CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE - LAURA
Sábado, 6 de octubre del 2018
Son las diez de la mañana y aún sigo en la cama. No tengo fuerzas para moverme, sin embargo, el hambre me mata. Seguro que Rafael, mi Rafael, dejó preparado el desayuno.
Lo que pasó anoche fue maravilloso, nunca pensé que pudiese sentir tales sensaciones. Aun así, ahora me duelen hasta las pestañas. Mi Adonis me dejó hacer, aunque también me hizo lo que yo quería. Seguro que a él hoy le dolía todo cuando se despertó.
¿Cómo podré vivir sin tenerlo en mi vida el tiempo que esté desaparecido? Lo voy a extrañar tanto. Le prometí que intentaría ser feliz, no obstante, sin él va a ser misión imposible.
Después de quedarme diez minutos acostada y sin moverme, tomo el teléfono que tengo en la mesilla de noche y llamo a Jacobo. Tras tres tonos mi amigo responde.
—¿Laura? ¿Dónde estás? —me pregunta extrañado.
—¿Dónde voy a estar? En mi cuarto —le respondo, como si fuese lo más normal del mundo que lo llame desde la cama.
—¿Qué cuarto? ¿Y por qué me llamas por teléfono? —se extraña, sin comprender aún la razón de mi llamada.
—Amigo, estoy muerta de hambre y no puedo moverme de la cama.
—Puedo imaginármelo. Dame dos minutos —bromea.
—No le digas nada a mi hermano.
—Demasiado tarde —me hace saber antes de colgar.
No tengo ganas de explicarle a Santiago el porqué no puedo moverme de la cama, pero necesito hablar de ello con Jacobo. Si aparecen los dos, no voy a poder hablar de nada. Mientras me preparan el desayuno, busco el pijama que está tirado por la cama y me lo pongo. Me voy a levantar para ir al baño, pero lo pienso mejor y prefiero esperar a que me ayude Jacobo.
—Esta mañana Rafael nos dejó instrucciones para tu desayuno. Imagino que sabría que te ibas a levantar así —me dice mi hermano, cuando entra a la habitación con una sonrisa en la cara.
—Hermano, hoy no tengo fuerzas ni para discutir —me sincero.
—Vaya, hermanita. ¡Estás irreconocible! —me intenta fastidiar, aunque yo lo ignoro.
—Jacobo, ayúdame a ir al baño, por favor.
—¿Tan mal estás? —bromea mi mejor amigo.
—Peor —le contesto picándole un ojo—, pero que me quiten lo bailao.
—Hermanita, parece que os habéis espabilado —continúa Santiago con su intento de ofenderme, mientras Jacobo me ayuda a ir al baño.
Jacobo es un pedazo de pan que incluso me espera mientras yo estoy en el baño.
—Hermanito, necesito un poco de paz en mi vida, por favor, déjame un par de minutos con Jacobo —le pido al volver del baño del brazo de Jacobo.
—Ni de broma, llevo esperando esto mucho tiempo y quiero detalles.
—No te voy a contar nada sobre mi noche con Rafael, eres mi hermano pequeño, no quiero pervertirte —le advierto con una sonrisa de oreja a oreja.
—Por lo menos dime si estuvo bien y tómate dos vasos de agua, Rafael dejó por escrito, que te vendría bien.
—Santiago, Jacobo me ha tenido que llevar hasta el baño. ¿Tú qué crees? Fue increíble, pero supongo que no medí mis esfuerzos y ahora estoy muerta. Me pregunto cómo estará el pobre Rafael —le respondo mientras me como el yogur con cereales y plátano que me había dado Jacobo.
—Yo le acompañé esta mañana temprano para traer el coche de vuelta hasta aquí —me cuenta Jacobo, como si fuese lo más normal del mundo.
—¡Amigo! ¿Estás hablando en serio? ¿Cómo es qué te dejó ir con él? —me emociono, sin apenas dar crédito a lo que he escuchado segundos antes.
—Yo no había podido despedirme de él. Tranquila que mi despedida no tuvo nada que ver con la que tuvisteis él y tú anoche —bromea Jacobo.
—Hermano, puedes dejarme un ratito con mi amigo y de paso llevas esto a la cocina —le pido a Santiago mientras le doy la bandeja con los restos del desayuno.
—No quiero perderme detalle de lo que vayas a contarle, al fin y al cabo, soy tu hermano y tú eres mi única figura adulta, o casi adulta, que me queda —me dice muy serio Santiago.
—Hermano, no voy a contarle nada a Jacobo, lo que quiero es que él me lo cuente a mí —le explico con paciencia.
—¿No creerás que Rafael hablo de lo que pasó anoche con alguien? Parece que no lo conozcas —me contesta con la bandeja en la mano antes de salir de la habitación.
—Lo conozco muy bien, pero también conozco a mi amigo y estoy segura de que algo le hizo hablar, en eso no hay nadie que le gane —le digo orgullosa.
—Sí, hermana, lo que tú digas —dice Santiago antes de cerrar la puerta.
Cuando Santiago sale, tomo un cojín y me lo pongo detrás de la cabeza para estar más cómoda. Estoy segura de que mi amigo sabe bastante sobre lo que ha pasado la pasada noche en esta habitación. Le alcanzo un cojín para que haga lo mismo a mi lado y cuando lo hace empiezo a hablar.
—Peludo —digo sin atreverme a preguntarle directamente.
—Sí, Laura —me responde y por el tono sé que se está burlando de mí.
—¿Quiero saber algunas cosas? —le pregunto, porque no sé cómo romper el hielo y me parece correcto ir directa al tema.
—¿Cómo cuáles? —me devuelve la pregunta y estoy segura de que no me lo va a poner fácil, no me va a contar nada así como así.
—¿Qué te contó Rafael? —insisto.
—Que no nos veríamos durante un tiempo —responde, lo que yo dije, quiere hacerme sufrir y en parte me lo merezco.
—Y, ¿referente a lo que pasó anoche? —vuelvo a intentarlo.
—Se preocupó por ti y no pudo evitar salir corriendo con lo puesto y presentarse aquí descalzo y sin camisa, enseñando esos abdominales que, imagino, ya te sabrás de memoria —me molesta y ya me estoy enfadando, por lo que quiero matarlo, pero necesito que no se enojase conmigo para que me cuente lo que le dijo Rafael.
—¡Jacobo! ¿Qué te dijo sobre lo que pasó anoche? —me exalto.
—Que me va a decir, que pasó la noche aquí contigo, en esta cama —sigue intentando sacarme de quicio y enfadando adrede.
—Sé que te contó algo más. Y lo vas a referir, amigo, porque puedo ser muy cruel si quiero. Santiago volverá mañana a su casa y tú te quedarás aquí, solo conmigo. Puede ser muy divertido, pero también lo puedes pasar muy mal —le amenazo.
—Laura, lo que me contó Rafael, que te advierto, me costó mucho para que hablara, me lo dijo como amigo. No sé si querría que te lo contase a ti como si fuese una mujer chismosa.
—En primer lugar, los hombres también pueden ser chismosos y, en segundo lugar, él sabía, antes de contártelo, que yo haría que me lo contaras a mí. Además, cuando nos volvamos a ver ya estará todo olvidado —le digo con el corazón en un puño, solo de pensar que puede pasar mucho tiempo antes de volver a verlo.
—¿Tú crees? Laura, lo dejaste seco. Nosotros, si nos corremos dos veces en una noche, somos unos campeones y a la tercera eres un fuera de serie. Yo consideraba que cuatro era imposible, pero cinco. Si me lo hubiese dicho otro, supondría que estaba fanfarroneando — se burla de mí.
—¿Opinas qué abusé de él? —me preocupo.
—Por supuesto que no. Cuando comenté que la ventaja de tener una noche así, es que durante dos días su entrepierna no querrá saber nada del sexo opuesto, él me contestó que cuando se despertó una hora después y te vio junto a él, te hubiese hecho un aquí te pillo, aquí te mato.
—Eso no lo dijo Rafael —le respondo segura.
—No con esas palabras, él utilizó las palabras "hacerte un favor".
—Entonces, ¿no fue suficiente? —digo dudando.
—Fue más que suficiente, el chico no podía más, pero estoy seguro de que si se hubiese quedado hasta al mediodía, te hubiese hecho ese favor.
—Jacobo, eres un loco. Es que es todo tan... —dejo la frase a medias.
—¿Espectacular? ¿Increíble? ¿Alucinante? ¿Orgásmico? —bromea.
—Sabes, yo nunca... —empiezo a decirle, pero eso de no acabar las frases se está convirtiendo en un hábito.
—Habías sentido un orgasmo —termina la frase él—. Lo sé y es maravilloso que lo hayáis disfrutado juntos. Pero ahora tendrás que concentrarte en ser feliz. Le prometí a mi hermano que saldrías, bailarías, cantarías y reirías mientras esperamos a que vuelva.
—Te lo prometo, Jacobo. Haré todo lo posible para ser feliz y así él no tendrá que preocuparse por mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro