CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO - JACOBO
Sábado, 6 de octubre del 2018
No he dormido en toda la noche. No sé si estoy contento, porque Rafael ha venido a vernos, o triste, porque se va a ir en cualquier momento. Además, estoy hipersensible con los ruidos. Normalmente, duermo de un tirón, aunque tiren una bomba nuclear a mi lado, pero hoy el ligero sonido de la música que salía del cuarto de Rafael me ha mantenido en vela. Tampoco quería dormir muy profundo, quería oír cuando se levantase para despedirme de él. Había pensado todo lo que quería decirle antes de que se fuera, incluso me levanté y escribí una lista.
La música no la apagaron hasta las cuatro de la mañana, así que no creo que se levanten hasta las diez. Pero conociendo a mi hermano, y sabiendo que no querrá que se enteren de que se ha escapado, hará un esfuerzo sobre humano y aparecerá en cualquier momento por esa puerta para largarse. Como ya son casi las cinco, me levanto y preparo unos chocolates calientes. En cuanto acabo de prepararlos, aparece Rafael por la cocina, vestido con ropa de deporte y la mochila negra en la espalda.
—Hermano, ¿qué haces levantado tan temprano? —se preocupa.
—En realidad, no he dormido nada, quería hablar contigo antes de que te fueras —le explico, mientras le ofrezco un chocolate caliente.
—Jacobo, me tengo que ir ya, pero si quieres, te llevo. Son dos horas de viaje y podremos hablar en el coche.
—¿En serio? Eso estaría genial —acepto, entusiasmado.
—Pues termínate el chocolate caliente, cámbiate de ropa y yo voy preparando unos sándwiches que nos comeremos por el camino —me dice él, también emocionado.
Tardo dos minutos en prepararme y ya Rafael se ha organizado. Ha dejado una nota al lado del sofá donde duerme Santiago que dice: "Friki, me llevé a mi hermano para que devuelva el coche. Aunque no me lo crea ni yo, anoche cumplí mi promesa. Cuídate y cuídalos. Mil gracias por todo. Nos vemos".
Cuando llegamos al portal, caminamos unos minutos y luego Rafael me pide que espere, toma un monopatín minúsculo y desaparece. A los cinco minutos aparece conduciendo un coche.
—¡Joder, Rafael! Conduces mejor que yo —me asombro.
—Bueno, he podido practicar mucho estos días, aunque más que podido, podríamos decir, he tenido.
—Pues sería una ventaja que te sacases el carné. Si este verano no podemos, a lo mejor el año que viene tenemos más suerte —propongo, aludiendo a nuestro viaje a Marruecos.
—El proceso puede durar hasta tres años. Las próximas semanas serán decisivas —expone, pensativo.
—Se me va a hacer eterna la espera —me sincero —y a Laura también. Hasta el pequeñajo te echará de menos.
—Lo sé, hermano, a mí también se me va a hacer muy duro. Sabes que os quiero a los tres.
—Hice una lista.
—¿Una lista? —dice, confundido.
—Sí, anoche no podía dormir y como sabía que no iba a verte durante un tiempo, hice una lista con las cosas que quería decirte, para que no se me quedara nada en el tintero.
—Pues venga, dispara —me dice mientras me sonríe.
—La he dejado en casa —consigo hacernos reír a los dos—, pero me acuerdo de lo que escribí.
—Yo también quiero decirte algunas cosas —me confiesa Rafael —y creo que sería conveniente que empiece yo. Siento mucho haberte metido en este embrollo, sin embargo, no me arrepiento. No me arrepiento porque, principalmente, agradezco el haberte encontrado y que seas parte de mi vida. Eres el mejor amigo que he tenido, como dices tú, eres mi hermano y te quiero como a tal. Pero cuídate mientras no esté y no dejes que le pase nada a Laura. Yo solo puedo prometer volver lo antes posible y cuidar que no me pase nada a mí. Cuando todo esto acabe, viviremos los tres juntos y pasaremos unos años increíbles. El piso que nos está preparando Santiago va a quedar genial, te va a encantar y el gimnasio va a ser alucinante.
—No será lo mismo sin ti y tus desayunos.
—La Yaya llegará el martes o el miércoles y se encargará de la comida. Cuando os mudéis tendrá un piso, una planta más abajo, al igual que los dos guardaespaldas.
—Nosotros estamos a salvo. Si no sabemos nada de ti se supone que no somos objetivo de nadie —le digo contrariado.
—Estaré más tranquilo sabiendo que ellos están ahí, por si algo pudiese pasar. Cuídalos también. Son muy sensibles, sobre todo Carlos. A él le gusta que le traten como si estuviese presente. Hazle notar de vez en cuando que sabes que está ahí. No viene mal que sientan que estamos contentos con su trabajo. A Roberto le gusta comer bien, así que el almuerzo de la Yaya también será para ellos.
—Al final, no te he dicho nada de lo que apunté en la lista —le digo pensativo —pero tú lo has dicho todo. Escribí que no te olvides de que eres mi hermano, que te quiero y que gracias a ti por primera vez en la vida estoy sin novia y deseando no tenerla. En este momento mi vida está completa, bueno, hace unos días. Ahora te echaré de menos como una novia enamorada.
—Antes de que te des cuenta, estaremos todo el día los tres juntos otra vez —me promete.
—Todo el día no, a mí aún me quedan algunos años para poder entrar en el Instituto Gutenberg.
—Ya me entiendes, estaremos juntos como ahora. Han sido los días más felices de mi vida.
—¿A pesar de lo que te ha hecho sufrir Laura?
—Sobre todo por eso —dice con cara de novio embelesado.
—¿No me vas a contar lo que pasó anoche? —le pregunto lleno de curiosidad.
—Soy un caballero.
—Como tú quieras, ya me lo contará Laura.
—¿Tú crees? —duda Rafael.
—Claro, soy su mejor amigo —le recuerdo, complacido.
—¿Ella hablará de esas cosas con alguien? —me pregunta, nervioso, incluso se queda pálido.
—Es la primera vez que intima con un chico y con alguien tendrá que hablarlo. No pienso que lo hable con Santiago porque, además, soy quien tiene más experiencia de todos nosotros —le contesto, sin dejar ver lo orgulloso que estoy de mí mismo por haberlo dejado sin palabras.
Jaque mate, he dejado callado a Rafael.
—Yo preferiría que lo hablara conmigo —rompe Rafael el silencio después de unos minutos.
—Bueno, habrá cosas que hablará contigo, no obstante, otras las tendrá que hablar con alguien que no seas tú. Es lo normal en estos casos, hay cosas que quieres hablar con una tercera persona —le explico.
—¿En serio? Pero son cosas tan íntimas —se avergüenza mi mejor amigo.
—Por supuesto, aunque también son naturales, todos las hacemos. No con todos, por supuesto, aunque tú me entiendes —ahora soy yo quien se está liando.
—Aun así, es un momento íntimo que no deberíamos compartir con otros.
—Laura no me va a contar con detalles cómo la tocabas, ni cómo ni dónde te besaba ella, sin embargo, querrá saber cosas. Además, aprovechará para preguntar si es normal esto, que si a mí me pasa lo otro —le digo intentando romper las barreras que el mismo se ha puesto para no hablar sobre el sexo.
—¿A qué te refiere con esto y lo otro? —me pregunta, creo que este tema de conversación no es uno de sus preferidos.
—Como conozco bien a tu princesa, me preguntará si es normal que estuvieseis tantas horas con la música encendida, por decirlo de alguna forma. Además, si intimasteis hasta que eyaculaste, que imagino que así fue, puesto que, si no te hubieses ido corriendo de vuelta hoy por la mañana, querrá hacerme preguntas al respecto.
—Está bien, tienes razón, es algo normal y todos lo hacemos —se resigna.
—Tú te estrenaste anoche y seguro que sería más cómodo el hablar sobre ello si lo vieses como un experimento científico, una búsqueda de información para poder entenderlo mejor y, por lo tanto, mejorar en tus relaciones futuras.
—¿Tú lo hablaste con alguien? —duda Rafael si hablarlo conmigo o no.
—Claro, Rafael, con mis amigos, incluso con mi padrastro. Algunos de mis amigos tenían menos experiencia que yo, pero otros me ayudaron. Seguro que algo anoche te sorprendió.
—Ella nunca tiene suficiente —me dice y yo no puedo evitar poner cara de sorpresa, vaya con Rafael, va a saco.
—Llevaba mucho tiempo esperando esto y, últimamente, os habéis calentado mutuamente. Además, seguro que era la primera vez que Laura sentía un orgasmo. Tú puedes desahogarte en el baño cada vez que ella te vuelve loco, pero ella lo tenía todo acumulado. Las chicas no suelen darse placer a sí mismas siendo tan jóvenes.
—Pero es que cada vez que ella, ya sabes, luego ponía todo su empeño en que yo disfrutase igual.
—Joder, hermano. ¿Cuántas veces habéis...? —le pregunto sorprendido, esto no me lo puedo creer, ahora soy yo, quien no sabe cómo expresarse.
—Ella más que yo, porque a veces quería que siguiera y le pasaba dos veces seguidas, pero yo cinco.
—¡Cinco! ¿Tendrás los huevos secos? —empiezo a bromear.
—Si te vas a reír de mí, paso de hablar del tema —se molesta.
—Perdona, pero es que yo nunca... hasta cuatro me parece imposible. ¿Y ella quería más? —esto sí que es una sorpresa.
—A las cuatro de la mañana tampoco ella podía seguir. Le temblaban las piernas cuando se quedó dormida. Pero yo, hermano, cuando se acurrucó en mi pecho, pensé que quería más y hasta me dio miedo. Decirle que no a una chica como Laura, no es fácil.
—Entonces, no creo que necesites consejos. Por lo que se ve, te fue muy bien anoche.
—¿Tú crees que a ella le gustó? —titubea, temeroso.
—¿Estás de broma? —no puede estar dudando, hasta en la cama es el puto amo.
—No —me dice serio.
—Te lo voy a resumir en tres palabras: el puto amo. Al final estoy contento por mi amiga, después de volverte loco dos semanas ha conseguido lo que quería —le hago saber entre risas.
—Ella quería más, no más tiempo, sino haber llegado hasta el final.
—Rafael, ya has llegado hasta el final, el clímax. Lo otro es solo una forma de hacerlo, sin embargo, el resultado es el mismo: darse placer el uno al otro. Lo bueno de una noche de lujuria, como la que tuviste anoche, es que durante dos días tu entrepierna no querrá saber nada del sexo opuesto.
—Pues yo, si te soy sincero, cuando me desperté esta mañana y la vi desnuda, acostada a mi lado, con el pelo revuelto y por todas partes —me cuenta, haciendo una pausa como si estuviese reviviendo la escena —le hubiese hecho un favor.
—Rafael, eres un enfermo —bromeo.
—Me dijiste que era algo natural, que todos lo hacemos —me contesta molesto.
—Sí, pero todo en su justa medida.
—¿Justa para quién? —dice sonriendo ahora él.
—Para el resto de los mortales, hermano, ya sabes que las comparaciones son odiosas.
—Yo sé que la vas a cuidar, solo quiero que sea feliz. No quiero que se pase todo el día echándome de menos. Cuando me fui la última vez, se quedó sola, pero ahora te tiene a ti. Haz que salga y se divierta, que baile, que cante, que ría. Hermano, haz que sea feliz.
—Claro, pero tendrás que darle un tiempo para que se recupere. Ayer, antes de que llegases, estaba fatal y cuando se desmayó..., nunca pensé que Santiago pudiese asustarse tanto. Se sentía culpable.
—¿Culpable? —se sorprende, como si le hubiese dicho, que los ovnis existen.
—Por haberte dejado plantado en la fiesta y no despedirse bien de ti.
—Sé cómo se siente. Así me he sentido yo los últimos años con ella.
—Santiago me preguntó por los botes que tenemos con el dinero en la cocina. Dice que ahora no hace falta tenerlos, que el dinero ya no es problema. En realidad, me dijo que tu familia es de las más ricas del país —le digo a ver si lo desmiente o me da alguna otra información.
—No los quites. Me da igual lo que tenga mi familia, me gusta vivir sin grandes lujos y trabajando para ganarme lo que necesito. Aprecias más las cosas, las disfrutas más. Además, me gusta calcular lo que puedo y no puedo hacer. Me hace sentir más normal —me pide.
—¿Más normal? Pero si tú eres un friki. Aunque si es verdad que por lo menos ya nos das abrazos. ¿Crees qué no me he dado cuenta? Hace un mes ni me tocabas y ya me has abrazado y no solo una vez.
—No se te escapa nada, hermano, pero por favor, no quites nuestros botes.
—Eso mismo le dije yo a Santiago. Nuestros botes se quedan en la cocina.
Cuando llegamos a la academia de policía donde tienen escondido a Rafael, aparco a una distancia prudente. Él se pone a correr como un loco tres minutos para sudar un poco y luego se dirige a trote ligero hacia la academia. Aún son las siete de la mañana, saluda al guarda que está en la caseta de la entrada al recinto y desaparece sin girar la vista atrás.
La vuelta a casa se me hace pesada, Rafael se ha llevado el CD que estábamos escuchando a la ida y no encuentro nada en la radio. En realidad, me siento solo.
Hoy Rafael se ha abierto a un tema que siempre ha sido tabú para él, me sorprendió que fuese tan sincero. Pero, sobre todo, lo que me dejó con la boca abierta, fue que Laura fuese tan cañera en la cama. Me voy a reír a su costa un montón y sé que ella también. Mi amiga está tan loca como yo.
Cuando llego a casa, Santiago está sentado en el portátil y Laura sigue durmiendo en el cuarto.
—La bella durmiente sigue en la cama —me informa Santiago.
—Estuvieron hasta las cuatro de la mañana con la musiquita —le contesto.
—Pero para nada.
—¿Para nada? —me extraño.
—Rafael me ha dejado una nota esta mañana donde me dijo que había cumplido su promesa, por lo tanto, mi hermana sigue siendo virgen.
—Pero se puede disfrutar mucho sin tener que perder la virginidad —le contesto sonriendo.
—¿Sabes algo que yo no sé? —me miro curioso.
—Esa pregunta se la deberíamos hacer a la bella durmiente cuando se despierte.
—Esta loca hermana mía —dice Santiago como si supiese lo que ha sucedido.
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