CAPÍTULO CINCUENTA - RAFAEL
Viernes, 12 de octubre del 2018
Hoy es Día de la Hispanidad. En la finca donde estamos desde el miércoles por la mañana nos da lo mismo si un día es festivo o laborable, aquí todos los días son iguales. La finca está retirada de la civilización y tenemos varias hectáreas cultivadas con naranjos, unas huertas con hortalizas y unas diez hectáreas de terreno sin cultivar. Hay cuatro viviendas que se encuentran al lado de un establo sin caballos. Aunque en realidad creo que antaño todas eran establos.
A mí me han dejado una de las viviendas, la más pequeña, aunque que tiene dos plantas. En la planta alta he obligado a Marcos, mi contacto con el programa de protección de testigos, a que trajese el telescopio que teníamos en el Instituto y la antena que utilizamos para el proyecto que vamos a presentar. También me ha traído material de laboratorio, una mesa, una pizarra, libros y todos los apuntes de las clases del curso completo.
Marcos ha hablado con el instituto y aclarado mi delicada situación. Llegamos a un acuerdo. Yo estudiaré en casa y al final del curso me presentaré a los exámenes de todo el año y si es necesario el año que viene también. En la planta de abajo tengo tan solo mi dormitorio, un baño y una gran habitación que incluye la cocina y el salón. Es una casita de soltero, pero en la parte alta tengo montado el laboratorio y el cuarto de estudio.
En otra de las viviendas, la más grande, se alojan cuatro gorilas, los que se suponen que me tienen que proteger. Son todo puro músculo y todas las mañanas salen a correr. También tienen un pequeño gimnasio y me dijeron que si quería utilizarlo, podía ir cuando quisiera. Además, tienen un cuarto para nuestro invitado especial, Tomás.
Tomás es el orangután que secuestró a mis amigos y luego me enseñó a conducir. Lo llamé el domingo. Por supuesto que en cuanto lo capturaron y casi seguro, como estaba, de que lo habían traicionado, se acogió al programa de protección de testigos a cambio de testificar contra mi tía. Le toca testificar la semana que viene al igual que a mí.
Cuando le conté por teléfono que me habían arrestado, pero que no había dicho nada sobre él, le preguntó a Marcos si podía meterme en el programa de protección de testigos a mí también. Había picado.
Aquí todos me llaman Manuel, pero Tomás se ha dado cuenta de que no soy gay. Cuando nos vimos el miércoles y hablamos un rato le dije que lo había hecho como método de supervivencia, que tenía ese sentido muy desarrollado y que lo sentía de veras. En realidad, no es mal tipo y me hace mucha compañía.
El miércoles, cuando llegó el telescopio, se quedó alucinado, bueno, se quedaron alucinados todos. Yo le dije que para pasar el tiempo podía ayudarme con el proyecto, porque quería acabarlo en unas semanas. Los cinco, tanto Tomás como los otros gorilas, se rieron de mí. Era imposible que Tomás sirviese de ayuda en un laboratorio, esa expectativa podía ser tan posible como que le ganara a alguno de ellos en una pelea. Entonces hicimos una puesta, me pelearía con ellos y a los que ganase me ayudarían con mis experimentos o para discutir sobre el temario de las materias que estaba estudiando. Por supuesto, no me tomaron en serio, pero quedamos por fuera del establo quince minutos más tarde.
Yo me vestí de negro, un poco para hacer el tonto un rato, y los cinco me rodearon para intimidarme. Dos minutos más tarde estaban tres inconscientes y dos en el suelo alucinados. Los neutralicé sin hacerles daño, pero había conseguido mi objetivo.
Desde ese momento me miran como a un igual y no como al niñato que tienen que cuidar, igual que hicieron cuando llegué. Además, ahora tengo cinco ayudantes, lo que daría por llamar a Jacobo y contárselo. Hasta ahora habíamos hecho casi todo el proyecto los dos juntos.
Esta semana han testificado mi madre y mi padre ante el juez, estuvieron dos días testificando sin casi descanso. He hackeado el expediente y me he leído la transcripción de los testimonios de mis padres y me he quedado de piedra.
Mi padre no tenía ni idea de nada, pero mi madre había descubierto que mi tía había matado a su pareja, al hermano de mi padre. Ellos nunca se llegaron a casar. Parece ser que también es responsable de la muerte de su antiguo marido, el padre de mi primo, y por supuesto de la muerte de los padres de Laura.
Al asunto le han dado la máxima urgencia, porque existe posibilidad de riesgo de muerte. El juez aconsejó a mis padres que se acogieran al programa de protección de testigos, pero ellos lo rehusaron. Por eso hicieron la declaración ante el tribunal para que el testimonio pueda ser admitido como prueba.
Esta mañana hemos salido los seis a correr, en realidad no son tan cabeza hueca como parecen estos gorilas, pero el que más me ha sorprendido es Tomás. Tiene muchos conocimientos sobre astronomía. Después de correr, desayunamos en el cuartel general, que es como llamamos a la vivienda donde viven los guardaespaldas con Tomás.
—Manu, tengo que decirte que la paliza que nos diste me sorprendió, lo del telescopio también, aunque amigo, lo que más me ha impresionado es la mano que tienes para la cocina —me alaba Tomás, cuando nos dirigimos a mi casa después de desayunar.
—Gracias, Tomás, es un detalle por tu parte.
—Hoy es día festivo, por lo que me opongo a pasarme todo el día en tu laboratorio.
—Pero si te gusta, no lo niegues —bromeo.
—Sí, sin embargo, hoy temprano llegaron los coches que compraste por Internet.
—¿En serio? —le pregunto, porque no me lo puedo creer, los compré hace dos días y ya están allí, estos del programa de protección de testigos, seguro que lo arreglaron para que llegaran antes.
—Ya veo que me hiciste caso y compraste dos Audi Quattro S1 de la década de los ochenta y están preparados para participar en rallis.
—¿Los probaste? —le pregunto, tengo unas ganas increíbles de conducir como un loco, desde que dejé a Laura durmiendo y me tuve que alejar de ella, tengo muchísima energía acumulada, más que nunca.
—¡Pues claro! Y están listos para que hagamos el idiota, aunque Marcos me dijo que si nos veía conduciendo en esos trastos sin cascos, nos cortaría, ya sabes, nuestra parte más preciada.
—Total, para lo que la necesitamos aquí —bromeo.
—Tiene que ser duro para ti, estarás acostumbrado a tener una chica todas las noches a tu lado con ese cuerpazo que te gastas —me dice sonriendo —y que sepas que de eso entiendo mucho.
—¡Qué va!, Tomás, si te digo que hace un mes aún no había besado a una chica —le digo con tristeza pensando en el día que le di mi primer beso a Laura.
—¡Me estás tomando el pelo! —exclama incrédulo.
—No imaginé que, especialmente tú, no fueses de esos que juzgan a las personas por su apariencia.
—No es eso, pero eres guapo, listo, sabes pelear. Te podrías tirar a la chica que quisieras.
—Aun así, aquí estamos, con dieciocho años y virgen —le cuento a Tomás que se ha vuelto mi confidente en solo dos días, aunque él es más abierto conmigo que yo con él.
—¿No has hecho nada de nada? —se sorprende.
—El sábado pasado me escapé —hago una pausa—, pero esto no se lo cuentes a Marcos, que me mataría con sus propias manos.
—¿Y qué pasó? —me interroga, curioso.
—Llegué a su casa en pantalones de pijama, un amigo me había dicho que cuando mi novia se enteró de que no nos íbamos a ver más, se desmayó —le explico, porque no puedo contarle la verdad, no sabe quién soy yo, aunque sé que sospecha que no soy quien en un principio dije ser.
—¿Por qué? —pregunta Tomás que no entendía nada.
—Porque se sentía culpable. Ella tiene tanta experiencia como yo en eso de las relaciones, es decir, cero. Nos dimos nuestro primer beso hace unas semanas y después hubo unos malentendidos que no nos dejaron tener una relación. Yo pensaba que estaba con otro, ella que yo tenía novia. Y ella me lo hizo pasar muy mal, tenía que salir dos veces a correr al día y me machacaba en el gimnasio todas las tardes. Ya sabes, la forma más normal de hacer el ridículo.
—Adolescentes, siempre lo complican todo sin razón.
—Pues eso, me enteré de que se había desmayado y salí corriendo con los pantalones de pijama y descalzo.
—¡Amigo, qué loco eres! —se ríe Tomás.
—Bueno, el amor es así.
—Pero ¿pasaste la noche con ella?
—Sí, aunque le prometí a su hermano que la respetaría y que a cambio de pasar unas horas en el cuarto a solas, no contactaría con ella hasta que acabase todo este lío.
—¿Y lo vas a cumplir?
—¿Lo dudas? Soy un hombre de palabra.
—¿Y qué hiciste con ella si no podías tocarla?
—No dije nada de no tocarla, solo que los dos seguiríamos vírgenes esa noche, pero ella me lo puso muy difícil.
—Muy bien, amigo, así que por lo menos descargaste tensión.
—Sí, no sé cómo se levantó ella al día siguiente, pero yo acabé muerto. Necesité dos días para recuperarme.
—Y ahora, ¿qué harás? —me pregunta Tomás que es más sensible de lo que quiere reconocer.
—Me toca amarla en silencio y esperar, esperar a que llegue el día en que volvamos a vernos para poder tener una relación normal con ella, y como ella dice, nos casaremos, tendremos uno, dos o tres hijos y la seguiré queriendo como la quiero ahora, quizás más.
—Vaya Manu, eres un romántico.
—Igual que tú, amigo, igual que tú —le digo mientras entramos al establo, donde Tomás ha aparcado los coches y que utilizaremos como taller.
Sé que me quedan meses y en el peor de los casos, años, para poder volver a ver a mis amigos, sin embargo, sorprendentemente estoy tranquilo y feliz. Mi madre y mi padre están juntos otra vez y he podido despedirme de todos mis seres queridos, incluso hablé con mi abuelo hace unos días, con mi jefe del restaurante y con Yuri, uno de mis entrenadores personales y con el que sigo practicando Systema.
No siento ese sentimiento de culpabilidad que me ha acompañado estos últimos años, cuando me enteré de que el día que nos habíamos ido, habían también fallecido los padres de Laura. Además, mi princesa me está esperando. Y aunque no pueda hablar con ella, verla o tocarla, el saber que ella también me quiere, hace que vea la vida como es, bella.
Ya no soy el niño que "bolaba" ladera abajo cuando tropezaba, como si fuese una pelota, o mejor dicho, una bola, pero cuando estoy con ella me sigo sintiendo igual, tengo la necesidad de cuidarla y hacerla feliz y solo así, puedo ser feliz yo.
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