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AÚN HAY TIEMPO

Tal como se lo propusieron siguieron con su vida, Roman visitaba a su hermano en el hospital y observaba como su pálido rostro parecía tener más color. Tenía aún esa pequeña esperanza de verlo regresar aunque eso significara contarle la verdad. Ese día había despertado por una pesadilla, donde Ryan le señalaba con un arma. Después de eso no pudo dormir más. Sentía como si Ryan quisiera decirle algo.

-Estoy aquí, aún hay tiempo Ryan. Dime ¿Qué es lo que quieres decirme? –Murmuro cerca del oído de su hermano.

En ese momento Casey entro a la habitación con varias cosas en sus manos, al verlo le regalo una pequeña sonrisa la cual él correspondió echando a un lado aquel sueño que seguía perturbándolo, era la hora de asear el cuerpo rígido de Ryan.

-Sé que es duro Roman pero ya han tomado una decisión, no sigas atormentándote así. En unos días, él podrá descansar en paz –Le dijo la chica mientras dejaba a un lado la pequeña bañera de acero y se disponía a retirarle las sabanas al inconsciente.

-Lo veo distinto Casey –Ella lo miro con seriedad y luego dirigió su atención a su hermano- Acaso no lo notan. Pienso que está mejorando. Si lo desconectamos...

-Es tu imaginación, él sigue igual que antes. Sin ninguna mejoría –Fue la simple respuesta de ella, luego de retirar aquellas sabanas tomo una inyección y la paso por unas de las vías intravenosa que tenía- No alimentes esperanzas que no existen.

-Es mi hermano... -Soltó una bocanada de aire, la cual había contenido por aquella respuesta que le había sido dada- ¿Qué es? –Pregunto Roman cuando observo que terminaba de pasar aquel líquido.

-Su cerebro ya no sirve Roman pero su cuerpo aún sigue aquí. Necesita analgésicos y antibióticos entre otras cosas más –Nuevamente le respondió con un tono seco.

Roman se acerco a su hermano tomando sus manos, él le debía lo que tenía a ese hombre que lo había perdido todo. Tenía una vida de los fragmentos que él había dejado y por esa razón se sentía culpable.

Casey sintió cierta lastima al verlo así y por esa razón se retiro por un momento de la habitación cosa que Roman agradeció. Se sentó de nuevo al lado de su hermano y tomo de la bañera el pañito, exprimiendo aquel líquido para que no goteara agua al piso.

-Vamos Ryan se que puedes oírme, ya ha sido suficiente no crees. Regresa por favor.

Pasó por su rostro aquella toallita mojada y dejo que unas lágrimas cayeran de sus ojos. Él no podía dar la orden de desconexión. Eso le arrebataría la única esperanza que tenia de verlo regresar.

Un doctor de turno pasó a monitorear al paciente y se tenso al verlo allí, Roman se giro y lo enfrento.

-No sabía que había alguien aquí ¿Dónde está Casey? –Pregunto algo incomodo.

-Tampoco sabía que trabajaras aquí Will pero es bueno verte. Casey salió un momento –Le respondió.

-Solo hago guardias nocturnas, como te dije una vez prefiero cuidar de Thomas. Solo que hoy un compañero no pudo venir y yo tome su lugar –Era compresible el hecho de cómo ese hombre tan perfecto y educado había conocido a Casey- Roman no hagas eso, es el trabajo de las enfermeras –El esposo de Casey extendió la mano para que le entregara aquel pañuelo húmedo, Roman no se hizo de rogar y se lo dio.

-Lo sé pero quería limpiarle un poco el rostro. Lo extraño tanto –Ese lado humano que pocas personas conocían era lo que había enamorado a Jess.

-Es hora de que vayas por Rina, nosotros cuidaremos de él –La sonrisa de aquel hombre le dio el bienestar que necesitaba. Era una suerte que Casey lo conociera.

Al salir de la habitación William dirigió su vista al hombre que yacía en coma sobre aquella cama, se acerco a él y tomo sus manos para luego observarse a sí mismo en uno de los vidrios que habían en el lugar. Roman camino por aquel pasillo observando venir a Casey junto con dos enfermeras más, se dedicaron una sonrisa y así continuo con su camino al exterior. Cuando la luz solar golpeo sus ojos se dio cuenta de que había pasado más de dos horas dentro de aquella instalación. Subió a su vehículo y marcho de inmediato por su pequeña hija.

En el hospital Casey entro topándose con la mirada azul de su esposo. La rubia sintió cierta electricidad recorrer su cuerpo e ignoro a las demás que se dirigieron a asear al paciente, William se levanto de su silla para acercarse a ella y al pasar a su lado la tomo de su brazo derecho jalándola al exterior.

-¿Dónde estabas? –Su voz era carente de cariño y Casey se estaba acostumbrando a ella por lo que no se sorprendió mucho.

Seguía teniendo gustos por hombre que la menospreciaban.

-Roman estaba aquí, por lo que preferí dejarlo a solas con su hermano mientras buscaba a las chicas que me ayudarían a... -El doctor subió su mano en señal de silencio y eso hizo.

-¿Lo sigues amando eh? –Casey le miro casi asustada negando con fuerza- Entonces porque aquella sonrisa en tus labios cuando entraste a la habitación. Siempre que lo ves te pones igual. ¿Acaso no soy yo mejor que él?

-Lo eres. Lo eres –Dijo la mujer tratando de no llorar.

-Por favor aquí no llores. Hay muchas personas que podrían verte. Limítate a hacer tu trabajo, ya en casa podremos hablar –Se alejo de ella mientras observaba la tablilla que tenía en sus manos, como si nada de aquello hubiera ocurrido.

Casey se apoyo contra la pared y observo las luces del lugar, sentía una cortada en su pecho que amenazaba con hacerla llorar. Ese hombre perfecto al cual todos elogiaban no era más que un mounstro disfrazado de oveja. Ella debió de saberlo, desde que lo conoció advirtió aquel mal que estaba en su interior y prefirió ignorarlo por amor, tal como había ignorado los maltratos de Roman.

Luego de limpiarse las mejillas y asegurarse de que estaba más calmada entro a terminar su trabajo. Solo había una cosa que la perturbaba en ese momento.

La hora de regresar a casa.

William tenía días insistiendo con el tema. Tenía días preguntando sobre la vida de Ryan, uno de sus pacientes en sus guardias nocturnas. Había incluso descuidado la empresa que llevaba por el simple hecho de leer el historial clínico de Roman.

Ella no lo entendía, el hombre que amaba había cambiado en tan solo unos meses. De hecho sabía que todo tenía que ver con la presencia de Roman pero jamás imagino que se complicaría tanto. Sus sonrisas al verlo y aquella amistad que mostraban eran falsas, pues el hombre solo deseaba regresar a Inglaterra para alejarlos de nuevo. No comprendía que ella había borrado de su vida a aquel hombre y que ahora al que amaba era a él.

Cuando la noche llego casi corrió por el pasillo, no quería encontrárselo y lo logro por suerte, al menos eso creia. William la vio huir por el pasillo, y aquello solo alimentaba sus celos casi bestiales. Casey pudo llegar al estacionamiento y marcharse del hospital sin enfrentarlo, comenzaba a tenerle miedo, tal como lo hizo una vez con Roman.

Al menos esa noche no discutirían ya que él tenía que cumplir su horario. Ya seria en la mañana cuando él regresara a casa que ardería aquel infierno.

Paso por la casa de Jess donde cuidaban a su pequeño Thomas y al entrar fue recibida por un caluroso abrazo por parte de Rina, una hermosa niña de ojos azules idéntica a su papa.

-Hola Rina –Le dijo y la niña le respondió.

-Hola tía Casi –Su forma de decir las palabras aun no eran tan entendibles pero era tierno escucharla hablar.

Jess trajo al niño en brazo, ya a esa hora era normal que estuviera dormido. Se lo entrego y ella le agradeció su cuidado. Roman se ofreció a manejar su auto y ella se negó, no por la molestia que se tomaría en dejarla en su casa y tener que regresar en taxi a la suya, sino por la preocupación de que Willian se enterara.

Pero no pudo convérselo, ese hombre era terco y ella lo sabía.

En el viaje iban en silencio, ni siquiera lo miraba y aquello le parecía extraño a Roman. Cuando estaciono el auto frente a su casa ni siquiera la dejo bajar, le miro a los ojos y con su voz grave le pregunto.

-¿Sucede algo Casey? –Ella negó con su rostro y apretó a su pecho a su pequeño- Sabes que lo que sea puedes decírmelo. Siempre estaré para apoyarte.

Ella asintió y dejo que unas lágrimas se escaparan de sus ojos, Roman la acerco a él y la abrazo. Ella lloro desconsolada. No tenía a quien decirle aquello que estaba viviendo. Su vida había dejado de ser una hermosa historia de amor y se había transformado de nuevo en el infierno que antes vivió.

Si en ese instante ella hubiera advertido la presencia que la observaba, si ella hubiera mirado a la ventana de su hogar, lo hubiera podido ver; sus dientes mordiendo con furia sus labios, brotando sangre de ellos. William había decido cambiar de guardia con otro colega de la institución y la observaba molesto por la situación.

Roman bajo del auto y le abrió la puerta, ella bajo sonriéndole y entonces mientras caminaban hacia la entrada se percataron de que algo estaba mal.

-¿Dejan las luces encendidas? –Pregunto Roman.

-No. Es extraño –Dijo ella.

Él la hizo caminar hacia atrás y corrió al maletero del auto tomando una llave de tubo que la chica tenía por si una emergencia y que él bien podía usar como arma. Ella le miro asustada y él le hizo una señal de silencio. Abrió la puerta y se sorprendieron al ver que no tenía pasador. Camino por el pasillo de la entrada pasando de largo la evidente soledad de la sala. En la cocina había un pequeño ruido. Agua.

El agua del grifo estaba abierta y ya estaba mojando el piso.

Casey estaba afuera con su celular listo para marcar al 911 y Roman estaba listo para usar aquella herramienta pesada en contra de lo que fuera, Casey observo su vehículo y escucho el respirar de su pequeño hijo. Esa noche predecía una gran tormenta, el cielo estaba contagiado de truenos y relámpagos.

Roman recordó con ironía cuando Jess una vez que regreso a casa le asusto con una nalgada. Él había extendido por encima de su cabeza un objeto igual y la mujer había soltado un grito de susto. Luego se disculpo por lo hecho comparándolo con su hermano. Lo odiaba, en ese entonces envidiaba la suerte de él, ignorando por completo lo importante que era para su vida.

Sus pasos se volvían más lentos, quería retrasar lo evidente. No estaba listo para agredir a alguien. Con el accidente que le provoco a su hermano era más que suficiente.

Él ya había hecho mucho daño. Porque así lo sentía.

Seguía culpándose de su pérdida una y otra vez.

Tenía una hermosa familia pero seguía sufriendo por aquel estado de su hermano. Tal vez Jess tenía razón, cuando enterraran aquel cuerpo él podría liberarse de la pena, pero no.

Él no quería que muriera.

Quería verlo despertar, quería verlo sanar.

Dio un paso rápido a la cocina y en ella encontró a un hombre con una sonrisa en sus labios. En sus manos tenía un cuchillo de acero inoxidable y lo limpiaba con una devoción inexplicable mientras que el agua del grifo caía como cascada sobre el piso. Aquel pañuelo blanco que estaba usando estaba teñido de rojo, y sus manos también.

-Roman que sorpresa el verte aquí. No te esperaba. De verdad que no –William le sonrió y Roman bajo la guardia dejando a un lado aquella llave de tubo.

-Nos has dado un susto, Casey tampoco te esperaba hoy en casa. El agua... -Señalo hacia la evidente fuente del ruido y William sonrió como si aquello no importara.

En ese momento Casey había entrado a la casa. Había dejado al niño en la parte trasera del auto y había corrido al interior. Temía por Roman y sus miedos no estaban equivocados.

Dos titanes estaban en la casa.

Uno más peligroso que él otro. Pero solo los diferenciaba algo: Roman confiaba en William, y él... Él lo odiaba sin razón alguna, fingiendo una amistad sincera, escondiendo su locura bajo una máscara de amabilidad.

-Debes irte Roman –La suplica de Casey motivo el enfrentamiento, Roman la volteo a ver preocupado y ella temblaba de miedo.

Era la hora exacta para correr o morir.

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