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Día Ocho: Declaración


La hermana de Seok Jin había sido la primera en desaparecer de la lista. La primera, sin contar con la cabeza cuya existencia nadie parecía conocer, y, tan solo con escuchar la terrible situación que le había tocado vivir, se me partía el corazón. Llevaba nada más y nada menos que cinco años tras la pista de los Min, un tiempo a todas luces eterno si tenía en cuenta que se había dedicado a cultivar en cuerpo y alma una amistad con Jimin que, por supuesto, no debía ser sincera en absoluto. Y, si a eso le añadía el suplicio que debía de haberle supuesto tener que trabajar como si nada ocurriera con el presunto asesino de su hermana delante de las narices, la cosa no podía ser más traumática. Tenía que estar pasándolo fatal. 

Por fin lo comprendía. Su odio y su falta de profesionalidad hacia Yoon Gi, su empeño enfermizo en convencerme de que era un psicópata y en apartarme, y también el intenso pavor que le había llevado a medicarle de más. Tenía miedo. Miedo de que la historia se repitiese y yo terminara igual que Shin Hye, y que me hubiera dicho lo del "ten cuidado con él", tan parecido a lo de ese entonces, no contribuía a convencerse de lo contrario. Hasta el hecho de que me hubiera mentido tenía su lógica. 

Sí, lo entendía, y por eso, en cuanto terminó de narrar su historia, tomé la palabra y lo primero que hice fue pedirle perdón por haberle tratado tan mal.

—Dime, por favor, que te retirarás del caso —suplicó, más abatido que nunca—. Te lo imploro.

—Pero no se le puede negar atención psicológica, muchacho. —Dark Ho mudó a toda velocidad su gesto de lástima y volvió a asumir el papel de jefe impasible—. Mei es una profesional y los profesionales tienen que terminar el trabajo. Además, la fiscal ha quedado a la espera del informe de recomendaciones.

—Lo siento mucho, Seok Jin —me volví a disculpar—. Me imagino cómo te sientes.

—Te lo imaginas pero vas a seguir hasta el final, hasta que te mate. —Se dirigió al jefe, temblando y con los puños apretados—. ¡Hasta que la mate! ¡Porque eso es lo hará! ¡Lo hará, maldita sea, y cuando ocurra será demasiado tarde para arrepentirse!

Lo dudaba. Es decir, sí era una posibilidad, claro, pero había detalles que no me cuadraban del todo como, por ejemplo, que la identidad alternativa me hubiera pedido ayuda o que me hubiera salvado, precisamente, de morir. ¿Para qué tomarse la molestia de hacerlo si planeaba matarme después? No, no pensaba apartarme. Después de haber hablado con Jimin, ya había decidido que ni con todos los cadáveres del mundo lo haría, y ahora menos que nunca. ¿Ilógico? Puede. ¿Peligroso? Seguro. ¿Loco? Totalmente. Y, aún así, me daba igual.

—Si no te vas a retirar, deja por lo menos que te ayude. —Seok Jin cambió el registro y, de golpe, sonó como si me estuviera pidiendo limosna en la puerta de un supermercado—. Estoy dispuesto a aceptar tu hipótesis, tu forma de trabajar y todo lo que quieras.

Rayos; en verdad debía de estar desesperado. Nunca daba su brazo a torcer.

—Puedo asumir que no es culpable de lo que le pasa y que necesita tratamiento pero tu tienes que reconocer que su otra identidad es demasiado peligrosa para que te ocupes tu sola. 

—No, Seok Jin, tu te vas a ir casa. —Dark se mesó el mentón afeitado y el aludido dio un bote, impactado.

—¡No! —protestó— ¡No puedes apartarme! ¡No puedes! —Poco le faltó para echarse a llorar—. ¡No lo hagas! ¡Déjame quedarme! ¡Necesito estar aquí!

—Estás demasiado afectado por la situación para ejercer como se debe así que recoge tus cosas y tómate unas vacaciones. —Más que una recomendación la indicación fue una clara exigencia—. No te quiero aquí hasta que Min Yoon Gi sea trasladado, así que vete olvidando del tema y céntrate en recuperar los ánimos y descansar.

—No... No es justo... Yo me merezco... — Se interrumpió y de repente abrió muchos los ojos, como si acabara de tomar conciencia de algo—. ¡No! ¡No! El niño del Trastorno Bipolar... ¡Tengo que hablar con él! ¡Dark Ho, tengo que seguir pendiente de él!

—¿Qué le pasa a Jung Kook? —intervine—. O no, mejor dicho, ¿qué te pasa a ti con Jung Kook?

No pudo contestarme porque Dark Ho dio un golpe seco en la mesa y nos calló a todos en seco. 

—Seok Jin, no vas a hablar con ningún paciente en tu estado mientras yo mande aquí —sentenció—. Me empieza a dar la impresión de que te quieres tomar la justicia por tu mano con respecto a Min Yoon Gi y a Kim Nam Joon y no voy a permitir que tires tu prometedora carrera por la borda.

El aludido se dejó caer en la silla y se llevó las manos a la cabeza, desencajado del todo. Cuando el jefe tomaba una decisión en firme no había quien le hiciera cambiar de opinión.

—No pienso irme... No me iré... No... No puede ser que vaya a ganarme otra vez... —Empezó a sollozar—. No lo acepto... Yo soy mejor que él. Soy mejor y se lo tengo que demostrar.

¿Mejor? ¿Pero qué sandeces decía? Hasta es una situación como esa su narcisismo herido buscaba hacerse notar.

—Si no me obedeces me vas a obligar a suspenderte la formación y a expulsarte del hospital sin posibilidad retorno. ¿Eso es lo que quieres?

Aquella amenaza me impactó pero, a pesar de la dureza, entendía que el fondo del asunto no era otro que cuidar de él y de su futuro profesional.

—Pero Mei ... —alcanzó a protestar—. No la puedes dejar con él.

— Te doy mi palabra de que se tomarán todas las precauciones al respecto, no te preocupes. —Dark Ho se volvió sobre mí, con la severidad pintada en la cara—. Y si, como siempre, nuestra inconsciente psicóloga decide saltárselas o cambiarlas, la mandaré de inmediato a casa a ella también hasta el año que viene por lo menos.

No pude evitar poner los ojos en blanco. Vaya; estupendo.

Apenas media hora después todas esas "precauciones" estaban escritas y en funcionamiento,  y yo, pese a la incomodidad que me generaban, no pude hacer  más que acatarlas con resignación. No así Yoon Gi, que, nada más entrar en la  zona que habían habilitado en la biblioteca antigua para realizar las sesiones, me lanzó una mirada inexpresiva antes de arrastrar la silla, con tanto ruido que no me quedó ni la más mínima duda de que las novedades no le habían hecho ninguna gracia.

—Buenos días.

No me respondió. ¿En serio íbamos a estar de nuevo como al principio? Increíble.

—¿Qué tal has pasado la mañana?

Nada. Se limitó a observar la cámara de seguridad que nos vigilaba desde la pared de enfrente.

—Yoon Gi —llamé su atención—. Créeme, esto me molesta tanto como a ti.

—Lo dudo. —Estiró los pies y lo hizo de tal manera que invadió mi espacio y tuve que echarme hacia atrás—. ¿Sabes que han vuelto a poner a "Mister Seguridad" en la puerta de mi habitación? —Hizo un mohín—. Antes por lo menos solo se sentaba pero ahora cada vez que me muevo, me pregunta que qué hago o que a dónde voy y a veces hasta me sigue. No lo puedo soportar. Hasta alguien como yo se merece la intimidad de poder ir al baño.

—Lo entiendo, debe ser muy desagradable.

Otra vez ese molesto silencio. Me removí en el asiento, nerviosa, y él desvió la vista al suelo, dándome a entender que pasaba completamente de seguir la conversación.

—Te he llamado para realizar otra sesión, si estás de acuerdo.

Se limitó a suspirar, sin mover ni un músculo. ¡Rayos! ¿Cómo podía comportase así conmigo después de... ? Recordarlo me viró el estómago como si me hubiera subido en una atracción de feria. 

—Hay que remover el recuerdo que liberamos cuanto antes para evitar que tu defensa se cierre y sea más difícil profundizar en él. —Eché un rápido vistazo a la cámara antes centrarme en la pantalla del ordenador; no le quería mirar directamente. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho—. Además, el equipo fiscal me ha pedido un informe de recomendaciones terapéuticas que les gustaría tener para mañana.

—Ya. —Yoon Gi se metió las manos en los bolsillos del pantalón y analizó cada rincón de la habitación—. Y eso no se puede hacer en tu despacho, ¿verdad?

—Lo han ocupado ellos. Van a interrogar a varios pacientes.

—Y, claro, pese a las cinco puertas de ese pasillo, tu despacho es el único que hay disponible para tal fin, obvio y lógico. —Me pareció que sonreía con desdén—. Más que lógico si consideramos que el último está libre porque la plantilla laboral ahora mismo es de tres psiquiatras y no de cuatro.

Como siempre, no se le escapaba nada y eso me obligaba a romperme la cabeza en busca de una respuesta que estuviera a la altura.

—Mi consulta es la más grande y ellos son muchos.

—¿Por qué me mientes? —me cuestionó—. Se suponía que no lo ibas a hacer.

—Yoon Gi...

—Se lo has ofrecido tu porque quieres evitar que me acerque a ti por lo que pasó ayer. —Me clavó unas pupilas donde el enojo y la tristeza parecían competir a partes iguales y me señaló con la cabeza la cámara de seguridad— . Con esto te aseguras que no me salga del papel que me toca.

Por supuesto que era por eso pero no por lo que temiera que él hiciera. Tenía mucho más miedo de lo que pudiera hacer yo y era muy mal momento para dejarse llevar. 

—No quiero hablar del tema. —Me recliné sobre el respaldo, con los brazos cruzados y, por fin, me atreví a mirarle.

—Pues yo sí —respondió, a toda velocidad—. Quiero que sepas que no voy a disculparme y también quiero que quede bien claro que no solo no me arrepiento sino que lo volvería a repetir mil veces más si pudiera —y añadió—: Si estuviéramos en tu despacho te habría besado nada más verte pero, claro, eso tu ya lo sabes y por eso estamos en la biblioteca.

Un nudo me revolvió el pecho. Yo también me moría por besarle otra vez. A pesar de todo lo que Seok Jin me había contado, mi cuerpo seguía suspirando por él y mi mente se empezaba a dejar arrastrar, cada vez con menos resistencia. Le ansiaba desesperadamente.

—Tampoco quiero una disculpa. —Fingí el tono más cortante e indiferente que pude—. Lo que pasó da igual —Rayos; ya había conseguido que hablara de ello con su maldita habilidad—. No puedo culparte a ti por lo que empezó tu otro "yo" así que olvidémoslo.

—Pero es que fui yo. — Pegó la silla a la mesa, en un intento de aproximarse a mi—. Puede que al principio no porque no me acuerdo pero luego sí y lo sabes.

Trató de cogerme la mano pero le vi venir y la retiré, fingiendo buscar algo en el cajón.

—Me correspondiste —insistió—. Lo hiciste en cuanto te diste cuenta de que era yo, eso lo ve hasta un ciego.

Uf. Ya había contado con que reconducir la situación iba a ser difícil pero estaba costando incluso más de lo esperado. No quería sentirme así por él pero no lo podía evitar. Era más fuerte que yo.

—Estoy buscando la bolsa para la sesión —decidí cambiar directamente de tema—. Dame un segundo.

Saqué de un lateral el mismo plástico del día anterior y lo estiré sobre la mesa pero ni siquiera lo miró, tan concentrado estaba en mi.

—No voy a hacer ninguna sesión si no hablamos primero —recalcó entonces— . Y me da lo mismo si pones en el informe que me niego a colaborar. Es más, te animo a que lo pongas de una vez y así acabamos con todo este absurdo.

¿En serio? Increíble.

—Está bien —accedí; debatir con él no tenía sentido. Siempre sacaría un contra argumento—. Te daré mi opinión sobre lo de ayer y luego zanjaremos el tema.

Me sonrió de medio lado.

—Ilústrame, por favor. —Su ironía se hizo más que patente—. Como soy un simple "paciente" de este infalible hospital, con sus normas inquebrantables, su seguridad de tecnología punta y su íntegro y cualificado personal, se ve que lo malinterpreto todo.

Ay. Madre mía. Desde luego lo de que era "un paciente" le había llegado al alma.

—A ver, mira. —Crucé los dedos—. Ayer fue un día complicado y con muchas emociones de por medio. Te disociaste y yo también lo hice. No éramos del todo nosotros cuando nos besamos y, por lo tanto, debemos disculparnos mutuamente por el error.

—¿Qué error? —Arqueó una ceja, nada convencido—. Tu controlas la disociación y yo era "yo".

—Pero fue una sesión de mucha intensidad, eso no me lo puedes negar, y en ese tipo de contextos pueden pasar cosas que...

—Deja de darle vueltas —me interrumpió— Ya te dije que las relaciones humanas no eran mi punto fuerte y no porque me falten recursos —continuó—. No me gusta expresar emociones porque cuando lo hago me siento demasiado expuesto a los demás y eso es algo que detesto. Por eso me aíslo y me limito a observar. —Se cruzó de brazos—. ¿No te parece que el hecho de que desee desesperadamente que tu me veas, que puedas leer en mi interior y que me tomes en serio, significa que siento algo importante por ti y que no tiene nada que ver con la sesión de ayer? —Aquel razonamiento hizo que tuviera que agarrarme a la silla para evitar levantarme y echarme en sus brazos, sin importar la cámara—. Bueno, si lo pienso, sí tiene que ver porque si la soporté fue por ti.

Aguanté la respiración y me retorcí la tela de la bata por debajo de la mesa.

—Solo has necesitado ocho días, Mei.

No, no, alto. Había que reconducir la relación hacia un lugar sano y apropiado. Sano y apropiado.

—En ocho días te has dado cuenta de que puedes confiar en alguien y ese alguien soy yo —me escuché replicar—. Has confundido la empatía con el amor, y en parte es mi responsabilidad por no haber sido una guía apropiada.  Lamento mucho que no haber sabido establecer adecuadamente los límites entre nosotros.

—No digas tonterías. Ni yo confundo las cosas ni tu lamentas nada.

Demonios.

—La verdad que te niegas a aceptar es que en estos ocho días has conseguido que cuente las horas que faltan para verte aparecer por el pasillo, que te quiera contar todo de mi y que desee con todas mis fuerzas no ser yo el asesino. —Me clavó una mirada profunda y sincera—. Te dije que no quería que fueras mi psicóloga porque lo que siento cuando hablamos no es un vínculo de terapia.

—Quizás no sepas del todo dife...

—Te quiero — me soltó, sin más—. Y es así, como suena. Puedes considerarlo  loco, exagerado, precipitado, impulsivo y darle todos los adjetivos negativos que quieras pero eso no cambia que anhele estar contigo. 

El corazón me bombeó con tanta fuerza que, de haber podido, me lo hubiera sujetado para que dejara de botar. Jamás hubiera imaginado que alguien pudiera decirme algo así y menos de esa manera, tan directa, preciosa y sincera. ¿Por qué rayos tenía que haberle conocido en mi lugar de trabajo y en esas condiciones? ¿Por qué?

—Aquí no puede ser —susurré, en un hilo de voz, miestras cientos de ideas se me agolpaban en la cabeza—.  Cuando estés de alta... —Empecé a ordenarlas—. Me gustaría...  Yo también... Yo me siento igual que tu.

—Pero mi situación es muy mala. Si hay algo seguro es que cuando salga de aquí no podremos estar juntos y entonces nos arrepentiremos de no haber aprovechado el tiempo. Vamos a intentarlo.

Por fin, el nudo en mi pecho se soltó y lo siguiente se me hizo más sencillo de expresar.

—No puedo, Yoon Gi, y necesito que lo entiendas y que me ayudes a mantener  mi profesión con integridad —le pedí—. Si no lo haces, la terapia que hemos empezado fracasará y, además, una relación como la nuestra provocará que me echen del hospital mientras tu te quedas y entonces sí que no habrá nada que intentar porque no nos volveremos a ver. —Le expresé todo mi miedo con suma trasparencia—. Tienes que apoyarme. Dame tiempo para que termine tu informe y luego te prometo que correré hacia ti. 

—¿Correr a dónde? —Me cuestionó de nuevo— ¿A la cárcel a visitarme? — Torció el gesto—. ¿Para hablarme a través de un teléfono y un cristal?

Sí, dicho así no parecía un futuro muy embriagador para una pareja pero era  posible que hubiera otra solución.

—Tengo algo en mente —confesé entonces—. Si todo sale como espero es posible que pronto estés en casa, aunque eso depende de la terapia. —Su cara se transformó en un mapa de incredulidad y desconcierto, y me sentí grandiosa por haber conseguido pillarle de improviso—. Confía en mí.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando?

—De unos días, creo. Si trabajamos bien no se alargará mucho.

Me miró, dubitativo, y le tendí la mano por encima de la mesa. Le faltó tiempo para cogerla. 

—Está bien —aceptó mientras nuestros dedos se entrelazaban—. Seremos paciente y psicóloga hasta el alta, aunque que me va a costar un montón.

—Y a mi —admití—. Pero será poco.

Sonreí y él hizo lo mismo, lo cual generó un chispazo impresionante que manejé centrándome en la nueva información que tenía que trasmitirle.

—Yoon Gi, creo que ya sé por qué empeoras.

—¿Ah, sí?

Me pareció que contenía la respiración.

—Es por Seok Jin, mi compañero —expuse—. Su presencia te desestabiliza por algo te que ocurrió con él en el pasado aunque aún tengo demasiadas lagunas sobre ello como para poder lanzarme a determinar lo que sucedió. 

—¿Seok Jin, el psiquiatra? —Yoon Gi me contempló con la boca abierta—. No lo conozco de nada.

—Tu no pero tu otra identidad sí y, al parecer, tiene una larga historia con él. Por eso es importante que sigamos ahondando en su origen. Si no sabemos cómo se formó y desconocemos lo que hizo, no podremos controlarla.

—Dame las indicaciones del ejercicio entonces. —Me acarició la mano, con suavidad, mimo y toda la ternura que no podía expresarme de otra forma—. Haré lo todo lo que tenga que hacerse.

En esta ocasión la instrucción fue diferente. Quería seguir con las asociaciones libres de la Rejilla de Kelly que tan buen resultado nos habían dado pero  debía incrementar la intensidad del estímulo. Por eso decidí combinarla con terapia narrativa basada en imágenes, y para ello, tenía en mente utilizar algunas de las fotos de los animales descuartizados.

—¿Con qué cortas cosas, Yoon Gi?

Alineé las fotos boca abajo y empujé la bolsa hacia él.

—¿Cómo? —La premisa le confundió porque parpadeó unos segundos, en suspenso—. Supongo que con lo mismo que todo el mundo.

—Recuerda: no uses la lógica.

—Ya. —Se rascó la nuca—. Perdón.

Levanté la primera imagen. Era la del gato descuartizado que había sido de su abuela y, nada más verlo, el gesto le mudó de la extrañeza a una visible ansiedad.

—¿Con qué las cortas? —repetí—. Yo lo hago con tijeras.

Seok Jin ha sido apartado del Servicio y los sentimientos de Yoon Gi y Mei han quedado sellados en una promesa. ¿Cual será el plan de ella?
Por otro lado la segunda sesión ha comenzado y su resultado...
Va a cambiarlo todo.

N/A: Esta historia tiene varios momentos cumbre, por así decirlo. Uno de ellos fue la primera sesión de terapia, otro fue descubrir el pasado de Seok Jin y el tercero será el próximo capítulo. Si tuviera que designar un momento crucial, de hecho sería justo lo que viene. Esta es la razón por la que quise escribir antes un capítulo más "sentimental", por eso y porque la relación entre Yoon Gi y Mei no está hecha al azar sino que tiene una gran importancia en la trama posterior.

Y hoy me despido con la "sorpresa" que dejé para los lectores de la primera edición: el teaser - presentación de DISOCIATIVO: Sociopático, la segunda parte de esta obra.
(¿Adivinan qué nuevo personaje entrará en escena? ¿No? Atentas al vídeo).

Todo estaba dicho.
O casi todo.
En la rueda de la vida todo tiene consecuencias
Fue por tu culpa.

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

Créditos y agradecimientos a mi querida amiga, "manager" y editora Akemi_Soto0910

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