Día Seis: Quid Pro Quo
—¿Cómo supo que encontraríamos cadáveres en el bosque?
No pude evitar arrugar la nariz al escuchar a través de los auriculares la sequedad con la que el tal J.C Cromwell, un psicólogo criminalista de origen estadounidense que me parecía un quisquilloso de mucho cuidado, se dirigió a Yoon Gi ni tampoco la angustia que me embargó cuando éste le devolvió uno de sus conocidos y densos silencios.
Aunque ninguno de los del equipo forense se había dado cuenta, era evidente que la sesión terminaría en fracaso. Lo notaba no solo por su ausencia de respuesta sino también por la oscuridad apagada de sus pupilas y por la desgana con la que emitía cada gesto, y lo peor era que yo, desde el otro lado del cristal, no podía hacer absolutamente nada por evitarlo.
—Esas no son formas de empezar —me quejé a Kim Wo Kum, que estaba sentado a mi lado—. Entre y dígale a ese hombre que se modere. Solo le ha faltado acusarle con el dedo y gritarle un "sé que fuiste tu" cuando usted y yo sabemos que no es así.
—Doctora, le ruego que tenga paciencia. —El forense se apartó de la oreja el sistema de escucha y me dedicó una mirada cargada de resignación. Sí, ya sabía que estaba incordiosa pero los nervios me podían—. Ha empezado hace solo tres minutos y tenemos que darle un margen a su método. Tiene que aceptar que sus estrategias pueden no ser las únicas válidas y dejar de protestar.
No, no, no. Bastante tenía ya con aguantar que me hubiera negado el acceso a la habitación como para aceptar encima lo inaceptable.
"Ya estás delante de tu queridísimo nene. Solo espera un poco".
¡Pero yo no quería esperar! Quería darle un golpe a aquel maldito cristal, romperlo y abrazarle. Eso quería.
"La desesperación conlleva errores que no te puedes permitir".
Y quedarme de brazos cruzados tampoco era lo mejor porque me estaba volviendo loca. Necesitaba hacerle saber que yo estaba ahí y decirle que no importaba nada de lo que hubiera hecho o dicho antes porque quería seguir acompañándole en su devastado mundo de amargos recuerdos y ayudarle a crear otros nuevos. Y también me moría por decirle que la bitácora seguía presente en mi cabeza y que deseaba con toda mis fuerzas seguir siendo su anclaje igual que él era el mío.
—Cuando el analista acabe podrá corregir todo lo que estime. —Mi acompañante me sacó de mis cavilaciones y la frustración volvió a removerme en el asiento—. Ahora limítese a escuchar.
Entrecerré los ojos, con disgusto. La verdad, no era capaz de entender el motivo de que me hubiera apartado así cuando sabía perfectamente que yo podía conseguirle los datos que necesitaba.
—Haga lo que le parezca —contesté, irritada.
—Eso precisamente es lo que hago.
—Su trato es demasiado policial —Me acomodé lo mejor posible las almohadillas de los auriculares—. Si el psicólogo sigue por ese camino va a quedar en evidencia.
Se limitó a llevarse el dedo a los labios y a mandarme callar. Dios mío, cuánta terquedad.
—¿Quiénes son estas personas?
La tirantez de Cromwell se hizo aun más patente y mi atención volvió a centrarse en el cabello engominado y en la corbata azul marino al otro lado del espejo. ¿Desde cuándo una terapia era un interrogatorio?
—Nos dijo que en el bosque encontraríamos los restos de su padre pero no creo que se trate de ninguno de estos tres. —Recorrió el dedo por las fotografías de los esqueletos, extendidas sobre la cama—. ¿De dónde sacó la información?
Como se veía venir, no hubo una sola palabra al respecto. Normal; Yoon Gi siempre había tenido muy claras sus condiciones y ganarse su confianza no era tarea sencilla.
—Me disgusta que me deje hablando solo como si fuera un idiota. —El analista resopló, agobiado—. ¿No cree que si charlamos un poco podríamos retomar el trabajo que estaba haciendo con su anterior psicóloga? — le ofreció, con una sonrisa de lo más artificial—. ¿Qué le parecería seguir con la terapia?
—A usted no le interesa lo más mínimo ayudarme. —La contestación sonó fría y distante, seca—. Está aquí porque quiere que le diga que antes de descuartizar cuerpos ensayaba arrancando cabezas y que esos restos los tenía guardados para despistar la investigación y acusar a otro.
—No sé por qué piensa eso. El excelentísimo forense Kim confía bastante en su inocencia.
—No lo piensa él. Lo piensa usted.
—Okey. —El aludido se llevó la mano a su reloj de pulsera y jugueteó con los botones. Se estaba impacientando cada vez más—. Mire, dejemos a un lado mis creencias particulares y centrémonos en lo importante.
—Lo importante según usted.
El comentario me aceleró hasta a mí. No se lo estaba poniendo nada fácil.
—Le propongo un intercambio —consiguió decir el analista, de corrido y sin respirar—. Si me da el nombre del posible autor de lo del bosque yo le daré algo a cambio. Una televisión, un chisme de música, libros...
Suspiré, con el pecho agarrotado por la creciente tensión. Aquel hombre estaba intentando hacer un contrato Quid Pro Quo, un tipo de técnica de conducta que se basaba en la premisa "yo te doy... si tu me das...", y me daba que no solo no funcionaría sino que empeoraría aún más las cosas.
— Podemos negociar una salida a dar un paseo también.
Cromwell le dedicó una nueva sonrisa y él le contempló con una hosquedad tal que hizo que se le quedara congelada en el rostro.
—No le gusta la idea —adivinó—. ¿Puedo preguntar por qué?
—Ha entrado aquí sin ni siquiera presentarse para dejar constancia de su rol de superioridad. —Yoon Gi se sentó en el borde de la cama y recogió las fotografías, una por una, para a continuación apilarlas en la mesita de ruedas con una tranquilidad pasmosa que chocó enormemente con la expresión contraída del entrevistador—. Es una persona bastante insegura que se esconde detrás de sus estudios para hacerse valer y su autoestima no le permite mantener una actitud cercana con un enfermo mental como yo.
El psicólogo contuvo la respiración y yo me pegué al cristal, con el corazón en un puño. ¡Ay, Dios! Era lo que me temía.
—Además, pretende que le responda como un corderito sin molestarse en crear nada ni remotamente parecido a un vínculo —continuó—. Cree que la Doctora Eun fue demasiado humana conmigo y que mis actos no merecen tanta consideración y, por si me quedaban dudas, se pone a negociar conmigo privilegios al estilo carcelario, como ver la televisión —recalcó, molesto—. No entiendo por qué le extraña que no quiera tratar con usted.
—Señor Min...
—Váyase.
Kim Wo Kum se levantó de un tumbo. La satisfacción me embargó durante unos breves instantes. Se lo tenía merecido por no haberme dejado intervenir.
—Si no desea una tele le daré otra cosa. —El analista se resistió a claudicar—. Solo dígame qué le interesaría.
"Ay, pero qué penoso individuo".
Ya. El pobre hombre se había desbordado ante aquella vertiginosa agilidad mental y no sabía seguir sin agarrarse a su burdo contrato.
—Nada. —Yoon Gi se levantó y se asomó a la pequeña ventana que daba a un patio en desuso por el que nunca pasaba nadie—. Lo único que yo quiero es que ella esté a salvo sin tener que alejarse de mí y eso nadie me lo puede dar.
Aquella frase me cayó como un ascua ardiente directa al pecho. No, Yoon Gi, sí se podía. Se podía. Yo tenía una defensa fuerte y lo demás me daba igual. Todo me daba igual. Todo.
—Si no hay nada que desee, entonces le pediré que actúe de buena fe y aporte el nombre que necesito. —Cromwell se le acercó arrastrando sus relucientes mocasines negros—. Estoy deseando cerrar ese asunto y dejarle tranquilo.
—Usted debe saber muy bien lo que es perder a alguien que se ama.
El cambio radical de tema hizo que el entrevistador se detuviera en seco, sin entender, y mi angustia se multiplicó por mil.
— Yo, sin embargo, no lo he sabido hasta hace poco y duele más que cualquier mal físico.
Ay... No. Para nada era así. A mí no me había perdido. Estaba ahí y siempre lo estaría. ¡Dios! ¡Ahora sí que tenía que entrar! ¡Tenía que entrar y decírselo!
"Espera".
Ya estaba hasta las narices de esperar.
"No es el momento. No te dejes arrastrar".
Entonces cuándo...
"Pang Eo".
¿Cómo?
Vale, ya me estaba empezando a cansar de divagar como una psicótica. Una cosa era aceptar la disociación y otra muy diferente ponerme a discutir con ella como si fuera alguien del exterior.
—Entiendo perfectamente que su estado de ánimo no le haya permitido leerse mi informe.
La conclusión de Yoon Gi me dejó helada y la reacción de Cromwell todavía más, pues empezó a mover la cabeza y el cuerpo en todas direcciones como si estuviera enjaulado y buscara que alguien le rescatara. Había dado en el clavo.
—Creo que se está separando — añadió el detenido—. A lo mejor me equivoco pero tiene los ojos rojos de haber llorado mucho y una marca blanca en donde debía de estar su anillo de casado.
—Yo... Sí... Bueno... —El hombre enrojeció hasta las orejas—. Por encima ... —se sinceró—. He mirado el informe por encima.
—Ni siquiera está al tanto de mi trastorno. —Yoon Gi regresó de nuevo la vista hacia el exterior—. Anótese por ahí que "el paciente muestra una actitud hostil y hermética" y váyase.
"Me encanta tu chico."
—Joder. —La protesta de Kim Wo Kum me llegó alta y clara a pesar de los auriculares—. Otro psicólogo que se va a la mierda.
Y más que se irían.
—¿Por qué nadie me ha dicho que Cromwell ha entrado sin estudiarse el diagnóstico? —El investigador se dirigió a una mujer de gafas que parecía su secretaria, indignado—. ¿Es que no hemos aprendido todavía que con el Señor Min no cabe el más mínimo error?
—Dijo que no quería dejarse influir por el juicio de otro. —La chica se acomodó las lentes sobre la nariz y se encogió de hombros con cara de fallo—. Perdón, jefe, es que se veía muy seguro.
—Muy seguro, ya, sí. —El tono me hizo hasta gracia; era la primera vez que le veía así de enfadado y me recordaba un poco a Dark Ho—. Muy osado, mejor dicho. Y muy estúpido también.
—Yo puedo hacerlo. —Aproveché la situación para ofrecerme por décima vez en lo que iba de mañana—. Deme acceso.
—No. —Su absurda tozudez me abrió la boca hasta el suelo; pero, ¿qué era lo que pasaba?—. Si quiere aportar algo tendrá que hacerlo desde aquí.
—¿Por qué? —Entrecerré los ojos—. No es lógico.
—¿Ah, no? — Chasqueó los labios al tiempo que señalaba a Yoon Gi con el dedo—. Porque yo considero muy lógico tratar de proteger su integridad profesional.
¿Mi qué?
"Sabe lo que tienes con él".
No, no tenía forma.
—Bien que me ha pedido ayuda con Jimin —le solté, con toda la intención de irritarle—. Y bien que apoyó mi diagnóstico y mis recomendaciones en su momento.
El forense se dejó caer pesadamente en la silla y suspiró, como si estuviera harto y el asunto le quedara grande.
—Vamos a ver, doctora, le voy a contar una pequeña historia y luego usted me dirá.
"En cuanto despertaron al señor Min del coma inducido, tras una semana entera entubado en Cuidados Intensivos, fui a verle. Recuerdo bien que cuando entré en esa habitación con olor a desinfectantes para la piel, le encontré aturdido, blanco como una pared y con unas ojeras tremendas, con el torso tan vendado que no le habían podido poner ni la camisa del pijama y un aire de lo más triste.
—Bienvenido al mundo de nuevo, señor Min. —Pegué la silla junto a la cama y me senté a horcajadas, como suelo hacer cada vez que puedo porque los respaldos me dan dolor de espalda—. ¿Sabe donde está?
—Es... Como si tuviera miles de cristales rotos en la cabeza... —Su voz sonó afónica porque le acababan de retirar el tubo de la tráquea y tengo entendido que eso deja la garganta en carne viva—. Algo muerto en mi casa... Y... No sé si había una aspiradora y mucho caos por el suelo... Y... Alguien llora... No soy capaz de recomponer la escena completa...
—Ya tendrá tiempo. — Nunca se me ha dado muy bien el rollo psicológico así que preferí orientarle en espacio y tiempo—. Lleva una semana dormido, está en el hospital y acaba de entrar en el programa de protección de testigos.
—Una semana... —repitió, masticando lo que eso suponía—. Mi hermano... Mei...
—Ambos están bien.
—Mei... —repitió, como si no me hubiera oído—. ¿Dónde está? —De repente me pareció que se ponía muy nervioso—. ¿La ha visto?¿Sabe cómo se encuentra? ¿Ha hablado con ella?
—Acaba de despertar y en vez de interesarse por lo que ha ocurrido va y me pregunta por la médico —le hice ver; soy un hombre de deducciones y ya me imaginaba que algo raro ocurría—. Nunca deja de sorprenderme.
— Me... Me lo imagino...
—Su querida doctora ha estado ausente de su puesto de trabajo toda la semana. —Me encogí de hombros y su cara de angustia me proporcionó la información que me faltaba—. Mañana subiré a la planta a preguntar por ella.
—Cuando vaya podría... Podría decirme...
—Señor Min, le diré cómo se encuentra la señorita Eun si así se queda más tranquilo pero le recomiendo que vaya desterrando la idea romántica que me parece que tiene en la cabeza. —No me andé con rodeos—. Entiendo que esas terapias incentiven la creación de fuertes sentimientos pero eso le va a perjudicar mucho a ella.
—Lo sé —respondió con los ojos clavados en el techo—. En Daegu me di cuenta... No puede estar conmigo... Y le puse fin.
—Le felicito por haber priorizado el bienestar de ella sobre el suyo.
—Ya...
Me pareció que cerraba los ojos, como si algo le hubiera molestado, pero cuando me levanté, con la intención de marcharme, me di cuenta de que se estaba aguantando las lágrimas. No puedo decir que no me impresionara ver a alguien con tantos recursos así.
—La aparté porque quería que estuviera a salvo...
—Hizo bien —insistí; la verdad, se veía tan sincero que me dio hasta pena pero la vida nunca es justa y cada quien debe aceptar su propia penitencia— . Acabamos de comprobar que "estar a salvo" y "usted" no quedan bien en la misma frase.
—No puedo estar más de acuerdo —me otorgó—. Por eso lidiaré con lo que venga yo solo y le pido...
—Ya cumplí con su otra petición —le interrumpí—. No se crea que porque haya accedido una vez voy a aceptar todos su encargos como si fuera su chambelán.
Esbozó una mueca desconcertada. Entonces fue cuando me convencí de que no se acordaba de que yo tapaba que estuviera vivo y decidí darle un margen.
—Le escucho —acepté—. ¿Qué quiere?
—No deje que ella se acerque a mí."
Rayos... No... Por qué... Por qué...
La exclamación desquiciada de Cromwell hizo que fuera imposible que se lo preguntara.
—¡El final de una sesión me corresponder a mi decidirlo! —bramó—. ¡De aquí no nos movemos hasta que acepte colaborar!
La medio sonrisa pícara que se asomó entonces en los labios de Yoon Gi me aceleró el ritmo cardíaco y, por raro que sonara, me abrió las puertas de la esperanza de par en par.
Mei por fin está frente a Yoon Gi pero no lo tiene nada fácil.
Él está devastado e insiste en alejarla, pese a todo, y Kim Wo Kum tampoco parece dispuesto a ceder.
¿Qué pasó en ese bosque?
¿Qué es lo que ha encontrado Yoon Gi en su memoria?
Y, ¿en qué afecta a Mei?
Todo esto y mucho más en la próxima actualización.
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N/A:
— ¿Cómo vamos? ¿Les está gustando?
— ¿Han cambiado de personaje favorito o mantienen el del vol. 1?
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