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CAPÍTULO SEIS - LAURA

Sábado, 15 de septiembre del 2018

Por fin es sábado. Después de la mejor semana en mucho tiempo, tengo ganas de celebrar que la vida es bella, también frágil y cobarde, pero en este instante es, sobre todo, bella. Falta una hora para que me recoja Jacobo para ir a cenar y luego a la fiesta y aún no me he preparado. En una hora me ducho y me visto y seguro que me sobra tiempo.

A Jacobo le tengo preparada una sorpresa. Estoy segura de que piensa que no me gusta bailar, por eso de que los frikis no bailan, aunque aún no entiendo por qué cree que soy una friki. No obstante, me encanta bailar. En casa bailamos con mamá desde pequeños. Si bailo bien o no, no lo sé, pero me encanta moverme al ritmo de la música y me da prácticamente igual la clase de música que suene.

***

Faltan cinco minutos para que llegue Jacobo y todavía no estoy lista. Me llamó Santi y estuvimos hablando un buen rato. Parece ser que está intentando averiguar con quién voy a la fiesta. Le he dicho por activa y por pasiva que no es sino un buen amigo, pero él está empeñado en que hay algo más. Supongo que hará todo lo posible hasta saciar su curiosidad, mi hermano no conoce los límites cuando se empeña en algo.

Jacobo llega puntual y, para mi sorpresa, me lleva a un restaurante de comida tailandesa. Está muy guapo y se nota que ha estado bastante tiempo vistiéndose y arreglándose. Yo también estoy muy contenta con mi vestido, aunque no me he hecho un peinado muy rebuscado ni me he maquillado.

—La comida estaba buenísima —alabo mi plato.

Es increíble lo buena que está la comida tailandesa y yo sin saber que existía. La verdad es que nunca me he interesado por la cocina internacional y mucho por menos la asiática.

—Me alegro de que te guste, el sábado que viene almorzaremos en mi piso con tu hermano.

—¿Mi hermano? —me extraño.

—Sí, me llamó esta tarde y me dijo que vendría a verte el próximo fin de semana, se lo dije a mi compañero y me prometió que él se encargará de la comida. Así que cambiamos la cena del viernes por un almuerzo el próximo sábado. Tuve que cancelarlo la última vez que quedamos, ¿recuerdas que tuve que llevar el coche al taller?

—Claro.

—Me voy a sentir un poco raro—afirma.

—¿Un poco raro? ¿Por qué?

—Porque almorzaré con tres frikis.

—Será con dos, yo soy de lo más normalita.

—Sí, sí, lo que tú digas.

—Y, ¿cómo es que hablaste con Santiago? —le pregunto, sabiendo que este hermano mío siempre se sale con la suya y no para de meterse en mi vida.

—No sé cómo consiguió mi número. Fui muy agradable, excepto por la amenaza del final: "Como le hagas daño a mi hermana, encontraré la manera de hacerte la vida imposible" —dice Jacobo imitando al final la voz de un adulto.

—No sé qué hacer con él. Le dije que éramos solo amigos, muy buenos amigos, pero que eso era todo y él como siempre protegiéndome. Parece que es una afición que tiene. Lo siento de veras, Jacobo —excuso el comportamiento de mi hermano pequeño.

—Tranquila, en realidad fue divertido. Un mocoso de trece años hablándome como si fuera tu padre.

—¡Un aparcamiento! —grito tan alto que Jacobo frena en seco, aunque tengo razón y estamos a un minuto de la fiesta.

—¡Qué suerte! —exclama con una sonrisa igual que si hubiese encontrado un tesoro.

Debido a nuestra buena fortuna a la hora de aparcar, llegamos diez minutos antes de la hora que hemos quedado con el compañero de Jacobo. Ya el refrán lo dice: "Desafortunada en el amor, afortunada en aparcamientos".

—No acepto un no por respuesta. Me debes un baile como mínimo. El que tú elijas —me exige Jacobo antes de entrar al recinto donde se celebra la fiesta.

—A mí me da igual —lo respondo con un tono despreocupado, para que se piense que no le doy mucha importancia.

—No, ya dije que no acepto un no por respuesta. Es una fiesta, tenemos que bailar.

—No me has entendido, me refiero que da igual la canción. En cuanto entremos la primera canción la bailamos.

—Pues, vamos allá —me dice emocionado y sin dar crédito a lo fácil que ha sido que yo acceda a su petición.

—¿Y tu compañero? —intento aguantarme las ganas de reír al ver con qué alegría ha reaccionado a mi respuesta.

—Bailamos y salimos a buscarlo. Aun así, le envió un mensaje para que sepa que estamos dentro. Le escribiré que llevas un traje azul entre marino y claro, como dices tú, azul Pocoyo.

—No creo que le vayas a poner eso. Mira que te gusta hacer el payaso —le contesto sin que pueda seguir aguantándome las ganas de reír mientras entramos a la pista de baile.

—Me encanta esta canción —lo dice mientras empezaba All the way up de Fat Joe y Remy Ma.

—Vamos a bailar, señor que no acepta un no por respuesta.

Nos estamos divirtiendo, eso de bailar haciendo el payaso se nos da bien a los dos. Supongo que le sorprende bastante que baile sin ningún tipo de vergüenza. Y empiezo a pensar que ya es hora de pasar página, de olvidarme de mi vida anterior y de empezar a pensar en el futuro. Ya tengo un buen amigo y fue muy fácil conseguirlo. Seguro que en el instituto hay algún chico bueno y divertido esperándome. Hoy estoy muy positiva, este año acabo con amigo y, si me lo propongo, también con novio.

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