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Día Cinco


Dark Ho se acomodó las gafas, que habían resbalado hasta la punta de su nariz, y siguió leyendo, en el más incómodo de los silencios, el boceto del informe pericial que había estado desarrollado durante gran parte de la noche.

Me había costado hacerlo y no sólo por la complejidad del caso. El día anterior había pasado cinco horas en Urgencias, esperando los resultados de una radiografía y de una resonancia que confirmaran que no tenía nada roto, y después me habían mandado a casa con un collarín y dos recetas de anti inflamatorios. Sentarme frente al ordenador no era, precisamente, la postura indicada para controlar un dolor que me recorría los hombros y me bajaba por la espalda pero, como tampoco había podido estar en la cama porque en cuanto cerraba los ojos evocaba la presión de la sábana en la garganta, había terminando cogiendo los manuales de diagnóstico y me había puesto a trabajar. Si me echaban del hospital, al menos quería dejar constancia de algo que quizás pudiera ayudar a Yoon Gi, tal y como le había prometido.

—Bueno. —Mi jefe dio una vuelta por los folios grapados y los dejó caer sobre la mesa, con acritud—. ¡Bueno!

Me mantuve recta. Se veía que mi impresión clínica no le había hecho mucha gracia. Eso me dejaba aún en peor situación de lo que ya de por sí creía encontrarme.

—Nunca... Jamás... —vocalizó como si fuera sorda y tuviera que leerle los labios— ... Nadie... ¡Óyeme bien! ¡Nunca jamás nadie se salta mis normas! —Abrió la mano y empezó a contar con los dedos—. Primero, fuiste a hablar con un paciente de la Unidad de Observación sin informar al personal. Eso no se puede hacer.

Asentí. Lo sabía.

—Segundo, le diste un refresco a un ingresado —continuó—. Te juro que en mis veincinco años como psiquiatra es la primera vez que veo formar una alianza terapéutica de esa manera.

Ya. Si me lo hubieran preguntado hacía un mes, también a mi me habría parecido de locos hacer algo así.

—Tercero, le liberaste de una contención que se le había puesto por una seguridad necesaria, teniendo en cuenta de lo que se le acusa.

Sí, eso era mucho peor que lo de la lata.

—Y cuarto, te fuiste y se te olvidó cerrar la puerta de la habitación.

¿Qué demonios pasaba conmigo? Era curioso que no me arrepintiera de ninguna de las cosas que había mencionado.

—¡Diantres, niña! ¡Diantres! —exclamó—. ¡Yo con veintidós años no tenía tantos pájaros en la cabeza y sí mucho más sentido común! —Se levantó, con cajas destempladas—. ¿Te has olvidado de lo que es esto? ¿Te has olvidado de dónde trabajas? —Suponía que no quería que le respondiera, así que me limité a observarle—. ¡Esto es Psiquiatría! — bramó—. ¡No Pediatría, con paredes de dibujos de unicornios y muñequitos encima de las mesas! ¡Es Psiquiatría! ¡Es una maldita especialidad donde hay mucho riesgo! —Se tiró de nuevo en la silla, con una rabia contenida que le rebosaba por los cuatro costados—. Has puesto en peligro tanto a la Unidad como a ti misma. Te mereces un expediente sancionador y que te suspenda la formación.

Cerré los ojos. Aunque lo imaginaba, no dejaba de doler que cinco años de estudio y esfuerzo se fueran a ir por la borda en apenas un día.

—Lo entiendo. —Me incliné en una breve reverencia, con toda la formalidad que me permitió mi dolor de espalda—. Agradezco el tiempo que el hospital me ha dedicado y lamento no haber estado a la altura.

Se me quedó mirando, quieto, y me dispuse a abandonar el despacho.

—¿A dónde te crees que vas? —inquirió entonces—. Esta conversación aún no ha terminado.

Genial. Quería hacer leña del árbol caído. La verdad, no sabía si podría aguantarlo.

—En estos papeles hablas de Trastorno de Identidad Disociativo. —Meneó las hojas del informe—. Es una patología excepcional y muy difícil de ver. La mayoría de los casos que se informan terminan siendo falsos. —Tamborileó con los dedos en la mesa—. ¿Cómo puedes estar segura de que él lo padece y no es un simulador?

—Aún no lo estoy —expliqué—. Solo es mi hipótesis de trabajo.

—"Dos o más identidades que toman el control de forma recurrente en la vida de una persona" —recitó los criterios diagnósticos. —"Y la incapacidad para recuperar información importante".

—Creo que son dos —amplié, un poco más relajada al ver que la conversación tomaba un rumbo que facilitaba el diálogo—. —La personalidad primaria es introvertida y solitaria pero a la vez amable y muy inteligente. Parece seca pero en verdad es sensible y he comprobado que también es empática. —Me observó sin pestañear; había logrado captar su interés—. La otra, en cambio, es justo lo contrario: muy extrovertida, irónica, mordaz y habla de forma oscura.

Dark Ho se rascó el mentón, pensativo.

—Si tuvieras razón estaríamos ante uno de esos casos que solo se ven una vez en la vida. —Me miró por encima de las gafas—. Es raro pero podría tener sentido.

—¿Ah, sí? —Si algo no me esperaba era que me fuera a dar la razón.

—Las identidades son mecanismos de defensa que se crean en algún momento de la vida para afrontar algún suceso traumático —me recordó—. Por lo tanto, la primera cuestión es: ¿qué creó a su doble?

—No lo sé.

Tenía claro que la foto de su perro muerto había sido lo que le había hecho salir pero también que lo había hecho más veces antes.

—Él ya estaba ahí cuando ingresó —reflexioné. —Creo que aparece intermitentemente.

—Va a ser muy difícil demostrar eso ante un juez.

—Había pensado que si se le administraran las pruebas a Yoon Gi para comprobar que es normal...

—No. —Se apresuró a corregirme—. Si hacemos eso irá a la cárcel inmediatamente.

—¿Y entonces qué hay que hacer?

Dedicó la siguiente media hora a explicarme por qué era necesario obtener el perfil de las dos identidades y no sólo el de la original. La disparidad entre las puntuaciones era, a su juicio, la única forma objetiva de comprobar la presencia de varias personalidades. Uno saldría normal y el otro... El otro probablemente fuera el de un psicópata que descuartizaba todo lo que le venía en gana, incluidos los animales que amaba la identidad primaria.

—Toma. —Sacó un par de llaves sueltas del cajón y me las tendió—. La más grande es la de la puerta de su habitación. La otra es la de la contención.

Parpadeé, confusa. ¿Acaso me perdonaba? ¿No me iba a echar? ¿Quería que siguiera con el caso?

—¿A qué esperas? —me arengó—. ¡Cógelas y ve a verlo!

—Pero pienso seguir trabajando de la misma manera.

—Ya, lo imagino. —Chasqueó los labios—. No es la más rigurosa de las praxis pero está bien. Tienes mi permiso para hacer lo que creas más conveniente. Invítale a comer o a todas las bebidas de la máquina y sácale de la habitación si quieres.

—¿Me estás dando carta blanca? —Cielos; ni en mis mejores sueños ocurría algo así—. ¿Por qué?

—Porque es posible que ese chico realmente tenga un trastorno, después de todo —respondió—. Y me da la impresión de que su personalidad "simpaticona" no se tomaría nada bien un cambio de terapeuta.

El apelativo me hizo reír. Cierto.

—Además, ayer comprobé que ha conectado contigo y que tu lo has hecho también con él así que... —Carraspeó—. Ayúdale como te pidió.

Salí como una exhalación, motivada al máximo por tener el beneplácito del jefe y con una tremenda ansiedad por volver a ver a Yoon Gi. No quería marcharme de fin de semana sin hablar con él, aunque fueran solo unos minutos. ¿Era normal estar tan entusiasmada? Porque me sentía como si me hubiera tocado la lotería y estaba feliz. Muy feliz.

Sin decelerar la euforia, pasé por mi despacho. Me quité el incómodo collarín, cogí el MCMI-II, el EPQ-R, la escala de socialización, la de impulsividad y la subescala de desviación psicopática, y, con todo entre los brazos, me planté de un plumazo en el control de enfermería de la Unidad de Observación. Esta vez había tres auxiliares de guardia fuera, vigilando ambos pasillos.

—¿Cómo estás, Mei? —La enfermera Min, la que solía abrir las historias de los pacientes, se me acercó con cara de preocupación—. Me han contado lo que pasó ayer.

—No ha sido nada. —Meneé la mano en el aire para quitarle importancia—. Estoy muy bien.

Aproveché y le pedí el cuaderno de los evolutivos. Quería leer las notas de la tarde y de la noche anterior para valorar mejor los cambios a las medidas de custodia de Yoon Gi.

"Habitaciones 1- 10. Sin incidencias". Revisé. "Habitaciones 10- 20. El paciente de la quince tiene pautado Olanzapina inyectable, hasta tres, según estado de agitación".

Me quedé helada. ¿Olanzapina? ¿Cómo que Olanzapina?

"18. 00 horas. Ha pasado todo el tiempo dormitando en la cama.
20.00 horas. No cena. Tampoco responde s ninguna de nuestras preguntas. Inyectamos.
09.00 horas. No desayuna. Inyectamos".

¡Oh, no! Cogí el papel con ambas manos y revisé la firma de la prescripción, aunque ya me imaginaba quién lo habría ordenado. Seok Jin. Rayos, ¿por qué?

"El paciente de la habitación dieciséis ha sido trasladado en ambulancia con contención química y mecánica a la Unidad de Larga Estancia, tras la agresión a un miembro del equipo profesional esta mañana. La habitación queda libre".

Recordarlo me hizo marearme y, durante unos segundos, el mundo se volvió extraño y confuso. Me faltaba el aire y los colores a mi alrededor se vislumbraban demasiado vivos, casi como si destilaran rayos brillantes. Me miré las manos. No las reconocí. ¿Eran las mías? Debían serlo porque era yo quien las movía aunque... ¿Lo eran?

"Por lo que veo aún no te has dado cuenta". Las palabras de Yoon Gi me retumbaron. "Eres igual a él y también igual a mi".

—Mei Te.

Seok Jin salió entonces del interior del estar de guardia y se me quedó mirando, con la cara típica del que ha cometido un fallo y busca hacer como que nunca ocurrió.

—Sabía que tu obsesión por el psicópata era tan grande que vendrías a trabajar con contusiones y todo. —Sonrió—. Te he estado esperando aquí sentado toda la mañana. —Jugueteó con uno de sus bolígrafos—. ¿Cómo estás? ¿Has descansado? No hemos podido ni hablar.

—Ni falta que hace. —Su afán conciliador me molestó más que una bofetada en la cara—. Además, estoy ocupada.

Le di la espalda y me alejé a toda velocidad por el pasillo.

—Oye, no, por favor, no me hagas esto. —Le sentí seguirme—. ¡Mei! ¡Mei! ¡Espera! ¡Escucha! ¡Espérame!

No me detuve.

—¡He dicho que te esperes! —Sentí cómo le metía al suelo un pisotón, enrabietado al más puro estilo de un crío consentido de cuatro años. Su ego no estaba acostumbrado a la indiferencia—. ¡Deja de pasar de mi y préstame atención!

—¿Qué te preste atención? —Me volví hacia él, indignada—. ¿Cómo te atreves a exigirme nada después de lo que me has hecho?

—Tu no lo entiendes.

—Entiendo que me has mentido en la cara —le acusé—. ¡Conocías a Yoon Gi y te lo callaste! No te tembló la voz en el teatrito ese que diseñaste con tu amigo el tenista, que, por cierto, te siguió magistralmente la bola.

—No es lo que piensas. Solo le he visto una vez en toda mi vida. —Fruncí el ceño, nada convencida—. ¡Te lo juro! —insistió—. ¡Ni siquiera sé cómo puede acordarse de mi nombre! ¡Es la verdad!

—Seguro que sí.

—¡No seas terca, por favor! —imploró a continuación—. ¡Créeme! Si no te lo conté fue porque la situación en la que lo conocí fue algo delicada y Jimin me pidió que no lo hiciera.

—Pues a mi me parece que fue al contrario —murmuré—. Tu le pediste a Jimin que fingiera para mantener tu perfecta imagen de psiquiatra ejemplar y que nadie te vinculara con un supuesto criminal. —Me observó, perplejo, y continué—. Y fuiste también tu el que le recomendó que trajera esa colección de imágenes macabras para liberarte así de la culpa de conocer una información tan importante y haberla callado. Porque, seamos claros, tu ya lo sabías.

—¿Cómo? —Parpadeó, desencajado—. No... ¡No! ¿Cómo puedes pensar eso de mi?

—Tu solito has hecho méritos para ello.

—Mei, te lo explicaré todo, ¿de acuerdo? —Me agarró de ambos hombros, con ansiedad—. Te invito a algo y hablamos, ¿vale?

—No te molestes. —Me zafé de su agarre—. Ya no me voy a creer nada de lo que me digas.

Se mordió el labio. Sus ojos rastrearon un punto perdido del suelo.

—Por favor... —musitó—. Dame la oportunidad de enmendarlo y ayudarte. —Levantó de nuevo el rostro. Su mirada entristecida chocó con la mía—. ¿No lo ves?

—¿El qué? —Desvié la atención al tirador de la puerta de la habitación quince—. ¿Qué no veo?

—Que tu desprecio me duele más que el de cualquier otra persona en el mundo.

Si no lo conociera, quizás hasta me lo hubiera creído pero, después de la gran cantidad de horas que habíamos tenido que pasar juntos al inicio de la formación, me conocía a la perfección sus mañas y maneras de proceder. Lo único que buscaba era darme pena y, de paso, desviar el foco de la conversación. Nada más.

—¿Por qué le has pautado a Yoon Gi inyecciones de Olanzapina? —fui al grano—. ¿Quieres tenerle como un muerto?

—Lo he hecho porque me da un miedo atroz que te acerques tanto a él —expuso entonces—. Temo que te haga daño y no preocuparme no es una opción porque resulta que me gustas.

"Le gustas y por eso mismo ten cuidado con él".

Me eché a temblar. Rayos; entre unas cosas y otras me estaba volviendo loca.

—No creo que una dosis tan alta sea necesaria —obvié sus palabras—. No ha comido nada y...

—¿Es que no puedes dejar por un momento de hablar de él y hacerme un poco de caso a mi? —La cara se le encendió de rabia—. ¡Te estoy diciendo que me gustas!

Su salida de tono me dejó clavada en el sitio, momento que aprovechó para acercarse, con cajas destempladas, y tomarme del brazo. Su contacto me revolvió por dentro pero afortunadamente, fue breve porque en seguida retrocedió, con el rostro mudado en una máscara pétrea y sus ojos destilando una intensa rabia contenida.

—Enhorabuena, Mei. —Me dio la espalda—. Parece que la obsesión es mutua.

Me di la vuelta, sin comprender, y mi mirada chocó con las pupilas oscuras de Yoon Gi, que me observaban fijamente por la ventana de la puerta.

La siguiente entrevista entre Mei y Yoon Gi está a punto de comenzar.

N/A:

—Praxis: en medicina se refiere al "buen hacer clínico".

Trastorno de Identidad Disociativo: el más grave de los Trastornos Disociativos. Antes se conocía como "personalidad múltiple" pero hace ya mucho tiempo esa acepción se estableció errónea. Este trastorno consiste en la presencia de varias identidades que toman el control. Cada identidad tiene su propia memoria, aunque hay grados de reconocimiento variable, así que se acompaña con amnesia, por favor, guarda en tu memoria las palabras de Dark Ho sobre que es un trastorno raro que se suele simular porque esa es la realidad. La mayoría de la gente que dice tenerlo, no lo tiene (normalmente se trata de otras patologías mal identificadas o de simulación). La mayoría de las informaciones de las series y películas son erróneas. La mayoría de los casos famosos de TID no son ciertos y han sido descartados por las comunidades científicas actuales.

MCM II; Escalas de socialización, escala de impulsividad, EPQ R... Este es el protocolo de evaluación en criminológica.

Olanzapina: es una potente medicación antipsicótico que se usa por su rapidez en la sedación ante cuadros de agitación, agresión... Además está indicada para eliminar los síntomas en trastorno bipolar (el de Jung Kook) y en esquizofrenia pero tarda varios días en hacer efecto.

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