Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día Siete: Muerte y Justicia (Segunda Parte)


(Voz narrativa: Seok Jin)

Decía que su madre estaba desvariando y que su perro estaba muerto. Que trataba de vengarse pero que nunca lo conseguía. Y ese golpe en la cabeza... Y esas pintas tan sucias...

¡Bah! Menudo pirado.

—Limítate a recoger y sal de mi casa o llamo a la policía —le amenacé, antes de agarrar a mi hermana del brazo y sacarla a la fuerza al pasillo—. Hablo en serio.

No respondió. Se quedó sumido en una especie de rara ensoñación unos interminables minutos en los que no apartó la vista de los botes del suelo, como si quisiera memorizar cada letra de la composición, hasta que la hemorragia se detuvo y se levantó, sin una sola palabra, y empezó a limpiar en un estado mecánico. ¡Pero qué era eso! ¡Qué falta de educación!

Estuve a punto de vocearle, cual jefe ante un empleado vago, pero al final decidí que no merecía la pena quedarme sin voz y me marché al salón en busca de la relajación de una buena lectura. Abrí el libro de turno, retiré el marca páginas y pasé los ojos por las primeras líneas, con la cabeza todavía puesta en el niñato de las narices.

Maldita hermana. ¿Cómo se le había ocurrido meter a un tipejo así en casa? Se veía claramente que estaba mal de la cabeza y, aunque le salvaba un poco el hecho de que fuera consecuente con la mierda que había dejado, eso no quitaba que tuviera las neuronas cruzadas. Sería por el porrazo, por un trauma con su madre o vete tú a saber por qué, pero, si algo tenía claro, era que no pensaba permitir que alguien así rondara por mi espacio.

—No puedo creer que le estés obligando a hacer el aseo. —Shin Hye se dejó caer en el sillón frente al mío—. ¿No te das cuenta de cómo se le ha quedado la frente? —me recriminó—. ¿Es que no tienes piedad?

Bajé ligeramente el libro, lo suficiente para asomar los ojos por encima de las páginas. ¿Y ella qué? ¿Tampoco la tenía para dejarme en paz?

—Le encontré inconsciente —se apresuró a explicar—. Está mareado, aturdido y, aunque no se queje, tiene que dolerle mucho.

—¿Y a mí eso qué más me da? —Me encogí de hombros, sin comprender a dónde quería llegar—. No entiendo por qué demonios me tiene que dar pena un desconocido que se mete en mi casa a joderme mis toallas y a mancharme mi suelo —proseguí—. Que tenga una herida en la cabeza y problemas con la sociedad no es asunto mío.

—No tiene problemas con la sociedad. —Vaya; cuánto orgullo al defender al zarrapastroso ese, ¿eh?—. Aunque no he hablado con él hasta ahora, le conozco del instituto y es miembro del equipo de Ciencias Interescolar.

Puse los ojos en blanco. ¡Eso no significaba nada! ¡Cualquier idiota que supiera sumar podía meterse en esos patéticos clubes!

—Además, saca buenas notas, tiene muchos amigos y trabaja de fotógrafo para el periódico —completó su argumento—. Es una persona normal.

¿Normal? ¿Cómo iba a ser esa actitud robótica normal? ¿Estaba ciega o acaso era tonta?

—¿No te das cuenta de que tu "amiguito" tiene un enemigo con malas pulgas que le ha hecho ese bonito pozo en la sesera? —rebatí—. ¿No has pensado que a lo mejor cuando se entere de que le has ayudado te coje manía y te hace algo?

Su cara de estupefacción me dio a entender que ni siquiera se le había pasado por la cabeza.

—Ves mucha películas.

—Lo que quieras pero tu estabas ahí igual que yo cuando ha dicho lo de la venganza. —Me llevé el dedo índice a la sien, con énfasis—. ¡Es que no piensas! ¡No piensas las cosas! ¡Solo usas la cabeza para ponerte horquillas y diademas con lacitos! ¡Me pones malo!

Se limitó a agachar la cabeza. Ya era hora de que se diera cuenta de quien era el vencedor indiscutible en el asunto.

—Cuando acabe dile que recoja los productos que le he dado y que se vaya— zanjé y regresé a mi lectura—. Y ponte a estudiar.

Desafortunadamente, no pude darme el gusto de verla sentarse y sacar los libros de la mochila, esperando a que le dijera cuánto tiempo le correspondía trabajar, porque un golpe sordo procedente del maldito baño le hizo dar un salto y salir despedida, como si la vida le fuera en ello, y a mí no me quedó más remedio que cerrar el libro e ir tras ella.

Joder. Esperaba que aquel individuo no se hubiera resbalado. Lo último que quería era tener que agacharme a recogerle.

—¡Hobi! —La exclamación angustiada se me metió en los tímpanos al instante de entrar de nuevo en el lugar que, por cierto, ahora olía a una más que agradable desinfección—. ¡Hobi! ¡Hobi!

Le distinguí sentado en el suelo, sollozando mientras observaba un bote que había reventado contra la pared y a mi hermana, de rodillas junto a él, zarandeándole por los hombros.

—¡Por favor, dime algo! —suplicaba ella—. ¿Estás mareado? ¿Te encuentras mal?

Nada. A pesar del movimiento, permaneció mudo y arreactivo.

—¡Ay, Hobi! ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?

Desde luego... ¿Por qué me tenían que pasar estas cosas a mí?

—¡Eh, tu! —Fruncí el ceño y me apoyé en las frías baldosas de la pared con los brazos cruzados—. ¡No seas maleducado y responde a lo que se te dice!

—No puedo —murmuró por fin—. No puedo.

—¿Se puede saber qué es lo que no puedes? —Francamente, estaba que echaba espuma por la boca con su numerito de devaneo mental. Bajo ningún concepto iba a permitir que mi familia se angustiara innecesariamente por su estupideces—. ¿No puedes mantener una conversación como es debido?

—No puedo con el silencio.

La respuesta me hizo mosquearme aún más pero apreté los dientes y me contuve. Detestaba la gente que hablaba en plan figurativo, como poetas despechados llenos de versos dolorosos dignos del mejor de los melodramas, porque en realidad solo eran unos idiotas con necesidad de hacerse notar.

—No puedo con el peso, con la rabia, con el miedo. Con todo —continuó—. No puedo con nada y es horrible pensar que es mi obligación poder con todo.

—Hobi... —Como era de esperar mi hermana se metió en medio y le pasó la mano por la espalda—. No sé lo que ocurre pero parece grave y creo que deberías pedirle ayuda alguien.

—No —negó—. Eso supondría traicionar a mi madre. —Por fin, se movió y la miró, con los ojos vidriosos y la garganta arenosa—. Lo he pensado muchas veces pero no me siento capaz y lo que más me duele es que encima ella no sea capaz de valorar lo que estoy tragando.

Rompió en entrecortados sollozos. Shin Hye me buscó con esa mirada de niña inocente que conocía tan bien. ¡Ah, no! ¡Vaya que no! ¡Eso sí que no! ¡No!

—Oppa.

No. N.O ¡N. O!

— ¿Verdad que como eres el mejor hermano del mundo, el más bueno y el más comprensivo, no ves problema a que no regrese a su casa si no se encuentra bien?

—Claro que no le veo inconveniente a que...

Un momento. ¡Mierda! Maldita hermana.

—¡Ay! —Dio un salto—. ¡Eres tan genial, mi querido y valioso hermanito! — Se regresó a su nuevo amigo—. ¿Ves, Hobi? Jin parece desagradable pero en el fondo es un amor y dice que puedes quedarte.

¿Eh? ¡Yo no dije eso! El chico me clavó unas pupilas esperanzadas que se me hicieron terriblemente incómodas. ¡Diablos!

—Gracias —musitó, y añadió, esbozando una leve sonrisa—. Muchas gracias, "hermanito".

Tendría que haberle dado una bofetada en la boca por el exceso de confianza y quizás me hubiera ahorrado que ahora, seis años más tarde, me siguiera llamando así aunque, teniendo en cuenta el carácter graciosete que se gastaba, seguramente se hubiera inventado cualquier otro apelativo y habríamos salido a golpes. Esa tendencia suya de bromear con casi todo se me hacía realmente insoportable y lo fue aún más cuando empecé a encontrarle cada vez más metido en mi casa, pegado a mi hermana como una molesta lapa, desde que salía al instituto hasta que llegaba la hora de dormir y no le quedaba más remedio que largarse a donde fuera que viviera.

¡Arg! Cuando no estaban en la cocina haciendo galletas rellenas de cosas estrambóticas y variedades de pollo de lo más raras, estaban tumbados en el sofá, riéndose a carcajadas de las estúpidas series de romance estudiantil que tanto me cargaban, o sentados en la mesa de cristal del salón repleta de libros de texto, estudiando juntos a pesar de estar en cursos diferentes.

Qué listillo, ¿eh? Y qué aprovechado. Y qué caradura. ¡Y qué todo! ¡Qué todo! Había invadido mi casa, mi mesa, mi cocina, mi televisión y, en general, todo lo mío y encima no me daba margen ni a protestar porque, en cuanto me veía, se esforzaba por tratar de hacerme partícipe de lo que fuera que estuviera haciendo, como si me valorara una barbaridad y yo... Pues... ¿Cómo iba a poder deshacerme de él así? Obviamente, no me quedaba más remedio que tragar para no quedar como el malo que no era. Y así estuve, aguantándole todo un puto año entero, Navidades incluidas, hasta que Shin Hye decidió enviarle las cartas de amor a ese malnacido de los muertos y las cosas dieron un cambio radical.

—¡¿Por qué no me quieres creer?!

Aquella tarde estaba repasando un examen en la cocina, con el libro abierto y un plato de verduras al lado, cuando escuché el reclamo y me asomé por la ventana. Allí estaban los dos, discutiendo en el jardín.

—¡Te digo que no puede ser! —La réplica de mi hermana no sonó menos fuerte que la de él—. ¡Debiste ver otra cosa y te has hecho un lío mental! — Le señaló la cabeza, en un aspaviento enérgico—. Te recomiendo que dejes de observarle. Estás obsesionado con compararte con él y eso no es sano.

—¡Yo no me comparo con él! —se defendió Hoseok—. ¡Nunca querría ser así! ¡Eso te lo puedo jurar! ¡Y sé muy bien lo que vi! Ya te he dicho que metí hasta las manos en la bolsa esa. ¡Las metí porque llegué a pensar que me había vuelto loco!

—¿Por qué lo haces, Hobi? —Se quejó ella, cada vez más molesta—. ¿Por qué quieres dañar a Yoon Gi de esta manera, difamándole de forma tan retorcida?

—Yo no quiero dañar a nadie. —Hoseok agitó la cabeza en una contundente negativa—. Lo único que quiero es que no te juntes con él. Y, a ser posible, con su hermano tampoco.

—¡Pero si Jimin es la persona más amable y dulce del mundo! —La incredulidad se abrió paso en su tez—. Me parece que lo que te pasa es que estás celoso.

La conclusión hizo que casi me atragantara con el melón que estaba masticando. Rayos, a ese tipo le gustaba mi hermana.

—Súper celoso, de hecho.

Y "súper jodido" también porque a quien ella tenía en su estúpida cabeza de cría era a ese perturbado adorador de las cosas muertas del que estaban hablando y al que había tenido la mala suerte de conocer justo el día anterior. Casi prefería a Hoseok, ya puestos a...

¡No! ¡Y una mierda! ¡Una bien grande! Ninguno de los dos iba a besuquearse con mi hermana mientras yo estuviera vivo. Ninguno.

—Tienes que creerme. —Le tomó del brazo—. Por favor, te lo ruego. ¡Te lo ruego!

—No. — Ella se zafó del agarre de un tirón—. Yoon Gi me gusta mucho y voy a salir con él.

Sí, ya. Claro. ¡Claro! A menos que yo le reventara a ese engreído la cabeza con una sartén en cuanto le viera aparecer de nuevo por mi propiedad.

—Shin Hye, es que yo... —Hoseok pareció desinflarse y la observó con cara de fallo—. Es que a mi también me gustaría que salieras conmigo.

Se me secó la boca. ¿En serio, chico? ¿Declararse en semejante contexto? Había que tener pocas luces.

Ambos se quedaron en silencio, observándose el uno al otro, hasta que mi hermana se acercó a él y le propinó un empujón que le obligó a retroceder.

—¡No puedo creerlo! ¡Me has decepcionado mucho! —Como era lógico, se había tomado la confesión solo como un intento más de alejarla del enemigo— .¡Yo... ! —Se interrumpió y le dio la espalda, aguantándose a duras penas las lágrimas, y voló hacia casa—. ¿Cómo puedes tratar de jugar así conmigo?

—No, espera... — Hoseok, como el buen insistente y pesado que era, no se resignó a quedarse quieto y fue detrás—. ¡Espera, Shin Hye! ¡Espera, por favor! ¡Espera! ¡A mí realmente me... !

No alcanzó a decir más. La puerta le tronó en la cara justo en el instante en el que los zapatos de mi hermana se movían con una furibunda energía por el pasillo, obligándome a retirarme de la ventana.

No volví a saber de él hasta que se hizo pública la desaparición. Entonces y presentó en mi porche, al concluir la décima jornada de búsqueda que, esta vez, nos había llevado por la carretera hasta el pueblo de al lado.

—Lo siento mucho — dijo, nada más verme—. No sabes cuánto lo siento.

Solo alcancé a asentir ligeramente con la cabeza. Esos días estaban siendo los peores de mi vida. No me entraba la comida, apenas dormía y era difícil que estuviera más de una hora sin ponerme a llorar. Además, todavía no había cejado en mi empeño de hablar con policías, comisarios, investigadores y todo el que se me cruzara sobre Min Yoon Gi y mis sospechas y me sentía realmente hastiado de que no me tomaran en serio.

Ya le habían registrado, decían. Ya le habían interrogado, insistían. Mierda. ¿Y qué, eh? ¿Y qué? ¿Acaso no se habían dado cuenta de lo jodidamente listo que era ese cabrón?

—Quiero ayudarte. —El ofrecimiento de Hoseok me cayó de sorpresa pero el abrazo que me dedicó en ese momento lo hizo todavía más—. Cuenta conmigo, hermanito.

—Me la quitó, ¿sabes? —No supe por qué pero estaba tan debilitado que empecé a expresarle mis pensamientos mientras un par de lágrimas se me escurrían por las mejillas—. Decía que quería que apreciara el valor de la muerte o algo así, que tenía que aprender a vivir con ella y... —Se me subió la mucosidad y me tuve que interrumpir—. Nadie me cree. —Cogí a aire, frustrado—: ¡Nadie me cree!

—Yo sí. —El valor de esas palabras borró todas mis objeciones previas sobre él—. Vivir con la muerte es una losa que ahora ambos compartimos y, aunque suene a tontería, nos une en un mismo sentimiento: la necesidad de justicia.

Sí, cierto. Eso quería para Shin Hye pero también quería venganza y, de repente, lo que el mismo Hoseok había expresado en mi baño sobre aquella idea y sobre el hecho de tener que poder con todo cobró sentido y coherencia.

—Te está sonando el móvil.

El aviso me hizo regresar a la realidad del frío pasillo de la planta y dejar de hurgar en la bolsa de cartón, cargada de recipientes de pollo, verdura, fruta y hasta cuencos de caldo, para poder sacar el teléfono del bolsillo. Me había quedado tan absorto en mi recuerdos que ni lo había escuchado.

—Hola, Jin. —El maternal timbre de Mi Sou me generó una descarga de inquietud. Era la anhelada y temida respuesta—. Ya lo tengo todo.

—¿Y bien? —me impacienté.

—¿Estás seguro de que quieres que sea de esta manera? —dudó—. Podríamos esperar a vernos en persona por si te empiezas a encontrar mal o...

—Dime lo que le pasó a mi hermana.

Ya había esperado cinco años. Me negaba a ceder ni un solo un minuto más.

—Está bien.

Aguanté la respiración y Hoseok, a mi lado, me echó el brazo por la espalda y pegó la oreja al aparato.

—Antes de fallecer, Min Yoon Gi nos proporcionó una localización en el bosque de Daegu —comenzó—. Buscábamos una cosa concreta pero encontramos otra.

Joder. Me temblaron las piernas y me deslicé al suelo, buscando el apoyo de la pared, y mi compañero hizo lo propio, expectante y casi tan angustiado como yo.

—Había una fosa con tres cuerpos en estado de esqueleto, Jin —prosiguió—. Y los análisis de ADN nos han confirmado que uno de ellos pertenece a Kim Shin Hye.

Mi hermana... ¿Enterrada en el bosque? Eso no podía ser. De ninguna manera podía ser.

—Quiero ver las fotos —conseguí decir—. Mándamelas.

—Jin... —objetó ella—. No creo que sea buena idea que...

—¡Tu mándamelas! —bramé—. ¡Necesito ver! ¡Necesito verlo, maldita sea!

Se hizo un silencio en la línea y, apenas tres segundos después, un timbre me indicó la recepción de nueva mensajería. Retiré el teléfono de la cara, busqué la aplicación, tiritando, y...

No podía ser verdad. ¡No podía ser la maldita verdad!

Hacía ya mucho que había aceptado su pérdida pero no era capaz de imaginar que aquel hijo de puta hubiera sido capaz no solo de matarla sino también de cortarle la cabeza como a un animal. Por supuesto, ya había visto la foto del hombre entre las otras y había leído el Modus Operandi que Mei había escrito pero aún así... Aún así...

¿Enterrada?

No. Aquí había algo más.

Y tenía muy claro quién me lo iba a decir.

La relación de Hoseok y Seok está firmemente sostenida por el sentimiento de pérdida de Shin Hye, a quien ambos querían.
Ahora se ha descubierto que ella es una de las fallecidas del bosque de Daegu.
Enterrada. Con el cuerpo separado de su cabeza. Con otras dos personas.
Todo esto y mucho más en la próxima actualización.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro