CAPÍTULO VEINTISIETE - RAFAEL
Jueves, 27 de septiembre del 2018
Hoy he llegado un poco antes al instituto para poder hablar con Laura. Necesito saber qué es lo que tengo de malo para que no pueda ni plantearse tener una relación conmigo.
Sé que no soy un partidazo, nunca he sido el chico más guapo de la clase y mucho menos el más sexi. Tampoco soy el más simpático, pero a pesar de mis defectos, soy buena persona y siempre la trataría como se merece. A ella nunca le habían importado mis rarezas, aunque quizás sí le molestan si somos más que amigos.
—Hola, Rafael —me saluda Carlos.
—Buenos días, Carlos —le contesto, sin mucho entusiasmo.
Estoy un poco nervioso esperando a que Laura llegue y ya llega demasiado puntual para ser ella. A lo mejor no se encuentra bien y no viene hoy a clase.
—¿Me puedo sentar al lado tuyo? Como hoy no viene Laura ni tampoco ha venido Manuela, estaremos muy solos los dos.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto extrañado.
—Las amigas de Manuela lo estaban hablando, se ha ido a pasar unos días con sus padres. Y Laura me envió un mensaje anoche pidiéndome que le pasara la semana que viene los apuntes —me informa Carlos, aunque no termino de entender de qué está hablando Carlos y el porqué avisó a este lelo y no me lo dijo a mí.
—¿Te envió un mensaje? —le digo sorprendido.
—Laura se ha ido unos días a ayudar a su hermano con la decoración de no sé qué. Tú lo sabrás mejor que yo, has estado con su hermano estos últimos días.
Mientras escucho a Carlos me voy poniendo cada vez más molesto. "Cálmate, Rafael, cálmate", tengo que decirme mientras Carlos me cuenta las nuevas noticias.
—Está bien, Carlos, pues siéntate a mi izquierda y así podré ayudarte, ¿te parece? —le ofrezco a pesar de los celos que siento, que casi me nublan el razonamiento.
—Rafael, eres el mejor, y no sabes lo que se han alegrado los chicos al verte llegar esta mañana. Haremos una fiesta en tu honor cuando acabe el semestre.
—No exageres, Carlos, y prepárate que esta clase va a ser un poco complicada.
Mientras le hablo pienso en las ganas que tengo de tener a Laura a mi lado, la voy a extrañar muchísimo, pero sobre todo, estoy molesto con ella porque avisó a Carlos de que no iba a venir a clase y a mí no me dijo nada.
***
Si Laura estuviese aquí, le demostraría que no se puede jugar conmigo como si fuese un juguete. Ni siquiera me envió un mensaje para decirme que no venía. Seguro que lo hizo porque el lunes no la avisé cuando quedé con su hermano, pero lo hice sin querer y ella lo ha hecho a posta. Está con el lelo que tengo al lado mío y luego me provoca.
Ayer en el gimnasio el propietario me tuvo que advertir para que parase. Estaba como loco, mejor dicho, me tiene loco. Al final caí en la cama rendido, pero no puedo seguir así, corriendo y yendo al gimnasio para acabar muerto por la noche. Esto se tiene que acabar, Laura tiene que entrar en razón.
¿Qué tiene Carlos que no tenga yo? Sí, es buena gente, pero yo tampoco soy malo y la he querido toda la vida. Además, ni siquiera es muy guapo y ella me dijo que yo tenía un cuerpo de pensamientos impuros. ¿Lo habrá dicho en serio? ¿Tendrá los oblicuos muy desarrollados? Pero ¿qué estoy pensando? ¿Me voy a poner ahora celoso del más tonto de la clase?
La verdad es que agradezco tener que ir guiando a Carlos en las clases, por lo menos estoy ocupado y mantengo a raya a mis pensamientos. El chico es bueno y si se lo explicas no es tan lento. También es muy agradecido, me quiso invitar a tomarme algo en la pausa, pero yo compartí un tentempié que había traído para mí y para Laura.
—¡Qué vergüenza, Rafael! Yo invitándote y resulta que tú tienes estos manjares en tu mochila.
—No exageres, Carlos —intento quitarle importancia, pero la verdad es que hoy había sacado mis mejores armas en la cocina, quería dejar a Laura alucinada.
—Laura tiene razón, es increíble cómo cocinas. No me he olvidado de la invitación de la semana que viene, aunque antes tienes que venir tú a la fiesta de mi cumpleaños. Será el viernes cinco de octubre.
—Muchas gracias, Carlos, pero no me gustan mucho las fiestas —le agradezco.
—Laura viene y me dijo que también traería a tu compañero de piso.
—Pues si Laura va, tendremos que acompañarla Jacobo y yo. Al fin y al cabo, su hermano nos ha pedido que la cuidemos —digo un poco molesto sin saber el porqué.
***
Cuando acaban las clases, los amigos de Carlos me abordan con sus tonterías: tienes que venir siempre, no nos vuelvas a hacernos esto, sin ti no es lo mismo. Pues claro que no es lo mismo, son todos unos ceros a la izquierda. ¿Para qué se matriculan en este instituto si son tan malos en ciencias? En el fondo me dan pena, seguro que en casa presumen de ser unos genios y luego llegan aquí, y se llevan un tortazo la primera semana.
Estoy muy enfadado y se nota. Creo que nunca había estado tan molesto en mi vida y lo pago con todos los que tengo a mi alrededor, aunque ellos ni se dan cuenta.
Hoy los profesores me preguntaron más de lo normal, se nota que también ellos me echaron de menos, y yo muriendo de amor. Aún no me he hecho a la idea de que no voy a ver a Laura en todo el día y la echo tanto de menos que me duele en el pecho. Cuando acabaron las clases ya no me acordaba el porqué estaba enfadado con ella y al llegar a casa sigo con un humor de perros.
—¡Hermano! Hoy he llegado antes y he intentado preparar la comida, pero no sabía qué hacer y preparé la mesa.
—Gracias, Jacobo, tranquilo, yo continuo, en un par de minutos estará todo listo —le agradezco, intentando que no se me note todo lo que me está quemando por dentro.
—¿Qué te pasa? —se preocupa Jacobo.
—Estoy supercansado —le digo buscando una excusa para mi mal humor, aunque también lo estoy de verdad.
—Me lo imagino, ¿no crees que últimamente te estás machacando mucho en el gimnasio?
—Es que tengo problemas para dormir, la cabeza trabaja sin cesar y para poder descansar, intento cansarme —le explico.
—Tienes que controlarte un poco. Por cierto, ayer me llamó Laura por la noche, tú estabas corriendo o en el gimnasio, no lo sé bien. Vendrá mañana a la hora del almuerzo para salir todos juntos a casa de mis padres. Ha tenido que ir a ayudar a su hermano a pedir unos muebles.
Mientras va hablando me cambia el humor, por lo menos la veré mañana y nos llamó para avisarnos.
Por la tarde trabajamos Jacobo y yo en el proyecto y nos vamos al observatorio astronómico. Estamos allí toda la tarde. Al principio Jacobo no entiende nada, pero le voy explicando y lo va comprendiendo. Es mucho más listo que Carlos, bueno, todo el mundo es más listo que Carlos.
Creo que no soy muy objetivo con Carlos, pero me da igual, tengo derecho a pensar lo que me dé la gana. Después de pasar al portátil los resultados de todo lo que hemos observado, se lo envío a Santiago y a Laura para que estén al tanto de lo último que hemos hecho. El proyecto, si seguimos a este ritmo, lo acabaremos antes de que publiquen la convocatoria.
***
Por la noche no puedo evitarlo y, después de ir al gimnasio y salir a correr, llamo a la Yaya. Necesito hablar con alguien y con Jacobo no puedo porque no quiero que sepa lo que está pasando y mi madre seguro que se preocuparía más de la cuenta. Mi madre es muy sensible a todo lo normal que sucede en mi vida. Una vez me vio llorando y casi no acaba con un ataque de nervios.
—Rafael, ¿ha pasado algo? —me dice la Yaya cuando descuelga.
—No, Yaya, solo quería oír tu voz.
—Tu madre tiene turno de noche, lo sabes, ¿verdad? —ella siempre nos tiene a los dos controlados.
—Sí, Yaya, por eso te llamé a ti, y porque no quería preocuparle —le digo mientras me doy cuenta lo que a veces la echo de menos.
—Tranquilo, Rafael, ya sabes que lo que me digas se queda entre nosotros, ¿verdad? —me dice con voz calmada.
—Lo sé, Yaya, no me ha pasado nada, es solo que no sé qué hacer.
—Pues cuéntamelo, quizás así pueda ayudarte —me anima.
—Yaya, últimamente, cada vez que veo a Laura, me pongo como loco —lanzo la bomba.
—¿Pero ella no está con tu amigo? —me pregunta.
—No, Yaya, son solo amigos y ninguno de los dos espera nada más del otro —le digo triste.
—¿Y cuál es el problema, mi niño? Ahora puedes decirle todo lo que sientes.
—No puedo, Yaya, se me han adelantado.
—¿Estás seguro? —me pregunta después de meditarlo unos segundos.
—Sí, hoy el nuevo se sentó conmigo en el instituto porque no entiende bien las clases y le he ayudado.
—Siempre has sido un buen chico —dice orgullosa.
—Pero ya no puedo más. No sé cómo actuar cuando la veo.
—Mantente un poco alejado, Rafael, el tiempo pone a todo en su lugar.
—Cuando me alejo, ella me busca y me vuelve loco —intento explicarle lo que está pasando sin que se haga una idea equivocada de Laura.
—Eso significa que está molesta contigo —me sorprende la Yaya con su comentario.
—Pero ¿qué dices? ¿No has oído lo que te digo? Tiene a otro y cuando quiere se acerca demasiado a mí —digo pensando en que la Yaya se está volviendo loca.
—Conozco muy bien a Laurita, lo está haciendo para castigarte. Seguro que la enfadaste con algo y ahora ella se está vengando.
—¿Y eso cómo lo sabes?
—No me has dicho que te está volviendo loco. Si lo está haciendo sin querer es otra cosa, pero si lo hace conscientemente, solo hay una cosa que puede hacer que Laura quiera hacerte tal cosa, la has cabreado.
—¿Yo? ¿Cómo? —le pregunto, porque no puedo entender qué es lo que haya podido haber hecho para que se enfadase tanto.
—No sé, a lo mejor coqueteaste demasiado con alguna chica delante de ella.
—Yaya, si cuando estoy con ella no existe nada más para mí y lo sabes.
—Pues no lo sé, Rafael. Tú eres el listo de la familia. ¿Le dijiste algo que la pudiese enojar?
—A veces nos decimos cosas, es como un juego, pero es solo eso, un juego.
—¿Ella sabe que es un juego?
—Pues claro, ella lo ha empezado.
—Rafael, ahora que tu amigo no está interesado en Laura. ¿Sabe ella que no tienes novia? —continúa la Yaya con las preguntas.
—Bueno, me imagino que sí. El martes me besó, así que pensará que no tengo novia.
—¿El martes te besó? ¿Y cuándo me lo ibas a decir? —me riñe, irritada.
—Te lo estoy diciendo ahora.
—Y, ¿por qué no estáis juntos? —me interroga como en la inquisición.
—Ella dijo que no podía tener una relación conmigo como la que yo quiero. Además, añadió que no quiere que, por culpa de esta atracción que sentimos el uno por el otro, se destruya nuestra amistad.
—Pero ¿tú eres tonto, mi niño? ¡Tan listo para algunas cosas y para otras vas muy perdido, Rafael! Sabes que te quiero, cariño, pero no se te ha ocurrido pensar que el problema que tiene Laura contigo es que no te quiere compartir con otra.
—Yo no quiero a otra, Yaya, tú sabes que yo solo la quiero a ella, desde siempre.
—¡Ella no lo sabe! Rafael, mañana cuando veas a Laura, tienes que hacerle entender que no tienes novia, que nunca la tuviste y que si se lo dijiste a tu amigo era para que no insistiera con eso de buscarte una chica, porque tú solo la querías a ella y no querías a otra, solo a ella. ¿Lo entendiste? —me riñe.
—Sí, Yaya, pero ¿qué pasa con Carlos? —le pregunto, porque yo tengo mis dudas con todo lo que me está contando.
—¿Quién es Carlos? —se extraña la Yaya.
—Su nuevo novio —le contesto enfadado.
—¡Pero qué tonterías estás diciendo! Ese Carlos seguro que no te llega ni a la suela de los zapatos. ¿Qué podría hacer Laura con ese Carlos? —me contesta.
En situaciones así siempre sale mi Yaya la leona, para ella yo soy el mejor, sin importar lo ridículas que parecen algunas comparaciones.
—Pues la verdad es que no quiero ni pensar lo que pueden hacer, Yaya, solo de pensarlo me vuelvo loco de celos —admito.
—¿Y por qué iba a besarte a ti, si estuviese con ese Carlos? ¿Por qué no le preguntas a ella? Te ha dicho que está con él.
—Yaya, hay cosas que no hace falta decirlas.
—Y otras que sí, Rafael. Prométeme que hablarás claramente de estos temas con ella cuando puedas.
—Está bien, lo intentaré. Pero no podré hacerlo hasta el lunes, porque según me dijo Carlos, mañana no vendrá a clase, al igual que hoy. Ha tenido que ayudar a su hermano. Así que la veré el fin de semana. Pero estaremos con Jacobo en la casa de nuestro amigo. Creo que será mejor esperar al lunes después del almuerzo —digo poniendo énfasis en la palabra Carlos.
—Cuando tú quieras, Rafael, pero no la molestes más. Esa niña lo ha pasado mucho peor que tú, no lo olvides. No la enfades y si sale el tema de la novia, niega rotundamente que tengas o hayas tenido una. Lo has entendido, ¿verdad?
—Claro, Yaya, y como siempre, gracias por tus consejos. Eres la mejor.
Cuando acabo de hablar con la Yaya y charlar un poco con el peludo, me voy a acostar, el gimnasio está haciendo su efecto y estoy rendido.
Jacobo está tan entusiasmado como yo con el proyecto. A mí me ha venido genial, me hace pensar en otra cosa que no sea Laura, mi Laura.
Si la Yaya tiene razón y lo que está es celosa, le compensaré por todo lo que ha tenido que pasar estas semanas. Si yo me estoy volviendo loco, imaginando en lo que puede que haga con Carlos y no sé a ciencia cierta si están juntos o no, no quiero ni pensar lo que se me pasaría por la cabeza si supiese por ella que tiene novio. En cuanto la vea, prometo comportarme como un caballero.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro