« 06 »
Despertó envuelto en el calor particular de otro cuerpo aferrado al suyo, con el tenue olor a frutos rojos que parecía desaparecer en el aire. Se movió lo mejor que pudo con intenciones de no despertar al mayor, intentando deshacerse del agarre para poder respirar correctamente. Cuando lo consiguió, observó el desastre de la cama. Dado que ambos habían dormido juntos y Jimin no era lo que se consideraba, tranquilo al dormir, había un buen revoltijo de cobijas. SeokJin tenía una de sus manos aferradas al RJ que siempre tenía en su cama, mientras su otra mano se encontraba perdida sobre la cama, la que antes estuvo rodeando al omega menor.
De alguna forma, lo encontró tierno. A pesar de ser el mayor, Jimin sentía que su hyung era alguien a quién necesitaba proteger, incluso a veces le daba demás vueltas, porque mientras el instinto de Jin lo había adoptado como cachorro, al parecer, su propio omega consideraba a SeokJin su más grande responsabilidad y actuaba alrededor de él como si fuera su cría. Muchas veces necesitaba controlarse a sí mismo temiendo darlo a conocer al resto de los miembros.
Arropándolo mejor y cubriendo los pies que se habían destapado, acarició sus cabellos preguntándose si ahora vería a su hyung normal o si en cambio aquel instinto manifestándose con ojos grises iba a aparecer por la mañana. La mayoría de celos de omegas duraban tres días, pero el de Jin era tan débil que apenas conseguía durar un día o dos, sin el evidente libido común de este género secundario.
Como fuera, tenía que darle de comer.
Sin pensarlo demasiado, roseó supresores de olor por toda la habitación antes de salir silenciosamente, camino a la cocina. Era temprano aún por la escasa luz que se filtraba por los cristales de las ventanas, todavía parecía casi oscuro, pero la cocina ya la ocupaba alguien más.
—Buenos días, Jimin-ah —lo saludó. Su cabello casi blanco estaba totalmente desordenado y bebía a ojos cerrados de un vaso de agua. Jimin no recordaba la última vez que Yoongi se levantó temprano por iniciativa propia. Maldición.
—Buenos días, hyung. Temprano despierto —se limitó a bromear.
Él no era un cocinero muy experto, a diferencia de SeokJin o incluso, Yoongi, pero podía preparar algo simple para su mayor.
—Dejé en el microondas una porción de tarta que preparé para Jin hyung, puedes llevárselo —comunicó.
El entendimiento llegó rápidamente al omega menor. Por eso estaba despierto tan temprano. Ese chico se preocupaba de Jin de la forma más tierna y silenciosa posible, sabía que el rapero no lo iba a colocar en palabras, pero agradeció que le ahorrase trabajo.
—Muchas gracias —le sonrió. Se arrepintió al instante cuando captó como, correspondiendo a su gesto, Min extendió una sonrisa enseñándole las encías mirándole intensamente. Se había olvidado, por un instante, en que ardía de ira contra ese beta, ese hombre que era su compañero, pero...
—Jimin —Yoongi le detuvo de su cavilación, queriendo acercarse hasta él. El omega menor retrocedió instintivamente. Sí, ahora recordaba su enojo. —Tenemos que hablar.
—Lo dejaste claro la última vez —masculló con veneno, la amenaza de su propio instinto queriendo controlar su cuerpo. Lo retuvo, sin embargo, sabiendo que no era prudente enseñarle los colmillos al beta. —No hay nada más que decir.
—Jimin, por favor —volvió a llamarle. Sus ojos castaños le miraban con tristeza y su expresión rápidamente decayó. El omega rubio casi le tenía lástima, casi.
—Min Yoongi —expresó, totalmente en seriedad. Hubo una satisfacción oculta en el leve temblor del mayor al ser llamado de forma tan severa, pero lo merecía. —Me rechazaste. Yo no tengo nada más que hablar contigo
—¡No te rechacé! —exclamó, arrepintiéndose rápidamente porque joder, lo último que necesitaban cualquiera de los dos es que uno de sus compañeros oyera su discusión. —Jimin, si no lo acepté fue porque yo no soy un maldito alfa, ¡joder! —se revolvió el cabello con frustración. Parecía león enjaulado mientras iba de un lado a otro por la cocina bajo la atenta y fría mirada del omega.
—¿Qué tiene que ver qué no lo seas? —preguntó, su voz tan dura como expresaba el resto de su cuerpo. Conocía la respuesta, claro que sí, pero estaba harto de la indecisión del rapero mayor.
—¡Yo no puedo ayudarte en tu jodido celo! —volvió a reclamar, esta vez una de sus manos alcanzó el antebrazo del menor apretándolo, desesperado de darse a entender y solucionar la situación. Quería que lo entendiera.
—Perfecto. —Jimin quitó su mano de un golpe, apartándole. —No lo pediré jamás, Yoongi. No hay necesidad, no volveré a molestarte. Tú lo dijiste, no somos nada.
Oh. Eso dolió. El beta ni siquiera replicó, observó en tácito silencio como Jimin iba por lo indicado con anterioridad y se marchaba a paso rápido en dirección a las habitaciones. Estaba consciente de que habían sido sus palabras si bien no se refería a nada de la forma en que el omega lo hizo, pero no podía deshacerse de la cruda realidad que los envolvía a ambos.
El innegable hecho de que él no era la pareja alfa de ese chico. Nunca iba a serlo. Solo era un beta. Un estúpido y sencillo beta que no sería capaz de satisfacer el celo de un omega, que no podría complacer su instinto, que no conseguiría protegerlo.
Maldita sea.
Jimin apoyó la cabeza contra la puerta en cuanto se encontró en la soledad del pasillo. Su lobo estaba totalmente inquieto y rogaba por el control de la situación, pero no podía permitírselo. No, porque su omega, tan enojado como él, era un peligro para el beta, o por el contrario, acabaría mostrando su lado sumiso ante él y restregándose en busca de su calor y Jimin sinceramente no tenía fuerza emocional para continuar con esa lucha constante con el beta de cabellos albinos.
Conocía su inseguridad. El hecho de que Yoongi fuera un beta nunca fue un problema para él, pero lo era para su mayor.
Trató de reponerse. En el tiempo de estas dos semanas desde que acabó su celo, lo pensó hasta el cansancio. De hecho, esta misma situación había hecho que casi lo tomara por sorpresa el celo de SeokJin, demasiado ocupado en su propia situación personal para prestarle atención. La realidad es que estaba cansado, no lo negaría más, porque no llevaba solo un par de días o semanas lidiando con esto, con las inseguridades de Yoongi, y probablemente continuaría haciéndolo si el rechazo no fuera directamente contra él. Lo que en verdad lo molestaba era la desconfianza, porque mientras estaba intentando ayudarle, de expresarle lo que sentía, lo único que recibía de parte del beta era una mirada escéptica que le decía lo poco convencido que estaba de su cariño o de su desinterés por su pareja destinado.
No es que tener un destinado fuera raro, aunque tampoco era común. Molestase a quién molestase, encontrar a la persona se suponía era tu alma gemela jamás era sencillo, demasiadas personas y épocas para ello. Pero él lo encontró.
Suerte o no, conocerlo fue un evento de pocos. No resultó, sin embargo. Ellos se llevaban bien como amigos, nada más, incluso si el beta objeto de su interés no estaba convencido al respecto. No podía gastar más sus energías convenciéndolo de sus sentimientos porque tampoco era justo para sí mismo. Cuando le propuso pasar su celo juntos la última vez y recibió la acostumbrada respuesta junto al duro rechazo, es que lo pensó. No valía la pena. Iba a dejarlo por la paz porque su corazón estaba agotado de intentarlo, hasta su instinto, que estaba rendido a Yoongi, parecía harto del desprecio que recibía en cada acercamiento.
Estaba dispuesto a cumplir su palabra. No iba a molestarlo más.
Con la mejor sonrisa que pudo permitirse, pensando esta vez en el chico al interior de la habitación de cabellos castaños, se adentró con la bandeja en manos. Era increíble como su instinto olvidaba todo lo demás en su presencia, porque estaba ocupado atendiéndole. Jimin sinceramente pensaba que así es como se sentiría cuando tuviera su propio hijo, entre tanto, cuidarlo era la mejor terapia emocional que tenía.
—Hyung, ¡tengo su desayuno! —exclamó, dejándose caer sobre la cama apenas colocó la bandeja a un lado, segura sobre el suelo. El cuerpo cobijado se quejó audiblemente antes de empezar a removerse para quitarle de encima.
—Minnie —pronunció. El menor supo al instante que estaba en presencia del omega, pero aquello le reconfortó un poco más, haciéndole sentirse culpable de preferir tenerlo con su instinto presente que sin él.
—Por favor coma. Lo dejó Yoongi hyung para usted —le sonrió, sentándose a un lado y cubriendo sus pies con las cobijas del mayor. Las sábanas eran de polar rosado y se sintió realmente reconfortante en contacto a sus fríos dedos.
—Gracias —respondió —¿Pasó algo, Minnie?
—Nada realmente —se encogió de hombros —creo que tomé una decisión que me hará mejor.
—No pareces convencido —replicó, mientras una de sus manos se escabullía silenciosamente hasta los cabellos rubios acariciando con cariño —¿por qué?
—Porque duele —dijo, con toda la sinceridad que podía permitirse sin echarse a llorar, a sabiendas que era lo que más necesitaba. —Quizás a la larga sea lo mejor para mí, pero aún ahora duele, hyung.
—Ven aquí, cachorro.
Este era el instinto de SeokJin. Emanaba una esencia tan dulce, con aura paternal, su voz suave parecía acariciarle, maldita sea, totalmente perfecto. Su mirada calmada y comprensiva siempre lograba calarle, ni siquiera se resistió a las ganas de echarse a llorar en sus brazos tratando de desahogarse. Fue totalmente ridículo porque debía ser él quién cuidase de SeokJin, pero en cambio, lo tenía abrazándole y dándole suaves caricias, murmurándole palabras cariñosas de conforte que no intentaban convencerle de ninguna acción, animándole en cambio a desahogarse e ir siempre por aquello que lo hiciera sentir mejor.
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