Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día Cuatro: Doble

Una bocanada de aire, intensa y maravillosa, me inundó los pulmones. La presión desapareció. Tosí con fuerza, hasta casi desgarrarme la garganta, y me ayudé de los codos para incorporarme. Mi agresor estaba a pocos metros de mi, en el suelo, y Yoon Gi, sentado a horcajadas sobre él, le sujetaba por el cuello con las correas de la contención mientras con la otra mano sostenía un bolígrafo como si fuera un arma. Mi bolígrafo. Ni siquiera me había dado cuenta de cuándo me lo había quitado.

—Gordito, eres una persona realmente imprudente y estúpida —le escuché decir, y el tono, extraño y frío, me heló la sangre—. Quieres hacerle daño a la psicóloga. —Meneó el bolígrafo justo en frente de su cara roja por la asfixia—. No, mi seboso amigo, eso no está nada bien. —Se inclinó sobre él—. ¿Quién ayudaría a Yoon Gi entonces?

Otra vez esa forma de hablar...

—Yoon Gi. —Gesticulé con los brazos a fin de atraer su atención—. Yoon Gi, ya está, suéltale. Estoy bien. Muchas gracias por tu ayuda.

No respondió. Parecía extasiado y contemplaba a mi agresor como si fuera una pieza de carne rica y jugosa. Y éste estaba tan atenazado por el pánico que lo único que hacía era llorar y suplicar.

—¿Te cuento una cosita interesante, gordito? —Yoon Gi hizo oídos sordos a sus lamentos—. Un simple lápiz en las manos correctas puede ser el arma más letal. —Sonrió, pero esta vez, su forma se me antojó retorcida cuando le mostró el bolígrafo—. Yo puedo abrirte en canal y sacarte las tripas solo con esto y las manos. ¿Te lo demuestro?

La respuesta del hombre fue formar un enorme charco de orina bajo él y la carcajada burlona que se sucedió entonces me erizó la piel. Era el mismo timbre y, sin embargo, sonaba tan diferente a nuestras conversaciones anteriores que, de no tenerlo delante, hubiera jurado que se trataba de otra persona.

—Vaya, vaya, ¿qué te parece? —Meneó el instrumento como un péndulo, ante sus pupilas—. Te has hecho pipí y todo. ¿Sabías que al morir también te cagarás encima debido a la relajación del esfínter anal? —Soltó un par de espeluznante risillas—. O quizás lo hagas antes. La experiencia me dice que el miedo al saberse muerto es el principal responsable de que eso ocurra.

No, Dios mío. Tenía que hacer algo. El instinto me gritaba que huyera pero no podía dejar a ese hombre en semejante situación ni tampoco permitir que Yoon Gi le lastimara. Después de todo, lo que estaba pasando había sido culpa mía.

—Por favor, suéltale —le pedí de nuevo—. Como ves, no me ha pasado nada así que ya puedes dejarle. Llamaré al control para que lo aíslen y todo se solucionará.

—Un minuto más y estarías muerta, psicóloga —respondió, sin mirarme—. Yoon Gi no podría soportar eso.

¿No podría soportarlo? Todo sonaba tan extraño...

—Entiendo que te hayas asustado al verme en peligro. —Me acerqué, despacio, con las manos por delante, por si acaso le daba por empezar a desconfiar de mi—. Yo también, y mucho, no te lo voy a negar. Creía que era el final de todo pero entonces apareciste y gracias a ti estoy bien.

—Los agradecimientos son meros formalismos sociales sin utilidad práctica.

—No del todo puesto que, a mi modo de ver, ahora estoy en deuda contigo —lo arreglé—. Y trataré de hacer todo lo que esté en mi mano para saldarla.

No se volvió pero al menos aflojó un poco la presión de las correas. Iba bien.

—Si le agredes empeorarás mucho tu situación —continué—. Ten en cuenta que es una persona enferma que no sabe lo que hace. —Y añadí—: Antes me pediste que confiara en ti y lo hice. Confía ahora tu en mi un poco, por favor.

—Te equivocas en lo de que no sabe lo que hace. —Su respuesta fue seca—. Siempre se mata con conocimiento. Siempre.

Abrí la boca, con la intención de objetar, pero entonces agarró al hombre por el cabello y tiró de él hacia arriba, con fuerza, para mostrarme el punto entre el cuello y el hombro.

—Esto es muy facilito —siseó—. Una punzada bien hecha aquí y habrá otro hijo de puta menos en el mundo.

—Ese hombre padece una demencia — insistí, cada vez más desesperada—. ¡Por Dios, no le hagas daño! ¡Con el lóbulo frontal deteriorado no hay conocimiento de causa que valga y eso tu lo tienes que saber también!

—El miedo habla por tu boca. —Sus pupilas, relucientes como dos linternas en medio de la oscuridad, se clavaron en las tripas de su presa—. Estás asustada porque no has tenido la oportunidad de ver la belleza de la muerte. Ojalá pudiera mostrártela.

—¿Cómo?

—Si contemplaras los intestinos saliendo, deslizándose sin control fuera de uno mismo, con toda la grasa blanquecina desparramada por el suelo mezclándose con el tinte oscuro de una sangre que, instantes antes, simbolizaba la vida, te fascinaría. —Y añadió—: Es un festival de colores de belleza inigualable.

Tragué saliva. Me costaba creer que Seok Jin tuviera razón. ¿Era un psicópata? ¿Me había embaucado?

—No entiendo por qué me has ayudado entonces si la muerte es tan maravillosa para ti. —No supe ni cómo me las arreglé para replicar—. Si tanto disfrutas de la agonía ajena, deberías haberte limitado a tomar asiento preferente y disfrutar de mi final.

—Por lo que veo, aún no te has dado cuenta. —Por fin, me miró, con una profundidad en la que bien podría haberme ahogado—. Tu eres igual a él y también igual a mi.

No. Mentira.

—Crees que no es así, que solo eres una persona común de intereses comunes y afán dadivoso, pero la realidad es que has visto las fotos de la colección y, sin embargo, estás aquí. —Una sonrisa ladeada se le dibujó en los labios—. No te escandalizas ni huyes sino todo lo contrario. Te atrae, ¿verdad? Hasta te gusta.

No. No, no. Yo no era para nada como él. Reconocía que había analizado las imágenes con demasiada frialdad y tampoco se me pasaba por alto la excesiva normalidad con la que había encajado que hubieran tratado de asfixiarme pero de ahí a afirmar que me gustaban los descuartizamientos había un abismo.

—Te equivocas —negué.

—Psicóloga, a mí no me puedes engañar.

¿Pero qué…? No paraba de referirse a mi por mi título cuando hacía apenas un rato había dejado muy claro que no deseaba verme como tal. Entonces... ¡Demonios!

—Yoon Gi me llama Mei.

Me situé frente a él y, con mi proximidad, soltó a su presa, que se escabulló como un animalito entre sus rodillas y se escondió bajo la cama, gimiendo y lloriqueando como un poseso.

—Eres una chica muy lista —contestó, complacido—. Por eso te elegí.

—Tu... —Titubeé—. Tu no eres... No eres...

—Vamos, dilo —me animó—. Estoy deseando escucharlo.

—Tu no eres él.

Sonrió, como si mi conclusión le produjera una gran liberación. Había acertado.

—Por fin alguien me diferencia. —Empezó a aplaudir —. ¡Muy bien, psicóloga, muy bien! ¡No en vano tienes al inteligente de Yoon Gi fascinado contigo! —Soltó una carcajada—. ¡Ay, me encantas, de veras! Aunque no de la misma manera que a él. Lo mío es un amor mucho más… Cómo decirlo... ¿Macabro?

Retrocedí instintivamente.

—¡Quieto!

El grito, fuerte y poderoso, nos hizo volvernos hacia la puerta. El policía había entrado con el arma desenfundada. Yoon Gi apretó el bolígrafo y se lo llevó a la espalda. Me temí lo peor.

—Suelta eso que escondes y apártate de ella. —Le ordenó el oficial—. Colabora y deja que te coloque las correas o juro por Dios que disparo.

—Vaya, vaya, vaya, ¡pero a quién tenemos aquí! —El aludido, lejos de asustarse, se inclinó hacia delante con gesto de evidente mofa—. ¡Si es mi amigo, el eficiente policía que tan bien protege esta Unidad! —Se burló—. ¿Qué sería de estos pobres trabajadores sin tu inigualable protección? Especialmente cuando juegas a las bolitas esas en el móvil… —Le guiñó un ojo— Adoro ese juego. Se nota que es un excelente entrenamiento a tus facultades mentales y que te prepara para no perder ni un detalle de lo que pase por aquí.

El policía parpadeó, confuso, y el arma le tembló entre las manos, pero, así y todo, la levantó y le apuntó a la cabeza.

—Segundo aviso: depón tu actitud.

—Ambos sabemos que no eres capaz de dispararle ni a una lata y ambos sabemos que, por el contrario, yo sí soy capaz de atravesarte el nervio óptico con esto que tengo en la espalda pero, si gustas, podemos apostarnos algo.

—Eres un maldito cabrón.

—Sí. —Ni se inmutó—. Ni te imaginas cuán cabrón puedo llegar a ser.

Maldición. Así no iríamos a ningún lado. Solo estaba empeorando las cosas.

—No le amenace de esa manera y baje el arma. —Me dirigí al oficial, en un burdo intento de rebajar la tensión—. Yoon Gi me ha salvado la vida. —No me hizo caso, claro—. Por favor, no lo empeore.

—No puedo dejar al acusado de un asesinato suelto sin más.

—¡Pero le estoy diciendo que él me ha ayudado!

—Apártate de él, niña.

—No.

Fue entonces cuando llegó Seok Jin, a la carrera y con un botiquín bajo el brazo, seguido por el jefe Dark Ho y al menos cinco enfermeros varones.

—Aparte ese cacharro intimidante del chico. —La autoridad de mi jefe se hizo palpable y su fuerte voz, siempre tan tosca, me resultó música para los oídos. Menos mal; por lo menos en esto estábamos de acuerdo—. En mi Unidad jamás se apunta a un paciente.

—Pero está bajo vigilancia policial por orden del juez.

—Pero aquí no manda el juez sino yo. —Se mostró tajante—. Esta es mi planta y mi psicóloga está en la trayectoria de tu bala así que retírate.

El oficial nos oteó a todos, uno por uno, dubitativo.

—El juzgado nos ha confiado el cuidado del acusado. —Reconocí el tono suave de Suni pese a que, desde mi ubicación, no la pufe ver—. Es una persona en estudio por trastorno mental y la opinión médica prima, de momento, sobre la legal. Tengo todos los documentos acreditativos, por si los desea ver.

El hombre bajó el arma, contrariado.

—Hagan lo que les parezca —masculló—. Allá ustedes.

Se retiró hacia atrás y cedió el lugar a Dark Ho. Seok Jin abrió el maletín y se dispuso a preparar un inyectable.

—A ver, muchacho, vamos a tranquilizarnos. —Las palabras del jefe sonaron con cautela—. Debes de estar confuso y también muy enfadado. Es muy jodido estar ingresado de la manera en la que lo estás. Relájate y te prometo libertad de movimientos por la Unidad.

—No tengo interés alguno ni en ti ni en tus penosas recompensas, jefecillo.

Yoon Gi se echó hacia atrás y se situó a mi lado. Mierda, ¿por qué? ¿Por qué tenía que elegirme a mi? Él excedía mis conocimientos y lo sabía perfectamente. ¿Por qué insistía?

—Por cierto, estás muy regordete. —Le revisó de arriba a abajo—. Contigo se haría una obra maestra. Tanta grasa es un festín para los ojos.

Dark Ho parpadeó, fuera de jaque, pero no dijo nada más. Los gritos histéricos de Seok Jin se lo impidieron.

—¡Mei Te! ¿Pero qué haces? —El pánico se le reflejó en la mirada—. ¡Aléjate de él, vamos! ¿Cómo demonios se te ocurre quedarte quieta ahí? ¿No te das cuenta de que se te ha pegado al lado?

—Anda, mira por dónde... —Yoon Gi ladeó la cabeza hacia mi compañero—. El afamado tenista de dobles y fiel amigo del hermanito inocente nos bendice con su presencia. —Le hizo una reverencia—. ¿Qué tal va esa humildad torcidilla, Kim Seok Jin? ¿Bien?

El aludido dio un respingo.

—¿Qué ocurre, amigo psiquiatra? —siguió, con sorna—. ¿No esperabas que te fuera a reconocer?

—Cállate, depravado.

—¿Por qué no le has contado la verdad? —prosiguió Yoon Gi—. ¿Es porque te gusta?

Mi compañero, rojo y soliviantado hasta las orejas, alargó la medicación que acababa de preparar a uno de los enfermeros y se cruzó de brazos, sin quitarle los ojos de encima. Parecía quererlo asesinar con la mirada.

—El desamor es muy malo, Kim Seok Jin — Su interlocutor sonrió—. Yo que tu me pondría una bolsita en la cabeza y acabaría con mi sufrimiento, visto lo de moda que se ha puesto eso por aquí—. Le clavó la oscuridad de sus pupilas—. Tu de eso entiendes mucho, ¿verdad?

Un fuerte murmullo se hizo eco entre los presentes. Dark Ho me indicó con un gesto que me alejara hacia la pared. Los enfermeros nos rodearon. Iban a echarse
sobre Yoon Gi y, aunque en parte lo entendía, en otra me negaba a permitirlo. Me había salvado de morir. Eso era más importante que cualquier otra cosa.

—Escucha… —Apreté los dientes, con la intención de que solo él me oyera—. Tienes que ponerte las correas voluntariamente.

—Me temo que eso no va a poder ser.

—Si tanto te interesa que ayude a Yoon Gi, colabora y hazlo.

Su fría mirada se me clavó como un punzón de hielo pero la ignoré. Aunque no lo pareciera, la esencia de Yoon Gi solo era una, o al menos eso creía. Ya me había funcionado una vez confrontarle a las claras. No perdía nada con volver a intentarlo.

—Cualquiera con un IQ de ochenta lo entendería —me lancé—. No me digas que tu, con tus flamantes ciento cincuenta, eres incapaz de verlo.

Su cara fingió una exagerada sorpresa.

—Impresionante —admiró—. A eso lo llamo yo hacer buen uso de la información.

Me retorcí las manos, intranquila, en busca de más argumentos que esgrimir a mi favor pero entonces extendió los brazos y me mostró las muñecas juntas.

—Razón doy al que razón merece.

Mis compañeros se detuvieron y se miraron, confundidos, y a mi me faltó tiempo para volar a por la contención y colocársela, con toda la suavidad posible.

—No le abandones —susurró, en cuanto la enganché—. No le dejes. Ayúdale.

—¿Mataste tu a Yarek Seok? ¿La colección es tuya?

—Ah... Esa colección... —respondió, embelesado—. ¿Te gustó? Es muy artística, ¿cierto?

—El otro día dijiste que tenía que tener cuidado con alguien —seguí indagando—. ¿Te referías a Yoon Gi?

—Yoon Gi no soportaría tu muerte. Le gustas.

—¿Entonces hablabas de ti?

Por desgracia, no me dio tiempo a más. Un par de enfermeros le asieron de improviso por los brazos y Seok Jin, veloz, le inyectó en vena la medicación preparada. ¡No! ¿Por qué? Estaba colaborando. ¿Acaso no lo veía?

—Fin de la charla, amigo. —Mi estúpido compañero se mesó el cabello hacia atrás, en ademán de triunfo—. Toca descansar y relajarse, ¿de acuerdo?

—Kim Seok Jin… —Yoon Gi pareció escupir cada letra de su nombre—. Maldito hijo de perra… Bien jugado.

El misterio de Yoon Gi parece haberse revelado y es posible que Mei esté en serio peligro al haber creado un vínculo con una personalidad, a todas luces, psicopática.

Pero no deja de ser curioso que un criminal de este tipo la prevenga y exprese no ser capaz de soportar su posible muerte.

¿Por qué se preocupa y la ayuda?¿De quién debe tener cuidado?

Y, ¿qué ocurre con Seok Jin? ¿Tenía razón Jung Kook al desconfiar de él?


N/A: No saben qué recuerdos me trae este capítulo... Espero que le hayan gustado los cambios de guión. 💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro