
Roman no pudo evitar soltar una risita al notar su actitud, no sospecho nada fuera de lo común, lo cierto es que él mismo se sentía intimidado cuando alguien de su mismo sexo se acercaba a su amada Jess.
-No amor, él es... -Casey observo con sus ojos lleno de dulzura a su pareja, y luego a Roman- Te presento a Roman.
-Mucho gusto –Roman extendió su mano esperando que él hiciera lo mismo lo cual sucedió segundos después como cualquiera presentación- Soy Roman.
-El gusto es mío, soy William –En ese instante noto que su acento era distinto al suyo, y no dudo en preguntarlo. Era extraño saber que aquel hombre era británico.
¿Dónde lo conocería Casey?
Pudo ver a una persona distinta a la que él había conocido años atrás, aquella Casey que se desvivía, sufría y esperaba por él había muerto dejando en su lugar a una risueña, tierna y soñadora mujer. El amor puede transformarnos, él era fiel testigo de aquella idea.
Desde hacía un tiempo ella había desaparecido, incluso cuando la policía llego a su casa dándoles la noticia sintió miedo, claramente lo tenían en la mira y si ella había sufrido algún accidente él sería el culpable directo, luego las llamadas y entrevistas cesaron, mas nunca se dedico a preguntar por ella, temía que le dijeran que había fallecido o que su interés fuera mal interpretado como culpabilidad, y fue cuando las dudas comenzaron a crecer dentro de él.
¿Por qué se había marchado de esa forma?
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