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Día Tres


No pude quitarme aquel maldito mensaje de la cabeza en todo el día, al punto de que, a las tres de la madrugada, me descubrí revisando en los manuales de diagnóstico en busca de alguna explicación. Me sentía terriblemente desorientada y, además, era la primera vez que un caso me preocupaba tanto como para quitarme el sueño.

Yoon Gi era misterioso, atrayente y, encima, muy hábil porque había sabido darme en donde más me dolía y ahora me sentía muy rabiosa. Sus palabras me habían dejado tocada y la frase de la pizarra me había rematado. ¿Cómo me las iba a ingeniar yo ahora para llegar a él? ¿Ir a verle sin su consentimiento estaría realmente bien? ¿Qué tema captaría su atención? ¿Cómo podría caerle bien? ¿Me había pedido ayuda de verdad? ¿Se trataría de una burla?

El agobio me mantuvo despierta media madrugada y, cuando el despertador sonó, me costó horrores levantarme del suelo, en donde me había quedado dormida mientras leía uno de los manuales, y necesité dos tazas de café y una ducha de agua fría para llegar al trabajo con una apariencia más o menos decente. Menos mal que el cambio de guardia fue rápido y pude bajar pronto a cafetería, a fin de saborear mi tercer café y de paso ordenar en una libreta todas mis ideas.

"Rasgos de la Psicopatía", escribí a toda velocidad.

Comportamiento agresivo: lo tuvo el primer día pero creo que fue una reacción a lo que el policía le dijo.
Manipulador: también. Fue demasiado encantador cuando entró al despacho. ¿Quiere darme pena?
Mentiroso: Quizás. ¿Finge tener amnesia?
Externaliza la culpa: sí, del todo. Me la echó a mi, cuando él es el único responsable de sus acciones.

Recordé su digno discurso en torno al respeto y la confidencialidad. ¿Cómo podía siquiera pretender que me fiara de él si sabía que lo habían acusado de asesinato? Denotaba una falta de empatía tremenda, sobretodo considerando sus supuestos actos.

Sus actos...

Dios. Ya imaginaba mi cuerpo desmembrado en pedazos, como un maniquí roto tirado en el suelo, bajo su atenta mirada oscura, y... Ay. Ay, no. Por mucho que quisiera hacer las cosas bien, seguía teniéndole un miedo atroz.

—¿Sigues pensando en ese criminal? —Suni me sonrió con la taza de café humeante entre las manos—. No le des tantas vueltas. Se te va a freír el cerebro.

—No le doy vueltas.

La verdad, lamentaba habérselo contado pero su despacho estaba junto al mío y yo había salido demasiado alterada de la entrevista como para no hablar con nadie del asunto.

—No te agobies, anda, que no es tu responsabilidad.

Seok Jin, el residente de Psiquiatría de primer año, un chico alto y bien parecido pero con un ego que no se lo aguantaba ni él, se sentó a mi lado y metió la cabeza en mi cuaderno como si tratara de corregirme. ¡Rayos! ¡Cómo me molestaba que hiciera eso!

Lo retiré de golpe y me dedicó una sonrisa de autosuficiencia. Estaba al tanto de todo, claro. Suni era muy bocazas y seguro que le había puesto al día en cuanto se lo había encontrado.

—Si ese tipo no quiere colaborar, déjalo estar. —Dio un sorbo a su zumo de naranja y se encogió de hombros, con parsimonia—. Lo has intentado, ¿no? Escribe en la historia que no se deja evaluar y cuando termine el plazo asignado que el Juez decida lo que hacer con él.

—Si hago eso estaré ignorando su mensaje de ayuda y a lo mejor de verdad la necesita.

Se echó a reír, como si le acabara de contar un chiste, y arrugué la cara, molesta. Si es que... Con él siempre era igual.

—Eso se llama manipulación, que no te enteras —me ilustró—. Lo único que busca es sembrar la duda y causar ambivalencia en ti.

Se sacó un bolígrafo del bolsillo de la bata y empezó a dibujar una escalera en la servilleta de papel. Genial; lo que me faltaba para rematar un día de insomnio era tener que tragarme una de sus clases tipo "admira cuánto sé y aprende".

—Parece mentira que te estés dejando engañar. —Señaló el primer escalón—. Nos da pena y pensamos que a lo mejor es cierto que no está mentalmente sano. —Subió al segundo—. Se queda más tiempo ingresado y evita la cárcel. —Ascendió al tercero—. Consigue convencernos con su buena conducta de que le quitemos la contención. —Depositó el dedo en el final del dibujo—. Cuando nos queramos dar cuenta se habrá hecho el dueño de la planta y tendrá a todos los demás pacientes a su merced para jugar con ellos y con nosotros, como buen Trastorno Antisocial que es.

No. Yo no estaba tan segura.

—Estás dando las cosas por sentado demasiado rápido —rebatí—. Nos han enseñado a ayudar a los demás, no a cuestionar lo que nos dicen.

—¡Jesús, Mei Te! —Mi respuesta le hizo llevarse las manos teatralmente a la cabeza y atusarse el cabello castaño con un disconfort manifiesto—. ¿Ha podido embaucarte en tan poco tiempo? —Entrecerró los ojos—. ¿Te has dejado embelesar?

Maldita sea. ¿Pero qué clase de comentario era ese? ¿Por qué cada vez que hablábamos de un chico, ya fuera paciente, amigo o compañero me tenía que salir con bobadas de ese estilo?

—Al menos yo he tratado de trabajar mientras tu hacías el vago por algún rincón de la Unidad. — Me levanté, echando humo por las orejas, con la intención de marcharme—. Y que sepas que no estoy embelesada. Sólo me preocupa que nos equivoquemos por dejarnos llevar por las apariencias.

—Deberías ver las fotos de lo que le hizo al padrastro —intervino Suni—. Si lo hicieras, no le creerías ni una palabra y tus vacilaciones morales desaparecían.

—Él dice que no se acuerda y no hace más que preguntar. A lo mejor es cierto.

—Sabes perfectamente que la amnesia para hechos del pasado no existe a menos que se produzca en un traumatismo craneoencefálico cosa que, por supuesto, él no tiene. —Seok Jin se levantó a su vez, casi tan molesto como yo.

—Hay personas que hacen automatismos antes el estrés y no se acuerdan después, listo —me defendí—. Se llama Disociación, por si lo habías olvidado.

—No, lista —me imitó—. Claro que no lo he olvidado. —Me dedicó una mueca desdeñosa que me hirvió la sangre—. Pero la escritura es un proceso controlado, no automático, así que una Disociación no puede explicar el mensaje que te dejó.

Cierto. Ay. Otra teoría a la basura. Tendría que seguir buscando.

Me di la vuelta y busqué la salida.

—¿Ya te vas a verle? —Mi compañero salió como una bala detrás de mi, dejando el zumo prácticamente entero—. Sí que te ha calado fuerte, sí.

Será posible...

—¡Espera, que voy contigo!

—No te molestes.

—Pero no quiero que te quedes sola con él, no te vaya a engatusar tanto que hasta te enamores. Suele ocurrir mucho con los Psicópatas y sería una catástrofe para ti.

El comentario me arrancó un suspiro. Desde luego, era un idiota.

—Además, con mis habilidades terapéuticas seguro que consigo sacarle algo de utilidad.

Puse los ojos en blanco pero preferí no contestarle más y ocupé el tiempo en contar los pisos por los que el ascensor pasaba hasta que nos detuvimos en la séptima planta. Los portones se abriron y, como era de esperar, Seok Jin salió el primero y asomó con pomposidad la cabeza por el pasillo.

—Parece que el policía se ha ido a desayunar —observó—. No hay nadie custodiando.

—¿Tienes llave? —pregunté, a sabiendas de que que seguramente habría embaucado a nuestro queridísimo jefe de planta para que le diera copia de todo el Hospital.

Me la mostró, orgulloso. Por supuesto.

Nos acercamos a la habitación pero en vez de entrar, decidí asomarme primero por la ventana de cristal. Quería fisgar un poco su... Sus ojos oscuros, penetrantes y ásperos, pegados a la puerta, me pusieron el corazón a mil por hora. ¡Mierda! Pegué un brinco, presa del pánico. ¡Estaba ahí mismo! ¿Cómo era que estaba tan cerca?

—Menos mal que estoy aquí contigo, ¿eh? —Seok Jin introdujo la llave con una mueca de satisfacción y dejó que la puerta se deslizara un palmo hacia dentro, lo justo para poder verle de pie frente a nosotros—. Buenos días, Yoon Gi —se dirigió a él—. Hemos venido a visitarte.

El aludido no respondió. Se limitó a mirarle de arriba a abajo para, a continuación, centrar toda su atención en mi. Dios; ¿por qué?

—Buenos días. —Traté de aparentar normalidad—. ¿Cómo va tu mañana?

De nuevo el silencio.

—¿Has dormido bien?

Se restregó las muñecas atadas y, como si no estuviéramos, nos dio la espalda y se sentó en la silla junto a la ventana.

—¿No quieres hablar con nosotros? —intervino mi compañero—. Podemos hacer un trato: si respondes a nuestras preguntas, te ayudaremos. ¿Qué te parece?

Su rostro permaneció pegado al ajetreo de las calles de Seúl.

—Yoon Gi —insistió Seok Jin—. Oye, ¿no quieres que te ayudemos?

Nada.

Mi compañero se volvió hacia la puerta con la frustración rebosándole por los poros de la piel. El muy tonto había pensado que solo su "divina presencia" iba a bastar para conseguir que un paciente como aquel se mostrara como un libro abierto. Definitivamente, era muy tonto.

—Voy un momento al Botiquín —susurró—. A lo mejor tiene una dosis demasiado alta de medicación y no puede responder.

Le vi alejarse y, sin pensármelo más tiempo, me armé de valor y me metí en la habitación para a continuación contemplarle desde una distancia prudencial mientras mi cabeza trabajaba a toda velocidad en la mejor forma de enfocar el asunto. No hablaba porque no quería, era tan sencillo como eso.

—Dicen que la comida del hospital es mala pero, no sé, yo la he probado y tiene sus cosas buenas —me escuché decir—. ¿Tu que crees?

Ni se movió.

—¿Te gusta leer? —volví a intentarlo—. Es una de las pocas cosas permitidas aquí así que si te aburres te puedo traer alguna novela y...

Conseguí que me clavara una mirada de medio lado que se me antojó tan hostil que no pude evitar darme la vuelta.

—De acuerdo. —Cejé en mi empeño; estaba claro que era un muro cerrado e impenetrable—. Me voy.

Me dispuse a cerrar justo cuando Seok Jin se acercaba con la carpeta de los tratamientos bajo el brazo.

—Espero que tu día sea agradable, Mei Te.

La respuesta me sorprendió. Era calmada, cordial, y hasta casi afectuosa.

—Trata de dormir bien, disfruta de la comida del hospital, que parece encantarte, y léete una buena novela en vez de estudiar tanto por las noches.

Rayos. Me acababa de devolver todos mis intentos de conversación pero, además, ¿cómo podía saber lo del estudio?

—Tienes unas ojeras hasta el suelo —se anticipó a mi pregunta—. Cualquiera que sea un poco observador lo notaría en seguida.

—Te das cuenta de todo —admiré—. ¿Cómo lo haces?

—No es difícil. —Su rostro se relajó y me dedicó un gesto simpático parecido al que había mostrado al mencionar la decoración de la consulta—. Solo tienes que atender a tu alrededor.

Nos miramos unos segundos. El vínculo. Ahí estaba. Por alguna extraña razón, notaba que él y yo podíamos conectar y ya me veía como la triunfadora de la Unidad cuando Seok Jin se metió en medio, a las bravas, y lo fastidió todo.

—¿Tienes buena memoria? —se lanzó—. Me refiero a memoria fotográfica, análisis de los detalles y ese tipo de cosas.

Yoon Gi le dirigió una gélida mirada que a punto estuvo de hacer que se le cayera la carpeta a suelo.

—¿Y tu quién eres?

—Soy el Doctor Kim —contestó él, con su típico orgullo—. Tu Psiquiatra, y, si me lo permites, tu confidente desde hoy.

El inoportuno comentario provocó que se apartara de nuevo a la ventana. Ala, a la mierda el vínculo. ¡Estúpido Seok Jin!

—Oye. —Éste abrió la boca, decepcionado; no estaba acostumbrado a que le hicieran el vacío—. ¿Por qué con ella sí hablas pero conmigo no? —quiso saber—. Solo es la evaluadora, no tu terapeuta, así que ya puedes ir desterrando de la mente la idea de darle pena y ganártela. —Se señaló a sí mismo—. Es conmigo con quien hablarás durante el ingreso.

Un grito desgarrador procedente de las entrañas del alma retumbó entonces en la Unidad y la sirena de la alarma se disparó. Seok Jin y yo intercambiamos sendas miradas de estupefacción.

—¡Qué demonios es eso! —Voló al pasillo.

Vimos al equipo completo correr hacia una de las habitaciones, con el desfibrilador y el botiquín con los inyectables. La silueta del jefe Dak Ho se movió apresuradamente entre ellos, sin detenerse ni a cerrar con llave las puertas. Seok Jin se apresuró a seguirle.

—La muerte está en todas partes.

La voz de Yoon Gi, que no se había inmutado y seguía con la mirada perdida en algún punto de la calle, sonó, extraña, a mi espalda.

—¿Qué quieres decir?

—Psicóloga —continuó—. ¿Le ayudarás?

La sangre se me heló pero no me moví. Quería saber cómo seguía aquéllo.

—¿Le ayudarás? —repitió—. Tienes que hacerlo. Le gustas.

—¿A quién?

—A él pero, por eso mismo, debes tener cuidado. —Me clavó una profunda mirada de advertencia—. Las cosas muertas son demasiado bellas para resistirse a ellas.

Le observé, completamente perdida y a mismo tiempo con una enorme curiosidad. Él... Él parecía tan... Tan...

—¡Mei! —El lejano grito de Seok Jin me devolvió a la realidad—. ¡Mei, ven! ¡Ven deprisa! —apremió— ¡Es Kim Nam Joon!

El corazón se me detuvo.

No. Dios mío.

No.

Yoon Gi pude resultar amable, pero también hermético y misterioso.
¿A qué se refiere alertando a Mei Te y por qué tantas extrañas referencias a la muerte?
¿Qué habrá pasado en la planta para que se haya activado el protocolo de alerta?
No te pierdas la próxima actualización.


N/A:

- Trastorno Antisocial: este diagnóstico engloba un espectro de comportamientos dentro del cual estaría la psicopatía. Sería como un subtipo.
- Automatismos: conductas automáticas que están en estado de semiconsciencia y uno hace sin pensar. Como montar en bicicleta, conducir...
- Disociación: mecanismo de defensa frente al estrés y la ansiedad que consiste en separarse de uno mismo durante unos instantes. Puede ser hacer cosas automáticas como maquillarse, y que luego no se recuerde. Puede ser también verse desde fuera, como si se fuera el espectador de una película.

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