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Día Siete


Empujé la puesta de cristal, a toda prisas y sin siquiera quitarme la chaqueta, y me fui directa a la sala de descanso del personal. Allí encontré a la enfermera Min, comiendo un plato de frutas mientras esperaba a que la cafetera de goteo aspirara el agua, algo que hacía renqueando como si estuviera a punto de romperse. A su lado, el auxiliar Swow, uno de los últimos contratados en plantilla y que, dicho sea de paso, me parecía un ser de moral bastante cuestionable, levantó los ojos de la revista de coches, y me miró con la boca abierta.

—¿Mei Te? —exclamó, atónito.

—¡Dios mío! —A la enfermera poco le faltó para atragantarse con un trozo de melón—. ¿Qué haces aquí un Domingo por la tarde? ¿Te has vuelto loca?

Eso mismo me preguntaba yo; que qué rayos estaba haciendo con mi vida cuando bien podría estar tranquilamente tirada en mi sofá viendo una película y no allí. Sin embargo, no tenía opción. Lo había intentado todo, desde hacer galletas hasta irme de tiendas pero no había conseguido deshacerme de la ansiedad y aún veía el mundo como un lugar extraño y ajeno a mi. El desasosiego seguía ahí y yo seguía sin creer ser "yo".

Por supuesto, sabía perfectamente lo que ocurría. Lo que le había sonsacado a Jimin me había impactado mucho y me había producido un brote disociativo de los grandes que, aunque controlaba, provocaba que cada dos por tres me sintiera inestable y desconcertada, algo que no desaparecía hasta que tomara contacto con lo que lo había provocado. Lo que no tenía muy claro era cuál había sido exactamente el origen; si mi preocupación por Jung Kook, ahora que tenía la sospecha de que habían intentado deshacerse de Nam Joon, o la necesidad de ver a Yoon Gi y asegurarme de que todo estaba en orden. Fuera como fuera, la solución pasaba por la planta y por eso allí estaba. Un Domingo a las seis y media. Con jeans y ropa informal. Sin bata ni ningún distintivo que me identificara como personal sanitario salvo las llaves con las que había entrado.

—¿Quién está de guardia ? —Recé para que no fuera Seok Jin; por nada del mundo quería cruzarme con él.

—La doctora Sun.

—Genial. —Cogí el cuaderno de incidencias y rebusqué entre las hojas—. ¿Cómo está Jung Kook? —Me acomodé las gafas; no estaba acostumbrada a utilizarlas y me resultaban muy incómodas pero por culpa de la disociación no había sido capaz de ponerme lentillas—. ¿Ha habido algún incidente?

—Que yo sepa no. —La enfermera Min me clavó una mirada inquieta. —Está bien y habla con más coherencia. —Me observó mientras yo seguía revisando las anotaciones—. Mei, ¿estás bien?

La escuché pero no le respondí. Era más importante leer las observaciones.

˝Habitaciones uno a diez..."

Las salté. No, eso no me interesaba ahora mismo.

"Habitación quince: suspendida Olanzapina por indicación del jefe de planta a petición de la doctora Eun. El paciente se encuentra más abordable y colaborador de lo habitual con el personal. Se le permite deambulación libre por la planta, según pauta. Come bien. Duerme bien".

Suspiré, aliviada. Al parecer, todo estaba en orden.

—¿Habéis hecho revisión de habitaciones? —me interesé entonces—. Y no me refiero a una revisión al uso sino a mirar bien por los rincones, debajo de los colchones y esa cosas.

—La revisión integral se hace los Miércoles. —Swaw me dedicó un mohín antipático—. No vamos a estar poniendo veinticinco habitaciones patas arriba todos los días.

—No, claro que no. Qué tontería hacerlo después de que hayan tratado de asesinar a uno de nuestros pacientes. —El sarcasmo me salió solo—. Nadie sabe cómo se eludió la seguridad y de dónde salió la bolsa pero para qué vamos a revisar y a levantar colchones, ¿verdad?

—¿De homicidio? —La cara del hombre se desencajó—. ¿Cómo que homicidio? —Se rió, nervioso—. Era una persona inestable con ideas suicidas. Lo hizo él mismo.

Ya, pues yo creía que no. Desde el inicio ya lo había contemplado como posiblidad pero me había resistido a creerlo porque me costaba asumir que alguien hubiera podido burlar de esa manera a todo el mundo y asfixiarlo, a primera hora de la mañana, a plena luz del día y en un lugar lleno de gente, pero después de lo que había averiguado...

"Tu limpias sus obras para que nadie las vea".
.
Mi propia voz me retumbó en la cabeza como si no fuera la mía. Dios mío, Jimin.

"Te confieso sin remordimientos que si lo hubiera sabido me hubiera deshecho también de sus restos antes de que la policía llegara".

Maldita sea. ¿Hasta dónde podía llevarle la desesperación por proteger a su hermano? ¿Era capaz de "limpiar" cualquier cosa? Ojalá me equivocara. Ojalá.

—No te preocupes, Mei. —Min hizo honor a su gran capacidad de trabajo y su excelente profesionalidad—. Ahora mismo nos ponemos a ello. Haremos lo que nos pidas.

—Lo primero es cambiar a Jung Kook de habitación. —Mi firmeza pareció meditada pero, en realidad, la idea se me ocurrió sobre la marcha—. Le trasladaremos a la Unidad de Observación, a la dieciséis.

La trabajadora abrió mucho los ojos, sorprendida.

—Pero está mejor —objetó, como no podía ser de otra manera, Swaw—. No tiene sentido que hagamos eso.

—Puede —reconocí—. Pero no estoy dispuesta a correr riesgos de ningún tipo así que lo trasladarás y después revisarás exhaustivamente esa habitación.

—Ya, ¿y qué busco? —Se cruzó de brazos, enfadado—. Vaya tontería... Me vas a hacer perder el tiempo.

—Bolsas de plástico. —Su reticencia no me anchantó—. Pueden estar enroscadas tras las tuberías del lavabo o la taza del WC o a lo mejor bajo el somier. —Parpadeó, y añadí—: Esconderla para tenerla a mano esperando al momento oportuno es lo que yo haría.

Ambos me devolvieron una cara de completo pavor.

—¿Cómo que es lo tu harías? —Se alarmó Min—. Espera, espera... ¿Has dicho que hay bolsas? —Titubeó—. ¿Bolsas para matar a alguien?

—¡Esto es absurdo! —Se quejó de nuevo Swaw.

—Pues vale pero quiero que todo el que entre de visita firme en las hojas la entrada, la salida y el nombre del paciente al que vienen a ver.

—Tu ves muchas películas, niña.

Distinguí a Jung Kook en uno de los sillones del pasillo, con las piernas cruzadas como un Buda sobre el cojín, el cabello castaño peinado hacia un lado y absorto en su inseparable cuaderno de dibujo.

—Limítate a hacer lo que te digo —corté el asunto y, sin mirarles, les dejé allí, con las caras a cuadros y me acerqué al chico—. Hola —saludé—. Me alegra que por fin estés recobrando tus aficiones.

Levantó la vista del papel y su rostro, infantil y risueño, se iluminó. Desde que le conocía, siempre se había mostrado entusiasmado ante el simple hecho de verme y hablar un rato conmigo. De hecho, podría decir que, de entre todas las personas que había tratado, era, con diferencia, el que más me mostraba cariño y agradecimiento. Su carácter era afectuoso por naturaleza y su magia residía en que esa esencia no cambiaba ni siquiera cuando se encontraba descompensado.

—¡Mei! —exclamó, risueño—. ¡Mira, mira! —Me mostró su dibujo, un hermoso jarrón que estaba llenando de rosas con un nivel de detalle magistral—. ¿Te gusta?

—Siempre te he dicho que eres un genio, ¿recuerdas? —Sonreí—. ¿Se te ha olvidado todo lo que te insistí el mes pasado en que canalizaras tu estado de ánimo a través de los pinceles?

—Tendría que haberte hecho caso. —La vergüenza se hizo eco en sus mejillas—. Pero a veces es difícil controlar las ideas y se me olvida lo que es mejor para mi. —Dejó el cuardeno en su regazo y se estiró—. Pero te prometo que me lo tomaré más en serio a partir de ahora. No pienso volver a ingresar.

—¡Esa es una fantástica idea! —Le di un golpecito cariñoso en el hombro—. ¡Sin duda es la mejor que has tenido en tu vida!

Se rió, con ganas. No parecía encontrase mal, después de todo.

—Jung Kook, quería que supieras que he ordenado tu traslado al ala de observación. Perdón por haberlo hecho sin pedirte opinión.

—No importa. Está bien.

Que lo aceptara con tanta normalidad me sorprendió. Nadie quería estar en una zona vigilada voluntariamente.

—¿No vas a preguntar el motivo? —inquirí, atónita—. ¿No te importa estar en el área restringida para pacientes descompensados?

En ese momento detecté a Sun Shee, la paciente esquizofrénica, con sus ojos puestos en nosotros desde la puerta de la sala de la televisión, y me apresuré a saludarle con la mano. Sin embargo, por toda respuesta, ella arqueó las cejas y se perdió en el interior de la habitación. ¿Seguía delirando? Si era así, requeriría una revisión urgente del tratamiento.

—No me importa porque el chico de la habitación quince me cae muy bien. —Las palabras de Jung Kook casi hacen que se me doblen las piernas de la impresión—. Es muy amable. Hemos congeniando mucho y me apetece estar con él.

Vaya. ¿En serio?

—¿Ah sí?

Increíble. Realmente increíble.

—En este lado me siento bastante solo —continuó—. Me llevo mal con esa persona que ingresó para desintoxicación y Sun Shee no deja de observarme a todas horas y me pone nervioso.

No supe por qué pero su confesión me inquietó sobremanera. Sun Shee... Sun Shee...

—Además hay una chica que quiere ser mi novia y me siento muy estresando con ello —continuó, cada vez más serio—. Yoon Gi es el único que me trasmite tranquilidad y, además, tiene una conversación muy estimulante. Es como un hermano mayor. —La voz se le tiñó de alegría—. ¿Sabes que ayer fue capaz de encontrar para mi una bandeja de comida a la que no le faltaran cosas? —Se rió—. Yo nunca lo había conseguido.

Sí, analizar el entorno era algo que, sin duda, había comprobado que se le daba muy bien. Al contrario que a mi porque, a pesar de que desde que había llegado no había parado de buscarle disimuladamente por todas partes, no le había visto. ¿Estaría en su habitación?

—¿Sabes dónde está? —pregunté, en automático—. Yoon Gi, digo.

—Está en el pasillo de los despachos médicos.

El corazón se me detuvo. ¿En la zona de personal? ¿Qué hacía allí? ¡Dios mío! ¡Pues claro, tonta! Estaba rebuscando en mi despacho su expediente para echarle un vistazo, comprobar las fotos que tenía y asegurarse de qué información había recopilado, seguramente con la intención anticiparse a mis pasos, como siempre. Mierda.

—Mañana nos vemos.

Me faltó tiempo para volar pasillo a través. Quería pillarle "en pleno acto" así que en apenas un segundo me encontré ante la puerta de mi consulta, que estaba abierta de par en par, sin aliento. ¡Si es que lo sabía! ¡Lo sabía!

—¿Qué rayos pasa aquí? —Me hice notar dando un golpe al marco—. Aquí no se puede entrar.

Un auxiliar que no conocía y que estaba sentado en una de las sillas destinadas a la terapia de grupo, dio un bote al verme y cerró la revista que estaba leyendo pero Yoon Gi no se inmutó. Siguió de pie frente a la mesa, ordenando un juego de bolígrafos nuevos en un bote precioso que parecía de porcelana y que jamás en mi vida había visto.

—Por lo que veo, no has podido esperarte al Lunes para venir a verme —dijo—. Eso me dice mucho, ¿sabes? —Colocó el bote junto a la pantalla del ordenador y se dispuso a colocar una caja de lápices de colores en otro de similares características—. No sabes cómo me alegra comprobar que no soy solo yo el que se siente así.

—¿Qué...? —balbuceé—. ¿Qué dices? —Regresé la vista sobre el auxiliar—. ¿Por qué le has dejado entrar a mi despacho?

—No te enfades con él, Mei. —Fue Yoon Gi el que volvió a responder—. Se lo pedí porque quería prepararte algo.

—¿A mi?

Me acomodé las gafas, menos iracunda que ansiosa, y el auxiliar me indicó con el dedo un punto de la pared.

Había colgado una enorme escalera de vivos colores y simpáticos muñequitos que explicaba los pasos motivaciones de una terapia, junto con otros carteles en los que se citaban frases de psicólogos famosos y, al otro lado, junto a la pizarra, un maravilloso esquema, exhaustivo y precioso, de la terapia cognitiva me dejó boquiabierta. ¡Dios mío! Estaba genial.

—¿Te gusta? —Me miró, esperanzado—. He estado toda la mañana rebuscado en el material que traen los laboratorios y que nadie usa. —Carraspeó; ¿podría ser posible que estuviera nervioso?—. He seleccionado lo que creí que elegirías.

Eché un vistazo a la mesa. Estaba limpia, y todas las pruebas diagnósticas lucían en ordenados montoncitos en la estantería anexa, con pulcritud. Le miré, sin poder disimular mi admiración, y él me devolvió una amplia sonrisa. Fue ahí cuando lo noté con más fuerza. Una corriente eléctrica. Una descarga que me recorrió de arriba a abajo bajo la piel.

—Te gusta —adivinó—. Me alegro.

—Vete. —Me dirigí al auxiliar, que prácticamente patinó por el suelo hasta salir y cerrar la puerta, y volví sobre Yoon Gi—. No tienes de autorización para entrar en mi consulta. —Cogí aire y traté de centrar las ideas—. Esto no se puede hacer solo porque te apetezca. No se puede. Aquí hay unas normas.

Se recostó en el borde de la mesa.

—Ya lo sé pero en mi situación actual no tengo muchas formas de darte las gracias.

¿Eh?

—Gracias a ti me han empezado a tratar como una persona—. Me mostró las muñecas, aún rojas por el roce de las correas—. Y también es por ti que ahora me siento un poco más feliz en este mundo.

La descarga eléctrica se repitió. Desde luego, su faceta encantadora desarmaba a cualquiera en un segundo. Sin embargo, yo era psicóloga del hospital, le veía venir y no pensaba permitir que me arrastrara. No. No y mil veces no. Mi trabajo era centrarme en su trastorno y no en él. No en él.

—Admiro tus mañas para ganarte con tanta maestría al mismo personal que antes te tenía tanto miedo. —Le confronté, con la intención de desviar el tema y rebajar la intensidad de mis emociones—. Muy hábil. Pero, por mucho que busques, no vas a encontrar nada. Tu expediente lo llevo siempre conmigo. —Me toqué el bolso—. Lo siento por ti si creías que lo dejaría por aquí.

—¡Anda! ¡Esta sí que es buena! —Soltó una carcajada indignada—. Yo aquí esforzándome por acercarme a ti y tu deduciendo solo malas intenciones. —Meneó al cabeza a ambos lados—. ¿A esto es a lo que tu llamas "confianza, sinceridad y respeto"?

Vaya. Sí que le habían calado hondo el tema de la alianza, sí. Tanto como para usarlos a su conveniencia. Pero yo también podía jugar a ese juego.

—¿Y tu llamas "colaboración amistosa" a meterte en mi despacho y ordenarme las cosas?

Rompió a reír y su tono me resultó tan sincero y simpático que a punto estuve de seguirle.

—Nunca he encontrado a nadie que me encare como tu —respondió, divertido—. Y tienes razón. Esto para mi es más que una "colaboración amistosa".

—Creo que no tienes clara la línea que hay entre un paciente y su terapeuta. —La ansiedad que me empujaba hacia él me atacó de nuevo—. Es una línea invisible pero infranqueable.

—Pero yo no soy tu paciente y tu no eres ni vas a ser mi psicóloga.

Rayos, ya. Ya.

—Además, estás confundiendo las cosas.

Abrí mucho los ojos; ¿yo las confundía?

—Un buen terapeuta necesita un buen lugar de terapia y tu no lo tenías —expuso—. Yo solo quise hacer algo para ti como intercambio por lo que haces tu por mi. —Ladeó la cabeza—. Que diga que mi mundo ha mejorado porque has aparecido en él no significa que si no me sintiera así no lo hubiera hecho igualmente.

No fui capaz de replicar. ¿Qué significaba eso? Le sostuve la mirada durante unos interminables e incomodísimos minutos hasta que logré apartarme de sus profundos ojos oscuros y desviar la atención a las frases de la pared.

"Lo que alimentas dentro de ti es lo que crece˝. —Leí—. Es una buena cita.

—Creo que se refiere al hecho de que cuando uno no es capaz de afrontar su dolor, su miedo, éste se hará tan fuerte y poderoso que adoptará forma propia y te controlará mientras tu verdadera esencia queda perdida en medio de ninguna parte.

—Yo misma no lo habría definido mejor.

—Me pregunto si yo tengo algún extraño miedo escondido —reflexionó—. Algo profundo a lo que no puedo acceder y que me produce desconexiones.

—¿Qué es lo que te ha llevado a esa conclusión?

—Desde que estoy aquí no dejo de tener amnesias —reconoció, en voz baja—. Hay algo en la planta que hace empeorar y, si lo detona, es porque debe darme miedo. —Sus pupilas buscaron las mías—. ¿Me ayudarás a averiguar qué es? Necesito encontrar el origen.

¿Preparados para tirar del hilo de la madeja?
No se pierdan el próximo capítulo de Disociativo. Viene lo mejor.


(*) N/A: Pongo reproducciones de algunos de los posters de la pared.

-Escalera motivacional de terapia.


- Terapia cognitiva

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