Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día Siete: Origen


(Flashback) Yoon Gi

Un nudo se me hace en el estómago al ver cómo mi hermano, que sólo tiene siete años, cierra los ojos empañados por las gruesas lágrimas que le caen por la cara y espera con resignación el injusto castigo.

Cojo el instrumento por el mango. Papá está expectante, casi feliz, y ríe como si estuviera poseído.

—Vamos, Yoon Gi. —Me alienta—. Tu estás por encima de todo. Cuando veas la sangre correr examínala con atención y aprecia su belleza.

¿Belleza? Maldito sádico; ojalá fuera su mano la que tuviera ante mi. Entonces sí que me emocionaría, tanto que hasta lloraría de placer al hundirle el metal en la piel. Pero a Jimin le quiero. Es un buen niño y un mejor hermano. Prefiero morir a dañarle.

—¡No! —No sé de dónde reúno el valor para oponerme y estrellar el destornillador contra la pared—. ¡No lo voy a hacer!

El rostro le muda en una expresión maquiavélica y suelta automáticamente a mi hermano, que cae abatido sobre la mesa, con sus límpidas pupilas llorosas sobre mi.

—No, Yoon Gi... —murmura, con terror—. No... No te opongas.

—No voy a seguir haciendo lo que tu quieras. — Me levanto y, por primera vez en mi vida, me atrevo a mirar a mi padre a los ojos—. Prefiero morirme a seguir así.

—¿De verdad? —sisea—. Eso tiene un arreglo muy rápido.

Se abalanza sobre mi. Mamá se levanta y se le echa a la espalda, con la intención de detenerle, pero él es mucho más fuerte y se deshace de ella fácilmente, arrojándola contra la nevera como si fuera un guiñapo. La escucho ahogar un grito y después su garra atenaza mi garganta.

—Vamos a comprobar lo fuerte que eres, mocoso.

Me saca de la cocina a rastras, como si fuera un saco, hasta el sótano. Abre la puerta de una patada, me tira escaleras abajo y a continuación me recoge y me sienta en una silla vieja de las que tenemos amontonadas para tapizar. Mis ojos le observan, secos e inexpresivos. Está histérico; lo sé porque echa humo y lo echa porque no consigue ver en mi la reacción de pánico que desea.

—Maldita sea, niñato —se queja—. Llora y suplica —y repite, cada vez más irritado—: Suplica por tu vida.

No lo hago. Ya me da igual todo. Me ha golpeado tantas veces que creo que he perdido la capacidad de sentir dolor y, además, me alegro. Me alegro de haberle plantado cara por fin.

—¿No vas a decir nada?

—Muérete. —Escucho mi propia voz fría y distante; no parece mi tono agudo e infantil de siempre—.Te odio.

Me da la espalda y rebusca entre los cajones. Saca una bolsa de plástico con el eslogan de un supermercado y se pone detrás de mi.

—En fin, hijo mío —suaviza el tono—. Recuerda que esto ha ocurrido porque tu lo has querido.

No me doy cuenta de la situación hasta que siento la falta de aire. Me ha metido la cabeza en la bolsa, me está asfixiando y me aprieta tan fuerte que, por mucho que pataleo, no logro que afloje la presión.

—Yo te quería Yoon Gi, te quería... —Solloza mientras me ahoga—. Pero eres un mal hijo y lo malos hijos no merecen vivir.

"Yoon Gi".

Una voz me llama pero no soy capaz de determinar si alguien nuevo ha entrado a escena. Me estoy mareando y apenas puedo pensar.

—Este debería ser Jimin y no tu, ¿lo ves, hijo? —Papá sigue en su retahíla enloquecida—. ¿Ves a dónde te llevan los sentimientos?

"Yoon Gi".

Estoy al límite. Las lágrimas se me saltan, en parte por la presión y en otra porque soy consciente de que me estoy muriendo. El mundo empieza a perder todo sentido. Me siento flotar. El miedo desaparece.

"Yoon Gi, yo soy más fuerte. Déjamelo a mi".

Cierro los ojos, mi cuerpo pierde fuerza y se me caen los brazos. Es como una anestesia.

"Déjame a mi. Yo soy más fuerte. Yo puedo hacerlo".

¿Tu? ¿Y quién eres tu?

—Mei... —Cientos de lágrimas incontenibles inundaron la oscuridad de sus ojos—. ¿Por qué tuvo que hacerme eso? ¿Por qué? Yo... Yo...

Dejó caer la cabeza sobre mi hombro y se me encogió el corazón. Habíamos destapado una situación muy grave y me preocupaba el efecto que podría generarle. Su hermano y él habían sufrido un cruel maltrato y que Yoon Gi no padeciera secuelas emocionales en su carácter primario se había debido a su fuerte mecanismo de defensa. Su "yo disociado", fruto de la crueldad de su padre y con las mismas características psicopáticas que él, era su escudo. Su protección.

—Tengo un sinfín de imágenes sin orden ahora mismo en la cabeza. —siguió, aún angustiado—. No lo entiendo... Ayúdame...

—Lo sé. —Me escuché decir—. Y lo siento. Realmente lo siento mucho.

Sus brazos me rodearon y se aferraron a mi, desesperados, y no dudé en corresponderle de la misma manera.

—Sabes que estoy contigo —susurré—. Te entiendo y estoy contigo.

Permanecimos así, sin movernos ni decir nada más, hasta que su respiración se fue poco a poco normalizando y el pitido de mi reloj electrónico me recordó que ya eran las siete y media de la tarde y que había quedado para cenar con un par de amigos de la Universidad. Mal momento para despedirse, sin duda. Muy mal momento.

—Supongo que tienes que irte. —Una vez más se anticipó a mis pensamientos—. No te preocupes, ya se me está pasando y tu ya has hecho demasiado por mí al quedarte a trabajar en tu día de descanso. —Se tumbó boca arriba, en la fría superficie de las baldosas—. Sólo dame tres minutos más para que termine de recuperarme.

—¿Hay algo de lo que quieras hablar? —Lejos de despedirme, me recosté a su lado— ¿Cómo te sientes?

—Hecho un asco. —Trató de que el timbre le sonara a broma—. Pero al mismo tiempo estoy satisfecho porque era algo que tenía que enfrentar —y añadió—: Gracias.

—Te has reencontrado con un recuerdo muy doloroso.

—Mi padre nos agredía a todos. —Se apartó los restos de lágrimas con la mano—. ¿Cómo es posible que no recordara una cosa así?

—Porque a veces nuestra mente reprime lo que nos hace daño. —Observé las grietas del techo; se contaban por montones—. Parece extraño pero en realidad es algo bastante habitual.

—¿Y quién me hablaba? Parecía yo pero a la vez no lo era. ¿Eso era una disociación?

—Algo parecido —reconocí; era momento de exponerle la verdad y que empezara a encajarlo—. Se trata de una parte escindida de ti, un lado independiente que surgió cuando tu vida corrió peligro y...

—Y que ahora toma mi lugar cuando quiere, ¿no?

Ladeó la cabeza y yo hice lo mismo. Nuestras miradas se encontraron.

—¿Por eso tengo amnesias?

—Se llama Trastorno de Identidad Disociativo.

Suspiró, con pesar.

—Es decir, que tengo personalidad múltiple. —Asentí y me pareció que se derrumbaba porque retiró la vista y se encogió—. Entonces es cierto que estoy loco.

Le rocé el hombro y, como no se movió, me animé a recortar la distancia que nos separaba.

—No, no lo estás. Por extraño que parezca lo que tu llamas "locura" es lo que te ha salvado de estar loco de verdad.

—Pero he matado a una persona en ese estado —objetó—. ¿Cómo no va ser eso estar loco?

—Eso aún no está confirmado —objeté, despacio; parecía a punto de volver a echarse a llorar y quería evitarlo—. Yo confío en ti.

—¿Y qué hay de Jimin?

Apoyó la mano sobre mi brazo y su mirada me pidió a gritos cercanía y proximidad. Me pidió que no me apartara. Que le permitiera el contacto. Que dejara por un segundo mis límites.

—Todo este tiempo dejó que creyera que mi padre se había ido cuando no era cierto —dedujo—. Dejó que creyera que solo maltrataba a mi madre y omitió lo que nos hizo a nosotros—. La afectación le hizo contener el aliento—. Ha pasado por tanto... ¿Podría estar sufriendo algo similar?

—No lo sé. —Recordé la entrevista de la tarde anterior y su crisis de angustia; la verdad, era una posibilidad muy alta—. Siento que algo sí que le ocurre pero es difícil asegurarlo porque sabe disimular muy bien.

Seguramente tendría el alma muy atormentada. Después de todo, su hermano había estado a punto de morir por defenderle. De ahí procedía su afecto desmedido y toda esa devoción que le había notado, claro.

—No sé cómo sobreviví. —La voz de Yoon Gi me hizo retornar de mis pesquisas sobre Jimin—. Aún tengo muchas lagunas y sigo sin saber por qué estoy empeorando.

—Esto es solo el principio. Lo siento, sé que seguramente no tengas ganas de repetirlo. —La empatía me salió sin esfuerzo ni organización—. Te lo he hecho pasar muy mal.

—No importa, estoy conforme con seguir —respondió—. No quiero empeorar... No quiero que ... —Dudó unos segundos—. Que una parte loca de mí asuma el control y haga lo que le parezca. Porque lo que le hice al capullo de Jarek Seong se lo podría hacer a cualquiera y ni cuenta me daría.

No pude evitar que me viniera a la cabeza la nueva investigación en torno a los desaparecidos pero lo deseché. No era momento de pensar en ello.

—Por favor, ayúdame a resolverlo. —Se pegó a mi, tanto pude sentir su aliento sobre mi cara—. Me dejaré guiar por ti hasta el final. —Hundió la cabeza en la curvatura de mi cuello—. Quédate conmigo... —susurró—. Quédate, Mei.

Una nueva corriente eléctrica me recorrió bajo la piel. ¿Pero qué demonios me pasaba con él? Era un paciente, ¡por Dios! Tenía que tratarle, apoyarle y elaborar el segundo informe pericial con el que esperaba confirmar el diagnóstico. ¿Por qué no podía simplemente ceñirme a eso? ¿Por qué me sentía perdida, como en medio de una playa vacía, deseando que el mar me engullera en su oscuridad? ¿Y él? Él parecía buscarme también con toda la intención.

Aquello no era normal. No lo era, lo viera como lo viera, e imperaba marcar un fin radical al asunto si no quería terminar enam... No, no, no. No. Eso no.

—Tu y yo hemos congeniado muy bien. —Me aparté lentamente hasta que pude levantarme y ampliar distancia—. Haciendo gala de la sinceridad de nuestro acuerdo, admito que nunca he tenido una conexión tan fuerte con nadie en mi vida como la que noto contigo.

—Eso es porque lo que nos engancha no es "trabajo". —Él se sentó y juntó las plantas de los pies—. Los dos lo sabemos.

—No —negué—. Sí que es trabajo.

—Cuando te pedí que no te cerraras en tu rol profesional me refería justamente a esto que estás haciendo. —Me señaló, como si fuera evidente—. Te niegas a aceptar los ojos con los que me ves, a pesar de que intuyes que yo te veo igual, y me vas a eliminar de forma drástica. —Torció el gesto—. Lo vas a hacer porque, según tu, soy "un paciente".

Uf; ¿qué podía decirle que ya no supiera por sí mismo?

—Hay algo llamado Código Ético. —Me atusé el cabello, nerviosa—. Mientras seas usuario del hospital yo estoy sujeta a sus directrices como personal sanitario. —Le miré de reojo; no se había movido y me observaba fijamente—. Eso significa que entre tu y yo hay unos límites claros y estrictos y una barrera profesional que nunca pasaré por mucho que tu digas y dejes de decir o hagas y dejes de hacer —concluí—. Porque es así. Eres "un paciente". Y punto.

—No estoy de acuerdo —respondió, imperturbable, antes de imitarme—. Y punto.

—No es algo que puedas elegir.

—Ya lo creo que puedo. —Frunció el ceño, taciturno; ¿se había enfadado? —La primera vez acepté hablar contigo porque me soltaste pero ten claro que nunca hubiera habido una segunda vez si no hubiera sentido algo diferente. —Abrí la boca para a protestar pero se anticipó—. Ya te he dicho que no quiero que seas mi psicóloga por lo menos tres veces.

—No quieres que sea tu psicóloga pero acabamos de terminar una sesión de psicoterapia que resultas que tu mismo ha pedido. —Dios; ya me estaba obligando a exprimirme de nuevo las neuronas—. Esta conversación es absurda.

—Claro que lo es —reconoció—. ¿Es que tu solo ayudas a tus pacientes? —Su capacidad para darle las vueltas a las cosas y ponerlas a su favor me dejó de piedra—. Y además, una cosa no tiene nada que ver con la otra. Lo estúpido aquí es que ambos nos obliguemos a mirarnos de una forma diferente a como realmente queremos solo por tu profesión. ¿Una psicóloga del hospital no puede querer a alguien? ¿Que yo esté ingresado me quita el derecho a sentir como cualquiera o qué?

Tenía razón, como siempre, pero ese tipo de cosas no podían cambiarse.

—Estás más preocupado por ligar conmigo que por ir a la cárcel. — Le solté, con una sequedad obligada—. Hazte a la idea de que no va a ser y olvídalo. —Marqué con las manos el gesto de tiempo muerto y me dirigí a la salida. De repente me habían entrado unas ganas locas de marcharme. —Me voy, que va a ser la hora de la cena.

—Mei, espera.

—No, el tema está zanjado y si insistes no me quedará otra opción que retirarme de tu caso.

—No soy un caso, soy una persona. —Sus palabras se me antojaron melancólicas—. Y no puedo creer que digas eso en serio.

No, ni yo tampoco. Solo era una amenaza para protegerme de mis traicioneros sentimientos que había sonado demasiado categórica y de la que me había arrepentido al instante pero tampoco se lo podía reconocer. Abrí la puerta.

—Hasta mañana, Yoon Gi.

No me dio tiempo a salir. Su brazo arrampló con fuerza contra la madera y la cerró, y, de repente, me vi acorralada contra la pared.

—Me estás empezando a molestar, psicóloga. —Una mueca de disgusto se le dibujó en los labios—. Esto no me está gustando nada.

Di un respingo y un frío helado me recorrió el espinazo. Mierda. Su otro yo.

—Te dije que ayudaras a Yoon Gi, no que le dejaras aún peor de lo que ya estaba. —Meneó el dedo índice en el aire, en negativa—. No, no, no. Eso no se hace.

—Estamos en una terapia para... —Traté de explicarme pero la frialdad con la que me miró me generó una ansiedad tal que me provocó un nudo en la garganta y me impidió seguir—. Quiero exponerle a...

El pitido de los oídos, lejano, me avisó de que si seguía por ese camino de nerviosismo, me invadiría otro flashback.

—Quieres que sufra. —Apoyó los brazos en la pared, creando un muro a mi alrededor para que no pudiera escapar—. Le has amenazado con dejarle solo.

—Mi trabajo es...

—¿Qué estás haciendo? —Inclinó el rostro sobre mi y las piernas me temblaron. La otra vez no me había resultado tan amenazador—. Te pedí que no le abandonaras y es justo lo que has dicho que harás. —Emitió un silbido desaprobatorio—. ¿Quieres que me enfade?

—Estoy esforzándome todo lo que puedo para ayudarle pero Yoon Gi parece no entender las normas que hay entre nosotros y...

—¡Ah, ya, ya! —Se echó a reír—. ¡Claro! Estás con el asuntito de papaíto. ¡Qué hermosos recuerdos me has revelado! Te confieso que yo tampoco sabía cómo había empezado así que verlo me ha resultado muy interesante. — Sus manos se movieron alrededor de mi cuello, me arrancaron el pañuelo y trazaron las marcas que aún tenía—. Es interesante igual que tu. —Recorrió varias veces los moretones, arriba y abajo—. Te dije que le gustabas y, tal y como como suponía, quieres huir de él, algo ridículo si consideramos que él a ti también te gusta y que seguro que ya te habrás saltado mis recomendaciones sobre el hermanito simpático.

¿Cómo? ¿Acaso no era de Seok Jin de quién me había avisado?

—No le va a hacer ninguna gracia saber que te has enamoriscado de su adorado hermanito.

—Yo no me he enamoriscado de nadie.

—¿Sabes que la negación es un mecanismo de defensa que no suele ir muy bien? —Su cuerpo se pegó al mío y el calor de su aliento me rozó la boca. Un fuete hormigueo me ascendió desde las ingles hasta el vientre—. Le recomendaste que no huyera y que se afrontara a él mismo. Hazlo tú también.

"¿Juegas conmigo?"

Dae...

—¿Qué? —Alcancé a preguntar, medio aturdida—. No... No es lo mismo.

—Claro que sí, psicóloga. —Cerré los ojos y los apreté, buscando un control que no encontré—. Deja que te ayude. Esto me lo vais a agradecer los dos.

La decidida presión de sus labios contra los míos, enérgicos, buscaron mi reacción con urgencia y determinación. Sabía que debía apartarle, empujarle y correr. Era lo normal pero me sentía anestesiada y no podía hacerlo, y cuando ya creía que tendría que buscar la manera de pulsar el timbre de alarma, se detuvo y me miró, sin apartarse.

—Mei... —murmuró—Mei...

Su lengua revoloteó por el interior de mi boca con mucha más suavidad, casi con devoción, y la certeza de que había vuelto a la normalidad y era él el que me estaba besando me perdió en los deseos que me consumían contra mi voluntad desde que le había conocido. Le eché los brazos al cuello, con una impaciencia desconocida, y me zambullí de lleno en lo que seguramente sería el peor error de mi vida, mientras su respiración agitada gritaba que me deseaba tanto como yo a él y nuestros labios se buscaban incansablemente una y otra vez.

Me había liberado y, con ello, mi sensación de inexistencia, de confusión, por fin había desaparecido.

Una parte del recuerdo reprimido de Yoon Gi ha salido a luz y ya ha comprendido que convive con otro "yo". Pero, por desgracia, las terapias requieren su tiempo y se necesitará repetir la sesión para rascar más en la memoria olvidada.
Por otra parte, la intensidad descargada en la sesión ha terminado sobrepasando las emociones de los dos, hasta el punto de saltarse los parámetros establecidos en el hospital, y ha terminado ocurriendo lo que tanto temía Seok Jin.
En el siguiente capítulo, por cierto, se revelará algo muy importante de nuestro psiquiatra.

N/A:

Cuando publiqué esta historia por primera vez, nada más actualizar, solía recibir un montón de comentarios emocionados que me llenaban la bandeja de notificaciones y recuerdo que este capítulo fue uno de los más esperados, deseados y comentados de ese entonces. Fue una locura de día y lo recuerdo como uno de los más bonitos de mi pequeño mundo de autora en Wattpad.
Ya ha pasado mucho desde entonces pero espero que a las preciosas lectoras que se están  acercado a esta historia ahora les haya gustando también.

Y hasta aquí llegó mi maratón. La semana que viene retomaremos las actualizaciones habituales que, recuerden, son Lunes y Viernes.

Abracitos y hasta entonces. ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro