Día Siete: Quinta Exposición (Segunda Parte)
Flashback (Yoon Gi)
—Jimin... —Apenas distingo nada a parte de una mancha que solloza ante mí pero, por la forma en la que se mueve, estoy seguro de que se trata de él—. Jimin, ¿por qué lloras?
—Hyung, ¿qué has hecho?
Su voz me llega demasiado lejana. Me pitan los oídos y, pese a que reconozco el timbre dulce que le caracteriza, lo siento tan irreal que se me pasa por la cabeza la estúpida idea de que se trata de un intruso, un extraño que le ha imitado en las formas.
—Por favor, dime que no ha pasado nada. —Se acerca poco a poco, temblando de pies a cabeza, hasta que consigo distinguir sus ojos asustados y su mejillas contraídas arrasadas en lágrimas—. Dime que todo está bien, te lo suplico.
Quiero responderle y calmarle pero no soy capaz porque la confusión no me deja pensar ni hilar nada a derechas y, además, me está costando una barbaridad darme cuenta de lo me rodea. Es como si estuviera dentro de una película, una de esas abstractas en las que captar el argumento es materia imposible si no has investigado primero las intenciones del director, así que me toma varios minutos reaccionar.
Repaso las paredes frías, desnudas, y las cortinas clavadas a los marcos, el reloj de pie, la puerta del sótano abierta y la vitrina junto a ella, cargada de la vajilla de uso cotidiano que no sé por qué mi madre se empeña en meter ahí como si fuera un valioso ajuar cuando solo se trata de platos comprados en un supermercado del barrio.
Estoy en casa, si es que a ese amasijo de ladrillos se le puede llamar así, y lo último que recuerdo es que a las cuatro estaba en mi habitación, ordenando los libros que regalan los de la Asociación de Talentos de Seúl a pesar de que ya les he dicho que no tengo ninguna intención de unirme a ellos. Pero ahora son las ocho y eso significa que me he vuelto a desorientar.
No entiendo qué demonios me pasa. Esta es la quinta vez en lo que va de semana.
—¡Por favor, Yoon Gi! ¡Por favor, dime algo! —Que mi hermano me llame por mi nombre, algo que nunca hace, es un indicativo más que suficiente de que la situación no debe de ser muy buena—. ¡Dime algo! —repite—. ¡Dime que está todo bien!
Me fuerzo por mover los músculos de la boca pero no lo consigo. La tengo anestesiada, al igual que el resto del cuerpo.
—Hermano... —Me agarra por los hombros—. ¡Hermano!
—Tengo que salir a la calle —consigo decir. Necesito que me de el aire, casi no puedo respirar—. Voy a salir.
—¿Cómo vas salir ahora?
La pregunta me sorprende. ¿Es que no debo?
—¿Qué es lo que vas a hacer, Hyung?
Me limitó a observarle, esforzándome por escarbar en mi lagunas mentales. Yo no... No lo sé.
—¿Te ha sucedido algo con esa chica? —Mi hermano me dirige una mirada cargada de ansiedad—. ¡Por lo que más quieras! —exclama de nuevo, desesperado—. ¡Dime que no es lo que creo!
No tengo ni idea de lo que está hablando y, aunque recuerdo vagamente una figura menuda desvanecerse por las escaleras del sótano, en mi estado podría ser cualquier cosa, hasta un gato al que mi descontrolada imaginación ha dotado de forma humana.
"Hay quien cree que los vínculos son exclusivos e inalterables al paso del tiempo".
Se me seca la boca en cuanto las sílabas me retumban en las sienes. Esa voz... Es... Es...
La conozco. Es la misma que escuché hace ya mucho tiempo, aunque no soy capaz de averiguar ni dónde ni cuándo, y el hecho de que suene exactamente igual a la mía me inquieta terriblemente. ¿Qué me sucede?
"Yoon Gi, dicen que los ojos que saben demasiado no deben mirar".
¡Dios! Me he vuelto loco. ¡Ahora sí que me he vuelto loco!
"Déjame a mí".
La vista se me oscurece y la sensación de ahogo se incrementa. Mi hermano me zarandea pero apenas noto la presión del movimiento en los brazos. No es real. Él no es real. Y yo tampoco. Mierda. ¡Mierda! ¡No consigo que me entre el puto aire! ¡Qué es lo iba a hacer! ¡Qué demonios iba a hacer!
—Yoon Gi.
Un aliento cálido me acaricia el oído y unos brazos firmes y al mismo tiempo amables me sujetan por la espalda. Me repliego sobre mí mismo y me descubro sentado sobre un suelo blanco, brillante.
—Yo lo entiendo —continúa la voz—. Sé lo duro que es estar perdido en imágenes que uno no comprende.
Qué... Qué es esto...
Sigo en el salón pero las baldosas sobre las que estoy son diferentes, sin alfombra que las cubra, y mi hermano se ha esfumado como por arte de magia. Alguien me abraza por detrás y me hace volverme, en una mezcla extraña entre la confusión y el alivio. Entonces la veo. Es una chica, una preciosa, de tez de porcelana y cabello largo la que me sujeta, y me observa con la barbilla apoyada en mi hombro. Y yo... Yo...
Yo sé perfectamente quién es.
— Mei... —Mi voz se rompe en el silencio, esperanzada—. Mei, esto es muy complicado para mí. No consigo controlarlo.
—Pero ahora lo estás haciendo —objeta, con una sonrisa tranquilizadora que se me hace la más hermosa que he visto en mi vida—. Sigues en flashback y a pesar de ello eres consciente de mí.
Los oídos se me destapan y la sensación de ahogo se disipa en cuanto la imagen de un enorme hospital me viene a la cabeza. Veo paredes blancas, vacías, sosas. Un goteo de medicación en vena. El color azul del pijama que llevo puesto. Un espejo roto. Ella.
—He escuchado a Pang Eo —me sorprende escucharme con entereza; jamás pensé que fuera a ser capaz de lograrlo en medio de una crisis y comprendo que es Mei la que lo está haciendo posible—. Creo que me ha estado hablando a lo largo de los años pero las amnesias me han impedido darme cuenta.
—Es lógico —me explica—. La disociación reprime todo lo que sea traumático y tu identidad surge precisamente de ahí. Que ahora lo empieces a notar es una señal de control.
Me alivia saber que en algo estoy avanzando porque estoy desesperado por entender qué mierdas ocurre conmigo y con mi tendencia a abrir personas cada dos por tres. Necesito llegar de una vez por todas a la verdad. Estoy cansado y solo quiero terminar y recibir la condena o el recurso que se decida, da igual cuál y da igual dónde.
—No te olvides de quién eres —susurra.
Asiento y me esfuerzo por concentrarme en sus palabras, con la mano apoyada en la suavidad de su piel para que no me suelte y desaparezca. No es tan difícil. A fin de cuentas, de ella no puedo olvidarme, por mucho que me repita que estar separados es lo mejor, porque cada mañana, al despertar, lo primero que me viene es la nostalgia que me produce recordar que hace no mucho estaba entusiasmado con poder crear un "nosotros". Pero, claro, eso fue antes de que me estrellara de bruces con la realidad de mis actos y ahora, muy a mi pesar, me tengo que conformar con atesorar en la memoria los pocos momentos en los que fui libre de amarla. A eso me aferro para poder anclarme.
Sé que me quiere. Yo también la quiero a ella.
Parpadeo y me descubro solo, corriendo por el pasillo como un loco, con el corazón saltando en mi pecho como un tambor enfurecido, persiguiendo a Jimin que, delante de mí, tropieza con la tela de la alfombra al entrar en el salón y se da contra el sillón. Aprovecho para agarrarle de la camiseta y le obligo a ponerse en pie para, a continuación, estamparle sin miramientos contra la pared, justo a lado del reloj, que tiembla.
Es raro. Tengo un fuerte deseo de dañarle pero no estoy enfadado. Ni siquiera me siento molesto.
—Hyung... —A pesar del golpe, mi hermano consigue darse la vuelta y me sujeta por el cuello de la equipación de fútbol—. ¡Vuelve en ti! ¡Reacciona!
Me arrastra hacia atrás y, aunque opongo resistencia, al final consigue empujarme contra la vitrina, con una fuerza y una rabia desconocidas en él.
—¡Hoy no! — Se abalanza sobre mí—. ¡Hoy no! ¡Hoy no!
La puerta se resquebraja en dos grandes tiras de cristal que quedan colgando del marco por la parte de arriba. Las baldas se tambalean y la mayoría de los platos se deslizan, chocando unos con otros, hasta que acaban el suelo, creando una cascada de lozas caóticas a nuestro alrededor sobre la que aterrizo, en un sonoro golpe que me resiente las costillas.
—¡No puedo soportarlo! —Mi hermano solloza y se me echa encima, con la cara intención de inmovilizarme—. ¡No puedo! ¡Puedo con todo menos con eso! ¡Menos con eso!
Los pinchazos me bombardean la piel por diferentes puntos. Se me están clavando los cristales y, pese a que trato de zafarme, como estoy debajo y él se me recarga encima, acabo tumbado y lleno de arañazos.
Mierda, Jimin. Jamás le había visto así.
"Rubito mediocre y torpón".
La vista se me nubla. Todo se vuelve oscuro, como si estuviera detenido frente a una televisión apagada de la que no soy capaz de despegar la mirada, y, cuando vuelvo de mi ensimismamiento, estoy de pie y mi hermano tiene un enorme tajo en el brazo y los ojos empañados en lágrimas.
Me miro las manos, desconcertado. Estoy sujetando un enorme trozo cristal de los de la puerta salpicado de gotas de un rojo brillante terriblemente hipnotizador. ¡Joder! ¿Le he atacado? ¿A él? ¿Yo?
—Hyung... —me llama, congestionado—. Hyung, reacciona... No puedes seguir así... Comprende que no puedes...
El comentario me resulta gracioso y esbozo una mueca irónica. Qué extraño. Es mi cuerpo pero no soy yo el que lo maneja. Yo... No.. No soy yo. No soy yo. ¡No soy yo!
—No te niegues, Yoon Gi. —La voz de Mei reaparece de la nada y siento su mano en la mejilla, pese a que no puedo verla—. Pang Eo y tu sois dos partes de un mismo vaso. Tu eres él y él eres tu.
—Es... —Rayos; es verdad pero aún así... —Tienes razón pero...
—No es sencillo. —Se anticipa a mis palabras—. Admitir una duplicidad es complejo. Yo misma no he podido hasta hace poco.
Lo sé. Empiezo a comprender la difícil tarea que ha hecho ella sola y también los pasos que ha seguido para lograrlo.
—Anclarme y aceptar los síntomas como algo propio —concluyo—. Tengo que esforzarme por no diferenciarle de mi por muy ajeno que lo sienta.
—Eso es —confirma ella, más lejana de lo que me gustaría—. Estoy segura de que puedes hacerlo.
Sí. Yo también lo creo. Puedo. Yo puedo y, cuando mis labios empiezan a moverse, solos, con autonomía propia, opto por respirar profundamente y centrarme en el tacto sobre mi rostro. A Mei la puedo sentir. Eso significa que soy real y lo que estoy viendo solo es un recuerdo de mi mente. Solo es eso. Nada más.
—¡Ah, cuánta tediosidad! —La voz de Pang Eo me taladra las sienes por dentro; le noto tomar el control pero, al contrario que las otras veces, está vez soy consciente de ello—. ¿Ya te vas a poner a hacer pucheros, niñito? —se burla—. No te ofendas, hermanito inocente, pero me parece que eres tu el que no puede seguir así. —Sonríe—. Vamos a terminar con esto.
Mi hermano ahoga una exclamación asustada y corre detrás de la puerta, en donde se guarda la máquina de limpieza a vapor para que no estorbe el paso. La acciona y el humo cálido asfixia el ambiente.
—Serás chapucero... —Las carcajadas de mi otro yo me vibran en la garganta—. ¿Crees que así vas a cambiar algo, chiquitín?
—No —responde—. Pero te quiero demasiado como para no intentarlo.
No me da tiempo a retroceder porque me insufla toda la presión ardiente de la manguera en el hombro y la picazón abrasadora me hace marearme y caer de rodillas a pesar de que no siento el dolor. La silueta de Jimin, llorosa, baila ante mis ojos distorsionada como un espejo de feria, y el mundo se oscurece hasta que el viento frío me azota el rostro y me obliga a espabilar.
Estoy fuera, pisando el musgo y la hojarasca del bosque que hay detrás de mi casa. Tengo el hombro destrozado, en carne viva, las manos manchadas de oscuro, el cristal de la vitrina bien sujeto y hay una mochila azul tirada frente a mí. Distingo a mi hermano, echado en el suelo, de lado.
Esto ya lo he visto. Estoy en el mismo flashback que sufrí en la cocina de Daegu, con la diferencia de que en esta ocasión he visto la escena completa. Ahora sé que todo empezó con una pelea y que fui yo el que le hirió, aunque él dijera lo contrario.
—No está completa. — Vuelvo a ver a Mei, esta vez sentada a mi lado—. Nos falta el motivo.
—Ayúdame a encontrarlo. No quiero terminar la sesión sin saberlo. Dame el empujón que necesito para que pueda verlo.
Parece dudar pero al final asiente y recoge unos cuantos cristales del vaso que ha estrellado contra el suelo para a continuación depositarlos sobre la palma de mi mano. El contacto me produce un latigazo de ansiedad por la espalda pero me contengo.
Yo puedo.
—La justicia se ha convertido en la muerte y la muerte es la verdadera justicia—. Mei comienza a recitar las ya famosas palabras de Sun Shee y aprieta su mano sobre la mía, generándome múltiples pinchazos en la piel—. La venganza adopta formas indignas y lo que es dulce nos envenena, nos mata.
Me esfuerzo por controlar el pulso, con un nudo enorme en la garganta. Estoy con ella. Soy real y puedo. Yo puedo.
—Y los ojos que saben demasiado no deben mirar.
"Yoon Gi, déjame a mí".
Mi mente cae en picado por las lagunas de mi memoria y aterrizo en el sótano delante de...
¡Joder!
¡Es mi perro! ¡Mi perro Dan!
Desapareció hace unos días, removí cielo y tierra inútilmente para encontrarlo y ahora está tirado en el suelo, en medio de un enorme charco de sangre coagulada con un olor denso a metálico realmente nauseabundo, la cabeza arrancada depositada a un lado y...
¡Mierda! ¡No tiene ojos! ¡Le han vaciado las putas cuencas de los ojos!
—Hobi... —Una voz aguda, femenina, solloza—. Hobi... Ay, Dios... Dios...
Apenas alcanzo a ver de quién se trata porque su silueta sale despedida escaleras arriba, sin dejar de gritar, terriblemente angustiada.
—¡Hobi tenía razón! —exclama—. ¡No le quise creer! ¡Me lo dijo y no le quise creer!
A pesar de que estoy completamente en shock por lo que acabo de descubrir me las arreglo para ir detrás pero, cuando llego al salón, ya se ha perdido por el pasillo y en su lugar a quien me encuentro es a mi hermano. Acaba de entrar, seguramente alertado por los gritos, y me dirige una expresión desencajada que se rompe en lágrimas en cuanto se escucha el portazo de la calle.
—Jimin. —Me siento flotar en una nube y no distingo nada a mi alrededor—. Jimin, ¿por qué lloras?
Yoon Gi ha sido capaz de anclarse y aceptarse y, por fin, una de las piezas claves ha saltado a su conciencia.
Pero ahora las piezas del juego van a moverse más rápido que nunca.
¿Cuál es la siguiente estrategia?
Todo esto y mucho más en la próxima actualización.
No te lo pierdas (si wattpad se porta y te notifica, claro).
N/A:
— ¿Qué les ha parecido este capítulo? ¿Les gustó? Si se dan cuenta tiene una estructura circular, ya que empieza y acaba en el mismo sitio.
— Me fue muy complejo intercalar la memoria de Yoon Gi con la guía de Mei, y los continuos cambios en sus recuerdos. Esta vez sí que rompí la cabeza porque no sabía cómo plasmar la terapia en letras. Espero que haya salido decente.
Mil gracias por leer.
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