Día Doce
(Voz narrativa: Jung Kook)
El gran jefe Dark Ho era un tipo realmente serio, nada dado a las sonrisas y aún menos a los diálogos desenfadados con sus pacientes. Ya lo había comprobado al ingresar, cuando me había metido en el Botiquín para pasarme revista a las constantes vitales y pesarme como si fuera un mueble, mientras le daba unas cuantas voces a una chica del equipo de enfermeras que se había dejado un par de cajas de medicación mal colocadas encima de la mesa.
—A ver si vamos espabilando, que parece que te acabas de levantar —le había reprendido—. ¡Que esto es Psiquiatría, no la cocina de tu casa!
Ella se había disculpado al instante. ¡Como para no hacerlo! Ese médico parecía mi madre deshaciéndome la cama para obligarme a hacerla de nuevo "como Dios manda". Ay... Con lo bonito que era el mundo, ¿por qué tenía que enfadarse tanto por todo?
—Qué se ve... —Me hubiera gustado decirle que yo era capaz de apreciar la belleza de las cajas mal puestas pero mis ideas corrían de un lado para otro y, por alguna extraña razón, tenía un cortocircuito enorme entre lo que pensaba y lo que decía. — Qué se ve... Qué se ve... Muy visual, sí —me salió al final—. Tan visual que pareces un enterrador de las películas de terror. —La ocurrencia me hizo gracia y me reí escandalosamente—. Terrorífico es usted, Doctor. Doctorcito... ¡Ito! —El eco era genial—. ¡Ito! ¡Ito!
—Guarda silencio. —Me remangó con aspereza la manga del pijama para que la enfermera me sacara sangre—. Vamos a ver ese litio. Me parece que andas muy "subidito".
¡Claro que lo estaba! ¡Lo estaba! Mis niveles habían descendido al subsuelo porque llevaba más de un mes sin tomarme la medicación. Esas pastillas de colores me daban sueño y no me dejaban concentrarme ni ser yo mismo, con mi personalidad abierta y bromista, así que me había dedicado a tirarlas por el excusado en cuanto Tae, que se encargaba de ponérmelas en la mano cada vez que me tocaban, se distraía.
—Zombie —contesté, sin dejar de reírme—. ¡No estoy enfermo! ¡No, no, no! ¡No lo estoy!
—Enfermo o no, te vas a quedar aquí unos días. —El gran Jefe garabateó varias cosas en un papel y se asomó a la puerta con una carpeta en la mano; al parecer había otro ingreso a parte del mío—. Con lo fácil que es ir a la consulta y explicarle al médico que te estaban sentando mal las pastillas... —me reprendió—. Te las hubiera cambiado por otras y ahora mismo estarías feliz en tu casa.
—¡Yo estoy feliz en todas partes! —Di un salto—. ¡Además, amo los pijamas! ¡Amo... ! —¿Qué iba a decir yo?— Amo amando... ¿Amanda es un nombre femenino?
Una mujer salió entonces del ascensor, gritando a pleno pulmón algo que sonaba de lo más tétrico, arrastrada por los brazos por dos celadores que trataban de reconducirla sin hacerle daño, mientras un chico, que caminaba detrás más rezagado, intentaba convencerla de que se calmara, inútilmente.
—¡La muerte llega! ¡Estamos siendo juzgados por nuestros pecados! ¡Un cura! ¡Quiero un sacerdote!¡Agua bendita! ¡Agua!
—¿Cuánto tiempo lleva así? —El gran jefe salió al pasillo y se acercó al joven—. ¿Fecha de la última revisión?
—El mes pasado, creo o... No sé... — Éste se llevó las menos a la cabeza, agobiado—. Lleva con delirios muchos años. Soy su hijo y prácticamente desde que tengo uso de razón la recuerdo así pero hasta ahora lo había ido sobrellevando leyendo la Biblia, yendo al grupo de la Iglesia y rezando mucho.
Ah, qué bonito era orar... Yo también quería hacerlo. ¿Bastaba con juntar las manos o mejor me ponía de rodillas? Nada perdía con probar y, de hecho, estaba a punto de tirarme al suelo, cuando la misma chica a la que el doctor había regañado minutos atrás me sujetó del brazo y me detuvo.
—No han fregado y está sucio. —Se anticipó a mi idea—. Mañana.
Mañana. Maña. Mañoso. Mañoso como los mafiosos. Genial.
—No sé qué le ha pasado para que se haya puesto así. —Las palabras del chico me llegaron con un timbre muy triste y no supe por qué pero me pareció que necesitaba un abrazo y de los fuertes—. Habla del fin del mundo y de ángeles vengadores pero no ha dejado la medicación en ningún momento.
—Nombre. —El psiquiatra destapó el bolígrafo y abrió la carpeta—. Y lugar de procedencia.
—Park Sun Shee —contestó él—. Venimos de Daegu.
Daegu. La ciudad de las montañas. ¡Qué bonito lugar! Seúl tenía montañas también. Montañas de cemento. ¡Escalarlas debía ser alucinante!
Fue entonces cuando una enfermera vestida con un mono azul y una identificación adherida al bolsillo de la camisa con una pinza vino a buscarme y me acompañó a la que sería mi habitación, la 714, y ya no supe más de la mujer "del fin del mundo" hasta dos días después, cuando apareció en el comedor común. Recordaba como si fuera ayer que, nada más entrar, empezó a increpar a Kim Nam Joon, mi compañero, con frases amenazadoras de lo más extrañas que le provocaron una conmoción.
—El equilibrio corre peligro por tu culpa —le dijo, tomando asiento justo en frente de donde se encontraba—. Ojos que saben demasiado no deben hablar.
Nam Joon, blanco como el papel, dejó caer el tenedor sobre el plato con las pupilas trasformadas en la viva imagen del miedo.
—Es tu fin.
La verdad, no entendía por qué no habíamos llamado entonces a los auxiliares. Se la habrían llevado a la zona vigilada y se habría terminado todo el problema pero, como estábamos acostumbrados a delirar y a escuchar nuestros propios disparates, nadie se tomó aquello muy en serio, salvo el propio Nam Joon, que dejó la bandeja sin terminar y se encerró en la habitación el resto del día.
—Me quiere matar —consiguió decir, escondido entre las mantas, cuando le animé a que saliera a cenar—. Lo va a hacer... Lo va a hacer...
—¿Matar como "matar"? —No organicé la pregunta de forma lógica porque las palabras me parecían expresiones vacías—. ¿Es muerte mortífera?
—Sí... Sí...
Su voz sonó ahogada entre las sábanas. Se había tomando demasiado en serio la opinión de una persona que se veía a la legua que estaba todavía peor que yo, que ya era decir.
—Ayer vi una asesinato... —Sollozó—. Y no te hablo en broma, por si lo dudas... Yo lo vi... Lo vi... Lo vi, Dios mío, lo vi.
—¿El qué había? —Me daba perfecta cuenta de lo mal que se encontraba así que me esforcé por controlar medianamente mi cabeza para poder trasmitirle algo de seriedad—. A lo mejor te confundiste. Yo a menudo me equivoco y veo cosas que no son.
—No... Yo no tengo alucinaciones ni delirios... —aclaró rápidamente—. Le vi entrar en la casa... —Asomó la cabeza por entre las mantas, con el cabello alborotado y los ojos convertidos en dos rayitas llenas de agua—. Y le vi... Y.. Le vi... Le vi saltar por la ventana del patio interior, justo donde yo estaba asomado y él también me vio a mí. —Volvió a cubrirse—. Los dos me vieron.
¿Ah? ¿Había visto a dos? ¡Pero eso sonaba muy raro!
—¿Policía? —pregunté—. ¿Y la policía?
—Iba a entrar en el programa de protección de testigos pero... —Me mostró unas pronunciadas marcas rojas en el cuello; eran las inconfundibles signos de un ahorcamiento—. Opté por otra estrategia... Y por eso estoy aquí ahora...
Los ojos se me quedaron como dos canicas. ¿Había intentado suicidarse?
—¿Cómo es posible? —Se volvió a convertir en un bulto encogido—. Yo no debería estar en el mismo sitio que él y esa habitación, la quince, es muy peligrosa... Extremadamente peligrosa...
—Tienes que decírselo a alguien.
No sabía si lo que decía era real o padecía algún tipo de Esquizofrenia pero, en cualquier caso, lo que estaba claro era que necesitaba ayuda urgente.
—Está mañana quería contárselo todo a la Doctora Eun pero al final no me he sentido capaz —explicó—. ¿Y si se piensa que estoy loco y me manda con el psiquiatra Kim? —Se arrebujó aún más—. Eso es lo último que quiero en esta vida, créeme.
—Un poco raro sí, suenas a sonatina, a fábula fabulosa. —Ni yo mismo entendí lo que había dicho pero me gustó cómo quedó, y le dediqué la mejor de mis sonrisas—. Pero no mucho. —Me reí sin querer; mostrarse serio y comedido más de cinco minutos era misión imposible para mí—. ¿Quieres ver un túnel subterráneo debajo del mar? —Lo dibujé con las manos en el suelo—.¡Uno muy pero muy largo que vaya a Japón!
Mi comentario consiguió que volviera a destaparse, con evidente sorpresa.
—¿Un qué?
—¿Has estado en Japón? ¿Sabes que la flor japonesa es mágica? ¿Sabes que estoy aprendido a dibujar manga? ¡Mangas de camisa! ¡Manga de manguera! ¡Unas mangueras de ketchup para las hamburgueserías sería otra gran idea!
—Pues... — Me contempló sin saber qué responderme, pero no me importó. Ya estaba acostumbrado a dejar a las personas de piedra con mis visionarios proyectos—. Yo no sé muy bien cómo es eso de las mangueras.
—Deja, que te lo explico.
¡Qué gran tipo había resultado ser Nam Joon y qué tonto había sido yo! Tendría que haberle tomado en serio y hablado con Mei del tema. Quizás así hubiera evitado los sucesos siguientes pero en ese entonces me costaba creer que hubiera personas capaces de hacer algo semejante. Ya no pensaba así, claro. Ay... ¡Con lo bien que se vivía sin preocuparse de las intenciones de los demás!
—A ver, Jung Kook.
Volví al presente. El jefe Dark Ho, bolígrafo en mano, anotó varios pendientes en su agenda de piel negra.
—Dame un momento, que me centre —se disculpó—. Ayer no pude venir y el trabajo se me ha acumulado.
Me había llamado a su despacho porque Mei no había aparecido en todo el día y la Doctora Sun había estado de guardia, y me hizo gracia comprobar que, a pesar de que ya me sentía bien, me seguía pareciendo un personaje salido del cine de terror. Entre las profundas ojeras, su piel pálida y su calva en medio de la cabeza, solo le faltaba el traje negro. ¿Qué película le iría bien? ¿Medicina Mortal? ¿La Psiquiatría de los Horrores? ¿El Médico Zombie?
—¿Qué has pensado hacer cuando salgas del hospital? —Dejó de escribir y se recostó en su sillón de ruedas color crema, con los codos en los reposabrazos—. Cuéntame.
Huir lo más lejos posible.
—Lo primero, iré a ver a mis padres —comencé, despacio y sin entonaciones excesivas. Lo había estando ensayando a conciencia y no quería que me notara ni un ápice de inestabilidad—. No saben que estoy aquí de modo que estarán muy preocupados.
Se limitó a observarme y me esforcé por sostenerle la mirada. Mi cabeza me pedía a gritos ponerme a juguetear con las figuritas decorativas que tenía sobre la mesa y hacer un teatro con ellas pero, si lo hacía, lo tomaría como un síntoma.
—Después volveré a clases —prroseguí—. Estudio Bellas Artes y mi amigo me ha estado recogiendo los apuntes a diario. Tengo que liberarle de la carga y retomar las riendas de mi vida.
Asintió. Iba bien.
—Y también me gustaría apuntarme a Natación otra vez —finalicé—. La piscina de la Universidad es una de mejores. Antes de ingresar estaba aprendiendo el estilo mariposa.
—¿Oyes voces?
Sí, unas que no paraban de decirme que saliera volando de la Unidad.
—No.
—¿Y qué hay a cerca de todos los proyectos que tenías pensado hacer? — Cliqueó con el mousse y leyó mi historial—: Un túnel submarino a Japón, sillas voladoras, plantaciones de pelo, edificios de papel... —Arqueó una ceja—. La última son los chubasqueros para peces.
—He pasado una crisis maníaca. —Para mi suerte, la teoría era algo que siempre había manejado muy bien—. Entiendo que nada de eso tiene sentido y que llegué a ese punto porque no me tomé la medicación como debía ser.
Suspiró, pensativo, y taladré el suelo con el pie disimuladamente. Ay, Ay... Tics nerviosos no. Ahora no.
—Bueno —dudó—. ¿Qué te ha dicho tu terapeuta?
—No he podido hablar con ella mucho porque se ha tenido que marchar. —Esbocé un puchero de decepción—. ¿A dónde se ha ido, si no es molestia que lo pregunte?
—La Doctora Eun está en una terapia domiciliaria, en Daegu.
—Esa ciudad me suena —reflexioné, sin darme cuenta—. Es la ciudad de Sun Shee y también la de Yoon Gi.
—Es una urbe muy concurrida —me siguió el tema—. Hay muchas personas que viven en Seúl y que proceden de allí, como el Doctor Kim que, por cierto, hoy vuelve al hospital.
La saliva me raspó en la garganta.
—¿En serio? —disimulé la desazón—. Es una gran noticia saber que se encuentra bien después de que se fuera tan enfadado con los señores investigadores.
—Todo ha sido un malentendido, ya sabes que cuando uno está enfermo suele malinterpretar algunas cosas.
Mi cerebro se puso en alerta. No, ese no era el caso.
—Sin embargo, por suerte, todo se ha arreglado. —Tamborileó con los dedos en la mesa—. Te lo cuento solo porque no quiero que te formes un concepto negativo del Doctor Kim. Al fin y al cabo fue él el que consiguió dar con el tipo de inyectable que ha hecho que te recuperes.
Un sofocante calor me embulló el pecho bajo el pijama.
"Nuestro amiguito estará fuera de combate como mucho un par de días". Las palabras de Yoon Gi me saltaron a la memoria. "Seguro que no me decepciona y mueve sus contactos para salir pero, para cuando lo haga, tu ya debes de estar fuera y con los billetes. No hay más tiempo así que aprovéchalo".
—Doctor Dark Ho. —Me esforcé por reconducir el tema, a pesar de que estaba deseando salir de allí y esconderme debajo de alguna cama—. Me imagino que, aunque me encuentre bien, tengo que esperar en la planta hasta que vuelva mi psicóloga, ¿verdad?
Apoyé las manos en las rodillas a fin de frenar mi creciente inquietud y recé todo lo que se me ocurrió. Por favor, por favor, por favor.
—Siempre he pensado que eres un chico muy capaz, a pesar de tu inconstancia en el seguimiento farmacológico. —Sus palabras me hincharon un poquito de orgullo—. Y también sé que lo has pasado muy mal por lo de tu compañero de habitación y que has sido muy fuerte.
—¡Caramba! ¡Gracias, Gran jefe! —El entusiasmo se me escapó y él, claro, me devolvió una mueca—. Digo... —rectifiqué— Gracias, doctor. —Su mirada me analizó de arriba a abajo—. Y... Perdón... —añadí—. Por lo de Gran Jefe, digo. Es la costumbre.
—Solo espero que realmente cumplas esta vez.
La impresora sonó aparatosamente y escupió un documento, que se dispuso a firmar y a sellar. Mi informe de alta. El alta. ¡Ay, el alta! ¡Por fin! ¡Sí, sí, sí, sí! ¡El alta! ¡El alta!
—Solo te pido que no se te ocurra dejar la medicación. —Dobló el documento, lo metió en un sobre y me lo alargó—. Te lo digo en serio. Si te vuelvo a ver por mi planta te ato a la cama por lo menos diez días, a ver si así valoras adecuadamente el mundo exterior.
—Así lo haré, descuide. —En condiciones normales le hubiera dado un efusivo abrazo pero me levanté, con calma, y le extendí la mano—. Muchas gracias por todo.
Salí, muy despacio, con el sobre en la mano, respirando alivio por los cuatro costados, y pedí al Control que avisaran a Tae. ¡Bien! ¡Ya estaba hecho! Por los pelos, pero lo estaba, y media hora después, ya estaba aseado y vestido con una camisa de cuadros rojos y unos jeans oscuros en la puerta del ascensor, con mi amigo mirándome y remirándome como si yo no perteneciera al planeta.
—Te juro que no te entiendo. —El elevador marcó el descenso a la planta baja—. Hace unos días no querías salir de aquí y ahora te entran las prisas por irte. —Entrecerró los ojos, receloso—. ¿A qué vienen esos cambios? ¿Estás seguro de que estás estable?
—Ya no pienso en cortarte el pelo, si es lo que te preocupa, ni plantarlo, y lo de la construcción del túnel lo voy a dejar para el año que viene.
—Déjate de bromas "bipolares", que por tu culpa me va a subir la tensión. —Puso los ojos en blanco y me arrebató el sobre de la mano para echarle un vistazo—. ¿Te han cambiado el tratamiento? —Rebuscó entre las líneas—. ¿Dónde pone lo que tienes que tomar ahora?
—Tae... Oye... Escúchame... —Entendía que se preocupara pero necesitaba que se relajara y que atendiera a lo importante—. Tenemos que comprar unos billetes de avión para...
—¿No te han hecho una receta para la farmacia? —Ni siquiera me escuchó; estaba demasiado concentrado en el documento—. ¿Cómo es que no las has pedido?
—Es que... —objeté—. Mira, Tae, mientras he estado ingre....
Nada. Salió del ascensor como una exhalación, se dirigió al control de información y, en tres segundos, ya estaba inmerso en una extensa conversación sobre las recetas electrónicas con la señora del mostrador, completamente ajeno al resto del mundo. Típico de él. Típico y nada bueno para mí o, mejor dicho, para nosotros.
—Buenos días, Jung Kook.
Su saludo, amargo y tirante, fue suficiente para que se me cortara la respiración. No, no, no. ¿Por qué? Cuando pensaba que lo había logrado, ¿aparecía?
—Así que ya te vas de alta. —La silueta alta y estilizada del Doctor Kim, perfectamente aseado y con una camisa blanca impoluta, me observó con los ojos cargados de suspicacia.— Qué afortunado soy entonces de tener la oportunidad de despedirte.
—¿Cómo está, Doctor Kim?— Intenté sonreír, en vano; estaba demasiado nervioso—. Me alegro de que se encuentre bien .
—¿Te alegras? —exclamó, ofendido—. ¿Quién demonios te piensas que soy yo para que trates de tomarme el pelo?
¡Ay! Ay, ay. Yoon Gi, qué se suponía que tenía que hacer ahora...
Me agarró de la camisa y, cegado de furia, me empujó hacia el interior del ascensor, tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Las puertas metálicas se cerraron tras él.
—Me mentiste todo el tiempo —escupió, ya a solas—. A mí, que solo te quise ayudar. A mí, que fui tu médico y tu guía en la enfermedad. Todavía no sabes lo que has hecho. No tienes ni idea. ¡Ni idea!
Retrocedí hasta pegarme a la pared. Parecía poseído y daba miedo. Mucho miedo.
—¡¿Qué es lo que viste?! —exigió—. ¡Dímelo! ¡Dímelo ya!
—Na... —balbuceé—. Na... Nada... A Sun Shee... Salir de la habitación de Nam Joon y... Nada... Más.
—¡Y una mierda, Jung Kook! ¡Vas a contármelo todo ahora mismo!
Alguien llamó al ascensor. Las compuertas volvieron a abrirse. Entre tantos gritos, se le había pasado darle a algún piso y seguíamos en la planta baja.
"Primera lección de vida, pequeño pupilo. Si las cosas se te atraviesan, recuerda que tu eres lo primero. Y recuerda también el orden a seguir: golpea y luego corre".
A la orden, Yoon Gi.
Una enfermera entró con una silla de ruedas vacía y aproveché que el doctor se echaba a un lado para propinarle un codazo en las costillas y volar, en el sprint más grande de mi vida, a la salida.
"Corre y fúndete entre la multitud de la mediocre sociedad sin dar una sola señal. De esa forma salvarás a tu amigo".
Crucé la puerta, me salté el semáforo para cambiar de acera y me metí por los callejones que rodeaban la gran avenida, jadeando por el esfuerzo pero con una gran determinación.
"Solo corre y simplemente desaparece".
Jung Kook ha conseguido salir del hospital pero se ha encontrado con una desagradable sorpresa.
Seok Jin ha salido del Juzgado antes de lo esperado.
¿Serán realmente ciertas las sospechas de Yoon Gi y Mei con respecto a él?
Todo esto y mucho más en la próxima actualización.
No te lo pierdas.
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