Día Tres: Fotografías
Me abracé a él, completamente derrotada. Un paciente había fallecido apenas tres días después de mi llegada y, aunque apenas le conocía, me sentía como si hubiera perdido algo propio y valioso. Era, sin duda, el peor momento que recordaba desde que había decidido hacerme psicóloga y mi padre me había lanzado la advertencia de turno.
"Si te metes a trabajar con enfermedades mentales no cuentes con mi apoyo" me había dicho."Sufrirás tanto con ellos que terminarás loca y no quiero ver eso".
Su desaprobación me había dolido pero aún así había tratado de hacer oídos sordos y había seguido adelante. Hasta ahora. Con el fallecimiento de Nam Joon, ese "sufrirás" empezaba a cobrar sentido.
—Lo hicimos. —Las palabras de Seok Jin me devolvieron a la realidad.
—¿Cómo dices?
—Que lo salvamos —contestó, sin soltarme—. La reanimación ha sido un éxito, aunque han tenido que trasladarle a la Unidad de Cuidados Intensivos.
Estaba vivo. ¡Ay, estaba vivo! ¡Sí! Le apreté, llevada por el entusiasmo, y... Un momento.
—Y, entonces, ¿por qué rayos me estás abrazando?
—Porque me lo merezco, ¿no?
Se empezó a reír, de nuevo con ese gesto altanero que de tan mal humor me ponía, y le aparté de un empujón.
—¿Has visto lo bien que se me ha dado? —Me guiñó el ojo—. Tienes suerte de tenerme como compañero. Vas a aprender mucho conmigo a tu lado.
Ya, claro. Si me hubieran preguntado, hubiera preferido mil veces estudiar sola pero había salvado a mi paciente y eso era un mérito que tenía que reconocerle.
—¡No falleció! —Jung Kook, que hasta ese momento nos había estado observando con atención, dio un salto espectacular y salió corriendo hacia el comedor, eufórico—.¡No ha muerto! ¡No ha muerto! ¡Eso es que Dios valora mis ideas! ¡Sabe que si me deprimo dejaré de trabajar y no quiere! ¡Es la señal que esperaba! ¡La señal!
Dos auxiliares le salieron al paso con la intención de frenarle pero el joven se coló entre ambos y los esquivó.
—¡Jung Kook! —gritó uno de ellos—. ¡Ven! ¡Es hora de preparar el pastillero!
—¡No quiero! —exclamó, sin detenerse—. ¡No voy a tomar más capsulitas de esas! ¡Mi mente tiene que estar a mil porque así se ha dispuesto! ¡Porque no ha fallecido!
Les observé esforzarse por atraparlo, sin éxito. Caramba; no sabía si lo prefería en taquipsiquia o en manía pero lo que estaba claro era que unos cambios tan drásticos no podían ser buenos. Iba a necesitar una buena subida de tratamiento y una revisión de los niveles de litio. Seguro que lo tenía por los suelos.
—Creo que le vamos a pautar una medicación inyectada —murmuró Seok Jin que, a mi lado, contemplaba la escena sin parar de reír—. Así nos ahorramos estos numeritos aunque, después de lo que hemos pasado, es hasta casi divertido verle así.
Sonreí. Cierto, no todo era triste y agónico en Psiquiatría. Jung Kook era la prueba de ello.
—¿Jinnie? —El chico rubio se acercó a mi compañero—. ¡Jinnie! ¡Jinnie, eres tu! —Le jaloneó de la bata, como si no pudiera creérselo—. ¿Eres médico? ¡Pero qué callado te lo tenías!
—¿Jimin? —El aludido se restregó los ojos y le revisó de arriba a abajo, asombrado—. ¡Jimin, hombre! ¿Pero qué haces tu aquí?
—Por desgracia, mi hermano está ingresado.
Abría boca hasta el suelo. ¡Se conocían!
—Mei Te, te presento a mi compañero de tenis de la Academia. —Seok Jin le pasó el brazo por el hombro y le estrechó con afecto—. Gracias a este chico, ganamos el torneo de Primer Rango de Parejas de Seúl el año pasado. ¡Es una máquina para los saques! ¡Tiene una potencia brutal, aunque lo veas tan delgado!
—Tu tampoco te quedas atrás, ¿eh? —El tal Jimin le devolvió el abrazo—. No es todo mérito mío.
Anda. ¿,Eran amigos íntimos? Jamás hubiera imaginado que una persona como Seok Jin pudiera tener de eso.
—No sabes lo que me alivia saber que trabajas aquí —dijo entonces, repentinamente serio—. Estoy muy agobiado con lo de mi hermano y, no sé, pero a lo mejor me puedes ayudar. —Me clavó sus pupilas rebosantes de esperanza—. Además, he visto lo eficaz que es tu compañera. En un segundo ha logrado que deposite toda mi fe en ella.
—¿Qué necesitas? —me ofrecí, nerviosa ante el halago.
—Mi hermano está en la Unidad de Observación. —Señaló al pasillo—. Lo han acusado de asesinato.
Yoon Gi. Cielos. El corazón se me detuvo.
—¿Tu hermano es...? —Seok Jin, tan impactado como yo, no se atrevió a terminar la frase—. ¿Es...?
—El que mató al hijo de puta que iba a ser mi padrastro, sí —aclara—. No pretendo justificarle, de verdad que no, pero tenéis que saber que ese tipo era un ser repulsivo. Que no esté le hace mucho bien al mundo y a mi madre.
No pude evitar sorprenderme de su entereza al decir aquello. No parecía sentir la pérdida en absoluto, ni siquiera teniendo en cuenta las crueles condiciones en las que se había producido. Raro. Muy raro.
—El caso es que hoy me habían citado para abrir no sé qué protocolo y he traído algunas cosas que quería enseñarle a su médico, por si eran de utilidad. —Se descolgó la mochila azul del hombro y sacó varios documentos—. ¿Quién es la persona responsable de su caso?
—Yo.
Di un paso al frente. A Seok Jin se le desencajó la cara. Le devolví una mueca desdeñosa.
—¡Espera un momento! —protestó, claro—.¡Eso no es cierto! ¡El paciente es mío! ¡Ya lo hemos hablado!
—¿El qué hemos hablado? —Me hice la tonta—. Yo soy la que va a evaluarle. —Le recordé—. Además, te ignoró. Es obvio que no le caes bien.
—¡Já! —Mi apreciación le debió de ofender porque se cruzó de brazos y sacó pecho al estilo pavo real—. Y tu sí, ¿verdad? Por supuesto. Me he dado cuenta de cómo te mira.
—Deja de decir tonterías.
Hundí la cabeza en los documentos de Jimin. No pensaba permitir que me distrajera de lo importante.
Lo primero que me encontré fue con un informe de la Escuela Primaria, en donde se alertaba a la familia de las conductas extrañas de Yoon Gi. Según decian, dibujaba cuerpos y cosas muertas en clase de Plástica. Vaya... Tan pequeño y ya estaba con esas cuestiones. Cambié de documento. Mis ojos se toparon con una evaluación de capacidades intelectuales realizada a través de la prueba WISC-IV, datada en la época de la Secundaria, con unos resultados que indicaban un IQ de... ¡Madre mía! ¿Ciento cincuenta?
Lo repasé varias veces, en busca de un error que no encontré. Tenía altas capacidades. Eso complicaba las cosas de cara a una posible terapia. Le hacía aún más inaccesible, si cabía.
—Como ves, Yoon Gi es un genio. —El comentario de Jimin me hizo levantar la cabeza—. Es la persona más inteligente que he conocido en la vida pero, sobretodo y ante todo, me gustaría recalcar que es muy buena persona. —Los ojos se le nublaron en una leve tela de agua—. Su personalidad es maravillosa. Si ve que necesitas ayuda te la da sin importar lo difícil que sea —prosigue—. Para que te hagas una idea, hace un par de años salvó a una niña de ser atropellada. Se puso delante del coche y eso le costó un mes de hospital.
—Sí, sí, suena muy bonito, sí. —Seok Jin frunció el ceño, nada convencido—. Lo de ponerse delante de un coche en marcha me pega a que buscaba el subidón de adrenalina que ahora ha conseguido de otro modo.
—Seok Jin...
—¿Qué, Mei? —Me miró, molesto—. Es un Psicópata.
Jimin se mordió el labio, en un atisbo de angustia, pero se abstuvo de replicar y me alargó un puñado de fotos hechas con cámara instantánea.
—Estaban en su habitación —explicó—. Las cogí antes de que alguien las viera. Creo que tiene algún tipo de trastorno mental y me gustaría pudiérais diagnosticarlo y tratarlo.
Seok Jin se pegó a mi pero le di un empellón a fin de aumentar el espacio entre los dos antes de ponerme a analizar la imagen de la primera fotografía. Se trataba de un loro en avanzado estado de descomposición, diseccionado y con las pequeñas tripas amontonadas a un lado. Resultaba repulsivo.
La siguiente imagen no era para menos. Mostraba un gato boca arriba, con la patas descuartizadas puestas sobre el estómago abierto, en forma de cruz, y los intestinos enrollados sobre la cabeza, como si fuera un sombrero. El estómago se me revolvió.
La tercera era de un perro. Esta vez estaba tirado en el suelo de lo que parecía un parque, con la cabeza arrancada de cuajo descansado a su lado, bajo un charco oscuro enorme.
—¿Qué cojones es todo esto? —Seok Jin clavó un gesto de asco sobre su amigo.
—Nuestro loro Krass, el gato de mi abuela, Mussy, mi perro Dan... —El joven suspiró, profundamente afectado—. Nunca entendí por qué lo hacía.
—¡Pero tu estás loco! —Mi compañero se llevó las manos a la cabeza—. ¡Tan loco como él! ¡Mierda! ¿Por qué no se lo has dicho a la policía? Es decir... —Empezó a caminar en círculos, nervioso—. ¿Sabías que tu hermano descuartizaba seres vivos y lo ocultaste? ¿Te llevaste las fotos para cubrirle?
—Le quiero, Jinnie.
—¡Claro, claro! —Seok Jin subió el tono—. ¡Le quieres aunque mata a tus animales y luego les saca fotos demoniacas para su demente colección! —El rostro se le endureció—. ¿Pero qué clase de lógica es esa? ¿No te imaginaste que podría ir a a más? ¿Realmente no lo pensaste?
El aludido meneó la cabeza, al borde del colapso, y verlo así me dio una pena terrible.
—¿Quieres un diagnóstico? ¡Pues me reafirmo en que es un puto psicópata! No hay ningún trastorno mental que justifique una cosa así.
Jimin, al borde de las lágrimas, escondió la cara entre las manos y se encogió. Quería apoyar a su hermano y en ese afán era necesitaba creer en él y en su bondad. Era lógico.
—No... —gimoteó—. Solo está enfermo... Yo sé que está emfermo...
—Estoy de acuerdo —intervine—. Yo también creo que le ocurre algo.
El joven levantó la cabeza y, repentinamente esperanzado, me tomó de las manos.
—Ayúdale, por favor —imploró—. Te lo suplico.
"Ayuda a Yoon Gi"
Sí. Lo había pedido él mismo. En la pizarra.
"¿Le ayudarás?"
Un aturdimiento se adueñó de mi mente unos breves segundos. Me sentí flotar. El amago de disociación que me había entrado por lo de Nam Joon seguía dando coletazos.
"¿Le ayudarás? Ayuda a Yoon Gi. ¿Le ayudarás?"
—¿Le ayudarás? —Jimin me zarandeó ligeramente y, con ello, mi mente se recompuso—. Te lo ruego.
—Lo haré —accedí—. De hecho, ya lo estoy intentando pero es una persona difícil.
Me sonrió, como si mis palabras hubieran iluminado todo su mundo.
—Si le ofreces un refresco se relajará —me indicó—. Le gustan tanto que suele bromear diciendo que quién le invita a uno le gana de por vida.
Vaya. Así que refrescos. Interesante.
—¡No puedes estar hablando en serio, Mei! —Seok Jin, histérico del todo, se metió en medio—. ¡Mira las putas fotos! ¡Es un maníaco! ¡Es muy peligroso!
—En vez de liarte a ponerle pegas a todo, mientras trabajo en crear un vínculo con Yoon Gi, podrías colaborar y tratar de averiguar de dónde sacó Nam Joon la bolsa para asfixiarse. —Recordé las palabras desorganizadas de Jung Kook—. No es posible esconder cosas en una habitación que se revisa a diario.
—La mente de un suicida es un laberinto complejo, no me digas que a estas alturas no lo sabes.
Suspiré. Uf. ¡De verdad que detestaba el modo "mira y aprende"!
—Además, ¿qué vínculo ni qué narices quieres tener con ese sádico?
Le empujé de nuevo, a ver si con eso lograba que cerrara la boca de una vez. Las fotografías se me escurrieron y terminaron esparcidas por el suelo.
—Genial —protesté, agachándome a recogerlas—. Y encima en medio del pasillo.
Traté de amontonarlas pero eran muchas, demasiadas. Debía de haber dedicado años a formar esa particular colección. Recogí la de una de una ardilla descabezada realmente estremecedora, la de varios gatos, un canario y otros animales más antes de reparar en la que desentonaba del grupo. La que era más pequeña y en blanco y negro. Me la pegué a los ojos. Aguanté la respiración.
Era el retrato de la cabeza de un hombre de mediana edad, sin ojos, con el cabello claro, que descansaba sobre una mesa, arrancada del cuerpo y acomodada con primor, como si fuera un centro de decoración.
"La muerte está en todas partes".
Ni siquiera pude gritar.
"Le gustas y, por eso mismo, debes tener cuidado con él".
"Las cosas muertas son demasiado hermosas para resistir a ellas".
Parece que al final todo quedo en un susto y Nam Joon sobrevivió pero, ¿qué es lo que ocurrió?
Yoon Gi y su escalofriante colección de fotos acaban de dar la prueba de que el fallecido no fue el único.
¿Está Mei en peligro al arriesgarse a ser su terapeuta? ¿Qué significan esas palabras sobre la muerte? ¿De quién debe tener cuidado?
No te lo.pierdas.
(*) N/A:
- Pastillero: En las Unidades de ingreso se suele entrenar a los pacientes a que conozca su medicación y sepan cuando tomarla. Como suelen tomar una gran cantidad de pastillas diferentes, se suelen organizar en pastilleros semanales, que ellos mismo preparan con supervisión.
-Niveles de litio: el litio es una de las medicaciones más asociadas al trastorno bipolar. En niveles bajos se produce la descompensación, pero los niveles altos son peligrosos y pueden producir demencias, entre otras cosas. Un paciente bipolar debe hacerse analíticas de sangre frecuentemente para controlar este aspecto.
- WISC-IV: la escala de Inteligencia de Weshler, es la más validada en el mundo para medir la capacidad intelectual (CI). Esta es la versión para niños y adolescentes; hay otra escala para adultos llamada WAIS. Actualmente van en la versión V pero la historia ya tiene algunos años y en ese entonces se utilizaba la IV.
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