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CAPÍTULO NUEVE - RAFAEL

Domingo, 16 de septiembre del 2018

No sé si estoy en el quinto cielo o he bajado al infierno. En cuanto la vi de espaldas, supe que era ella, pero no me lo terminaba de creer. En realidad, cuando leí el mensaje de mi amigo diciéndome que su chica tenía un traje de color azul Pocoyo, entendí que la amiga de Jacobo, de la cual llevaba hablando toda la semana, era Laura, mi Laura.

Fue sentir su presencia y comenzar a apreciar ese campo gravitatorio que siempre me ha atraído hacia ella y me di cuenta de que, a pesar del tiempo, todo seguía igual que cuando nos vimos por última vez. Por lo menos por mi parte.

Ella estaba más bonita que nunca. Se le veía feliz riendo con Jacobo y después, en cuanto la besé, recordé todas y cada una de las palabras que Jacobo había dicho sobre ella. Al momento entendí que mi amigo estaba tan enamorado que después de lo que le había pasado con su ex, ese beso le iba a destrozar la vida, por lo que tuve que pensar como salvar la situación sin que Jacobo sufriera más de la cuenta.

Me tuve que inventar una excusa y lo primero que se me ocurrió, después de haberla besado, fue una novia. Una novia que no conocerá nunca, pero que tendré que hacerle creer que existe mientras sea necesario.

A veces la vida te puede jugar una mala pasada. Ahora que el destino la ha puesto de nuevo en mi camino, tengo que olvidarme de ella por mi compañero de piso, mi hermano. Incluso pasaré un fin de semana con él y su familia a final de este mes.

Jacobo ya me ha dicho que no me sienta muy incómodo por la casa donde vive. Según me ha contado, su casa es bastante grande, con piscina y un jardín. Yo le he contado que vivo con mi madre en un pequeño piso, de dos dormitorios, un baño y un salón-cocina, lo que en los últimos años he agradecido, puesto que yo me ocupo de mantenerlo limpio y ordenado.

Hemos aprendido a vivir sin muchos lujos y no echo de menos nada, solo a algunas personas de mi vida anterior. A los amigos no los extraño en absoluto. La única amiga que realmente tenía era Laura, aunque con su hermano tenía un vínculo especial. También me gustaría poder hablar algún día con Cenci, la bibliotecaria de mi pueblo. Fue mi primera amiga, a pesar de la diferencia de edad.

Los demás eran compañeros de colegio, compañeros del proyecto o compañeros de juegos. Sin embargo, si hoy tuviese que elegir a alguien con quien pudiese pasar una hora, lo haría con mi padre.

La relación de mis padres siempre fue muy buena, por lo que todavía no entiendo el porqué mi madre no le contó nada sobre nuestros planes a su marido. Pero así ha sido mi vida los últimos años, no he visto a mi padre y tan solo he hablado con él por su cumpleaños y en Navidad y siempre desde un móvil de prepago y durante máximo veinte segundos.

Según mi madre, se necesita treinta minutos para localizar una llamada, sin embargo, para no arriesgarse, mejor nunca tardar más de veinte segundos. Siempre compro una tarjeta de prepago, llamamos una vez y luego la tiramos, pero antes mi madre me hace partirla en trocitos.

Lo de partirla en trocitos nunca lo entendí, pero así son las madres, tienen sus manías. Le he explicado que eso de romper la tarjeta no tiene sentido alguno, aunque al final siempre lo acabo haciendo.

La Yaya también se ríe de las ideas sin sentido de mi madre, aunque le deja hacer. Según ella, ha tenido que vivir estos años sin mi padre, ha tenido que renunciar a todas las comodidades a las que estaba acostumbrada y dejar su vida tal y como la conocía, por lo que alguna que otra rareza podemos pasar por alto.

Hoy he llamado a la Yaya y a mi madre. No les he dicho que he visto a Laura ni que he besado a una chica por primera vez en mi vida. No sabría cómo contárselo ni qué decirles. A lo mejor la Yaya lo entendería mejor, ella siempre tiene muchas opiniones y versiones para todo. Es como si tuviese en cuenta todas las hipótesis en un problema de contrastes.

No obstante, mi madre seguro que se quedaría sin palabras en un principio y luego no lo entendería en absoluto. Si he besado a Laura, por qué le he dicho luego que tengo novia y si lo hice por Jacobo, por qué la besé en primer lugar. Además, si confesase en voz alta que me muero por volver a quitarle ese mechón que se le cruza en la cara o por volver a besar esos labios con los que he soñado estos últimos años, seguro que las preocuparía. Y si hiciese cualquiera de esas cosas con las que sueño, ya no podría parar.

Definitivamente, este curso va a ser muy complicado.

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