CAPÍTULO VEINTINUEVE - RAFAEL
Sábado, 29 de septiembre del 2018
Estoy soñando con ella, últimamente siempre sueño con ella y en mis sueños puedo tocarla y puedo besarla cuanto se me antoje.
—¡Arriba, chicos! —escucho sin aún despertarme.
—Laura, estamos durmiendo. No me abras los ojos —le contesta Jacobo.
—¡Peludo! ¡Arriba! —exclama Laura, demasiado energética para mí a estas horas de la mañana.
—Laura, son las seis, ¿por qué no vas a dar una vuelta? —está claro que Jacobo no está en mi sueño, me he despertado.
—Es que me he desvelado, en mi cuarto no se pueden cerrar las persianas, no hay cortinas y entra mucha luz. Déjame un trocito de cama. Por favor —dice mimosa.
—¿Por qué no molestas a mi hermano? Seguro que si te acuestas en su cama ni se entera. Anoche estuvo escribiendo hasta tarde en el portátil. Yo me quedé dormido, pero sé que se acostó mucho más tarde que yo. Además, su cama tiene un metro y veinte centímetros de ancho y la mía no llega al metro.
—No creo que esté bien, Jacobo, me dijiste que lo estaba pasando mal —le contesta Laura tan bajo que casi no puedo oírla.
—Pues por eso mismo, a ver si cuando se despierte, recibe un poco de cariño y se le pasa.
—Jacobo eres un... —protesta Laura.
—Laura acuéstate y cállate —le interrumpe Jacobo dada por terminada la conversación.
Unos segundos más tarde tengo a Laura en mi cama, acurrucada junto a mí. Yo he oído la conversación, pero me estoy haciendo el dormido. La verdad es que me gusta sentirla a mi lado, aunque no me siento muy cómodo en esta situación. A los cinco minutos la respiración de Laura se hace más lenta y fuerte, entonces me relajo y vuelvo a caer en un sueño profundo.
—¡Tortolitos! ¡Laura! Venga, que son las nueve —me molestan otra vez.
¿Es que no se puede dormir en paz en esta casa?
—¿Jacobo? Déjame —le contesta Laura, mientras yo me pongo tenso al notar que está apoyada en mi pecho.
—Laura, despierta, amiga —le repite, bajando el tono de voz.
—Está bien, pesado, me he quedado totalmente dormida. No pensé que fuera dormirme otra vez —susurro, mientras se separa de mi cuerpo.
—¿Jacobo? ¿Laura? —intervengo esta vez, mientras les doy la espalda y me tapo con la manta.
—Venga, dormilón, vamos a desayunar y sin ti no es lo mismo —me dice Laura mientras intenta tirar de mí para que me levantase.
—Anoche, antes de dormir, lo preparé todo, no me necesitáis —le contesto.
—Venga, Rafael, no vamos a comer sin ti —se queja Jacobo.
—Pues acostaos aquí —les ofrezco.
Mientras hablo tiro del brazo de Laura que está a mi lado y la obligo a acostarse otra vez en la cama y entretanto le paso mi brazo por encima.
—Joder, Laura, ¡qué bien hueles! —exclamo mientras entierro mi nariz en su pelo.
—Hermano, es la primera vez que te oigo decir un taco —se asombra Jacobo
—Silencio, por favor —digo esperando que se vuelva a acostar para yo poder quedarme un rato al lado de mi Laura.
—Venga, hermano, que no dejas que Laura se pueda levantar, la vas a asustar —se queja Jacobo.
—Tranquilo, Peludo, yo aprovecho y toqueteo estos bíceps —murmura Laura, palpándome el brazo.
—Estáis fatal los dos. Menudo grupo más raro hacemos, todos necesitados de amor —afirma Jacobo antes de empezar a reírnos los tres.
Esta vez soy yo quien se levanta.
—Arriba, Laura. ¿Sabéis que sois unos pesados? Anoche me acosté a las cuatro de la mañana y después de la semana que llevo, de verdad que necesitaba dormir. Peludo, ayer me dijiste que nos levantaríamos a las diez.
—Pero, hermano, nunca te despiertas después de las siete, ¿estás enfermo? —se extraña Jacobo.
—Lo que estoy es muerto, pero, aunque hayan sido pocas horas, hoy el sueño ha sido reparador. Laura, hoy estás muy guapa. Voy a preparar todo para desayunar. Dadme diez minutos y podéis venir a la cocina —les digo mirando a Laura mientras salgo en dirección al baño.
No tardo nada en lavarme la cara, cambiarme de ropa y prepararme para salir como el adonis que soy. Me pongo hasta colonia, una de hombres que está debajo del espejo. Creo que la última vez que me puse colonia fue en el cumpleaños de mi madre.
Necesito que Laura pueda ver mi mejor versión. Ya no existe marcha atrás. He hecho lo que me ha aconsejado la Yaya y la he tratado como se merece.
Anoche, el resultado no fue el esperado y me lo hizo pasar muy mal, pero esta mañana me recompensó con creces. Dormir junto a ella ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, incluso mejor que cualquier beso de los que nos hayamos dado. Debería poder levantarme así todos los días, respirando su aroma y sintiendo su cuerpo junto al mío.
Cuando llego a la cocina me espera una nota de los padres de Jacobo que me agradecen el desayuno que preparé para ellos la noche anterior. En realidad ha sido tres horas antes de que se lo tomasen, pero eso ellos no lo saben.
Los padres de Jacobo son geniales, me pidieron que les hiciese una lista con las cosas que necesitaría en la cocina y me lo han comprado todo. Me han dejado un estante en la cocina para mis cosas y un trocito de nevera. La verdad que me hacen sentir como en casa.
En cinco minutos he preparado el desayuno y mientras espero a que lleguen los chicos, hago café para Jacobo y té del dragón para Laura, este último se lo sirvo con un poco de leche, seguro que le va a gustar.
—¡Buenos días, dormilón! —saluda Jacobo.
—¡Buenos días, hermano! —le devuelvo el saludo, ofreciéndole su taza de café.
—Has visto a la asistenta nueva. Ya le eché en cara a mi madre que cómo se le ocurría contratar a chicas tan guapas para trabajar en casa—me dice buscándola con la mirada.
—Yo he estado solo en la cocina —le contesto mientras él sale en su busca —y con chicas como tú delante es imposible que pueda mirar a otra —le digo a Laura, entretanto Jacobo no puede oírnos.
—Rafael, por favor, no me avergüences —me suplica Laura.
—Si no he hecho nada, ni siquiera me he acercado a ti, únicamente he dicho la verdad —me defiendo, regalándole mi mejor sonrisa.
—Pues que sepas que lo echo de menos —me susurra mientras ella se acerca.
—Laura, ¿qué quieres de mí? ¿Quieres que me vuelva loco?—le pregunto sin saber si debo apartarme o besarla.
—Pero un poco, Rafael —me dice mientras me acaricia el pelo y yo la dejo hacer, porque no hay nada más agradable que sentirla.
Me muero por besarla y me doy cuenta de que ella a mí también. Cierro los ojos y solamente siento su tacto en mi piel, únicamente los abro cuando oigo los pasos de Jacobo que regresa a la cocina y Laura retrocede.
—Hermano, la chica nueva trabaja por la tarde, mejor, así podemos recrearnos durante la fiesta —me dice Jacobo sin darse cuenta de lo sucedido minutos antes entre Laura y yo.
—Vamos a comer, Peludo, que ya es tardísimo y me muero de hambre —le contesto sin saber qué decir.
Laura tiene ese efecto en mí, me deja sin palabras.
—¿Esto es para mí? ¿Qué es? —pregunta Laura, tomando el té que le he preparado.
—Pruébalo y ya me dices —le digo en tono cariñoso, porque no quiero que esté molesta conmigo, no quiero que me castigue más.
—Esto está buenísimo, Rafi —dice Laura al probarlo.
—Solo le he puesto leche a tu té.
—¿Cómo no se me había ocurrido a mí antes? Eres el mejor, de verdad.
—¿Eso significa que me perdonas? —le digo sin atreverme a mirarle a la cara.
—Perdonarte, ¿el qué? —me pregunta extrañada.
—Todo o nada, cualquier cosa que haya hecho o dicho que te haya molestado —intento explicarme mientras desvío la mirada.
—Eso lo dice por lo de esta mañana, amiga, mi amigo es un oso y cuando intentamos despertarlo se abalanzó sobre ti como tal —dice Jacobo sin ningún tipo de tapujos.
—Para eso están los amigos, Rafael, no hay nada que perdonar —me contesta incómoda.
—Por cierto, hermano, mi primo viene esta tarde. Son familia de mi padrastro porque ni por parte de mi madre o mi padre tengo primos. Mi primo es un mujeriego sin remedio, pero la sorpresa es que viene su hermana, mi prima, otra que se tira a todo lo que se mueve. En cuanto te quites la camisa no tendrás escapatoria.
—¿Qué significa que no tendré escapatoria? ¿Debería tener miedo? Y ¿por qué me voy a quitar la camisa? —le pregunto sin saber de qué está hablando Jacobo.
—Esos son muchas preguntas para contestar tan temprano. Lo primero que quiero resolver es tu problema con el gimnasio. Estoy seguro de que si mi prima te dedica una hora de su tiempo acabarás durmiendo como los ángeles —continúa Jacobo mientras devora el desayuno —y no hermano, no debes tener miedo. Lo de la camisa es solo una táctica, yo te tiro una copa encima, tú te quitas la camisa manchada y ya tendrás a mi prima prendada de ti. Además, no puede ser muy difícil. Es bastante buscona y en casa solo habrá familiares, así que, aunque fueses vestido de arlequín, seguro que cae.
—Jacobo, eres un pirado. No me voy a acostar con tu prima —me molesto un poco, intentando buscar la mirada de Laura.
—Te vendría genial y aún no la conoces. Es preciosa y muy divertida —me contesta sin darse cuenta de la cara que ha puesto Laura.
—Y se ha tirado a la mitad del vecindario —le replico sin entender a qué viene esta conversación delante de Laura.
—No hables así de mi prima —me riñe.
—Pero si lo acabas de insinuar tú —le contesto más perdido que antes.
—Pues por eso mismo, que yo la llame buscona, ya es suficiente, al fin y al cabo, es la hija de mi tía —me dice y me pica el ojo.
En el desayuno solo hablamos Jacobo y yo, Laura está pensativa y casi no come. Le pregunto si le pasa algo, pero responde que solo está un poco cansada.
Luego salimos a alquilar los esmóquines. El padre de un amigo de Jacobo tiene una tienda donde los alquilaban y nos hace un buen precio. Laura, mientras tanto, se queda en la piscina disfrutando del día y leyendo un poco.
Por el camino, Jacobo no para de darme consejos, está preocupado por mi salud, o eso es lo que me dice. Cuando empieza a decirme que tengo que hacerle una visita a mi novia el siguiente fin de semana, le cuento la verdad, bueno, no del todo, pero la versión que puedo contarle. Le explico que no tengo novia y que llevo enamorado de una chica toda la vida, pero que hace casi cuatro años que no la veo. Él no sabe que contestar y yo cambio de tema.
Cuando llegamos a la tienda, nos probamos varios esmóquines y luego nos preparan los que hemos escogido. Al salir Jacobo se planta delante de mí, me ofrece que me siente en un banco del parque que está en frente de la tienda y me mira fijamente.
—Hermano, ¿de qué tienes miedo? ¿A qué te rompa el corazón? Pero si ya estás hecho polvo —me dice preocupado mi amigo.
—Hoy estás muy raro, Jacobo —intento que no siga con ese tema otra vez.
—Y tú desde hace una semana, amigo, y no puedo verte así más tiempo. ¿No viste lo celosa que se puso cuando te hablé de mi prima?
—Deja ya lo de tu prima, sabes que no voy a hacerlo —le contesto abatido.
—Estoy hablando de Laura, no de mi prima. Te estoy diciendo que se puso celosa, que no habló y casi no comió. Si hubieses visto cómo se dejó dormir en tus brazos estamañana.
—Jacobo, ¿qué me quieres decir? —le pregunto, porque creo que yo no soy el único que se está volviendo loco.
—Laura está colada por ti. ¿Qué te detiene? Me contaste que no tienes novia y que llevas toda la vida enamorado de una amiga que ya no está contigo. Si ella te quisiese también, se alegraría de que pudieses seguir con tu vida, créeme.
—No es eso, Jacobo, ese no es mi problema —intento salir de esta situación, aunque sé que no va a ser fácil.
—También sé que le dijiste a Laura que tenías a alguien, pero que lo hiciste porque querías que yo fuese feliz con ella, pero eso no sucederá nunca, amigo.
—¿Lo sabes? —le digo mientras mis ojos se llenan de lágrimas.
—Lo sé, hermano, y puedo entender tu sufrimiento después de preparar una cena romántica para nosotros, renunciando a ella, para que llegue el Carlos ese —Jacobo hace una pausa, pero al notar que estoy a punto de llorar sigue hablando —y te la quite delante de tus narices. Hermano, ella no tiene nada con ese Carlos, son solo amigos, únicamente intenta ponerte celoso para que reacciones, para que le demuestres que te has olvidado de la otra chica y ahora solo está ella.
—Es ella, es Laura —digo conteniendo las lágrimas.
—Ya sé que es ella, Rafael, y no tienes que sentirte culpable, ella es especial y ha desplegado todas sus armas para atraparte.
—No lo entiendes, ha sido siempre ella.
—Hermano, no me asustes, ¿te has vuelto loco? —se preocupa Jacobo, que sigue sin entenderme.
—Jacobo, Laura es mi alma gemela desde que tengo seis años —le digo sin poder evitar que las lágrimas corran por mis mejillas.
—Ahora sí que me has asustado. Rafael, sabes que lo que me estás diciendo no tiene sentido, ¿verdad?
—Yo no soy quien digo ser, Jacobo, mi madre y yo tuvimos que huir hace cuatro años —le explico un poco más tranquilo.
—Entonces, ¿conocías a Laura...?
—Desde siempre —le digo sin dejar que termine la frase.
—¿En serio? —me pregunta, empezando a entender lo que le estoy diciendo.
—Por eso la saqué el día de la fiesta a que tomara el aire, cuando me reconoció, entró en estado de shock y casi no podía hablar.
—¿Qué pasó?
—Cuando nos sentamos uno al lado del otro, no me pude resistir y la besé. Pero rápidamente me di cuenta de mi error y me separé. Luego me excusé con una novia.
—¿Por qué?
—Bueno, era tu chica. Llevabas toda la semana hablando de ella y no quería que sufrieras.
—Nosotros no teníamos nada, Rafael.
—Pero estabas interesado en ella y para mí eso era suficiente.
—Y, ¿ahora?
—Lleva una semana volviéndome loco. De repente, aparece con Carlos o, cuando nadie nos ve, me besa o me acaricia. No puedo ni dormir. Por eso voy a correr y me machaco en el gimnasio. Intento no tener fuerzas para cuando ella venga a buscarme, yo no pueda mover ni un dedo para tocarla.
—Estás jodido —me dice preocupado.
—Lo sé.
—Sabes que la culpa es solo tuya. Si tienes novia, porque has pasado de ella, y si no la tienes, porque preferiste entregármela a mí y preparar esa cena romántica en contra de tus sentimientos. Me preferiste a mí antes que a ella. En cualquier caso, esta guerra la vas a perder.
—¿Qué puedo hacer? —le digo, necesitado más que nunca de cualquier consejo.
—No me malinterpretes, hermano. Ha sido un gesto muy bonito que prefirieses que yo fuese feliz, aunque renunciases al amor de tu vida. Sin embargo, Laura no lo ve así. Ella debería de sentir que es la prioridad número uno, que no hay nada más importante para ti.
—Y es lo que pretendo. Desde que regresó ayer, intento tratarla bien, que vea que para mí es lo más valioso, pero cada vez que puede, se venga de mí.
—¿Se venga de ti? —Jacobo no da crédito a lo que le estoy contando.
—Sí, como diciendo "así sabes lo que te pierdes". Ayer en la piscina de tu amigo se me tiró encima y yo no tengo fuerzas para apartarla de mí. Le digo que me deje, que no me busque, que me dé una tregua, pero ella sigue jugando conmigo.
—Pues sí que está cabreada, hermano, ahora te toca apechugar. No creo que le dure mucho el berrinche, aunque conociendo a Laura, puede que tarde varias semanas en dejar de estar enfadada.
—¿Varias semanas? Yo te prometo, Jacobo, que si esto no acaba pronto, terminaré volviéndome loco o haciendo algo de lo que luego me arrepienta y ella nunca me perdonará.
—Tampoco exageres, si ella te busca y haces algo que no debes, posiblemente, ella también lo quiera —me dice mientras me picaba el ojo.
—No debo tratarla así, se merece que la trate como la princesa que es.
—Está jugando contigo, Rafael. ¿Qué pasa si le sigues el juego para ver hasta dónde te lleva? ¿Crees que será tan malo? No se puede reprimir tanto las necesidades de un hombre, y cuando digo hombre, quiero decir persona, hombre o mujer.
—Ella no se merece eso —le repito serio.
—A lo mejor es lo que quiere. No sé si te has fijado, pero a veces te mira como si fuese a comerte. Mi amiga tiene, como dice ella, pensamientos impuros contigo, chaval, y vas a tener que espabilar, porque si te duermes en los laureles, al final llegará otro y le dará lo que ella necesite.
—¿Tú estás loco? Estamos hablando de Laura, mi Laura.
—Sí, pero incluso tu Laura es una chica de casi dieciocho años. Eso que estás reprimiendo es algo natural, Rafael, lo sabes, y estoy cien por cien seguro de que ella también lo siente.
—Si estuvieses en mi lugar, ¿qué harías? —le pregunto.
—Si estuviese en tu lugar, ya me la habría tirado.
—¡Jacobo! —me enfado.
—Hermano, si estuviese en tu pellejo no saldríamos de la habitación los fines de semana, pero si te refieres a qué haría si yo fuese tú, puesto que tú no harías eso, te recomiendo que recojas sedal.
—¿Pero qué me estás diciendo, hermano? ¿Sabes que recoger sedal es tener sexo espontáneamente? —le digo yo sin poder contener la risa.
—No doy una, perdóname, amigo —dice riendo él también—, me refería a dar marcha atrás. Intenta ser dulce con ella cuando estemos todos y cuando te quedes a solas con Laura, desaparece. Pero deja de machacarte tanto en el gimnasio que vas a acabar mal. Yo me haré el idiota, así se cortará delante de mí y cuando yo me vaya, te vienes detrás de mí y ya está. Eso sí, evita ponerla más celosa ni que piense que alguien es más importante para ti que ella. En quince días todo esto será historia, tú habrás sobrevivido y serás más feliz de lo que nunca pudiste imaginar, pero por ahora, amigo, mantente alejado de ella cuando estéis solos.
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