Día Nueve: Detención
A pesar de la gravedad de la escena, nadie se movió. Se habían quedado paralizados, mudos y bloqueados por el impacto, y yo parecía ser la única capaz de actuar, entendía que porque la disociación que arrastraba conmigo mantenía anestesiada una parte importante de mis emociones.
—Hay que parar esa hemorragia —me escuche decir—. Se ha seccionado una vena importante. Si no hacemos nada, morirá en poco tiempo.
—¡Yo lo hice! —Sun Shee se detuvo tras la puerta de cristal que nos separaba—. ¡Yo asfixié a Nam Joon! —Se dirigió al investigador, que la contemplaba con los ojos abiertos de par en par—. ¡Mentí! ¡La doctora es inocente y este es mi suicidio por faltar a la verdad!
Arrojó al suelo algo metálico que reconocí como un cuchillo de cortar gasas. Cielos; ese material siempre se guardaba bajo llave. ¿De dónde lo había sacado? Y, por cierto, ¡mis llaves! ¡Las necesitaba para abrir esa puerta! Rebusqué en los bolsillos de la sudadera y también en los pantalones pero no las encontré.
—¡Regocijaos! —Sun Shee siguió vociferando—. ¡El Señor de la Muerte ha tomado posesión por fin de su cuerpo! ¡Regocijaos porque mi castigo es justo! ¡Me lo merezco!
—¡Seok Jin, abre! —En vista de que mi llavero no aparecía, no se me ocurrió nada mejor que zarandear a mi compañero—. ¡Reacciona y abre, por lo que más quieras!
—Ya... —Lo hizo, con evidente torpeza; las manos le temblaban como flanes—. Joder... Joder...
—¡Nam Joon debía morir! —La mujer cayó de rodillas en cuanto descorrimos la cristalera—. ¡Había que hacerlo! ¡Se quería mantener el orden que se creía correcto mediante los actos incorrectos!
Volé hacia ella. Me quité el pañuelo, que me había acostumbrado a llevar para cubrir los surcos verdosos que me quedaban en el cuello por lo de la asfixia, y le hice un torniquete en uno de los brazos. Sabía que era una práctica peligrosa que podría llevarla a la amputación pero la alternativa de que falleciera desangrada me parecía mucho peor.
Apreté con las manos desnudas los puntos de presión, a fin de cortar la hemorragia, mientras dos enfermeros que parecían haber despertado del schock, se apresuraban a preparar el material necesario para coserle y una auxiliar telefoneaba al quirófano. Necesitábamos personal de Urgencias, camilla y sangre.
Sangre. Me fijé en las manos, empapadas de rojo.
La belleza de la muerte.
"Si contemplaras los intestinos saliendo, deslizándose sin control fuera de uno mismo, con toda la grasa blanquecina desparramada por el suelo mezclándose con el tinte oscuro de una sangre que, instantes antes, simbolizaba la vida, te fascinaría. Es un festival de colores de belleza inigualable".
Era cierto. Aquel líquido tenía un tono hermoso, intenso, radiante y, paradójicamente, vivo a pesar de su realidad. Las venas cortadas en ese caudal continuo de energía perdiéndose poco a poco eran, sin duda, un espectáculo hipnótico al que no hubiera puesto ninguna objeción si mi "yo racional", el que había construido a base de esfuerzo y dedicación, no me hubiera recordado a voces que sentirse así no era normal y que debía controlarlo.
—¡Mei es inocente! —Sun Shee no cejó en su relato inconexo y a la vez plagado de confesiones—. Ah... La muerte... Te sacará el alma y jugará con ella... Ah... Siempre... Pero no a su novia... Hermano...
—Trata de no hablar. —Seok Jin por fin tomó conciencia de la realidad, se arrodilló a mi lado y se centró en cortar la hemorragia del otro brazo—. Tienes que guardar las pocas energías que te quedan para aguantar.
—No... No...
—¿Cómo se te ha ocurrido hacerte algo así? —inquirió, mientras empezaban a coserle el tajo—. ¿Crees que suicidarte es una solución?
—Debo... La justicia... La muerte quiere justicia... Hermano... Nam Joon... Doctor Kim...
¿Hermano?
¡La limpieza de Jimin!
No pude evitar buscarle con la mirada. Se había apoyado contra la puerta y mantenía el rostro lívido y los ojos muy abiertos fijos en Seok Jin, como si acabara de reparar en algo importante. Algo que lo había dejado traspuesto.
—El doctor...
—Ya basta —ordenó éste, cada vez más alterado—. Cállate ya, Sun Shee.
—No... —se negó, en un hilo de voz—. Ya no más silencios... Ya no más...
Mi compañero la soltó y se levantó, con los puños apretados y la vena del cuello hinchada. El investigador retrocedió y le indicó algo a los dos policías que le acompañaban y que no pude escuchar. Uno de ellos se adelantó y desenganchó el revólver del cinturón.
—Hice todo lo que me pidió el Doctor Kim. —Sun Shee se aferró a las mangas de mi camisa—. Tenía que matar a Nam Joon para preservar el equilibro entre las fuerzas del bien y del mal y por eso me suicido. —La confesión sonó hueca, lejana e inexistente en mis oídos—. A la novia de la muerte... También va a destruirla... Kim Seok Jin es el culpable.
La revelación me sacudió de arriba a abajo y el mundo entero se detuvo a mi alrededor. Dios mío; entonces Jimin no tenía nada que ver.
Seok Jin. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Destrucciones y novias? ¿Acaso hablaba...? ¿Hablaba de mí? ¿De lo que planeaba hacerme si le seguía rechazando?
"Le gustas y por eso mismo ten cuidado con él".
Yoon Gi lo sabía o, mejor dicho, su otra identidad lo sabía, y me había avisado varias veces. Pang Eo era la defensa de Yoon Gi, nacida de su propio dolor, de su propio intento de homicidio y de su propia pena, y había crecido a través de la sangre para evitar que nada le dañara. Pero acababa de darme cuenta de que quizás su función no solo fuera cuidar de la personalidad primaria. ¿Y si velaba también por otros? Había prevenido a la hermana de Seok Jin años atrás de algo importante y me había salvado a mí. Era posible que, en aras de la integridad emocional de Yoon Gi, necesitara salvaguardar las cosas que a él le importaban y, desde ese punto de vista, que Seok Jin fuera una amenaza pública podría explicar sus continuas apariciones.
"Seguro que ya te habrás saltado mis recomendaciones sobre el hermanito simpático".
Parpadeé y me descubrí corriendo por el pasillo, sorteando a los pocos pacientes que me salían al paso. ¿A dónde iba? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué? Me había disociado al punto de sufrir una amnesia.
Distinguí, a lo lejos, a Seok Jin. Corría a toda velocidad hacia la habitación quince, rojo de furia, completamente ido y con el cuchillo de Sun Shee en la mano, seguido por los policías y por el propio Kim Woo Kum, que trataban de hacerle razonar por las buenas con los típicos comentarios de "chico, tranquilo", "vamos a hablarlo" y ese tipo de frases absurdas que no solían servir para nada.
—¡Seok Jin! —grité, a pleno pulmón—. ¡Por favor, para! ¡Para!
No se detuvo y me obligué a apretar el ritmo, con la mala suerte de que, al girar hacia la Unidad de Observación, me deslicé sobre el reluciente pulido del pasillo y me di de bruces contra la pared. Ni siquiera noté el golpe; mi mente estaba centrada en Yoon Gi y en la tragedia que podría desencadenarse si Seok Jin llegaba hasta él en ese estado.
—¡Te están pidiendo que te detengas!
Jimin le alcanzó y trató de agarrarle por el cuello de la gabardina pero no logró asirle con la fuerza necesaria y recibió un codazo que lo hizo chocar contra el mostrador del control. ¡Maldita sea, Seok Jin! ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Quedar ante todos como un desequilibrado?
—Por favor... —El pobre chico se incorporó, roto de dolor—. Por favor, Jinnie- ssi, sé razonable y habla con el forense. Nadie te ha acusado de nada todavía.
Se preocupaba por él, como el buen amigo que era, a pesar de la acusación de Sun Shee y a pesar de todo. Desde luego, pobrecillo. No se merecía pasar por el calvario de descubrir que las intenciones de la otra parte no eran, ni mucho menos, tan afectuosas como las suyas.
—¡Y una mierda, Jimin! —El aludido no le hizo caso, claro—. ¡Y una mierda! —repitió—. ¿Crees que ahora mismo me importa algo el prestigio profesional?
Enfiló directo a la puerta de Yoon Gi, como una marabunta. Ay. Ay, Dios. No.
—¡El muy cabrón está utilizando a Sun Shee para acusarme a mí! —siguió gritando—. ¡A mí, que lo único que quiero es justicia para mi hermana y para los asesinatos cometidos! ¡Tiene que pagar por lo que ha hecho y, tal y como van las cosas, si lo dejo estar, no pagará por nada!
—¿Tu hermana? —Jimin alzó las cejas, perdido por completo—. ¿Qué hermana? ¿Qué asesinatos? — Me pareció que empezaba a respirar con dificultad—. ¿Estás hablando de...? ¿De...? ¿De las desapariciones? ¿Estás...? ¿Estás al tanto de todo eso?
El alboroto provocó que algunos pacientes empezaran a asomar las cabezas por las puertas de sus habitaciones y, entre ellos, distinguí a Jung Kook. Estaba fuera de su dormitorio, lucía pálido y tiritaba como si le hubieran echado cubiertos de hielo por la cabeza.
—Ella se llamaba Shin Hye, tenía diecisiete años y toda la vida por delante. — Seok Jin dirigió una mirada de soslayo cargada de aspereza a su interlocutor—. Quería salir con tu hermano. Amores de adolescentes, ya sabes. —Y añadió—: ¿No recuerdas que tu mismo le advertiste que tuviera cuidado y que no se acercara a él?
Jimin se rascó la cabeza, confundido.
—No te acuerdas, ¿verdad?
—Yo... —titubeó—. Lo siento, Jinnie-ssi. Ahora mismo no sé de lo que me estás hablando.
La respuesta le hizo emitir un profundo suspiro.
—Y he ahí una prueba más de la cantidad de veces que habrás tenido que decir esas cosas y de la cantidad de veces que, sabiendo lo que pasaba, te has callado. —Le señaló con el cuchillo—. Tu podrías haberlo parado todo con una simple denuncia pero preferiste observar desde la distancia cómo tu adorado y loco hermano destrozaba vidas y familias enteras, guiado por su sadismo inmotivado, porque lo único que te importa a ti es protegerle.
—No consiento que le llames loco. —Jimin saltó como un resorte—. Yoon Gi me salvó la vida.
—¿Y tu vida cuántas cuesta? —le replicó éste—. ¿Permites que media Corea sea destripada porque es el precio de que tu estés vivo? —Le volvió a dar la espalda—. Ojalá hubieras muerto... No. —Se corrigió—. Ojalá estuvierais muertos los dos.
Cogió impulso y poco le faltó para arrollar a Jung Kook que, apurado, se vio obligado a retroceder. Miré a los policías. Estaban preparados pero se limitaban a observar, como si esperaran que el delito fuera consumado para poder intervenir. Sin embargo, yo no iba a permitir que nada ocurriera. No.
Me abalancé sobre una de silla de ruedas y la empujé con toda mi determinación hacia Seok Jin. El asiento giró vertiginosamente y le golpeó de lleno en las piernas, obligándole a parar en seco.
— ¡Joder! —Le metió una patada y la estrelló contra la puerta del almacén de suministros—. ¡No te metas, Mei! ¡Tu no te metas!
—Seok Jin, escucha... —Me planté en medio del pasillo, justo delante de Jung Kook, y le encaré de frente—. Jimin tiene razón. Si colaboras con el equipo fiscal podrás explicar lo que ocurrió y todo se aclarará en seguida.
—¡No, no se va a aclarar nada! —gritó—. ¡Me ha eliminado del tablero de juego porque sabe que puedo joderle! —Levantó el cuchillo hacia mí—. ¡Yo puedo joderle! ¡Y quiere asegurarse de que no interfiera!
—Solo te destrozas a ti mismo —traté de hacerle razonar—. Le echas la culpa a Yoon Gi pero eres tu el que oculta información importante, eres tu el que está aquí dando gritos y eres tu el que me amenaza con ese chisme. —Me aferré a la racionalidad fría de mi estado disociativo; era la primera vez que me alegraba de tenerlo—. ¿No te das cuenta de que con este comportamiento te estás señalando como culpable?
—Me da igual. —Entrecerró los ojos—. Voy a hacer justicia y a matar a ese cabrón de una buena vez y luego pagaré por ello con una gran satisfacción personal —decidió—. Porque yo soy mejor que él. ¿Te enteras?
—Pero, ¿tu te estás escuchando? ¿Qué es esto? ¿Una especie de juego macabro por ver quién de los dos es el mejor o qué?
—Él empezó.
—¿Y qué más da quién haya empezado? —De verdad, no daba crédito a lo absurdo de la justificación—. Ser el mejor no tiene sentido cuando entran en juego vidas humanas.
—¡Pero tu deberías estar conmigo! —Cambió de tema y el cuchillo se acercó a peligrosamente a mi abdomen. Aún así, no me moví—. ¡Conmigo! ¡Conmigo! —Lloriqueó—. Yo soy mejor... Tu sabes que lo soy... ¿Por qué le prefieres a él? ¿Por qué le quieres a él? Sabiendo lo que le hizo a mi hermana...
—Porque quizás no lo hizo él.
—¡Estás loca! ¡Loca! —bramó—. ¡Te he contado todo lo que me pasó! ¡Te he dicho lo que he sufrido y lo que sufro! ¡Te te confesado mi amor! ¡Y tu vas y le eliges a él!
Su rostro se convirtió en un mar de lágrimas pero, por mucho que me doliera verle de esa forma, sabía que su amargura no tenía nada que ver con el amor. Solo era orgullo herido. Nada más.
—Teníamos que ser tu y yo. ¡Tu y yo! Él no pinta nada entre tu y yo!
—Esto no va de sentimientos amorosos —busqué centrarle, como pude— . Va de trastornos mentales y tu, como el buen psiquiatra que presumes ser, tienes que admitir que un estado disociativo no tiene la función de atacar, por psicopático que parezca.
—¡Pero es que Yoon Gi no sufre una maldita disociación! ¡No! ¡Solo es un puto antisocial que simula tener un cuadro clínico! ¡Y te ha atrapado en su red de falso amor para asegurarse de tenerte en el bolsillo y que lo saques de aquí!
—Doctor Kim, haga el favor de soltar el cuchillo. —Por fin, el forense dio un paso al frente y se pronunció. Ya iba siendo hora—. Sea tan amable de colaborar, tranquilizarse y acompañarme a las dependencias judiciales.
—No.
¿Cómo? Por Dios.
—Me lo voy a llevar por delante. ¡Me lo voy a llevar por delante!
Volvió sobre la puerta quince pero me le interpuse y, de repente, le tuve tan cerca que me visualicé con el cuchillo clavado en el estómago. La suerte quiso que no me ocurriera nada porque Jimin, que se había ido aproximando por el otro lado, tiró de mí y me apartó. La hoja cortó el aire.
—Por encima de mi cadáver le harás nada a mi hermano. —Su voz sonó muy diferente, sin un ápice de su característica dulzura—. ¿Crees que das miedo con eso? Me han amenazado con cosas mucho peores que esa cuchilla para preescolares.
El rostro de Seok Jin se contrajo.
— Si no te quitas, te quito yo de cualquier modo.
—¿Quieres intentarlo? —Jimin le mostró la palma de la mano abierta con una medio sonrisa en los labios—. Trata y vamos a ver qué pasa.
El corazón se me detuvo cuando aproximó la mano al cuchillo y se la enterró en la hoja sin titubear. Una multitud de exclamaciones de horror se sucedieron entre los presentes.
—Mira. —Se la hundió aún más. La sangre empezó a manar y varias gotas cayeron al suelo—. ¿Qué ves, Jinnie- ssi? ¿Te gusta?
—Veo que tu hermano es un sádico pero tu eres un masoquista de los buenos.
—¿Y tu? —siseó Jimin—. ¿Qué eres tu entonces, amigo mío?
Tiró del cuchillo, que se deslizó de entre las manos de mi compañero como si estuviera untado en mantequilla, y a continuación se arrancó la hoja, sin una sola mueca de dolor. Madre mía; Jimin. No parecía él pero tampoco estaba disociado y actuaba con completa conciencia. Era tan... Tan... ¿Pasivo - agresivo? Sí, esa era la palabra.
—Yo no tengo nada que ver en lo de Nam Joon. —Seok Jin levantó la mirada acuosa de la herida de su amigo y la posó en el forense—. ¿Cómo voy yo a querer eliminar a la única persona que ha visto asesinar a Yoon Gi, con lo que le odio?
—Eso dices. —La objeción de Jimin sonó impasible—. La madrugada del crimen de Jarek Seong fui a buscarte a casa y no estabas, Jinnie- ssi.
Los judiciales los rodearon.
—¿Cómo puedes hacerme esto? —Los ojos de Seok Jin se abrieron desmesuradamente, incrédulos ante lo que acababa de oír—. Me has utilizado para ayudar a tu mierda de hermano.
—¿Yo a ti o tu a mi?
—Estás más loco aún que él.
Un oficial le indicó que se moviera hacia el ascensor. Esta vez no se negó.
—Malditos Min —musitó, mientras las compuertas metálicas se cerraban tras él y el equipo policial—. Malditos los dos.
Tras su marcha, la planta quedó sumida en un estado de profunda conmoción. Los pacientes, en un tenso silencio, se miraban unos a otros, sin saber qué hacer ni qué decir. El equipo de enfermeros, que habían regresado de Medicina Interna después de haber dejado a Sun Shee, me contemplaban con los gestos desencajados, esperando a que les diera unas instrucciones que, obviamente, no tenía, y un auxiliar se acercó a Jimin y le tendió una bolsa de gasas y un bote de antiséptico para que se tratara la herida.
—La forma en que lo has frenado ha sido extraordinaria, eres un valiente — le elogió Kim Woo Kum, antes de pegarse el móvil a la oreja—. Sí, soy el forense del caso NJ. —Se comunicó al otro lado de la línea—. Avisa al juez de guardia porque tengo un detenido que requiere medidas cautelares.
Ya le consideraban culpable. Ay, Dios. Aún no me lo podía creer.
—Lo siento mucho, Mei. —Jimin me rozó en el hombro, ya en su tono habitual—. Lamento el revuelo y la conmoción que he generado pero no se me ocurrió otra manera de pararle que no fuera dejarle en schock y confundirle las ideas. Espero que reflexione y que colabore.
—Sí, lo entiendo.
"En parte", me hubiera faltado añadir. Pero no era el momento de analizar y sí el de movilizarme. Y cuanto antes, mejor.
—Que todos los pacientes se queden dentro de sus habitaciones —ordené, en voz alta, casi sin darme cuenta—. Y que alguien llame a Dark Ho y le informe de lo que ha ocurrido.
—¿Y tu que vas a hacer? —preguntó alguien que no identifiqué.
Seguir el plan, por supuesto. Ejecutar mi idea y rezar por no equivocarme.
—Yo voy a contactar con la fiscal —respondí—. Y luego esperaré a que Yoon Gi recupere la conciencia.
La verdad parece haber salido por fin a la luz.
El plan de Pang Eo ha liberado a Mei y ha puesto la mira en Seok Jin, que se ha convertido en el principal sospechoso, y Jimin ha mostrado una faceta hasta el momento desconocida.
Queda esperar que Yoon Gi regrese a la normalidad y Mei ponga en marcha su misterioso plan.
Todo esto y mucho más en la próxima actualización.
No se lo pierdan.
N/A: Wattpad se ha sentido un verdadero desierto en estos días. Todas las Navidades ocurre, es una época ocupada pero espero que la hayan disfrutado mucho y hayan estado muy bien.
Un abrazo fuerte.
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