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CAPÍTULO TREINTA Y OCHO - JACOBO

Miércoles, 3 de octubre del 2018

Cuando salgo de la furgoneta, empiezo a sentir lástima por el idiota que nos apunta con el arma. Solo son tres y a este no le quedan sino unos minutos. Mi hermano se lo va a merendar con patatas. No sé el porqué lo están buscando, pero sí sé que nunca dejaría que nos pusiesen un dedo encima y entonces lo veo en sus ojos, está concentrado y sus músculos se tensan. Para él ahora la prioridad número uno es salvarme a mí.

Dos minutos después, el orangután está inconsciente, amordazado y atado. Rafael saca un móvil retro, este chico es friki hasta para los móviles, y hace una llamada. Me hace señas para que me mantenga agachado y alguien contesta al teléfono.

—Friki, en la furgoneta son tres, uno está neutralizado, tiene una pierna partida y está inconsciente. Me he quedado con su arma. El conductor es el que manda y habla también alemán —luego hace una pausa, seguro que está hablando con Santiago porque no creo que conozca a muchos más frikis.

En realidad, podría conocer a más frikis, pero no creo que se atreviese a llamarlo así.

—Mi hermano se queda con este teléfono, ya sabes dónde está, manda a alguien de confianza a recogerlo. Tienen a dos policías de su lado, no te fíes de nadie, solo de personas de máxima confianza.

Otra vez hace otra pausa para poder escuchar a la persona que está al otro lado de la línea.

—Tengo la dirección de entrega para las próximas veinticuatro horas, el molino veintidós, no me sé la ciudad, pero no puede estar lejos porque nos tendrán que llevar en coche. Envía también gente de confianza. ¿Cómo va la operación? —de nuevo se hace el silencio unos segundos porque está escuchando lo que supongo que le dice Santiago.

Joder, es impresionante lo que han montado estos dos en unos minutos.

—Friki, te quiero, eres el mejor, estoy en deuda contigo. Ahora voy a salvar a la princesa. Sería bueno que no solo sea operación salvarnos, sino también atraparlos, ya me entiendes.

Tengo mil preguntas y no veo la hora de poder hablar con Rafael, aunque entiendo que se tendrá que ir con Laura, puesto que todo esto no ha acabado aún.

—Cuídate tú también. Te lo paso —dice antes de darme el teléfono y se va corriendo hacia la furgoneta como diablo que se lo lleva el viento, sin despedirse siquiera.

—Amigo —me dice el hermano de Laura que, por lo visto, tal y como he imaginado, ha estado hablando con Rafael segundos antes—, intenta no decir nombres ni lugares, solo te voy a pedir dos cosas. Primero, apaga tu móvil completamente. Cuando lo hagas, en tu nuevo teléfono hay un número grabado como Vodafone, es el de la madre de tu amigo, la llamas y la tranquilizas, mientras yo voy a enviar a un equipo para que te vaya a buscar y te traiga a un sitio seguro, yo iré a buscarte luego y estaremos juntos. ¿Te parece?

—Lo que tú digas —le contesto un poco extrañado de todo lo que estos dos han organizado para salvarnos en tan poco tiempo.

—¿Cómo está ella? —pregunta, preocupado.

—Ella está bien, además, mi amigo se va a comer a esos dos con patatas —le contesto muy seguro.

—¿De verdad lo crees? Yo tengo un poco de miedo de que les pase algo a alguno de los dos.

—Ten miedo por los otros tipos. Si vieses a nuestro amigo en acción, verías que hasta Rambo le debería de temer. Tranquilo, yo llamo a la madre y tú haz lo que tengas que hacer, que mi hermano cumplirá con la parte que le toque —le digo con orgullo.

—Vale. En quince minutos estarán ahí dos equipos, uno se llevará al maleante. Por favor, pase lo que pase, no te quites los zapatos.

—¿Por qué? —pregunto sin entender nada.

—Te lo explico luego.

—Vale, no me moveré y me quedaré con los zapatos puestos.

—Ellos te dirán Pinocho y tú dirás Pepe Grillo.

—Pepe Grillo —repito mi contraseña.

—Cuídate y nos vemos en un rato —me dice esto y me cuelga.

El maleante, como lo ha llamado Santiago, sigue inconsciente. La furgoneta ha salido chillando ruedas. No sé qué les habrá contado Rafael, pero salieron a toda velocidad. Es increíble con la determinación que ha venido a salvarnos, sin saber lo que se iba a encontrar dentro del vehículo. Desde que lo vi, el miedo se transformó en curiosidad por saber cómo acaba esto. Normalmente, yo siempre he evitado las peleas, pero con Rafael me siento tan seguro que no me importan, sé cómo van a terminar, muy mal para la otra parte.

Primero apago mi móvil y luego tomo el teléfono viejo que me ha dado Rafael. Encuentro el número que me dijo Santiago en el teléfono y le doy a la tecla de llamar. Al segundo tono alguien contesta.

—Buenas noches, señora —es la primera vez que hablo con la madre Rafael y quiero ser educado.

—¿Con quién hablo? —dice en un tono neutral.

—Soy un amigo de su hijo.

—¿Ha pasado algo? —dice un poco nerviosa, aunque se nota que es una mujer fuerte y que no pierde los nervios con facilidad.

—No, solo nos han raptado, pero su hijo me ha salvado y me han pedido que la llame para informarla de todo.

—¿Están todos bien? ¿Cuántos eran? ¿Cómo son? ¿Cómo está él? ¿Y ella? —me imagino que con ella se refiere a Laura.

—Todos bien, ellos siguen secuestrados, eran tres, pero ahora son dos —intento contestar a todo lo que me ha preguntado.

—¿Son grandes y musculosos? —me pregunta, como si eso fuera lo más importante de todo.

—La verdad es que sí, como orangutanes —contesto pensando que no puedo mentirle en una situación así.

—Menos mal —contesta para mi sorpresa.

—Pero no se preocupe, su hijo es muy diestro a la hora de defenderse o defendernos a nosotros —le consuelo.

—Lo sé y si son unos orangutanes los destrozará, lleva preparándose para esto los últimos años.

—¿Por qué?

—Eso te lo tendrá que contar él cuando regrese. ¿Cuál es el plan?

—Yo solo espero aquí y la llamo a usted, pero el pequeñajo y su hijo han trazado un plan que desconozco.

—Sí, a mí me han hecho desaparecer. ¿Dónde está ahora?

—Únicamente sé que volvió corriendo para estar con ella y no dejarla sola. Creo que quería quitarme del medio, porque para ellos no valgo nada y que lo único que tienen es a ella, no saben quién es él.

—¿Y tú?

—A mí me ha contado poco, solo que se conocían antes y lo hizo porque estaba fatal y se tuvo que desahogar. Ya sabe que a veces es muy introvertido.

—¿Tan mal estaba? —ahora si distingo un poco de preocupación en su voz.

—Bueno, él es demasiado bueno. Intentó quitarse del medio porque pensaba que había una posibilidad entre ella y yo y no me quería hacer daño. Es la mejor persona que conozco. Pero entre ella y yo solo puede haber amistad, es como mi hermana.

—¿Y ahora? —me pregunta, por lo que veo es de mucho escuchar y poco hablar.

—Ella no se tomó muy bien que me pusiera a mí en primer lugar y no a ella y se lo ha hecho pasar fatal.

—Sí, tiene carácter, se parece a su madre. Nosotras éramos amigas —me dice como si estuviese hablando de su hija, mostrando el orgullo de una madre.

—Pero no se mete con él, más bien lo busca y al final acaban los dos hechos polvo. Creo que el problema es que se quieren demasiado —intento explicarle algo que ni siquiera yo acabo de entender.

—Vas a tener que cuidarla mucho, ha estado muy sola —me dice en tono más serio del que ha usado anteriormente.

—Bueno, también lo tiene a él.

—Nosotros tendremos que volver a desaparecer y puede que pasen años hasta que pueda volver.

—Sin embargo, ni ella ni yo podremos vivir sin mi hermano —lo de hermano se me escapa, pero es cierto y nunca dejaré que Rafael se vaya.

—No sé cómo se desarrollarán los acontecimientos, pero lo que tenga que pasar, pasará y estoy segura de que él nunca os expondría a un riesgo, si puede evitarlo. Lo has hecho muy bien, veo que eres un chico listo. Cuídate y gracias.

—¿Gracias? —le pregunto, ya que no entiendo qué es lo que me agradece.

—Por hacer que se sienta tan feliz, además de ella, eres lo mejor que le ha pasado en años.

—El placer es nuestro —digo esto y cuelgo porque las lágrimas me caen por las mejillas sin poder controlarlas.

Nunca permitiré que Rafael se vaya, nunca. Mi vida ahora es maravillosa. Es la primera vez en años que no tengo novia y no lo echo en falta.

Ahora que vuelvo la vista atrás, nunca he tenido un amigo como Rafael, una persona que, pase lo que pase, siempre será tu amigo. Para él yo soy prioritario, por encima de hasta él mismo. Lo que hizo por mí y por Laura no lo hubiese hecho nadie, ni un hermano de verdad si lo tuviese.

Además, me siento seguro y sé que nunca haría nada que pueda perjudicarme. Lo que no entiendo es que habrá pasado para que tenga que huir, ¿habrá matado a alguien? Eso sería imposible, la naturaleza de Rafael es ayudar a la gente, no matarla. No quiere decírmelo para evitar riesgos innecesarios, dijo la madre, por lo que en realidad es él el que está en peligro. ¿Y por qué no van a la policía? Bueno, Rafael también le dijo a Santiago que nada de policía.

De repente oigo unos pasos.

—Pinocho —dice una voz detrás de un árbol.

—Pepe Grillo —contesto yo.

—¿Dónde está el sujeto? —me pregunta un señor de unos treinta años vestido de negro.

—Está ahí —le digo señalando al orangután que una hora antes me apuntaba con su arma —respira, pero creo que todavía está inconsciente.

—Muchas gracias. Acompáñeme que mis compañeros se harán cargo de él. A usted le están esperando. Además, cuando lleguemos al vehículo, debería hablar con la persona que le dijo que vendríamos a buscarlo.

—Vale, muchas gracias a vosotros.

En cuanto veo el coche, me sorprende que sea uno de lo más normal, de alquiler, de esos de los que hay millones en la carretera y pasa desapercibido. Estos chicos piensan en todo. Cuando me acomodo, llamo a Santiago.

—¿Hola? —dudo, porque no estoy seguro si ha dado tono o no.

—¿Cómo estás? —me pregunta Santiago.

—Bien, aunque un poco preocupado.

—¿Y su madre?

—Bien, se han preparado para esto los últimos años, parece que, si desaparece el efecto sorpresa, la situación se ve con cierta normalidad.

—No te preocupes, como bien has dicho, se han preparado para esto los últimos años.

—No es eso lo que me preocupa, sino lo que viene después.

—¿A qué te refieres? —me pregunta el ahora también preocupado Santiago.

—Pues que desaparecerá y puede que no lo volvamos a ver en años.

—¿No oíste lo que dijo? —ahora soy yo quien no entiende nada—. No solo operación salvarnos, sino atraparlos. Se refiere a descubrirlos.

—¡Ah! ¿Y cómo vais con esa operación? —le pregunto un poco más aliviado.

—Mejor de lo que esperaba. En la dirección que me dijo nuestro amigo está la persona que suponíamos que podría estar detrás del secuestro, pero no queremos hacer nada todavía hasta que estén todos a salvo. Además, tenemos a uno de los orangutanes, como tú los llamas, y lo hemos investigado, y con la matrícula que me envió por SMS tu hermano, ya tenemos identificado al conductor y su teléfono está vigilado.

—Por favor, haz lo que sea para atraparlos, ni tu hermana ni yo vamos a renunciar a él. Lo entiendes, ¿verdad? —le pido con el corazón encogido.

Media hora después y tras un cambio de vehículo, me encuentro con Santiago. Luego, los dos, nos vamos caminando por el centro comercial de una ciudad vecina. Nunca había estado aquí.

En el centro comercial nos subimos a un ascensor y nos vamos a un apartamento dentro del mismo edificio. En cuanto Santiago abre la puerta, nos entramos a una especie de Frikilandia. Está todo lleno de ordenadores, teléfonos móviles y analógicos y muchos papeles, pero todo pulcramente ordenado.

—¡Bienvenido a nuestro centro de operaciones! —me dice con una sonrisa.

—¡Esto es alucinante! ¿Qué hacemos ahora? —le pregunto, impresionado.

—Mi cuñado se ha preparado bien. Tiene un micro instalado en el vehículo y se oye todo lo que están hablando. Hay parte que no entendí, porque el alemán nunca me interesó, pero él me lo ha explicado cuando me llamó. Estamos escuchando lo que sucede en el secuestro y tenemos la dirección que nos dio Rafael.

—¿Cómo lo sabes?

—Está transmitiendo a este micro y además de grabarse la conversación, simultáneamente se transcribe en este ordenador. Lo bueno es que no tienes que estar pendiente del micro, también lo puedes leer.

—¿Sabes dónde están ahora? ¿Por qué no envías a un par de gorilas para que los saquen?

—Rafael se encarga del trabajo de campo, es decir, estoy siguiendo su plan. Ellos, al igual que tú, tienen un GPS en uno de sus zapatos. Además, le ha puesto uno también al vehículo que los transporta. Tiene algunas cámaras encima, pero no las ha utilizado, imagino que cree que todavía no es necesario.

—Eso es lo que estaba haciendo todo el día entrando y saliendo de casa. Si al final conseguimos que se quede, habrá valido la pena —pienso en voz alta, de repente empieza a encajar todo.

—Tendrá que desaparecer, aunque sea, unos meses, hasta que todo esté cien por cien seguro.

—Y ahora, ¿qué hago yo para ayudar? —me ofrezco, porque necesito hacer algo y sentirme útil.

—No sabrás hacer algo de eso que hace Rafael en la cocina, ¿verdad? —me pregunta Santiago con esperanza en la voz.

—Santiago, si yo supiese hacer algo así, estaría montando restaurantes como loco por todo el país, para luego pasar a todo el continente.

—Pues con un sándwich me conformo. No como nada desde el mediodía y ya me he levantado demasiado tiempo de esta silla. Te fui a buscar porque no quería que nadie supiese dónde estamos.

—Voy a hacer dos especialidades de las mías. Ya veo que tienes esto a reventar —digo al entrar en la cocina.

—No sé cuánto tiempo voy a estar aquí y no me gusta pasar hambre.

—Muy buena filosofía. Lo de pasar hambre tampoco es lo mío y gracias a Rafael lo he evitado desde que llegué a la facultad, puesto que soy un desastre con todo lo relacionado con la casa y mi hermano es todo lo contrario.

—Por eso no entiendo cómo os podéis llevar tan bien. El chico te adora. Lo sabes, ¿verdad?

—El amor es mutuo. Además, nos complementamos, no sé en qué lo complemento yo, pero él tiene todo lo que a mí me falta —le explico, haciéndonos reír a los dos.

Imposible que en una situación como la actual, nos dé por reírnos como si no pasase nada, pero a veces, es bueno para disminuir el estrés.

—Esto está bueno, Jacobo —me dice Santiago, refiriéndose a los sándwiches que acabo de preparar—. Pensé que iba a ser algo incomible.

—Hombre de poca fe.

—Tú lo haces más humano, menos friki, y eso, para una persona como Rafael, es más importante de lo que te imaginas. Lo sé porque Laura también lo humaniza —me dice Santiago, haciendo mención a lo que yo aporto en mi relación con Rafael.

No puedo evitar pensar que es posible que sea cierto. Ya me he dado cuenta de que ha empezado a pasarme el brazo por los hombros de vez en cuando, cosa que hace tan solo unas semanas no hubiese hecho, aunque lo hubiesen amenazado de muerte, además, me mira a los ojos con más frecuencia, cuando al principio no lo lograba más de un segundo seguido.

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