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Día Ocho: Desaparición


(Voz narrativa: Seok Jin)

Tener que hablar de mi hermana pequeña era, con mucho, lo peor que podía pasarme. Su recuerdo me generaba una rabia tan intensa que me abrumaba al punto de creerme capaz de hacer o decir cualquier cosa pero tampoco podía callar y seguir ocultándolo. Dark Ho me había preguntado expresamente y el resto del equipo no dejaban de mirarme con caras de carneros degollados. Y, además, Mei por fin me estaba prestando la atención que me merecía, e incluso me había parecido verla llorar unos instantes, quizás porque había comprendido la importancia de mi situación, y eso era algo que, por descontado, tenía que aprovechar. Todo me valía con tal de ganarle terreno a aquel maldito manipulador que me la quería arrebatar. Ya había pasado lo mío con mi hermana y no estaba dispuesto a permitir que me robara de nuevo las ganas de seguir adelante. No la podía perder a ella también. Antes muerto.

—Era dos años menor que yo. —Para cuando empecé, el equipo forense ya se había retirado y mis compañeros se arremolinaban en torno a mí, en parte expectantes y en otra con ánimos de brindarme un consuelo que de nada me serviría—. Tal como ha dicho el investigador, cuando desapareció tenía solo diecisiete años.

Busqué a Mei con la mirada. Estaba apoyada en la estantería, visiblemente angustiada, como si estuviera a punto de caerse de un momento a otro, y saber que se encontraba así por mí y no por él me llenó de satisfacción. Solo por eso ya merecía la pena contar toda aquella mierda desde el principio.

Me aclaré la voz y dejé que mi mente retrocediera cinco años atrás, a aquel desayuno en donde mi hermana, vestida con el uniforme azul marino de la secundaria, se comía los restos del festín del cumpleaños de mamá, que habíamos celebrado la tarde anterior, mientras yo revisaba en las listas on line las notas de mis primeros exámenes de Medicina. Habían sido unos días hermosos. Días que entonces no sabía que jamás se repetirían.

—Oppa. —Shin Hye dejó los palillos cuidadosamente sobre el borde del plato y se limpió los restos de arroz de la comisura de los labios—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Si quieres que te deje salir hasta más tarde la respuesta es no.

Nuestros padres, reconocidos traumátologos de prestigio nacional, habían salido muy temprano en un vuelo a Tokyo, a uno de esos Congresos Internacionales sobre nuevos tratamientos, y no volverían hasta la semana siguiente. Eso me convertía en el responsable de la casa y mis normas eran inquebrantables.

—No es... —Me pareció que arrugaba la nariz—. No es eso.

—Si quieres que te preste el ordenador la respuesta también es no. —Llevaba al menos quince días quitándomelo a hurtadillas y luego se pasaba las horas muertas colgada a videollamadas con la tonta de la amiga esa de las trenzas de color rosa—. Lo necesito para hacer un trabajo de Anatomía.

—¿Me quieres dejar hablar, por favor? —Me dio un manotazo, indignada— . Eres un sabelotodo —bufó—. ¡Tampoco se trata del ordenador!

—¿Y entonces de qué se trata?

—Necesito tu ayuda. —Juntó las dos manos en señal de súplica—. Tu eres un chico.

—¿Y eso qué?

—Verás... —Sus mejillas mudaron en un rojo intenso—. Es que hay alguien que...

—No. —La corté rápidamente; ni loco quería ser partícipe de sus cambios hormonales—. Ya veo por dónde vas y no. No quiero que me hables de novios, que si fuera por mí aún andarías con chupete.

—Oppa... —Me miró con la pose más ingenua y dulce del mundo.

—N - O. —Me tapé las orejas y cerré los ojos—. N - O.

Pero Shin Hye no era de las que se daban por vencida y no paró de asediarme hasta que por la noche me convenció para que la prestara la atención que reclamaba.

Resultaba que le gustaba uno de los chicos de la clase de en frente, y no uno cualquiera, no. Me dijo que era uno de esos estudiantes transferidos de barrio, nuevo en la zona, con un expediente brillante a pesar de que, según decían, ni siquiera se molestaba en abrir un libro, y que, por lo visto, se daba un aire misterioso que debía de ser muy interesante puesto que tenía revolucionado a medio instituto. Sin embargo el tipo, lejos de mostrarse afable, simpático o de aprovechar su atractivo para conseguir amigos o novia, pasaba la mayor tiempo solo y nadie le había visto abrir la boca para otra cosa diferente que no fuera dirigirse al profesor. Hasta ahí todo normal. Lo anormal era que mi hermana llevaba ya todo un mes embobada, admirándole desde la distancia, e incluso había ido a hablar con el hermano del susodicho, que estaba dos cursos por debajo, en busca de algún tipo de información de la que tirar para lo que denominó "hacer su conquista".

—Lo tienes complicado. —Le había dicho éste que, por cierto, era bastante más agradable y sociable que el implicado a pesar de no contar con unas notas tan extraordinarias—. Mi hermano es un amargado de la vida. Le aburren las personas.

—¿Crees que si le escribo una carta la vaya al menos a leer? —Shin Hye no se vino a bajo, ni mucho menos. Adoraba los retos así que la perspectiva de dificultad solo consiguió llamar aún más su atención.

—Te pido por favor que lo olvides. —Le recomendó el chico—. Hazme caso y mejor no te acerques a él.

Obviamente, no lo hizo. Se le había metido en la cabeza que tenía que declararse y en esas estaba cuando me pidió ayuda para escribirle la dichosa carta que pretendía meter en su taquilla de zapatos al día siguiente.

No debí de haberla asesorado. Si me hubiera mostrado más rotundo y le hubiera hecho ver lo ridícula que sonaba su pretensión igual hubiera evitado la tragedia posterior pero en ese momento valoré la situación como una tontería e incluso le di varios consejos que no funcionaron porque no recibió respuesta. A mi, la verdad, que la ignorara me alivió pero ella era incombustible y me volvió a convencer para revisar la redacción de una segunda carta, de contenido similar, con la que obtuvo el mismo resultado.

—Está muy claro que no le interesas —le hice saber—. No le des mucha importancia y déjalo estar.

—No —negó, más aferrada y obstinada que nunca—. Si me va a rechazar al menos que me lo diga.

Le escribió una tercera y le pidió reunirse con él, y mi sorpresa fue mayúscula cuando, dos días después, el chico en cuestión se presentó en la puerta de mi casa, vestido con la indumentaria del equipo de Fútbol y el cabello oscuro despeinado de forma muy informal.

—¿Kim Shin Hye vive aquí? —Sus ojos me analizaron de arriba a abajo.

—Depende de quién la busque. —Me crucé de brazos. Era un maleducado de campeonato si ni siquiera se tomaba la molestia de presentarse como debía ser—. ¿Quién eres para presentarte en mi casa y por qué?

—Ella ha dejado una carta en la taquilla.

—¿Yoon Gi? —La dulce vocecita, incrédula y a la vez llena de entusiasmo, se me coló por el oído y me lamenté al instante de que se hubiera percatado de su presencia. Me hubiera encantado cerrarle la puerta en las narices—. ¡Has venido a mi casa! ¡No me lo puedo creer!

Se plantó delante de un salto y a mi me hizo a un lado, lo que me remató del todo. No soportaba que me anularan así por las buenas. A mi nadie me hacía eso.

—¡Cómo me alegro de que por fin te hayas tomado en serio mi carta!

—Eres algo insistente, niñita. —El rintintín del tal Yoon Gi se me antojó de lo más déspota y frío, y eso me gustó aún menos, si cabía—. No soporto que me molesten con tanta obsesividad.

¿Mi hermana era una molestia? ¿Pero quién se creía ese que era? ¿Un rey o algo así?

—¡Ay, no sabes cuánto lo siento!

Shin Hye se rió, nerviosa, y le quitó importancia a su desagradable comentario, algo que me llenó de indignación. Pero me mosqueó todavía más que le agarrara del brazo, con un exceso de cariño que el tipejo no merecía, y le metiera dentro de la casa del brazo sin pedirme permiso a mi.

A mi.

Su responsable. Su tutor. Su "oppa".

—Deja que te compense y te invite a comer algo —le escuché ofrecerle, de fondo—. ¿Qué te gusta? ¿Pollo? ¿Pizza?

Pizza...

—¡Ni se te ocurra! —La palabra me hizo reaccionar y volar tras ellos—. ¡Esa pizza es mía! ¿Me oyes?

Por suerte para mi no comió nada y tampoco se quedó mucho, apenas un par de horas, pero ese tiempo fue más que suficiente para darme cuenta de que no era una persona normal. Lo noté claramente cuando se quedó embobado ante el cuadro del bodegón de naturaleza muerta que mi madre había colgado en el rellano de la escalera que llevaba a las habitaciones.

—Flores marchitas homenajeando los cuerpos inertes de los débiles y frágiles animalillos. —Señaló el lienzo y, abstraído, recorrió con la punta del dedo las líneas de la cabeza de pescado—. Es una obra muy hermosa.

—Yo lo encuentro un poco tétrico. —Shi Hye se asomó desde la puerta de la cocina—. Hubiera preferido tonos más coloridos y algo con un poco de vitalidad.

—No hay nada más colorido que la muerte, en todas su versiones, ni nada que tenga más vida, por raro que parezca. —La respuesta me pareció la de un completo trastornado—. Lo único que le falta a este cuadro para ser sublime son detalles humanos.

—¿Cómo que humanos?

No recuerdo ni cómo fui capaz de seguir aquella conversación si lo único que deseaba era que se largara de una buena vez y que volviera a ignorar a mi hermana. Tampoco recuerdo la cara de consternación que debí dirigirle pero sí su sonrisa. Una sonrisa gélida que me dejó con los pelos de punta.

—Una mano, un pie, un corazón quizás... —Trazó las formas sobre el cuadro.—. O un poco de sangre sobre la mesa... No sé... — Regresó sobre mí—. ¿Tu has visto la belleza de la muerte, hermanito?

—No —murmuré, seco—. Claro que no.

—Estaría bien tener la oportunidad. Quizás te gustaría aprender de ella, crecer en ella, hacerte fuerte con ella y después convertirte en ella.

—Mi hermano no quiere ser empleado de una funeraria. —Shin Hye se metió en medio, tan sonriente y optimista como siempre a pesar del contenido de la conversación—. Él quiere ser médico y está estudiando muy duramente para ello.

— Ah... Yoon Gi también quiere ser médico... Cirujano...

—Yo no quiero ser cirujano —le informé, ya asqueado—. Quiero ser Psiquiatra.

— Interesante especialidad... —observó—. Útil.

Sí, desde luego era un individuo raro de narices y le quería lo más lejos posible de mi familia pero él, como si fuera capaz de leerme la mente, en vez de perderse de nuestra vista y regresar a su vida de aislamiento, decidió quedar con mi hermana varias veces más y, aunque no volvió a entrar en mi casa sino que esperaba a que ella saliera, solo con verle por la ventana ya me ponía malo de verdad. Hasta me entraban ganas de salir con el bate de béisbol y liarme a palos con él pero Shin Hye se veía tan feliz que, si intervenía, yo quedaría como el malo de la película.

Fue así como transcurrió toda la semana, hasta el día previo a que nuestros padres regresaran de su viaje, que mi hermana salió con la idea de terminar un trabajo de Historia en casa de su amiga de las trenzas. Se fue con la mochila en la espalda y el dinero justo para comprarse una merienda y no volvió. Y yo esperé pacientemente hasta tres horas, con la mirada clavada en el reloj de cuco del salón, cada vez más nervioso y enfadado, hasta que decidí llamarla y me saltó el buzón de voz. Llamé a la casa de la amiga.

—No ha venido—dijo ella, con la voz cargada de enojo—. Ni siquiera me ha avisado.

Telefoneé a Yoon Gi de inmediato. No debía de tener su número pero, como el buen hermano que era, le había revisado el móvil para guardarlo por si acaso algo sucedía. Algo como aquello.

—Dile a mi hermana que se ponga ya —exigí, en cuanto descolgó—. Ahora mismo.

—Ah, hola, hermanito —me saludó con suma calma—. ¿Cómo te va? ¿Te sientes aturdido al contactar con ella?

—¿Contactar con quién?

— Con la hermosa muerte, por supuesto —siseó, tan bajo, que dudé de que lo que había procesado fuera de verdad lo que había dicho—. ¿Aprecias ya su valor?

—¿Qué... ? ¿Qué... ? —No fui capaz de hilar una respuesta apropiada. La ansiedad se me disparó y la idea de que le había hecho algo me saltó a la cabeza—. ¿De qué...? ¿De qué hablas? ¿Qué...? ¿Qué le has hecho?

No. No. No, no, no. ¡No! ¡No era real! ¡Tenía que ser una maldita broma!

—¿Qué es lo que crees que le he hecho? —La pregunta me cayó como aceite hirviendo sobre la piel—. ¿Por qué habría yo de hacerle algo a una niñita tan inocente?

—La has...

La voz se me quebró.

—¿La he qué, hermanito?

—Me querías convertir en la muerte.

—Acusar sin pruebas está muy feo. Ella tenía que tener cuidado con él y no lo tuvo.

—Te juro que si le has echo algo removeré cielo y tierra para acabar contigo.

—¡Oh, pero mira qué estimulante! —Empezó a reírse y eso me revolvió el estómago—. Acabas de convertir mi mundo en un lugar menos aburrido, Kim Seok Jin —y añadió, antes de colgar—: Estaré expectante e impaciente de ver qué haces.

De más está decir que me personé en la policía de inmediato pero, como había pasado poco tiempo efectivo desde la desaparición, me hicieron esperar toda la noche sentado en una silla dura como una piedra, en medio de una sala llena de delincuentes menores, sin agua y con el corazón como si se me fuera a salir del pecho, antes de que activaran el protocolo de búsqueda y empezaran a interrogar a todos sus conocidos, Yoon Gi incluido. Sin embargo, no encontraron nada. Ni una pista. Ni un rastro. Era como si se la hubiera tragado la tierra.

A mi madre le dio un síncope y la tuvieron que ingresar y mi padre se sumió en una profunda depresión. Y, en cuanto a mí, tras tres meses buscando, poniendo miles de carteles y contratando investigadores privados, tomé la única decisión que me quedaba para tratar de aproximarme a la temida verdad. La que me daba miedo aceptar. La que no quería creer.

Tenía que investigar a la familia Min, rebuscar y encontrar algo que me permitiera inculpar a aquel maldito sádico en la más que probable muerte de mi hermana.Y, para tal fin, no se ocurrió nada mejor que apuntarme al Club de Tenis y pegarme a Jimin, su hermano, como una lapa.

¿Me querías enseñar a vivir con la muerte, Yoon Gi?
Muy bien, ya aprendí, y te juro que me las vas pagar por cada lágrima derramada, por cada suspiro de mis padres y por cada una de mis pesadillas.
Ahora me toca a mí.
Conmigo no se juega.

El pasado de Seok Jin ha sido por fin revelado. Detrás de su narcisismo herido se esconde un suceso que le marcó enormemente la vida y le provocó un gran sufrimiento interno.
¿Cómo reaccionará Mei ante esta nueva información?
¿Se desvinculará de Yoon Gi y apoyará a Jin?

(Adelanto: en el próximo capítulo Mei y Yoon Gi se reencontrarán de nuevo).

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