Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día Diez: Woo Young

—¿Sabes? Esta prisión será un palacio por fuera pero tiene unos baños de mierda. —El comentario de Yoon Gi, al otro lado del teléfono, me hizo reír y alivió un poco la presión que sentía por la entrevista que estaba a punto de comenzar—. Los retretes son unos putos agujeros en el suelo.

Ya. Lo sabía. Había tenido la oportunidad de comprobarlo de primera mano cuando había estado tramitando la libertad de Jimin. Aquellos hoyos en medio de las baldosas blancas causaban, como poco, estupor.

—Creo que uno los despacho de entrevistas tiene un w.c. —Aunque estaba sola, decidí suprimir el altavoz y me pegué el teléfono a la oreja—. Hay un encargado en la primera planta que seguro te deja la llave si le muestras un poco de amabilidad.

—Si había que hacer la pelota tendrías que haber venido conmigo. —La objeción me arrancó otra sonrisa—. No me caracterizo por mi simpatía desbordante y, no es por quejarme, pero hubiera estado bien tenerte a ti de acompañante en vez de al excelentísimo papá forense —puntualizó y, antes de que pudiera abrir la boca, añadió—: Además, me están empezando a patinar las neuronas. No me acostumbro a la idea de poder verte sin necesidad de hacer tablitas de meses o de robar llaves y te echo de menos.

Aquel inesperado comentario me provocó un intenso burbujeo bajo la piel. A mí me pasaba lo mismo. Estaba feliz pero al mismo tiempo desasosegada porque no terminaba de procesar que realmente la investigación nos estuviera dando la oportunidad de convertirnos en una pareja normal, y separarme de él, aunque fuera por un rato, me removía todos los miedos e inseguridadades habidas y por haber.

—Yo también me siento igual —confesé—. Tengo la sensación de que, si te pierdo de vista, te llevarán a algún lado y ya no te volveré a ver.

—Es por lo de Tokyo, que nos ha dejado medio traumados. —Su conclusión no pudo ser más acertada—. Me parece que vas a tener que diseñar otra de tus terapias de exposición.

—Esta vez necesitaré tu ayuda.

—Eso está hecho —aceptó—. Podría desaparecer todos los días un rato y luego regresar, aunque, para que funcione como debe ser... —Se interrumpió—. Bueno... Esto... Supongo que sigues viviendo en el mismo apartamento del que me hablaste.

—Ajá —respondí—. Es algo pequeño pero está frente a mi clínica.

—¿Y nunca te has planteado mudarte a un sitio más amplio aunque estuviera un poquito más lejos de tu trabajo?

—Muchas veces pero, entre unas cosas y otras, al final no saco tiempo de buscar.

—Entonces supongo que te va a venir bien que lo haya hecho yo.

La revelación me dejó atónita. ¿Que había hecho qué? ¿Cuándo? Y, ¿cómo? Cielos.

—No me digas que has reservado un piso —adiviné.

—Una casa —corrigió, y la boca se me abrió como un buzón—. No me gustan los pisos porque la tranquilidad personal depende de lo civilizados que sean los vecinos y paso de apostar al factor suerte.

—Y... —Ya; sí, ya—. ¿Dónde? —pregunté, sin terminar de dar crédito—. ¿Dónde la has cogido?

—A las afueras —concretó y, matizó—: No tienes que aceptar si te resulta incómodo o simplemente no te apetece. Aunque te lo haya dicho por lo de las exposiciones y tal, en realidad lo he buscado para evitarme el mal trago de tener que vivir en las instalaciones del juzgado, lo que inevitablemente me convertiría en una especie de fantasma de la ópera con problemas disociativos.

—No, no, me parece bien. —Un fuerte calor me subió a las mejillas—. Me gusta la idea de verte al despertar cada día.

—A mí también.

Poco me duró el colosal baile de mariposas que se me montó en el pecho, irradiando entusiasmo y haciéndome flotar en una burbuja de ilusión. El tono protestón del forense invadió la línea y se ocupó de devolverme de un plumazo a la realidad.

—Tengo que colgar. —Yoon Gi dejó escapar un suspiro—. Voy a prestarle atención a su excelencia antes de que empiece a vomitar bilis por la boca —bromeó—. Y, por cierto, ya he tanteado a Jimin así que trata de no darle más vueltas y cuando termines la entrevista intenta dormir un poco.

Mis ojos se posaron sobre los ramos de rosas de Tae Hyung, ya secas y oscuras por el paso de los días, que me había traído la secretaria y que yo había colocado en el centro de la mesa.

Era cierto que no había podido pegar ojo en toda la noche: Jimin era una persona muy especial para mí y no era capaz de dejar de rumiar lo que había hecho. Por una parte, porque no lograba deshacerme de la decepción que me producía y, por otra, porque al mismo tiempo entendía que la psicopatología que arrastraba le causaba mucho dolor y quería ayudarle.

Quería que se diera cuenta de que tanto Yoon Gi como yo le queríamos y valorábamos lo suficiente como para obviarlo todo y perdonarle, tal y como habíamos acordado. Que eso le sirviera para deshacerse de una vez del brutal miedo a la soledad que tantas aberraciones le había hecho cometer. Que le sirviera para estar bien.

—Me va a costar un poco pero lo intentaré. —Traté de sonar animada—. Suerte con lo de Seok Jin.

—Suerte a ti también —me correspondió— Te quiero.

Colgó antes de que pudiera decirle el "yo a ti más" que se me perdió en el aire, dejándome sola frente a la puerta abierta del despacho, contemplando el silencio de fuera, más propio de una biblioteca que de un centro de investigación.

Miré la hora. Claro, era la parada del almuerzo y, a propósito de eso, yo también debía aprovechar y salir antes de que las tripas empezaran a rugirme.

Me adentré por el pasillo. Las suelas de mis zapatos, tronando como tambores en medio de la nada, me trasportaron hasta la máquina expendedora de la recepción, igualmente vacía. Eché un vistazo al cristal. Sándwich de pollo, de ternera, de algo rojo y blanco que no veía bien, de... Rayos; ¿y ese papel? Reparé en el pequeño sobre rosa que alguien había pegado en la rendija de las tarjetas. ¿Qué era eso? Menudo sitio para dejar notitas. Lo arranqué y lo abrí.

"Hola". La letra, sumamente pulcra y cuidada se me hizo conocida. "Me alegro mucho de saludarte de nuevo, Mei".

"Y. M"

¿Qué? De repente me saltaron todas las alarmas.

"Es Y. M"

El espacio se tornó negro. Perdí el sentido del tiempo y una sucesión vertiginosa de imágenes me llevó frente al portal de mi casa, al momento en el que leía el extraño mensaje que acababa de recibir de la última paciente de la tarde, una chica joven que había venido muerta de miedo, argumentando que sentía una presencia tras ella que no la dejaba dormir.

Recordé su petición de ayuda y mis tacones repiqueteando al bajar al estacionamiento, el sonido del desbloqueo autómatico del coche y la oscuridad del viejo edificio a donde me llevó el navegador. Ascendí por la suciedad de las escaleras, arramplé con la puerta abierta y me arrodillé ante su cuerpo, ya casi sin vida, mientras todo mi ser, presa de la anestesia y la irrealidad, se disociaba automáticamente ante su estado.

Sentí el paraguas en la mano. Sentí el pánico del chico que encontré dentro y al que inmovilicé bajo mi presión y también a alguien más. La persona que trató de agredirme con la soga. La misma a la que clavé la punta de la sombrilla en el costado y que huyó hacia el salón. Aquel mismo salón en donde instantes después había encontrado a Jimin.

Había estado cerca de detenerlo. Muy cerca.

"Esto no se queda así". Recordé la nota que encontré en la puerta de la clínica días más tarde. "Vas a caer y me ocuparé de que sea a través de los que más quieres. Pero, hasta que ese día llegue, disfruta la vida que te regalo. Con afecto, Y.M ".

Algo se movió a mi espalda y regresé a mis sentidos. Me di la vuelta. No había nadie.

—¿Jimin? —Contuve la respiración—. Jimin, ¿eres tu?

El eco de unos pasos se deslizó a mi alrededor y, por instinto, busqué las tijeras del bote de la recepción. Una de las puertas, a la derecha, crugió y se cerró de golpe. Corrí hacia ella. Era un despacho que no se usaba, dedicado al almacén de documentos, lleno de cajas y archivadores metálicos y, precisamente sobre uno de ellos, fue donde la encontré.

Una balanza. Una balanza dorada con una flor blanca en un plato, otra roja en el contrario y una indicación escrita en una cartulina a sus pies: "elige".

Dios mío. Me acerqué y rocé el metal con la mano. Un frío intenso me caló en la piel. ¿Entonces esto...? ¿Esto era...? El golpe sordo en la estancia de al lado me interrumpió y, de un bote, volé hacia la corredera semiabierta que separaba ambas estancias. Lo tenía. Lo...

—¡Joder!

Me llevó un par de segundos reconocer a Woo Young sentado en el suelo, frotándose la rodilla por la caída que se acaba de meter, seguramente por culpa de una mesa de ruedas que estaba atravesada de mala forma.

—¡Ay, joder! —repitió—. ¡Mierda! ¿Por qué a mí? ¡Mierda!

—¿Qué haces aquí? —Entrecerré los ojos—¿Cómo has entrado?

—¡Eh, tranqui! —Le faltó tiempo para poner las manos por delante—. En la puerta no había nadie y te recuerdo que estoy aquí es porque me has mandado una citación.

"Tranqui". ¿Cómo que "tranqui"? ¿Acaso se podía estar "tranqui" teniendo la balanza con un mensaje del criminal a mi espalda?

—Yo no quería venir, que coste en el libro o lo que sea que uses para comunicarte con el juez —continuó él—. Solo quiero que me dejen paz pero se conoce que debo pedir demasiado porque me llamáis para todo y, con franqueza, ya estoy harto.

Observé en silencio cómo se ponía en pie y se sacudía el polvo de la ropa.

—Y, como estoy harto, me va dar igual lo que digas tu, Yoon Gi o el Espíritu Santo. —Recogió los auriculares de música del suelo y buscó con la mirada la salida. —Esto es una gran mierda y, por lo tanto, yo me largo.

Demás está decir que, por supuesto, no se lo permití. En cuanto trató de poner un pie fuera le agarré de la camiseta roja y tiré hacia atrás.

—No tan deprisa, cielo —murmuré, seca—. Dices que solo quieres estar tranquilo pero resulta que te metes y hurgas en todo lo que se te antoja desde hace mucho tiempo.

—Yo no me meto, me meten, que es muy diferente. —Dio un tirón pero me negué a soltarle—. ¡Ay, de verdad! Déjame ir, que me va a dar un puto ataque de ansiedad.

—Claro. —No me moví—. En cuanto me cuentes lo que está pasando.

—¿Lo que está pas...? —Mi petición le debió dejar pasmado porque cesó en su forcejeo y sus pupilas marrones me contemplaron como si vieran un fantasma—. ¿Y yo qué sé lo que está pasando?

—Creaste la web de parejas pero mentiste al decir que solo la conocías de oídas —le confronté—. Y, por cierto, sobre eso, Jimin me ha contado que te vio manipular el primer mensaje de Shin Hye en la sala de ordenadores del instituto.

—¿Y te ha dicho también, de paso, a lo que se dedicaba él? —La anivadversión con la que respondió fue evidente— ¡Bah, piensa lo que quieras! Me paso por las bolas lo que ese tipo diga así que haz la teoría que te apetezca y déjame tranquilo.

Uf; vaya carácter. Ahora entendía por qué a Pang Eo le caía bien. No tenía pelos en la lengua y, aunque parecía inhibido y miedoso, encaraba las cosas con mucha decisión. Sin embargo, yo también lo hacía y, por desgracia para él, aún mucho mejor.

—¿Te vas a pasar por las bolas también que Tae Hyung sospechara de ti? —proseguí—. Te acusó de haber matado a alguien y yo podría reflejarlo en el acta judicial.

El comentario causó el efecto deseado porque me pareció que aguantaba la respiración. Perfecto.

—No, a ver... A ver... —titubeó—. No, yo... Yo no... —resopló—. Oye, mira, pregúntale a Yoon Gi. Pregúntale a él, ¿vale? Él lo sabe todo.

—Pero resulta que te lo estoy preguntando a ti. —Le puse contra las cuerdas—. Y también podría preguntarte por qué adornas con rosas la estantería de tu casa y qué pretendes al esconderte detrá de Jung Kook, haciéndonos creer que él era el denominador común de los crímenes cuando resulta que eres tu.

Empezó a temblar. Le solté y buscó el apoyo de la pared.

—Yo no he sido, ¿ok? —Apoyó la frente sobre la superficie de cal—. O sea, es verdad que hice esa puta web y también que me gusta poner un par de flores todas las semanas en mi repisa pero no... —Sus ojos me buscaron sin despegar la cabeza—. ¡Mierda! —suspiró—: Ok, va, no fui yo pero sí tengo la culpa de que empezara.

"Fue en la época de la Preparatoria, cuando era un desastre total. No es que ahora sea la estrella más brillante del firmamento pero en ese entonces estaba realmente muy pero muy jodido. No me atrevía a decirle a nadie que no, me la vivía haciendo los trabajos de clase a los matones del instituto a cambio de que no me tiraran el uniforme al w.c y, aunque tenía amigos que se preocupaban por mí, nunca me relajaba lo suficiente como para abrirme con ellos.

Y, como te imaginarás, eso se aplicaba también a Soo Bin, la chica que me había gustado siempre y a la que, por descontado, había colocado en un pedestal altísimo al que sabía que yo nunca podría llegar.

—No, hombre, no estás tan mal. —Hoseok, un tipo con el que había empezado a tratar gracias a otros amigos, sorbió buena cuenta de su plato de fideos y me sonrió con su simpatía habitual—. Te falta autoconfianza pero creo que se puede arreglar.

—¿Cómo?

Me extendió un folleto publicitario multicolor de esos que al jefe de estudios le encantaba repatir.

—"Beca de desarrollo informático". —Leí el rótulo escrito en tinta azul antes de regresar sobre él, sin entender—. ¿ Y qué?

—Que he estado pensando mucho en lo que se necesita para ganar seguridad y he concluido que todo se reduce a recibir ánimos y un poco de apoyo. —Regresó a la sopa y, ante mi evidente confusión, continuó—: Con la excusa del proyecto, podemos diseñar una web de consejos que nos ayude a ser más lanzados con las personas que nos gustan.

Lo decía por Shin Hye. Nunca lo habíamos hablado pero estaba pillado por ella hasta las trancas y, encima, sin esperanza. Todo el mundo sabía que a ella le gustaba Min Yoon Gi y, la verdad, no me extrañaba. Era una persona fuera de lo común.

Sin embargo, al final, puede que por mi latoso temor a negarme o porque realmente la situación de Hoseok me diera pena, accedí, nos apuntamos al puto concurso y montamos las bases de lo sería "Encuentra la pareja perfecta". Hobi hizo el diseño y yo me ocupé de la parte informática pero, cuando ya casi la teníamos y acabábamos de empezar la fase de pruebas, todo se fue a la mierda.

Shin Hye desapareció, mi compañero de trabajo se hundió en el fango y su personalidad se enrareció, y yo me metí, sin comerlo ni beberlo, en un asunto de lo más turbio que terminó por rematar el trastorno de ansiedad que ya de por sí arrastraba. Y ahí, cuando peor estaba, fue cuando Yoon Gi me salvó".

Jimin ha desaparecido y Y. M ha movido ficha.
Woo Young ha decidido hablar.
Seok Jin está a punto de aparecer.
No te pierdas la próxima actualización.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro