Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día Seis: Flashback


No conseguí sacarle a Jimin nada más, aparte de unos cuantos balbuceos ahogados y desordenados sobre el trauma de su hermano en los que no puede profundizar porque empezó a hiperventilar y estuvo a punto de entrar en un ataque de pánico. La sola mención de lo de la bolsa le había alterado tanto que se había bloqueado y no era capaz de seguir ninguna de mis instrucciones de modo que me vi obligada a levantarme y taponarle la boca con las manos, a modo de mascarilla, a fin de ayudarle a reducir la cantidad de aire que respiraba. No fue suficiente. Si bien la presión del pecho le bajó, siguió con una temblorera tremenda y, tras veinte minutos practicando respiraciones, decidí que lo mejor era intentar distraerle y le llevé a la cafetería que me había mencionado. Menos mal que estaba cerca; estaba desorientado y la confusión en sus pupilas era tan evidente que tuve que tomarle del brazo, guiarle por la calle e incluso ayudarle a tomar asiento en la mesa del establecimiento que, por suerte, estaba prácticamente vacío.

—Gracias, Mei —musitó, avergonzado—. Perdón. No quería que me vieras así.

—No le des importancia. —Eché mano de la carta, con la intención de dar la máxima normalidad a la situación, y revisé la oferta de tartas. No me apetecía nada pero necesitaba cambiar de tema para que se recuperara—. ¿Sabes algo? Estoy en serios problemas. —Entornó los ojos, en silencio—. No me gustan los merengues, las natas ni las cremas. Debo de ser rara porque todas las personas que conozco adoran los pasteles pero para que yo me los coma deben tener unas condiciones muy concretas —enumeré, con los dedos de la mano—. Sin relleno, con una cobertura de chocolate muy ligera y masa suave de textura de esponjosa.

—Eres como mi hermano. —Jimin se apartó las lágrimas y se concentró en analizar la carta, respirando aún entrecortadamente pero algo más compuesto.—. Déjame ver. Había una así, si mal no recuerdo.

Esbocé una sonrisa cuando levantó el cartón, con el dedo en el dibujo de una tarta de galleta con chocolate negro que tenía una pinta estupenda, y supe que lo había conseguido. Lo había controlado.

—Esta es la que pide él cuando venimos aquí.

—Se ve deliciosa —admiré, con más teatralidad de la habitual—. Tiene buen ojo.

—Es un maniático exigente —respondió—. Si algo le gusta, es porque es realmente muy bueno. Puedes pedirla con tranquilidad.

Lo hice, claro, junto con un refresco cualquiera. Jimin optó por la tarta de fresas y, mientras nos servían, nos dedicamos a charlar sobre los tipos de dulces y las formas más sabrosas y dietéticas de elaboración. La repostería sana era un tema que me gustaba y se me daba bastante bien de modo que fue agradable averiguar que él también disfrutara con eso de ponerse un delantal y enharinarse hasta las orejas.

—Hacer galletas me relaja —explicó—. Mi madre nos las hacía cuando éramos pequeños, antes de que nuestro padre despareciera y nos dejara con esa deuda millonaria que nos hundió la infancia.

—¿Cómo está llevando ella lo que está pasando? —Como estaba más tranquilo, me pareció un buen momento para retomar algunos temas pendientes, eso sí, con sutileza—. Supongo que todo este asunto le habrá afectado mucho.

—La señora Min es una luchadora nata. —Jimin dejó el tenedor en el plato y apoyó los codos en la mesa, pensativo—. Imagino que, como es lógico, ya sabrás muchas cosas de nosotros.

Le sostuve la mirada, lo justo para darle a entender que, a pesar de su amabilidad y de su esfuerzo al haberse atrevido a contarme lo de la asfixia, mi posición respecto a la confidencialidad con Yoon Gi no había cambiado.

—Realmente no vas a decirme nada —murmuró, apenado—. Esto va de que yo te cuente todo pero tu a mi no me digas nada.

—Lo siento.

—Creo que Yoon Gi es afortunado por haber dado contigo. —Dejó caer la barbilla sobre las manos y suspiró, resignado, antes de proseguir—. Y, en relación a tu pregunta, la verdad es que no puedo decirte con exactitud cómo está mi madre ahora mismo porque no la he visto —y añadió—: Se ha largado a Japón con un billete solo de ida.

Dejé caer el vaso que estaba a punto de llevarme a los labios, quizás con demasiado impacto, sobre la mesa. ¿Se había ido? ¿Sin ir pasarse ni una sola vez por el hospital? ¿Sin interesarse por su hijo?

—Se marchó a casa de su hermana, que reside en Tokyo, al día siguiente de que la judicial apareciera con el tema de las desapariciones.

—¿Y lo hizo sin más? —Dios mío; no daba crédito—. No se ha personado en el hospital —continúe, cada vez más extrañada—. Ni siquiera ha llamado.

—No sé lo que mi hermano te habrá te ha contado sobre lo obsesionada que estaba con respecto su futuro marido pero todo lo que puedas imaginarte es poco y ahora, después de su muerte, está mucho peor. —Chasqueó la lengua, en un amago de desdén—. Le idolatraba sin ningún tipo de sentido y, si ya de por sí estaba convencida de que Yoon Gi era el autor del crimen, que se haya convertido en el sospecho principal en el asunto de los desaparecidos ha sido la guinda del pastel. No quiere saber nada de él. Dice que no piensa volver hasta que esté entre rejas.

La imagen de un Yoon Gi abatido en la cama, negando la autoría de las atrocidades con los animales, lloroso y con exceso de medicación en sangre me vino a la cabeza.

"No le dejes". "No le abandones". "Ayúdale".

Ojalá no me preguntara por ella. No me iba resultar fácil enfocar el tema.

—Entiendo —murmuré.

Jimin me devolvió una mirada interrogante que fingí no ver.

—Por favor, no la malinterpretes. —Se apresuró a explicar—. No es una mala persona y tampoco ha sido mala madre pero está abrumada. Estoy convencido de que tarde o temprano se dará cuenta de su error y se disculpará con él.

Primero la criticaba y luego la defendía. Era curioso porque esos giros de opinión también le sucedían con Yoon Gi. Por una parte quería excusarle y protegerle pero otra desconfiaba de él. Estaba realmente perdido en medio del devenir de los acontecimientos.

—No es mi trabajo juzgar a nadie —aclaré—. Es lógico que dude. Hasta tu lo haces.

—Cuando tu casa se llena de investigadores analizando hasta el arroz del bote de la cocina, es inevitable cuestionarse si realmente Yoon Gi es como creías que era. —El tono se le apagó—. Pero luego recuerdo cómo me ha ayudado, cuidado y protegido desde que puse los pies en su casa, de su desbordante alegría cuando le informaron que yo iba a ser su hermano menor, de su abnegación hacia mi y... —Se interrumpió, emocionado—. Y sencillamente no puedo aceptar que sea el autor de todas esas barbaries. —Se empezó a masajear las sienes—. No puede ser. No, no puede. Le he visto descuartizar animales pero no es posible que sea capaz de hacerle lo mismo a personas sin motivo, ¿verdad? Él no tiene nada que ver con los desaparecidos; solo fue contra ese hijo de puta porque era necesario, nada más. Nada más —expuso—. Y, si no es como creo y realmente lo hizo, es porque está enfermo. No es malo, solo está enfermo. Enfermo—. Empezó a agobiarse—. ¿Verdad que es así?

Su desesperado intento de autoconvencimiento me inspiró lástima pero, en lugar de responder, me obligué a cambiar de tema. Por nada del mundo quería que le diera otra crisis de ansiedad.

—¿Qué les pasó a tus verdaderos padres? —pregunté entonces—. Hace un momento has dicho que Yoon Gi se alegró mucho cuando te convertiste en su hermano. Asumo que tu familia era otra.

—Inhalación de monóxido de carbono —contestó sin pestañear—. Se dejaron una estufa encendida en la habitación durante la noche y amanecieron muertos. No sé mucho más; yo solo tenía cinco años y no lo recuerdo.

—La muerte a veces es una constante —se me escapó—. Hay personas como nosotros que parecemos abocados a tener que convivir con ella.

—Sí. —Me clavó una mirada profunda que no supe interpretar—. Eso parece.

Un silencio asfixiante nos envolvió y sus ojos analizaron cada gesto mío, evaluándome como el que chequea un programa informático, hasta que un escalofrío me recorrió por la espalda y mi movimiento nervioso en la silla le hizo reaccionar.

—Siento terriblemente que al final hayas perdido tu Sábado de descanso conmigo. Por favor, disculpa si no estoy preparado mentalmente para abordar ciertos temas.

—¿Has pensado alguna vez en ir al psicólogo? —Su perplejidad fue notoria—. No lo digo porque piense que tengas un trastorno o algo parecido pero...

—He estado a punto de ir cientos de veces —me interrumpió—. Pero como trabajo en rodajes y promociones, no tengo horarios y es complicado para mi comprometerme a cumplir con los tiempos de una terapia.

—Sin embargo, conmigo lo has hecho —le hice ver—. Acordamos un espacio y aquí estás.

Su rostro, afable, me sonrió, sin rastro de lágrimas y con tanta luminosidad que nadie diría que acababa de sufrir un ataque de pánico. Se había recompuesto del todo.

—Eso es porque se trata de mi hermano —explicó—. Él es lo más importante del mundo para mi.

Ya hacía rato que había comprendido que Jimin sentía una devoción desmedida por Yoon Gi, tan grande que no tenía problemas en anularse a sí mismo en favor suyo. Eso bien podría ser una simple manifestación de la culpa de saberse causante del móvil del crimen pero a mi me parecía que había algo más. Ese amor incondicional venía de lejos, de muy lejos, y su esencia no destilaba ni un ápice de normalidad. Algo más tenía que haber pasado.

El pitido de su móvil nos interrumpió y, mientras lo miraba, aproveché para echarle un vistazo al mío. Ya eran las ocho y diez y eso significaba que llevábamos tres horas reunidos y que... ¿Cincuenta y tres mensajes sin leer? Rayos. Pasé rápidamente las líneas con el dedo, sin dar crédito. Todos eran de Seok Jin.

"Mei, por favor, no me hagas esto. ¿Cómo puedes ser capaz de anularme sabiendo lo que siento por ti?"

Poco faltó para que me echara a reír. Ni él mismo se creía lo que había puesto.

"Aunque me odies de por vida, dame la oportunidad de explicarme. Es un derecho que no se le debe negar a nadie".

Sí, ya.

"Solo escúchame y te prometo que te dejaré en paz".

Francamente, eso lo dudaba. Ese chico tenía un problema muy grande con la frustración y se había obsesionado conmigo porque no conseguía que accediera a sus exigencias. Pero la mentira era algo que no podía soportar y menos aún si se apoyaba en justificaciones absurdas.

"¿Y cómo se te ocurre dejar al Psicópata libre por las salas sin medicación? Voy a hablar seriamente con Dark Ho sobre esto".

Por supuesto. Cómo no. No podía faltar el tema de siempre.

—Tengo que irme. — Jimin se levantó y se despidió en una reverencia formal, que me apresuré a corresponder—. Me han llamado del trabajo y me piden que esté allí en media hora. —Recogió la bolsa de deporte y se la colgó al hombro—. El Lunes me pasaré por el hospital, por si me permiten ver a Yoon Gi y, si quieres, podemos seguir hablando.

—Avisa al control cuando llegues —accedí—. Y, oye, por cierto, perdona que te lo pregunte de esta manera tan brusca pero... —Los mensajes me habían hecho recordar que tenía que enterarme del motivo que llevaba a mentirme tan descaradamente—. ¿Seok Jin conoce a Yoon Gi?

Parpadeó, confuso.

—Creo que me engañó sobre eso y que tu le seguiste la corriente ante mi —decidí ser clara—. ¿Por qué? ¿Por qué finge no conocerle? Él ya sabía lo de las fotos, ¿no es así?

—No, Mei, no es así.

Me quedé petrificada. ¿Ah, no?

—Conozco a Jinnie desde hace años pero nuestra relación siempre ha sido en el contexto del tenis y, que yo sepa, él no conoce a nadie de mi familia. —Se encogió de hombros. —Le he hablado alguna que otra vez de mi hermano, claro, pero solo sobre cuestiones sin importancia de esas que se cuentan a los amigos. —Se rascó la nuca—. ¿Crees que yo le contaría a cualquiera la existencia de esas fotos? —No respondí y añadió—: Y, por descontado, tampoco colaboraría nunca en una mentira hacia ti.

— Ya. —murmuré; obviamente, lo que decía tenía sentido.

—Yo quiero que ayudes a mi hermano para que salga adelante con lo que sea que tenga. No te ocultaría algo deliberadamente porque eso entorpecería tu trabajo.

Eso significaba que Seok Jin me había vuelto a mentir. Maldita sea.

Tras disculparme por el error de razonamiento y despedirnos hasta el Lunes, tomé un taxi y me fui directa a casa, dando vueltas a las mil teorías que la conversación con Jimin me habían generado y al mismo tiempo tratando de apartarlas para evitar desvelarme hasta las tantas de la madrugada. Me acosté, me enrollé en el edredón de color azul cielo y respiré profundo. Uno, pensar en una playa. Dos, en un bonito bosque. Tres, ¿una cascada de agua? Uf; nada. No me servía nada. Mi cabeza era un hervidero de piezas desordenadas que se movían en todas direcciones sin control.

"Están buscando algo que vincule a Yoon Gi con otros casos de personas que han desaparecido en Daegu estos últimos años".

Imposible.

"Cuatro personas, Mei, al menos cuatro..."

¿Tantas?

"La bolsa de plástico. Fue lo de la bolsa... Una asfixia... A los nueve años".

Hasta ese momento, no le había dando importancia al informe policial del padrastro en donde se relataba que había muerto "asfixiado" y trasladado posteriormente al comedor, en donde había sido descuartizado. Era curioso que Nam Joon se hubiera ahogado con una bolsa también. ¿Qué era aquello? ¿Una reproducción del trauma? ¿Lo estaba haciendo él? ¿Cómo, si estaba encerrado? Entonces Jung Kook... ¿Estaba en peligro? Y, ¿por qué Seok Jin se comportaba así?

El mundo empezó a darme vueltas. ¿Me había levantado? Sí, debía de haberlo hecho porque lo que veía parecía mi lavabo, aunque el color de la loza blanca brillaba más viva que nunca, y delante tenía el espejo impregnado del vaho del agua caliente. ¿En qué momento me había bañado? Me miré las manos, secas, y me palpé el cuerpo; estaba desnuda pero no mojada. Aún no lo había hecho y...

Un fuerte pitido, ya conocido, me invadió los tímpanos y me hizo cubrirme las orejas y encogerme en la esquina. El inconfundible olor a quemado me inundó las fosas nasales. Escuché gritos. Sentí los pasos de la gente correr despavorida a mi alrededor a pesar de que saber que estaba sola. Y luego mi propia voz, dándome instrucciones en voz alta, como si se dirigiera a otra persona.

—No pasa nada —me dijo—. Es el flashback, no te asustes. Ya te ha sucedido otra veces, lo conoces y lo controlas. Sabes que es porque el caso te está removiendo demasiado pero no hay nada más. Pasará pronto.

—¿Juegas conmigo?

Levanté la cabeza. Estaba en la piscina de verano de Busan, sentada en el borde y con las piernas dentro del agua. Mi amiga Dae, de pie junto a mi, me golpeó en la espalda y, sin parar de reír, se alejó corriendo hasta el edificio colindante, una especie de colmena de pisos con una arquitectura atípica llena de barandillas que subían y bajaban por la pared como un laberinto.

—¡Voy a por la pelota! —Me gritó, ilusionada, mientras subía las escaleras de piedra que llevaban hasta la puerta de su casa, en el segundo piso—. ¡No te vayas!

—Dae, no... ¡No me apetece jugar ahora!

No llegó a escucharme. Una explosión dentro de su misma casa se la llevó por delante junto con la mitad de los ladrillos y el cemento, y dejó un enorme agujero que atravesó toda la estructura del edificio. Me levanté y ahogué un grito. Un mar de piedras, cemento, y restos humanos comenzaron a caer del cielo en una especie de lluvia macabra que lo salpicó todo.

Y luego llegó la confusión. Los llantos desgarradores. Aullidos lastimeros. Personas heridas por el impacto de las piedras desprendidas.

Y la cabeza de Dae junto a mis pies.

Había sido por mi culpa. Le tendría que haber dicho antes que no me apetecía jugar. Si lo hubiera hecho no habría ido a por el balón y estaría a mi lado, viva, pero no había reaccionado a tiempo y ya era tarde. Estaba muerta. ¿Realmente lo estaba? ¿Lo estaba? ¿Ella era Dae? ¿Yo...? ¿Yo era Mei?

—Dae. —Me arrodillé y extendí la palma hasta rozar con la punta de los dedos su trenza quemada—. Dae, juega conmigo.

No me respondió así que, con la sonrisa propia de una niña a la que le han regalado un juguete nuevo, cogí su cabeza entre las manos y la levanté.

—Dae, estás hermosa —le hablé, con una serenidad atípica—. Eres bella.

"No te escandalizas ni huyes sino que es todo lo contrario. Te atrae, ¿verdad? Hasta te gusta".

Me esforcé por contar las baldosas de la pared para salir de aquel estado que me hacía evocar lo que no quería y, poco a poco, el pitido en de mi cabeza fue diminuyendo. El olor a quemado desapareció.

"Tu eres igual a él y también igual a mi".

Mi verdadero yo y su verdadero él.

Sí. Lo sabía.

El caso ha supuesto demasiadas presión para Mei y ha terminado por revivir el trauma de su infancia, responsable de su parecido emocional con Yoon Gi y de sus síntomas disociativos.
Muchas dudas se ciernen sobre el misterio del descuartizamiento y las desapariciones de Daegu. Jimin se mueve entre la ambivalencia entre apoyar a su hermano o considerarle un criminal, y sufre enormemente por ello, y Seok Jin parece ocultar algo importante.
La verdad puede tener muchas caras.
Es momento de que Mei y Yoon Gi destapen una de ellas.

(*) N/A:

En este episodio he reflejado en Mei lo que es un Flashback, nombre que en Psicología se utiliza para denominar a la re experimentación de un trauma pasado en el presente. En un Flashback se evoca todo, desde los olores, los colores, las voces del momento... Es como si uno volviera a estar allí.

Un Flashback se considera un síntoma postraumático. La forma que tiene Mei de afrontar el estrés que le genera el impacto de ver la muerte de su amiga es la disociación. De ahí, su disociación ante Nam Joon y cuando la intentan estrangular, y de ahí también la relativa tranquilidad con la que trabaja con las fotos de Yoon Gi.

¿Qué diferencia hay entonces entre el trastorno de Mei y el de Yoon Gi?

- La esencia es la misma. Los dos se originan de igual manera y los dos presentan disociación.

- Mei es consciente de ello. Lo es porque lo revive, y por eso lo conoce y lo puede controlar.

- Yoon Gi, por el contrario, ha reprimido el recuerdo y con ello se crea la Identidad alternativa.

Es importante que estos conceptos queden claros para los capítulos siguientes, porque dentro de poco habrá un episodio donde reproduciré una sesión de terapia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro