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Día Nueve


(Voz narrativa: Jung Kook)

—¿Qué es lo que viste para que pulsaras la alarma?

La mujer del moño alto y los zapatos de tacón me miró con suma atención y un gesto tan sobrio que no pude evitar encogerme y buscar al doctor Dark Ho que, de pie junto a la puerta como si fuera un centinela, me indicó con la mirada que me diera prisa en responder. Suspiré y me esforcé por recordar la relajación que Mei me había enseñado pero estaba demasiado alterado y solo me salió a medias. Todo me resultaba muy difícil.

Tae había vuelto a visitarme y me había traído una bolsa llena de lapiceros de colores que el personal me había dejado quedarme porque, tal y como Yoon Gi había predicho, mi imagen de persona simpática y amable no levantaba sospechas. Nadie se había percatado de que me había quedado con el plástico en cuestión y ni mucho menos se podían imaginar que había sido yo mismo el que lo había enroscado tras las tuberías del baño. Yoon Gi había insistido en que esa era la única forma de atraer la atención de los investigadores sobre la planta para poder llevar a cabo el plan y no se había equivocado.

Por fin los tenía ante mí. Ahora me quedaba pasar el interrogatorio, procurando seguir al pie de la letra con lo acordado, y a continuación esperar a que él moviera la ficha correspondiente aunque, teniendo en cuenta lo que le había pasado con lo de las tijeras, no sabía muy bien cómo iba a poder hacerlo.

"Pase lo que pase tu no te salgas del guión".

A la orden.

—Jeon Jung Kook. —La fiscal dio uno golpecitos con el bolígrafo en la mesa, impaciente—. ¿Por qué pulsaste la alarma? ¿Qué viste?

—Vi a mi compañero en el suelo del baño. —Me miré las manos. No me gustaba hablar del asunto porque al hacerlo recordaba la escena y las imágenes me descomponían—. Salí de la habitación y cuando regresé...

—¿Por qué saliste si era la hora de desayunar? —me interrumpió—. Nos han comentado que se desayuna en las habitaciones y que acababan de llevaros las bandejas.

—Tiene que medirse los niveles de litio. —El doctor respondió por mi—. Jung Kook se hace controles diarios al levantarse y para ello debe salir e ir al Botiquín de Enfermería.

La mujer hizo un tachón en el cuaderno de notas y volvió sobre mí.

—¿Viste algo extraño cuando saliste?

"Claro que sí".

—No —negué—. Todo estaba como siempre aunque yo tenía muchos síntomas, ¿sabe? Ese día quería hacer sillas voladoras así que no sé si mi testimonio vaya a ser muy fiable —expuse—. Ahora estoy algo mejor, aunque a veces me surgen cosas... Cosas como... ¡Diseñar impermeables para peces! —Le dediqué la mejor de mis sonrisas—. ¿A que es una idea estupenda?

El señor del pelo blanco miró de soslayo a mi doctor, con expresión de sorpresa, y éste se encogió de hombros.

—Aún no está del todo bien —les explicó.

—¡Es que tengo Trastorno Bipolar! —exclamé entonces, con entusiasmo—. ¡Y es el mejor trastorno que existe! ¡Es genialísimo porque me hacer estar feliz y tener muy buenas ideas! —Me reí y, con ello, conseguí arrancarle una media sonrisa a la investigadora—. Lo único malo es que mi mente trabaja demasiado rápido. ¡Como un motor giratorio! —Simulé con las manos una rueda y le hice dar varias vueltas en el aire—. Por culpa de eso a veces no consigo ver bien el mundo que me rodea y... Bueno... ¿Cómo creer en mi entonces?

Los dos asintieron con la cabeza, al unísono. Había sido muy fácil. Los había convencido mucho más rápido de lo que había esperado.

—¡Hay una canción de un grupo que me gusta que me recuerda a esto! —decidí explayarme aún más así que me puse a cantar, a pleno pulmón—. "Euphoria. Take my hands now. You are the cause of my euphoria". —La cara de perplejidad que me dedicaron no tuvo precio—. ¡Claro que mi euforia no es por una chica! ¡Ojalá lo fuera! ¡En realidad estoy muy solo!

—Jung Kook, presta atención a lo que te preguntan, por favor. —El doctor empezó a desesperarse—. Cantas muy bien pero estos señores no están aquí para que les des un recital ni tampoco para que les cuentes tu vida personal.

—Pero "Gran Jefe"...

—No te preocupes, que no te exigiremos mucho —intervino de nuevo el hombre del pelo canoso—. Solo dinos si te cruzaste con alguien en el Botiquín y podrás irte.

La secuencia de aquel día me vino a la cabeza. Cuando fui a pincharme, Jimin, el hermano de Yoon Gi, ya estaba por allí. Había escuchado cómo le decía a Mei que había ido a que le hicieran una entrevista pero la verdad del asunto era que cuando yo le encontré no había entrado en el despacho de los enfermeros y deambulaba por el pasillo desierto como si estuviera buscando a alguien. Al fondo, mi psicóloga, completamente ajena a su presencia, caminaba a buen paso hacia la Unidad de Observación, junto al Doctor Kim, que se quedó rezagado levemente y miró de reojo a Jimin. Sí, por mucho que luego hubiera fingido sorprenderse al verle, sabía que estaba allí.

"Si hablas cavarás tu tumba, bebito". La imagen de Yoon Gi, observándome con una intensidad apabullante, me centró en lo importante. "Hay que ser más listo. Para salvarte tienes que provocar que sea otro el que hable. Échale la carnaza al perro".

Vale pero, ¿era correcto hacer algo así cuando yo mismo podía simplemente contarlo todo? No, por supuesto que no, pero, por otro lado, no quería morir. No quería. No.

—Vi a Sun Shee salir de la habitación —confesé, casi sin voz—. No sé... No sé lo que hizo en realidad...

"Sí que lo sabes". "Lo sabes todo". "Dilo, acaba con esto". "No lo hagas". "Si te sales del plan, estás acabado".

¡Ay, no! ¡Otra vez no! El estrés me estaba desencadenando alucinaciones y, con ellas, me estaba haciendo un barullo tan grande que ya escuchaba murmullos por todas partes.

—Me daba miedo decir algo inadecuado así que preferí quedarme callado incluso cuando el Doctor Kim me preguntó al respecto —recité de memoria las indicaciones de Yoon Gi—. No quiero generarle a ella un problema por culpa de mis fantasías.

—¿Quién es Sun Shee? —Se interesó el hombre del pelo blanco.

—Otra paciente —respondí, y aclaré, con aire inocente—. Siempre está hablado sobre los vaticinios de la muerte. Está muy obsesionada con el fin del mundo y con el Apocalipsis.

Los investigadores se miraron con cara de satisfacción. Ya tenían su pista pero yo me sentía fatal.

—¿Tiene ella algún tipo de relación con Min Yoon Gi?

"Tienes que mantenerte firme. Si fallas, mueres, y no quieres eso, ¿verdad, dulce niñito?"

—No.

—Apunta. —La mujer apremió a su compañero con la mano—. La interrogaremos. —Volvió sobre mi—. Muchas gracias por todo, Jung Kook.

—Si lo desea, puedo explicarle más a fondo el proyecto de los chubasqueros para peces. —Lo había dicho solo como parte del teatro pero, bien mirado, tampoco era tan mala idea—. Cuando acabe su trabajo, le puedo enseñar mis bocetos. Tengo de varios tipos y tamaños porque todos peces no son iguales ni miden lo mismo.

Vaya. Si le estaba dando importancia a algo como eso significaba que se me estaban disparando más síntomas. Definitivamente, tanta ansiedad acumulada me estaba viniendo muy mal.

—Seguro. —Ella me sonrió con simpatía—. Pero, por ahora, céntrate en recuperarte y en descansar.

Abandoné el despacho, con la respiración entrecortada y un sudor frío en el cogote y, en cuanto puse los pies en zona de pacientes, corrí como si mi vida dependiera de ello hacia la habitación de Yoon Gi, rezando todo lo que se me ocurrió por encontrarle despierto. Necesitaba verl y escuchar que lo había hecho bien.

Me sorprendió comprobar que habían vuelto a quitar la vigilancia policial y que habían desactivado la cámara de seguridad en el área aunque, bien pensado, tenía sentido. Yoon Gi estaba sedado y en cama, así que los protocolo de seguridad se habían suspendido. Solían hacerlo cuando un paciente debía ser atendido por patología física. Por lo visto, en esos casos se tenía en cuenta el derecho a la intimidad.

—¿Qué es lo que...?

Un susurro me llegó desde el interior de la habitación. Me asomé discretamente.
Jimin, sentado junto a la cama, tenía los ojos clavados en su hermano, que lucía inconsciente, y un temblor intenso se me metió bajo la piel.

—¿Qué es lo que te ha contado?

—Confidencialidad. —Mei, vestida de civil, negó con la cabeza, abatida—. Lo siento mucho pero mis obligaciones profesionales no han cambiado.

—¿Mi hermano intenta suicidarse y tu me dices que, como familiar responsable que soy, no tengo derecho a saber por qué? —Jimin se pasó la mano por la cara; parecía muy frustrado—. Respeto tu trabajo pero esta vez creo que me debes una explicación.

—Lo único que puedo decirte es que la terapia fue demasiado intensa y se salió de control. —La voz de Mei se escuchó hueca, como si estuviera dormida y hablara en medio de un sueño—. Los auxiliares le contuvieron pero él se negó a permitir que le arrancaran las tijeras —siguió; si no la conociera diría que estaba a punto de echarse a llorar—. Cuanto más forcejeaban con él, más profundo se las clavaba.

Se sorbió la nariz y ese gesto me hizo comprender que no me había equivocado. Sí que estaba muy afectada.

—Tuvieron que inyectarle Olanzapina y se la está administrando de forma continuada —finalizó—. Por eso está tan dormido.

—¿Qué es lo que estás removiendo, Mei? —Jimin frunció el ceño—. ¿Qué sabes y hasta dónde?

—Solo quería ayudarle. —A pesar de la presión, ella respondió como si no se encontrara allí—. El resto me da lo mismo. No estoy aquí para juzgar ningún acto. Él... —La voz se le quebró—. Me importa.... Y la culpa de esto es mía por exponerle más de lo que podía aguantar.

Escuchar aquello me puso al borde de las lágrimas.

—Ya sabes que siempre me he movido en el límite de lo correcto en lo que concierne a Yoon Gi. —Las pupilas de Jimin volvieron sobre su hermano—. Incluso he traspasado esa barrera varias veces con tal de velar por él y asegurarme de que estuviera bien. —Ahogó un suspiro—. Supongo que ya no es un secreto para ti si te digo que le debo la vida, en sentido literal, y que jamás le podré compensar lo suficiente por lo que hizo aquel día por mí.

Mei se limitó a observarle, en silencio.

—Aunque no lo digas, es evidente que tienes una idea bastante clara del estado de las cosas de modo que no me andaré con rodeos: lo que ha ocurrido ahora no ha sido culpa tuya sino mía —continuó, pesaroso—. Yo estaba en ese sótano, lo vi todo, y no solo no hice nada por pararle sino que encima le encubrí y aproveché su confusión posterior para crearle una realidad alternativa que le permitiera vivir si remordimientos.

—¿Y qué hay de tu peso? Le descargaste a él pero lo asumiste todo tu, con el dolor que eso conlleva.

—Es lo mínimo —contestó—. Y también soy el responsable de que le hiciera eso al hijo de perra de Yarek Seong y... — Rompió a llorar, desconsolado—. Yo... Yo oculté la verdad de su vista todo este tiempo. —Se lamentó—. Yo soy el culpable de lo que le pasa. ¡Soy yo! ¡Que ahora necesite un psicólogo se debe a mi maldita existencia en este mundo!

—Trataste de ayudarle como mejor se te ocurrió. —Ella se aproximó a él y le rozó el hombro—. Este tipo de cosas son complicadas de manejar hasta para los que en teoría somos expertos.

—Pero creé un monstruo... —objetó—. Y encima me negué a verlo... No lo quise ver... No quise... Y no sé cómo puedo ayudarle... Qué puedo hacer... Qué...

Se interrumpió. Yoon Gi se estaba moviendo. ¡Ay! Poco me faltó para tocar el techo del enorme salto que di. ¡Por fin!

—¡Hyung! —Jimin se pegó al borde la cama y le tomó la mano—. ¡Hyung! ¿Cómo estás? —El aludido abrió los ojos, con dificultad. Estaba muy aturdido y ni siquiera se giró al escucharle—. Soy yo, hermano, soy yo.

—¿Dónde está? ¿Dónde?

—¿Quién?

—Mei... Dónde está... Dónde está... Ella existe, ¿verdad?

—¿Cómo que si existe? —Su hermano abrió los ojos de par en par, fuera de jaque—. No te entiendo.

—¿Es real? ¿Mei es real? —Cerró los ojos de nuevo—. Solo veo a papá. Te atacó con el destornillador y había mucha sangre. ¿Dónde está la foto? Mei... ¡Mei!

Jimin parpadeó unos segundos, incrédulo, antes de hacerse a un lado y dejar que fuera ella la que le tomara la mano y ocupara su lugar junto a la cama.

—Sigues disociado —le dijo, en un tono tan suave que parecía querer acariciarle con las palabras—. Solo intenta respirar profundo y relajarte. Estoy contigo.

—¿Qué es lo que está pasando aquí?

El rostro de Jimin abandonó todo rastro de amabilidad y se convirtió en un volcán a punto de erupcionar. La escena le había molestado y mucho.

—¿Por qué te llama a ti en vez de a mí? —Frunció el ceño pero Yoon Gi parecía haberse vuelto a sumir en la sedación y Mei se había volcado tanto en él que ni le contestó—. Antes has dicho que te importaba —insistió, contenido—. Espero que no sea de la forma que me estoy imaginando.

—Una cosa es que te explique lo que ocurrió en la sesión y otra muy diferente que te dé cuentas de mi vida personal.

—¿Vida personal?

Jimin entrecerró los ojos. Había comprendido lo que ocurría, al igual que yo. Estaban juntos o, si no lo estaban, mínimo se gustaban.

—Te aconsejo encarecidamente que no pases a ese nivel con él —siseó—. Te lo digo porque de verdad te aprecio. No te involucres de más.

No pude escuchar nada más porque una conocida voz tronó a mi espalda y me distrajo de la escena.

—¿Qué haces espiando las habitaciones de tus compañeros?

Él. ¡Él no! ¿Por qué? ¿Pero no se había ido de vacaciones?

—Es que... —Tragué saliva. El doctor Kim me contempló con una mala cara increíble, vestido de calle con una gabardina café que le cubría hasta los pies y una bolsa de comida en la mano—. ¡Qué genial que se encuentre aquí! ¡Me alegro mucho de verle!

—Déjalo, Jung Kook. —El aludido meneó la mano en el aire y le quitó importancia a mi recibimiento—. Hoy estoy aquí como acompañante y no como médico. Cuando vuelva al trabajo, ya veremos qué me cuentas —y susurró— : Si es que sigues vivo, claro, teniendo en cuenta la compañía de la que te rodeas.

Sentí que, de puro miedo, se me aflojaba el esfínter. Faltó poco para que mojara los pantalones.

—Qué zapatos tan bonitos. —Cambié de tema y mi vista se perdió en sus mocasines negros, relucientes, con los dientes apretados y aguantando las ganas de echarme a llorar—. Tiene siempre tan buen gusto...

Menos mal que la suerte quiso que Mei saliera de la habitación, nos viera y se acercara a acariciarme con cariño el brazo, en silencio, antes de proseguir su camino y que, nada más verla, el doctor me retirara de un plumazo la atención. De lo contrario, me habría terminado dando un síncope.

—Ya nos veremos, Jung Kook —se despidió—. Cuídate.

Me quedé con la cara a cuadros al comprobar cómo corría, literalmente, tras ella. ¿Había venido a buscarla?

"La psicóloga no debe estar cerca del psiquiatra".

Ay.

Les seguí hasta el control y me asomé, cauteloso. Vi a la enfermera Min preparar una inyección. Forcé la vista y me fijé en los colores de la caja. Parecía la medicación de Yoon Gi. ¿Olanzapina? ¿Le iban a poner otra? ¿Acaso querían matarle? No, no debía ser eso. No había bandejas de medicación de pacientes a la vista.

Me asomé un poco más. El doctor Kim murmuró algo que no entendí y Mei se remangó la camisa hasta el codo y se sentó en una banqueta, con el brazo extendido sobre la encimera del microondas. ¡Madre mía! Aquella dosis no era para ningún paciente. ¡Era para ella!

Me volví sobre mis pasos, tan rápido como me permitieron las piernas, con la intención de despertar a Yoon Gi como fuera, echándole agua en la cara o poniéndome a saltar sobre su cama si fuera necesario pero, para mi desgracia, no alcancé a ir muy lejos porque entonces me topé de bruces con Jimin y eso me detuvo en seco. De verdad, vaya día. Todo me salía mal.

—Hola, Jung Kook. —Me saludó con una dulzura para nada tranquilizadora; seguía molesto por lo que había descubierto que había entre su hermano y Mei y yo se le notaba—. ¿Cómo estás? ¿Aún no te han dado el alta?

—¡Pues no! —Me reí escandalosamente, agitando los brazos en círculos como si hiciera bolas de aire—. ¡Creo que tengo para rato aquí dentro! ¡Necesito hacer mis chubasqueros para peces!

—El otro día me acordé de ti.

Me eché a temblar. No sabría decir si eso era bueno o malo.

—Es que me encontré con tu amigo Tae Hyung. Se llama así, ¿verdad?

¿Tae? ¿Pero qué...? Eso sí que no me lo esperaba.

—Estaba en la cuesta del hospital, había pinchado una rueda del coche y tenía problemas para cambiarla así que le ayudé —explicó, con una sonrisa de oreja a oreja—. Es una persona muy simpática y divertida. Estuvimos hablando un buen rato y creo que hemos congeniado. Me gustaría invitarle algún día al Club de Tenis pero no me atrevo porque no sé si le guste ese tipo de actividad. ¿Tu que opinas?

¿El Club de Tenis? ¿No era ese el punto de reunión con el doctor Kim? ¡No! ¡No! ¡No!
—Me parece una idea estupenda. —Le mostré la dentadura al completo antes de despedirme con la mano—. ¡Y ahora, discúlpame, por favor, que tengo que ir al baño!

—Claro, descuida. Nos vemos.

Me esforcé todo lo que pude por no correr mientras me alejaba y cuando, por fin, me pareció que dejaba de observarme y retomaba su camino hacia el control, seguramente para reunirse con los demás, me di la vuelta. En ese momento detecté a Sun Shee, a lo lejos, que entraba custodiada por la policía en el área de pacientes, pero no me vio y me dio tiempo a entrar en la habitación de Yoon Gi.

Cerré la puerta. Me dejé caer de rodillas al suelo, exhausto por el exceso de tensión acumulada.

Dios mío.

Qué pesadilla.

La exposición ha dejado a Yoon Gi en estado confusional y Jung Kook, solo en la planta, tendrá que arreglárselas para seguir el plan trazado.
¿Podrá conseguirlo a pesar de los ojos que parecen vigilarle?
Por otra parte, Mei parece haberse roto emocionalmente hasta el punto de haber aceptado la ayuda de Seok Jin. ¿Conseguirá reponerse y seguir adelante?
Y, ¿qué pasará con Yoon Gi?

N/A: Yo aquí editando y no puedo evitar dejar esta parte (reacciones del 2018):

¿¿¿Dónde están los defensores del YOONMEI o YOON TE??? ¡¡Qué alcen la mano!! Ejem... NO... ¡Qué escriban YOOOOO!

¿¿Alguien aquí defiende el JINMEI o JINTE?? ¡¡Que escriban YOOOOO!!!

(2022: Jajajaja ay, no puedo...)

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