Día Nueve: Cabezas
(Voz narrativa: Jung Kook)
—Ey... Ey... Ayúdame... Ey...
Ey. Sonaba a coletilla de canción, de esas que se ponían para rimar las frases con la música y dar un poco de gracia a la letra. "Ey, girl". "Ey, boy". Ey. ¡Ey, ey! Quedaba absolutamente genial y, además, era una palabra corta y práctica, sí, señor. Ah... Se me estaba ocurriendo... ¿Y si en vez de bailar rap me hacía músico y componía algo con eso y sus posibles combinaciones? Ea. Eo. ¿Eu?
—¡Date prisa! —De nuevo la misma voz, lejana, insistió en sacarme de mis pensamientos—. ¡Mueve algo para que pueda bajar!
Bajar. ¿Bajar a dónde? Y mover. ¿Mover el qué? Si no sabía ni...
¡Ah! ¡Ah, sí! ¡Ya! ¡Pero qué memoria la mía! Seguía metido en ese sótano sucio lleno de trastos, acostado en la camilla con el tubo de medicación inyectado a la vena y, a juzgar por el increíble peso que sentía por todo el cuerpo, me había vuelto a dormir. Casi me alegraba de que Tae no me viera; conociéndole me hubiera empujado al suelo, como hacía cada vez que me daba un bajón y me negaba a levantarme y él, muy serio, me pinchaba con su típico "Deja de holgazanear y haz algo útil" y me tiraba la escoba o los trapos de limpiar el polvo. Era su manera de sacarme de la letargia.
—¿Quieres hacer el favor de dejar de fingir que no me escuchas? —El extraño, intruso o lo que fuera, volvió a dirigirse a mí—. Sería estupendo si colaboraras un poco y me acercaras uno de esos bidones para que me apoye.
No. Ni loco iba yo a abrir los ojos, ni loco, y mira que eso no era muy difícil. Mi señor secuestrador podría aparecer en cualquier momento y entonces... ¡Ay, qué miedo! Tampoco pensaba volver a tocar ese bidón con... Con... No lo había soñado, ¿verdad? En esos recipientes había...
—¡Oye, por favor, en serio! ¡Abre los ojos y ayúdame!
"Finge".
Y ahí estaba de nuevo. El que me hablaba era mi amigo, el de los inventos súper revolucionarios, el que no necesitaba dormir y me guiaba en la organización de los planes y proyectos y al que Mei había bautizado como "alucinación" pese a que era un tipo muy real. Tenía que serlo; si no no tendría sentido que le oyera.
—Maldita sea mi suerte. —Unos golpes en el cristal de la ventana seguidos de un estallido similar al de arrojar un vaso contra el suelo consiguieron picarme la curiosidad y giré disimuladamente la cabeza hacia abajo—. Yo que había jurado que nunca más... Nunca más... Nunca más...
La porquería pegada a los vidrios me impidió distinguir nada más allá de una sombra arrodillada que acababa de romper la ventana desde fuera con algo alargado y de repente me emocioné como un niño ante una piruleta enorme. Por cierto, mira que estaban ricas las piruletas. De fresa, de refresco de cola, de limón, de naranja...
Otro golpe hizo que el agujero en el cristal se hiciera aún más grande. ¡Pero qué súper emocionante! Sin duda era un ninja salvador de alguna organización secreta protectora de mentes creativas como la mía. Sí, sí, sí, ¡se notaba! ¡Se notaba!
—¡Mierda! ¡Joder! ¿Por qué a mí? —Mi genial libertador siguió protestando—. ¿Qué demonios he hecho yo en esta vida para merecer esto? ¿Qué?
Ay, pobrecito. Estaba enfadado con mi señor secuestrador y necesitaba un abrazo. Uno de los grandes, de oso, para relajarse y apreciar el lado bueno del mundo que le hubiera dado encantado si no fuera porque él estaba arriba y yo abajo y no podía subirme otra vez sobre el "bidón de los horrores". Bidón funerario. Un bidón para enterrar a la gente en pequeñito y no gastar el espacio del terreno del cementerio porque allí estaba todo el mundo apretujado.
Un último estallido me retumbó en los oídos, la ventana quedó convertida en un marco hueco y la punta de un bate de béisbol limpió los restos puntiagudos de los vidrios. Un bate... Un bate... Eso me sonaba.
—¿Eres tu? —Sabía que no era una pregunta muy bien hecha, que se dijera, pero no me salía nada mejor; sentía en la cabeza un "casco mata neuronas"—. ¿Eres el hacker de los mil cerrojos?
—Mil cerrojos te tendría que haber puesto yo a ti en la boca y me hubiera ahorrado el estar aquí. —Su cabeza, envuelta en un impermeable negro, se asomó y midió la distancia hasta el suelo—. Joder. Si me rompo una pierna va ser por tu culpa, J.K.
J.K. Investigaciones J.K. Inventos J. K. Estudio creativo J. K. Multifuncional. ¡Súper!
—¡Woo Young! —grité; por fin acababa de recordar su nombre—. ¡Me alegro de verte, mi amigo simpático! —Traté de levantarme pero al hacerlo el suelo se movió y me tuve sentar y cerrar los ojos—. Un terremoto... Un terremoto... Un terremoto...
—No es un terremoto. Eres tú, que estás mareado —me tranquilizó él justo antes de que un golpe sordo me aturdiera los tímpanos, la mente y, en general, todos los sentidos—. Tienes suerte de que no te hayan podido inyectar más mierdas en la sangre.
Abrí un ojo, temeroso, y me miré la muñeca. Ahí seguía la vía, abierta y succionando aire. Lo sabía porque tenía muchas gotas de sangre en el tubo.
—Tienes que esforzarte por levantarte y recuperar el equilibrio, aunque te resulte difícil. —Woo Young siguió hablándome pero yo volví a apretar los párpados y me hice un ovillo en la camilla; ¡no, no, no!—. Tenemos que seguir las pautas.
Pautas. Pautando paupérrimas patas.
"Haz patas mecánicas".
"Humanos con cuatro piernas".
"Humanos con cuatro brazos".
"Humanos con dos cabezas".
No, basta. ¡Basta! ¡Basta ya! No quería hacer nada. Nada. Solo dormir eternamente.
—Perdóname —murmuré—. He perdido el avión. Te esforzaste mucho por ayudarme y yo he perdido el avión.
—Eso no importa, J.K.
Los ojos se me empañaron de lágrimas. Sí que importaba. No solo no había conseguido ser de utilidad sino que me había convertido en un estorbo. Uno enorme que solo daba problemas a todo el mundo, como siempre. Por ejemplo, a mis padres les solía sacar de quicio con mis cambios de humor, todos los amigos que había intentado tener habían huido de mí porque no me soportaban más de tres días seguidos, a mi compañero de piso no hacía más que matarle a disgustos y cada vez que había intentado organizarme y cumplir con una responsabilidad había terminado por abandonarla. Lo dicho, un súper estorbo de primera línea.
"Muérete".
Mi amigo sabio, ¿crees que debería?
"Antes que sufrir, es mejor morir".
—Ey, J.K.
—Tendría... Japón... —conseguí decir, medio atacado por la congoja que se me acababa de poner en el cuerpo—. Yoon Gi... No aprovecho nada... —Los mocos me taponaron la nariz—. Soy... Decepción... —Me encogí aún más; ya no podía traducir mis pensamientos en frases completas—. Estás en mi problema... Siento... Lamento... Perdón...
Woo Young, el todopoderoso hacker de la seguridad, me zarandeó con fuerza y me obligó a levantar la cabeza. No me cabía duda de que debía de ser trapecista a parte de rey de computación porque había conseguido llegar hasta mí de una pieza y ni cuenta me había dado. Ay... Si tan solo yo pudiera ser un poco como él, me vería menos lamentable.
—J.K, no eres ninguna decepción. —Se quitó la capucha y los aretes de sus orejas tintinearon maravillosos, como estrellitas brillantes—. Y si he venido hasta aquí ha sido porque, aunque no lo parezca, alguien te cuida. —Mi súper salvador se sacó entonces el móvil de la cremallera lateral del chubasquero y marcó un número con el altavoz puesto—. Atiende y verás.
Verás. Velo. Veloz. Vela. Veleta. ¿Cuántas palabras comenzaban con "ve"?
—Eres súper listo. —Aunque la cabeza me daba mil vueltas me esforcé al máximo para estructurar la frase; no tenía nada que ver con el tema pero su mente me gustaba y se lo quería decir—. Si no lo fueras no habrías podido encontrarme.
—En realidad, controlar y rastrear es lo único que se me da bien. —Le quitó importancia; pero qué chico más modesto—. Comprobé que no habías subido al avión y revisé las cámaras de la zona hasta que di contigo y con el coche que te atropelló. La dirección de matriculación hizo el resto.
—Eso es una pasada. —Abrí la boca, impresionado, restregándome los ojos para apartarme el agua—. Eres como los tipos geniales de las pelis de organizaciones ultrasecretas pro justicia al margen de la ley.
Mi interlocutor soltó una carcajada y, justo cuando me disponía a contarle mi alucinante proyecto de diseño de cámaras invisibles voladoras, por si le interesaba para sus labores de salvamento urbano, el pitido de la llamada se silenció y dejó paso al sonido de una respiración.
—Le he encontrado. —Woo Young abandonó al instante su postura distendida y se puso el teléfono a la altura de la boca—. Parece estar bien pero le veo más descompensado del trastorno.
¿Le estaba dando cuentas a un fefe? Ah... ¡Había que presentarse! ¡Presentarse! ¡Importante presentarse!
—¡Hola, jefe de mi amigo! —Me incorporé de inmediato hacia el aparato—. Soy Jung Kook, nombre en clave J.K. Me han secuestrado pero W. J, el poderoso trapecista rompe cristales y maestro de las cerraduras, ha venido a buscarme con su bate aplasta cráneos.
—Parece que no me equivoqué en elegirte, bebito. —La voz al otro lado, firme pero a la vez relajada, se me hizo extraordinariamente conocida—. Te hace falta un poco de litio pero te felicito.
Yoon... Gi... ¿Yoon...?
—Lo has hecho a la perfección —continuó—. Estás exactamente donde esperaba que estuvieras.
¿Eh? ¿Ah? ¡Sí que era él! ¡Era él! Ay... Pero... ¿Cómo que...?
—Yo... —Las lágrimas volvieron a aparecer, incontenibles, y me nublaron la vista—. ¿En serio lo he hecho bien? Tardé en conseguir el alta, el doctor Kim me descubrió, me perdí por Seúl, me atropellaron y me... —me interrumpí para liberarme de la congestión—. No sé... No sé...
—Chiquitín, nada te pasará. —Sus palabras resultaron ser exactamente lo que necesitaba para quitarme el peso del pecho; era raro pero él me infundía mucha seguridad—. Te salvaré el culo todas las veces que sean precisas.
Asentí como un tonto, sin darme cuenta de que no me podía ver.
—Y ahora tienes contigo a mi leal geniecillo de la informática para que te ayude. —La voz se le hizo más tenue y tuve que pegar la oreja al altavoz—. Te toca, niñito.
Busqué a Woo Young con la mirada pero éste se encogió de hombros y me devolvió una expresión confundida. No sabía mucho más que yo.
—¿Qué tengo que hacer, gran master? —pregunté con curiosidad; cómo me gustaban los viejos dibujos de los "Master del universo" y gritar eso de "¡Por el poder de Grayskull!"—. ¿Cuál es la misión?
Se hizo un breve silencio. Se escucharon portazos, la voz hueca de un señor de fondo y el murmullo de Yoon Gi respondiéndole algo que no pude entender.
—El tiempo se acaba —contestó, fuerte—. Busca y tráeme fotos. Muchas fotos.
¿Fotos? ¿Fotos de qué?
—¿Fotografío la suciedad? —Vaya, eso no parecía muy extraordinario ni tampoco muy difícil—. Esto es un almacén de limpieza con cajas, muchas cajas, y plastiquitos, y polvo a montones, y antes los cristales estaban fatal aunque ya, claro, están rotos y hay un armario que tiene...
Me interrumpí en seco. El bidón. Ah... Contuve el aliento.
—¿Quieres que fotografíe los restos humanos?
Woo Young tosió estrepitosamente y el móvil por poco termina en el suelo.
—Espera... —Me contempló, desencajado—. ¿Qué restos? —Me pareció que temblaba y lo único que se me ocurrió fue dedicarle una sonrisa inocente que en nada le tranquilizó—. ¿Cómo que restos humanos? —insistió, cada vez más alto—. ¿Qué dices? Joder... Mierda... ¡Mierda!
—Me resulta sumamente curioso que sigas teniendo miedo de lo que precisamente ha hecho posible que continúes respirando y paseándote con ese bate de malote, mi apreciado geniecillo. —Yoon Gi soltó un par de carcajadas secas y Woo Young, a punto de desplomarse, buscó el suelo con la mano y se sentó—. No hagas un drama de una insignificancia y traedme fotos.
Observé el bidón, más tieso que el palo de una escoba. Ay... Yo tampoco me sentía capaz de... No, no era tan difícil... Sí, sí que lo era... No, no lo era... Ay... Solo había que darle a un botón... Pero tenía que abrirlo y no quería ver eso... Ay... Espera... Si Yoon Gi decía que una insignificancia, tenía que serlo.
—La puta madre. —Mi súper amigo salvador agachó la cabeza entre los hombros, disgustado—. Me llevaste a J. K porque sabías que me vería reflejado en él y que si le pasaba algo me sentiría tan mal que accedería a seguir tus instrucciones para encontrarlo.
Le pegó una patada a una caja cercana, que salió disparada hacia una pared levantando polvo.
—Me la has liado pero bien. Eres un pedazo de cabrón.
—Me lo debes, nene. —La respuesta de Yoon Gi sonó impasible—. Ahora ayudad a Yoon Gi. Se lo merece.
Woo Young abrió la boca pero la llamada se cortó y tuvo que conformarse con emitir un par de maldiciones entre dientes antes de dejar el teléfono a su lado y tumbarse sobre el polvoriento suelo con los brazos en cruz, como si acabara de terminar de correr una maratón.
—Vamos, no me jodas... —protestó—. Ya sé que lo merece... Lo sé... Pero no hacía falta ser tan hijo de puta y jugar con mi buena voluntad de esta manera.
Pues a mí ahora me parecía que el master tenía razón y que no era para tanto. ¡Claro que no lo era! Él me había salvado de morir y yo había prometido ayudarle. ¡Tenía que cumplirlo! ¡Sí, sí, sí!
Me arranqué la vía de la muñeca, presa de un arranque de entusiasmo, recogí el teléfono de piso y, sin pensármelo, corrí hacia el bidón y le di una patada. Como estaba casi vacío, se volcó al instante y esa cabeza asquerosa y húmeda que tanto miedo me había dado rodó hasta mis pies aunque ahora mis ojos la analizaron de otra manera. No era para tanto, no pasaba nada. Yoon Gi lo había dicho y él nunca se equivocaba.
—La madre que me... — Woo Young incorporó medio cuerpo y me observó espantado en el instante en que apunté con la pantalla al cráneo y lo fotografié—. J.K... Oye...
Ni le miré. Estaba demasiado concentrado en tomar varios ángulos para después repetir la operación con los trocitos del bidón anexo, que seguía oliendo a putrefacción, y abrir el resto de los recipientes, que estaban vacíos. Vale; entonces ahí no había nada más. Me dirigí a las cajas. Volqué el contenido de la primera. Solo tenía estropajos y esponjas para vajilla.
—¿Y ahora qué estás haciendo?
—Dijo "muchas fotos" —recalqué—. En mi cerebro bipolar eso significa que hay más.
—¿En tu cerebro bipolar? —Woo Young se rascó la cabeza y se levantó, limpiándose la suciedad de la ropa y mirando en todas direcciones, ya más tranquilo—. Pues en el mío significa que nos hemos metido en una puta pesadilla que no va a traumar más de lo que ya estamos así que yo creo...
El hecho de que no terminara la frase me hizo levantar la cabeza de la segunda caja, que estaba a punto de vaciar, y buscarle.
—Yoon Gi tenía un armario igual en su sótano. — Woo Young se acercó al mueble de productos de limpieza—. Lo tenía hasta arriba de herramientas y eso que en su casa nadie arreglaba cosas.
Se detuvo frente al armazón y ahogué una exclamación al verle asirlo de los lados, abrazándolo, para empezar a moverlo, lo que hizo que se volcara hacia delante y un cajón oculto tras unos botes se le cayera encima. Varios martillos de diferentes tamaños, destornilladores y tenazas se escurrieron al suelo. ¡Caramba! ¡Guardaba lo mismo!
—¡Espera, amigo! —Corrí y logré evitar que la estructura le sepultara, compensando el peso tirado hacia atrás—. ¡Vamos a hacer músculos para convertirnos en superhéroes!
Entre los dos logramos hacerlo a un lado.
—Dame el bate. —A mi compañero le relampaguearon los ojos en cuanto observó el muro blanco, ennegrecido, ante nosotros—. Vamos a abrir una piñata.
Lo hice sin rechistar, claro, comido por una curiosidad súper enorme por saber de dónde sacaría las cosas para montar una fiesta pero, en cuanto le vi golpear la pared y cómo ésta se rompía como si fuera de papel, la idea de divertirse se esfumó de mi cabeza.
Ala... Metí las manos y arranqué un trozo gris. Parecía cemento pero solo era una lámina pintada, endurecida, que cubría un balda para libros en donde me pareció distinguir un busto. Un maniquí.
Woo Young asestó tres golpes más. No era solo una balda. Era una enorme librería con... Con... ¿Muñecos con pelucas? ¿Acaso mi secuestrador era calvo? Ay, que me daba la risa. No, seriedad, seriedad. Aparté el resto de trozos rotos de la superficie para poder ver mejor y...
—Joder... —Woo Young dejó caer el bate al suelo y se tapó la boca con las manos—. Joder...
No eran muñecos. Era una estantería repleta de cabezas de verdad.
Cabezas de chicas muertas.
Chicas sin ojos.
—Ay. —Fue todo lo que fui capaz de emitir—. Ay, Dios mío.
La mente de Pang Eo es capaz de mover intenciones y hacer creer cualquier cosa.
El destino de Jung Kook era el de llegar a ese lugar y el de Woo Young el de sacarlo.
Todo para ayudar a Yoon Gi.
Porque el tiempo se acaba.
Todo esto y mucho más en la próxima actualización.
¿Te lo vas a perder?
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